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~Capitulo 06~

*Aquí les traigo otro cap por dejar sus comentarios en el anterior, se lo ganaron*

|FIESTA SINÓNIMO DE PROBLEMAS|

Si ves una flor marchita no quiere decir que esté muriéndose, sino que puede estar pasando por un período de transición. Son un recordatorio de que incluso en los momentos más difíciles, hay esperanza y renovación. Así como las flores renacen en primavera, nosotros también podemos encontrar la fuerza para florecer.

—¿Estás segura que quieres ir para la fiesta?

—Si, Chiara. Te dije que sí.

—No quiero pensar que vas a ir obligada.

—Para nada, quiero ir. Quiero olvidar y despejar mi mente, aunque sea un rato.

Estaba tirada en su cama comiendo una galleta de chocolate mientras que Chiara sacaba de su armario vestidos para probarse, ninguno le gustaban. En mi opinión, todos le quedaban bien. Se le ajustaban a su curvas y realzaban su belleza natural. Chiara es de esas chicas que roba las miradas de cualquiera, independientemente si sea chico o chica.

—Creo que me llevaré el negro, ¿tú qué opinas?

—Todos te quedan bien, pero depende de tu comodidad.

—El negro será —concluye. Abre una gaveta y saca todo tipo de maquillajes, se sienta en su escritorio y empieza a buscar una tonalidad de acuerdo al color de nuestra piel hasta conseguir el ideal—. Sabes, Azrael se portó muy lindo.

—Estoy segura que su cerebro fue abducido por los alienígenas.

—¿Por qué te cuesta tanto aceptarlo? No siempre se tienen que tratar como perros y gatos. Viven en la misma casa, tienen que aprender a vivir en armonía.

—Lo dudo mucho.

—Jae, cambiando de tema, ¿por qué tuviste esa reacción cuando viste al nuevo director?

Me tenso.

—Si no quieres decírmelo, está bien. Puedes contar conmigo para lo que sea.

Mi mente vuelve a esa sala donde él hablaba. No puedo evitar sentir un nudo en el estómago al recordar su mirada fría y penetrante, no ha cambiado. No quiero preocupar a Chiara con mis preocupaciones, prefiero no decirle nada por el momento. Puede que Niccoló no me recuerde, han pasado doce años desde que fui adoptada por los Marchetti.

—Te quiero.

—Yo igual —sonríe—. Eres como esa hermana que mis padres no me dieron.

—Ya te pusiste sentimental.

—Soy buena actriz, merezco un Óscar.

—Quisieras ser actriz.

—Soñar no cuesta nada mi Jae.

Conozco a Chiara desde que tenía cinco años. Ambas íbamos al mismo jardín de niños, a ella la llevaba su papá, en cambio yo, me tenía que ir sola porque mis padres a esa hora de la mañana seguían dormidos. Ella era esa niña que desde un principio fue habladora y muy sociable, y cada que me veía no paraba de parlotear hasta por lo más mínimo.

—Ven, ahora toca maquillarte —dice. Me ubico frente al tocador. Ella ha tenido un talento innato para el maquillaje y cada vez que me arregla me siento como una estrella de cine—. Te voy a aplicar sombra rosa pálido, para que se vea natural.

—Chiara, ¿te puedo preguntar algo? —pregunto, cierro mis ojos y ella me maquilla.

—Si claro, pero deja de moverte por favor.

—Me da un poco de vergüenza —admito.

—No te voy a juzgar. Anda, dile a mami Chiara lo que te preocupa.

—¿Miami Chiara?

—Eres como mi pequeña hijita —bromea.

—Tonta —rio con mis mejillas rojas. Aclaro mi garganta y lo suelto—: ¿Como se hace una...? —No, no puedo. Me da mucha avergüenza.

—¿Una...?

Al notar mis mejillas rojas cae en cuenta. Abre su boca sorprendida, tanto que temo que se trague una mosca.

—¡¿Una mamada!? —chilla.

—¡Sshh! ¡No lo digas así que me da vergüenza!

—¡¿Quieres saber cómo se hace una mamada!?

—Dilo más alto para que te escuchen los vecinos.

—Perdón. Estoy... procesando.

—¿Y bien? —me inquieto.

—¿A quien le quieres hacer una mamada?

—¡A nadie! —exclamo—. Solo tengo curiosidad.

—¡¿Quien eres y qué has hecho con mi dulce y tierna Jae!?

Golpeo mi frente con la madera del tocador. No puedo con ella. Ahora me siento estúpida y más roja que un tomate.

—Bueno, Jae. Yo soy una experta en esto del sexo —alardea.

Hago una mueca se asco de solo pensar que ella y Dante...

—Y no se lo he hecho al idiota de Dante —aclara—. Fue a otro... Ehm... chico —ahora es ella la que está roja.

—¿Otro chico? ¿De qué me perdí?

—¡Solo fue una vez! ¿O dos? No, fueron tres —duda—. ¿O cuatro...? ¡Ya perdí la cuenta!

—Lo he notado.

—No fue nada del otro mundo, nosotros somos amigos.

—Vaya amigos —ironizo.

—¡Es amigo de mi hermano!

—Tu hermano tiene de amigos a Azrael y a... no... —digo al pillarlo—. ¿Fue con el francés?

—Jae, ¿esto no se trataba de ti?

—¿Fue con él?

—¡Sí, sí! ¿Algún problema? —cubre su rostro con sus manos.

—No, para nada —esbozo una sonrisita traviesa—. Hacen bonita pareja, a él si te lo acepto como novio.

—Ni siquiera me gusta —refunfuña.

—¿Y por qué le hiciste eso?

Eso, se llama mamada Jaelyn. Y se la hice porque... —se queda sin habla—. Porque... ¡Quería comprobar si era virgen!

—¿Solo por eso? —me burlo—. ¿Y lo era?

—No, me mintió el Imbécil —resopla—. En fin, ya vuelvo —Sale deprisa de la habitación y al cabo de unos segundos regresa con un plátano.

—¿Y ese plátano como para que es?

—Para enseñarte como volver loco a un chico con tus manos y boca, Jae.

Me sonrojo por décima vez.

—Mejor no me enseñes nada.

—¿En serio no quieres saber?

—No.

—Yo que quería ser tu profesora.

Miro la pantalla de mi celular. Mi teléfono se ha enciendo con la llegada de una notificación de un mensaje, es mi madre. Quiere saber el motivo por el cual escapé del instituto. Le respondo que me sentía mal y que me quedaré en casa de Chiara. De igual modo, llama:

—Hola, mamá —Pongo el móvil en altavoz.

—¿Qué te sucedió cielo? Me avisaron del instituto que no entraste a ninguna de las clases.

—No me sentía bien —vacilo un momento y me giro hacia la rubia—. ¿Puedo quedarme en casa de Chiara?

—Jaelyn —su tono suave a cambiado—. ¿Solo serán ustedes dos?

Intercambio una mirada confunda.

—Eh... sí. ¿Quien más puede estar con nosotras madre?

—Aurelio quiere hablar contigo, Jae. Apenas llegue mañana tendremos una conversación seria.

—¿He hecho algo malo?

—Tú no, cariño. Es... es Azrael. No soy quien para prohibirte tus amistades pero ese chico no se trae nada bueno, Jae. Puede ser peligroso que estés con él.

—¿Por qué?

—De eso queremos hablar contigo, puedes quedarte en casa de Chiara. Te cuidas, cariño.

Y cuelga.

No sé qué pensar sobre Azrael, mi madre nunca me ha prohibido que deje alguna amistad. Sin embargo, pensándolo bien, Azrael no es mi amigo. Así que no debería de afectarme.

Es lo mejor.

Ese chico es... es un piojoso.

Un pitufo piojoso.

—Azrael no es malo —expresa Chiara volviendo a retomar a maquillarme. Mi amiga suena tan convencida con lo del pelinegro y mi madre, en cambio, es todo lo contrario. Quisiera sacar mis propias conclusiones sobre ese chico, como es evidente nuestra relación es complicada para tener esa confianza y descubrir que hay detrás de esa frialdad con la que muchas veces me lastima—. Tienes que aprender a conocerlo mejor y comprenderlo. Azrael es un chico que actúa así por el problema con el que tiene que lidiar todos los días.

—¿Cual es ese problema? —titubeo antes de continuar. Trago saliva, incómoda. Muchas preguntas tengo y ninguna he podido responder—. Escuché a Aurelio la otra vez decirle que no quería que volvería a pasar lo mismo cuando tenía catorce años.

—Azrael intentó suicidarse.

Solo de enterarme se me arremolina un malestar en mi pecho.

—¿C-Como es posible?

—Sufre de depresión. Incluso tiene que tomar medicamentos para que su estado de ánimo se estabilice.

Mis ojos pican.

Yo no quiero llorar por ese feo.

Me trago mis lágrimas para conservar mi orgullo.

—Renzo dijo que cuando fue el entierro de la madre de Azrael, él no lloró, ni se mostró afectado —Chiara continua hablando—: Esto lo provoca sus medicamentos, que le impiden mostrar sus emociones de manera natural.

No puedo evitar sentirme mal por él.

Nuestras interacciones son complicadas hasta más no poder. No obstante, ahora entiendo que su frialdad no es más que una forma de protegerse a sí mismo, del dolor que lleva dentro. Tal vez, en el fondo, solo está buscando alguien que lo comprenda y lo acepte tal como es. Perdió a su madre y su padre no logra comprenderlo del todo.

Chiara termina de retocar mi maquillaje y me mira con ternura.

—No te pido que lo perdones de inmediato, ni que te hagas su mejor amiga. Solo intenta acercarte a él desde un lugar de comprensión. Puedes que descubras que detrás de esa máscara de hielo hay alguien que realmente te necesita.

—¿Cómo se puede arreglar un corazón roto?

—Con otro corazón roto —contesta ella—. Encaja tu mitad rota con otro que también lo esté y crearás un nuevo corazón, uno más fuerte, lleno de vida y colores.

Pasamos toda la tarde juntas, apenas la noche cae salimos de su casa. Es una noche estrellada que desprende un gran esplendor en el cielo. Escapamos por la ventana después de hacerle creer a su madre que nos íbamos a dormir temprano porque a la mañana siguiente teníamos clases. Renzo le envió un mensaje a Chiara con la ubicación de la fiesta, afuera un deportivo rojo descansaba mientras que un rubio con mechas azules estaba apoyado en él.

—Qué guapa —elogia, está tan embobado en mi amiga que un segundos más tarde nota mi presencia—. Oh, Jae. Mi hermosa Jae.

Chiara pone los ojos en blanco.

—¿Qué haces tú aquí? —espeta entre dientes.

—No voy a dejar que dos hermosas damas caminen solas por altas horas de la noche.

—Eres un acosador, de eso ya no me cabe dudas.

El francés se lleva una mano al pecho.

—¿Un acosador? Yo diría que un caballero.

—Ajá, ¿y como sabías que íbamos a la fiesta?

—Yo sé todo de ti, ma belle princesse —Lo último lo dice en francés y le guiña un ojo.

—¿Y también estará en la fiesta, Andrea? —le pregunto, haciéndome notar.

—Claro, este encanto tiene que estar presente.

—Ya no sé quién tiene más ego, si Azrael o tú —me lamento.

—Azrael me gana y por mucho —admite—. Yo sé que soy irresistible y que las chicas caen ante mi divinidad, pero tampoco lo ando diciendo a cada rato. En cambio Azrael, sí.

—¿Las chicas caen por ti? —Chiara se cruza de brazos—. Yo te he rechazado diez veces.

—La número once es la vencida, ya verás, encanto.

—Deja de llamarme encanto, Le Brun.

Niego divertida con la cabeza, nadie me quita la idea que ellos harían bonita pareja. Chiara le pasa por un lado al francés que sigue apoyado sobre su auto, éste la agarra del brazo y le roba un beso que la deja congelada. Hasta que reacciona y busca alzar la mano para golpearlo, él se la detiene en el aire con una expresión juguetona.

—¡Eres un idiota! ¿Cómo te atreves?

—Encanto, deja de enojarte conmigo. ¿Qué ejemplo le estamos dando a Jae?

—¡Te voy a patear las pelotas!

—Uy, mi chica tiene la boca muy sucia.

—¡¿Tu chica!? Tengo un novio.

—Gran cosa, lo mandas al diablo y te quedas conmigo. Con alguien que si te va amar de verdad y solo tendrá ojos para ti.

—¡Eres un...!

—¿Qué tal si nos marchamos? —intervengo.

—¿Lo ves? Nuestra hijita está de mi parte.

—¿A que edad me tuviste papá? —le sigo la corriente.

—A los dos años, porque eso es lo que nos lleva a ambas —masculla Chiara—. Dos estúpidos años.

—Dos años más de experiencia, encanto.

—¡Qué me dejes de llamar encanto!

—Apuesto a que tu noviecito nunca te ha puesto un apodo que supere el mío.

—Nunca le ha puesto uno.

—Jaelyn, ¿estás de parte mía o de este idiota con pelos rubios con azules?

—No me hagan elegir.

Andrea suelta a Chiara y se adentra en el auto, riendo. Mi amiga resopla y se sube en el asiento copiloto a seguir discutiendo con él, y yo me ubico en el asiento de atrás. Los observo divertida al verlos lazarse bromas entre sí. La rubia le golpea el hombro mientras que él le tira besos, algo que la enfurece.

Chiara dice que yo soy la ciega. Cuando pienso que es al revés.

Literal, el chico está babeando por ella y no lo quiere aceptar. Nunca estuve de acuerdo cuando se hizo novia de Dante, este chico me pareció desde un principio machista, tóxico y que quiere imponer sus reglas. No deja que Chiara brille, es como si odiara que ella sea independiente y exitosa. Siempre la menosprecia y la critica, tratando de controlar cada aspecto de su vida. Es triste ver cómo se ha dejado llevar por sus manipulaciones.

Y sé que ese chico no se trae nada bueno. Tengo que librar a mi amiga de él a como dé lugar.

Ella es tan hermosa, con ese vestido negro que resalta su piel bronceada y su cabello rubio. Es tan segura con su cuerpo, puede llevar cualquier descote en la espalda. Yo no puedo, me da pavor que vean mis cicatrices. Las odio porque me recuerdan de donde me sacaron los Marchetti. De ese infierno que nunca creí hallar salida.

Las palabras de Azrael me hicieron subir mis ánimos, pero no ocultaron mis miedos, éstos nunca se irán. Esperé a que se fuera y escogí para ir a la fiesta unos pantalones de cuero, una blusa de seda en combinación con unos botines oscuros. No quiero usar un vestido ceñido al cuerpo, no quiero que ningún chico me vea. Quiero ser invisible y que no me note, así estoy bien. Yo estoy bien.

—¿Y mi hermano donde está?

—Estuvo practicando con el equipo de hockey de su universidad.

—¿Renzo juega hockey sobre hielo? —pregunto.

—Mi hermanito le gusta mantenerse en forma, que mejor manera de hacerlo practicando ese deporte.

—Renzo no lo hace por eso —contradice el francés.

—Lo vas a conocer mejor que yo, que soy su hermana.

—Soy su amigo y vivo con él —le saca la lengua.

—Yo soy su hermanita.

—A su hermanita no le cuenta todo sus secretos.

Apoyo mi mejilla sobre la ventanilla y me hundo en mis pensamientos.

Andrea aparca el coche frente al club donde nos espera Renzo con sus manos metidas dentro de los bolsillos de su pantalones. Quisiera mentir y decir que no me he puesto nerviosa, pero lo estoy. Solo de verlo con su cabello oscuro revuelto con ese aire de chico rebelde, que desobedece todas las reglas una punzada inevitable me golpea mi vientre bajo. Medito antes de abrir la puerta y salir al exterior.

Chiara ha corrido y se ha lanzado a sus brazos.

—Te he extrañado inepto.

—Estas más grande que la última vez.

—¡Eres exagerado si solo han pasado tres días!

—Exacto —la apoya Andrea—, sigue igual de chaparra.

Fuerzo una sonrisa apenas sus ojos claros me ven.

—Hola, preciosa —saluda coqueto.

—Hola, Renzo.

—Deberíamos de entrar —Llega Azrael, interrumpiendo cualquier otro tipo de intercambio de palabras con el moreno.

Y pasa chocando su brazo con mi hombro.

Lo sigo con la mirada.

Ni siquiera se atrevió a verme a la cara. ¿Por qué será así? No entiendo a este chico, solo me confunde. Tampoco me entiendo a mí, «tú lo odias, recuérdalo». Con eso trato de olvidar la decepción de esperar un cumplido de su parte.

—Se está haciendo el desinteresado —escucho que Chiara le dice a su hermano que aprieta su mandíbula en respuesta.

Este club es uno de los más recurridos de aquí en Italia. Suele estar lleno de gente los fines de semana, especialmente los sábados por la noche. La música que se reproduce es de los éxitos más actuales hasta los clásicos de los años ochenta. Los que están en la pista se mueven al ritmo de la música, otros están en la barra esperando sus bebidas. Su decoración es al estilo gótico, algo que me encanta.  En los rincones oscuros se podían visualizar las siluetas de cuerpos que se movían encimas de otro, no quería saber porque hacen esos movimientos.

—¡Vamos a bailar! —grita Chiara, entrelazando su brazo con el mío.

Nos abrimos paso entre la multitud, la rubia moviendo sus caderas sensualmente. Algo me decía que era para provocar a cierto francés que estaba en la barra con los chicos, pero que no apartaba sus ojos de ella. Yo bailé a mi ritmo inexperto, ella subió sus brazos a mi cuello, era más alta que ella solo por unos centímetros.

—Alguien no te quita la mirada de encima —canturreó en mi oído.

Casi metido en la oscuridad se encontraba Azrael, que al percatarse que hablábamos de su persona, volteó indiferente hacia la chica que le coqueteaba, pero que él ignoraba.

—Hay muchas chicas por aquí —le resté importancia.

—Y no solo él te está mirando, mi hermano también lo hace —comentó, confundida—. Ahora que lo noto, ellos parecen que están peleados.

—Dejemos ese tema para otro día.

Ella me sonrió con esa alegría que la caracterizaba.

—Tienes razón, ¡vamos a disfrutar perra! —exclama, agitando sus brazos al aire.

Reí al unísono con ella.

Llegamos hasta la zona vip. Si, como leíste. Los chicos la habían reservado para nosotros esa noche. No pude evitar sentirme un poco intimidada al entrar en ese exclusivo espacio, rodeada de luces brillantes, música atronadora y gente elegante. Renzo y Andrea bebían unas bebidas alcohólica y dos chicas sentadas sobre sus piernas, Azrael estaba solo. Con una expresión seria en su rostro, y él no bebía. En su lugar tenía un vaso de refresco. A pesar de la música y la diversión que nos rodeaba, parecía estar en otro mundo.

En su mundo.

—Llegué yo —Chiara se le plantó enfrente a Andrea y a la chica—. Quítate.

—¿Chiara? —Renzo frunció el ceño—. ¿Qué diablos estás haciendo?

—Dile a esta pendeja que se quite.

—Yo no soy ninguna pendeja.

—Lo eres, por ser un pasatiempo.

—¿Un pasatiempo?

—Si, ¿te duele que te digan la verdad?

Y eso que solo llevaba encima dos copas de alcohol. No quería saber lo que será de ella si se bebe una botella entera.

El rubio se mordió el labio inferior y apartó a la chica.

Chiara lo tomó de la mano y entrelazó sus dedos.

—Vámonos.

—Hey, ¿para donde vas?

—A buscar un baño Renzo, no te voy a dar los detalles.

Así fue como quedé con los dos chicos que me ponían de los nervios.

Al menos Azrael mantenía su mirada clavada en su celular. Parecía triste.

Chiara me las va a pagar. No sé qué parte no entendió lo de dejarme sola.

—Quieres —Renzo me tendió un vaso de alcohol. Negué.

—Yo no bebo.

—Una vez en una ocasión no te hará daño.

—Bueno —Cogí el vaso y arrugué la cara, apenas el liquido caliente pasó por mi garganta. Empecé a toser, Renzo de inmediato frotó mi espalda.

—No era para que te lo bebiera en un solo trago, preciosa —río.

—Te dije que no bebo.

—¿Quieres bailar?

Me tambaleé a un lado, él me sostuvo de la cintura.

—Hugh, ¡a bailar! —nos dirigimos hacia el centro de la pista. Sus manos se aferraron a mi cintura con firmeza. Sus movimientos eran suaves y coordinados, como si bailar fuera algo natural para él. Me sentía segura en sus brazos, confiando en su guía mientras nos movíamos al compás de la música.

Bailé tres músicas más y me separé de él.

—Quiero ir al baño.

—¿Quieres que te acompañe? —me sonrojé—. Yo espero afuera —aclara.

—Yo puedo ir sola.

En eso visualicé a Chiara que le metía manos a el francés.

Yo no vi nada.

Qué horror, tendré que lavar mis ojos con vinagre para olvidar que vi a mi amiga en plena calentura.

Fui al baño lavé mi rostro e hice pis. Apenas salí una mano se enroscó en mi cuello y me estampó a la pared.

—Aqui estás perra.

Intento que me suelte, Dante aprieta su agarre, provocando que me falte el aire.

—Tu amiguita me acaba de cortar y quiero saber el motivo, maldita chismosa.

—Suel...tame —forcejeo con los ojos llorosos por falta de oxígeno.

—Hubieses pensado mejor antes de abrir tu boca. Ahora te vas a morir —saca un cuchillo.

No...

Mi interior me grita que levante mi rodilla y golpee su entrepierna.

No lo hago.

¿Saben por qué? El miedo me paraliza.

Por más que mi mente lucha, mi cuerpo no reacciona.

Levanta el cuchillo, quiero gritar. El dolor nunca llega, ya que un puño impacta contra la nariz de Dante. Él pierde el equilibrio y cae de bruces al suelo, con la nariz rota y ensangrentada.

—Atrévete a tocarla pedazo de mierda y te arrepentirás de haberlo hecho lo que te resta de tu jodida existencia.

—¡Azrael! —grito.

La sonrisa de Dante se hace más grande.

—¿He tocado tu punto débil Marchetti?

Cubro mi boca con mis manos cuando Azrael se sube encima de Dante y empieza a repartir golpes por su rostro. Es como si un animal salvaje se hubiese despertado y tomado el control de su cuerpo. No me gusta la violencia, el sonido de sus golpes chocando a la piel me aceleran el corazón. Esta cegado en ira y no hay nadie que me ayude a separarlos. Desesperada para que se detenga, rodeo mis brazos por detrás de su cintura.

—Para, Azra —suplico, mis lágrimas empapan su camisa.

Los músculos tensos de su cuerpo se van suavizando.

—Esto es lo más mínimo lo que te puedo llegar a hacer, Dante —le advierte—. Y si me he detenido es por ella, por mí te mando directo al hospital.

Sus dedos se clavan en mi cintura y nos dirige hasta la pista de baile.

—¿Qué demonios te pasa, Azrael? —farfullo enfadada.

—Solo te defendí de ese Imbécil.

—Podía defenderme sola.

—¿Y dejar que te lastimara?

—No te entiendo, primero me ignoras, luego me defiendes. ¿A qué estas jugando?

—Yo no te estaba ignorando, de haberlo hecho no te hubiese seguido.

—Cuando regresaste de California me ordenaste que no me acercara a ti, cumple esa petición tú mismo.

Pone los ojos en blanco, hastiado. Odio que sea así, con esos cambios tan repentinos en su forma de tratarme. Sus iris oscuros repasan mi vestimenta de arriba a abajo, delante de él, es como si estuviera desnuda. Así me siento horita, y no puedo evitarlo.

—¿Quieres que me aleje de ti? —Su voz suena apagada.

Noto las ojeras que se carga debajo de sus ojos, evidencia de sus noches de insomnio. Me preocupa, sin embargo, también me molesta su actitud distante.

—Es lo mejor, que mantengamos las distancias.

—Bien.

Empezó a Daylight de fondo.

—¿Mariposa?

Se inclinó y escondió su rostro en el hueco de mi cuello.

—¿E-eh?

—¿Sabes lo que pasa cuando juegas con fuego? —Dios santo, mi corazón late acelerado por el susurro de su voz ronca—, te quemas.

—¿Y-y por qué dices eso? —balbuceo.

Sus manos sujetan mi cintura, dominante. Pega su cuerpo con el mío y nos balancea a el ritmo de la música, estaba nerviosa y mi cuerpo temblaba. Sus caricias recorren mi espalda con suavidad, dejando un rastro de electricidad en su camino. Cierro los ojos y me dejo llevar por el vaivén de nuestros cuerpos, sintiendo cada nota de la melodía vibrar en mi interior.

Disfruto de la sensación de la fricción que genera nuestro acercamiento, me dejo llevar, por primera vez en mi vida dejaría de lado mis miedos, inquietudes y dudas. Y sólo disfrutaría. Le di la espalda y le bailé, contoneando las caderas. Sus brazos se aferraron a mi cintura por detrás y joder, su respiración era un desastre. Restregó su entrepierna muy peligrosamente por mi trasero. Mordí mi labio, tentada a más.

¿Esto estaba mal? ¿Jugaba con lo prohibido? No lo sabía.

—Oh, I love it and I hate it at the same time —Cantó a mi oído, en un tono sensual y ronco. La piel se me erizó y eché la cabeza sobre sus hombros—. You and I drink the poison from the same vine.

—Oh, I love it and I hate it at the same time —continué yo, volteándome para tenerlo de frente—. Hidin' all of our sins from the daylight.

—From the daylight, runnin' from the daylight —cantamos al unísono—. Oh, I love it and I hate it at the same time.

Esa noche canté, reí, bromeé con mis amigos y sobre todo, una parte muerta de mí de mi alma se sintió viva.

Más viva que nunca.

¡Holis, Holis! Uff, Azrael cantando con todo la parte de la indirecta: Oh, lo amo y lo odio al mismo tiempo.
Oh, I love it and I hate it at the same time. Amé esa parte.

Pregunta: ¿Qué harían si un chico les dedica una canción con una indirecta? ¿Se casan, o lo secuestran y se casan? Jaja.

¿Qué creen que pasaran en los próximos capítulos? Aquí tiene que haber drama.

¿Se imaginaron lo de Azrael? Qué tiene que tomar antidepresivos por lo de su depresión. En sí, todavía no se sabe muchas cositas de él. Lo poco que se sabe es por lo que Jaelyn observa.

*Las actualizaciones serán los Viernes y si puedo actualizar dos veces a la semana esperen también los Lunes*

Nos leemos en el próximos cap.

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