~Capitulo 05~
|EL PASADO REGRESA|
Si no dejas de ser oruga, nunca volarás. Si no estás dispuesto a dejar el entorno en el que creciste, nunca llegará a la cima. Aquello que estés dispuesto a dejar atrás determinará cuan lejos llegarás en la vida.
Como acabar con la paciencia de Jaelyn con tan solo tres simples pasos:
Paso uno: Qué te llames Azrael.
Paso dos: Que tu apellido sea Marchetti.
Pasó tres y no menos importante: Qué tengas complejo de idiota.
Así de fácil podrás acabar con mi paciencia.
Renzo nos vio y el muy estúpido de Azrael le respondió a su pregunta que estábamos en un momento íntimo. ¡Íntimo! De pareja. Le hizo creer que es mi novio, en serio a ese chico le hace falta un buen cerebro. Solo tiene dentro un maní y para acabar la pizza se nos quemó, ¿por culpa de quién? De Azrael.
¿De quién más puede ser? ¿De Tutankamon? No, mi ciela, es de Tutanrael.
Cuando llegamos a la casa él no paraba de reír, ¿adivinen qué otra vez? Se había olvidado las llaves. Fue tan frustrante tener que esperar afuera, mientras Azrael intentaba abrir la puerta con un clip. No pude evitar perder la paciencia y soltar un par de insultos. Pero bueno, al menos logró abrir la puerta después de unos eternos minutos.
Aurelio y mi madre dejaron una nota donde decía que habían salido a cenar.
A la mañana siguiente, cerré el casillero de un solo golpe, el metal mismo resonó por todo el pasillo donde circulaban los que estudiaban en mi instituto rumbo a sus clases. Chiara se situó a mi lado con una sonrisita traviesa, una sospechosa. Abrazaba sus cuadernos sobre su pecho mientras que algunos mechones de su cabello rubio le acariciaban su rostro.
—¿Adivina qué?
—No soy adivina.
—Le quitas la diversión a la vida —resopla—. Hoy hay una fiesta que no nos podemos perder.
—Qué tú no te puedes perder —recalco.
—Eres mi amiga —hace un puchero—. Anda no seas malita y acompáñame.
—¿No puedes ir con...? —callo.
—¿Con?
—Con nadie.
—¿Me vas acompañar?
—No puedo.
—¿No puedes o no quieres?
—Ambas.
—Me siento mal —presiona su estómago.
—¿Qué tienes? —la tomo del brazo.
—Mi amiga no me quiere acompañar para una fiesta, por eso me siento mal.
—Chiara, no me vas a convencer.
—Creo que me voy a desmayar...
—Eres chantajista.
—Ya veo una luz...
—¡Chiara!
—Fuiste una gran amiga...
—¿Donde es la fiesta?
—Será en un club, organizada por los chicos del equipo de hockey sobre hielo —da unos saltitos—, tenemos que ir.
—¿Tú no te sentías mal?
Se lleva una mano a la frente y la otra a la espalda.
—Voy a morir...
—Eres pésima mentirosa.
Me golpea con su mochila por la espalda.
—Soy una buena actriz.
—Como actriz te mueres de hambre.
—Tanta junta con Azrael te está envenenando el cerebro.
—Yo no me junto con Azrael, lo odio.
Bueno, él me odia.
—¿Te creo? —arquea una ceja—. Si me tuviste abandonada por estar con él.
—¡Solo fue un día, dramática!
—Encima conoces a sus amigos. Ahora que lo pienso, Azrael nunca ha dejado que ninguna chica se acerque demasiado a sus seres queridos —codea mis cosquillas—. Por qué contigo será diferente?
—Porque me odia.
—¡Por dios, Jaelyn! —exclama—. Eres más ciega que Ladybug y Cat noir.
—¿Todavía sigues viendo esa caricatura?
Se sonroja.
—Pues... ¡Yo no te juzgo que te gusten los unicornios!
Muchos voltean hacia nosotras.
—¿Qué? ¿Tengo un moco?
Me golpeo la frente.
—Y luego dices que Azrael es la mala influencia.
—Anda tú, que lo estás defendiendo.
—¡Yo no lo estoy defendiendo!
—¿Sus amigos son guapos?
—Tú y ellos comparten la misma neurona, te van a caer bien.
—¡Ya los quiero conocer! Seguro y uno de ellos es mi futuro esposo.
—¿Ya terminaste con Dante?
Niega con lentitud.
El ambiente pacífico entre nosotras se ha tornado tenso.
—Mi madre dijo que no lo dejara, que él es un buen chico.
Mis músculos se contraen.
—¿Lo amas?
Sus ojos se cristalizan.
—No lo amo, siento que me estoy asfixiando en esta relación.
—Chiara, yo vi a tu madre y a Dante...
No pude acabar, tuve que callar justo en el momento cuando iba a decir lo que tanto llevaba días atormentándome. Llegó él, como por arte de magia. Abrazó a Chiara por detrás de su espalda, dejando un casto beso en la coronilla de su cabeza mientras que nuestros ojos conectaron en una clara advertencia silencia. «Por tu bien, mantén la boca cerrada». Yo no lo tenía miedo, no dejaría que él me dominara. Tengo a una familia que movería cielo y tierra para encerrarlo en la cárcel por años, por si atenta contra mi vida.
—Hola, mi amor —la toma con brusquedad por su barbilla para besarla—. ¿Qué hablaban?
—Lo imbécil que eres.
Sus labios se curvan en una mueca de desagrado.
—Qué graciosita, Julieta.
—No soy Julieta, Soy Jaelyn y no debería darte gracia, es la verdad.
—Jae... —murmura Chiara—, por favor...
—Chiara no se atrevería a hablar mal de mí.
—Ella no, yo sí.
—Tú solo eres una maldita traumada.
—Lo dice él que desayuna, almuerza y cena pollas.
No me gustaba ser grosera, más este chico sacaba lo peor de mí.
No, metiraaaaa, Azra es quien saca lo peor de mí.
Levanta su mano al aire para golpearme. Me encogí, no por miedo sino porque un recuerdo que mantenía dormido se despertó. Uno donde mi padre alzaba un látigo y me golpeaba por la espalda. Dolor, mucho dolor es lo que se podría definir mi martirio con mis padres biológicos. En cierta parte le agradezco al destino por la segunda oportunidad que me otorgó.
Dante baja su mano, consciente de que hay muchos ojos puestos sobre él.
—Eres graciosa.
—Solo atrévete a golpearme y te saco los ojos.
—Quiero verlo —lame sus labios, burlón—. Quiero ver si eres capaz.
De pronto, una voz proveniente de los megáfonos retumbó en el pasillo. Así fue como Chiara entrelazó su brazo con el mío y nos dirigimos hacia la sala donde le iban a dar la bienvenida al nuevo director, nos ubicamos en unas de las primeras filas a esperar. La rubia pinchó más de tres veces mi mejilla cuando la apoyaba en su hombro. La fulminé y ella amplió su sonrisa de angelito.
—No te quedes dormida, luego me tiras tus babas.
—Tengo sueño —me limito a decir, estiro mis brazos y bostezo—. Anoche no pude dormir pensando.
—¿En quien? —suavizó su voz muy pícara.
—En cómo destruir el mundo.
—Jae, contigo nunca tengo una conversación seria.
—En eso se basa mi vida, cero seriedad.
—Recuerdo que cuando eras niña y vivías con tus padres biológicos no eras así.
Mi humor muere en ese instante. No obstante, la rubia no parece notarlo y continua:
—Una vez empezaste a vivir con los Marchetti cambiaste para bien. Pienso que Azrael tiene como un virus que te daña el cerebro y te ha contagiado con esa anomalía.
—¿Podemos dejar de hablar de ese engendro repugnante?
—Si Azrael estuviera aquí te hubiese dicho querrás decir esta hermosura encantadora.
—¿Cómo conoces a Azrael tan bien?
—Es el amigo de mi hermano.
—¿Tu hermano?
—Si, Jae. ¿No recuerdas que tengo un hermano que se fue a estudiar al extranjero? Ese es Renzo, mi hermano.
Juraba que lo conocía de alguna parte... lo que no recordaba era de donde. Tienen mucho parecido, seguro a eso se debe mi nerviosismo con él, ¿no? Es el hermano de mi mejor amiga, se fue a estudiar al extranjero a sus catorce años y volvió siete años después. Olvidé su rostro por completo, pero algo me dice que Renzo no olvidó el mío.
—¿Tú eres la loca que le puso de nombre Fresita a esa cachorrita?
—¡¿A que no es genial!?
—Es pésimo.
Chiara fue abrir su boca, viéndose interrumpida por el micrófono desde el escenario. La subdirectora lo sostenía dando la bienvenida a todos y informando que el motivo por el cual nos pidió que nos reuniéramos ahí era para que conociéramos al nuevo director. Ya que el anterior fue transferido a otro instituto.
—Muy buenos días mis estudiantes —habló la subdirectora—. Hoy es un día especial, ya que tenemos el honor de darle la bienvenida a nuestro nuevo director. Quiero que todos le den una calurosa recepción y que le demuestren el respeto y la colaboración que merece.
—Ni que fuera el presidente —murmuro.
—Dicen que está guapo —dice la rubia y explota su pompa de mascar—, y joven.
—¿Ya lo viste?
—Nop. Solo te cuento lo que escuché en el baño cuando me maquillaba.
Aplausos y vítores llenaron la sala al subir el escenario el nuevo director. No sé en qué momento empezó a hablar por el micrófono, con un traje tan pulcro y tan impecable. Yo solo, solo seguía consternada. Con un nudo en la garganta y mi corazón apretado. Era él... ¡Él! Vino por mí, me va a volver a dañar.
No quería seguir ahí.
Una sensación frívola me abrazó todas mis extremidades de pies a cabeza. Nos obligaron a ponernos de pies por un breve instante, fue cuando mis piernas temblaban y no querían reaccionar. Y lo odiaba, odiaba sentir vulnerabilidad. Apreté mis ojos y quise esquivar todas esas imágenes que se proyectaban en mi mente como si fuera una película.
No por favor...
¿Qué es lo peor que te puede suceder? Ver a la persona que te lastimó en el pasado hasta dejarte un trauma de por vida. Él se veía muy feliz, hablando con tanta carisma. Las chicas de mi curso y otras de cursos menores cuchicheaban de lo guapo y atractivo que es.
Es Niccolò.
Mi primo.
El pasado ha llegado a mí.
—Jae, cariño, ¿estás bien? —Chiara abanica mi rostro con sus manos—. Estás pálida, vamos para la enfermería si te sientes mal.
—No... —mi voz apenas sale audible—. No...
Mi garganta se obstruyó, impidiendo el paso a mi salida. Mi respiración se atascó en mis pulmones y entreabrí mis labios para coger aire. Lágrimas gruesas mojaron mis mejillas. Me vi en esa niña de seis años que lloraba por las noches y se abrazaba sus rodillas porque nadie le creía lo que le hacia su primo. Nadie. Tenía mucho miedo. Una vez le conté a mi madre, Carla Greco y ella solo me jaloneó del cabello y me soltó una bofetada que ardió por mi piel.
—¡Eres mentirosa! —enloquece y empieza lanzar todos los platos de vidrio al suelo, éstos se hacen añicos y cortan mis pies—. Solo lo dices para verme pelear con tu padre. ¡Eres mala Jaelyn, eres mala! Nadie te va a querer nunca.
—Mami... —lloré—... ¿tú sí me quieres?
—Por eso lo digo, yo te odio. Si tu madre te odia, todos te van a odiar.
La cabeza me dio vueltas.
No podía respirar bien.
—Hoy te quedarás con Niccolò.
Jugaba con mis Barbies y de una se resbalaron de mis manos. Me levanté del piso y sacudí mi vestido de florecitas.
—¿Para donde vas, mami?
—Ay, que niña tan molesta —farfulla. Deja de aplicarse el labial y me mira con una ceja enarcada—. No tengo que darte explicaciones a ti. Entiéndelo, Jaelyn.
—Si vas a salir puedo quedarme sola, sé que no tengo que abrirle la puerta a nadie y...
—Mira, niña —exhala, frustrada—. Ya mi paciencia se está acabando, te quedarás con tu primo y punto.
—No, por favor —supliqué, abrazándola por una pierna—. No me dejes con él.
Demasiado tarde, él entró silbando por la puerta. Mi madre le tendió las llaves de la casa y le dio algunas instrucciones por si ella se quedaba a dormir fuera.
Mi padre era alcohólico.
Mi madre consumía sustancias ilícitas.
Mi padre golpeaba a mi madre, y ella cuando él no estaba metía hombres a la casa. Ellos por suerte nunca me hicieron daño, es más, hasta me llegué a encariñar con más de uno porque me compraban helado y juguetes.
No obstante, Niccolò...
Él es malo.
—Hola, coniglietta.
No... yo sabía lo que él me haría apenas mamá abandonara la casa.
Yo solo era una niña.
Yo no quería ser fuerte...
El miedo, los recuerdos, y la desesperación por si llega a volverse realidad me quemaba el pecho. La herida que creí cubierto se ha abierto y está sangrando. Habían pasado años desde que perdí contacto con él, no puede ser casualidad que esté en este instituto como director. Él ha estado persiguiéndome. Si, debe ser eso.
Yo ya no puedo.
Salí de allí corriendo, empujando a todos los que se me cruzaban en mi camino. Recibí más de una maldición, pero no me importó. Escuché a Chiara llamándome, no me detuve hasta encerrarme en la habitación del conserje. Le tiré la puerta en su cara y le puse pestillo. Abracé mis piernas y me hice un ovillo.
—Jae —grita desde el otro lado—. Jae, por favor abre la puerta.
Mi cuerpo se estremeció por un inesperado escalofrío. Mi frente y mis manos las tenía sudorosas y temblaba inconscientemente. Deshice los primeros botones de mi camisa escolar porque no podía respirar, sostuve mi cuello y inhalé aire, aún así no podía respirar.
—Jae, no sé qué te pasa pero me estás preocupando. Por favor sal, no me hagas llamar a el director para que...
—¡No! ¡No! ¡A él no!
—Sal, cariño. ¡Me vas hacer llorar de la preocupación, Jae!
Los latidos fuertes en mis oídos zumbaban. Los mareos me atacaron, levanté mi brazo izquierdo y después el derecho y observo las marcas de mi ataque anterior. Las heridas han sanado, pero el dolor sigue muy presente. Ni siquiera todas esas cortadas puede aliviar el dolor que llevo dentro.
Tal vez Carla si tuvo razón y nadie me quiere.
Nadie me quiere.
Ni yo misma me quiero. Si me quisiera no me hiciera daño, no lastimaría mi cuerpo como lo hago.
Mi mochila quedó escondida detrás de una cubeta, llegó ahí cuando la lancé al entrar. Caminé a ella con mis pasos tambaleante. Con mi campo de visión aún nublado por las lágrimas, rebusqué en su interior; encontrando una navaja.
Ya no quiero sufrir más.
Vi la punta filosa, está vez no me cortaría para lastimarme. Lo haría para acabar conmigo.
Tragué grueso, si fallecía no le haría falta a nadie. Soy invisible, solo soy un estorbo en este mundo.
Presioné la punta en mi piel, un hilo de sangre brotó y se deslizó hasta manchar el piso.
Mordí mi labio inferior con tanta rabia que también me lo rompí.
—Jaelyn —la puerta la empezaron a golpear, mucho más fuerte—. Abre la puerta, Jaelyn.
—¡Vete! —le grito—. ¡Vete Azrael!
No sé cómo demonios llegó, se supone que él debería de estar en la universidad.
—Ábreme la puerta —forcejeó con la cerradura—. Abre la puerta si no quieres que la tire de una patada.
—¡Quiero estar sola!
—¡No me voy a ir hasta que abras la puta puerta!
—Tengo mucho miedo —la respiración se me ha trabado—. No puedo respirar... no puedo...
—Estas teniendo un ataque de pánico. Piensas en cosas bonitas, mariposa. Tú eres fuerte.
—Y-Yo no soy fuerte —sollozo.
—Seamos fuertes juntos, farfalla.
Solté la navaja de mis manos.
La desesperación corre en mi interior, mi espalda se apoya contra la pared y me voy deslizando. Sé que para muchos soy una chica débil que no sabe enfrentar sus problemas y que la única solución que encuentro es llorar. Lo que no entienden es que estoy aterrada, necesitaba cerrar mis ojos y no volver abrirlos más.
—Voy a tumbar la puerta —lo escuché decir.
No lo hizo. Abrí la puerta.
—Sácame de aquí —lloriqueo, él sostuvo mi rostro entre sus manos y suspira aliviado.
—¿Qué pensabas hacer, tonta?
—Acabar con mi vida, ¿para qué seguir viviendo?
—Jae... —murmura Chiara, dolida.
—Si acabas con tu vida estás acabando con la mía también —confiesa él—. A quien voy a molestar con mi hermosura, dime.
Chiara que estaba hecha un mar de lagrimas suelta una risotada.
—Íbamos tan bien, matas el romance Azrael.
Se agachó y me cogió de las piernas, alzándome en sus brazos, escondí mi rostro en el hueco de su cuello mientras que Chiara me quitaba la mochila y me apartaba algunas hebras de cabello de mi rostro humedecido por las lágrimas.
—Si quieren vamos para mi casa —propone la rubia—. Mi madre ahorita no está y allí puedo prepararle un té caliente a Jae.
El chico malo asiente.
Sus largos dedos toman mi brazo.
—¿Te estabas cortando otra vez? —reprocha. Apesar de sonar molesto, se le nota cierto destello de preocupación en sus ojos.
Él me tiene lástima.
Qué estúpida eres Jaelyn.
—Yo... —aclaro mi garganta—. Deja de molestar.
El transcurso a la casa de Chiara no es muy lejos, llegamos en menos de quince minutos. Ella abrió la puerta y entramos al interior. Solo vivía con su madre en una casa moderna pero cómoda.
—Pueden subir a mi habitación. Yo iré a prepararle el té a Jae —pronuncia, retirándose a la cocina.
—Ya puedes bajarme —mascullo, hace el ademán de soltarme desde lo alto y me aferro a su cabello—. ¡Con delicadeza!
—¿Te gusta suave?
—Me gusta rudo -abro mis ojos de la vergüenza, dándome cuenta de la imprudencia que cometí—. Quiero decir...
—Ah, bueno —me suelta y caigo de culo al suelo.
—¡Te dije suave!
—A ti te gusta rudo cosita pecadora.
—¡Yo no me refería a eso!
Dentro de mi cabeza todas las minis Jae se golpean la frente al mismo tiempo.
Gente, ya está comprobado, soy estúpida.
—¿Y a que te referías? —Me apresiona con su cuerpo, logro escabullirme por debajo de sus brazos.
—A nada idiota.
—La propuesta de tú y yo, cero ropa y mucho sexo sigue en pie.
—La propuesta de golpearte también sigue en pie —frunzo el ceño—. Según recuerdo, tú me odias. ¿Por qué quieres acostarte conmigo?
—Una cosa es odiarte, otra es desearte.
—Oigan chicos creí que estaban esperando en mi habitación —Chiara me pasa la taza de té caliente.
—Azrael es un idiota —bufo.
—Un guapote dijo, solo se confundió.
—Yo no confundo verdades.
—En fin, la envidia —se pasea por la sala—. Tanta belleza como que me está haciendo mal. Soy tan bello que un día temo que me secuestren porque los enamoré.
—Pobrecito, él cree que es bonito.
—Pobrecita, ella cree que es alta.
—Yo soy alta.
Al menos era la más alta de mi curso.
—Alta en Minion.
Chiara nos conduce a su habitación. Empieza a sacar de su closets varios vestidos de fiestas, me tiende uno de color rojo intenso.
De inmediato se lo devuelvo.
—¿Para que es eso?
—Para la fiesta, tienes que ir preciosa.
—Uff, que difícil es eso —fulmino al pelinegro que está parado en el marcos de la puerta—. Aquí el único bello soy yo.
Me quito mi zapato y se lo lanzo, fallo.
Él me reta con sus burlas, me saco el otro y se lo pego en la frente.
—¡Ay, estúpida!
—Jae, este vestido te quedará hermoso —insiste la rubia.
Dudo.
—No lo creo, Chiara. Ese vestido es... mucho para mí. No me quedará bien.
—Ponte el vestido, Jaelyn —ordena Azrael.
Era de ese tipo de chicas que vivía con inseguridades sobre su físico. A veces me sentía muy flaca, otras muy gorda. No poseía curvas ni pechos grandes, un vestido así no me quedaba bien. Seria como una tabla dentro de una bolsa. Buenooo, puede que exagere un poco.
—No tengo buenas curvas para presumirlo, y yo...
—¿Estás demente? Dudas de lo hermosa que eres —Azrael toma el vestido y me lo vuelve a pasar—. Úsalo, te quedaría muy bonito y combina con el color hazel de tus ojos.
—Volviste a llamarme hermosa —susurro con un nudo en la garganta.
—Lo eres —afirma.
Titubeo a la hora de probarlo, finalmente tomo el vestido rojo de sus manos y me dirijo hacia el baño para probármelo. Mientras me cambio, no puedo evitar cuestionar mis propias inseguridades. ¿Por qué me preocupo tanto por mi apariencia física? Debería de tratar de disfrutar y dejar atrás mis preocupaciones superficiales.
Salgo del baño y me encuentro con las miradas expectantes de Chiara y Azrael. Los ojos de mi amiga se iluminan al verme.
En cambio Azrael se mantiene inexpresivo.
Puede sonar ridículo, pero quiero saber que piensa sobre mí.
—¿Cómo luzco?
—Bellísima —masculla, paso un mechón detrás de mi oreja y sonrío tímida—. Eres hermosa con o sin imperfecciones.
—¿Tengo imperfecciones?
—Todos lo tenemos y eso es lo que nos hace ser únicos.
—Gracias.
—¿Por qué agradeces?
—Por hacerme sentir bonita.
Por primera vez en mucho tiempo, me siento hermosa y segura de mí misma y todo era gracias al idiota llamado Azrael.
¡Hola, mis amores! Otro cap de estos dos. Se supone que en esta parte tendría que ser la de la fiesta pero lo dejé para el otro capítulo, jeje.
¿Qué piensan sobre el comportamiento que tuvo Jae cuando vio a su primo, Niccolò?
Pregunta por curiosidad: ¿Les gustan los libros con o sin detalles? 👀
Espacio dedicado para que descarguen su furia contra Niccolò y Dante:
Si les están gustando la historia me serviría de ayuda que la compartan, comenten y voten. Siempre leo sus comentarios y eso me hace feliz el saber que piensan sobre la historia, aún así sea para funar a Azrael, jajaja.
Otra pregunta: Qué día recomiendan mejor para que actualice la historia, ¿los Lunes o los Viernes?
*Si le dan amor a este cap con sus comentarios puede que actualice en esta misma semana, sino lo dejamos para la que viene*
Besos y abrazos, las leo <3
Lo que Azrael lee horita:
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