Capítulo 26: Thinkerbell
Me levanté con rapidez y me apresuré a hablar mientras Keegan simplemente me observaba con cierto desdén desde el otro lado de la habitación.
—Solo quería darte tu...—Rayos, ya me había olvidado por qué estaba aquí en primer lugar. ¡Piensa rápido!—chaqueta.
Tomé un profundo respiro y agarré el abrigo para tenderlo automáticamente con mi mano. Keegan rodó sus ojos y se acercó a mí y lo sujetó con sus manos para luego arrebatármelo.
—Bien.—Pronunció y alzó sus cejas. Me quedé en silencio e inmóvil. Sus comisuras se alzaron irónicamente—. ¿Te irás o qué?
—Yo...—No sabía qué decir, eso era todo, me tenía que marchar ahora. Comencé a mover mis pies pero la voz de Ethan interrumpió.
—Vamos, Keegan. ¿Cómo serás buen padre sino te llevas bien con la madre del crío?—Indagó y Keegan hizo un ruido de frustración. Ethan se volví hacia mí—. Está bien, quédate.
Tragué duro y señalé la puerta y me removí inquieta.
—Es mejor que me vaya.—Me agaché para ordenar los cuadernos en mi bolso y disponerme a irme de allí.
Sentía una extraña sensación, no debía de estar allí. No era correcto, yo no tenía nada que hacer con Keegan Wayne, simplemente no.
—Sam.—Al salir mi nombre de los labios de Keegan alcé mi mirada y clavé mis ojos en él—. ¿Quieres...eh, ver una película?
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—Listo.—Anunció y Keegan apareció a mi lado con dos latas de lo que sospeché que era agua de coco. Lo había estado esperando unos segundos para ir a buscar un "refresco" antes de reanudar la película que decidí ver. Mientras tanto, Ethan había desaparecido y supuse que fue al baño—. Ah, espera...
Suspiré por tercera vez. A este paso sería la apocalipsis zombie y nosotros seguiríamos en esta sala, sin terminar de ver la santa película.
—¿Ahora qué tienes que hacer?—Me atreví a preguntar—. ¿Repartir regalos? ¿Construir un arca? ¿Ir a derrotar a Mojo Jojo?
Aunque Keegan se encontraba parado de espaldas, sentí su desagrado palpable y tangible hacia mí. El volteó y vi que sostenía un libro y llamó mi atención que estaba cubierto por una bolsa de plástico y lo sostenía con cautela.
—¿Qué... qué es eso? Es decir, me alegro que leas pero no entiendo...
—Es Orgullo y Prejuicio.—Me interrumpió y se acercó mostrando la portada del trascendente y famoso libro. Era una tapa clásica y no me pareció común por alguna razón. Abrí mis ojos con genuina sorpresa.
—¿Eso es...
—Sí, lo es. La conseguí para Claire, es su libro favorito, así que pensé...—Keegan se detuvo y una pequeña sonrisa se dibujó en sus labios y se encogió de hombros automáticamente. Ya había aprendido que él normalmente usaba ese gesto cuando hablaba de cosas que le importaban pero no quería parecer darle mucha importancia.
—Pero esa edición es muy difícil de conseguir y... debió de salirte una fortuna.
—Hice lo que pude. Me costó mucho encontrarlo, tuve que hacer cientos y cientos de llamadas pero...—Los iris celestes de Keegan resplandecieron—ella lo amará.
—Eso... es precioso, Keegan.—Mis comisuras se elevaron y lo admiré con la mirada—. No puedo creer que hayas hecho algo así por ella.
—¿Llegamos hasta este punto de conocernos, Jenkins, y todavía no descubriste como soy en realidad?—Las palabras salieron amontonadas de sus labios y pude ver en sus ojos que prefirió no hacer ese profundo comentario. Negó levemente con su cabeza y abandonó la habitación para guardar el regalo de Claire.
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—Tendríamos que haber visto Duro De Matar.—Concluyó Keegan y solo me concentré en ver la película frene a mí.
Podía escuchar el bajo murmullo que producía Ethan dormido en uno de los sillones, era gracioso de verlo roncar levemente. Al solo pasar cinco minutos de la película, cayó rendido.
—¡Vamos! La película es muy buena.—Exclamé contenido para observarlo a mi lado—. Te enseña a crecer como persona y que puedes a ser quien quieras que sea si te lo propones, es muy conmovedora.—Finalicé con una sonrisa. Keegan fijó nuevamente sus ojos en el televisor y soltó un suspiro.
—Es basura.—Afirmó.
—Es hermosa.—Repliqué.
—No puedo creer que estemos viendo Diario de una Princesa.—Keegan repitió por enésima vez.
No contesté y canté en mi mente el himno de Genovia; ya me lo sabía de memoria.
Pero en este momento, la película había llegado a la escena de la playa, donde Mía tenia una cita con ese chico rubio popular. Agh, lastima que resultó ser un idiota.
—Patán.—Solté de repente mirando el televisor. No pude contenerme.
—No veo el problema.—Dijo Keegan a mi lado.
—¿No es obvio? Él solo la besa por qué quiere sus cinco minutos de fama al besar a la princesa.—Expliqué señalando el televisor frente a mí. En la casi silenciosa sala, resonó un gran ronquido proferido por Ethan quien babeaba cerca nuestro.
—Solo digo que no es la gran cosa que le haya robado un beso.
Ladeé mi cabeza para alzar los cejas hacia él. Lo miré con consternación antes de responder.
—Por supuesto que es la gran cosa.
—¿Qué tienes en contra de los besos robados, Jenkins?—Preguntó elevando sus hombros.
—Bueno, no sé por ti, Keegan, pero a la mayoría no les gustan que les roben nada.
—Es solo un beso.—Repitió lentamente y giró sus ojos con cansancio en la mirada.
—Sin permiso concedido.—Defendí y arrugué mi nariz.
—¿Nunca te han robado un beso, verdad, Sam?—Indagó y traté de desaparecer en mi asiento, encogiéndome.
—¿Y qué tiene?—Alcé uno de mis hombros tratando de quitar la intensa mirada de Keegan en mí.
Para mí muy mala suerte, él solo se acercaba más y más a mí. En un pequeño segundo, la parte baja de mi espada sufrió un pequeño escalofrío.
—¿Qué haces?—La duda en mi voz era notable.
—Tranquila, Thinkerbell.
—Keegan...
—Así que a Samantha Jenkins nunca la han besado sin su supervisión...—Susurró inclinándose, invadiendo mi espacio. Quise apartar mi mirada y mi rostro pero no pude, no sabía lo que él iba a hacer o por qué yo no hacía nada para detenerlo. Quedé inmóvil en espera de sus acciones sin saber cómo reaccionar. Quería correr de allí y nunca volver, mi pulso aceleraba más y más. Keegan estaba a unos escasos centímetros de mi rostro y yo lo miraba expectante.
—No me gusta lo que no puedo controlar.—Repliqué y trague duro. Los brazos de Keegan se encontraban situados en el sofá, estratégicamente rodeándome. Yo era su presa.
—¿Ni siquiera un simple e insignificante...—Los centímetros se acortaron, nuestros alientos se mezclaron. El aroma a cigarrillo usual de Keegan ya no estaba presente, recordándome que él lo había dejado y eso sólo hizo más placentero su aliento fresco. Mi nerviosismo aumentó, no pude pronunciar nada, no sabía qué decir o hacer. Una intensa neblina había inundado mi mente—...beso?
Con esta última palabra, emitida en un suave y prometedor susurro, Keegan se acercó a mis labios.
N/A holaaaa, ay, tanto tiempo. Pero bueno, aquí estoy, con este capítulo para ustedes ❤️❤️ Keegan loquillo.
Mitch
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