━ capítulo doce: la visita continúa.
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CAPÍTULO DOCE
LA VISITA CONTINÚA
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Morgana y Danna habían tomado asiento en uno de los mullidos sofás para continuar poniéndose al día, después de que la castaña terminara de recoger la cocina y de que la rubia dejara sus cosas en una de las habitaciones libres de la cabaña. No pensaba quedarse mucho, por lo que no le hubiera importado dormir en el sofá, pero su amiga le había indicado que habiendo habitaciones libres era una estupidez que durmiera en el sofá y no había querido protestar.
—¿Y qué hay de ti? —preguntó Morgana mientras terminaba de acomodarse. Danna la miró con el ceño fruncido, no entendiendo la pregunta—. ¿Qué tal te ha ido en el amor? —aclaró.
—Creo que ambas tenemos vidas amorosas desastrosas —respondió, dejando escapar una pequeña risa, a la que la castaña se unió.
—¿Entonces, no ha habido nadie?
—No, sí que ha habido alguna que otra persona —indicó—. En realidad, he estado en varias relaciones.
—¿Con hombres o mujeres? —cuestionó Morgana, dudosa.
—He estado con más mujeres, pero, curiosamente, mis relaciones más duraderas han sido con hombres.
—¿En serio? —una carcajada se le escapó.
La castaña sabía perfectamente que su mejor amiga, a pesar de ser bisexual, siempre había tirado más hacia las mujeres, ya que solía sentirse más a gusto con ellas (justo lo contrario a ella misma) y además, solía cansarse rápidamente del sexo opuesto, así que le resultaba gracioso que durante aquellos cinco años sus relaciones más duraderas hubieran sido con hombres.
—Yo también estoy sorprendida de ello —confesó Danna y soltó una risa.
—¿Cuánto duró la más larga?
—Algo más de dos años.
Los labios de la castaña se entreabrieron y sus cejas se elevaron. Dejando de lado a Emily y Josh, Danna debía ser el miembro de la pandilla que más había durado en una relación y Morgana no pudo evitar pensar que era bastante irónico, pues, de entre todos, la rubia era la que menos estaba interesada en el amor y las relaciones serias, junto con Sophie y Damon.
—¿Y qué fue lo que sucedió? —inquirió Morgana con cierta duda, ya que no sabía si su amiga quería hablar de ello.
—No estoy segura —bajó la mirada y suspiró—. Al principio todo iba de maravilla, ambos nos queríamos mucho y disfrutábamos de estar juntos —comenzó a contar mientras que imágenes de su ex enamorado aparecían en su mente—. Todos los días eran como una aventura y siempre estaba deseando que el trabajo terminase rápido para encontrarme con él —una sonrisa entre dulce y amarga se fue formando en sus labios a medida que hablaba—. Pero en algún punto las cosas cambiaron y aun no tengo claro por qué —hizo una mueca—. Dejamos de sentirnos a gusto, ya no nos reíamos como antes, ya no nos mirábamos de la misma forma... Supongo que la chispa se apagó y no fuimos capaces de revivirla.
Para ese momento, se formó un nudo en la garganta de la auror, impidiéndole continuar hablando si no quería terminar llorando. Aún lo tenía reciente, apenas habían pasado siete meses desde que su relación había terminado y aunque lo habían dejado por mutuo acuerdo ya que no querían acabar haciéndose daño, todavía le pesaba. Era la persona a la que más había amado. No, seguramente era la primera persona a la que había amado.
La bruja frente a ella posó una mano en uno de sus hombros, apretándolo un poco, y cuando, por fin, regresó sus azules ojos a los marrones ajenos, ella le sonrió cálidamente, tratando de reconfortarla de alguna manera.
—Sí, parece que ambas tenemos vidas amorosas desastrosas —mencionó Morgana, haciendo alusión a lo que la rubia había dicho minutos antes, y rio.
Danna se unió a su risa.
—Completamente.
Después de aquello, permanecieron en silencio durante un rato. Rato en el que la pequeña dragona despertó y se acercó hasta a ellas correteando por el suelo de madera a toda prisa. Se paró justo a los pies de la castaña y se restregó contra una de sus piernas, llamando su atención y acto seguido, Morgana la cogió y la depositó sobre su regazo. La rubia se quedó mirándola completamente fascinada. Era preciosa y adorable. Tan pequeña que parecía inofensiva, pero sus afilados colmillos y garras indicaban lo contrario.
—Te eché de menos durante la reunión —dijo entonces Morgana. «Y también durante estos cinco años», pensó—. Estaba contenta de ver a los demás, pero definitivamente me habría gustado ver más a mi mejor amiga.
Una sonrisa no tardó en aparecer en los labios de Danna.
—Quería ir, pero fue imposible encontrar un día en el que todos pudiéramos venir. Cuando yo podía, Colin y Ayumi no, y lo mismo a la inversa —resopló—. Así que les dije que vinieran ellos y que yo ya vendría por mi cuenta para daros una sorpresa.
—Ha sido una sorpresa preciosa —indicó sonriendo—. Estoy muy, pero que muy, contenta de tenerte aquí.
—Y yo de haber venido —la sonrisa de Morgana se ensanchó al oírla—. Te he echado mucho en falta estos años, Morgana.
—Y yo a ti, Danna, no sabes cuánto.
En ese instante, Danna sintió ganas de hacerle cientos de preguntas a su amiga, pero no quería atosigarla, así que solo hizo una:
—¿No desapareciste solo por lo de Charlie, verdad?
Morgana no respondió, pero su expresión la delató. Danna la conocía tan bien que podía reconocer y entender cada mínimo cambio de expresión en la contraria. Así que le dejó claro que no había sido solo por eso. Había algo más y probablemente mucho más importante que lo de Charlie, y aunque Danna quería saber que era ese «algo», porque había estado muy preocupada por la castaña durante los años pasados y por si podía ayudarla, decidió ahorrarse el preguntarlo y cambió de tema, ya que intuía que no recibiría respuesta.
—Tenemos que intentar quedar todos —recalcó la palabra «todos» alargando las silabas– pronto.
—Me encantaría, así que ya te estás poniendo de acuerdo con los demás para pedir con tiempo un día libre del trabajo.
—Lo haré, no te preocupes —rio entre dientes.
—Estaría bien que consiguiésemos contactar con Damon para que asista también.
—Cierto, oí de Erick que ni siquiera respondió a sus cartas.
—En realidad, Erick y Colin me contaron que llevaba meses sin responderles a ambos —contó y en su voz se pudo notar un deje de preocupación—. ¿Tú sabes algo de él?
—Lo vi hará un par de meses en el Callejón Diagon —contestó, haciendo una mueca que a Morgana le dio muy mala sensación.
—¿Y cómo estaba?
—No muy bien —miró a los ojos de su amiga, notando su preocupación; preocupación que ella misma también sentía—. Estaba muy demacrado, muy pálido, muy serio... Se veía tan diferente a cuando estábamos en Hogwarts. Le pregunté si estaba pasando por apuros económicos, ya sabes —la castaña asintió, entendiendo a que se refería—, porque si era así, nosotros estaríamos encantados de ayudarle.
—Por supuesto —aseguró sin dudar, interrumpiéndola.
—Me dijo que no, que no se trataba de eso y que no me preocupase —resopló—. Pero, sinceramente, cuando alguien me dice que no me preocupe, me preocupo más.
—¿Te dijo algo más?
—No y se marchó antes de que pudiera preguntarle.
—Espero que no sea nada grave —deseó Morgana. Damon era un muy buen amigo suyo, era un miembro de la pandilla, y no quería que nada malo le ocurriese.
—Sí...
Pareció que la rubia iba a comentar algo más, pero en el último instante prefirió callárselo.
—¿Qué piensas? —inquirió la castaña con el ceño fruncido.
Sí, Danna conocía demasiado bien a Morgana como para entender hasta su más mínima expresión, pero lo mismo sucedía a la inversa. Y la forma en que la rubia desviaba la mirada lejos de la de ella, solo hacía más evidente que se estaba callando algo.
—Bueno, es que da la casualidad de que Damon dejó de responder las cartas que Erick y Colin le enviaban justo cuando Potter reveló que supuestamente Quien-tú-sabes había regresado durante el Torneo de los Tres Magos.
La expresión de Morgana fue todo un poema. Su ceño se frunció tanto que sus cejas casi se juntaron, sus labios se volvieron una fina línea recta de lo mucho que los apretó y en sus ojos se reflejó una mezcla de decepción y enojo. Contó hasta diez en su mente y respiró hondo varias veces para intentar controlar el enfado que había empezado a sentir.
—¿Y crees que se ha unido a él? —cuestionó con incredulidad.
—No estoy segura, pero podría ser —su voz sonaba un poco dudosa—. Hay indicios, su familia...
—Su familia no es él —la interrumpió con clara molestia—. Y no te atrevas a decir que otro motivo por el cual podría haberse unido a ellos es porque fue Slytherin —le advirtió—. Estoy muy contenta de verte y no quiero arruinarlo discutiendo otra vez sobre el mismo tema —continuó diciendo y volvió a inspirar hondo—. Pensaba que ya habíamos dejado atrás lo de juzgar a los demás por su casa, familia o sangre.
Danna bajó la mirada, incapaz de sostener la mirada de su amiga que irradiaba molestia. Era justamente por eso que había preferido callar al principio, pues sabía que la contraria se enfadaría si soltaba una suposición como aquella. Morgana no toleraba muy bien que se juzgase a los demás por ninguno de los tres motivos que había expuesto: la casa, la familia y la sangre.
La familia Stonem en su gran mayoría había permanecido a Slytherin y hasta hacia menos de un siglo también había sido bastante purista. Sin embargo, el abuelo de Morgana, Oliver, había sido el primero en romper los ideales puristas, juntándose con hijos de muggles, mestizos, sangres pura, muggles y traidores a la sangre por igual. Y su tío abuelo, Drew, había sido el primero en romper la tradición de caer en Slytherin, cayendo en Gryffindor. En un principio, ambos habían sido una decepción para la familia, pero rápido habían demostrado que eran los miembros más valiosos e imprescindibles de ella.
La propia Morgana había estado a punto de caer en Slytherin, así que le molestaba aún más que se juzgase a alguien de esa casa solamente por pertenecer a ella.
—Sí, cierto, tienes razón —murmuró Danna, arrepentida.
—¿Es que has olvidado que Damon fue expulsado de su familia por juntarse con hijos de muggles, mestizos y traidores a la sangre? —inquirió Morgana, recordando la desesperación que había vivido su amigo en aquella época—. Fue expulsado por culpa nuestra, Danna, porque él nos escogió a nosotros sobre su familia.
La culpabilidad invadió a la rubia. Sí, por un momento lo había olvidado y se había atrevido a decir una gran estupidez. Damon lo había dado todo por ellos, porque los apreciaba más a ellos, porque se sentía más apreciado por ellos que por su familia, porque quería seguir siendo su amigo, y ahí estaba ella, juzgándolo otra vez por su familia y su casa como cuando lo conoció. Se suponía que ya era toda una mujer adulta, pero todavía era inmadura.
—Lo sé, lo sé, lo olvidé —reconoció y se mordió fuertemente el labio inferior por dentro—. Lo siento, Morgana, no volveré a insinuar algo así. Damon siempre ha sido un buen amigo.
—Así es y aunque no sea la mejor persona, tampoco es la peor —añadió la castaña—. En realidad, en esta pandilla nuestra ninguno somos totalmente buenas personas.
—Muy cierto.
Efectivamente, era cierto. Todos tenían sus pros y sus contras. Todos tenían su lado bueno y su lado. Todos tenían su luz y su oscuridad. Todos tenían sus defectos y virtudes. Ninguno tenía un corazón plenamente bondadoso y ninguno tenía un corazón plenamente egoísta. Ninguno era perfecto. Pero eso nunca los había separado. Al contrario, los había unido aún más, pues les había hecho entenderse y compenetrarse mucho mejor.
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Las dos amigas continuaron hablando, sentadas en el sofá, largo rato más (cambiando de tema a uno más alegre, por supuesto) hasta que Morgana propuso que fueran a recoger a Charlie a la base del santuario para irse a comer los tres juntos.
Se llevaron a Erail con ellas y la pequeña dragona no dejaba de corretear hacia todos lados, por lo que tenían que estar mirándola constantemente para asegurarse de que no se desviaba del camino principal. Cosa que hizo de todas maneras en varias ocasiones, provocando que Morgana y Danna corrieran tras de ella.
En una de las ocasiones, Erail fue detenida de introducirse más en las profundidades del bosque, por tres pequeñas imshils. Danna quedó fascinada al verlas, recordaba haberlas estudiado en Cuidado de Criaturas Mágicas y haber leído sobre ellas en Animales Fantásticos y donde encontrarlos, pero nunca había tenido el placer de ver una. Morgana le comentó que en el santuario vivía un gran grupo de ellas, aunque eran raras de encontrar.
Había media hora caminando desde la cabaña hasta la base del Santuario de Dragones, pero ellas tardaron hora y media en llegar, entre que Erail no dejaba de desviarse del camino, Danna se entretenía viendo el paisaje y que se encontraron con Stefan, el dragonalista al que Morgana había conocido durante la comida con ellos, y se quedaron un buen rato hablando con él. Para cuando llegaron, ya era casi la hora del almuerzo.
Morgana presentó a Danna a los dragonalistas que se encontraron dentro, aunque no se entretuvieron mucho más con ellos, en cuanto les dijeron que Charlie se encontraba en la parte trasera ayudando con el cuidado del huerto que tenían.
Y sí, el pelirrojo se encontraba allí, sacando de entre la tierra zanahorias, rábanos, calabazas... y plantando nuevas semillas en otras zonas. Tenía la camisa de cuadros remangada hasta los codos, mostrando sus fuertes brazos, perladas gotas de sudor caían por su rostro y su rizado cabello estaba completamente empapado. Pese a que estaban a nada de entrar en invierno, todavía se pasaba bastante calor cuando se hacía tareas físicas tan duras como aquella.
—Pensaba que como ya no vivías en la residencia no tenías que cuidar del huerto —comentó Morgana mientras se acercaba a él, teniendo cuidado de no pisar lo plantado.
Charlie giró la cabeza al escuchar su voz y una sonrisa apareció en su rostro al ver a sus dos amigas. Era una grata sorpresa. Pensaba que ellas estarían aún en la cabaña, poniéndose al día de todo lo que habían hecho durante los años pasados y olvidándose por completo de él.
—Así es, pero me gusta ayudar siempre que puedo —respondió, depositando en una cesta el ramo de zanahorias que acababa de extraer de la tierra—. Además, últimamente estoy cogiendo muchos ingredientes de aquí para que puedas cocinar en la cabaña.
—Quizás deberías plantar tu propio huerto —sugirió Danna.
—Lo he pensado. Con Morgana viviendo conmigo, nos vendría muy bien —señaló Charlie.
—Sí, porque encima parece que no tiene ninguna intención de irse —comentó la rubia con una sonrisa ladina, para justo después recibir un codazo de parte de la castaña.
—Por mí que no se vaya nunca —dijo el pelirrojo como si nada, antes de regresar a su tarea, por lo que no vio la feliz y tonta sonrisa que se formó en los labios de la castaña.
—¡Oh! ¡Pero si es la preciosa mujer de antes! —se escuchó que exclamaba alguien con sorpresa y un claro acento búlgaro.
Rápidamente, Morgana distinguió a Ákos a unos metros de ellos, igual que Charlie, de cuclillas en el suelo recogiendo hortalizas. No lo había reconocido hasta ese momento porque se había mantenido con la cabeza agachada y además, llevaba un sombrero vaquero, para cubrirse del sol, que impedía que su rostro se viese bien.
—¡El dragonalista que me acompañó hasta la cabaña! —exclamó Danna al reconocerlo.
Charlie y Morgana miraron alternadamente a la rubia y al castaño, sorprendidos.
—¿Fuiste tú quien guió a Danna hasta mi cabaña? —inquirió el pelirrojo mirando a su compañero—. Pensaba que estarías cuidando a Heimer.
Heimer era el nombre de uno de los dragones a cargo de Ákos, un magnifico ejemplar de ironbelly ucraniano, que actualmente estaba pasado por una especie de fiebre.
—Fui después —aclaró el castaño—. Darius me pidió que fuera a la entrada para darle un mensaje a Jacob y ahí fue cuando me encontré a tu bella amiga.
—Pues gracias por acompañarla, Ákos —Charlie le dedicó una sonrisa, verdaderamente agradecido, pero Ákos le restó importancia al asunto con un gesto con la mano.
—Pero empiezo a sentir mucha envidia de ti, ¿sabes, Charles? —el mencionado frunció el ceño y el castaño desvió la mirada hacia las dos chicas—. Tienes mucha suerte teniendo amigas tan preciosas como ellas.
—Y eso que nos has visto a las otras tres, también son preciosas.
—Absolutamente preciosas —corroboró Danna.
—Si hubiera sabido que en Hogwarts había tan buenas mujeres, hubiera convencido a mis padres de que me enviarían allí —bromeó.
Charlie, Morgana y Danna rieron ante su broma.
—Supongo que fuiste a Durmstrang, ¿no? —inquirió la rubia.
—Sí, correcto, pero no había tan bellas mujeres como en Hogwarts, por lo que veo.
—Oh, definitivamente había, y supongo que aún hay, muy bellas mujeres allí. También había algún que otro hombre, pero sobre todo había mujeres bellas, fuertes e inteligentes —le contó con una sonrisita—. Estaba como en el cielo.
Una de las cejas de Ákos se alzó al escuchar su última frase.
—¿Te gustan las mujeres? —preguntó, curioso.
—Me gustan ambos —respondió, ampliando su sonrisa.
Él también terminó sonriendo, más que encantado con que ella hablase de su orientación sexual tan abiertamente y sin ningún tapujo.
—¿Qué está pasando? —le preguntó Charlie a Morgana en un susurro. Ninguno de los dos se había perdido detalle de aquella conversación.
—Creo que están ligando —le respondió ella, también en un susurro.
—Ákos, por favor, deja de tratar de ligar con todas mis amigas —dijo Charlie entonces, medio en broma, medio en serio.
—¡Déjalo! —se quejó Danna—. Yo no he dicho que me disguste.
A Morgana se le escapó una exclamación de sorpresa y miró a su amiga como diciendo «pensaba que tenías mejor gusto para los hombres», a lo que la rubia soltó una carcajada.
—Más importante, ¿queréis que os ayudemos? —inquirió Danna mientras se arremangaba la camisa, dispuesta a echar una mano con el huerto.
—Eso nos vendría muy bien, así podremos irnos cuanto antes a comer —respondió Charlie y Ákos asintió.
Charlie le indicó a Danna por donde comenzar mientras que Morgana dejaba a Erail, a la que había estado cargando desde que llegaron a la base, sobre el suelo. Grave error, porque en cuanto lo hizo, la dragona salió disparada hacia una calabaza cercana y comenzó a destrozarla con sus garras y dientes.
—¡Erail! —gritó el pelirrojo, completamente alarmado.
La dragona paró en seco, lo miró y segundos después, continuó destrozando la calabaza, haciendo caso omiso a las protestas de Charlie. La risa de Ákos no tardó en inundar el lugar.
—¡Ha salido traviesa!
—Morgana, mejor quédate cuidando de Erail y nosotros nos encargarnos de esto —le indicó a la castaña, quien no tardó en ir a buscar a la dragona.
Una vez la cogió, buscó un sitio cercano donde sentarse y la posó sobre su regazo para jugar con ella y distraerla para que no causase más destrozos, mientras que los dos dragonalistas y la auror trabajaban arduamente en el huerto.
—Por cierto, Charles —comenzó a decir Ákos, elevando la voz, pues se había alejado un poco—, ¿les has comentado a Morgana sobre el baile?
—¿Qué baile? —preguntaron Morgana y Danna al unísono.
—¡Ákos! —exclamó Charlie en forma de queja—. No, no le he dicho nada, iba a esperar a que Danna se fuera para hacerlo. ¡Gracias por arruinar la sorpresa! —ironizó, molesto.
—Perdón, perdón, no lo sabía —se excusó el contrario.
—Repito: ¿Qué baile?
Charlie miró una última vez mal a su compañero antes de girarse para mirar a Morgana.
—Más que un baile, es una fiesta, que organiza un célebre dragonalista que vive por aquí —contestó Charlie al fin.
—Dragonalista que, a pesar de estar retirado, aún colabora con nosotros —añadió Ákos.
—La organiza todos los años, antes de navidad, para los dragonalistas, magizoólogos y magos o brujas naturalistas —continuó explicando Charlie—, y se nos permite llevar acompañante, así que... ¿Te gustaría ir conmigo, Morgana?
—¿Qué clase de pregunta absurda es esa? —inquirió Dana con el ceño fruncido, pues se le hacía que no había necesidad de realizarla.
Charlie la miró sin entender a qué se refería.
—Por supuesto que sí, Charlie, me encantaría ir contigo —respondió Morgana, ignorando el comentario de su amiga.
—Perfecto —le dedicó una sonrisa que ella, obviamente, le devolvió.
—Por eso era una pregunta absurda —farfulló Dana por lo bajo—. Claro que te iba a decir que sí, pedazo de idiota y cegato.
Ákos que se encontraba más cerca de ella, consiguió escuchar lo que decía y terminó soltando una sonora carcajada. ¡Qué razón tenía! Charlie era un idiota y estaba completamente ciego.
—Una pregunta: ¿El dragonalista que realiza la fiesta podría ser... Dave Lerman? —preguntó Morgana mientras que evitaba que Erail se escapase de su regazo.
Los dos dragonalistas asintieron a la vez.
—¿Lo conoces acaso? —inquirió el castaño.
—Claro, es un amigo cercano de mi abuelo.
El castaño ladeó la cabeza y parpadeó varias veces, confundido.
—¿Tu abuelo?
—Oliver Stonem —respondió Charlie por ella.
—¿Oliver Stonem? —repitió su compañero y cuando pareció darse cuenta de a quien se refería, sus ojos se abrieron como platos—. ¡¿El mejor runista de la historia?!
—Él mismo —contestó Charlie.
—Exactamente ese —añadió Danna.
Mientras que Ákos seguía completamente sorprendido y no dejaba de farfullar cosas sin sentido, y Charlie y Danna lo miraban y asentían como diciendo «sí, así es, es nieta de una leyenda», Morgana no podía hacer otra cosa que contener la risa. Siempre le hacía gracia como reaccionaba la gente cuando averiguaba que compartía lazos sanguíneos con el reconocido y reputado runista, Oliver Stonem, y aun más que era su abuelo.
Pero lo que quedaba claro con lo que acababa de suceder con Ákos, es que hasta en las lejanas tierras de Rumanía, la familia Stonem era reconocida y admirada.
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Para aquellos que leáis «Beasts Lovers», imagino que habréis notado las diversas referencias que hay en este capítulo sobre esa historia, jaja.
Os comunico que solo quedan ocho capítulos para que finalice el primer acto de tres (quizás haya algún capítulo más si se me ocurre algo, pero no lo creo). Y si creéis que en este acto ha habido drama, no sabéis lo que se os viene encima, pues será en el segundo acto donde comience a desarrollarse la verdadera trama de esta historia. Trama que esta relacionada con uno de los motivos por los cuales Morgana desapareció y que está ligada a «Beasts Lovers». ewe
Espero que os haya gustado el capítulo y eso. ♥
Marie Weasley.
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