~Capitulo 25~
JAELYN
|ACAMPAR|
MINI MARATÓN 2/2
La señora no nos dio tanta información solo mínimas migajas que no servían de nada, tampoco quise insistir porque Azrael me preguntaba que es lo que quería hablar con la chica, (Livia). Por suerte logré distraerlo cambiando de tema.
Ahora empacaba mi ropa en la maleta, a los chicos —Andrea Le Brun—. Tuvo la idea de salir a acampar fuera de la cuidad, Renzo no le gustó para nada y Azrael no fue de mucha ayuda, Chiara si lo apoyó al igual que yo. Necesitabamos despejar nuestras mentes de los problemas que nos suelen rodear a menudo, y que mejor que hacerlo acampando. Solo serían tres días porque la graduación está cerca y tenemos que arreglarnos con tiempo. Yo ya había elegido un vestido, y repasado las líneas del discurso que debía de dar enfrente de miles de personas. Espero hacerlo bien, ¿si los nervios me ganan? ¿O tartamudeo hablando?
Echa fuera esa negatividad.
También hablé con mis padres de cómo me sentía y que asistía a terapia. Verónica me abrazó y me dio su apoyo incondicional, Aurelio fue otra reacción. Les conté todo, desde antes de ser adoptada por ellos y los que mis padres biológicos me hacían. No fue fácil decirlo, en más de una ocasión me vi interrumpida por el tarugo que se formaba en mi garganta.
—A los seis años fui abusada por mi primo. Mis padres nunca me creyeron, esto me trajo problemas de inseguridad y una culpa recayó sobre mí misma. Solo quiero que él pague y que ustedes me apoyen en esto. ¿Pueden?
—Ay, mi niña.
—¿Por qué no nos lo dijiste antes?
—Todo se resume al miedo.
Me envuelven en sus brazos y me permito llorar en ellos, estoy protegida, Niccoló no me volverá a dañar.
Aurelio contactó a su abogado y le explicó el caso.
Tengo pavor de tener que enfrentarme a un juicio en su contra y que mi primo salga como el ganador.
Nunca había estado fuera de casa por lo que mamá hizo que el francés y Azrael le prometieran que iban a velar por el bienestar de Chiara y el mío. La rubia buscaba hablarme pero yo la ignoraba. No suelo ser rencorosa menos con ella que es mi amiga desde que estamos pequeñas, no le perdono lo que me dijo y como me hizo sentir. Solo ve desde su perspectiva, no entiende que aquella vez que encontré a Dante y a su madre, ella seguía de novia de ese chico. Era muy posible que Dante le hiciera creer que solo fueron inventos míos para separarlos.
Quise irme cómoda con una camisa azul con los típicos pantalones negros holgados que suelo usar a juego con unas converse. Me despedí una última vez de mi madre y de Aurelio subiendo al interior del auto. Adelante iban Renzo y Azrael de copiloto, atrás Chiara; el francés y yo.
El viaje fue tranquilo a excepción de la hora en la que Andrea se la pasó cantando para molestar a Renzo que frenó el auto. Rodeó el mismo, le pidió amable a su hermana que se bajara para alcanzar el brazo del rubio y sacarlo, dejándolo tirado en la carretera y seguir el viaje sin él.
—Ni se te ocurra dejar a Le Brun allí —amenaza Azrael.
—No deja de cantar. ¡Me fastidia!
—Ese no son motivos para dejarlo tirado en la carretera.
Andrea tocó la ventana del conductor desesperado desde afuera.
—¡Ábreme la puerta del auto!
Renzo accedió y quita el seguro.
—Solo porque Azrael tuvo compasión de ti, por mí te dejo tirado.
El rubio se precipitaba de nuevo hacia el interior del vehículo, todavía riendo y volviendo a cantar como si nada.
—I wanna be a good boy —Canta. Quiero ser un buen chico —Quiero ser un gángster —. I wanna be a gangster —Porque tú puedes ser la Bella —. 'Cause you can be the beauty —Y yo podría ser la Bestia —. And I could be the monster.
*
NARRADOR OMNISCIENTE
Azrael tenía ganas de matar a todos, el primero es al estupido de su amigo francés que no se callaba, se suponía que era un viaje para despejar sus "mentes" de la vida cotidiana. Sin embargo, lo único que quería despejar era a Le Brun, lanzarlo por la ventana y enviarlo a la luna, y a Renzo por otra parte, acuchillarle los ojos porque no dejaba de ver a Jaelyn por medio del espejo retrovisor. ¿Qué tanto miraba?
—¿Puedes al menos cantar algo que no me haga querer salir del auto?
Estaba a nada de tener un derrame cerebral que saldría por sus oídos.
—¿Y qué tal esto? —respondió Andrea, entonando una balada dramática que, aunque hermosa, era completamente inapropiada para la situación.
Por culpa de su novia se volvería un asesino dentro de ese auto.
Renzo, con los ojos en la carretera, no pudo evitar sonreír. A pesar de su frustración, había algo en la forma en que su amigo se entregaba a la música que le resultaba entrañable. Decidió que lo mejor sería ignorarlo y centrarse en la ruta.
Azrael se cubrió sus oidos suplicándole a los Dioses, Tutankamon, a quien sea pero que ese imbécil se callara.
Ahora cantaba esa canción infantil de la gallina turuleca. Turuleco quedará él si su amigo no se callaba.
—¿Cuánto falta para llegar? —le preguntó exasperado a Renzo. Éste masticaba un chicle, hizo una pompa y la reventó.
—Dos horas.
—¡¿DOS HORAS?! ¡¿Y para donde vamos!? ¡¿PARA JÚPITER!?
—Azraelcito, ¿verdad que canto bien?
Una vena palpitó amenazante en el cuello de Azrael cuando su amigo rubio se inclinó para hablarle más de cerca.
A la próxima que abra la boca para cantar lo enviará de gravedad al hospital.
El aire en el auto se sentía cada vez más tenso, como si la atmósfera estuviera cargada de electricidad. Azrael miró por la ventana, observando cómo los paisajes se deslizaban a gran velocidad tratando de encontrar algo que le distrajera de la tortura musical. Un campo de girasoles pasó rápido, y su mente divagó, imaginando que en lugar de un viaje de "despeje", estaban en una misión de rescate de su cordura.
Claro, su amada y querida novia iba muy concentrada en su celular.
Chiara se hundió en el asiento sin saber que hacer, no tenía la valentía de hablarle a su mejor amiga después de la discusión que tuvieron por la misma culpa de ella. Fue impulsiva, se dejó llevar por sus emociones y le echó la culpa a Jaelyn donde los culpables son madre y su ex-novio Dante. Su hermano conducía, Azrael tenía intenciones homicidas contra el novio de ella. Así que lo jaló de la camisa y lo obligó a que se sentara correctamente en el asiento.
—Te quedas tranquilo.
—Me aburro —Le hizo un puchero.
—Es mejor aburrido pero vivo, que divirtiéndote y termines muerto.
—¿Muerto?
—Solo mírale la cara a Azrael, no está muy contento.
—Esa es su cara normal.
—No es mi cara normal, es mi cara de desesperación —respondió Azrael, girándose para encararlos con una mirada que podría derretir acero.
Le Brun, ignorando la tensión, lanzó una carcajada.
—Vamos, Azraelcito. Solo estamos de viaje. ¡Relájate! ¿Qué tal si jugamos a algún juego?
—¿Qué juego? —inquiere con desdén—. ¿A ver quién se queda más tiempo en silencio?
—¡Eso suena aburrido! —exclama Jae, levantando la vista de su celular—. ¿Qué tal si hacemos una lista de las cosas que nos gustaría hacer en el futuro?
—A mí me gustaría no estar aquí —murmura Azrael.
—Eso no cuenta —replicó Chiara, con una sonrisa—. Necesitamos algo positivo. ¡Dale, Azrael! Piensa en algo divertido.
Divertido es que todos desaparezcan de la tierra y lo dejen vivir en paz.
—Podríamos ir a un parque de diversiones —sugirió Renzo.
—Sí, y posiblemente morir de un ataque al corazón en la montaña rusa, en lugar de hacerlo aquí —Azrael soltó. Ya tuvo una mala experiencia, su macho interior murió en la casa de los sustos.
Ojalá nunca se enteren sus amigos.
Ese día Azrael moriría, no sin matar al chismoso que posiblemente sea Dante.
—¡Vale, vale! ¿Qué tal un viaje a la playa? —propuso el rubio, intentando cambiar el ambiente—. Sol, arena, y chicas en bikini.
—¿Chicas en bikini? —repite Chiara al escuchar lo que ha dicho su novio—. ¿Estás pensado en chicas en bikini?
—¿Eh? ¡NO!
—¡Yo sabía que me eras infiel en tus pensamientos!
—Yo te lo dije, hermanita —Renzo sonrió complacido como si estuviera esperando que algo así pasara desde hace mucho tiempo, Chiara le daba golpes por los brazos y cara a Le brun mientras él solo se cubría el rostro.
—O tal vez un viaje a la luna, como mencionaste antes —comenta Azrael, con ironía—. La gravedad no me molestaría tanto ahí.
La risa de Le Brun resonó de nuevo en el auto, pero Azrael no podía encontrar el humor en la situación. Su ansiedad crecía, y cada acción de sus amigos le recordaba que estaban atrapados en ese metal caliente, con su cordura al borde de un colapso.
—¿Por qué no hacemos una parada? —sugirió Jaelyn de repente—. Necesito estirar las piernas y respirar aire fresco.
—¿Y tú crees que eso va a ayudar? —Azrael se giró hacia ella, sintiendo que la frustración estaba a punto de explotar. Vale, estaba pagando la rabia con su novia—. No puedo creer que estemos aquí, todos metidos en el mismo auto, y tú solo piensas en estirarte.
—¡Me hago pis!
No tuvieron de otra que estacionar el auto en una gasolinera, había una tiendita de dulces, bebidas y otras cosas que distraían la mente de los viajeros. Azrael salió del auto, respirando hondo, intentando calmarse. La brisa fresca le golpeó el rostro, se sintió aliviado, como si el aire pudiera purgarlo de la tensión acumulada.
Acompañó a su amada novia a unos de los baños de chicas, asquerosos y envuelto de mal olor de orina y mugre. Se quedó afuera de este esperando que su chica vaciara su vejiga llena. Cuando salió le limpió las manos con unas toallitas húmedas, asqueado. Si lo iba a tocar o abrazar no sería con microbios y cualquier otra bacteria que pudo haber cogido en ese cubículo.
—Te voy infectar —ironiza Jaelyn.
—Te limpio de los gérmenes, malagradecida.
Afuera Chiara y Le Brun se besaban y se manoseaba apoyados sobre el capó del auto. Renzo compraba algunos dulces para no interrumpir el momento de calentura de su hermana y amigo, que le molestaba su comportamiento inapropiado frente a él. No lo respetaban, ¿acaso no ven la autoridad que él ejerce?
Jaelyn y Azrael salieron de los baños con una sonrisita en sus labios. Renzo bufó, hasta esos perros que hacían cosas cerca de Chiara y el francés tenían más vida romántica que él.
Él dentro de unos cincuenta años morirá solo con un montón de gatos para que le hagan compañía. Incluso puede que los gatos no lo soporten y huyan a un hogar mejor. Triste realidad.
Aunque, sonrió con malicia, sabía que su hermana y Le Brun no durarían mucho. Si iba a morir en soledad va a arrastrar a su hermana a su miseria.
—¿Estás bien? —le preguntó Jaelyn a Azrael.
Renzo salió para afuera.
—Solo necesito un poco de espacio —masculla Azrael, frotándose la frente. La presión parecía aplastarle el cráneo. El ruido del tráfico y los gritos de los niños de la tienda lo rodeaban, y cada sonido se sentía amplificado.
—¿Quieres que regresemos?
—No, no quiero ser el aguafiestas. Solo… es complicado. Un viaje así, con todos… —Hizo un gesto hacia el auto—. Es como una combinación de ansiedad y desesperación.
*
JAELYN
El viaje duró aproximadamente unas tres horas por las pausas que hacíamos, llegamos a un lago alrededor de las dos de la tarde, buscamos un lugar para instalar nuestras tiendas y, una vez encontradas, comenzamos a desempacar el equipo. La brisa suave del lago traía consigo el frescor del agua, y el sonido de las aves cantando creaba un ambiente tranquilo.
Yo me senté en una roca a esperar que los chicos hicieran el trabajo por nosotras; Chiara y yo.
Seguíamos enojadas, por lo menos yo lo seguía. Se me acercó con la intención de volver a hablar e intentar arreglar nuestro desacuerdo, pero le volteó el rostro. No se rindió y se puso de cuclillas frente a mí, con una mano apoyada sobre mi rodilla.
—Perdóname, Jae. No quiero que mi amiga esté molesta conmigo.
—Tú lo empezaste todo, te alteraste y me dijiste un montón de palabras horribles que me hirieron.
—¡Lo sé! Tuve la culpa, no contuve mi frustración en saber cómo mi madre se follaba a mi ex, en aquel entonces mi novio. Me indignó, podría ser su hijo.
—Y decidiste pagar tu rabia conmigo —ruedo mis ojos irónica.
—No pensaba con claridad, no sabía lo que decía. Perdóname, ¿si?
—Yo... horita debo de pensar. No soy como tú que hiere sin importar qué.
—¿No me vas a perdonar? —sus ojos se cristalizan.
—Si lo haré, no ahora. Sigo resentida, no estuvo bien que te lo ocultara, seamos sinceras, si te lo decía aquella vez a quien le fueras creído, ¿a Dante o a mí? —No se esperaba esa pregunta, abre y cierra sus labios. Su acción me motiva a seguir—: A Dante. Él te hubiera hecho creer que yo solo lo inventaba.
—Si... es verdad. Mi amor por él me cegaba y posiblemente no te hubiera creído.
Azrael no es casi humilde, (que ni se note el sarcasmo) la casa nuestra de acampar es la más grande que la del moreno. En la de Renzo podían dormir hasta cuatro personas por lo que, dormiría en ella; él, Chiara y Andrea. No obstante, en la de Azrael podían dormir más de cuatro personas.
Con la ayuda de los chicos montaron la casa de acampar de Azra, luego la de Renzo. Entre jalones, ninguno lograba ponerse de acuerdo en lo que harían. Primero peleaban, él y Renzo. El francés es tan relajado por esa parte que se apartaba para aprovechar en robarle los snacks a Renzo.
—¿Y mis snacks? —Renzo buscaba la bolsa de papitas fritas que Andrea ya se había comido, misma bolsa que le entregó a Azrael. Él la recibió con las cejas arrugadas.
—¿Y yo que haré con esto?
—Así que eres tú qué me estás robando mis papitas fritas —Renzo se gira, encontrando a Azrael con la bolsa en sus manos—. ¿No puedes simplemente tomar de las tuyas? ¡Esas yo las compré, idiota!
—¡Andrea me entregó la bolsa!
—Eso es mentira, no le creas Renzo.
—Dice que es mentira, deja de robar.
—¡Me las entregó Le Brun, créeme!
—Yo no haría tal cosa, que se muera mi hermano si es mentira.
Renzo se resigna.
—¿Qué haré contigo? —Mira serio a Le Brun—, eres como una jodida maldición.
—Je te rends nerveux, sans même le vouloir —(Te pongo nervioso, sin siquiera proponérmelo). Replica el francés, y le saca la lengua.
Azrael alza una ceja y Renzo se sonroja.
La tarde cae sobre nosotros, los chicos quedan exhaustos terminando de armar las casas de campañas. Tenían la zona que sería de cocina alejada de los árboles para evitar un incendio, con sillas y mesas incluidas, neveras con hielo y bebidas. Un baño móvil para no estar incómodos durante lo siguiente tres días. La luz del sol comienza a desvanecerse, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y morados. Los chicos se afanan con los últimos detalles del campamento, Chiara y yo nos sentamos juntas en la orilla del lago, sumergiendo nuestros pies en el interior del agua.
—No quiero perder tu amistad, Jae. Es lo más valioso que he tenido.
—No la vas a perder, Solo necesitamos tomarnos un tiempo para razonar.
—Yo lo hice.
—No lo digo sólo por nuestra pelea, hay otros motivos.
—Nos vamos a graduar dentro de un par de días. Al menos ese dia quiero disfrutarlo con mi mejor amiga.
Sonrío a medias.
—¿Te irás a estudiar a Seattle?
—Si, es una desición que tomé el mismo día que me enteré lo que mi madre hizo. Ahora comprendo porque nuestra relación es tan tensa. Me ve como su rival, es ridículo, y duele.
La noche cayó y los chicos hicieron una fogata, aunque las ramas secas ya se nos habían agotado. Nos quedamos un rato con ellos, el francés sacaba de quicio a Azrael en un abrir y cerrar de ojos y ni se diga de Renzo. Nos contó una leyenda que Chiara fue la única que se la creyó por lo asustadiza que es.
—¿Para donde vas? —Seguí a Azra que se adentraba al bosque—, es de noche para que andes deambulando solo.
—Voy a buscar leña. No tenemos más y la fogata necesita avivarse.
—Voy contigo.
—Mariposa, no es necesario.
—Azra... —Le advertí. No lo dejaría solo, menos en un bosque, soy paranoica y miles de escenarios terroríficos se me vienen a la mente, aún recordando esa historia que Andrea nos contó a Chiara y a mí minutos antes, puede que sea inventada pero igual ha dejado mis pelos de punta.
Alcancé a tomar una linterna y pegarme a su brazo, la luz de la luna se infiltraba por las copas de los inmensos árboles, si nos manteníamos cerca de la orilla del lago no corremos la posibilidad de perdernos, igual dejé un camino de piedras de colores que no sirvieron de nada, mi plan no fue el mejor elaborado. Ayudaba a mi chico a recolectar las ramas y me terminé pinchando con una.
—¡Ay! —exclamo, llevando la mano a la herida, la astilla se enterró en mi piel, el pelinegro deja caer las ramas y corrió a revisar mi mano con delicadeza—. No es nada, Azra, es solo un rasguño.
—Carajo, ten más cuidado. No me gusta que te lastimes —sisea. Limpia la sangre que brota de mi piel con un pañuelo que guardaba dentro de los bolsillos de su pantalón—. Eres terca, te dije que podía venir solo.
—No me duele.
—A mí sí —enfatiza. Retoma su caminata y como me quedo atrás, se regresa dándome una nalgada para que siga. Mi rostro enrojece—. Sigue.
—No hagas eso —balbuceo roja.
Su sonrisa socarrona me desafía.
—¿Y qué vas a hacer al respecto? —Su labios rozan los míos, tengo que reprimir mis ganas de besarlo y saciar el desespero que me provoca, pero solo una mirada a sus labios mojados y mi firmeza se ve debilitada.
—Te lo juro, un día te voy a sorprender.
—Quiero ver eso.
Mientras caminamos, el sonido de las hojas crujientes bajo nuestros pies acompaña nuestro paso. La linterna proyecta sombras alargadas y danzantes sobre los troncos de los árboles. De repente, un ruido entre los arbustos me hace detenerme en seco.
—¿Qué fue eso?
Mi corazón empieza a latir con más fuerza.
Azrael se detiene también, y habla burlón:
—Probablemente un animal. No te preocupes.
—¿Un animal? ¿Y si es un oso? —mi imaginación vuela, y la historia de Andrea vuelve a mi mente.
El francés había dicho que en este bosque habitaba una criatura que aparecía cuando más asustados estabas, te arrancaba extremidad por extremidad siendo tu muerte una de las más doloras y tortuosas que podrían existir porque serías consciente de que un ser maligno te comía en carne viva.
—No hay osos aquí. Y si hay un oso, yo seré el primero en correr.
Lo miré de mala gana.
—Muy graciosito.
Se encoge de hombros.
—Tengo las piernas más largas que tú, me dan puntos extras para correr rápido.
—¿Y yo qué?
—Te estarían comiendo mientras yo me salvo, ¿no suena genial?
—Eres un idiota.
Azrael se sentó en un tronco, la diversión que se veía reflejada en su rostro se vio suplantada por una máscara de seriedad.
—¿Por qué quisiste hablar con esa chica llamada Livia?
—Azrael...
La verdad no me esperaba este cambio tan drástico de conversación, me sentía nerviosa por el rumbo y la penetrante mirada de él que me decían muchas cosas de las que no debería de saber y no involucrarse para que no hayan conflictos o futuros problemas.
—Ese día te acompañé porque lo pediste, por más que te insistí en que me dijeras para que se trataba me cambiabas de conversación, ¿o creíste que no me daba cuenta? No soy tonto —trago saliva, el sudor se extiende por mi frente—. Yo sí pude hablar con ella, trabaja en un bar. ¿Y sabes lo que comparten en común las dos?
—Si, las dos fuimos...
—Si eso —interrumpe—, y por la misma persona. ¿Niccoló, verdad? Tu primo.
—Yo no tengo... ¿como sabes que es mi primo?
—Lo investigué hace mucho.
Las piernas me temblaron y mi corazón se me aceleró.
—También escuché la conversación que tuviste con mi padre y Verónica, y que extrañamente tampoco quisiste que yo entrara al despacho a escuchar lo "importante" que les debías decir. Ellos contrataron un abogado para investigar ese caso, pero Niccoló se te ha adelantado, Jae —Hace una mueca que demuestra su disgusto—. El desgraciado compró al abogado de nuestra familia. Tu caso se verá como el de una chica que quiere destruir la reputación de un hombre de éxitos.
—Eso... eso no puede ser cierto —susurro, sintiendo que el aire se me escapa. La presión de la situación me aplasta como una roca.
*
NARRADOR OMNISCIENTE
Niccoló se encontraba en una reunión de negocios, además de ser el director del prestigioso instituto Saint Laurent fuera de ese ambiente laboral, tenía otros negocios unos más turbios que prefería mantener invisible delante de su esposa y sus hijas. Para todos era un hombre de admiración cuyo objetivo es ayudar a las personas con su amabilidad y aparente calidez.
La realidad era otra, Niccoló estaba lejos de ser un hombre de buenos principios. Su sonrisa encantadora ocultaba un corazón frío y calculador, capaz de manipular a quienes lo rodeaban para satisfacer sus propios intereses. La reunión avanzaba, pero sus pensamientos estaban lejos de los números y las proyecciones; sus pensamientos giraba entorno a Jaelyn y la amenaza que representaba.
—Necesitamos una estrategia sólida —comenta el inepto de Zanoli, el abogado de confianza de los Marchetti que se les había volteado en contra de ellos solo por una suma más elevada de dinero que Niccoló le ofreció—. Hay rumores sobre una investigación que podría afectar tu imagen.
En los ojos de Niccoló mostraban una preocupación que pocos habrían notado. Sabía que Jaelyn era un peón en su juego, y cualquier movimiento en falso podría poner en peligro su imperio cuidadosamente construido. En su mente, se proyectaban las imágenes del pasado de su prima, temblorosa y vulnerable, apretó la mandíbula disgustado, después de años habló, nadie le creería.
Solo era una loca.
Su primita se arrepentirá si su reputación se ve envuelta en un escándalo.
—Asegúrate de comprar si es posible a los periodistas que puedan tener acceso a la información —ordena—. No podemos permitir que esto salga a la luz. Si se filtra, no solo perderé mi posición en el instituto, sino también la confianza de la comunidad que he construido durante años.
Zanoli asintió, su rostro reflejaba la ansiedad que Niccoló había sembrado en él. Sabía que estaba caminando sobre una línea fina, pero el dinero era un poderoso motivador.
—Y si la chica decide hablar de nuevo, ¿qué hacemos?
—¿Como qué hacemos? Para eso eres un puto abogado. ¿O es que no sirves para hacer bien tu trabajo?
—N-no quise decir...
—La silenciaremos —interrumpe—. A ella y a los que están involucrados en esto.
El aire en la habitación se volvió denso, como si la misma atmósfera sintiera el peso de la oscuridad que Niccoló desprendía. La luz del sol que entraba por la ventana parecía desvanecerse, y las sombras comenzaron a extenderse.
—¿Estás sugiriendo…?
—No estoy sugiriendo nada que no sepas hacer, Zanoli. Solo quiero que mi familia esté a salvo y que Jaelyn aprenda a mantener su boca cerrada.
Niccoló se reclinó en su silla, con un aire de satisfacción. La vida era un juego, y él era el maestro de las piezas. Con cada movimiento, se aseguraba de que su reinado se mantuviera intacto, sin importar el costo.
¿Se arrepentía de haber tocado a su prima? No. Él no era de arrepentirse con las desiciones o acciones que tomaba.
El abogado con movimientos titubeantes coge su maletín y le asegura que todo saldrá a su favor. No obstante, Niccoló lo llama:
—Si algo sale mal, tu familia pagará el precio, Zanoli —El otro hombre tembló de pies a cabeza—. Ahora vete.
Minutos más tarde los agentes irrumpen en su tranquilidad.
—Sean bienvenidos —habla amable, y oculta el enojo que se ve en su expresión—. ¿Qué se les ofrece, agentes?
Los agentes, con sus chaquetas de cuero se movieron con precisión entre las mesas llenas de documentos y laptops. Niccoló, sorprendido, se puso de pie, con esa fachada de control aunque su corazón latía con fuerza.
—Niccoló Romano, estamos aquí para hacer algunas preguntas relacionadas con una investigación en curso.
Lo que siguió fue un torbellino de acusaciones y preguntas. Las palabras "fraude", "testigos" "testimonio" y "violaciones" resonaban en la habitación, y Niccoló sintió que el mundo que había construido se desmoronaba a su alrededor.
—Usted tiene derecho a un abogado, y le recomendamos que lo ejerza.
La rabia hervía por cada poro de él, si lo condenaban sería con la satisfacción de saber que primero la destruyó a ella. Hizo una llamada a unos de sus hombres, con solo escuchar su voz éste supo cual era la acción a ejecutar.
*
JAELYN
Había terminado con una especie de shock y eso nos condujo a estar besándonos entre jadeos necesitados en medio del bosque.
Abre la cremallera de mis pantalones vaqueros para tener acesso a mi piel, específicamente mis muslos. Se pegó a mí dibujando círculos invisibles sobre mis bragas, jadeé sobre sus labios.
Sus pantalones también estaban caídos, más allá de su cintura, ya se había puesto duro cuando lo acaricié por encima de la ropa interior. Eché la cabeza hacia atrás sintiendo la intromisión de su dedo abrirse paso por mi interior, todo mi cuerpo respondía a su tacto y deseaba más. No me cansaba de él y su toque electrizante.
Sus dedos entraban y salían al ritmo que me estimulaba con su dedo pulgar, es una sensación exquisita que me hace perder la cabeza. Me había pegado a un árbol pero percatándose que podría lastimar mi espalda con la rugosidad prefirió ensuciarnos y acostarme sobre la hierba.
—¿Condón? —No podia coordinar bien y fue lo único con coherencia que pude articular.
—¿Qué pasa con eso?
—No te hagas el inocente, ¿trajiste uno o no?
—Lo que pida mi reina yo le obedezco —Sacó uno de sus bolsillos. Mi vientre sintió una punzada, lo haría con él.
Terminó de bajarme la ropa interior y presionar su rostro entre mis muslos, solté un grito de placer. Era la gloria pero nada comparado a sentirlo a él, estuve a punto de protestar hasta que lo vi incorporarse y se situarse entre mis piernas.
—¿No te he dicho que me gusta el color rosa desde que te conocí? —Respiraba acelerada, con cada segundo que pasaba me hacia desesperar, sentí su miembro contra mi entrada y sus dientes tiraron de unos de mis pezones—. El rosa por el color de tus tetas.
Mis ojos se abrieron por completo al sentirlo empujar de golpe, mordí su cuello extasiada y mis uñas se hundieron en su cabello. Quedamos sin movernos disfrutándonos de tenerlo dentro. Movió sus caderas de adelante para atrás y nos besamos hasta que nuestros labios se hincharon.
—Es nuestra primera vez haciéndolo y lo que lo hace especial es que, esperamos a hacer novios para dar este paso. Las otra será cuando seas mi esposa.
Sus estocadas se hicieron más profundas igualando sus gruñidos contra mi oído, su pelvis golpeando mi sexo ocasionando que llegara al orgasmo.
—Azrael —gemí.
—Si... —gruñó sin detenerse—, gime mi nombre.
Me deshice en sus brazos con las sensaciones a flor de piel, sumergida en él, en su esencia, en lo que significaba para nosotros. La promesa de un futuro juntos me llenó de una mezcla de emoción y anhelo, dejando claro que este momento era solo el comienzo de algo mucho más grande.
Azrael me acomodó y peinó mi cabello con sus dedos luego regresamos con los chicos, Chiara ya se había ido a dormir, afuera sentado en unos troncos quedaban los chicos.
—¿Por qué tardaron tanto?
—Nos extraviamos —miente Azra.
Renzo entrecierra sus ojos.
—Ujum...
Los tres siguientes días pasaron en un borrón, regresamos a nuestras casas para seguir con la monotonía de siempre. Chiara me obligó a ir de compras y a elegir su vestido para nuestra graduación, el francés acompañaba a su novia y se quedaba afuera sentado en unas de las sillas mientras la rubia daba vueltas sin saber que vestido usar dentro del vestidor.
—El azul te queda precioso.
—No me gusta —Hace un puchero.
—Qué tal si sales para que tu novio opine.
—Él encuentra que todo me queda precioso, no confío en sus gustos para la moda.
Después de varios intentos, Chiara se decide y sale del vestidor con un vestido rojo. Su rostro brilla no se ve decidido y, al ver a su novio, le lanza una mirada nerviosa.
—¿Y qué piensas? —le pregunta con un tono juguetón.
Él se levanta, un poco sorprendido, y le regresa el mismo tono juguetón. Tengo el impulso de alejarme porque estos dos están a nada de comerse la boca.
—Estas... hermosa, encanto —La toma de la mano y la hace girar para detallarla—. ¿De verdad eres hermana de Renzo?
Chiara lo mira seria.
—Él es feo. Y tú eres... una diosa —De pronto nos atrae a las dos en un abrazo que nos saca el aire—. ¡Mis dos chicas hermosas!
—No puedo... respirar...
—Ya suéltame.
—Es solo un abracito par de dramáticas.
Otros veintes minutos pasan en busca de los tocones para la rubia y en cuanto ve los perfectos, los compra y retomamos la ruta a casa. Chiara no deja de hablar sobre lo emocionada que está por la graduación y cómo quiere que todo salga bien. La escucho, pero mi mente divaga. La idea de la graduación me llena de ansiedad, no solo por el evento en sí, sino por el futuro incierto que se avecina.
—¿Y tú? ¿Ya tienes todo listo para la ceremonia?
—Más o menos.
—¿Vas aplicar en la misma universidad que vamos Azrael y yo? —curiosea el francés.
—Puede ser. Ni siquiera tengo ninguna carrera en mente.
Un auto negro frena delante de nosotros y de él salen cinco hombres, uno de ellos hace que mi sangre se congele; Niccoló.
¡Hola mis amores! ¿Qué tal su semana?
Muchas somos Renzo en la vida, el pobre no tiene a nadie que lo ame, pobrecito.
¿Qué creen que pasará? ¿Tienen alguna duda con los adelantos que subí por Tiktok?
Dejen su estrellita (voto) y comentario, esto me motiva a seguir.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro