~Capitulo 13~
|HERIDA|
Dicen que el hilo rojo es invisible a simple vista, pero conecta a dos personas destinadas a encontrarse. Es un lazo invisible que une a dos almas, sin importar el tiempo, la distancia o las circunstancias. Yo no creía en el hilo rojo hasta que te conocí y supe que era verdad.
Era una locura, apenas llegamos Azrael se encerró en el despacho junto a Aurelio, me quedé con mi madre en el jardín trasero de la mansión. Ella podaba algunos rosales. Me senté en una banca de cemento, y solo la miré para distraerme. No pasó mucho cuando el auto deportivo de Azrael salió a toda prisa.
—¿Qué pasa entre Aurelio y Azrael? —Decidí preguntar.
Ella suspiró.
—Tienen una relación tensa.
—Eso lo sé, solo que Azrael parece que odia a Aurelio, y él no se queda atrás.
—Yo he tratado de que ellos se lleven bien, porque no quiero ser la causa del odio entre ambos.
—¿Por qué lo dices?
—Solían ser unidos antes del divorcio de Aurelio y Patrizia.
—¿Patrizia…?
—Así se llamaba la difunta madre de Azrael.
—¿Y qué pasó?
—Hay resentimiento, Jae. Eso es lo que Azrael da a entender, pero Aurelio… no entiendo porque trata a su hijo de esa forma. Debería de quererlo, es su único hijo después de todo. Su heredero —Hace una pausa. Ella tiene el semblante decaído—. Por cierto, ¿qué hacían juntos?
Continuó cortando las ramas mientras cantaba una canción, un clásico, una de sus favoritas. El viento sopló y agitó nuestros cabellos. Puse mis manos sobre mi regazo y un inevitable sonrojo se extiende por mi cara. Soy pésima para las mentiras, durante esta semana hemos tenido una que otra discusión. Nada comparado a cuando éramos dos niños que por poco se sacan los ojos.
No puedo llegar a decirle, estuvimos en el estudio donde Azrael… y yo… bueno. Ya se sabe como terminamos. ¡Ah! ¡Qué idiota! Ahora que tengo la mente fría, me entran unas ganas de desaparecer por lo sucedido.
—Nada. Estuvimos… con los chicos.
—Me alegra que te estés interesando en hacer nuevas amistades y que se estén llevando bien. No tienen que ser cada que estén juntos como perros y gatos.
—Ajá.
—Siempre y cuando usen protección por mí no hay ningún inconveniente.
Me atraganto con mi propia saliva.
—¡Mamá! —chillo. Por Dios, se me hacía extraño que no había soltado uno de sus comentarios llenos de imprudencia—. ¿Protección? Ni que nosotros… —entrecerró sus ojos, enmudecí.
—¿Con quién piensas que estás hablando? Los conozco a los dos desde muy niños. No vengas con tus mentiras baratas que no te creeré.
—¡No ha pasado nada! Lo juro.
—¿Nada? —insiste. Vale, me he puesto nerviosa—. ¿Nada de nada? —niego—. ¿Ni siquiera te ha llegado a tocar?
—¡Ya! —cubro mi rostro con ambas manos—. Solo fue un momento de debilidad, mamá. No volverá a pasar.
—Solo espero que sean maduros con sus acciones, no crean que en “esos momentos de debilidad” no se puede quedar embarazada.
—Tampoco llegamos a ese extremo —refunfuño con la cara roja.
—Te he dicho que quiero ser abuela, pero eso no significa que quiera serlo tan joven. Primero tienes que sacar tu carrera universitaria para asegurarte un futuro estable.
—Lo sé, lo sé —ruedo mis ojos—. Hemos hablado de esto incansable de veces.
—Azrael puede ser el hijo de Aurelio, Jae. Eso no le quita que a diferencia de ti, él creció en otro ambiente, con otros pensamientos y creencias. Nunca me he terminado de fiar en él, más para donde Aurelio se lo quiere llevar.
—¿Para donde?
—Fuera del país, solo que no ha logrado convencerlo. Solo es cuestión de tiempo para que logre hacerlo.
—¿Estás diciendo que él se irá y no lo volveremos a ver?
Asiente.
—Puede pasar, algún día él al igual que tú se van a enamorar. Lo que siente hacia ti es algo platónico. Es un sentimiento de un niño frustrado que no ha conseguido lo que quiere.
«Él se enamorará de otra» Muevo la cabeza en desaprobación. ¿Qué me pasa? A mi pecho me clavan una punzada de rabia y envidia, estoy mal. Creo escenarios ficticios de un acontecimiento que no ha sucedido. ¿Eso es lo que muchos consideran sentir celos? «Mal, muy mal, Jaelyn» Vas a terminar con el corazón destrozado. Unas de las principales razones por las cuales no me he enamorado es eso, que solo me usen por un rato. Solo sea ese puente que le dará el camino para encontrarse con su verdadero amor, que para él sea una ilusión mientras que para mí lo sea todo.
No quiero quedarme dormida a altas horas de la noche, suplicándole a Dios que me haga olvidar ese sentimiento que mi corazón tendrá enterrado. No quiero sufrir por amor, no quiero. Puedo apostar que el miedo de toda chica es arriesgarlo todo por lo que no será.
Lo que fue y no se dio.
Estuve tan perdida en mis pensamientos contradictorios que no noté a la silueta alta que se acercaba hasta que se ubicó a mi lado. Era Aurelio. Mi madre le dio un beso y se alejó de nosotros para limpiarse de toda esa tierra que había cogido podando las rosas.
—Mira lo que he comprado para ti —comentó, sacando de su bolsillo un collar con un dije de una mariposa.
—Es hermoso —le dije, cohibida.
—Sé que amas a las mariposas desde niña.
—Es un insecto que pasa dos etapa de transformación, es digno de admirar.
—Azrael las odia.
Volteé el rostro hacia él.
—¿Odia a las mariposas?
Eso es imposible, él no podría ponerme un apodos sobre un insecto que odia. Porque entonces es un cariño disfrazado de odio lo que me tiene.
—Dice que son gusanos con alas.
Mi sonrisa se convirtió en una mueca.
Con esta información ya no me gustaría que me llame mariposa.
—Mi hijo ha cambiado demasiado. Lo estoy perdiendo, no puedo controlarlo —Me toma de las manos—. No quiero que por que estés con él te hagan daño.
Frunzo el ceño.
—¿Hacerme daño?
—Mi hijo es obstinado, su madre no supo controlarlo cuando se fueron del país, lamentablemente yo perdí contacto con ellos hasta que me enteré de lo que él hizo —retengo el aire, esperando a que él continúe—: Se involucró con personas malas, personas que se encargan de actividades ilegales. Azrael se ha dejado llevar por malas compañías y ha comenzado a hacer cosas peligrosas. Hizo cosas cuestionables, Jae.
—¿Cómo cuales? —mi voz salió en un hilo de voz.
Él me miró y suspiró.
—Eres una chica que mereces lo mejor, sé que por culpa de Azrael nunca te atreviste a llamarme papá, pero en el fondo sé que me ves como tal. Lo soy, soy tu papá, y los padres quieren lo mejor para sus hijos. Saben cuándo algo los va perjudicar y yo he visto que Azrael es y será una mala influencia.
—Él es bueno, nunca se atrevería a tanto.
—No lo conoces ni la cuarta parte, espera a conocerlo y me darás la razón.
Mi garganta se obstruyó, sintiendo ese nudo que no me dejaba articular palabra para defenderlo. No esperé que su mismo padre se expresara así de él, sin embargo, no me sorprendía. Si los míos me trataron como la basura hasta desear la muerte misma.
—Quiero que Azrael se hago cargo de unos negocios que se llevarán a cabo en Alemania, sería una gran oportunidad para expandir nuestras incorporaciones para otros países.
—¿Y qué lo detiene?
—Si, lo detiene algo. Necesito que lo tú intentes convencer para que acepte.
—¿Por qué yo?
—Sé porque lo digo, ¿me ayudarás?
Lo medité antes de abrir mi boca.
—Tienes un gran corazón, Jaelyn —añadió—. Úsalo para que Azrael crezca dentro de los negocios Marchetti.
—Azrael tiene veintiún años —mascullé con la voz temblorosa—. Él es grande para saber lo que quiere o no.
—Es un cabezota, siempre necesita de un empujoncito —Metió sus manos dentro de sus pantalones—. Solo piénsalo, es por el bien de Azrael.
—¿Por el bien de Azrael o por el bien tuyo?
—¿Disculpa? —Se dio media vuelta para enfrentarme.
—Usted solo está pensado en cómo generar más dinero, no porque realmente le importe el bienestar de su hijo. No me venga con chantajes, no caeré.
Lo dejé solo, caminé para mi habitación.
*
—Son dos huevos —Dejé de batir la mezcla para mirar mal a la rubia.
—¿De donde sacas que son dos huevos?
—Lo dice aquí —Seguía con ese papel en la mano leyendo unas instrucciones para hornear una torta, que sinceramente, yo sabía cada paso a la perfección. Ella es señorita terquedad.
—Son tres.
—Son dos.
Nos volvimos hacia el rubio que reía en voz baja mientras leía alguna conversación de su celular. El francés tenía sus codos apoyados sobre la barra, y no se había molestado en cambiarse su pantalón pijama cuando nos recibió en su casa —la casa que comparte con Renzo—. Éste otro practicaba con el equipo de hockey.
—¿Son tres o dos?
—¿Eh? —Parpadeó, confundido.
—¡Solo responde! —exigió la rubia.
—¿Tres o dos qué?
—¿Tres o dos huevos?
—Huevos… —Volvió a pestañear—. Normalmente son dos, tres sería una malformación…
—¡No hablamos de esos huevos, mente sucia! —Chiara le tiró la sartén, si no se hubiese agachado le pega por la cabeza.
—¡Ustedes no se saben explicar! —chilló, con las mejillas rojas.
—Con lo único que sabes pensar es con la cabeza debajo y no con la de arriba, degenerado.
—Bien, bien, ¿en qué estábamos? —interrumpí.
Una vez terminada la mezcla de la tarta la metimos en el horno. Íbamos a tener una noche de películas, cuya idea fue de Chiara. Solo nosotros cuatros. De Azrael no se sabía desde hace cómo dos días atrás, por las noches llegaba a la mansión Marchetti solo que a dormir y a la mañana se volvía a perder sin saber de él en todo lo que restaba de día. No es cómo si estuviera preocupada, pero, ¿estaría comiendo bien? ¿Él está bien? No quiero pensar que por estar molesto con Aurelio se este evitando convivir con nosotros.
Me duele la idea de creer haya puesto un distanciamiento, la noche pasada busqué hablar con él y solo me ignoró. Sentí un deja vu de cuando éramos dos niños, su comportamiento era algo parecido. Solo que más cruel. Horita, por suerte, no lo es. Ha cambiado para bien.
Eso quiero pensar.
Qué él cambió.
—¿Puedo ayudarlas en algo? —se ofreció Andrea, se levantó y pasó un brazo por encima de mis hombros, curioseando el desastre de comida que teníamos en la mesa.
—Solo con tu simple y estúpida presencia basta y sobra, gracias.
—Chiara…
—Puedes ayudarnos —retomó ella—, desapareciendo.
—Ah, lástima que no lo haré, encanto. Eso sería darte una excusa para que no podamos estar juntos.
—Tú y yo nunca estaremos juntos, Le Brun.
—Nunca digas nunca —canturreó.
La puerta se abrió con la llegada de alguien más. Por los pasos acelerados deduje que era Renzo que acabó de llegar de uno de sus entrenamientos. Andrea se dio la vuelta para ir a molestarlo.
—¿Para donde vas?
Nos guiñó un ojo.
—A saludar al otro amor de mi vida. Tengo un corazón tan grande como para amar a ambos hermanos.
La rubia clavó el tenedor con rabia en la taza de tomates, provocando que uno de éstos saliera volando y se me adhiera a mi frente.
—Idiota —refunfuñó.
—¿Te gusta?
—¿Cómo podría gustarme? Solo observa, su forma infantil de actuar; su arrogancia desbordante, es de esos chicos que son yo consigo lo que quiero. Para resumir todo de él me estresa.
—Mínimos detalles que se pueden solucionar.
Ella se encargó de preparar unos sándwiches, los panes extendidos sobre la mesa. Eran cincos, uno para cada uno y dos para Andrea. Y aún así dice que no lo quiere, hasta le preguntó que le gustaba que llevarán sus sándwiches. Lo que no le gustaba era el tomate, lo demás todo bien. Cuando la alarma sonó saqué la tarta y dejé que reposara un par de minutos para decorarla mientras que ella seguía en su labor, era lenta con lo de la cocina. Se distraía cada tanto con su celular y tenía que recordarle constantemente que siguiera con la preparación. Mientras tanto, aproveché para cortar unas rodajas de queso y jamón para añadir a los sándwiches.
La vi fruncir el ceño y su expresión divertida cambió.
—¡Hijo de puta! —gritó. Se sostuvo el puente de su nariz, para después tirar el celular al piso. Me sobresalté por su inesperada acción. Eso no lo vi venir, vale—. Es un puto desgraciado.
—¿Dante?
Asintió.
—Está diciendo unas cosas mías en las redes que no debería. Le he dicho mil veces que deje de hacerlo, pero parece que no le importa.
—Ese malnacido.
—Me está chantajeando para que vuelva con él.
—¿Y qué harás?
—Obviamente no volveré a una relación tóxica. Él me maltrataba hasta más no poder, así soy feliz. Puedo ser yo misma sin restricciones de alguien más.
Yo fui testigo innumerables veces de lo que Dante es capaz de hacer. Él es un manipulador y controlador. La golpeaba, humillaba frente a sus amigos y le era infiel. Esto último me causa escalofríos de solo recordar esa escena. Si se lo confieso a Chiara destruiría su familia, es su madre la que está involucrada en esto. ¿Cómo se lo digo? No es fácil, es un peso que llevo en mis hombros.
Ese chico busca tener el poder sobre Chiara y no le importaba herirla física y hasta emocional. Ahora, al ver que ella ha encontrado su felicidad lejos de él, está utilizando otras formas de mantenerla bajo su control para así, manipularla a su antojo. No se puede ser tan cobarde cómo lo es Dante, los golpes que le han dado en su nariz no han sido suficientes.
—No te preocupes, no te hará daño.
—Me da miedo caer en lo mismo, Jae —confiesa. Apoya su cadera sobre encimera y pone sus brazos en jarra—. En el fondo lo sigo queriendo, y sé que suena egoísta porque me lastimaba, pero en el corazón no se manda.
—Si vuelves con él nuestra amistad se acaba.
—¿Qué?
—Así como escuchaste.
—¡Eso es chantaje!
—Y no solo dejaríamos de ser amigas, primero te golpeo por ser una estúpida.
—Solo bromeaba.
—Más te vale que sea broma —murmuro despacio—. Date la oportunidad de conocer a otras personas, de salir de tu zona de confort. Hay muchos chicos que se mueren por tenerte.
El primero que encabeza esa lista se apellida Le Brun.
—Siento que si dejo que alguien más se adueñe de mis sentimientos, el que saldrá con el corazón roto será él.
—Puede que no sea así y solo estés sobre pensado.
Fresita corre de un lado a otro por debajo de nuestros pies.
—Hola, bonita —Acaricio sus orejitas.
—Es mi hijita, entonces es como tu… ¿sobrina?
Ahora tengo una sobrina perruna.
Chiara le sirve sus croquetas y nos dirigimos con las bandejas hacia dónde están los chicos. Renzo y Andrea está acostado en el piso luchando para tomar el poder del control. Suelto una risita y niego lentamente, Renzo se ha subido encima de el rubio y lo ahorca.
—¡Si lo matas te mueres atrás! —Chiara interviene. Renzo se hace a un lado, ofendido.
—Se supone que deberías de estar de mi parte, soy tu hermano.
—Ah, pues…
—Lo que quiso decir es, que no peleen —Trato de ayudarla.
—Es mentira, no le creas. Tu hermana me ama, solo que… —Le lanzamos una mirada asesina al francés—. Lo he captado, mejor no digo nada.
—¿Ustedes son novios o de qué me perdí? —interroga, Renzo. Incorporándose.
Andrea se encoge de hombros.
—Yo puedo ser novio de los dos. ¿Qué? No me miren así, no hago excepción de personas. Ando regalando amor a los más necesitados.
—¡¿Me estás llamando necesitada de amor!? —Le pongo una mano sobre el pecho de la rubia, que tiene intenciones de asesinar a el otro rubio. Sería una guerra de rubios.
—Estoy siendo caritativo, dos por uno. Es una gran oferta que no se deben de perder.
Renzo suelta un quejido cómo si lo que estuviera escuchando lo sacara de quicio. A él todo lo saca de quicio.
—Métete tu oferta por donde ya sabes.
—¿Y por qué no me la metes tú?
El rostro del moreno se contrae en rabia, irritación y muchas emociones más. Andrea estalla en carcajada, buscando refugio detrás de mí cuando ve que Renzo hace el ademán de ir a por él.
—¿Pueden dejar de ser tan infantiles?
—Primero dile a Renzo que no haga nada en mi contra.
—Renzo…
—Si, ya escuché.
No las apañamos para acomodarnos en el sofá, Renzo va en uno individual mientras que Chiara se sentó en el suelo con su espalda recostada al sillón, Andrea y yo nos sentamos en el sofá con forma de L, esperando que la peli empezara. Las luces de la sala estaban apagadas para que pudiéramos disfrutar de la película con total inmersión.
—¿Y cómo estás? —me susurró el francés.
—¿Sobre qué?
—Sobre lo que me contaste —habla bajito, para que los hermanos no nos escuchen. No lo hacen, están sumergidos en la película que todavía no tengo idea de qué va.
—Ah, eso. Bien, me he acostumbrado a lidiar con mi situación. Pero fuera de ese tema, estoy bien.
Entrecerró sus ojos, cómo si no me creyera completamente.
—Si necesitas hablar con alguien puedes contar conmigo para lo que sea. No importa la hora, el lugar, el clima, yo estará dispuesto para ti, Jae.
—Gracias… —Esforcé la voz para que me lograra escuchar. No tenía palabras suficientes para agradecerle, nadie se había portado tan bonito. Tampoco era que les interesara una chica como yo, que solo vive lamentándose.
—Te veo como esa hermanita que nunca tuve —musita él—. Te cuidaré como tal. No dejaré que ningún degenerado te vuelva a dañar, así sea el mismo Azrael.
Con solo saber que me veía como una hermana era más que suficiente.
—Yo nunca tuve un hermano.
—Ya tienes a uno —sus labios se curvan en una sonrisa coqueta—. Nunca he sido hermano mayor, voy a tener que aprender a serlo. De mis hermanos, yo soy el menor de ellos. No tendrás un hermano maduro mentalmente, ¿eh?
—No tiene nada de importancia, créeme.
Dirigí mi atención a la pantalla del televisor y mi rostro lo dijo todo.
—¡Yo le dije a Renzo que esa película no! —acusa Chiara—. No me hace caso.
—¿Qué tiene de malo?
—Jae, no puede ver esas escenas —Fruncí el entrecejo.
—Chiara, tenemos la misma edad.
—¡No es lo mismo! Yo tengo la práctica, tú no.
—Cambiemos esa peli por otra.
—¡¿Qué tiene de malo esta!?
—¡Es una película de adultos, Renzo!
Así duramos hasta que el francés cambió el canal a uno de caricaturas, solo que para poner Pepa Pig.
—¿Y esa mierda qué? —gruñó el moreno.
—No es ninguna mierda, es Pepa, mamá cerdita, papá cerdito…
—Cuanto años tienes, Le Brun, ¿Cinco?
—Veinte, si no te gusta vete.
—Yo me voy.
—Ahí está la puerta.
—Y no pienso regresar, Andrea. Me voy para siempre.
—¿Te vas a morir?
—No, me voy.
—Vete.
—Me voy, no me dejas ver lo que yo quiero.
—Oigan, ustedes dos son como marido y mujer —se entromete Chiara.
—Y tú eres la amante.
—¿Celoso, Renzo?
—No, pero estamos mejor solos.
—Eh, esto ya se puso raro —suelto.
—Lo que quiero decir es que…
—¡Estás enamorado de mí! —chilla Andrea.
—¡A mí me gustan las mujeres!
—Muy hetero de tu parte, a mí me gustan ambos. No hay que despreciar a ningunos.
Ellos siguen con su interacción de niños pequeños, Chiara ríe de ambos. Sigo sentada en el sofá, con un cojín sobre mi regazo. No evito divagar entre mis cavilaciones de mi infancia. Si mi familia fuera sido normal, con una madre amorosa y un padre atento. No como los que tuve, no como esos dos.
Dolía, dolía mucho.
Me dolía mucho mi espalda y mis manos, papá me había vuelto a golpear por allí. Esta vez no fue con un látigo, fue con la correa porque no logró encontrar su arma favorita que recargaba contra mí. Vi que Carla había escondido el látigo, esa fue la única ocasión que interfirió (no de manera directa) Pero interfirió, solo por sentir culpa. Me golpearon por encubrirle una mentira.
—Te quedas hincada en el rincón, Jaelyn por tres horas.
¿Por qué…?
¿Por qué me odian tanto? Yo si los quiero a ustedes. Son mis papás.
Tal y como lo ordenó me quedé hincada en el rincón, no aguantaba mi espalda y mis rodillas ardían. Las lágrimas siguieron nublando mi campo de visión y resbalaron por mis mejillas. Yo solo deseo tener una familia que si me quisiera, ¿era mucho pedir? ¿Qué tenía que hacer para conseguirlo?
A mi corta edad he aprendido la crudeza del mundo, sé que existen personas buenas y malas. Independientemente donde esté, me encontraré con ellas. Solo tengo que aprender a lidiar con ese tipo de ser humano que aporta solo dolor y sufrimiento. Cómo lo era papá.
Las golpizas no dolían tanto como las palabras de mi madre, esas si dolían. Las decía desde el fondo de su corazón. He crecido con una familia que no demuestran amor, solo odio y más odio. Por las noches gritos, por las mañanas peleas y por las tardes golpes. Era una frecuencia tóxica que tenían ambos.
Unos toquecitos me despertaron, mis extremidades estaban congeladas. ¿Cómo fui capaz de dormirme en esta posición? Supongo que fue el cansancio que me venció. Mi madre me había despertado, tocándome con la punta de su pies.
—Puedes irte a tu habitación, niña.
Sacudí mi vestido sucio con mis manos y abracé mis brazos. Mi estómago rugió y ella solo frunció su entrecejo, soltando un suspiro molesto.
—¿Tienes hambre? —Asentí—. Comida no hay, tu padre se gastó los ahorros en su maldita bebida alcohólica.
Volví asentir.
Eso significaba que me tendría que hacer la idea que ya había comido para dominar mi mente.
—Mamá… —La llamé, ella puso sus brazos en jarra a esperar que continuara hablando—. ¿Mañana vendrá Niccoló?
—Si, ¿algún problema?
Si, él me da miedo.
—No.
—Qué bueno, no quiero quejas.
Mañana vendría el monstruo.
Tenía que buscar un escondite mejor.
Yo puedo encontrar uno, yo sé que sí.
Empujé la puerta de mi cuarto que chirrió por falta de aceite, busqué en mi armario que casi se venía abajo por lo viejo que estaba. Debajo de la cama no era buena opción, empecé a hiperventilar. La piel me picaba, me rasqué desesperada. Solo quería que sucediera un milagro. Qué alguien me salvara, por favor.
—¡Eres una zorra! —Pegué un salto—. ¡Una maldita zorra!
—¡Suéltame, me lastimas Vincenzo!
—¡Quiero matarte a ti y a tu puta hija!
—¡Es nuestra hija!
—¿Me ves cara de estúpido? Yo sé de quién es realmente esa niña.
—¡Jae! —Chiara chasquea sus dedos frente a mis ojos.
—¿Eh?
—Ayúdame a convencer a mi conejillo de indias para probar esta mascarilla con él que yo misma hice con ingredientes naturales.
—¿Con Andrea?
—¡Si, y no quiere! Dice que le voy a arrancar la piel cuando intente quitársela.
—¿Cómo la hiciste?
—¡Vi un tutorial por YouTube!
—Ni de coña —Niega el aludido.
—¿Y por qué no la pruebas con Renzo?
—¿En qué mundo estás, Jae? Renzo se ha ido molesto.
—¡Y me quiere usar a mí! —Se indigna el francés—. Solo me usa.
—Si me quieres te dejarás probar esta mascarilla.
Rasca su nuca, pensativo.
—Bueno, puedo intentarlo —responde resignado.
Chiara sonríe triunfante y comienza a preparar la mascarilla. Me acerco para ver de qué se trata y descubro una mezcla de ingredientes como avena, miel y pepino. Parece una opción bastante natural y suave para la piel.
—¿Estás segura de que esto no me hará daño? —pregunta él, mirando con cautela la sustancia cremosa en el recipiente.
—Obvio que no.
—¿Sabes? He cambiado de idea, he visto muchos Tik tok donde ha acabado mal.
—Esas mascarilla han sido bromas.
—No confío mucho la verdad, menos en tu mente perversa.
*
Decidí caminar de regreso a casa, tecleando un mensaje en respuesta a mi madre que me preguntaba si seguía con los chicos, le respondí y añadió que posiblemente se encuentre todavía en la empresa cuando llegue yo.
Entré a el interior de la mansión, ojeando a mi alrededor. Se me hizo extraño no encontrar a ningún trabajador y a las chicas que se encargaban de la limpieza. La casa se hallaba sumergida en un silencio aterrador, avancé con pasos titubeantes hacia las escaleras. Sin embargo, frené en seco, presenciando la escena que se desarrolla frente a mis ojos. Cinco hombres, todos vestidos de negros y con máscaras, apuntaban con sus armas directo a la cabeza de todos los empleados que le trabajaban a Aurelio. Estaban atados a sillas y con sus bocas tapadas con cintas adhesivas.
Mis piernas temblaron y mi corazón latió desbocado mientras intentaba procesar lo que estaba viendo. Retrocedí, tratando de no hacer ruido, pero uno de los hombres me vio y me apuntó con su arma.
—Al fin llegas, te esperábamos ansiosos.
No iba a demostrar cuan aterrada me tenían, erguí la espalda y los enfrenté.
—¿Qué quieren? ¿Quiénes son?
Apreté mis puños a mis costados, estoy sola. Eché un vistazo a las chicas que se encontraban atadas a las sillas, lloraban pero la cinta les impedía escuchar sus sollozos por lo que sus lamentos se convertían en sonidos estrangulados. Mal, me ponían de los nervios.
—Haces muchas preguntas —dijo otro de ellos—. Te queremos a ti, tú eres Jaelyn. Hija adoptiva de los Marchetti.
—Ustedes no pueden hacerme daño porque…
—¿Esa es tu manera de causar miedo? Qué penas das.
—Si quieren llévense todo lo que tenemos pero no me hagan daño.
La valentía se esfumó en menos de lo esperado, tocará improvisar.
—Mira, niña. Al parecer no entiendes, te queremos a ti —enfatizó—. Te quieren a ti.
Corrí de vuelta a la salida, fue un impulso que mi mismo cuerpo hizo.
—¡¿Qué esperas para dispararle?! —ladró no sé quién de ellos. Eran varios.
—¡Tenemos que llevarla con vida!
—Dame acá —Disparó, solté un chillido. La bala impactó a la pared, cerca de mí.
La brisa nocturna desordenó mi cabello, seguí corriendo escuchando sus pasos atrás. Se abalanzó uno y me atrapó, caí rodando por el suelo. Forcejeo, lo araño y lo pateo al rostro. Escupe sangre y me abofetea, estiro mi mano a la roca que tenía cerca y lo golpeo con todas mis fuerzas en la cabeza. Logro zafarme y me pongo de pie. No obstante, no me percato del otro chico que venía detrás, la punta filosa de un cuchillo se clava en mi costado. Jadeé, un hilo de sangre se desliza por la herida y mancha la hierba.
—Eres una perra escurridiza —Y me empuja hacia adelante.
Iba a clavarme el cuchillo en el pecho cuando otro disparo resonó, el cuerpo del chico cayó inerte a mi izquierda y el rostro preocupado de Mario aparece en mi campo de visión.
Saca su celular del bolsillo trasero de su pantalón y marcar al 112.
De mi abdomen brota mucha sangre, la cabeza me da vueltas y Mario presiona mi estómago en un intento vano para detener el sangrado.
—Todo estará bien, señorita. La ambulancia viene en camino.
—Quiero verlo… —susurro.
—¿A quien?
—A él… a Azrael…
Cómo está historia está ambientada en Italia, el 112 vendría siendo lo que conocemos como el 911.
Jaelyn iba a decir: A él... a Azrael... dile que venga por mí. Luego me puse a pensar, si Azrael viene por ella se nos va la niña de este mundo, hermanas. Azrael es el arcángel de la muerte. Así que no, lo quité.
Teorías: ¿Quién será el ser macabro que está detrás de todo esto? ¿Hay principales sospechosos?
¿Qué piensan de Aurelio? No quiere a Azra junto a Jae, los quiere separar a como dé lugar, ¿por qué será?
Pregunta: ¿Personaje favorito de este libro y por qué es tu favorito? (Qué no sean los protagonistas)
El Azra no salió en este cap, ¿qué estará haciendo?
Muchas me han preguntado que cuando subiré de nuevo el libro de los padres de Andrea, y lo empezaré cuando termine este. No será todavía, porque quiero ponerle mi mayor empeño a ambos libros, ya que en aquel también se tocan temas sensibles y otros detalles como lo es la industria de la música.
Las leo <3
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