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━ prólogo: runas mágicas.

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PRÓLOGO

RUNAS MÁGICAS

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Cuatro pelirrojos y un castaño estaban sentados en una de las mesas de la gran biblioteca de Hogwarts. El pelirrojo más mayor y el único castaño hablaban entre sí, comentando cosas del trabajo de Encantamientos que estaban haciendo. Sin embargo, ambos siempre mantenían un ojo sobre los dos pelirrojos más pequeños e idénticos entre sí, ya que se distraían a cada dos por tres de hacer sus tareas de Transformaciones y tenían que indicarles que continuasen, sino querían que McGonagall los convirtiese a ambos en relojes de bolsillo. Mientras tanto, el último de los pelirrojos había sacado un nuevo pergamino y había comenzado a escribir con pulcra letra el título del trabajo que le habían pedido en Historia de la Magia.

—Runas mágicas —leyó en voz alta el gemelo que tenía al lado, Fred.

—¿Por qué estás haciendo un trabajo de runas? —preguntó el otro gemelo, George.

—¿Te lo mandó el profesor Binns, verdad? —inquirió el castaño, Erick.

—¿Cómo lo has sabido? —cuestionó sorprendido el pelirrojo que realizaba el trabajo, Percy.

—Se lo manda siempre a los alumnos de tercero —respondió el pelirrojo mayor, Charlie, y Erick asintió con la cabeza.

—¿En serio? ¿Por qué? —quiso saber Percy, extrañado.

—Al parecer le gustan las runas y la historia que hay detrás de ellas —contestó Charlie, encogiéndose de hombros.

—Charlie y yo fuimos de los que mejores notas sacamos en ese trabajo —mencionó Erick con una sonrisa de suficiencia.

—Pero, por supuesto, Morgana nos superó y por mucho —añadió Charlie, riendo.

—Era de esperarse —dijo Erick.

—Pero, ¿por qué le gustan las runas? —cuestionó Fred con el ceño fruncido—. ¿No se supone que son una magia antigua, olvidada y débil?

—Cierto, cierto —corroboró George.

Charlie enarcó una ceja, atónito, y negó con la cabeza.

—Chicos, deberíais tener cuidado. Si cierta persona os escuchase hablar así de las runas, definitivamente se molestaría —les advirtió.

—¿A quién va a molestarle que hablemos mal de las runas? Además, es verdad. ¡Es una magia débil!

Justo tras pronunciar aquellas palabras, Fred recibió un fuerte golpe en la cabeza con un libro y acto seguido, George también. Los dos pelirrojos mayores y el castaño se sorprendieron en un principio, pero luego tuvieron que luchar por contener la risa. Mientras, los gemelos se sobaron la cabeza, quejándose, y se giraron para averiguar quién les había golpeado.

Y allí estaba una esbelta y preciosa chica de largos y ondulados cabellos castaños, que vestía con orgullo el uniforme de Gryffindor y los miraba de reojo, ligeramente mal, mientras se alejaba hacia otra mesa, junto con una linda rubia, que también luchaba por contener la risa.

—¿Por qué nos has golpeado? —inquirió Fred, molesto.

—¡Eso ha dolido, Mor! —se quejó George.

La mencionada no respondió, se limitó a bufar y a continuar su camino.

—Ahí tenéis vuestra respuesta —habló Charlie entonces, haciendo que los gemelos volviesen su atención a él—. A Morgana no le hace gracia que se hable mal de las runas.

—¿En serio? ¿Por qué? —George no lo entendía.

—¿Eh? Espera, no puede ser... Pensé que solo era una casualidad... —comenzó a musitar Percy como si acabará de darse cuenta de algo importante—. ¿Morgana es familiar de Oliver Stonem, el runista que escribió «Runas: La magia olvidada»?

—Vaya, Percy, muy mal, pensaba que ya lo sabías —comentó Erick—. Estás haciendo un trabajo sobre runas mágicas y no sabes que una de tus compañeras de casa pertenece a una de la familia de runistas más famosas de todo el mundo mágico —negó con la cebeza, decepcionado.

—Es decepcionante —corroboró Charlie, aunque su tono dictaba que bromeaba, ya que no quería hacer sentir mal a su hermano menor—. Oliver Stonem es su abuelo.

—¿En serio? —Percy se sentía estúpido por no haberlo sabido desde el principio. ¡Conocía a Morgana desde hacía años, por Merlín!

—Sí, y los profesores dicen que Morgana ha heredado su talento —comentó Erick.

—En realidad, dicen que si sigue progresando así, lo terminará superando —intervino Charlie.

—Wow, Morgana es increíble —murmuró Fred, asombrado—. Pero... yo pensaba que las runas no tenían nada de especial, todo el mundo dice que es una magia que no merece la pena estudiarse porque es débil.

—No es la magia de runa la que es débil, es el mago que la utiliza el débil —indicó Erick—. Morgana nos contó que el poder de las runas va muy ligado al poder, concentración y energía vital del mago.

—El problema de las runas es que son extremadamente complicadas, hay que ser muy precisos a la hora de dibujarlas y debes estar muy concentrado, siempre tienes que tener en mente lo que quieres que hagan —añadió Charlie—. Debido a ello, solo hay un puñado de magos en todo el mundo que son capaz de controlarlas.

Mientras que ellos hablaban, Percy iba anotando todo en un pergamino para usarlo después en su trabajo.

—Y por eso dejaron de impartirse como asignatura obligatoria en los colegios de magia —continuó—. Además, no son consideradas muy útiles en los duelos, ya que es difícil en medio de uno ponerse a dibujar runas en el aire con total precisión y rapidez. 

» Sin embargo, hay magos, como los miembros de la familia Stonem, que son increíblemente buenos con ellas y no tardan más que unos segundos en dibujar una runa de las más complicadas —alegó Charlie—. En serio, Morgana tarda menos en dibujar una runa de lo que yo tardo en pronunciar un hechizo y realizar el movimiento de varita.

—Y sus runas siempre son más poderosas que nuestros hechizos —comentó Erick, riendo por lo bajo y Charlie se unió a él tras asentir. A los dos les avergonzaba un poco reconocer que habían sido vencidos en duelo varias veces por Morgana, pero era la verdad.

—Increíble —musitaron los gemelos al unísono. 

De repente, gracias a los comentarios de sus hermanos y del castaño, comenzaban a tener interés en las runas. Quizás luego le pedirían a Morgana que les enseñase.

—Además, entre nosotros —comenzó a decir Charlie en voz más baja hacia los gemelos—, son muy prácticas para las bromas.

Y eso solo despertó más el interés en aquella magia en los gemelos. Además, ahora entendían parte del motivo por el cual las bromas de su hermano Charlie y su pandilla eran siempre tan increíbles y originales. 

En ese momento, una bola de papel golpeó la cabeza de Charlie y todos se giraron para ver quien había sido. Los ojos de Charlie se encontraron con los de Danna, que estaba sentada con Morgana en una mesa detrás de ellos. La rubia le indicó con un dedo que mirase algo y tras seguir la dirección, se encontró con que la castaña estaba sujetando su blog de dibujo para que viese lo que acababa de dibujar. Una pequeña sonrisa asomó en sus labios cuando vio el dragón de color rojo que se encontraba dibujado y moviéndose lentamente por la página.

—¿Te gusta? —le preguntó ella.

—Te ha quedado genial, Morgana —respondió él.

Los dos intercambiaron una pequeña sonrisa hasta que la castaña se giró hacia la rubia y le tendió el blog de dibujo.

—Sostenlo un segundo —le pidió.

Acto seguido, Morgana comenzó a mover su dedo en el aire, en frente del blog, dibujando con precisión una runa que no tardó en tomar un tono fuerte y llamativo de rojo. El rojo era el color de sus runas y a Charlie siempre le había parecido muy indicado. Creía que el rojo era el color que más concordaba con ella, pues representaba el coraje, la valentía, el optimismo, el poder, la pasión, la ambición y... el peligro.

Fred, George y Percy parecían completamente asombrados con la técnica de Morgana para hacer uso de las runas, mientras que Charlie y Erick estaban más que acostumbrados a verla. Sin embargo, todos sentían curiosidad sobre que pretendía hacer con aquella runa.

No tuvieron que esperar mucho más para ver el efecto de la runa y Charlie se levantó de la silla abruptamente, completamente asombrado, cuando vio como el dragón que estaba dibujado en el cuaderno salía de él, es decir, cobraba vida y comenzaba a volar por el lugar.

—No puede ser... —musitó Percy sin creerse lo que veía.

—Increíble, es increíble —susurró Charlie mientras empezaba a sonreír, a la vez que en sus ojos turquesa se reflejaba un brillo de admiración hacia la criatura—. Qué magia más preciosa...

El pequeño dragón se dirigió hasta él y se posó en su brazo cuando lo elevó. Charlie lo observó detenidamente y lo acarició suavemente, dándose cuenta de lo real que parecía. Sus escamas, sus alas, sus garras, sus dientes, sus ojos... incluso el calor que transmitía lo hacía parecer un dragón de verdad, a excepción de por la pequeña runa que se encontraba en el iris de sus ojos.

—¿Cuándo has aprendido a hacer esto? —le preguntó a Morgana.

—Mi abuelo me enseñó estas navidades —se limitó a responder ella, como si no fuera la gran cosa—. Pensé que te gustaría.

—Me encanta —indicó él de inmediato y ella sonrió.

Entonces, un alumno de primer año pasó por allí, para devolver un libro que había cogido prestado a una de las estanterías, y al ver a la criatura, gritó totalmente asustado. Inmediatamente después, se escuchó la voz de la bibliotecaria, Irma Pince, preguntando qué pasaba. Charlie y Morgana maldijeron para sus adentros, y ella se apresuró a levantarse para coger al dragón y deshacer el evento de la runa antes de que Madame Pince la descubriera.

Sin embargo, justo cuando estaba a punto de cogerlo, la bibliotecaria llegó hasta donde estaban.

—¿Qué está sucediendo aquí? —exigió saber. Palideció al ver al dragón, pero al reconocer las runas en sus ojos, su ceño se frunció—. ¡¿Morgana Stonem, qué ha hecho?! —la castaña ni siquiera tuvo la oportunidad para contestar—. ¿Cuántas veces hay que decirle que no puede usar las runas a su completo albedrío? ¡Podría dañar a alguien!

—¿Por qué los demás alumnos pueden usar hechizos siempre que quieran, pero yo no puedo usar las runas? —replicó Morgana.

Le molestaba de sobremanera ser regañada a cada dos por tres por algunos profesores –no todos lo hacían– solo por hacer uso de las runas. Estaban en un colegio de magia, así que, ¿qué tenía de malo en usar la magia de runas y más cuando se estaba especializada en ella? ¡No había nada de malo! ¡Claro que no! El problema estaba en que la mayoría de los magos actuales no comprendían esa magia. Como su abuelo decía siempre, los magos habían olvidado el poder de las runas, habían olvidado la increíble magia que era.

Madame Pince no respondió. Sacó su varita, hizo un suave movimiento y el dragón comenzó a deshacerse en pequeños trozos de papel. Morgana y Charlie se quedaron perplejos unos segundos y luego miraron con cierto recelo a la mujer.

—¡¿Pero qué ha hecho?! —exclamó la castaña, enfadada—. Iba a devolverlo al blog de dibujo y regalárselo a Charlie.

—No me importa —respondió la bibliotecaria con un tono seco y hostil—. Y ahora, acompáñeme, señorita Stonem, iremos a hablar con la profesora McGonagall sobre su pertinente castigo.

—¿Por qué exactamente voy a ser castigada?

Mientras que Morgana y Pince se lanzaban miradas asesinas –estaba claro que ellas nunca se habían llevado muy bien–, Charlie de forma sigilosa sacó su varita, apuntó al sombrero de la bibliotecaria tratando de que no se diese cuenta y susurró «lapifors». Segundos después, el sombrero se convirtió en un conejo negro, haciendo que todos los que observaban se echasen a reír, y mientras que Pince se alteraba y trataba de quitárselo de la cabeza, Charlie tomó la muñeca de Morgana. Ella volvió la cabeza para mirarlo, preguntándole con la mirada qué quería y él le dedicó una ladina sonrisa como respuesta.

—Vamos, Mor —le indicó y ahora fue ella quien sonrió.

Los dos echaron a correr por la biblioteca justo después, esquivando mesas, estanterías y alumnos, mientras se reían a carcajadas y escapaban así de la bibliotecaria.

—¡Señor Weasley! ¡Señorita Stonem! ¡Serán castigados por esto! —gritó la mujer, incapaz de perseguirlos porque su sombrero-conejo se interponía en su camino, pero solo consiguió que ellos se riesen todavía más, al igual que los hermanos de Charlie y los amigos de ambos.

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Sin duda alguna, aquellos eran días de diversión, de travesuras y de inocencia. Días en los que Charlie y Morgana no se preocupaban por el futuro y solo disfrutaban del presente. Días en lo que lo más importante era la amistad. Días en los que vivían increíbles aventuras. Días en los que compartían sus sueños y metas, y esperaban ayudarse mutuamente a cumplirlos. Días en los que ellos eran exactamente como querían ser y no se contenían, aunque el mundo les dijese que no se estaban comportando de la forma correcta. Días en lo que estaban siempre juntos y eran inseparables. Días en los que podían disfrutar de la presencia y sonrisa del otro a cada minuto. Días en los que si uno estaba en problemas, el otro acudía a ayudarlo, en los que si uno estaba triste, el otro iba a animarlo. Días que sencillamente eran perfectos para ellos. Días que nunca pensaron que terminarían... 


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Holis, aquí el nuevo prólogo.

El pasar del prefacio de una frase a este prólogo me ha venido muy bien, porque he podido mostraros algo que he dicho muchas veces: Las runas van a tener mucha importancia a lo largo de la historia. Ya os contaré más sobre ella y sobre la familia Stonem, tanto a lo largo de esta historia como en la de Newt.

También me ha servido para mostraros un poquito de la relación de Charlie y Morgana en Hogwarts, pero ya sabréis más sobre ella en un capítulo futuro que ya tengo escrito enteramente de momentos de ellos en esta época.

Y, por último, ha servido para indicaros cual es la relación entre Morgana y cierto personaje que aparece en «Beasts Lovers», Oliver Stonem. Seguro que algunos teníais curiosidad sobre ello.

Espero que os haya gustado y esas cositas. ♥

Marie Weasley.

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