Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

~Epílogo~

AZRAEL MARCHETTI

|UNA VIDA JUNTOS|

El día de nuestra boda habían invitados cercanos a nuestro círculo social. Andrea que vivía en Francia regresó para pasar ese día conmigo, igual que Jean. Renzo por otro lado fue el que se encargó de ayudarme a elegir el anillo con que le propuse matrimonio a mi chica. No sabía nada de ella en la mañana, Chiara y Verónica me prohibieron verla con el vestido de novia puesto, porque es de mala suerte que el novio vea a la novia antes. O eso dicen.

Los nervios burbujeaban en mi interior, el suelo debajo de los pies se tambaleaba, Jean me frotó la espalda burlón, estoy que vomito de la ansiedad. Andrea me pasó un vaso con agua y me distrajeron hablándome sobre cómo les había ido esos meses que estuvieron fuera. Son los mejores amigos, se preocupan por mí y hasta comparten mis mismos temores.

—¿Qué pasa si Jae a última hora te dice que no?

Giro mi rostro a Renzo tal cual como el exorcista.

—Te mato si se cumple.

Levanta sus manos al aire, ahora se le ve nervioso.

—No, no, ella no dirá que no.

—Ya es la hora, Azraelcito —Andrea mira la hora en su reloj.

—¿Quien lo diría, eh? —Jean se lame sus labios, apoyado a la pared—. El primero que se nos casa es el italiano con exceso de egocentrismo. Apuesto a que el próximo es mi hermanito Nathaniel.

—Lo dudo —contradice Andrea—, no quiero casarme.

—Nunca digas nunca —canturrea Renzo.

Nos fuimos a la iglesia. Jaelyn se retrasó cinco minutos, por mi mente pasaban miles de escenarios negativos donde se hacía realidad lo que Renzo predijo hace media hora. Pero se esfumó cuando la vi cruzar el altar agarrada del brazo de Aurelio, una punzada me pinchó la boca de mi estómago. Contuve el aire, Dios, está muy hermosa. Mis ojos ardían, amenazando con romperme. Quería llorar de felicidad, iba a casarme con la chica que amo desde que era un niño de once años.

—Azrael —Elevé el mentón escuchando hablar a Aurelio, su expresión dura se suavizó y por primera vez me sonrió con calidez, algo dentro de mi pecho se removió—. Te entrego a mi hija para que la cuides, la proteges, la ames. No cometas los mismos errores que yo —Apretó mi hombro, yo le asentí. Si hablaba iba a llorar, era seguro—. Espero que algún día me perdones a mí también.

—Yo no te guardo rencor.

Los dedos se Jae se entrelazaron con los míos, los suyos tan suaves y delicados. Los llevé a mis labios y deposité un beso que lo prolongué por unos segundos para, alzar la cabeza y conectar nuestras miradas. La suya mantenía un brillo que le volvió cuando pudo superar su pasado traumático.

—Hola —musitó.

—Mi amor.

Hicimos todo el protocolo, intercambiamos nuestros votos, nos colocamos los anillos que sellaban la unión de ambos. Cuando ella me dijo «acepto» No pude contenerme, unas lágrimas escaparon de mis ojos. Ella me las limpio con sus pulgares, sus ojitos enrojecieron, se contenía como yo.

—Yo los declaro marido y mujer —pronunció el sacerdote, sonriendo—, puedes besar a la novia.

Atrapé sus labios entre los míos, los aplausos de los invitados no tardaron en resonar por toda la iglesia. Mi abuelo Mario fue el primero en felicitarnos, me le aferré a su abrazo, era mi único familiar. Él me dio unas palmadas en la espalda mientras me abrazaba.

—Tus padres estarían llorando al ver a su niño casarse, pero como ellos ya no están, estoy en su lugar. Mi nieto, mi gran orgullo, te quiero tanto, hijo.

—Yo más, abuelo.

El vuelo de nuestra luna de miel salía esa misma noche, nos logramos cambiar y despedirnos de nuestros familiares a penas la fiesta terminó. Era un vuelo de seis horas hasta un destino paradisíaco que ambos habíamos soñado visitar desde hace tiempo: una pequeña isla en el Caribe, rodeada de aguas cristalinas y playas de arena blanca. Su carita no disimulaba que su niña interior revivía, a cada instante me preguntaba si faltaba poco por llegar.

Hasta que abrí mi boca para asustarla:

—Aquí se supone que el avión debería de explotar.

—¿¡QUÉ?!

—Lo vi en una película.

—¡No digas eso, Azrael!

—¡En la película todos mueren! ¡Todos!

Me dio un zape por la boca, enojado me pongo los auriculares para escuchar música e ignorarla. (Terminé rogando por su atención). Lo importante fue que recibí su perdón de regreso.

Aterrizamos en la isla, el aire cálido y el aroma salado del mar nos envolvieron al salir del avión. Jae dio un grito de alegría y corrió hacia la playa dejando atrás la maleta. La seguí y antes de que pudiera pensar en detenerla, ella se lanzó al agua cristalina.

—Tienes que aplicarte el protector solar primero.

—¡El agua está deliciosa! —grita, salpicándome mientras yo me acercaba. Hinco una rodilla y la saco del agua.

—No quiero que te enfermes.

Al caer la noche, encontramos un pequeño restaurante frente al mar. La brisa suave acariciaba nuestras pieles. Cenábamos a la luz de las velas. Jae miraba a su alrededor con ojos deslumbrados, y no podía evitar sonreír al ver su felicidad. Es como una niña.

—Mmm —pronuncia degustando de su comida—. Es muy rico, no me dijiste que plato ordenaste que nos trajeran.

—Rata a la parrilla —ironizo.

—No te soporto.

—Marisco es la especialidad de aquí.

—¡¿Oh, en serio?! Yo nunca los había probado.

—Se nota.

—¿Que quieres decir con eso?

—Nada, nada —finjo una sonrisa de angelito—. Provecho.

—Azra.

—¿Uhm?

—¿No es rata o sí? —duda.

—Era broma, tonta.

—¡Tienes que probar esto! —exclama, extendiendo su tenedor hacia mí con un trozo de su comida. No pude resistirme, lo tomo con gusto.

—Está rico —digo, asintiendo con la cabeza—. Creo que tendré que robarte un poco más de tu plato.

—¡NOOO! ¡ES MIO!

Cuando terminamos de cenar, decidimos dar un paseo por la playa. La arena caliente bajo nuestros pies y el sonido de las olas nos acompañaban. Ella se detuvo de repente y me miró, una chispa de travesura en sus ojos.

—Siempre he querido hacer algo loco en la luna de miel.

—¿A qué te refieres?

—Voy a correr y saltar al mar de nuevo, pero esta vez, ¡sin traje de baño! —Comienza a desabrocharse la blusa.

—¡Espera! —grito, aunque sabía que no podría detenerla—. ¡Joder! Esta chica es... es... ¡Dios mío dame paciencia!

Más tarde, llegamos a nuestro hospedaje. Este es mi parte favorita de todo el viaje y no pienso perder ni un minuto más de mi valioso tiempo.

Jaelyn es mi perdición. Al fin puedo reclamarla como mía, es mi esposa. Es tan perfecta que parece irreal, esa noche me había encargado de preparar lo necesario solo que para nosotros dos. Las velas de la habitación proyectaban las sombras de nuestros cuerpos, deslizo las tiras de su vestido que marcan sus curvas hacia abajo.

—No tienes que ser tan caballeroso —Pasa sus brazos por alrededor de mi cuello, hundo mi nariz en su cabello sedoso e inhalo su aroma a menta y cítricos. Ella mete sus manos por el interior de mi camisa para tocar mi torso desnudo—. Es como un sueño del que no quiero despertar. Mi esposo.

—Tuyo. Soy tuyo, flaca.

Guío su cuerpo a la cama cubierta de pétalos rojos. Apoyo mis brazos a los extremos de cada lado y aprovecho la ocasión para admirar de cerca sus facciones delicadas. Sus labios, sus pestañas largas, sus pómulos, esa constelación de pecas que tiene en su nariz. Si no estoy obsesionado con poseerla pronto lo estaría. Me tiene mal y a sus pies.

Su boca choca con la mía, devorando el uno del otro. Nos besábamos y aún así, queríamos más del otro. Toqueteando su cuerpo doy con la cremallera de su vestido y se lo saco, ella hace exactamente lo mismo con mi camisa que vuelva en la habitación y cae en la silla del tocador. Rodea sus piernas por mi cintura para acercarnos lo más que podemos al otro. Mi respiración se mezcla con la de ella, respiraciones jadeantes y aceleradas, llenas de la atención que solo el otro puede brindar.

—Quiero hacerle el amor a mi esposa —La volteo, sus pechos se presionan al colchón mientras mis labios siguen dejando un recorrido por su cuello que le causa escalofrios—. No hay nadie que pueda oirnos solo somos tú y yo —susurro a su oido. Mordisqueo el lóbulo de su oreja, ella se queja bajito en un sonido placentero—, puedes gritar todo lo que quieras, no te contengas, cariño.

—Juegas sucio, cariño mío —Me mira por encima del hombro, ese destello feroz en sus ojos me dice que lo siguiente que dirá es una orden, no una petición—: Quítate el pantalón para que estemos en las mismas condiciones.

—¿Desesperada por mí?

—Nunca dejas de ser egocéntrico.

—Vamos mi cielo —Tiro de su tobillo acercándola más, ella chilla—, no lo niegues, me deseas tanto como yo.

—Me hartan tus jueguitos.

—Jae, estamos en nuestra luna de miel. Quiero hacerlo bonito, mujer. Nadie está apresurado aquí, bueno, solo tú.

—Si sigues así lo que va haber será es un funeral —amenaza. Yo río divertido.

Así es mi esposa. Está feliz y luego me quiere matar. Tan romántica.

Le saco su sujetador para empezar a juguetear con sus pechos, su cuerpo vibra, sus uñas se clavan en las sábanas para aferrarse a algo que la mantega estable. Quiero que me marque a mí, la siento sobre mi regazo y sigo haciendo mi trabajo, lo hago bien, pero creo que podría ser mejor. La tela de su ropa interior es delgada que hasta mi excitación roza su centro cálido como si no llevara nada puesto y me fascina.

Alza su pelvis y en respuesta empujo la mía, una corriente eléctrica nos recorre la espina dorsal a ambos, no necesita más preparación, está excitada que ya está mojada, yo no puedo soportar prolongar más. La ubico sobre mi miembro y se sienta de golpe arrancándome un gemido ronco. 

*

Siete meses más tarde.

—Estas sensible últimamente, flaca. Tus nervios están a tope, te estresas y lloras por todo. No me lo tomes a mal, pero...

—Estoy embarazada —soltó de golpe.

—¿Eh?

—Estoy embarazada —repite.

—Si, lo entendí a la primera —me detengo a procesar lo que conlleva el significado de la palabra «embarazada»—. ¿Que dijiste? —balbuceo. Pone sus ojos en blanco.

—Estamos esperando un bebé. Tenía dos semanas de retraso, me hice la prueba y salió positiva. Seremos padre.

Padres. Bebé. Embarazo.

Todo en mi mente choca y me crea un colapso. Oh, Dioses, tengo ganas de vomitar, todo me da vueltas, me siento mal. Voy a morir. Adiós Azrael Marchetti.

—¿Seremos padres?

—Si, Azra —Ella me sonríe encantada—. Serás papá.

—Seré papá...

—Si... —estrecha sus ojos con desconfianza—. No repitas lo que digo.

—Estas embarazada. Yo soy el padre, tendremos un bebé, un hijo mío —Es lo último que logro decir, mi cuerpo se desconecta de golpe y me veo cayendo desmayado al suelo, Jae grita asustada.

Los próximos meses fueron idas a la clínica, exámenes, comprar ropa para bebé, elegir su cuna, equiparle la que sería su habitación. Se la pintamos de color azul celeste al enterarnos que era un bello varoncito que tendríamos. No pude con la emoción, no podía creerlo, ese día acompañaba a mi flaca a su consulta con la doctora Harper, sin saber que nos íbamos a enterar el genero de nuestro niño.

Dato curioso, casi me desmayo en la clínica otra vez por la nueva noticia. Perdí en mi apuesta con mi esposa. Ella apostó que era un niño y yo insistí que era una niña.

—Mi dinero —extendió su mano.

—No es justo.

—Perdiste, yo gané. Mi dinero.

—Yo sabía que era niño.

—¿Por qué apostaste que era una niña si ya sabías? Mentiroso.

—Para no hacerte enojar —Saco el dinero de mi cartera, a regañadientes se lo entrego—. ¿Que nombre le pondremos? Tiene que ser uno igual de hermoso que el de su exitoso, guapo, rico y jodidamente irresistible padre.

—Todavia tenemos meses para pensar.

—Eres distraída. Yo igual. No quiero que llegue el día que des a luz y no le tengamos nombre al bebé. No tengo imaginación y si me llegan a preguntar quedaré en blanco, ¡no podemos permitirlo! ¡O peor! Que por los nervios diga un nombre feo y en la escuela le hagan bullying y su vida sea miserable. ¡Nooooo! Busquemos un nombre ya.

Pestañea varias veces.

—Ya te hiciste toda una película. Luego me llamas sensible y exagerada a mí.

—¡El bebé, Jae! ¡El bebé!

—¡Eres un intenso! —suspira para relajarse—. Vamos a terminar de pintar la habitación del bebé. Hazle unos dibujitos bonitos en la pared.

Hundo el pincel en la pintura y empiezo a dibujar un Winnie Pooh con algunas abejas y miel a su alrededor.

—Tambien hazle unos dibujos de esos cachorritos de los Paw Patrol.

—Como ordene mi mujer.

Su cabello cae en suaves ondas hasta llegar a su cintura, su barriguita al pasar cada mes va aumentando de tamaño. Sonrío orgulloso, cumplí otros de mis deseos con ella. No sabía que sería tan rápido, quería disfrutar más de nuestro matrimonio, explorar el mundo con ella, viajar, conocer nuevas culturas. Lo hemos pospuesto hasta que mi niño crezca (Ni siquiera ha nacido) y se pueda quedar con sus abuelos.

—¿Como me ves?

—Hermosa.

—Eres un mentiroso. Como todos los hombres —lloriquea.

Sus cambios de humor me tienen al borde de la locura.

—Amor, amor —La alcanzo y la agarro de la barbilla—. Estás bellísima. Con tu barriguita y...

—¡¿ME ESTÁS LLAMANDO GORDA!?

—¡¡NO!!

—¡YO NO ESTOY GORDA!

—Solo estás rellenita por el embarazo —farfullo. Soy malo en esto de arreglar mis problemas con mi esposa. Ella golpea mi rostro, sus manos empujan mi pecho haciéndome perder el equilibrio y caigo encima de un pote de pintura, me mancho mis ropas y cabello.

—¡Quiero el divorcio! —Sale de la habitación dando un portazo.

—¿Yo que dije...? —Maldigo. Alguien toca el timbre y los pasos de Jaelyn me indican que ella se encargará de atender a esa persona. Limpio el desastre y bajo los escalones, me escondo detrás de un mural. Veo a Chiara sentada en la sala de estar junto con el francés. Jae ríe. Mmm, ¿ya no estará enojada? Saco mi celular y navego por Google.

¿Como saber si mi esposa ya no está enojada?

¿Como ser un buen padre sin vender a mi hijo en el intento?

¿Cuanto dinero me darían si vendo a mi hijo?

No, no, no. Borra eso.

¿Cuanto me darían si me vendo yo?

—Quiero mis veinte mil dólares —Me el posiciono frente a mi esposa de brazos cruzados. Su cara es un poema de confusión. Saco mi celular—. Aquí dice que hay personas que pagan hasta veinte mil dólares por la virginidad de otro, y yo te la di de a gratis, quiero mis veinte mil dólares y en efectivo.

—¿Estás loco o qué? Si cuando nosotros lo hicimos tú no eras virgen.

—Si lo era.

—Déjate de ridiculez. Vete a preparar la cena, tengo hambre.

—Me voy a conseguir a una señora de cuarenta años que me mantenga.

—Dile a esa "señora" que tienes una esposa y un hijo también.

—¿Quieres pollo frito para cenar mi amor? —Cambio drásticamente de conversación, ella se está enojando.

—Si.

—¿Con juguito de naranja?

—Mejor de manzana.

Que no se note quien manda en esta relación. (Ella).

Los meses pasan, y un treinta y uno de diciembre Jaelyn rompe aguas. Ese día estábamos de visita en la mansión Marchetti, Jae quería pasar año nuevo con sus padres. En cambio yo quería quedarme en casa, preparar una cena sencilla y recibir el nuevo año en calma. Unos dos días atrás me ordenó que debíamos de ir si o sí. Así que aquí estábamos, rodeados de risas, luces y el bullicio característico de la celebración, cuando de repente, su rostro cambió.

Mis ojos recorrieron su rostro, bajaron por su clavícula, vi como sus manos apretaban su abdomen y seguí mi camino hasta el piso donde un líquido se formó debajo de sus pies. Oh, no.

—Azra… creo que es... que es... —Tuvo una contracción.

—¡Ha roto fuente! —chilla Verónica.

—Aplica lo que practicamos en el simulacro —exclama jadeando de dolor.

¿Simulacro? ¡A mí se me olvidó el puto simulacro! ¡AAAAHHHH!

—¡Busca las llaves del auto y la pañalera, Azrael! —ordena Aurelio.

Siento que voy a vomitar.

No soy el que va a dar a luz pero estoy muerto de los nervios. ¡Mi hijo va a nacer! Ese mocoso no se pudo esperar unas semanas más. ¡Ya viene creando caos! Tenía que ser hijo de Jaelyn.

Mi cabeza hizo corto circuito y le agarre la barriga en un intento de hacerle saber al bebé que no debía de nacer precisamente ahorita. (Como si me fuera a escuchar). En fin, la estupidez humana dentro de un solo cuerpo.

—Campeón, no es la hora aún. Mocoso no debes de salir, todavía no te tocaaaaa —Jaelyn me jaló de una oreja—. ¡Aaahhh!

—¡Eres un idiota, el bebé viene en camino! ¡Prepara el auto!

Las contracciones le empezaron a golpear más fuerte y eso la puso agresiva, me lanzó un zapato por la cabeza para que reaccionara.

—¡Reacciona, pendejo!

—Llegamos. Tarde pero llegamos, ¿por qué tanto alboroto? ¿Qué pasa? —Renzo, Chiara y Andrea ingresaron por la puerta, más atrás venía Jean, fue el único con neuronas que entendió lo que sucedía—. ¡Joder! ¡Jae va a parir y el estúpido de su esposo no se mueve!

—¡Azrael está más allá que aquí!

—¡Mierda! ¡El bebé viene en camino! —
Reacciono. Corro a buscar las llaves del auto, luego bajé porque siempre las tuve en mis manos. Aurelio metió a Jaelyn en el auto, ella sudaba del dolor y gritaba—. No es momento para perder la calma.

—Mejor que maneje Renzo —Chiara me abanicaba el rostro—. Veo borroso.

—¡Se le bajó la presión a Azrael!

—¡No puedo creer que esto esté sucediendo! —grito corriendo de un lado a otro, buscando todo lo que necesitábamos. Renzo se hizo cargo del volante, mientras yo ocupaba el asiento trasero junto a Jae. Sus manos apretaban las mías con fuerza, el sudor resbalaba por su frente —. Respira, amor. Concéntrate en respirar.

—¡No puedo! —exclama, con los ojos llenos de angustia—. ¡Es demasiado! ¡AAAHHH! ¡Quiero matarte!

—¡¿A mí?!

—¡Tú querías un hijo y yo soy la que sufro, como te odio!

—¡Renzo, acelera! —grito—, ¡acelera que esta mujer me quiere matar!

Llegamos al hospital. Una enfermera se acerca con una silla de ruedas y la ayuda a bajar del auto. La escena es un caos, Jae grita, yo me estremezco, Renzo está tratando de calmar la situación. Los médicos comienzan a prepararse. Una doctora se presenta y me explica rápidamente el proceso: respiración, empujes, y más respiración. Estoy traumatizado, sostengo de la mano de mi esposa para ser su apoyo moral, cuando irrumpe el llanto de un bebé y Jae cae exhausta en la cama del hospital doy por hecho que mi niño ya está reclamando su lugar en el mundo.

—¡Lo hiciste, amor! —musito sintiéndome orgulloso de ella.

Jaelyn sonríe entre lágrimas de agotamiento y alegría. La doctora se acerca con un pequeño bulto envuelto en mantas azules.

—Felicidades. Aquí tienes a tu angelito.

No soy experto en alzar un bebé recién nacido, son tan delicados y pequeñitos que me da miedo de lastimarlos. Apenas noto a esa criaturita, que es parte de Jaelyn y de mí, nuestra creación, mis miedos se disuelven y un instinto de seguridad y amor intenso nace. En mis brazos se ve tan frágil, tan inocente, sus manitos están en puños envueltas en esas manoplas que incluso le quedan grandes y sus ojitos los mantiene cerrados.

Es hermoso. Muy hermoso. Lo mejor es mío. Algo que nadie podrá quitarme aunque quieran, estoy encantado.

No me sorprende, de alguien precioso como yo tiene que salir una bella obra de arte. Mis genes son los mejores.

—Hola mi niño precioso —hablo suave. Beso su frente y naricita rosaditas, abre su boquita en un pequeño bostezo, sus labios se arrugan en un tierno puchero—. Bienvenido al mundo Lysander Marchetti. Tu padre te ama. Eres muy hermoso al igual que tu mami.

*

Lysander se despierta llorando, sujeto su pequeño cuerpecito, su cabecita con mucha delicadeza, lo alzo entre mis brazos y lo acuno con ternura.

Este niño me hechizó.

Mi corazón bombea mucha sangre cuando lo tengo cerca, al abrazarlo, besarle sus mejillas regordetas, al llamarlo «hijo». Lo último hace que mi corazón se apriete, ya puedo decir que tengo una semillita en este mundo.

—Ya mi amor —balanceo mis brazos tarareando una canción infantil, esa de la vaca Lola que Jae me obligó a que me memorizara para cantarla a Ly. Él sigue llorando aún más fuerte—, bebé, calma.

Estoy desesperado.

No logro hacerlo callar.

Jaelyn aprovechó que se había quedado dormido Ly para salir a comprar la despensa, ahora me encuentro solo con este pequeño ser que parece tener un poder mágico para llenar la casa de ruido con esos pulmones sanos que posee. Sirve para ser cantante, se la da muy bien gritar, tiene vocación.

—¿Qué te pasa mi príncipe? —le pregunto en un murmullo, aunque sé que no me entiende. Su llanto, sin embargo, se detiene por un instante, sus pestañas lucen húmedas y sus ojitos del mismo color que los míos me analizan.

Decido probar otra táctica. Coloco a Lysander en mi pecho, sintiendo el calor de su cuerpecito contra el mío. Le doy un suave golpe en la espalda, como me enseñó mi esposa repitiendo la canción, esta vez con un tono más melodioso. Su llanto se convierte en un sollozo, luego en un susurro, y finalmente, en un silencio. Llena de baba mi hombro.

—Ahí estás, mi amor —susurro, sintiendo una oleada de alivio. Con un gesto suave, acaricio su cabecita y le sonrío—. Papá te ama mucho hombrecito.

—¡Llegué! —Anuncia Jae entrando a la casa con bolsas del supermercado. Nota que Lysander está despierto chupando su puño—. ¿Ya se despertó? Este bebé, duerme por el día solo unas horas y en la noche se la pasa despierto.

—Estoy que muero del cansancio.

—Querías ser papá. Ahí tienes tu regalito.

—No me deja dormir. Tengo sueño.

—¿Así quieres otro? —bufa divertida—, si no puedes con Ly, menos con otro que necesitará cuidados diferentes por ser más pequeño —Saca de una bolsa un biberón y un chupete—. Tenemos que enseñarle a que no se chupe el puño, su pediatra dijo que a su edad es normal. Lo hará hasta que se acostumbra a usar el chupete —Aleja el puño de Lysander de su boca. Mi bebé reconoce a su madre y hasta se emociona de tenerla cerca, Jae suelta unas risitas—. Si amor, aquí estoy con ustedes. No puedo alzarle aún, vengo sudada de la calle.

—¿Cómo fue la compra?

—Rápido, pero no olvidé lo que me pediste. Compré unas galletas para esa receta que te gusta. Vi algunas frutas frescas que creo que le encantarán a Ly cuando empiece a comer sólidos.

—Eres la mejor, amor —mascullo mientras le doy un fugaz beso en sus labios.

—Y tú, un padre excepcional.

*

Cinco años después.

En estos últimos cinco años Lysander ha crecido a pasos agigantados. Es un niño inteligente, recuerdo cómo balbuceaba sus primeras palabras, imitando lo que decíamos. Ahora, sus frases son más claras, y me sorprende con su capacidad de repetir lo que escucha, a veces incluso con un tono de voz que me hace sonreír. Caminó a los once meses y es un terremoto que tenemos en la casa.

Otro detallito, al Lysander cumplir dos años de edad descubrimos que Jae esperaba otro bebé, mismo que ya tiene un tres añitos. Se llama Azazel, un nombre casi similar al mío, es mi reencarnación viva. Él a diferencia de Lysander le cuesta hablar, tuvo dificultad al aprender a caminar y es muy tímido.

—Hoy se quedarán a dormir en la casa de su tío Andrea y su tía Chiara.

—¿Juaremos con Ivette? —pregunta Lysander emocionado.

Ivette es la hija de Chiara y Andrea, tiene la misma edad que Azazel. Es mayor que él por dos meses, pero es una chiquilla traviesa que no se queda quieta. Su padre la tiene mimada y malcriada, la consiente en todo.

—Si mi amor, jugarán con Ivette.

—¡Pa! —balbucea Azazel extendiendo sus brazos.

Les estoy dando una ducha a los dos en la bañera con poca agua y sus juguetes de pato, le aplico champú en el cabello de Lysander, él da saltitos y chilla. No le gusta bañarse y es el que más se ensucia porque vive haciendo torta de barro para venderlas (soy su único comprador), le tengo que pagar con dinero real o llora. No acepta pagos por hojas de arboles como Azazel.

El champú hace estornudar a Azazel. Lysander le da un sonoro beso en la mejilla.

—Dios te cuide, hermanito.

Azazel mira a su hermano.

—Se dice gracias —le digo.

Gatias —repite Azazel, con una sonrisa tímida que ilumina su rostro. Juega con la espuma y le devuelve el beso en la mejilla a Lysander.

—¿Lo quieres? —Él asiente—, ¿mucho?

Ti.

—Ustedes son hermanitos, ese amor nunca se debe de acabar entre ambos.

A pesar de sus diferencias, hay un amor incondicional entre ellos que me llena de alegría porque sé que tanto mi flaca como yo estamos haciendo un buen trabajo como padres. Le hemos enseñado que el egoísmo, el odio, la envidia son malas, solo te dañan y pudren el corazón. Si no tenemos para comprarle a los dos, no le compramos a ninguno. Aquí no tenemos preferencia de uno sobre él otro. Los amo por igual.

—Mira, papi, ¡soy un pez! —grita Lysander, se sumerge por completo en el agua.

—Te vas a ahogar.

—¡Pez! —repite Azazel, él solo se atreve a mojar sus deditos.

Tras un rato de juegos, los saco del agua, seco a Azazel primero, envolviéndolo en una toalla. Él se aferra a ella, buscando refugio en su calidez. Lysander, en cambio, se escapa corriendo hacia su habitación, dejando un rastro de agua detrás de él.

—Ly, te fue.

—Si, se fue —Le pongo unos pantalones de tela—. Tu hermano no está tranquilo.

—¡UNA ALANAAAAA!

Salíamos del baño cuando Ly gritó apuntando a la esquina de la habitación donde una araña estaba escondida. Jaelyn asomó su cabeza por la puerta entreabierta y soltó un resoplido.

—Solo es una arañita, Ly.

—¡PICA CULO!

Jaelyn jadeó.

—¡¿Que dijiste!? Azrael, ¿que le enseñaste al niño?

—¿Yo?

—Tio Jean.

—¿Tu tío Jean te enseñó?

—¡Si! ¡Las alanas pica el culoooo!

—Azrael —La voz de Jaelyn sonó llena de advertencia—, tendremos una conversación con Jean. ¡¿Como es posible que le enseñe esas cosas al niño!? ¡Está loco!

El timbre de la casa sonó.

—Llegó su tío Andrea. Compórtense con él, niños. No quiero novedad.

—¿Tío Jean vendrá? —pregunta Lysander.

—No puede, está ocupado —informo. Hace puchero—, sé que es tu tío favorito, los dos comparten la misma... he... como lo digo sin que suene mal... —Jae esperaba a que dijera lo próximo, ya preparaba la chancla—. ¿Locura? ¡No, no, no me pegues, Jae! Los niños te están mirando —Ella baja la chancla.

—¡PÉGALE! —Lysander anima—, ¿buco a escoba, mami?

Nunca en mi vida había sido traicionado en mi cara, menos por mi familia, por mi misma sangre, por un mocoso que es una tripa de cinco años.

—¡Nooooooo! —Azazel se aferra a mi pierna—. ¡Nooo!

Le saco la lengua a Lysander.

—Traidor, no te compraré ese juguete que me estás pidiendo.

Él abre sus ojos con rabia, eleva el mentón y me apunta con un dedo.

—Mami, papi te dañó tu jalon favorito —Quiso decir jarrón—, a cambio de no decirte nada compró nuestro silencio, ¿verdad Azazel?

El otro pequeño se encoge en su lugar, mal momento para que a él no le gusten decir mentiras. Asiente sin mirarme.

¡Alta traición!

—¡No es cierto!

—¡Si, papi mentiroso!

—¡Ly, traidor!

—No fue culpa de papi —murmura Azazel.

—¿Lo ven? ¡Soy inocente!

—¡Ja! Escúchalo —se burla Lysander.

Este mocoso...

—Iré a abrirle la puerta a Andrea. Me está enviando mensaje tras mensaje para que bajemos a abrirle la puerta —comenta Jae. Coloca sus manos sobre su cadera—. Tú y yo tenemos que solucionar lo del jarrón —advierte. Trago saliva nervioso.

Esa noche mi esposa y yo salimos a cenar, dejando a los niños a cargo de Andrea y Chiara. Aunque sé que estarán bien, no puedo evitar sentir un ligero nerviosismo al dejar a Lysander y Azazel con ellos. Sin embargo, Jae me tranquiliza, asegurándome que su tío y su tía son excelentes cuidadores.

—No te preocupes, estarán bien —asegura, me ajusta mi abrigo frente al espejo—. Tú y yo necesitamos un poco de tiempo a solas.

Salimos de casa, la brisa nocturna nos envuelve y el murmullo de la ciudad nos acompaña. Mirando a Jae, me doy cuenta de cuánto la he extrañado en estos últimos meses. La rutina diaria con los niños puede ser abrumadora, y a veces olvidamos lo importante que es reconectar como pareja.

Al regresar a casa, encontramos a los niños sentados en la acera con sus cabellos chamuscados y la casa en llamas. Los bomberos apagan el fuego, Jaelyn ha quedado anonadada.

Lysander corre a nosotros.

—¡Fuego! ¡Fuego!

—Nuestra casa... —murmura Jae.

—Todo tiene una explicación —Andrea suelta una risita nerviosa, levantando sus manos al aire—. Eh... no sé ni cómo empezar —Jaelyn camina a él y lo zarandea de un lado a otro—. ¡No fue mi culpa! ¡No lo vi venir!

—¡Mi casa está arruinada!

—¡La cocina hizo bum, mami! —chilla Lysander.

—¡¿COMO QUE LA COCINA?!

—Verás... jeje. Chiara se tuvo que ir con la niña porque se resfrió —explica Andrea—. Me quedé con los niños y en un pestañeo ellos ya habían desaparecido y la cocina explotado. ¡No me pregunten como! Sigo traumado.

—Yo quelia hacel galletitas a mami y papi —Azazel susurra.

—¡BUM HIZO! —Lysander se carcajea.

*

Dos años más.

—La vida de casado me ha ido de maravilla —hablaba por celular—. Compramos otra casa con más espacio porque a las bellezas se les ocurrió hacer galletitas y quemar la casa anterior —tragué grueso, Jean me pregunta si yo estaba bien—. Oh, si, ¿por que debería de estar mal? —Miento, empiezo a lloriquear—. No los soporto, ¡NO LOS SOPORTO! ¡Quiero dormir! ¡No me dejan dormir! ¡Llego agotado del trabajo y esas cosas demoníacas quieren que jueguen con ellos! ¡Y no puedo decirle que no porque empiezan a llorar y Jae me pega con la escoba o ese bate de plástico!

—Asi es la vida de casado, bro. Solo debes de soportar.

—¿Cuando vienes a jugar con los niños?

—Estos días he estado ocupado, puede que haga un espacio el sábado pero no es segu...

—¡Te espero el viernes!

—¡No, espera, yo no he dicho...!

—¡Sé puntual, le diré a los niños que el tio Jean viene a jugar con ellos!

—¡No, no, no...! —Cuelgo antes de que él agregue algo más.

Jaelyn aparece en la cocina para preparar la cena, más atrás viene una fila de tres niños por orden de tamaño y edad. Si, como leyeron. Mi esposa y yo tuvimos un tercer bebé, este sí fue una nenita bonita. Le pusimos por nombre Juliet. Es la consentida de papá y sus dos hermanos mayores. No me quejo, Lysander y Azazel la han puesto como la princesa, claro, ella y su madre son las que dan ordenes en la casa.

—A lavarse las manos.

Azazel y Juliet le hicieron caso a su madre, en cambio Lysander se quedó.

—Oye, mocoso, tu madre dio una orden.

—¿Puedo hacerte una pregunta?

Entro en pánico, que no sea esas preguntas para mayores. La última vez tuve que explicarle cómo se hacían los bebés sembrando una semilla en una maceta y regándola. Él entendió que si siembras una semilla la mujer queda embarazada y se puso a llorar porque en su escuela lo pusieron a plantar unas semillas de pimientos y llegó diciendo que estaba embarazado. Otra plática difícil sobre la naturaleza de los hombres, nosotros no nos embarazamos. ¿Adivinen qué? Él me tomó por mentiroso.

—¿Qué quieres saber mi amor?

Lysander miró a su madre y luego a mí.

—¿Están peleados?

Jaelyn frunció el ceño confundida.

—No, mi niño. Tu padre y yo muy poco peleamos, ¿por qué lo preguntas?

—Anoche te escuché llorar.

Je, no lloraba precisamente por "tristeza" se debía a algo más...

Jaelyn enrojece.

—Yo no estaba llorando.

—¡No mientas! Papi es el culpable.

—¿Por qué yo?

—¡Por qué lloraba tu nombre! ¿O creo que lo gritaba? Como sea, no tienes que hacer llorar a mami o te las verás conmigo y Azazel, papi —estallo en risotadas, Jaelyn golpea mi brazo. Uff, momento serio Azrael.

—Mi niño, yo no lloraba.

—¡Si lo hacías, mami! ¿Verdad Azazel? —inquiere girando su cabeza al susodicho que fue descubierto jugando con la espuma.

—¡Ay! ¡Fue idea de Juliet! —Apunta a la otra diablilla de trenzas.

—¿Ustedes dos que hicieron? —Jaelyn quiere saber.

—¡Nada! ¡Nada mami!

—¿Qué hablamos sobre las mentiras?

—Que papá Noel no le gusta los niños mentirosos —recita volteando sus ojos—, y que escribe sus nombres en una lista para no darle regalos en navidad.

—Papá Noel no existe, Azazel —Lysander chaquea su lengua.

Juliet no tarda colocarse roja de la furia.

—No o meta con papa Noe.

—¿Que dijo?

Eso la hace enojar más.

—Niño pendejo.

—Que no te metas con papá Noel —Traduzco lo primero. Rezo para que Jae no haya escuchado lo segundo que dijo, por suerte se la ve entretenida cortando las verduras—. Niños, ¿ya se lavaron las manos? —Asienten—. Menos tú Lysander, ve a lavarte las manos.

—¿No lloraba entonces mi mami?

—No, mi niño. No lloraba. Además, si papá me hace llorar puedo defenderme yo solita —Le revuelve su cabello azabache.

—¿Lo juras?

—Lo juro.

Lysander corre a lavarse las manos relajado de saber que su madre no lloraba. Es sobreprotector con ella, incluso está dispuesto a pelear conmigo mismo si es posible para defenderla.

—Ya sabemos quién de los dos es el favorito de Lysander.

—Solo se preocupa por mí, cariño —Abre una olla para echar las verduras ya cortadas y lavadas—. No puedes decir nada, tienes a Juliet y Azazel de tu parte.

Luego de la cena, Lysander y Azazel se quedan despiertos para ver tres capítulos de sus caricaturas favoritas, Juliet al ser más pequeña se duerme de primera. Hundo mi rostro en el hueco del cuello de mi esposa y ella se relaja contra mí, los dos cansados de tener que lidiar con tres niños.

—¡Mira, mami y papi! ¡El personaje está volando!

Lysander se ríe, empujando a su hermano levemente.

—Eres un tonto, es solo animación.

—¡No! ¡Es magia! —responde Azazel, indignado.

—La magia no existe.

—¡Si existe!

—Deja de soñar.

—A dormir, mañana tienen que ir a la escuela.

—Me siento mal —Lysander se tira en el sofá—, no puedo ir a clases enfermo.

—Enfermo o no, irás. Tienes examen.

Unos brazos delgados se enlazan por mi abdomen y su pecho se pega a mi espalda.

—No me equivoqué al elegir al padres de mis niños.

—Yo no me equivoqué en dejar mis miedos atrás para estar con la mujer que amo.

Poniéndose de puntillas sus manos toman mi rostro y me besa.

—Mi amado esposo Azrael Marchetti.

Ahí, con mi esposa y mis niños correteando a mi alrededor me di cuenta que mi familia ya estaba entera.

Todo empezó con una niña sufriendo abusos por sus padres y primo.

Un niño afectado por la separación de sus padres, que se esforzaba por ser aceptado por las expectativas de su familia y cargando el peso de la muerte de su madre.

Terminó con los dos juntos, formando una familia y siendo felices.

Yo no lo salvé, ni ella me salvó, nos salvamos mutuamente.

Jae se convirtió en la pieza faltante de mi sonrisa rota de cristal.

FIN.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro