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~Capitulo 02~

|UNA MARIPOSA TRISTE|

Cada mariposa tiene un significado, como por ejemplo, las de color azul dicen que ellas son símbolo de esperanza y transformación. Las mariposas blancas son la pureza interior, mientras que las de color rojo simbolizan pasión y amor intenso. Las de color morado se relacionan con la creatividad y la intuición, y las de color negro se asocian con la muerte.

¿Qué significaban para mí?

Es un pequeño insecto que tiene que pasar por dos etapas de transformación: de oruga a mariposa. En ese proceso ellas descubren que son capaces de superar cualquier obstáculo y renacer con una nueva belleza y libertad.

La libertad que anhelaba mi alma...

Esa mañana me despedí de mi madre y de Aurelio, y abandoné la mansión de los Marchetti.

Con mi pecho apretado le di una mordida a mi manzana mientras abría la pequeña puerta que se ubicaba en medio del portón. El sol brillaba en todo su esplendor, y aunque parecía un día soleado, en realidad no lo era. Las actitudes del frío estaban muy altas y podían variar, pero como estábamos en primavera no evitaba que el frío se colara por mis huesos.

Caminé por el sendero que llevaba al pueblo, me coloqué los auriculares y escogí una música de mis favoritas que había puesto en mi Spotify. El chófer se había ofrecido en llevarme al instituto, pero sinceramente prefería caminar para estirar mis piernas y despejar mi mente. Una ola de pájaros migratorios sobrevoló por los cielos de este pequeño pueblo. La floración de las plantas se admiraban como un hermoso lienzo de colores vivos, creando un contraste perfecto con el cielo azul claro.

Se escuchaba el bullicio de la gente y el sonido de los coches que pasaban por las calles. Las tiendas locales comenzaban a abrir sus puertas, y los aromas de café y pan recién horneado se mezclaban en el aire. Quince minutos de caminata, cruzaba la puerta principal de un edificio de ladrillos rojos con grandes ventanales que dejaban entrar la luz natural.

Fui directo a revisar mi horario y luego de ser repasado, entré a mi aula de clases.

—Llegas tarde, estúpida.

Tiré mi mochila en mi mesa, justo a su lado. Como siempre nos habíamos sentado juntas, las dos desde primaria para conversar a escondidas de los profesores. Llevaba su cabello rubio recogido en una alta coleta, en el que ningún cabello se salía de su lugar. Chiara es mi mejor amiga desde la infancia y era la única en que confiaba.

—Llegué a tiempo.

—No el suficiente para chismear.

—Quise caminar, eso me llevó minutos demás.

—Tú y tus fetiches raros —bromeó, masticando una goma de mascar.

—No son fetiches.

—Recién me entero que tu hermano volvió.

—No es mi hermano —espeto.

—Eso lo hace mejor, así no seríamos cuñadas. ¿O así? Ah, no sé.

—Tienes novio —le recordé.

—Ya me había olvidado de él —hizo un puchero—. Lástima, el susodicho está muy guapo.

—¿En qué?

—¡En todo! —exclama—. ¿Qué eres ciega?

—La ciega es otra, ves belleza donde no la hay. Debes de ir a un oculista para que te vea que enfermedad tienen tus ojos.

—Qué graciosa eres —ríe.

—Lo digo en serio.

La clase empezó cuando la profesora ingresó, que por cierto era la madre de Chiara. Nos dio unas lecciones para este comienzo de año escolar y tras acabar me llamó a solas para entregarme la carta de recomendación para aplicar en unas de las universidades de el extranjero.

—Aqui tienes lo que tanto pedías —me pasó el documento, no sin antes agregar—: Eres una chica buena, Jaelyn. Si te vas al extranjero no puedes saber con que clases de personas te vas a topar, tienes que tener cuidado.

—Entiendo su preocupación, profesora. Pero las personas con malas intenciones están hasta dentro de nuestra propia familia.

Eso lo sabía con mucha exactitud.

Todavía puedo recordar esos días...

—¿Donde estas, Jaelyn?

El repiqueteo de sus zapatos contra la madera erizaban mi piel. Abracé mis piernas, viendo que se había detenido donde estaba escondida, debajo de la mesa. Alzó el mantel y sonrió diabólico.

No, tú otra vez no.

Solo vamos a jugar.

No me gustan tus juegos —sollocé—. Me lastiman.

Hicimos un trato, te escondes en un lugar donde no te encontrara y no iba a pasar nada. Al parecer no eres muy buena escondiéndote, coniglietta.

Empecé a hiperventilar, sabía lo que vendría a continuación.

Guardé la hoja en mi mochila y traté de ignorar el malestar que se arremolinaba en mi estómago. Ya no más. Ese suceso quedó en el pasado, tengo que olvidar. Él ya no me hará más daño. Solo Chiara sabía lo ocurrido, cuando sucedió solo tenía seis años y por más que le dije a Carla, ella nunca me creyó. Para ella solo eran mentiras para verla pelear con mi padre, el monstruo era su sobrino favorito e inventar una calumnia se asemejaba a un castigo para mí.

No fueron calumnias.

No fueron mentiras.

Todo fue real, muy real.

—¿Estás bien? —preguntó Chiara—. Te noto pensativa.

—Tu madre me entregó la hoja de recomendación.

—Oh, eso es una buena noticia. ¿Qué te preocupa?

—No sé si deba irme.

—Solo tú sabes qué decisión tomarás, en cualquiera te apoyaré.

Forcé una sonrisa a medias.

—¿A ti te ocurre algo?

Chiara frunció el ceño y jugueteó con unas de las tiras de su mochila. Noté como apretaba sus puños hasta volver sus nudillos blancos, la conocía de toda la vida como para saber qué algo le preocupaba.

—Es Dante, no lo encuentro. Quedamos en vernos en la cafetería pero luego me escribió diciendo que no iba a ir —suspiró—. En estos últimos tres meses ha actuado extraño, tengo la sospecha de que me engaña.

Dante es el novio de Chiara, se conocieron el año pasado cuando él jugaba hockey sobre hielo y ella era una de sus fan. Un día un chico le jugó una broma pesada a Chiara insinuando que Dante lo había enviado, ella furiosa lo buscó y al encontrarlo le volteó la cara de una bofetada. Entre broma y broma surgió su noviazgo, un poco irónico.

—¿Y no has hablado con él?

—Lo niega, como todo chico. No va a admitir su traición.

—Si quieres te ayudo a buscarlo, puede que esté con los chicos del equipo de hockey.

—¡Eres un sol! Yo iré con los chicos del hockey y tú puedes buscarlo en la biblioteca.

—Vale —susurré.

Por lo menos no tendría que toparme con esos chicos sin cerebro que solo pensaba en follar. Era muy incómodo cuando escuchaba que un chico hablaba sobre una chica solo para llevársela a la cama. ¿Dónde quedaron las flores y las agarradas de manos? Esas costumbres se habían extinguido con el pasar de los años, ahora los adolescentes viven el momento, solo para evitar un romance bonito.

Cogí las escaleras para ir a la biblioteca. Había varios salones cerrados y las luces apagadas, a excepción de una. Oí voces y una risita que me estremeció el corazón, la puerta se encontraba semiabierta. Me negaba a la verdad, a descubrir quiénes eran los protagonistas que se hallaban detrás de esa puerta. Agudice el oído y retuve el aire en mis pulmones. Distinguí dos siluetas en medio de la oscuridad, el choque de sus cuerpos, sus jadeos y gemidos.

Si, era Dante. Lo peor, no estaba solo. Se estaba follando a otra mujer, la madre de Chiara. El escritorio se movía con cada embestida, mis piernas se volvieron de gelatina. Ya no quería ver más, dispuesta a dar marcha atrás, pero mis libros se resbalaron de mis brazos por la impresión y cayeron esparcidos al suelo. Captando la atención de ambos traidores.

—¡Jaelyn!

No. Ellos no debían de haberme notado.

Los ojos de Dante se abrieron justo como lo haría un animal siendo atrapado por su cazador. Un estallido de emociones cruzaron por su rostro y la de su amante, di media vuelta y salí a toda prisa con el cuerpo temblando. No sabía lo que sentía, si rabia, decepción o ira. Es un golpe muy duro para mi amiga, uno difícil de asimilar. El chico gritaba mi nombre mientras corría tratando de abrocharse sus pantalones.

—¡Jaelyn, detente!

Le lancé una mirada asesina por encima de mi hombro.

—¿Qué quieres?

Detuve mis pasos, y su cercanía me provocaba un asco.

—No puedes decírselo a Chiara.

—¿Qué te estás liando con tu suegra? Los dos me dan asco, son un par de puercos asquerosos.

—Nada es lo que parece, te lo juro por mi madre.

—No jures en vano. Los vi, ¿como piensas desmentir eso?

—Ella me provocó —negué, no podía creer lo que estaba escuchando—. Voy mal en su materia y nos quedamos a solas y... ¡joder! Ella se me insinuó.

—Te podías haber negado, esa es la peor excusa que he escuchado.

—Tienes que ayudarme, yo amo a tu amiga.

—No la amas, cuando amas a alguien piensas en su bienestar y tú, no lo hiciste.

—Por favor, Jaelyn —suplica—. No le digas nada, yo prometo cambiar.

—Una persona que engaña no se merece el perdón. Ya lo hiciste la primera vez, luego lo volverás a hacer y se creará un círculo repetitivo en tu vida porque ya has sido perdonado.

Su mano se enroscó en mi cuello y me estampó contra los casilleros que estaban detrás de nosotros.

—Mira, bonita —sacó una navaja de los bolsillos traseros de sus pantalones—, tienes unas carita muy bonita como para que tengas una enorme cicatriz. Por tu bien, mantén la boca cerrada.

La tensión hizo estirar los músculos de mi espalda, y alzar la barbilla. En ningún instante, aparté mis ojos de la punta filosa que amenazaba con dañar mi piel.

—¿Entendido, chiquilla?

No dije nada, seguía consternada y más con su amenaza latente.

—¿Entendido? —me zarandeó.

—Si.

—Ahora si estamos hablando el mismo idioma, no te costaba nada —palpó mi mejilla derecha con su mano.

Deshizo de su agarre y se alejó. Yo quedé ahí, apoyada mi espalda al casillero, debatiéndome que era lo que estaba bien. Debía de preocuparme por Chiara y contarle todo lo que vi, pero también tenía por delante mi seguridad y sé que ese chico no juega. No quiero estar involucrada en problemas, suficiente tengo con los que lidio a diario.

Soy una mala amiga.

Chiara esperaba por mí a la salida, corrió a mi alcance y entrelazó unos de sus brazos a los míos. Una punzada de culpabilidad me pinchó mi interior.

—¿Encontraste a Dante?

Por tu bien, mantén la boca cerrada.

—No.

—Agh, ¿donde estará este chico? Le marco al celular y no contenta.

—Puede que esté ocupado —mentí, sintiéndome peor.

—Quiero terminar con él.

—¿Y eso por qué?

—Ya no es lo mismo, Jae. Nuestro noviazgo se ha ido a picadillo por su culpa, no quiero seguir con un chico que le vale lo que haga su novia por el día, y que solo me quiera tener para presumir.

—Te lo dije, Chiara.

—Si lo sé, solo que me enamoré. Cuando nos enamoramos somos tontos y no detallamos que esa persona puede hacernos daño.

—Por eso yo no me voy a enamorar.

—El amor es inevitable, mi Jae. Te lo dice la experta.

—Creo que el amor no fue hecho para mí.

—Yo digo que sí, el amor es para todos.

—El amor no solo es querer a otra persona, Chiara. El amor es quererse a uno mismo y aceptarse tal y como es, con imperfecciones y virtudes. Y si no me quiero yo misma, si no me quiero como soy, si odio todo lo que represento ¿Como puedo amar a alguien más?

—No digas eso.

—Es la realidad.

Cuando era niña no me gustaba fingir, y horita es todo lo contrario. Finjo para poder ser yo sin miedo, porque si dejo salir a esa Jaelyn verdadera no podré con todo el daño que ella lleva consigo, prefiero fingir para olvidar. Así estoy bien, yo siempre estoy bien, a nadie le interesa mi bienestar.

Sonreía, pero por dentro sangraba.

Tenía amigos, más me sentía sola.

Bromeaba, en mi interior me estaba muriendo de a poco ahogada.

Una muerte lenta, y muy segura también.

Yo no podré amar, ni ser amada, nunca.

—Jae, ¿otra vez estás viviendo los mismos episodios? —pregunta preocupada Chiara.

—Eso pasará.

—No pasará hasta que veas a un profesional en ello, eras muy niña Jae, no fue tu culpa.

—Si fue mi culpa —replico con voz quebrada—. Tal vez yo lo provoqué.

—¿Como lo vas a provocar? Es absurdo, no sabías nada de eso. Él es el monstruo que te puso las manos encima sin tu consentimiento.

—Ya por favor —pido en un susurro. Cierro los ojos y me imagino que no volvimos a tocar ese tema que me trae tantos recuerdos dolorosos—. No hablemos más de eso.

—Mi pobre niña —exclamó, acercándose—. No hablaremos más de eso, pero tienes que prometerme que iras con un terapeuta.

Sus brazos rodearon mi cuerpo y escondí mi cara en el hueco de su cuello, mis lágrimas empaparon su camisa escolar. Dejó un casto beso en mi cabello y con la otra mano frotó mi espalda.

—¿Vas a prometerlo? —insistió. Asentí y un sollozo estrangulado se me escapó—. Me alegra, ese el primer paso para que sanes por completo.

—Bien.

—¿Qué vas hacer? Oh, vamos a comer helado.

—Tengo que trabajar.

—¿En serio? Tus padres no pueden darte dinero.

—Ese es el problema, no quiero que ellos se enteren que estoy ahorrando para irme de la casa.

—¿Para donde?

—No lo sé, lejos.

—Le dolerá a Veronica, esa mujer te adora.

—Si, yo también la adoro. Solo no quiero estar cerca de Azrael.

—Azrael —esbozó una sonrisa maliciosa—, ¿cuanto años tiene tu hermano?

Blanqueé los ojos.

—Qué no es mi hermano.

—Bueno, tu enemigo de toda la vida.

—Tiene veintiún años.

—Y tú dieciocho, ya eres legal para él —bromeó, propinándome un codazo juguetón. La asesiné con la mirada.

Vi un taxi acercarse y le alcé la mano. Una vez ya dentro, le di la dirección. No tardamos demasiado en llegar a la cafetería en donde trabajaba por las tardes cada que salía del instituto. El horario que cubría eran de cuatro o cinco horas al día. Mi madre nunca sospechaba que hacía en esas horas, Chiara me encubre diciéndole cada que llamaba que nos habían dejado tarea y preferíamos hacerla ese mismo día. Ella podía ser pesada y todo, pero la quería tanto.

Ajusté mi delantal y me dirigí hacia los chicos. Éramos un grupo de cuatros, tres chicas y un solo chico, aunque parecíamos un grupo de solo chicas porque Mattia se comparta más como mujer que como hombre.

—Mira quién se digna a llegar —chilla, agitando sus brazos al aire—. La niña que me deja todo el trabajo a mí. Debo de pedir un aumento, prácticamente trabajo doble —mi pecho se agitó con una sonrisita.

—Tanto alcohol te ha dañado las neuronas.

—Qué va —arrugó su nariz—, no acostumbro a beber.

—Ni tú mismo te la crees —pasó por mi lado con una bandeja y me desordenó el cabello—. ¡Oye!

Caeli se encargaba de la cocina, Alice de la caja registradora mientras que, Mattia y yo nos ocupamos de atender a los clientes y limpiar las mesas.

La cafetería en la que trabajábamos se llamaba "Dolce Vita" y era conocida por sus deliciosos postres y su ambiente acogedor. Estaba ubicada en una calle transitada cerca del centro de la ciudad, lo que nos aseguraba una buena afluencia de clientes.

Reuniría mi dinero y me marcharía tan lejos como pueda de ese pelinegro con tatuajes y hoyuelos. Lo detesto.

Las horas pasaron a voladas, en la casa no había nadie. A lo que deduje que mi madre y Aurelio deben de seguir en la empresa. ¿Y el demonio? Me asomé a la cocina y no, él tampoco parecía estar en la casa. Corrí a mi habitación a dejar mi mochila y volví a bajar a tropezones a la cocina, abrí la nevera y fue cuando noté una libreta de dibujos sobre la isla.

Solo eran líneas y trazos sin sentido. Ojeé la libreta y al final un dibujo de una mariposa realista, capturó mi atención.

—¿Qué no te enseñaron a no coger lo que no es tuyo?

Me quedé paralizada con la libreta en la mano, él estaba apoyado con sus brazos cruzados sobre el marcos. Su expresión sombría era de esas que teme que en cualquier momento te va a aniquilar. Iba despeinado y sin camisa, dejando al aire libre sus abdominales.

Y lo admito, este chico tenía el poder de calentar mi rostro sin siquiera proponérselo.

—¿No piensas hablar o el ratón te comió la lengua?

—Yo no sabía que esto... esto era tuyo.

—Si, es mío, dámelo —ordenó tajante. Sus iris oscuros recorrieron mi cuerpo de arriba a abajo con un rechazo que me golpeó.

—¿Esto? ¿Tuyo? Pues ahora es mía —Me moví hacia la salida con la libreta aferrada a mi pecho, pero Azrael me bloqueó la misma, luego me moví hacia el otro lado y él volvió a bloquear mi intento de huir. Así nomás, impidiéndome el paso para irme. La rabia empezaba a fluir y levanté el mentón con mis ojos ardiendo en furia—. ¿Puedes ser tan amable de dejarme pasar?

Si no quieres que te de un puñetazo.

—Te voy a dejar en claro unas cositas —Él me tomó de la muñeca y me pegó a su pecho—: No toques mis pertenencias, niña.

—No soy una niña.

—No te estoy preguntando si eres o no una niña —con un movimiento brusco me deshice de su agarre y él gruñó en respuesta. Hice el ademán de dar un paso cuando él maniobró mi cuerpo y con sus brazos me abrazó. Quedé descolocada, incapaz de moverme—. No te metas donde no te llaman, mariposa.

—No soy ninguna mariposa —balbuceé.

Podía jurar que mi rostro ha de estar rojo como un tomate, no sabía si se trataba por la furia, vergüenza de su cercanía o por la posición tan comprometedora en las que nos tenía. Lo que si sabía era que mi orgullo no se iba a quebrar solo por un estúpido como él.

Su pecho se agitó con una sonrisa burlona, como si se divertía por la situación. Me enojaba. Sus brazos me apresaban y me mantenía indefensa, vulnerable ante su merced. Cogí una bocanada de aire y deposité un codazo por sus costilla. Se dobló, dándome la libertad de escapar triunfante.

—Procura no meterte en mi camino, niño bonito —dije. Salí corriendo escaleras arriba cuando el pelinegro se enderezó y supe de inmediato que iba a por mí. Sus pasos acelerados se escuchaban justo detrás de mis talones, le cerré la puerta en sus narices—. En tu cara, estúpido.

Unos golpes fuertes no tardaron en resonar por la madera, era el mismo demonio desatado.

—Amor, amor, sé más cariñoso —bromeé, aguantando la risa—. Vas a derribar esa puerta.

—¡Jaelyn, abre y entrégame la puta libreta!

—Tan divino —ironizo—. Tienes una boca muy sucia, Azra.

—¡Abre la maldita puerta, mocosa del demonio!

Comencé a pasar las páginas, tenía dibujos nuevos y otros más antiguos por la calidad y su mejora. Me detuve, específicamente en una página toda limpia a excepción por la fecha escrita a bolígrafo azul ubicada en la parte superior.

23/09/2014.

Era la misma fecha que yo había sido adoptada por los Marchetti.

Más abajo decía:

Posee unos ojos hermosos, y sus alas están rotas. ¿Por qué? Ella es un misterio, una mariposa triste.

Y lo supe.

Se refería a mí.

¡Holis, mis amores! Acá feliz de traerle otro capítulo. Ay, mi Jae :( Ella quiere que la escuchen, solo necesita apoyo.

¿Tienen alguna idea lo que le pudo haber pasado a la prota de niña?

Azrael me tiene bien confundida, primero es cruel, luego infantil y para terminar nos sale con esto.

Pregunta: ¿Qué harían si vieran que el novio de tu amiga le es infiel pero él te amenaza? Actuarían como Jae o correrían a decirle.

Si encuentran errores, se arreglará en su debido momento. El cap está en edición y por ello se pueden encontrar con una que otra cosita.

¿Qué shipp le colocamos a Azrael y Jaelyn? Los leo <3

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