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~Capitulo 21~


Este cap ha sido revisado una sola vez, disculpen las faltas.

ANDREA LE BRUN


|SOMOS|

He despertado de mi hermoso sueño por los gritos furiosos de Renzo.

Sigo adormilado.

Bostezo y estiro mis brazos, me voy incorporando con una lentitud, volviendo a cerrar mis ojos y cuando menos me doy cuenta me he quedado dormido sentado en la cama. Anoche me dormí hasta tarde, eran las 3:00 am, estuve jugando en línea con unos de mis primos, los gemelos Allen. No son mis primos de sangre, ellos son hijos de un amigo fallecido de mi padre y por medio de eso nos conocimos, con el que suelo llevarme es con Tyler, el otro tiene una personalidad impulsiva como mi hermano Jean.

—¡Maldita mierda, abre la puerta! —Renzo grita.

¿Eh?

Abro mis ojos y rasco mi nuca, Renzo sigue gritando. ¿A quien le grita? Finalmente me decido bajar a la cocina y la encuentro vacía, al igual que la sala. ¿Donde está? El sonido del teléfono me saca de mi confusión. Con un gesto automático, lo tomo y veo que tengo varios mensajes del susodicho: "¿Dónde demonios estás?", "¿Tienes el celular en el trasero, Le Brun?" "¡Si se me congela con este frío te voy a matar!" "¿Que no escuchas los golpes? Estoy que rompo la puerta y tú aún no me abres" "¡Ábreme la jodida puerta!"

Miro hacia la entrada de la casa y, efectivamente, el eco de los gritos de Renzo resuena por el pasillo. No me muevo de mi lugar, me quedo proceso en que momento salió de casa que no lo noté. Un golpe, dos golpes, tres golpes, patada, patada, maldiciones. ¿Por qué le da patada a la puerta? Es muy bonita para que la destruya, me asomo por la ventana y lo vi, él seguía tan enfrascado en abrir la puerta que no notó mi espionaje.

Las condiciones climáticas no eran las mejores, en los noticieros se decía que posiblemente hubiera una tormenta inminente. Las nubes grises cubrían el cielo, amenazando con dejar caer una nevada que podría dejar a todos atrapados en sus casas. La idea de quedarme encerrado con Renzo, con su temperamento explosivo, no era lo que había imaginado para el día.

—¡Abre la puta puerta! —escupió con una orden, a mí nadie me tiene que estar ordenando nada. Lo dejé tirado afuera y subí a mi habitación a tomar una ducha con agua calentita mientras Renzo muere de frío—. ¡Maldición! ¡Te mataré!

Abrí la llave tarareando una canción.

Renzo por como seguía se iba a quedar afónico de tanto gritar. Decidí ignorarlo un poco más, disfrutando del agua caliente que caía sobre mi piel, el vapor hacia que mis músculos tensos se relajaran, el agua escurrió por mi mandíbula y se deslizó por mi torso. Después de un rato que me pareció eterno, apagué el agua y me envolví en una toalla. Miré mi reflejo en el espejo empañado, haciendo tiempo para que se terminara de exasperar, entre Azrael y él, Renzo es el más temperamental y siempre quiere estar mandando como si fuera mi padre, eso me cabrea.

Mi aspecto no era el mejor, así bajé a la puerta principal.

—¿Sigues vivo? ¿Renzo? —Abrí la puerta y asomé la cabeza. No había rastro del moreno, ¿donde se metió? Salí al completo para afuera. Alguien me empujó y lo único que escuché fue la puerta cerrándose y él dejándome afuera. No, no, ese sucio—. ¡Abre la puerta hace mucho frío! ¡Renzo! ¡Renzo! ¡Renzo! —Le entré a patadas a la puerta.

Sabía que Renzo no me iba abrir, corrí por el lado donde quedaba la ventana de mi habitación para ver si la había dejado abierta, estaba cerrada. Me entraron ganas de llorar, la frustración se colaba por cada hueso, quise retroceder el tiempo donde estaba en mi camita calentita sin estar apunto de morir de hipotermia. Mis dientes chocaban entre sí mientras el frío se hacía más intenso.

Ese estúpido es rencoroso y yo fui su presa fácil.

—¡Abre, abre la puerta! —Le supliqué, lo único que me faltaba era ponerme de rodillas y llorar a moco tendido, mi orgullo no me dejaría hacerlo—. ¡Se me está congelado todas mis extremidades, no siento que tenga culo! ¡Si me quedo sin culo será por tu culpa, Renzo! ¡¿Me oíste!? No tengo mucho culo y por tu culpa el poco que tengo lo estás matando de frío ¡Eso es un crimen!

Silencio.

Para mi mala suerte dejé mi celular sobre la mesita de noche para enviarle mensaje. Suelto un bufido, me siento en el piso de la entrada principal y escondo mi rostro entre mis piernas. Solo tengo que pensar en cómo entrar a MI casa, que es lo peor del caso. Mis padres la compraron para mí cuando les dije que me iría a vivir por un tiempo establecido a Italia junto con mis dos amigos. Renzo se ha adueñado de la casa, de la habitación más grande y ahora se cree que tiene derecho sobre mí.

Soy muy blando con él. Ya puedo escuchar a Azrael diciéndome yo te lo dije pedazo de estúpido.

Me volví a poner sobre mis pies, recorrí la casa buscando otro lugar donde pueda meterme para dentro. En la parte trasera de la casa había una pequeña ventana que daba a unos de los baños de invitados. No era muy grande, pero era mi única esperanza.

Me acerqué con cautela, asegurándome de que Renzo no estuviera en los alrededores. Gotas de lluvia comenzaba a caer, empapando mi cuerpo y ropa, si no había muerto a estas alturas estoy a punto de lograrlo. Miré la ventana, que estaba un poco entreabierta, y sonreí al darme cuenta de que aún tenía una oportunidad. Me agaché, tras un rápido examen de la situación, decidí que tenía que actuar con rapidez. La ventana no era muy alta, así que me puse a trepar, sintiendo un filo en la superficie que me desafiaba. Con un empujón y esfuerzo, logré abrir la ventana lo suficiente como para deslizarme hacia adentro.

En el baño, me detuve para recuperar el aliento. El lugar era pequeño y estaba un poco desordenado, pero al menos estaba seco. La casa era familiar, por lo que se podía decir que solo tenía tres habitaciones, tres baños y uno extra para las visitas que es donde estoy, una sala de estar pequeña y la cocina que es la más espaciosa de toda la casa. Y como es de dos pisos, también tenía una azotea que nos permitía contemplar la cuidad, de noche se ve preciosa.

Salí del baño y avancé con sigilo, esperando no encontrarme con Renzo en el camino. La casa estaba en silencio, lo que me hizo sentir un poco más a salvo. Al llegar a la sala, escuché un ruido proveniente de la cocina. Mi corazón se aceleró; tal vez era él. No, no, idiota, ¡obviamente es él! Decidí espiar desde la esquina de la sala. Allí estaba Renzo, de espaldas, buscando algo en el refrigerador. Su frustración era palpable, y vi cómo sacudía la cabeza como si intentara deshacerse de un mal pensamiento. Aproveché esa distracción para deslizarme hacia la isla y, busqué algo para usar. Encontré una bolsa de harina que había quedado olvidada en la despensa. Era perfecta. Tomando un poco de harina en mis manos, esperé a que Renzo se diera la vuelta.

—¡Renzo! ¡Eres un desgraciado! —grité mientras le lanzaba la harina.

El polvo blanco voló por el aire y cubrió al morenito por completo. Él se giró con los ojos desorbitados y la boca abierta, atónito por lo que acababa de suceder. La escena era tan absurda que no pude contener la risa. Tanto Azrael como yo no lo llamábamos moreno por su piel, lo llamábamos por su cabello castaño oscuro, sus padres son rubios y su hermana igual, él fue el único que tiene el cabello de diferente color. Sospecho por parte de la madre, mejor no digo nada y me callo, no quiero salir como el entrometido.

—¡¿Qué demonios haces aquí?!

—¿Qué creías? ¿Que ibas a dejarme afuera en este frío? ¡No tienes corazón!

—No es mi culpa que no supieras cómo entrar.

—¡Estuve gritando, el trasero se me congeló!

—¿Y que quieres que haga? ¿Calentarlo? Pídele eso a mi hermana, no a mí.

Solté un bufido, viendo con se iba escaleras arriba.

—¿Para donde vas?

—A mi habitación, deberías de dormir. Hoy será un día lluvioso.

—No tengo sueño.

—En el camino te da —Se limitó a decir.

Últimamente ha estado cortante, no le gusta pasar tiempo conmigo como solíamos tenerlos. Ahora busca la manera de evitarme desde que estoy saliendo con Chiara, no lo entiendo, si le molesta tanto que uno de sus amigos esté con su hermana pequeña solo debe de decirlo para saber cual es la causa de su distanciamiento. Lo que tengo con Chiara no es nada serio, ella misma me lo aclaró. Es solo para saciar nuestras "necesidades básicas" Novios de esos oficiales no somos, ni estamos cerca de serlo.

Su actitud de ahora me recuerda tanto a la de mi hermano.

Nací en una familia que lo tiene todo económicamente, a mi hermano y a mí no nos hacía falta nada. Nuestros padres se encargaban de proporcionarnos una vida cómoda y llena de oportunidades. Sin embargo, a pesar de esa estabilidad material, había un vacío emocional que persistía. Las conversaciones en casa eran superficiales, y las expectativas de éxito académico y profesional pesaban sobre nuestros hombros como una losa.

Mi hermano parecía llevarlo mejor, pero yo luchaba en silencio con mis inseguridades y miedos. La presión por ser perfecto, por cumplir con las expectativas de nuestros padres, se envolvía esa soga en mi cuello para ahorcarme. Afuera, todos veían la imagen de una familia ideal, dentro; era diferente.

Mamá se la vivía viajando con mi padre, en si mi única familia era Jean. Sin embargo, él me odiaba sin tener ningún motivo.

—Mañana es tu cumpleaños, nuestros padres están fuera del país pero igual podemos celebrarlo —Le propuse, él comía en silencio, sin mirarme, como si mis palabras no tuvieran peso alguno. Jean había tenido una forma de ignorarme que me hería más que cualquier insulto. Era como si mi existencia no le importara, como si yo fuera solo una sombra en su vida—. Al menos di algo, si te gusta la idea, solo será entre nosotros.

—No tengo ganas de celebrar —respondió con indiferencia.

—Es tu cumpleaños, no todos los días se cumplen diecinueve años.

—Es un día común y corriente, Andrea Nathaniel Le Brun —espetó cortante.

—No me llames por mi nombre completo —pedí, volteando la mirada—. Eso solo lo hace nuestra madre cuando está molesta conmigo.

—Deja de joder entonces.

Me volví a él.

—¿Qué?

—Solo jodes, ¿qué no tienes amigos? ¿Una novia? Ah, verdad. Eres un rarito que no tiene nada de eso.

—Jean...

—¿Qué? —interrumpió, alzando la voz con desdén—. No me mires así. Sabes que es cierto. Solo me tienes a mí, y estoy aquí por accidente.

—No digas eso, somos hermanos y...

—¿Y qué? Hay hermanos que se odian.

—Yo no te odio.

—Si sigues con tus inútiles intentos por acercarte a mí te voy a odiar más de lo ya lo hago. Así que déjame en paz.

Su frialdad me atravesó como un cuchillo. Todo lo que había preparado para tener una conversación pacífica se fue al olvido, dejándome en un silencio incómodo. Deseé poder desvanecerme, ser invisible para él, para su desprecio.

—¿Vas a llorar? —Continuó con una evidente burla—, solo las chicas lloran.

—Eso es una mentira absurda.

—Y los hombres que lloran son unos débiles, como tú.

—¿Débil? ¿Me llamas débil solo por querer tener una relación cercana contigo? Ya déjalo, No sé puede. No voy a estar rogando por tu atención —Dejo el tenedor suspendido en mi plato, el apetito se me había cortado.

Jean le da un golpe a la mesa y todos los cubiertos saltan ante el impacto, me encojo en mi lugar y mi corazón late acelerado sin contenerlo. Preparo mi mente para lo que dirá a continuación, sé que me va a doler el doble porque lo hace con esas intenciones de herirme más de lo que ya estaba. No le seguiré el rollo, no voy a replicarle, voy a callar, en primer lugar debí de reservarme esa estupidez, de morderme la lengua antes de soltar un sinfín de tonterías. Soy así, digo las cosas sin pensar, sin detenerme a analizar que podría ocasionar, es demasiado tarde para arrepentirme y echarme para atrás, ¿no?

—Eres un desagradable dolor en el culo, cada que estamos juntos lo arruinas todo, no puedes solo quedarte en silencio. Nadie ha pedido tu opinión —Una vena de su cuello sobresale, y yo ejerzo presión sobre un cubierto que sostengo. Miles de pensamientos intrusivos se me vienen y me golpean, inhalo y exhalo para calmarme.

—Degradable eres tú, no debiste en primer lugar cenar conmigo —Corto un trozo de verdura, y mis manos tiemblan de la rabia que contengo.

—Chicos... —advierte nuestra nana.

Esa es la detonación que Jean necesitaba, se levanta de la mesa bruscamente con una ola de maldiciones hacia mi persona, agacho la cabeza y me paso mis manos por mi cabello, cuento varias veces hasta diez y hago que esos insultos no van dirigidos para mí. Nuestra nana intenta intervenir pero Jean le da una clara advertencia, ella se queda suspendida en su lugar, tensa al igual que todos. Paso mis manos por mi mandíbula y me concentro en el cuadro familiar de nuestra familia, solo es una decoración más para la casa, porque ninguno sabe que es el concepto de una familia unida.

—Deberías de haber muerto tú en lugar de Mara —su voz se quiebra cuando dice esto último. Mara era su novia, falleció en un accidente que tuvo por protegerme a mí, era más chico para aquel entonces y no comprendía del todo lo que sucedía. ¿Nos querían secuestrar o era un intento de asalto? Nunca lo sabré con exactitud, mi memoria solo muestra breves recuerdos borrosos de ese día, lo único que sé es que me golpeé la cabeza tan fuerte que perdí la consciencia hasta que desperté en el hospital—. Ella era muy joven, por tu culpa ahora está en un cementerio.

—¿Mi culpa? —repito. ¿Jean me odia por eso?—. No fue mi culpa.

—El dia que te mueras estaré ahí para disfrutarlo, hermanito.

¿Muerte? Nunca le he tenido miedo a la muerte. Antes de conocer a Azrael y Renzo mi vida era monótona, de color gris. Les agradezco que hayan aparecido, fueron como mis ángeles guardianes. Yo no sonreía, no bromeaba como suelo hacerlo actualmente, más bien era el chico solitario. Ese que se sentaba al final de los últimos asientos del salón, el que sacaba malas calificaciones porque no le encontraba sentido a nada, solo lo hacía para seguir ese patrón que todos siguen. Nacemos, tenemos nuestra infancia pero a cierta edad debes de empezar a estudiar para que tu futuro sea de éxito.

Subo a mi habitación y me percato que mi celular no tiene batería, busco el cargador y maldigo. Renzo se lo llevado a su habitación, voy a tener que cambiarle de cerradura a la puerta para que solo así no entre y se robe mis cosas. La otra vez buscaba una sudadera para dársela a Chiara que se había quedado a dormir conmigo, pues no estaba. ¿Por qué? Porque el bello de su querido hermano me la había robado.

La poca luz que hay en su habitación se cuela por la rendija de la ventana, no puedo ver nada. Doy un paso dentro y pego un salto sujetando mi pies izquierdo, algo se me ha clavado, es un lápiz con el borrador comido. Su habitación es un chiquero, camisas, cuadernos y sus tablets están regadas en el suelo. Tengo que estirar mis piernas para no pisar y dañar nada.

Como lo supuse, tiene el cargador de mi celular conectado al suyo. Lo malo, es que lo carga en la cama, en la parte que da a la pared. Un día de estos va a terminar electrocudo, hacer eso es peligroso. Hace caso omiso a lo que le digo, usa su celular conectado a la electricidad y éste se sobrecalienta. Le va a explotar en la cara, advertido está.

Inclino mi cuerpo encima del suyo que está cubierto de mantas de pies a cabeza, me pincho el otro pies con un alfiler, caigo sobre el bulto que es horita gimiendo de dolor.

—¡Ay, eso dolió! —Me quito el alfiler de la planta de mi pie.

El bulto empieza a emitir sonidos ahogados debajo de mí. Lo estoy asfixiando, lucha para ser liberado.

—¡Un demonio se me ha subido encima! —chilla desesperado, lanzando patadas y forcejeando.

¿Un demonio? Tiene el cerebro seco de tanto ver películas de terror.

—¡Le... Brun...! —Logra decir, encarco una ceja. ¿Me está llamando para que lo rescate? Qué tentador. Enrosco mis mano por su cuello y él pega un chillido horrizado—. ¡No me mates, demonio! ¡Llévate a Andrea pero no a mí!

Ejerzo mas presión sobre su cuello, muerdo el interior de mis mejillas para no reír por su miedo, él trata de respirar por debajo de tantas mantas que lleva encima. Azrael se queda suspendido en medio de la puerta.

—¿Qué demonios están haciendo?

Me distraigo, una patada voladora me envía de bruces al suelo. Las sábanas caen todas en mi rostro y cubren mi campo de visión, un peso se me sube sobre mi regazo y aprieta mi cuello.

—¡¿Así que todo esté tiempo fuiste tú, imbécil?!

Lucho contra Renzo.

—Me mue...muero...

—¡Yo te voy a matar!

—Me avisan quien es el muerto —dice Azrael, supongo que se ha ido. No, no te vayas.

Ese gran amigo mío que tengo sirve para mucho, (no sirve para nada).

Logro quitarme las sábanas de mi rostro y le doy un cabezazo a Renzo, él se echa para atrás llevándose su mano a su frente adolorida.

—¡Eso dolió! ¡Mierda! —suelta un quejido, la luz da a su rostro, mostrando su cabello despeinado y su torso desnudo—. ¿Qué coño haces en mi habitación?

—Mi cargador...

—Ahora es mío.

—Ni lo sueñes.

—Vete o te saco a patadas. Tú eliges.

—Necesito mi cargador.

—Te dije que ahora es mío.

Acortó la distancia entre su rostro y el mío, aproveché para darle una bofetada. Renzo jadeó y me agarró del tobillo antes de que me pudiese echarme a correr, caí hacia el frente y mi quijada se llevó todo el impacto del golpe.

—¿Qué te pasa idiota, por qué me golpeas y luego te vas así como así?

Un hilo de sangre salió de un orificio de mi nariz por el golpe. Auch.

—¡Solo quiero mi puto cargador! ¿Es tanto pedir? —Tomé mi cargador y salí dando un portazo. Entré a la mía y le puse pestillo por si se le ocurría interrumpir en mi habitación sin autorización. Tenía un montón de mensajes de Chiara, y otro de un número desconocido. Aunque era una llamada, marqué a ese número, podría ser uno de mis padres—. ¿Hola?

—¿Eres Andrea Le Brun? —Era la voz de un chico.

—¿Quien es? —No dijo nada.

El chico cuelga la llamada.





*



Pongo un pie en el callejón que da con el instituto donde estudian Chiara y Jae, en ese lugar hay unos grandes contenedores de basura, el suelo la mayoría del tiempo está húmedo y lleno de suciedad. Una rata salta entre los desechos, buscando algo que llevarse a la boca. El olor es desagradable, lo que provoca que arrugue la nariz asqueado. En la esquina, donde las sombras son más profundas y las luces del instituto apenas llegan noto su melena rubia.

Me agacho a su altura y le acaricio una mejilla surcada de lágrimas.

—¿Qué haces aquí, encanto?

Su voz apenas es audible se ahoga con los sollozos que salen de sus labios.

—La odio —sisea—. Los odio a todos.

Paso mi pulgar por sus ojitos claros.

—El odio solo te va a envenenar el corazón —pronuncio en voz baja—. Y dime, ¿a quien odias?

Su cuerpo tiembla, me quito la chaqueta y se la pongo sobre sus hombros. Ella exhala, tiene la nariz enrojecida por el llanto, tomo su rostro entre mis manos y le doy un beso en la frente.

—¿No vas a decirme? —Ella esconde su rostro en el hueco de mi cuello.

—Mejor olvídalo, ¿si?

—Chiara.

Se muerde el labio y sus ojos se cristalizan.

—A mi madre, a Dante, y a esa traidora de Jaelyn —Lo último lo escupe con mucho odio contenido—. Confíe en ella, Andrea. Yo si le contaba lo que me sucedía porque se suponía que somos amigas y las amigas se cuentan todo, más si es algo que perjudica a la otra. Pero ella no lo hizo, lo ocultó, cree que es la única que tiene problemas, solo se preocupa por lo que le interesa, la odio. Ojalá nunca me hubiera hecho su amiga.

—¿Qué te hizo Jae para que hables así de ella?

Chiara adora a Jaelyn, cuando estamos juntos la menciona a cada rato. Son amigas desde niñas, y ahora que se exprese así de ella me deja consternado y confundido. Por muy fuerte que haya sido su pelea no debería de hablar sobre algo que se va a arrepentir más adelante. Conozco a Chiara, y al ser herida dice cosas que lástiman a otros.

—Esa chica —Suelta una risita burlona—. Es una mentirosa. Sabía que mi madre era la amante de Dante cuando él yo éramos novios y no me lo dijo hasta hoy. ¿Qué le costaba decírmelo? ¡Yo soy su amiga! Es tan estúpida que se dejó amenazar con el idiota de mi ex.

—No todos pensamos iguales, preciosa. Seguro Jae tuvo miedo cuando fue amenazada y...

—¿Estás de lado de ella o de mí? —interrumpe molesta.

—No puedo ponerme del lado de ninguna. Quiero a Jae como una hermana y a ti como algo más, aún así solo seamos amigos con derecho.

—Tienes que estar de mi lado.

—No, Chiara. Horita estás enojada, ya se te pasará. Deben de arreglar sus diferencias como las amigas que son.

—No, ya no es mi amiga.

—Ven —La ayudo a ponerla de pies, se tambalea y la sujeto de la cintura, con mi brazo la pego a mí—. Salgamos de este sucio lugar.

La meto en mi auto y le pongo el cinturón, es tan terca que no se lo quería poner por su cuenta, su seguridad es lo primordial. Llegamos a casa rápido, abrí la puerta y ella entra al interior, toma a su cachorrita fresita entre sus brazos y le habla en un tono bastante infantil. Dejo las llaves en la mesa del recibidor.

—¿Mi hermano está en la casa?

—Salió con Azrael y no llega hasta la noche.

—¿Para donde andan?

—No me lo quisieron decir.

—Espero y no se meta en problemas —murmura.

Me apoyo en la pared, observándola. Su aspecto se ve terrible, tiene el cabello despeinado y la cara pegajosa por su maquillaje corrido. La llevo hasta el baño, entre forcejeo logro meterla en la bañera, el agua tibia envuelve su cuerpo, al principio se resiste, chilla y se lleva sus brazos a sus pechos desnudos.

—¡Eres un pervertido, deja de mirar!

Suspiro.

—Estoy cansado de verte desnuda.

—¡No es lo mismo! Esto es más íntimo.

—Nunca entenderé a ustedes las mujeres —Agarro el champú y comienzo a aplicarlo en su cabello con cuidado, tratando de no incomodarla más de lo necesario—, estando en el acto no se avergüenzan, pero este tipo de situaciones enrojecen por lo mínimo.

—Es diferente, no es lo mismo compartir momentos íntimos que estar así.

Enjuago su cabello, meto mis dedos por las hebras de su cabello, masajeando su cuero cabelludo. Pide que me ponga de frente, le obedezco sin resistirme en lo absoluto, su mano jala de mi muñeca y me mete junto a ella, el agua cae en diferentes direcciones en la baldosa del piso, jadeo por el frío. Mi ropa se adhiere a mi cuerpo como una segunda piel, logro aclarar mi vista, pasa sus brazos por mi cuello y sus labios susurran:

—¿Por qué no recreamos todas las poses que hicimos la última vez?

—No —La tomo de sus hombros, alejándola—, no cómo estás. Estás ebria, apestas a alcohol.

—¿Me estás rechazando?

—No quiero aprovecharme de ti en estas condiciones.

—Eres un idiota.

—Este idiota solo cuida de ti.

La quiero tanto que si tengo que protegerla de mí mismo lo haré.

¿Aman a esta parejita?

Mi niño solo se quiere llevar bien con su hermano :(

Por Tiktok estuve viendo comentarios que decían que quieren una historia de Chiara, al principio no quería ya que tenía una historia de fantasía en mente pero simplemente llegó la idea, y si. Tendremos una historia de Chiara que se titulará Melodías de un corazón dividido. Empezará después del final de esta, cuando ella empiece la universidad. Conocerá nuevas personas (nuevos personajes), no sé apoyan la idea.

Si no les traigo el otro capítulo mañana, será para el viernes.

¿Les gustó el cap?

Las leo <3

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