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Una sonrisa ajena fue la que me cautivo.
No sus ojos, no su cuerpo o cabello, sino una sonrisa llena de dolor.
Durante la vida he admirado todas las sonrisas pero esta fue la que más llamo mi atención.
Quiero mudar la, o mejor transformarla, pero el valor y las palabras no me bastan, pues nunca llegan.
Pasan los días, pasan semanas, meses y estaciones y aunque nunca logre cambiar dolor por el bello querer, admito que prefiero ver esa sonrisa amarga que tanto ya ame.
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