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~Capitulo 04~

N/A: ¡Holis, mis amores! En este cap sale un personaje masculino llamado «Andrea», sé que para muchos es un nombre de chica, pero en Italia es normal que se utilice en los hombres.

|NUEVOS AMIGOS|

El hacernos fuertes nos destruye. Ser fuerte no es que te digan algo y hacer que no te importa, o que estés en una situación apretada y solo mantenerte inexpresivo, aguantando el mar de lagrimas que quieres dejar escapar.

Ser fuerte es aceptar la herida que te esta rompiendo, aceptar que te sientes solo y que necesitas un abrazo para sentirte segura y tranquila.

Yo, en lo personal, no quería ser fuerte... porque tendría que dejar de fingir y mi máscara caería y mi vulnerabilidad me terminará ahogando.

Quedé atónita, en estado de shock, ¿él había visto mis...? Me negaba a creerlo. Yo había sido cuidadosa, al menos en eso lo pensé que lo era. La rabia y la desesperación apretaron mi pecho. No podía simplemente llegar y preguntar así como si nada pasara, él no entendía nada y tampoco tenía el derecho para hacerlo. ¿Quien se creía que era? No éramos amigos, él me odiaba y yo, aún más. Eso no cambiará de la noche a la mañana solo porque me hable bonito.

—Eso no es problema tuyo —espeté.

—No tengo idea porque lo haces, pero te estás lastimando, no lo sigas haciendo.

—¿Ahora te preocupa mi bienestar? —rio sarcástica—. Ni tú mismo te lo crees.

—No te pongas a la defensiva yo solo quiero ayudarte.

—¿Ayudarme? ¿Dices que quieres ayudarme? ¡¿En serio!? Intenta reventar un vaso de cristal y y ponle remiendo.

—Eso no se puede, no serviría.

—Exacto. De nada sirve querer ayudarme horita. Si cuando necesitaba esa ayuda me trataste como una basura.

—Jae... —murmura, ¿dolido? No, él no tiene sentimiento.

—Ya terminamos, ahora vamos para la casa.

Él no se movió, sino que, tiró de mi cuerpo y me abrazó.

—¿Q-Que haces, idiota?

—No hay mejor remedio que el amor de alguien a quien le importas.

Abrí la boca y las palabras se quedaron suspendidas dentro de mi interior.

—Ahora sí —pronuncia, separándose—, vamonos.

Abro la puerta de su auto y me sumerjo en él, consternada. Abrocho mi cinturón y Azrael me echa una miradita con sus cejas fruncidas y gira el volante. Salimos del vecindario donde vive Dante pero en vez de tomar la ruta para nuestro hogar se desvía hacia otra calle, y me levanto de un salto. ¡¿Piensa secuestrarme!? ¿Para donde me lleva este loco? Por eso nunca debí de confiar, menos en él, tanta calma era muy sospechosa entre nosotros.

—¿Para donde me llevas?

—No puedo llegar así para la mansión —señala su vestimenta—. Soy un desastre, parezco un...

—Pitufo.

—Deja de llamarme pitufo.

—¿Y para donde vamos?

—A ti a venderte al mejor postor, y yo...

—¡Azrael!

—Es mentira —sus labios se curvan en una sonrisita traviesa—, te voy a vender al mercado negro, a ver cuánto me dan por qué eres tan fastidiosa.

—Si sigues diciendo que me vas a vender juro qué...

—Si te vendo me regresan la mercancía el mismo día, nadie más que yo te soporta.

—Yo soy la que tengo que soportarte.

—¿Y que tienes que soportar sobre mí?

—Tus estupideces.

—Será mi hermosura, la envidia te está matando.

—Quisieras —resoplo.

—Quisieras que fuera tu novio —contraataca.

—Sueña.

—Que te hago muchas cosas indecentes.

—Idiota.

—Tu mamá.

—¡Ya! —chillo—. Me tienes harta.

—No más que tú a mí.

Aparca frente a una casa moderna con un cercado de enrejados blancos, bajamos y Azrael coge una cubeta que está en el jardín y la llena de agua hasta por la mitad. Miro este otro vecindario, es muy pacífico con sus casas con la bandera de nuestro país colgada en lo alto y tienen muchas flores, donde las mariposas revolotean recolectando su néctar. Una perrita pequeña recibe a el pelinegro alegremente, moviendo su colita peluda mientras se pasea entre sus pies, él le acaricia sus orejas y ella lame sus dedos.

El chico malo si tiene corazón.

—¿Cómo se llama?

—Fresita.

—Qué nombre tan... cursi.

—Ese es el nombre que le puso la hermana de Renzo.

—Veo que le tienes cariño.

—Es mi demonia.

—No me sorprendo porque la llamas así.

La perrita me olfatea y luego vuelve a mover su colita y ladra feliz, Azrael abre la puerta con mucho cuidado y una vez estamos dentro escuchamos el sonido de risas masculinas. Son dos chicos que están sentados en el sofá mientas la pantalla del televisor refleja un partido de fútbol. Comenta entre ellos sobre lo que están viendo y cuando lo que supongo que su equipo mete el golf y ambos se levantan para celebrar, Azrael les tira encima la cubeta de agua.

—¡Golf! —grita éste.

—¡Joder! ¡Serás imbécil! —El moreno salta el sofá para empezar a perseguirlo.

El otro chico, el de cabello rubio platino con mechas azules se me queda viendo.

—Hola —saludo, incómoda.

—Hola...

No sé quién está más incómodo, si él que está mojado por culpa de Azrael o yo, que soy una extraña invadiendo su hogar.

—¡Oye, Andrea ayúdame a sacar a Azrael de tu habitación! ¿Puedes creerlo? ¡Se escondió en el baño!

Y se detiene a mitad de los peldaños, me sonrojo y él me sonríe coqueto. Juguetea con el piercing que tiene en su labio, ubicándose al lado del tal Andrea.

—¿Y tú eres preciosa?

—Es la hermana de Azrael —le susurra Andrea cómo si fuera un gran secreto.

—No soy su hermana.

—Exacto —me apoya—. No te gusta que te llamen por ese argumento.

—Asi es.

—Me llamo Renzo, ¿y tú?

—No, yo no me llamo así —balbuceo, nerviosa.

—No, preciosa, ¿cual es tu nombre? —ríe divertido.

—Ah, eso —sentí mis mejillas arder—. Jae... Jaelyn... Mar...

—¿Jaelyn Mar?

—No, no. Solo Jaelyn Marchetti.

—Es un gusto, pecosa —besa el dorso de mi mano.

—Siento que interrumpo algo.

—Cállate, tarado —Renzo empuja a Andrea al sofá.

—Venga, chica siéntate —dice Andrea, palpando el sofá. Ahora toda timidez que poseía segundos atrás ha desaparecido por una aptitud confiada.

Ahora que lo escucho mejor, Andrea al hablar arrastra por demás ciertas palabras y se afinca en unas que no debe; tiene un acento francés.

Él es francés, un francesito.

Voy a sentarme a su lado, o hago el ademán de hacerlo cuando alguien tira de mi brazo, provocando que pierda el equilibrio y sus manos se vayan a mi cintura. Abro la boca para decir algo pero al ver que la persona que me sostiene no es nada más que Renzo mi cara de inmediato se calienta, no entiendo mi nerviosismo con él. No puedo evitarlo, mi cuerpo reacciona de manera involuntaria y mi corazón late acelerado.

—Ehhh...

—Perdón —su voz sale atropellada como si se sintiera avergonzado. Aparta sus manos de mi cintura y rasca su nuca—, no quise tirarte así, soy un brusco —Esto último se lo dice así mismo.

—Hey —Andrea se entremete en medio de ambos—. ¿Y yo qué?

—¿Tú qué de qué, idiota?

—Yo tengo hambre.

—¿Qué con eso?

—Quiero que cocines algo.

Cubro mi boca para no reír, el rubio platino hasta suena indignado.

—Renzo, quedamos que hoy cocinas tú.

—¿Ustedes viven juntos? —curioseo.

—Si, somos marido y mujer. Renzo es la mujer.

—¿Y Azrael?

—Azrael es el huerfanito.

—¡No! Azrael es como nuestro hijito, Renzo. No te metas con el niño.

—¿Ustedes son...?

—No —exclama espantado el moreno—. Ni de coña.

—Si lo fuéramos, seríamos una sexy pareja de homosexuales.

—Andrea le hacen falta todas sus neuronas, te vas acostumbrar.

—Se ve que Andrea tiene más cerebro que Azrael —digo y ambos chicos estallan en carcajadas.

¿Qué dije de gracioso? Es la realidad.

—¡Al fin alguien que me comprende! Me caes bien, chica —besa mi frente. No obstante, la  mano de Renzo limpia mi piel donde los labios del rubio se posaron.

—Su boca tiene gérmenes.

—Y tú te tiras pedos.

—¡Eso es mentira! Tú hablas dormido y llenas tus almohadas de saliva.

—Eww —arrugo la nariz—, basta de confesiones.

—Compórtate, tarado. Estamos frente a una dama, una dama muy preciosa —me guiña un ojo.

Admito que empezaba a ponerme nerviosa, bajo mi mirada a mis dedos porque si lo sigo enfocado seré muy obvia. Jugueteo con mis manos con torpeza cuando Azrael baja los escalones con su cabello húmedo y trae puesta ropa limpia. Ya no queda rastro de la pintura azul y del desastre de la broma que hicimos. Su expresión indescifrable me golpea cuando pasea sus orbes oscuros sobre sus amigos y por último sobre mí, haciéndome sentir pequeña.

—Vámonos —ordena.

—¿No te quedarás a ver una peli? —pregunta Andrea.

—No —toma mi mano y me tira con brusquedad a él—, vamonos.

—Al menos podrías ser amable con Jaelyn.

Detiene sus pasos, girando su cuerpo hacia Renzo.

—No te metas donde no te están llamando, Renzo.

—Íbamos hacer pizza y ver una maratón de películas, no es necesario que se vayan tan pronto.

—Jaelyn mañana tiene clases.

—Eso no le impide a que se queden un rato más.

—Los niños duermen temprano.

—No me jodas, ¿niño? Jaelyn no es ninguna niña. Ella puede decidir que es lo que va hacer, si quedarse o irse contigo.

—Chicos no peleen —murmura, Andrea.

—Tú te callas Le Brun —masculla molesto, Renzo.

—Y que pretendes, ¿qué se quede contigo? —ruge, Azrael. Pestañeo confusa, cuando noto que avanza hacia el moreno y empuja su pecho con sus manos—. No voy a dejar que se quede contigo. Llegó conmigo, se va conmigo; así de fácil —Me pongo rígida, sus ojos centellean de la rabia. No entiendo porque se molestó tanto con Renzo, él no tiene malas intenciones. Al contrario, es un chico lindo, si no fuera por el odio que Azrael me tiene, creería que solo está celoso—. Vamonos para nuestra casa, Jaelyn —se gira hacia mí, confiado a la decisión que tomaré.

—Yo quiero quedarme.

Su sonrisa muere.

—¿Qué?

—Ya la escuchaste —Renzo por detrás del pelinegros le da unas palmaditas en su hombro—. Yo la llevaré a la casa después de ver la maratón.

—¿Te estás escuchando? —reprocha—. Confías demasiado rápido en las personas, no porque te regalen una dulce sonrisa quiere decir que esa persona sea buena. Debería de aprender a deducir entre el bien y el mal, pero eres una niña tan tonta que nunca lo harás.

Se me forma un nudo en la garganta, cada palabra pronunciada es con tanto rencor, a pesar de todo, me obligo a mantenerme fuerte aún cuando mi corazón amenaza con romperse. Estoy cansada. Cansada de ser vulnerable y como lo dice Azrael, cansada de ser una niña tonta. Ya no más, se acabó que él tenga tanto control con mi mente.

—Vete Azrael —señalo la puerta—. Si me quería ir contigo, ahora no. Prefiero quedarme con tus amigos a tener que estar en un lugar encerrado y respirar el mismo aire que tú.

—Jaelyn —tensa la mandíbula.

—Vete, Azrael —repito.

—Relajate, te pasas de histérica.

—¿Relajarme? —exploto. Esa fue la gota que derramó el vaso, ya no aguantaré que me siga insultando. Camino a él y mis manos se van a su pecho y lo empujo. Él retrocede, enfadado—. ¿Quieres que me relaje? Entonces vete, vete y déjame en paz. Lo único que hace es molestar, ¡soy tan estúpida en pensar que nuestra relación ya no sería tan tensa! Desde pequeños te has empeñado en joderme, no sabes lo que tus palabras me afectan de muchas formas negativa a mi vida. Y si con esto crees que soy una débil, muy bien. ¡Soy débil! Débil por... —sollozo.

—No llores —Unos brazos me rodean desde atrás—. Joder, ¿vieron lo que provocaron? —les reprocha y toma mi rostro entres sus manos—. No llores, Jae.

Renzo se mantiene en silencio mientras que Azrael suelta un bufido.

—¿Los ves? Lloras por nada.

—¡Eres un insensible! —Camino a él. El golpe suena en toda la sala, le di una bofetada y no me arrepiento de hacerlo—. No quiero que me vuelvas hablar, Marchetti.

Sus amigos no dicen nada, solo nos observan con sus ojos bien abiertos. Yo limpio mis lágrimas con mi suéter, retrocedo unos pasos esperando una reacción de su parte. No se mueve, no pestañea, ni dice nada. Creo que fui muy impulsiva y si llega una próxima te tendré que pensar dos veces mejor.

Finalmente, se endereza con su mejilla enrojecida.

—¿Estás segura de lo que estás diciendo, Jaelyn? —pronuncia con una voz llena de resentimiento.

Asiento.

—Sí, Azrael.

—Esta bien, me voy —azota la puerta al salir, no tarda dos segundos cuando vuelve a entrar—. ¿Creen que se van a deshacer tan fácil de mí? Yo me quedaré igual que la niñata.

Tuerzo los ojos.

Les doy la espalda sacando mi celular y veo varios mensajes de mi madre y otro de Chiara. Mi madre preocupada porque salí hace mucho y no es costumbre mía que lo haga, normalmente soy una chica que para donde suelo ir es para la cafetería y para la casa de los padres de Chiara. Mi círculos de amigos es muy reducido, se podría decir que en el instituto solo es la rubia y los chicos de la cafetería. Le respondo que estoy con Azrael y que estamos con unos amigos, más ella no se queda del todo tranquila.

Veronica es ese ángel que me cayó del cielo. Cuando mis padres biológicos murieron en el accidente de tráfico, duré seis meses dentro de un orfanato. Creí que crecería ahí porque nadie se iba a interesar en una niña que no tenía a nadie. Más un día, mientras estaba sentada en el patio del orfanato viendo a los otros niños jugar, apareció de la nada Verónica con una gran sonrisa.

—Hola, ¿cómo te llamas?

—Jaelyn —Recuerdo que le había susurrado, cabizbaja.

—Jaelyn, es un nombre muy bonito, ¿nunca te lo han dicho?

Negué.

—Y tú también eres muy bonita —pellizcó mis mejillas.

Guardo mi celular. Siento la pesada mirada de alguien puesta en mí, es Andrea, mirándome sentado desde unos de los reposabrazos del sofá mientras come unas papitas fritas.

—¿Quieres? —me extiende la bolsa.

No me gustan mucho las papitas fritas pero para no rechazar, tomo una.

—No le haga caso a lo que diga el idiota de Azrael, Jaelyn. Él puede ser muy hiriente con sus palabras, pero es porque se siente solo.

—Eso no le da el derecho a maltratarme.

—Y no justifico como te trató, solo que él está en una etapa donde cree que todo lo que se le diga es para atacarlo y actúa a la defensiva.

Eso no quiere decir que cambie la imagen que tengo de él. Azrael es un imbécil sin cerebro y si se empeña tanto en odiarme, le regresaré el mismo sentimiento.

—¿Por qué tienes un nombre italiano pero un apellido francés? —pregunto, cambiando de tema.

—Fue idea de mi madre.

—Eso es genial, ¿eres hijo único?

—Tengo un hermano mayor.

—Deben de ser muy unidos como familia.

—Supongo que sí.

—¿Supones...?

—Soy más unido con mi padre.

—¿Como se llama tu padre?

—Adrien Le Brun, es muy conocido.

—Oh, sí. Sé quién es. Eres igualito a él, lo que cambia es el tono del cabello —Dos hoyuelos se forman en sus mejillas al sonreír—. Tienes su encanto.

—¿Su encanto? —ríe sonrojado—. Tenemos el cabello del mismo color, solo que yo me lo teñí.

Renzo busca que película ver, entre tantas eligen la opción de ver una película de acción. Mission Impossible: Fallout'. No obstante, Andrea quiere una de terror y empieza una mini discusión infantil, para tomar el mando del control.

—Y tú Jae, ¿cual eliges? —se giran a mí—. ¿Una película de terror o una de acción?

—Elige la de terror, apóyame a mí. Tu bello y nuevo amigo llamado Andrea.

—Eso está difícil... —murmuro—. No me gustan ninguna. Soy muy miedosa para las pelis de terror y las de acción no son de mi agrado, me inclino más por una romántica.

—Si vemos una de romance Renzo terminará con una erección por las escenas de sexo.

Renzo fulmina a Andrea por lo dicho.

—¡Una que no tenga esas escenas! —exclamo.

—Ese eres tú —contraataca el moreno—. Qué tienes el cerebro podrido por tanto visitar esas páginas triples x.

—¡Tu hermana no quiere follar conmigo!

—Mi hermana no es tu novia.

—Entonces me busco un novio, ¿quieres ser mi novio Renzo?

—¿Quieres que te estampe a la pared?

—Uy, pero que agresivo papi.

Renzo coge una almohada para golpearlo pero el rubio se le escapa.

—¡Deja esa agresividad cuando estemos en la cama mi amorcito! —eso enfurece aún más a Renzo.

—¡Tarado! De mí no te me escapas —Empieza a perseguirlo.

—¡Jaelyn, ayúdame! ¡Ayúdame!

—Yo no te voy ayudar.

—¡Traidora! —me saca el dedo en medio, descuidado de Renzo. Éste otro lo agarra del cuello de su camisa y lo arrastra por el suelo—. ¡Aaaahhh, Azrael! ¡Renzo me está matando!

Andrea es el alma alegre del grupo, posee esa alegría que a mí me arrebataron desde niña.

Voy a la cocina por un vaso de agua, ahí en medio, estaba Azrael. Con un delantal  y harina en su mejilla derecha. En la mesa tiene cortado varias verduras y una bola de masa extendida. Algunos mechones de cabello oscuro caía hacia adelante por su frente, por la posición inclinada en la que se encontraba. Leía un libro de recetas, por sus muecas que hace sé que no tiene idea de lo que hará.

—¿Quieres que te ayude? Sé cómo se prepara una pizza.

Mi abuela antes de fallecer me enseñó su receta secreta de pizza. No soy un experta en cocina, pero se podría decir que puedo servirle de gran ayuda.

—Yo puedo solo.

Me encojo de hombros, indiferente.

—Cómo tú digas.

—¡Ah! ¡Maldición, maldición! —deslizó la hoja del cuchillo por su mano. Apoya su cadera contra la encimera y le hace presión a la herida de su mano.

Su grito me asusta, con suavidad tomo su mano y se la lavo en agua. Observo su herida y veo que no es grave, solo es un pequeño corte. Busco en la cocina un botiquín de primeros auxilios y encuentro unas tiritas y un poco de crema antibacterial. Con cuidado, le aplico la crema en el corte y le coloco una tirita para protegerlo.

—Deberías tener más cuidado, Azrael. La cocina puede ser peligrosa si no prestas atención.

No dice nada.

—¿Te duele?

—N-no —traga grueso.

—¿Te duele? —insisto.

—No, solo recordé algo.

—¿Qué?

—Nada, olvídalo.

—Ya está —termino de vendar su mano y dejo un casto beso en ella—. Una personita me dijo que no hay mejor remedio que el amor.

—¿Por qué eres así?

—¿Así cómo? Solo no me gusta verte sufrir.

Aleja su mano de mi toque.

—¿Todavía sigue en pie la propuesta de ayudarme?

—Obvio, tontito —sonrío.

Comienzo a buscar los ingredientes en los armarios y la despensa. Encontré la harina, la levadura, el tomate, el queso mozzarella y algunos ingredientes adicionales como jamón, champiñones y aceitunas. Mientras tanto, Azrael se sentó en unas de las sillas de la cocina.

—¿Si sabes lo que vas hacer?

—No, necesito ayuda —ironizo.

—Cuidado y confundes las salsas con veneno para ratas.

—Te voy a pegar con el rodillo —le advierto.

—Mejor no digo nada.

Corto el jamón en finas lonchas y los champiñones en rodajas, Azrael se acerca sigiloso a la encimera y prueba un trozo de queso mozzarella.

—¡Hey, eso es para la pizza! —exclamo, tratando de quitarle el queso de la boca.

—Ahora es mío.

—¡Azrael!

—Dije que no, chica chillona.

Se aleja de mi alcance dejando un rastro de queso. Mezclo la harina, la levadura y el tomate hasta obtener una masa suave y elástica. La estiro sobre la encimera enharinada y la coloco en una bandeja para hornear.

—¿Crees que podrías ayudarme a extender la salsa de tomate sobre la masa? —le pregunto, intentando involucrarlo de alguna manera.

Azrael se acerca, solo que a lamer la salsa de manera directa de la cuchara. Intento quitarle la cuchara de la boca, pero él se aferra a ella con todas sus fuerzas.

—¡Azrael, basta!

—Quieta, flaca.

Le tiro harina en su cara.

—¡No te la comas!

Él me tira agua.

—¡Qué me des la cuchara!

—¡No te la voy a dar!

La lucha continua hasta que él como puede toma el restante de la harina y me la echa toda en el cabello.

—¡Aaaahhh! ¡¿Qué haces!?

—¡Tú empezaste!

—¡No, empezaste tú!

Corro para coger el cartón de huevos para usarlos en su contra. Él se me adelanta y no me queda de otra que de un salto aferrarme a su espalda como una garrapata.

—¡Jaelyn!

Muerdo su cuello.

—¡Ay, estúpida! ¡¿Ahora te crees vampira!?

—No lo hagas, Azrael.

—Bájate o te lanzo a la pared.

—¡Hazlo! No te tengo miedo.

Logra maniobrar su cuerpo y caemos de bruces al suelo. Sus manos se van a la parte trasera de mi cabeza para protegerme del impacto, lo miro estupefacta. Quedé arropada con su enorme complexión, ladeó sus labios en una sonrisa y pasó su lengua por ellos, pícaro. Al principio no entendí el porqué los hizo, hasta que sus dedos se metieron a mi boca y abrí más mis ojos.

—Esa boquita... —su respiración me hacía cosquillas—... tan provocativa, que te hace pecar.

La piel de mi cuello se eriza al sentir el calor de su cuerpo emanando contra el mío. Su pantalón rozó con mi ropa y al subirse más arriba de mi cuerpo, alzó mis faldas. No reaccionaba, él sacó sus dedos del interior de mi boca y mordió el lóbulo de mi oreja. Pegué un saltito, y sus manos se aferraron a mi cintura.

—Lindas bragas de unicornios —susurra en mi oídos.

¡¿Eh?! Una vocecita de alerta me inunda diciendo: «Pégale con la silla» y otra «Dale un beso», vamos a ignorar a la última.

—Oigan, chicos.

Mierda.

Nos levantamos de golpe, Renzo había entrando, quedándose suspendido en el umbral.

—¿Qué están haciendo?

¡Holis, holis! ¿Cómo andan? Les traje otro cap en esta misma semana, aunque hoy tocaba actualizar Besos con sabor a sangre se dejará para la otra semana.

Tenemos nuevos personajes, ¿qué piensan de Renzo y mi bello Andrea? Andrea es mi protegido, es hijo de mi otro hijito el francesito.

Para el próximo cap se vendrá una fiesta y posiblemente Jae se meta en problemas, (esa es su vida) y también llegará ese personaje que tanto la atormenta, hasta ahí se los dejo ;)

A Azrael le llegó competencia, Renzo se interesó en Jae, jeje.

Se les quiere, besos y abrazos.

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