Capítulo 14: Nuevas Sorpresas
Toqué el timbre de la puerta. Esta era la casa de Keegan. Desde ese día, en mi primera cita con Damien, él no me ha hablado. Sobre nada, ni siquiera sobre Claire. Los pocos días que pasaron me estuve castigando a mí misma. Era una persona horrible, detestable. Y sé que Keegan no era el mejor ejemplo al hablar de moral, pero de todas forma me sentía mal. Nunca debí haber hecho eso. Así que aquí me encontraba. Luego de preguntar a varias personas si sabían su dirección (sí, tuve que hablar con sus amigos, lo que más me temía), me mandaron aquí. A esta casa de dos plantas, de color crema y tejado azul oscuro. Después de unos segundos la puerta se abrió, revelando una mujer con un delantal. Era una señora menuda y de cabello moreno, el cual estaba atado en un moño desordenado.
—Hola.–Vacilé un segundo—. ¿Está Keegan?
La señora me analizó de arriba a abajo de una manera perspicaz. Me miraba con cierto recelo pero al mismo tiempo sus ojos eran dulces.
—Lo siento, ¿de parte de quién?—Me preguntó.
—Soy... Sam, ¿Samantha?—Arqueé mi ceja. Una sonrisa se deslizó por los labios de la mujer.
—¡Samantha! Soy Elva. Oh, Keegan me habló de ti.—La sonrisa de la mujer era resplandeciente. Ahora me miraba distinto.
—¿En serio? Oh, bueno...—Dudé antes de seguir—. ¿Puedo verlo?
La mujer borró su sonrisa y miró hacia el exterior. Volvió nuevamente su vista hacia mí. Hizo una mueca y negó con su cabeza.
—¿No te lo dijo? Pensé que si se lo diría a alguien, esa serías tú...
—No entiendo.—Corté las divagaciones de la mujer. Ella me miró con ojos tristes y me asuste un poco—. No debería decir nada... él no quiere que la gente lo sepa...ese niño siempre fue terco, incluso cuando tenía tres años. Nunca quería acompañar a sus padres cuando salían.
—Señora... Elva, por favor, no pediría verlo sino fuera por qué es algo importante.—Traté de convencerla. Quería saber la dramática situación que la mujer trataba de explicar.
Elva resopló varias veces. Acomodó uno de sus mechones morenos—los cuales contaban con algunas canas—, me miró estupefacta.
—No tengo el derecho a decirlo pero supongo que no hace mal darte la dirección...
—¿Dirección? Pensé que vivía aquí.—Señalé la casa frente a mí. No entendía nada, sus amigos me dijeron que Keegan vivía aquí.
–Él ya no vive aquí, perdón linda, no puedo decirte nada...—La mujer negó varias veces con su cabeza—, pero te diré la dirección, tú solo ve.
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Esto no era nada parecido a la casa anterior. Ni siquiera se lo podía llamar casa. Elva me dio la dirección, tuve que ir hasta el sur de ciudad, y este no era el más bello de los vecindarios. El departamento frente a mí no estaba bien mantenido, no era tan horrible pero no era sublime verlo. Toque la puerta fuertemente—no había timbre—y esperé. Seguí estudiando el lugar hasta que la puerta se abrió.
Él no era Keegan.
–Ya tenemos Biblias.—El chico frente a mí se preparó para cerrar la puerta.
—Keegan.—Grité para que me escuchara. Resultó ya que el chico de cabello negro se detuvo—. Busco a Keegan Wayne, eh, ¿es-está aquí?
El pelinegro me recorrió con la mirada y vi en su rostro consternación.
—Es extraño, Keegan nunca trae chicas aquí.—Me siguió observamos, tratando de averiguar por qué estaba allí—. Pasa, soy Ethan.
—Sam.—Contesté e ingresé al pequeño departamento.
La sala estaba un poco desordenada y solo con unos muebles. A su izquierda un pequeño cuarto entreabierto, se podía apreciar que era el baño y luego dos habitaciones.
—Keegan, trae tu trasero aquí.—Su amigo gritó en dirección a los cuartos—. Hay una linda chica preguntando por ti.—Añadió y luego clavó sus ojos marrones en mí y susurró por lo bajo—: ¿Estás embarazada o algo así?
—No.—Negué con horror.
Por suerte, Keegan apareció salvándome de la situación. Él primero vio a Ethan y luego me identificó. Rodó sus ojos y exhaló de frustración. Dio la vuelta y volvió a encerrarse en su habitación.
—Sí, no creo que sea un gran padre para el pequeño.—Agregó su amigo cerca de mi oído.
Lo ignoré y caminé donde Keegan desapareció. Abrí la puerta—era inútil llamar cuando nadie me contestaría—e ingresé. Keegan se encontraba sentado en la cama, con sus ojos aburridos mirándome. Él sabía que era obstinada y no me rendiría tan fácil.
—Keegan...
—¿Cómo me encontraste?—Dijo. Esas fueron las primeras palabras que me dirigía desde días.
No quise culpar a la pobre señora, Elva, ella fue muy dulce. Pero tenía que hacerlo.
—Elva.—Susurré sentándome a su lado. Él, cuando hice eso, se apartó unos centímetros.
—Elva.—Él asintió y no dijo nada más.
—Keegan...–Repetí y me acerqué más a él—, ¿por qué vives aquí?
Keegan me miró irónico. Sabía que yo no era la persona indicada para confiar en ese momento, pero me preocupé por él.
—No veo por qué tendría que importarte.—Soltó rencoroso.
—Keegan...—Bien, esta era la tercera vez que pronunciaba su nombre de esta forma.
—¿Qué quieres saber, eh, Sam?—Gruñó y pude verlo molestarse. Tal vez fui un error venir aquí, a su hogar—. Me fui de casa, ¿feliz?
Nos quedamos en silencio. No sabía cómo seguir, me inundó una terrible timidez. Jugué con mis dedos y nuestras respiraciones se sincronizaron. Noté que Keegan se relajó.
—Mi padre es un veterano.—Keegan empezó a hablar y me concentré en sus palabras—. Ya sabes, muy estricto. Pero cuando mencionó toda esa mierda de escuela militar no lo soporté, ya está.
Se calló. No era necesario decir más. Me sentí muy mal por Keegan. Supe que decir esas pocas oraciones—formando una gran confesión—le fue difícil. Tomé instintivamente su mano, él pareció sorprenderse y se tensó un poco pero luego volvió a relajarse.
—Y mi madre—Rió secamente—, ella lo apoya en todo, ¿sabes? Todo.—Finalizó.
—Lo siento.
—Deja de decir eso, Sam, me das dolores de cabeza.—Sonreí—. Y solo te digo todo esto para que no me estés acosando con tus preguntas. Es agotador, Jenkins.
¿Yo era la acosadora ahora? Muy gracioso.
—Déjame ayudarte, Keegan. Conquistaras a Claire, te amará.—Dije de manera divertida. Los ojos de Keegan relucieron ternura y anhelo. Me gustaba verlo así.
—No quiero irme lejos, Sam. No quiero ir a esa estúpida...—Apretó sus labios—. Todo es una mierda.
Yo tampoco quisiera irme lejos a una escuela militar a quién—sabe—dónde.
—Tengo una idea sobre Claire.—Me levanté de la cama entusiasmada—. Es perfecto.
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