━ capítulo siete: rivales.
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CAPÍTULO SIETE
RIVALES
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Después de la peculiar conversación que había mantenido con Darius, Charlie presentó a Morgana al resto de los dragonalistas que se encontraban en la base y gracias a las presentaciones, ella confirmó sus sospechas de que la gran mayoría de los cuidadores de dragones eran de diferentes países y solo unos pocos eran de Rumanía. De entre todos ellos, congenió mejor con un chico rubio, italiano y que se llamaba Stefan. Éste le contó que había sido el último en unirse al santuario, con tan solo dieciocho años, y que por eso los más veteranos y mayores se metían un poco con él, o le dejaban las tareas más desagradables.
Más tarde, Darius volvió a acercarse para decirle que iba a presentarle, tanto a ella como a Erail, a los dos dragones enanos a los que estaba cuidando. El moreno los había llamado Heigor y Dreal, ya que ambos eran machos. Heigor tenía las escamas de un tono verde esmeralda, salvo las de la cola que tiraban a blanco, unos grandes ojos negros y apenas medía más de dieciocho centímetros. En cambio, Dreal era únicamente naranja, tanto sus escamas como sus ojos eran de ese color, de un naranja tan bonito como el del amanecer, y no medía más de trece centímetros. Eran preciosos, sin duda.
Morgana quedó fascinada observándolos y se fascinó aún más, cuando Erail se revolucionó, emocionada, por ver a otras criaturas de su especie. Los tres dragones enanos comenzaron a «jugar» inmediatamente. Y jugar entre comillas porque parecía más que se estuviesen peleando, pero Darius le aseguró que todos los dragones eran así cuando estaban emocionados y que esa era su forma de mostrar aprecio con los de su especie (o al menos en la mayoría de los casos).
Fue cuando Morgana regresó finalmente al lado de Charlie que un par de dragonalistas llegaron a la base, después de haber terminado sus turnos de trabajo.
—¡Pero, ¿quién es esa preciosidad?! —preguntó uno de ellos en un idioma que la castaña no entendía, así que imaginó que era rumano.
—Es la chica que se está quedando con Charlie desde hace unos días —le respondió Darius en inglés para indicarle que ella no lo entendería si no cambiaba de idioma.
Morgana lo miró de arriba abajo. No negaría que era un hombre bastante atractivo. Cabellos castaños, cortos y ligeramente revueltos, ojos grandes y grisáceos tirando a verdes, mentón bien definido, labios carnosos, cuerpo robusto y bien formado, piel bronceada y bonita (con algunas cicatrices y quemaduras, sí, pero no había ni un solo dragonalista que no tuviera), sin pecas o lunares ni manchas de ningún tipo (al menos donde alcanzaba la vista)... En definitiva, era un hombre guapo y sano. Parecía cuidarse bastante bien y trabajar duro para mantener aquella magnífica forma física.
Sin embargo, parecía tan perfecto que a la castaña casi se le hacía aburrido. No le llamaba del todo la atención. No había nada único en él, nada que lo hiciera destacar entre los miles de hombres guapos, como él, que había por el mundo. En ese aspecto, era totalmente diferente a Charlie. Pues el pelirrojo también era guapo y tenía un gran cuerpo, pero tenía ciertas características físicas que lo hacían destacar: como las miles de pecas que cubrían todo su cuerpo, pero sobre todo su rostro.
—Vaya, vaya, así daría gusto terminar de trabajar todos los días —comenzó a decir el castaño, ahora en inglés—, si una chica tan hermosa va a estar ahí para recibirme.
Morgana se esforzó por no rodar los ojos.
—¿Dónde la tenías escondida, Charlie? —inquirió, enarcando una ceja—. ¿No has querido presentárnosla antes por temor a que alguno te robase a tu novia?
—No es mi novia, solo somos amigos —respondió el pelirrojo y la expresión de la castaña se ensombreció de nuevo, como cuando le había escuchado responderle lo mismo a Darius.
—¿Entonces, estás disponible, bella señorita? —preguntó el dragonalista, ahora mirándola a ella—. ¿Estás soltera?
—Lo estoy, pero tampoco estoy buscando dejar de serlo ahora mismo —contestó, esperando que eso detuviera al contrario de lanzarle insinuaciones.
—Eso es porque no has conocido a ningún hombre decente en este lugar —aseguró con una sonrisa ladina—. Pero te aseguro que yo soy diferente.
—¿En serio? Pues a mí me pareces igual que los demás —contradijo ella, terminando con un bufido.
—¿Haciéndote la difícil? Eso me gusta y mucho —se pasó la lengua por los labios, humedeciéndolos, como si buscase seducirla—. Ákos Petrov, por cierto —se presentó entonces y le tendió una mano.
—Morgana Stonem —murmuró, ignorando lo primero.
Se dispuso a estrechar su mano, pero en vez de ejercer un simple apretón, Ákos acercó la mano de Morgana hasta sus labios, después de inclinarse un poco, y depositó un beso en el dorso, mientras la miraba. La castaña entreabrió los labios, sorprendida, y se vio obligada a reprimir la bordería que estaba a punto de soltar o a retirar su mano con hastío, porque el contrario era amigo y compañero de Charlie.
Sin embargo, esa acción por parte de Ákos le permitió calarlo por completo. Era un mujeriego y probablemente, también un jugador. La clase de hombre que jugaba con las mujeres, las seducía con palabras bonitas y deshonestas, se las llevaba a la cama para tener sexo y luego las desechaba como si nada. Había conocido muchos hombres como él con anterioridad, así que ahora sólo necesitaba cinco minutos para reconocer a uno de ellos. Y justamente, esa clase de hombres era la que menos soportaba.
En realidad, no le molestaba si una persona sólo buscaba compañía para tener relaciones sexuales, pues era bastante normal, pero siempre y cuando esa persona fuera honesta sobre lo que quería con la persona que había escogido como «pareja». Es decir, siempre y cuando no engañase a la otra persona para conseguir su propósito. Porque le parecía despreciable engañar a alguien diciéndole que le quería o le gustaba para solo conseguir echarle un polvo y luego desaparecer de su vida, como si nada, sin tener en cuenta los sentimientos del utilizado.
Charlie también había tenido su fama de rompecorazones durante sus años en Hogwarts –o al menos la había tenido hasta que se enamoró de Tonks–. Había enamorado a muchas chicas y rechazado a la misma cantidad, pues él no había buscado enamorarlas, pero era tan encantador y atractivo que era difícil no ser cautivado por él. Sin embargo, él siempre había sido honesto, no había jugado con ninguna de esas chicas y las había rechazado con el mayor tacto posible, porque no quería hacerles daños. Bajo la opinión de Morgana, los hombres como Charlie eran los buenos y los hombres como Ákos eran los malos.
—Un placer, Morgana —dijo él tras soltar su mano—. Tienes un bonito nombre, pero era de esperarse de una mujer tan hermosa.
—Ajá —su rostro ni siquiera expresó emoción alguna.
—Creo que Morgana no está interesada en ti, así que deberías dejar de coquetear con ella, Ákos —le sugirió Charlie con una sonrisa; sonrisa que la castaña notó que era falsa.
El pelirrojo había estado escuchando toda la conversación y observando toda la escena, y algo se había revuelto en su interior al ver como su compañero besaba la mano de su amiga o como alababa tanto su belleza. Por alguna razón, se sentía molesto y había querido interferir desde el comienzo, para que Ákos la dejase en paz. Sabía perfectamente como era el castaño, como le gustaba jugar con las mujeres, y no quería que Morgana fuera una de sus víctimas. Aunque, por lo que notaba, ella no tenía interés alguno y eso lo aliviaba.
—No te metas, Charles —le advirtió el otro—. Tú mismo has dicho que solo sois amigos, así que no tienes derecho a impedir que otro trate de seducirla, ya que tú no lo haces.
Tanto Morgana como Charlie se sintieron crispados ante sus palabras.
—Pero Charlie tiene razón, no estoy interesada en ti, así que sería mejor que te detuvieras —replicó ella.
—Haciéndote la dura de nuevo. Las mujeres como tú son las que más me gustan —Morgana rodó los ojos por la insistencia del contrario—. Cuanto más te me resistas, más voy a tratar de hacerte caer en mis brazos y al final, te aseguro que caerás.
—Eso no pasará —dijeron Morgana y Charlie casi a la vez.
Ákos los miró a ambos de hito en hito, con una ceja enarcada. Entonces, sospechó lo que sucedía. Sospechó que Morgana estaba interesada en Charlie, probablemente, estaba enamorada. Y sospechó que Charlie estaba celoso de él, aunque no sabría decir si era porque tenía sentimientos de amor por ella o porque era su preciada amiga.
—¡Bueno! —exclamó el jefe de los dragonalistas de repente, llamando la atención de todos—. ¿Por qué no nos vamos a comer? Ya es la hora.
La castaña aprovechó aquello para alejarse de los dos dragonalistas e ir a buscar a Erail, pues no quería seguir teniendo que lidiar con el castaño. Entonces, Ákos y Charlie intercambiaron miradas, miradas que soltaban chispas y no fue hasta que Darius los instó a moverse que dejaron de hacerlo y se encaminaron junto con los demás al bar-restaurante donde solían ir a comer todos los dragonalistas, siempre que no llevaban nada preparado de casa.
El local se encontraba a las afueras del santuario –aunque no muy lejos, cerca del linde–, pero la red flu les permitía llegar allí rápidamente.
Morgana fue la cuarta en utilizar la chimenea y cuando las llamas verdes la envolvieron y la trasportaron, se sorprendió bastante al observar el lugar. No estaba tan mal como había creído, sobre todo teniendo en cuenta que Darius le había mencionado que no era un lugar muy popular y que, además, tenía cierta mala reputación, porque iban toda clase de personas que estaban de paso por Rumanía y muchas de esas personas se metían en peleas.
Le recordaba en cierta medida a Las Tres Escobas y Charlie que apareció por la chimenea justo detrás de ella, le mencionó que él había pensado lo mismo la primera vez que había entrado. Ambos sonrieron con nostalgia y añoranza. ¿Cuánto tiempo habrían pasado en aquel bar cuando iban a Hogsmeade? Era su lugar predilecto, junto con Zonco. Su pandilla al completo había disfrutado de grandes y divertidos momentos allí, y quizás por eso se había terminado volviendo tan importante para ellos.
Un hombre rechoncho y de rostro gentil se acercó hasta a Darius cuando todos los dragonalistas habían llegado al local. Morgana supuso que se trataba del dueño. Y después de que el moreno le indicase cuantos eran en total, el hombre agitó su varita y varias mesas se colocaron en fila con las sillas necesarias para todos ellos, a su alrededor. Seguidamente, volaron hasta la mesa un gran mantel blanco y los diversos platos, vasos y cubiertos.
Morgana tomó asiento junto a Darius, tras que el mayor se lo pidiese porque quería seguir hablando con ella. Charlie se sentó a su otro lado y para su desgracia, Ákos tomó asiento justo en frente y le dedicó una pícara sonrisa; sonrisa que ella ignoró, por supuesto.
—¡Charlie~! —una voz femenina y cantarina sobresaltó a la castaña.
Y antes de que pudiera darse cuenta, una mujer de cabellos de un tono más claro que los suyos, rodeó el cuello de su amigo desde detrás y luego le depositó un beso en la mejilla, como si nada. Los ojos de Morgana estuvieron a punto de salírsele de las órbitas y desbordaron rabia. Darius se apresuró a poner una mano sobre su hombro para tranquilizarla, o detenerla si se acababa abalanzando sobre aquella mujer que tocaba con tanta confianza a Charlie, pues era fácil de ver que no le había hecho ni pizca de gracia.
—Hacia mucho tiempo que no venías por aquí, me tienes abandonada, cruel —le reprochó la mujer, terminando con un pequeño puchero—. Te echaba de menos.
—Lo siento, Lydia, pero una amiga se está quedando en mi casa y es una magnifica cocinera, así que no creo que venga seguido por aquí hasta que ella se marche —le explicó el pelirrojo.
—¿Una amiga? —masculló, confundida.
La llamada Lydia se separó de Charlie en ese momento y llevó la vista hasta donde se encontraba Morgana. Ésta pudo notar el desdén y el hastío con el que la miraba y no puedo evitar sentirse todavía más irritada.
—¿Por qué no me habías comentado que ella iba a venir a visitarte?
—Porque no lo sabía —el dragonalista rio—. Ella apareció de sorpresa en el santuario después de mucho años sin verla y tras muchos intentos de encontrarla.
—¿Estuviste buscándome? —inquirió sorprendida Morgana, metiéndose en la conversación.
Charlie llegó sus ojos turquesa hacia ella y sonrió.
—Por supuesto, ¿cómo podría no haber buscado a mi mejor amiga cuando desapareció de mi vida sin decir palabra? Estaba preocupado —una suave sonrisa comenzó a aparecer en los labios de la castaña—, y te extrañaba.
Morgana se sintió enternecida y estuvo a punto de decir algo; sin embargo, se vio interrumpida por aquella voz femenina y acentuada que se le comenzaba a hacer irritable.
—Pues yo nunca desaparecería de tu vida, nunca te haría pasar por algo así —aseguró Lydia, volviendo a acercarse a él.
—Y me alegra que sea así, pero estoy seguro de que Morgana tenía unos motivos bastante justificables para hacerlo —aseguró ahora él—. Porque la conozco y sé que no lo habría hecho de no ser así.
Los negros ojos de Lydia se crisparon y Morgana le dedicó una sonrisa burlona, pues Charlie la había defendido de su «ataque» indirecto.
—Bueno, ¿y qué os pongo? —preguntó, cambiando de tema, a la vez que sacaba una pequeña libreta y una pluma. Era la camarera del local.
Después de tomar los diferentes pedidos, se retiró, pero no sin antes dedicarle una mirada de rabia a Morgana, a lo que ella volvió a sonreír de forma burlona.
—Tienes a Lydia completamente cautivada, Charlie —comentó Ákos riéndose y mirando de reojo a Morgana para ver su reacción, pero ella ni se inmutó—. Desde que te uniste a nosotros, no te ha quitado ojo de encima, debe de estar muy enamorada de ti.
—Pero, ¿qué dices? —el pelirrojo se carcajeó—. Lydia no está enamorada de mí, es solamente amable y cariñosa.
Ákos lo miró con los bien abiertos y llenos de incredulidad, Morgana dejó escapar un suspiro mientras negaba y Darius se llevó una mano a la cara, desesperado. Definitivamente, el mayor había tenido razón cuando horas antes le había dicho a la castaña que el pelirrojo era duro de mollera porque no se percataba para nada de cuando alguien procesaba sentimientos de amor hacia él. Siempre los confundía con simple cariño o amistad.
La comida se volvió animada poco después. La bruja mantuvo conversaciones con varios de los dragonalistas, que no dejaban de contar anécdotas sobre los dragones o cosas que le habían sucedido a ellos. Incluso le contaron algunos de los momentos embarazosos y difíciles que Charlie había vivido cuando se había unido al santuario.
De vez en cuando, sobre todo cuando estaba hablando con el pelirrojo, sentía una mirada amenazante clavándose en la nuca y cada vez que se giraba para ver de quien era, se encontraba con Lydia. No podía sacarle más de sus casillas aquella mujer. Y cuando tan solo quedaba el postre, ésta se acercó de nuevo a la mesa y le preguntó a Morgana si podían hablar a solas un momento. La castaña accedió «encantada» y la siguió.
—Te lo voy a decir solo una vez, quiero que te vayas de aquí, quiero que te alejes de Charlie, ¿entiendes? —le dijo sin darle tiempo a preguntar qué era lo que quería—. He trabajado muy duro estos últimos años y no voy a dejar que ahora tú aparezcas y me lo arrebates.
—¿Espera, qué? —Morgana resopló, incrédula—. Creo que eso es lo que yo debería decir —indicó—. He estado casi diez años enamorada de Charlie y no voy a dejar que alguien que apenas ha entrado en su vida hace unos años y no lo conoce bien, se quede con él.
—Pues tengo mil veces más oportunidades que tú con él —replicó la contraria—. Tú misma lo has dicho, llevas diez años enamorada de él, pero ni siquiera has conseguido nada en ese tiempo, ¿verdad? Ni un mísero beso o señal de que él te pueda corresponder —Lydia sonrió socarrona y Morgana sintió como si le acabasen de clavar un puñal, pues la contraria estaba diciendo la pura verdad—. Además, al menos a mí me mira como a una mujer y no como a ti que parece que no te mira más allá de cómo una amiga o peor aún, una hermana.
Aquello fue como una segunda puñalada para Morgana, mucho más letal que la primera. Sin embargo, no iba a dejarse amedrentar por una persona que se le hacía estúpida, superficial y que, además, según lo que Darius le había dicho durante la comida, era menor que ella.
—No deberías provocarme, Lydia, no me conoces y no sabes de que soy capaz —le advirtió, casi le amenazó, con calma—. Soporté a una rival en el pasado, pero no voy a soportar a una segunda, así que si tengo que aplastarte para asegurarme de que Charlie no acabe con una cualquiera como tú, lo haré encantada.
Lydia la miró con ira y Morgana elevó el mentón con suficiencia. Como si fuera a dejar que Charlie acabase con alguien como ella. ¡Jamás! Incluso si no era ella misma quien acababa a su lado, como su mejor amiga y la persona que mejor lo conocía, no iba a dejar que el pelirrojo acabase con una mujer que no parecía entenderlo ni lo veía por quien realmente era.
Se giró de forma rápida y elegante, dejando con la palabra en la boca a la contraria, para regresar a la mesa, donde Charlie le preguntó de que habían hablado y ella dio como toda respuesta: «cosas de chicas». Él no insistió ya que no quería meterse y se dispuso a comenzar a comerse el postre que acababa de ser servido en la mesa.
—¿Te gusta Lydia? —se atrevió a preguntar a los minutos la castaña.
—En absoluto —respondió el pelirrojo y parecía sobresaltado ante la idea de que su amiga pensase así—. Es decir, es guapa y simpática, pero... ¿cómo decirlo? —dudó durante unos segundos—. No es mi tipo, ni física ni psicológicamente.
Morgana se sintió aliviada al escucharlo.
—¿Y cuál es tu tipo?
—Hm... pues —llevó la mirada hasta los marrones ojos de su amiga mientras meditaba y ella lo miró con las cejas enarcadas—, alguien como tú, supongo.
Como era de esperarse, Morgana se sonrojó violentamente y hasta Charlie acabó sonrojándose un poco al ver su reacción. Incluso llegó a sentirse nervioso.
—No bromes conmigo, Charles —pidió ella, negando con la cabeza.
—No lo hago —la contradijo, frunciendo el ceño por un segundo—. Puede que suene raro ya que tú eres mi mejor amiga, pero el día que me decida a tener una relación seria, definitivamente necesitaré que sea con alguien como tú.
» Alguien que me entienda sin necesidad de palabras, alguien que esté dispuesta a vivir aventuras y a hacer travesuras conmigo, alguien con quien nunca me aburra y me asegure que cada día será único e inolvidable —explicó él con sinceridad y sin vacilación alguna, mientras sonreía suavemente, básicamente describiendo su relación con la castaña—. Si no es alguien como tú, estoy seguro de que no sería feliz ni podría disfrutar plenamente de esa relación.
«Estúpido, si dices esas cosas sólo harás que me enamoré más de ti», pensó Morgana. «Y... que vuelva a tener esperanzas de estar contigo como algo más que amigos».
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Sinceramente, este capítulo no me gustó tanto como quedó, quizás por la aparición de los rivales amorosos (?), así que puede que algún día lo edite un poco.
De todas maneras, ¿qué os han parecido Ákos y Lydia?
Marie Weasley.
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