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~Capitulo 11~


‼️ES DOBLE ACTUALIZACIÓN, HAY UN CAPITULO ANTES QUE ESTE‼️

|ES SOLO UNA TONTA ATRACCIÓN|

Una herida te rompe en mil pedazos, dejando tu corazón hecho trizas y tu alma en pedazos. Es como si una fuerza invisible se apodera de ti, desgarrando cada fibra de tu ser. Los pedazos dispersos se esparcen por el abismo del dolor, y te encuentras luchando por encontrar una forma de reconstruirte.

El consultorio de la psicóloga es una habitación acogedora, con una iluminación suave y una silla frente a un escritorio lleno de libros y notas. En donde se puede visualizar el cartel donde lleva escrito su nombre: Dra. Kristen Lombardi. Me ubico frente a su silla y ella entrelaza sus dedos por encima de la mesa.

—Hola —musitó suave—. ¿Como te llamas?

Tragué grueso y me removí en la silla, ya me sentía incómoda.

—Jaelyn —murmuro.

—¿Qué edad tienes, Jaelyn?

—Dieciocho años —presiono mis labios—. Puede llamarme Jae.

Asiente con una sonrisa.

Es linda y joven. No debe de llegar a los treinta, y se ve que es una de las mejores en su profesión. En la pared adornan reconocimiento donde se destaca su excelencia como psicóloga. Observo cada uno de los diplomas y premios que cuelgan enmarcados. Ella me mira con atención, esperando a que continúe hablando. Me siento un poco intimidada por su presencia, para aliviar mi estrés jugueteo con mis dedos.

Al ver que no estoy dispuesta a hablar, toma la palabra:

—Estoy al tanto de lo que te sucedió —rompe con el silencio—. ¿Quieres hablar al respecto?

Niego. Siento una presión en el pecho que me dificulta respirar.

—Esta bien, Jae. No te voy a presionar, poco a poco, ¿vale?

—Bien...

En la mesa también tiene una foto de lo que parece ser su familia. Mis ojos caen en un chico que llevaba puesta un gorrito de lana y su rostro estaba demacrado. Signos claros que sufría una enfermedad.

—Era mi hermano —dice.

—¿Era?

—¿Qué tal si me cuentas algo de ti? —cambia de tema.

Encojo mis hombros.

—No tengo nada que contar.

—Todos tenemos algo que contar, puede ser una anécdota, un secreto que ya no es tan secreto. En nuestro día a día nos surgen aventuras y de ahí nacen nuestras historias.

—De verdad, no tengo nada que contar. Me gusta el silencio.

—A mí también —coincide—, pero a veces no está mal desahogarse.

Sigo con mi vista fija en la nada.

Esto es muy díficil, venir para acá y abrirme a ella. Es muy díficil todo, aceptar que la culpa no es mía. Qué yo no tengo nada que ver en ello, solo soy una víctima más del abuso. Un tema que es delicado y que debe de tratarse como tal. No obstante, por más que me convenza, todavía siento ese peso en mi interior. Es como si llevara una mochila llena de piedras que no puedo quitarme de encima.

Trato de encontrar las palabras adecuadas para expresar lo que siento, me resulta difícil. No quiero revivir esos recuerdos, no quiero hablar de lo que me sucedió. No quiero. Me da mucho miedo volver a lo mismo.

Mis ojos arden y me esfuerzo para no llorar.

Odio sentirme así, débil.

Soy una débil.

—Puedes llorar, aquí nadie te va a juzgar.

Cubro mi rostro con mis manos y sollozo.

—Eres fuerte, más de lo que te puedes imaginar.

No, no soy fuerte.

—Esto es solo el proceso para tu sanación, estará bien. Saldrás adelante con la cabeza en alto.

Lo dudo. Dudo salir de esta oscuridad donde estoy.

Limpio mis lágrimas con brusquedad y me incorporo al espaldar de la silla.

—Cuando era niña mis padres solían decirme que lloraba por todo —cuenta—. Ahorita de adulta no lo creo, tal vez todavía el adulto interior, ese que te ayudará a ponerte en pie cada que tropiece con una piedra no ha nacido. Solo tienes que tener paciencia.

—¿Hasta cuando? Porque lo único que he sabido llevar son golpes de la vida.

—Las personas como tú son las más guerreras, aunque no lo puedas creer. Solo ves tu lado débil, ese que no tiene brillo. Pero cuando pongas tu atención en tu brillo estoy muy segura que más nunca volverás a apagar tu luz.

—La vida te duele, el mundo es cruel, las personas son monstruos —mis ojos se vuelven a llenar de lágrimas—. Él es un monstruo. Lo odio, lo odio por todo lo que me hizo. Yo... yo me siento infeliz... yo... yo ya no quisiera seguir con esta agonía que me estruja el corazón.

Su mano aprieta la mia.

—Para eso estas aquí.

La sesión termina Chiara me pregunta cómo me fue, solo me limito a contestar qué bien. No fue el gran cambio. Ella me dijo que apenas era el comienzo que después si se notaría la diferencia. Nos dirigimos a la casa de los chicos, de Renzo y Andrea. Cuando ingresamos a la cocina lo primero que vemos es a un rubio cantando a todo pulmón, canciones en francés mientras que Renzo tiene cara de pocos amigos.

—Qué es lo que mis ojos están admirando —deja de cantar, Renzo parece aliviado—. Si son dos diosas que se escaparon del mismo Olimpo.

—Ya vas a empezar —bufa la rubia, dejando nuestras mochilas en la isla.

—¿Qué canción cantabas?

—¡No, por favor, no! —suplica Renzo.

Andrea se lleva una mano al pecho, ofendido.

—Yo canto hermoso.

—Tan hermoso que casi rompes las ventanas.

—Él canta bonito —Apoyo al francés.

Un poco desafinado, pero eso se puede mejorar, creo.

—Mi hermosa Jae siempre está de mi parte —besa mi mejilla—. Por eso que la quiero tanto.

—Solo por el interés —Chiara codea a su hermano—. ¿Tú que opinas, inepto?

—El segundo apellido de Le Brun es interés.

—¡Es Priceeeee! —chilla con un tonito agudo.

—¿Eso no es apellido estadounidense?

—Yo soy como una ensalada, llevo de todo un poco; apellido francés, el otro estadounidense y un nombre italiano.

—Tus padres no se pusieron de acuerdo en la elección del nombre.

—En realidad llevo ese nombre en honor a... —se queda en silencio—. ¡Llevo el nombre de una muerta!

Renzo arruga el entrecejo y procede a explicarnos tanto a Chiara como a mí.

—Le pusieron Andrea porque unas de las amigas de su madre se suicidó, y pues así se llamaba ella.

—Ah.

—Y también querían ponerme Dexter. ¡Joder no! ¿Imagínense? ¡Llevar el nombre de dos muertos!

—¿Y quien es Dexter?

—El mejor amigo de mi papá, lo asesinaron hace veintitrés años.

—Bueno... por lo menos no te pusieron ese nombre.

—Ya sé porque tengo tan mala suerte en el amor, si esa tal Andrea me tiró una maldición.

—¿Como se supone que te va a tirar una maldición desde el más allá?

—Con magia.

Y vuelve a chillar. Lo que sea que está cocinando se le prendió en llamas. Agarra una espátula después que apaga la comida quemada y suspira.

—Ay, no.

—Ni para la cocina sirves, Le Brun.

Giro levemente la cabeza para encontrarme con Azrael, que está recargado al marcos de la puerta. La cachorrita corre y le salta para que la acaricie. No obstante, Chiara la toma en brazos y se aleja con ella.

Vuelvo mi atención hacia Andrea, que prueba el café y lo escupe.

—¡Qué asco! Confundí la sal con la azúcar.

—Para la próxima confundes el veneno para ratas con las salsas.

—No habrá una próxima. Contrataré a alguien que nos prepare la comida.

—¿Y qué comerán horita? —inquiero.

La comida es un desastre, quemada e incomible. Solo un valiente se atrevería a probar bocado, y es dependiendo del tipo de valiente. En definitiva nadie se atrevería a comer esa comida.

—Gracias por recordármelo, mi hermosa Jae —toma su celular y se lo pega al oído—. Nada que una llamada no solucione.

—¿En serio eres incapaz de cocinar? —reprocha Azrael.

—¡Se me quemó todo!

—Hasta el cerebro...

Veo un pote de Nutella en unos de los gabinetes más alto, los instintos de esa Jae que le encanta el chocolate despiertan. No quiero sonar obsesionada, mis ojos no pueden evitar fijarse en esa tentadora Nutella. Mi estómago ruge y mi boca se hace agua imaginando el delicioso sabor dulce y cremoso que se encuentra dentro. Me pongo de puntillas pero soy no logro alcanzarlo a menos a que me suba a un taburete. Más el brazo de alguien sube por encima de mi cabeza y toma el pote de chocolate antes de que yo pueda siquiera reaccionar.

—¿Todavía sigues enojada? —Muerde el lóbulo de mi oreja con toda la intención para que mi rostro enrojezca. Le funciona.

¡Hazte la indiferente, Jae!

—Yo no estoy enojada —Quiero escabullirme de él, sus brazos están a los costados de mi cuerpo lo que no permite mi huida—. ¿Podrías dejarme ir?

—¿Por qué haría eso?

—¡Invades mi privacidad personal!

—Quien diría que una boquita tan linda sería tan insoportable —pasa sus pulgares por mis labios.

Este chico quiere provocarme un paro cardíaco.

—Hello, hola, salut, ciao, como sea. ¿No se acuerdan que sigo aquí? —interrumpe Andrea—. Si quieren me puedo ir para que se metan mano con libertad...

Mis mejillas arden y recciono empujando a Azrael lejos para salir huyendo.

—¡No nos estábamos metiendo mano!

—Siento que estorbo...

—No me dejes con ese —envuelvo mis manos en su muñeca.

—Jae, Azrael no te va a comer.

Achico mis ojos, es un traidor. No dudó en dejarme sola con Azrael. Éste se sienta frente a la isla y toma una manzana del frutero para darle un gran mordisco.

—¿Qué quieres?

—De ti lo quiero todo, mariposa.

—Yo hablo en serio Azrael.

—¿Y quien ha dicho que yo no?

No sé qué es lo que quiere decir con tantas indirectas, o hasta donde quiere llegar con esto. Mantengo el contacto visual hasta que él mismo lo rompe, no sin antes haber apreciado el moretón que lleva más abajo de su labio, que se encuentra recrecido. ¿Se habrá metido en algún problema? Nunca se puede andar tranquilo. Busca las miles de maneras para mortificarme.

—¿Qué te sucedió?

—Nada —me corta.

—Azrael lo que sucedió...

—No importa, si no le diste importancia está bien.

—No es eso, solo que... nada.

¡No ves lo que te quiero decir!

Es tan bruto como para no darse cuenta.

Decido dejarlo solo en la cocina y unirme con Chiara y los chicos en la sala, juegan con una consola. Al menos ella y Andrea. Qué es él que va perdiendo. Me gusta su relación, no son nada pero mi amiga es feliz con él.

—Este juego está descompuesto —se queja.

—Descompuesto estás tú, que no sabes jugar.

Azrael sube escaleras arriba sin prestar atención a la lucha infantil de los dos rubios. Lo veo y me quedo en el sofá con la sensación de seguirlo.

—No hemos tenido tiempo para conocernos mejor —Renzo se ubica junto a mí.

—Ya sabes muchas cosas de mí, soy una chica común.

—A mí me interesa conocerte, chica común.

—Pues...

—¡Qué te jodan, Andrea! —Chiara grita, toma a fresita en sus brazos y se marcha dando zancadas.

Andrea rompe en carcajadas con los controles en sus manos.

—Solo le gusta ganar, es muy mala perdedora.

—Tú eres un tramposo —replica Renzo, yendo detrás de Chiara.

El rubio se encogió de hombros y me miró.

—¿Quieres acompañarme para arriba?

Azrael no regresaba y los dos hermanitos se habían ido. No sabía dónde se habían metido, nos dejaron solos, y no era que tuviera con que distraerme. Asentí. Caminamos por el pasillo donde pude visualizar una puerta entreabierta donde más allá una silueta movía algunas cosas, sé que es él, Azrael. No alcanzo a detallarlo porque subimos hasta la terraza.

Allí había unas sillas de mimbres, un par de mesas pequeñas y unas macetas con plantas. El sol empezaba a ocultarse y el cielo se teñía de tonos anaranjados, la ciudad entera se veía iluminada. Se escuchaba ruidos de autos, personas andar y la brisa golpear a los cristales.

—¿Qué música te gusta, corazón? —Le da unos golpecitos a una vieja radio para que encienda.

—Mi gusto es variado.

—Debe de haber una que te guste.

—Cualquiera de Raven Price.

Se gira a verme con una extraña sonrisa.

—¿De ella? ¿Te gustan sus canciones?

—¿Tiene algo de malo?

—No, para nada —A la final opta por desbloquear su celular y buscar en Spotify.

—Bien —murmuré, no muy convencida.

No se me daba bien entablar una conversación que durara menos de cinco segundos, luego me venían muchos temas de los que podía sacar pero me los reservaba. Era jodido ser así. Él seguía distraído tratando de arreglar esa radio que no tenía remedio, ya no daba para más. Me senté en una silla de mimbre, frente a él.

—¿Por qué no vives con tus papás? —curioseo.

—Me gusta vivir con libertades, con ellos no puedo.

—¿Libertades...?

—Si, de ese tipo que puedo tener una vida descontrolada sin tener que estar escuchando los sermones de mamá, ella cuando se pone modo pesada no hay quien la aguante.

—Asi son las madres, al menos la mayoría.

—Ajá —masculla—. Igual la quiero, solo qué siento que soy ese hijo problemático y eso me hace sentir menos a diferencia de mi hermano mayor.

—Sientes que ellos tienen preferencias.

—Algo, puede que sean ideas mías.

—¿Y como es Francia?

—Para mí es un verdadero infierno, solo como mi familia que es muy conocida. No podía salir sin que un guardaespaldas me estuviera cuidando las espaldas. Es molesto, no se tiene privacidad —ladeó un poco la cabeza—. Dejando eso de lado, ¿se puede saber que son Azrael y tú?

Parpadeo y me acomodo en la silla.

—Nada.

—¿Y Renzo?

—Nada.

—Sabes mi bella Jae, yo soy amigo de ambos y por cierta personita ellos están molestos, no se hablan y si lo hacen, es para pelear. Se ha creado una rivalidad.

Trago saliva. Paso un mechón de mi cabello detrás de mi oreja.

—A ti no te gusta Renzo —afirma—. Cuando se está enamorado se puede ver hasta por la estúpida manera de ver a esa persona. Te lo digo por mis padres, son tan... tan empalagosos que... eww.

—Andrea... —Achico mis ojos.

—Estas enculada por Azrael.

—¡Claro que no!

—Y él por ti, voy a tener que hacer el trabajo de Cupido para dejarlos solos.

—Él me odia, y yo a él.

—Se odiaban, cuando eran más chicos. Ahora no, ahora se comen con los ojos.

Resoplo con amargura.

Eso no es cierto. No porque me le quede viendo hasta el mínimo detalle de su personalidad quiere decir que me guste. Solo tengo curiosidad. Aunque, todavía no entiendo esas reacciones nerviosas que mi cuerpo experimenta cada que estamos cerca, solo no puedo evitarlo. Estoy confundida, debe ser eso. Confundo mis sentimientos de odio con... ¿atracción? Él me atrae.

El francés suelta una risita.

—¿De que te ríes?

—Voy a creerte. Bueno, voy hacer el intento de creerte. ¿Quieres algo de comer?

Vuelvo asentir. Baja a la cocina a buscar unos bocadillos y a los pocos minutos regresa con refrescos, distintos tipos de golosinas y papas fritas. Si, ya está súper comprobado. Las papas fritas son sus favoritas y más cuando no deja que tome ninguna. Se adueña de ellas como si se tratase de su propia vida.

Él debió de deducir mis pensamientos porque ladea sus labios en una sonrisa.

—No me juzgues, todos tenemos un vicio. El mío son las papas fritas.

—Tranquilo, aquí nadie juzga a nadie.

Me lanza un beso.

—Por eso te quiero, si Azrael y Renzo no se hubiesen enamorado de ti, te aseguro que yo sí.

—Supongo que... ¿gracias?

—De nada —responde con coquetería—. Yo soy de este tipo de chicos que solo se interesa en una sola chica, a pesar de que ésta le guste a otro —baja la voz.

Sabemos que esa chica es Chiara.

—Dale tiempo, acaba de salir de un noviazgo tóxico.

—No importa, no es como si fuera la primera vez que una chica juega conmigo —Nos quedamos en silencio, porque que se supone que debía de decir. ¿Lo siento? O ¿Encontrarás a alguien mejor? Él suspira—. No vale la pena recordarla, a ella no.

¿Ella...? ¿Hubo otra chica antes que Chiara?

—Esa chica no supo valorarte, puede que no sea Chiara pero si vendrá esa personita especial.

—Me fue infiel con mi primo —murmuró él, distraídamente—. Esas son unas de las razones por las que no quiero estar con mi familia.

—Nuestra familia es la misma que en ocasiones nos destruye.

—Jae, sé que apenas nos conocemos pero si he notado cositas en ti, muchas qué no deberían ser en una chica tan linda. Primero te la pasas triste —Intento abrir mi boca, él me calla—. Cuando tienes el contacto físico de cualquier chico se te nota incómoda, o simplemente lo evitas. No quiero sacar conclusiones rápidas... ¿Sucedió algo?

Mi cuerpo entre en tensión. No esperaba que hasta él se hubiese dado cuenta.

—Cómo te decías... las personas son malas.

Enarca una ceja.

—Si, son malas...

—Mi primo... —Un nudo se forma en mi garganta—... mi primo me hizo daño.

Me cacheteo mentalmente, soy una estúpida. Tomé el impulso de decírselo, ahora él se lo dirá a Azrael.

—No se lo digas a Azrael, por favor. Júralo.

—¿Qué te hizo?

—Júralo, Andrea —suplico.

—Esta bien, lo juro.

—Y no solo sucedió una vez... —aprieto mis puños sobre mi regazo—. Fueron tantas veces que perdí la cuenta.

—Jae...

—Solo era una niña, Andrea. Solo tenía seis años.

—¿Tus padres no hicieron nada?

—Se lo conté a mi madre, con mucho miedo porque él me amenazó. Igual lo hice, ella no me creyó. Nunca lo hizo. También quise contárselo a mi maestra, ella no fue ese día. Deduje que fue el mismo destino que no quería que nadie lo supiera. Me lo reservé hasta que no pude más y se lo confesé a Chiara a los doce años, en una pijamada en su casa.

Bajo la cabeza. Ya me encontraba llorando en silencio, con las lágrimas rodando por mis mejillas. Los labios me temblaban y quise que este martirio que llevaba dentro terminara. No podía escuchar mi propia voz, se perdía con mis llantos incesantes. Lo sentí rodear sus brazos y frotar mi espalda.

—Todo empezó una noche de Octubre, Carla salía de fiesta casi todos los días, los vecinos se dieron cuenta de esto, que al salir me dejaba sola en casa y le reclamaron. Preferiría que nunca le hubiesen reclamado nada, fue peor para mí. Ella le propuso a Niccoló que me cuidara y aceptó —Callo, el rubio me da mi espacio, no me presiona hasta que me animo para continuar—: Los primeros días fueron normales, él jugaba conmigo, bromeaba e incluso se ponía a charla hasta que el sueño nos ganaba. Después todo empeoró, mis días grises comenzaron cuando sus "juegos" iban de toqueteos y roces que no entendí hasta que pasó todo.

—Maudit chien —maldice en francés—. ¿Y tu jodida madre no te hizo caso?

—Ella le creyó a él.

Era desagradable recordarlo, le lloré y le pedí ayuda. Solo me golpeó. A una mujer así nunca se le debe de considerar una madre, porque hasta los mismos animalitos aman y cuidan a sus crías, en cambio, ella es un ser despreciable que no debió de haber existido.

Tengo que dejar de tener tanto odio.

Me va a consumir esa pequeña parte noble que aún conservo.

—Tu historia me recuerda mucho a la de mi madre, solo que a ella le sucedió algo similar con veintiún años.

—¿A ella...? —no podía ni pronunciarlo, me provocaba arcadas que otra chica fuera tocada sin su consentimiento.

Es horrible.

No se lo deseo a nadie.

Andrea bebió un trago largo de su soda y asintió.

—Fue un evento traumático, no solo la abusó sexualmente, sino que también mental. La secuestró por tres meses, hasta que lograron dar con ese tipo. Lo peor, es que era mi tío quien lo hizo.

—Dime que al menos está pagando.

—No, prefirió quitarse la vida antes que enfrentarse a la justicia.

—Qué injusto, ¿y ella como lo enfrentó?

—De la mejor manera, al principio no fue fácil pero ahora solo es un amargo recuerdo que ya no la atormenta —su mirada se dirije hasta el chico que caminaba a nuestra dirección—. El karma existe, no dejes que tu primo se salga con la suya.

Y se levantó a molestar a Azrael.

De nada sirve hacerlo pagar con la justicia si el mal ya está hecho. Las secuelas quedarán de por vida. Solo tengo que aprender a vivir con ello, y sé que si hablo no me creerán. Han pasado muchos años, solo me verán como esa chica que quiere llamar la atención.

La rompe hogares. Si se crea un escándalo su matrimonio se verá afectado.

Seguí con mi tormenta de pensamientos sin detenerme hasta que alcé la cara y lo tenía de frente. Su boca a centímetros de la mía. Pegué un respingo, echándome para atrás.

—Azra —balbuceo, nerviosa.

Sus labios se curvaron en una sonrisa coqueta que le quedaba perfecto con esa mirada picarona que solo le salía conmigo.

—No sabes cuánto me pone tu vocecita dulce.

Mis mejillas ardieron.

—Hugh...

—Sshh —susurra, pone su dedo encima de mis labios—. ¿Sigues odiándome?

—Te detesto.

Se inclina cerca a mi cuerpo, me voy echando más y más para atrás, hasta que mi espalda toca con el piso. Aprovecha la oportunidad para subirme encima para acortar las distancias, su respiración choca con mi piel que cosquillea por su contacto. No sé qué me sucede. Lo atraigo más cerca, quiero tocarlo, sentirlo. Mis dedos se hunde en las hebras de su cabello sedoso. Baja sus labios por mi cuello y me estremezco.

—¿Qué tanto me detesta, flaca?

—Lo suficiente como para querer golpearte.

—Mentirosa —canturrea—. A ti te encanta, así como yo he fantaseado con esto.

Trago saliva, la garganta se me ha puesto reseca.

—¿Con qué?

—Con tenerte así.

Jo-derrrrr.

—Jae, por favor...

—¿Qué quieres?

Conecta sus ojos con los míos mientras que sus manos se aferran a mi cintura.

—¿Puedo dibujarte...?

El corazón me late desbocado.

—S...si.

Su expresión maliciosa se transforma a una que ha conseguido lo que tanto quería.

—...desnuda —termina.

Cof, cof. Horario apto para todo público. A veces se me olvida. ¿Como están, mis amores? ¿Qué tal les pareció estás dobles actualizaciones?

¿Creen que Andrea le guarde el secreto a Jae? ¿O puede que vaya de chismosito y se lo diga a Azrael? Puede pasar.

Por cierto, la historia de los padres de Andrea fue unas de mis primeras historia aquí en Wattpad. Horita la mantengo en borradores, pero puede que la vuelva a subir para que se enamoren de su padre así como yo estoy de él, de Adrien. ¿No sé qué dicen?

Aquí se comenta que es lo que quieren que pase entre Azra y Jae:

Las leo <3

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