━ capítulo trece: el baile.
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CAPÍTULO TRECE
EL BAILE
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Charlie se encontraba en el salón de la cabaña, tratando de anudarse correctamente la corbata de su traje negro por enésima vez. Nunca se le había dado bien hacerlo y eso que había tenido años para practicar en Hogwarts con la corbata del uniforme de Gryffindor. Pero nada, siempre había tenido que terminar recurriendo a Erick, Colin o Morgana; al menos las veces que no la dejaba simplemente desanudada para no molestarlos con su torpeza.
El baile o la fiesta que Dave Lerman organizaba todos los años en honor a los dragonalistas, magizoólogos y naturalistas era un evento elegante, de etiqueta, por lo que no sería correcto que fuera con la corbata desanudada, así que tendría que esperar a que Morgana terminase de arreglarse para pedirle que se la anudase.
Miró el reloj que colgaba de la pared, confirmando lo que ya sospechaba: Morgana llevaba más de una hora arreglándose. Por un segundo pensó que no habría tardado tanto si Danna se hubiera quedado y la estuviera ayudando, pero rápidamente apartó esa idea de su mente, ya que seguramente si la rubia aun siguiese allí, tardarían el doble al tener que arreglarse ambas.
Aunque era una verdadera pena que no hubiera podido quedarse hasta el baile. Todos se habían desilusionado mucho, aunque el más disgustado con la noticia había sido Ákos, ya que se había quedado sin acompañante. Desgraciadamente, Danna había tenido que irse de vuelta a Inglaterra dos días atrás, pues su trabajo como auror era bastante exigente y con los tiempos que corrían, haber estado casi una semana de vacaciones ya era mucho pedir, pues cada uno de ellos era necesario.
Mientras esperaba, se dedicó a jugar con Erail, pero teniendo mucho cuidado de que no se le subiese encima y le destrozase el caro traje con las garras, lo cual no fue fácil porque cada día la pequeña dragona se volvía más y más traviesa.
Por suerte, Morgana no se hizo derogar mucho. En cuanto escuchó el resonar de unos tacones por las tablas de madera, se incorporó, ya que se encontraba de cuclillas, y se dio la vuelta para mirar la entrada al pasillo por la que la castaña no tardó en aparecer.
Sus labios se entreabrieron y sus ojos se agrandaron de inmediato. Solo con un simple vistazo quedó atónito y tras recorrerla por primera vez, se sintió hechizado y maravillado. Era como si estuviera viendo una hermosa pintura en una galería, a un majestuoso dragón por primera vez o la increíble magia que algunas runas eran capaces de crear. O todo junto.
Charlie siempre había pensado que Morgana se veía hermosa de cualquier forma y con cualquier ropa. Incluso recién despierta y con aquel hortera pijama de ositos, que encima le quedaba excesivamente grande, que usó durante su sexto curso en Hogwarts. Pero ese día se había superado con creces, lucía más deslumbrante que nunca ante sus ojos turquesa y la palabra «hermosa» se quedaba bastante corta.
Se rascó los ojos antes de volver a recorrerla lentamente, por si acaso su visión lo estaba engañando. Comenzó por su rostro, escasamente maquillado: solo una sombra negra adornaba sus parpados y un pintalabios de un tono rosado destacaba sus labios. Continuó por su cabello, peinado de forma que caía todo por el lado izquierdo, dejando el lado derecho completamente al descubierto, y resaltando sus bonitas ondas. Siguió bajando, notando que la falta de tirantes del vestido dejaba a la vista el tatuaje de la constelación de Aries que Morgana tenía en la clavícula y que el escote de corazón, junto con el ajustado corpiño que era la parte superior del vestido, realzaba de forma hermosa su figura. Por otra parte, la falda era amplia y se desprendía desde sus caderas, cubriendo por completos sus pies; aunque Charlie suponía que debía llevar unos tacones altos porque la diferencia de altura había disminuido. Y por último, era de color negro, pero lo cubría una bella capa de color oro que, junto a unas lentejuelas, hacía que fuese aún más hermoso y que Morgana destacase aún más.
Quiso decirle algo, pero seguía tan anonado que nada le salía y lo único que hacía era entreabrir los labios una y otra vez.
—¿Qué sucede? ¿Me pase? ¿No es apropiado? ¿No... No te gusta? —preguntó Morgana preocupada de haberse equivocado de vestido después de todas las horas que se había tirado buscando uno que le gustase con ayuda de Danna.
Charlie se apresuró a negar con la cabeza.
—Es perfecto —aseguró y festejó mentalmente que por fin le salieran las palabras—. Estás perfecta, Morgana, realmente preciosa.
La castaña llevó la mirada hacia abajo, observando su vestido mientras se balanceaba ligeramente y al regresarla al pelirrojo, una suave y bonita sonrisa adornaba sus labios; sonrisa que provocó que él terminase sonriendo estúpidamente.
—¿De verdad?
—De verdad. Vas a ser la envidia de todas las mujeres de la fiesta y todos los hombres van a querer sacarte a bailar.
—Espero que te incluyas entre esos hombres —indicó y hubo algo en su forma decirlo y de mirarlo bastante insinuante.
—Seré el primero en sacarte a bailar y ya veremos si te suelto para que puedas bailar con otros —respondió, terminado con una leve risa.
—No me importaría bailar solo contigo —aseguró ella.
Charlie se limitó a reír de nuevo y Morgana depositó los guantes que cargaba sobre uno de los sofás que tenía cerca, antes de caminar hacia a él y decir:
—Veo que sigues sin saber cómo anudarte una corbata.
—Y mira que lo he intentado, pero nada —un bufido se le escapó.
—No todo se te puede dar bien —comentó cuando ya se hubo parado frente a él, a tan solo unos cuantos centímetros de distancia; tan cerca que el perfume de rosas que se había echado embriagó a Charlie.
Elevó sus manos, sujetando la corbata y comenzando a colocarla para anudarla. Mientras lo hacía, él bajó la mirada para observar sus finas facciones, su tez morena y los escasos, pero destacables lunares que cubrían su rostro. Observó también sus labios entreabiertos debido a la concentración y las largas y abundantes pestañas que decoraban sus ojos castaños.
En algún momento, pudo notar como su corazón había comenzado a latir fuerte, pero rítmicamente, y se sintió extraño por la estrecha cercanía entre sus cuerpos. No era la primera vez que estaban tan cerca, en realidad, habían llegado a estar todavía más cerca cuando se abrazaban o dormían juntos en la Madriguera por la escasez de camas, así que, ¿por qué se sentía así? ¿Por qué se sentía nervioso y a la vez sentía una imperiosa necesidad de terminar de acercarla? Incluso sentía ganas de depositar la barbilla sobre su cabeza para aspirar su aroma y depositar un beso entre sus cabellos.
«Por Merlín, Charlie, ¿qué te pasa?», se preguntó a sí mismo. Nunca se había sentido así antes. No, eso era mentira. Había habido varias ocasiones en el pasado, más de las que reconocería, en las que se había sentido de aquella manera a causa de su mejor amiga, pero siempre había tratado de ignorar esas sensaciones, ya que no creía que fueran correctas.
Morgana elevó el rostro cuando terminó de anudar la corbata y sus ojos chocaron, haciendo que el corazón de Charlie se acelerase más y que el de ella comenzase a latir fuertemente.
—¿Qué mirabas tanto? —inquirió ella, pues había notado su atenta mirada.
—Tu rostro —respondió con sencillez y ella rio.
—¿Y has encontrado algo interesante en él?
—Pues... sí —las cejas de Morgana se elevaron, extrañada—. Tienes un lunar nuevo, no me había dado cuenta hasta ahora.
—¿Un lunar? —repitió con incredulidad.
—Sí, justo aquí —alzó una de sus manos y con el dedo índice señaló cerca de su oído derecho—. No lo tenías en nuestro último curso.
Morgana volvió a reír mientras negaba.
—¿Cómo puedes acordarte de eso?
—Recuerdo todo lo que tiene que ver contigo —confesó sin darse cuenta del revuelo que causó en el interior de la castaña—. Además, solíamos estar casi siempre muy cerca en esa época, justo como ahora —bajó la mirada, gesto que ella imitó, comprobando ambos lo extremadamente cerca que estaban, un poco más y se tocarían—, así que pasaba bastante tiempo memorizando cada detalle de tu rostro.
Pese a intentar evitarlo, una sonrisa se formó en los labios de ella, a la vez que cierta esperanza de que quizás Charlie si la viese como algo más que una amiga crecía.
—Yo también pasaba tiempo haciéndolo —reconoció y él alzó una ceja como diciendo «¿De verdad?»—, pero con todas esas pecas que siempre has tenido, me es difícil decidir si ahora tienes más que antes, aunque... seguramente sí —soltó un pequeña risa a la que él se unió.
—Supongo que era por que siempre estábamos tan juntos que medio Hogwarts creía que estábamos juntos —señaló, volviendo a reír.
—Y porque hacíamos y hacemos buena pareja —añadió ella.
Charlie no lo negó, pero tampoco lo afirmó y a Morgana no le importó. Bien sabía ella que era completamente adecuados el uno para el otro, que encajaban perfectamente como dos piezas de un rompecabezas, que era mucho más que mejores amigos, que eran almas gemelas y que estaban hechos para estar juntos, incluso si no era en el ámbito amoroso; aunque, por supuesto, ella deseaba que también fuera en ese ámbito.
Se separó finalmente, dando media vuelta y dirigiéndose al sofá, para coger los guantes y ponérselos. Él la siguió con la mirada y se sorprendió al notar que el vestido dejaba su espalda completamente al descubierto, dejando ver con total claridad aquel tatuaje que, bajo su opinión, era una increíble obra de arte, que encima se hallaba dibujada sobre uno de los lienzos más hermosos del mundo: el cuerpo de Morgana.
—Vas a destacar mucho —comentó, aunque estaba claro que él estaba más que encantado de poder volver a ver el tatuaje.
—Bueno, esa es la intención —confesó ella, tras girar ligeramente la cabeza para mirarlo—. Hace mucho que no asisto a una fiesta de este tipo y me apetece llamar la atención.
—Sin duda lo harás, te robarás el protagonismo. Aunque... puede que pases frío.
—Si eso sucede, ¿me prestarás tu chaqueta, no? —inquirió, haciendo morritos para que él no pudiera negarse y efectivamente no pudo, porque no tardó en asentir.
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Media hora después, ambos se encontraban a las puertas de la gran mansión propiedad del famoso dragonalista, Dave Lerman, a las afueras de la ciudad de Brasov, no muy lejos de donde se encontraba el Santuario de Dragones. El jardín delantero estaba decorado con grandes y diferentes estatuas de dragones y Morgana no pudo evitar sentirse nostálgica al ver que en una de ellas, en la de un galés verde común, seguía grabado lo que había escrito la primera vez que había estado allí cuando aún era una niña: el apellido Stonem, junto con una pequeña ruña que significaba «familia». Ni el dueño de la mansión ni el pasar de los años habían borrado en lo más mínimo la inscripción, seguía tan clara como cuando la hizo.
Charlie mantuvo una sonrisa en sus labios mientras observaba como su amiga se llenaba de recuerdos y nostalgia. Imaginaba que debía estar nerviosa y emocionada por partes iguales, pues días atrás ella le había contado que no había vuelto a visitar aquel lugar desde que tenía doce años y que no veía al señor Lerman desde los dieciocho; curiosamente, con la misma edad que había desaparecido de la vida de él.
—¿Entramos ya? —preguntó cuándo ella regresó finalmente la mirada a él.
Morgana asintió, se aproximó hasta él para agarrarse del brazo que le ofrecía y juntos caminaron hasta el interior de la mansión. Desde la entrada, la música ya impregnaba el ambiente y a medida que se acercaban hasta el gran salón, notaron como comenzaba a entremezclarse con las risas y las charlas de los invitados que ya habían llegado. Las puertas se abrieron mágicamente para ellos y la castaña observó con curiosidad su interior. Muchas más personas de las que esperaban se encontraban ya allí; entre ellas, pudo reconocer a diversos compañeros de Charlie, como a Stefan acompañado de una mujer pelirroja, y también a alguna que otra eminencia en el mundo de la magizoología.
Algunas personas se quedaron mirándolos y pudieron escuchar claramente como más de uno hacía comentarios sobre lo hermosa que lucía Morgana. Sin embargo, antes de que pudieran disponerse a saludar, se vieron interrumpidos con la repentina aparición de Ákos por detrás de ellos. El castaño aprovechando el despiste había depositado un beso en la mejilla de Morgana, con lo que se ganó una mala mirada de Charlie y una sorprendida de Morgana.
—Estás realmente hermosa esta noche, Morgana —la alabó Ákos con una ladina sonrisa.
—Gracias, Ákos —respondió mientras le echaba un rápido vistazo de arriba a abajo para ver que tan bien iba a él y sorprendiéndose de lo atractivo que se veía con aquel traje azul marino—. Tú también estás muy guapo, el traje te favorece.
—Lo sé, siempre me he visto mejor con trajes que con ropa informal —comentó sin la más mínima humildad y ella rodó los ojos—. Me veo mejor que Charles.
—Ni lo sueñes —intervino de inmediato el aludido.
—Siento decirte que no es así, Charlie se ve mucho mejor —repuso Morgana.
Ákos bufó.
—Tú opinión no cuenta.
—¿Por qué? —preguntaron casi al unísono los dos amigos.
—Porque no eres objetiva —hizo un sutil movimiento con las cejas y la cabeza señalando a Charlie.
—Morgana es objetiva —replicó Charlie y chasqueó la lengua—. Tiene unos muy buenos ojos para juzgar y ver a la gente debidamente.
—Sí, eso no te lo niego —indicó Ákos—. A diferencia de ti, que eres un cegato y no eres capaz de ver lo que es tan sumamente evidente para todos, ella tiene muy buena vista, pero se equivoca diciendo que estás más guapo que yo.
Morgana apretó los labios para no reprender al castaño por estar soltando alguna que otra indirecta sobre sus sentimientos, pero sí que le lanzó una mirada molesta.
—El amor la... —antes de que pudiera terminar la frase, recibió un fuerte pisotón en su pie derecho por parte de Morgana con su tacón de aguja y cuando la miró, pese a que había una bonita sonrisa en sus labios, sus ojos parecían decir que lo mataría si continuaba. Un poco asustado, desvió la mirada y carraspeó—. Nada.
Charlie miró confundido a su compañero, pero no dijo nada.
—Bueno, iré a saludar a los demás —indicó entonces Ákos mientras empezaba a alejarse caminando de espaldas.
Grave error ese de caminar de espaldas, pues terminó chocándose bruscamente con dos personas que se acercaban, quienes estuvieron a punto de caerse. Su mandíbula se desencajó cuando se dio la vuelta para disculparse y se encontró con su jefe fulminándole con la mirada.
—Ah... Lo siento mucho, Darius —se apresuró a decir y estaba tan nervioso que acabó hablando en su idioma natal, provocando que ni Charlie ni Morgana le entendieran.
—Debes mirar por donde caminas —le advirtió el mencionado con tono seco, pero rápidamente su expresión se relajó tras comprobar que su acompañante estaba bien.
Ákos asintió y tras disculparse también con la acompañante de Darius, se encaminó, con mucho más cuidado, hacia donde se encontraban algunos de sus compañeros.
Entonces, Morgana centró la atención en la mujer que colgaba del brazo del jefe de los dragonalistas. Una mujer de cortos cabellos tan negros como el ébano, de ojos azules con motas violetas y de rostro jovial y maduro. Algunas arrugas decoraban su rostro, pero, pese a ellas, se seguía viendo bastante joven. Sería seguramente algunos años más joven que Darius y también era bastante más baja que él, ya que incluso aunque llevaba unos tacones muy altos, no le llegaba ni por los hombros.
Supuso que debía de tratarse de su esposa. La mujer que Darius le había contado que lo había mantenido en un amor no correspondido varios años durante su juventud.
—Pensábamos que no ibais a llegar nunca —comentó Darius soltando una risa.
—Morgana tardó mucho en arreglarse —explicó Charlie.
—La espera ha merecido completamente la pena —dijo sonriendo tras haber llevado la mirada hasta ella—. Estás preciosa.
—Muchísimas gracias, Darius —susurró ella, sintiéndose algo avergonzada; algo que no le había pasado cuando Ákos se lo había dicho.
—¿Verdad que está preciosa? —inquirió él dirigiéndose hacia su esposa y ella asintió—. Dejad que os presente. Morgana, esta es mi esposa, Alina —llevó la mirada hacia esta última—. Alina, ella es la mejor amiga de nuestro Charles, Morgana.
Alina soltó el brazo de su marido e hizo unas señas con las manos mientras la miraba. Morgana entreabrió los labios, confusa, pero antes de que pudiera preguntar nada, Charlie habló.
—Dice que está encantada de conocerte.
Morgana lo miró con clara confusión unos segundos más, hasta que cayó en la cuenta de que las señas que la morena había hecho con las manos probablemente eran parte del lenguaje de signos y que, por lo tanto, debía ser muda; aunque no sorda, ya que parecía entender perfectamente lo que ellos decían.
—Lo mismo digo, Alina —dijo con una sonrisa en los labios que la contraria le devolvió—. Darius me ha hablado de esto.
Nuevamente, Alina realizó una serie de signos con las manos mientras miraba a su marido con expresión severa.
—¡Por supuesto que le dije cosas buenas! —se defendió Darius mientras Charlie reía.
Su esposa lo miró con cierta duda, no fiándose del todo, pero luego regresó la mirada a Morgana para hacer unas nuevas señas.
—Pregunta dónde has comprado tu vestido —tradujo el pelirrojo.
—Pues en una tienda muy elegante de la zona muggle de Brasov, se llamaba... —trató de decir el nombre, pero como era rumano no sabía cómo pronunciarlo y terminó balbuceando algo inteligible. Alina pareció reír, aunque ningún sonido salió.
Antes de que cualquiera de ellos pudiera decir algo más, una nueva persona se acercó para saludar. Posó las manos en uno de los hombros del matrimonio y los obligó a separarse para abrirse paso entre ellos. Ninguno de los dos se molestó al reconocerlo mientras que a los dos amigos se les comenzaba a formar una sonrisa en los labios.
Se trataba de un hombre mayor y bastante alto. Su cabello en antaño pelirrojo estaba completamente blanco, pero seguía conservando el largo y los rizos. Sus ojos seguían siendo de un bonito azul cielo, pero ahora una gran madurez se reflejaba en ellos. Su sonrisa provocaba que sus arrugas se marcasen más, pero seguía habiendo un toque travieso en ella, tal y como en la sonrisa de Charlie.
—¡Charles, qué alegría verte de nuevo! —exclamó el mayor mientras extendía una mano hacia él.
—Me ha robado las palabras de la boca, señor Lerman —comentó el menor, estrechando su mano en un fuerte apretón.
—¿Cuántas veces te tengo que decir que me llames Dave? Da-ve —repitió su nombre recalcando las dos sílabas.
A Charlie le encantaría llamarle por su nombre, pero no lo consideraba adecuado. El hombre frente a él no solo era una persona bastante mayor, casi rondado los cien años (aunque cualquiera lo diría porque seguía siendo muy activo), sino que también era uno de los mejores dragonalistas que el mundo había conocido, era una eminencia en su campo, por lo que sentía que debía hablarle y tratarle con sumo respeto y admiración.
—Prefiero seguir llamándole señor Lerman.
Dave puso los ojos en blanco y negó con la cabeza, pero se resignó. Si no había convencido a Darius de que le hablase de forma informal, estaba claro que menos conseguiría convencer a un joven dragonalista tan cabezota como lo era Charles Weasley.
Su mirada cambió entonces el rumbo, centrándose en la castaña que acompañaba al pelirrojo. Esta había estado tratando de ocultar su sonrisa mientras lo observaba, pero no había tenido mucho éxito y cuando finalmente sus ojos se encontraron, ambos sonriendo ampliamente.
—Cuando Darius me dijo que estabas aquí, no me lo creí —mencionó Dave.
—Créelo, estoy aquí.
Morgana sintió ganas de acercarse y abrazarlo, pero, antes de siquiera dar un paso, dudó sobre si debía hacerlo. Sin embargo, Dave no dudó. Él nunca había sido de dudar, siempre había sido valiente y determinado desde su juventud, y creía que todo el mundo debería ser así, para no llenarse de arrepentimientos después.
Dio unos cuantos pasos, situándose delante de ella, y la rodeó con los brazos para después atraerla hasta él y abrazarla con fuerza. Morgana deslizó lentamente y con cierto temblor las manos por la espalda ajena, y terminó correspondiendo al abrazo, aferrándose a la chaqueta del traje y apoyando la cabeza en su hombro.
Charlie, Darius y Alina permanecieron en completo silencio mientras los miraban. Pero el primero estaba bastante sorprendido. Sabía desde hacía mucho tiempo que Morgana conocía al señor Lerman debido a la amistad entre su abuelo y él, sabía que había ido a visitarlo en varias ocasiones y que él también había ido a verlos a ellos, pero no sabía que la relación era tan sumamente estrecha. Podía notar la necesidad y el amor que había en aquel abrazo. Incluso juraría que había visto los ojos de Morgana cristalizarse antes de cerrarlos.
Pasaron un par de minutos hasta que el abrazo se terminó, pero siguieron permaneciendo muy juntos. Dave mantenía sus manos en los hombros de Morgana mientras le sonreía.
—Has crecido mucho —dijo entonces—. Te has convertido en toda una bella e increíble mujer.
Morgana se limitó a sonreír ante sus palabras.
—¿Cómo está Oliver? ¿Bien?
—Sí, sí, está bien —lo tranquilizó ella pues pudo notar cierta preocupación en el tono de su voz—. Creo que está tratando de escribir un segundo libro.
Dave emitió una fuerte carcajada.
—Eso suena muy bien, ya que el mundo parece estar olvidando de nuevo el poder de las runas y eso no puede ser... sobre todo teniendo en cuenta lo que se viene —la última frase la dijo en un susurro, por lo que Morgana fue la única que la escuchó—. ¡Cambiando de tema! —exclamó mientras llevaba la mirada a Charlie—. Así que os conocéis, eh, ¡qué casualidad!
—Fuimos al mismo curso en Hogwarts —respondió el pelirrojo.
—Y pertenecimos a la misma casa —añadió Morgana.
—Gryffindor siempre llevándose a los alumnos más prometedores, ¡cómo debe ser! —dijo con orgullo el ex león, aunque en parte bromeaba, ya que bien sabía que las otras casas también se habían llevado a alumnos increíbles, al menos durante su época.
Morgana y Charlie no pudieron evitar reír.
—¿Y... entonces, sois amigos o sois... algo más? —inquirió haciendo un gracioso movimiento de cejas.
—Amigos —contestó Morgana.
Normalmente, era Charlie quien solía responder a esa pregunta causándole cierto dolor, por eso prefirió adelantarse. Sin embargo, Dave notó en su expresión que no estaba diciendo toda la verdad, así que miró a Darius en busca de que él le diese algo de información sobre lo que pasaba y este vocalizó: «Charlie está ciego».
—Por Merlín, se siente como si estuviera viviendo un déjà vu —soltó un suspiro mientras se masajeaba la sien, complemente desganado—. En serio, igualitos a Karen y Newton, solo que con el color de cabello invertido —rodó los ojos.
Charlie enarcó una ceja confundido al no haberle entendido, mientras que Morgana desvió la mirada avergonzada al sí haber captado la referencia.
—Hablando de Newton, iba a venir a la fiesta.
—¡¿Newt Scamander iba a venir?! —preguntó Charlie, interrumpiéndolo y elevando la voz por la sorpresa. Hasta Darius lucía sorprendido.
—Sí, sí, pero una de sus criaturas enfermó y al final no ha podido venir —contó Dave haciendo una mueca—. En la carta que envió parecía muy frustrado por no poder venir, sobre todo porque le había contado que estabas por aquí —continuó mirando a Morgana—. Supongo que a él tampoco has ido a visitarlo en mucho tiempo ni le has escrito.
La aludida bajó la mirada y apretó sus labios hasta la mirada de reprimenda que Dave le dedicó, sintiéndose mal por haber perdido el contacto con... bueno, todos.
—Morgana ha estado muy desconectada de todos estos años —mencionó Charlie, dejando escapar una risa donde se notaba la amargura por haber estado sin saber de ella tanto tiempo.
—¡Oh! Así que tampoco ha estado en contacto contigo... —resopló—. Eso no está bien, Morgana, ya deberías saber que no hay que alejarse de las personas que amas.
Morgana siguió con la mirada en el suelo, incapaz de decir nada, ni siquiera con fuerzas para disculparse por ello. Sabía que había hecho mal, pero había creído que era lo mejor.
Dave volvió a suspirar y después se acercó de nuevo hasta ella, acercando su rostro hasta la oreja derecha de ella para que nadie pudiera oír lo que iba a preguntarle.
—¿Ya ha comenzado?
La castaña notó como su cuerpo se tensaba y tragó saliva antes de asentir una única vez. La silenciosa respuesta provocó que el rostro del ex pelirrojo se llenase de preocupación, pero al notar que Charlie los observaba, se forzó a sonreír para disimular.
—¡Bueno, bueno! Unamos a la fiesta —indicó entonces Dave y se colocó detrás de Morgana y Charlie, para comenzar a empujarlos hacia delante.
Ninguno de los dos se resistió y Darius y Alina los siguieron de cerca. Se dirigieron hacia donde se encontraban varios dragonalistas con sus respectivos acompañantes, pero Dave no se quedó con ellos, pues tenía mucha gente a la que saludar.
—Parece feliz de haberte visto después de tanto tiempo —comentó Charlie mientras tomaba dos copas de champán de la bandeja que un camarero llevaba y le tendía una a ella.
—Yo también estoy feliz —se limitó a decir ella con una leve sonrisa.
—Él tiene razón, ¿sabes? —Morgana lo miró con el ceño fruncido, sin entender a qué se refería—. No deberías alejarte de las personas que amas.
—Tú también lo hiciste —le recordó.
—Por trabajo y por cumplir un sueño —repuso él—. ¿Por qué lo hiciste tú? —había estado tratando de no realizar aquella pregunta, de no atosigarla con aquel tema, desde que se habían reencontrado, pero cada día la curiosidad le podía más.
Morgana abrió y cerró los labios varias veces, pensando que respuesta dar.
—No hablemos de eso ahora, por favor —pidió y había cierta suplica en la forma en que lo miraba—. Esto es una fiesta y deberíamos divertirnos.
—De acuerdo —musitó resignándose.
Permanecieron en silencio durante un corto rato. Al menos entre ellos, pues Charlie sí mantuvo una pequeña conversación con uno de sus compañeros y el novio de este, quien era un naturalista especializado en la cría de hipogrifos. Para cuando regresó la mirada hacia Morgana, primero notó que su copa ya estaba vacía y segundo que mantenía la vista fija en la pista de baile, donde diversas parejas, entre ellas la formada por Darius y Alina, se encontraban bailando al son de la música.
—¿Quieres bailar? —preguntó mientras se rascaba la nuca y cierto rubor asomaba en sus mejillas. Por alguna razón le ponía nervioso hacerle esa propuesta.
La sonrisa de Morgana que no había vuelto a hacer acto de presencia desde su conversación anterior, apareció en cuestión de segundos. Lo miró y amplió su sonrisa.
—Me encantaría.
Sin decir nada, Charlie tomó la copa de su mano y junto con la suya, las dejó sobre una mesa cercana. Después volvió hasta a ella y mientras hacia una divertida reverencia, le tendió una mano. Morgana imitó el gesto, haciendo una reverencia mientras sujetaba la falda del vestido, antes de tomar su mano y juntos encaminarse a la pista de baile.
Se posicionaron uno frente al otro, cerca de donde estaban Darius y Alina, y esperaron a que la nueva canción comenzase.
—No vayas a pisarme mucho —bromeó Morgana.
—Te sorprenderás, he mejorado mucho —alardeó Charlie, pero la expresión de ella mostró que no se creía del todo sus palabras.
Justo cuando vio de reojo que los músicos de la banda contratada, se preparaban para comenzar a tocar, dio un paso para acercarse más y posó una de sus manos con firmeza sobre la cintura de ella, mientras que la castaña depositó una mano sobre su hombro, para finalmente unir las que habían quedado libres.
En cuanto la música comenzó a sonar, todas las parejas en la pista se movieron al unísono y Morgana tuvo que tragarse sus dudas cuando Charlie empezó a guiar el baile de forma perfectamente coordinada y sin ningún titubeo. Él siempre había sido atlético y coordinado, pero nunca se la había dado bien bailar, ya que realmente no tenía ningún interés en ello. Sin embargo, en aquellos años parecía haber aprendido a hacerlo para no quedar en ridículo ante sus compañeros o ante el organizador de la fiesta si sacaba a bailar a alguien.
Morgana lo miró gratamente sorprendida y él le dedicó una sonrisa ladina junto con un movimiento de cejas como diciendo «Te lo dije».
A medida que bailaban, sus cuerpos se fueron acercando todavía más de forma inconsciente y sus corazones comenzaron a latir tanto al ritmo de la música como al ritmo del corazón ajeno, mientras que intercambiaban miradas y sonrisas coquetas.
Charlie no podía dejar de observar lo hermosa que se veía Morgana mientras bailaba, como su cuerpo se movía disfrutando de la música y como la concentración se reflejaba en su rostro. Pero sobre todo no podía dejar de observar como su sonrisa florecía cada vez que sus miradas chocaban y como sus marrones ojos parecían decirle que quería estar así siempre.
—Morgana —la llamó mientras le daba una vuelta.
—¿Si? —inquirió ella cuando terminó de darla.
—Estás preciosa esta noche —respondió y ella enarcó las cejas.
—Ya lo habías dicho.
—Una vez no me parece suficiente.
La risa aterciopelada que brotó de los labios de la castaña eclipsó por unos segundos la música para el pelirrojo; motivo por el cual terminó perdiendo el ritmo, pero ella lo ayudó a recuperarlo.
—Charlie —fue ahora ella quien lo llamó y él solo la miró para indicarle que prosiguiese—. Me alegra de haber venido.
—¿Al baile?
Ella negó con los ojos entrecerrados.
—A Rumanía, para verte —respondió abriendo los ojos a su vez y regalándole una sonrisa.
—Yo también me alegro de que vinieras y —le dio una nueva vuelta antes de continuar— espero que no te vayas nunca.
—Algún día tendré que irme —rio entre dientes.
—¿Por qué?
—¿Cómo que por qué? —lo miró con incredulidad—. Vamos, Charlie, algún día te enamorarás de alguien y querrás vivir con ella —sí, le dolió expresar que existía esa posibilidad, pero lo disimuló bastante bien—. Y, como comprenderás, no me apetecerá quedarme con vosotros.
Tras decir aquello, pudo escuchar como él chasqueaba la lengua y cuando alzó la mirada, se dio cuenta de que tenía la cabeza girada hacia un lado y una expresión molesta. Su ceño se frunció y quiso preguntarle que sucedía, pero no pudo debido a que el siguiente paso del baile, hizo que él soltase su cintura y ella su hombro, quedando unidos únicamente por sus manos, pero separados por el largo que ocupaba sus brazos. Giraron el rostro hacia el otro y él fue el primero en volver a decir algo:
—Prefiero que tú te quedes siempre conmigo a vivir con cualquier otra mujer.
Morgana casi ni tuvo tiempo para asimilar aquella frase antes de que él tirase de su mano, haciéndola girar para que regresase hasta él y justo en el momento en el que la música se detenía, sus cuerpos chocaron. Ella alzó la mirada y él ya se encontraba mirándola.
—¿De verdad? —cuestionó en un susurro.
—Pensaba que ya tenías claro que eres la mujer más importante de mi vida y que no quiero volver a no saber nada de ti —respondió, sintiendo que se le hacía un nudo en la palabra al decir lo último y pensar en lo mucho que la había extraño durante los últimos años, aparte de lo mucho que había llegado a preocuparle.
—Yo...
—No podría soportar perderte de nuevo —confesó a medida que juntaba sus frentes.
Los marrones ojos de ella se cristalizaron y cuando fue a decirle que nunca volvería a irse de su lado, hasta la respiración se le cortó al notar que sus labios estaban a escasos centímetros de los ajenos y que la distancia seguía acortándose. El corazón se le desbocó y sus mejillas se tiñeron de rojo. Sin embargo, sus labios nunca llegaron a juntarse, pues en el último momento Charlie pareció volver a sus cabales y se separó bruscamente, dándose la vuelta.
«¡¿Qué ibas a hacer, Charles Weasley?!», se preguntó completamente alterado.
Pero su alteración no era nada comparada con la de Morgana, quien ni siquiera era capaz de respirar correctamente. Sus ojos vagaban de aquí a allá, preguntándose qué era lo que acababa de pasar. ¡Por Godric, ¿Charlie había estado a punto de besarla, verdad?! Pero, ¿por qué? Se suponía que él solo la veía como una amiga, que no tenía sentimientos de amor por ella, así que, ¿qué estaba sucediendo? No era capaz de entenderlo.
Mientras que ellos dos estaban completamente aturdidos, todos los presentes que había contemplado la escena tenían las bocas abiertas y aquellos que conocían o sabían sobre lo que sucedía entre los dos mejores amigos, estaban todavía más sorprendidos. Pero, entre todos los presentes, había uno que más que sorprendido estaba encantado.
Dave Lerman, quien había observado no solo la escena del casi beso, sino todo el baile, tenía una pequeña sonrisa en los labios. Definitivamente, aquellos dos le recordaban mucho a Karen y Newton. La forma en la que se miraban y sonreían era la misma con la que ellos lo hacían. Una forma que no solían emplear los amigos entre sí. Pero había algo extraño en aquello. Según como Morgana le había respondido a la pregunta de si eran amigos o algo más, le había dado a entender que Charlie no tenía sentimientos de amor por ella y que ni siquiera era capaz de darse cuenta de los que ella sentía por él. Sin embargo, había estado a punto de besarla momentos atrás, así que... ¿podía ser que había comenzado a despertar sentimientos por ella?
No, no era que Charlie estuviera empezando a sentir algo por Morgana de repente, sino que la venda que se había puesto largos años atrás había comenzado a desprenderse de sus ojos.
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Apuesto que este capítulo os gustó. 🌚🌚
No sé si lo habréis notado, pero este capítulo me quedó mucho más largo que los demás, ¿y sabéis qué? No he narrado ni la mitad de lo que tenía pensado. Debido a esto el próximo capítulo también tratará del baile para poder narrar bien todo lo demás y para evitar hacer un capítulo mucho más largo todavía.
¿Habéis notado que Charlie coquetea de forma inconsciente con Morgana? No solo en este cap, sino desde el principio. 🌚 Si no lo habéis notado, estáis igual de ciegos que él, jajaja.
Y eso es todo lo que tengo que decir, aparte de que soy pésima describiendo bailes porque no tengo ni idea, jajajaja.
Espero que lo hayáis disfrutado y esas cositas. ♥
Marie Weasley.
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