
━ capítulo diecisiete: navidad con los weasley.
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CAPÍTULO DIECISIETE
NAVIDAD CON LOS WEASLEY
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Charlie y Morgana aparecieron a cien metros del suelo en las afueras de Londres, tras haber usado un trasladador. Como mejor pudieron, caminaron por el aire hasta pisar tierra firme y después, ambos recorrieron el lugar con confusión en sus rostros. Estaban en pleno descampado y no entendían porque los padres del pelirrojo habían preparado un traslador que los llevase a ese raro lugar y no directamente a la Madriguera.
Escucharon unas pisadas detrás suyas a los pocos minutos y con rapidez, sacaron sus varitas mientras se giraban y apuntaban a quien fuera que estuviera allí. Se trataba de un hombre alto y robusto, con una pierna de palo, diversas cicatrices deformando su rostro y un Ojo Mágico azul eléctrico sustituyendo el que alguna vez había perdido. Charlie lo reconoció, recordaba haberlo visto cuando había ido a Hogwarts para el Torneo de los Tres Magos.
—¿Alastor Moody? —preguntó para asegurarse y cuando éste asintió, Morgana y él bajaron las varitas.
—Charlie Weasley, supongo —dijo el mayor—. Tus padres me han mandado a recogeros.
—No necesito a nadie que me acompañe a mi propia casa —repuso Charlie con el ceño fruncido.
—No nos dirigimos a la Madriguera —respondió Moody mientras se acercaba y los dos amigos intercambiaron una mirada confundida y extrañada.
El ex auror terminó de acercarse a ellos y entonces, sin decir nada, posó una mano sobre el hombro de Charlie y Morgana al darse cuenta de lo que pretendía, rápidamente sujetó el brazo del pelirrojo. Acto seguido, se desaparecieron y aparecieron en una calle desértica. Moody dio dos golpes en el suelo con el bastón y entonces, las casas que tenían en frente, la número 11 y la 13 más concretamente, comenzaron a separarse. Bajo la sorpresa de los dos jóvenes, la casa con el número 12 se mostró.
—Adentro —les ordenó Moody.
—¿Eh? Pero... ¿Dónde estamos exactamente? —Charlie estaba muy confundido.
—En el cuartel general —se limitó a responder el mayor y una vez más, Charlie y Morgana intercambiaron una mirada sin entender nada.
Moody volvió a instarles para entrar y con cierta duda, lo hicieron, pero él no los acompañó al interior alegando que tenía otro trabajo que hacer.
—Si tus padres han dejado la Madriguera por este lugar están locos —comentó Morgana mientras caminaban por un largo, oscuro y sucio pasillo.
La puerta que tenían en frente se abrió dando paso a una mujer mayor de cabellos ondulados y pelirrojos. La sonrisa que asomó en los labios de Charlie fue inmediata, pero no tan grande como la que apareció en los de la mujer.
—¡Hijo mío! —exclamó Molly mientras corría hacia el mencionado.
Charlie dejó su maleta sobre el suelo y caminó más rápido para llegar hasta su madre y abrazarla con fuerza. Morgana contempló la escena en silencio con una leve sonrisa. Cuando se separaron, Molly comenzó a palmear el cuerpo de su hijo, mirándolo de arriba abajo en repetidas ocasiones para ver cuánto había cambiado desde la última vez que se vieron.
—Pensé que estarías más delgado —indicó ella.
—Desde que Morgana está viviendo conmigo, estoy comiendo muy bien —explicó para mirar de reojo a la castaña.
En ese momento, fue cuando la mayor se fijó en ella y sus ojos se humedecieron un poco. Sonrió ligeramente, se apartó de su hijo y se acercó a ella. Posó las manos en los hombros ajenos, apretándolos con suavidad, y observó atentamente su rostro, antes de abrazarla. La castaña no tardó ni medio segundo en corresponderlo, abrazándola con mucho cariño.
—Morgana, querida, cuanto tiempo —mencionó Molly al separarse—. Te has vuelto aún más hermosa.
—Lo mismo digo, señora Weasley, parece que los años no pasan por usted. —El alago hizo que la mayor se ruborizase e hizo un movimiento con la mano tratando de ser modesta.
—¿Dónde está papá? —preguntó Charlie. Pese a que estaba muy contento de ver a su madre y quería hablar más con ella, en ese instante a quien más deseaba ver era a su padre.
—Está en la cocina, si vas por esas escaleras llegarás —contestó su madre señalando unas escaleras que bajaban.
Charlie miró unos segundos a Morgana, como preguntándole si estaba bien que la dejase sola un rato y cuando ella asintió, se apresuró hacia las escaleras. Justo en el momento en que desaparecía por ellas, dos personas completamente idénticas aparecieron detrás de Molly, dándoles un gran susto a ambas mujeres.
—Juraría que he escuchado la voz de Charlie —murmuró uno de ellos.
—¡Mor! —exclamó el otro cuando la vio, llamando la atención de su gemelo.
—¡Freddie, Georgie! —exclamó de vuelta.
Molly tuvo que echarse a un lado cuando sus dos hijos gemelos se abalanzaron a la vez sobre la recién llegada. Morgana, entre la sorpresa y el peso de ellos, se vio obligada a retroceder un par de pasos al perder ligeramente el equilibro. Los rodeó a ambos con sus brazos y notó como ellos la abrazan con aun más fuerzas, por lo que no pudo evitar sonreír.
—Te echábamos de menos —susurró George en su oído y Morgana sintió una presión repentina en el pecho.
—Y yo a vosotros.
Estuvieron un poco más abrazados y finalmente, fueron ellos quienes se separaron. Morgana los recorrió a ambos y casi una lágrima se le escapó al darse cuenta de lo mucho que habían cambiado. La última vez que los había visto eran unos tapones, a los que les sacaba tres o cuatro cabezas, y, sin embargo, ahora los papeles se habían invertido y eran ellos los más altos.
—Habéis crecido mucho, ya no puedo decir que sois mis pequeños. —Hizo un puchero.
—No, te hemos superado —Fred rio entre dientes.
—Y pronto superaremos a Charlie y Bill —añadió George sonriendo.
—Bueno, eso ya lo veremos —repuso Morgana, aunque no le parecería nada extraño si realmente llegaba a suceder.
—Deberíais bajar —los interrumpió Molly—, estoy segura de que Arthur se alegrara mucho cuando te vea —indicó mirando a la castaña.
—Es cierto, ha estado estos últimos días muy emocionado al saber que quedaba poco para veros —indicó Fred.
—Bueno, todos estábamos muy emocionados —confesó George. Y no era tanto por Charlie –que también–, sino por ella, pues llevaban cinco años sin verla.
Descendieron las escaleras y cuando se adentraron a la cocina-salón, se encontraron a Charlie de rodillas frente a su padre, quien estaba sentado en un cómodo sillón rojo. Arthur tenía una mano apoyada en el hombro de su hijo y ambos se sonreían cálidamente. Tras verle, el dragonalista se sentía más tranquilo, pues no parecía encontrarse mal del todo, aunque no le había hecho gracia ver las heridas que cubrían su rostro.
—¿¡Pero si no es esa la mejor runista de su generación!? —inquirió el mayor a modo de saludo cuando se dio cuenta de su presencia y tendió una mano hacia ella.
Morgana caminó hasta él, a la vez que Charlie se incorporaba e iba a saludar a los gemelos, cogió su mano y tras que él tirase un poco de ella para acercarla, se inclinó y lo abrazó con cuidado, notando lo débil y delgado que se encontraba. Y, aun así, Arthur le dedicó una radiante sonrisa, cargada de alegría y dulzura cuando se separaron y miraron.
—Me alegra verle bien, señor Weasley.
—Esa es mi línea —repuso él mientras elevaba la otra mano y acariciaba una de sus mejillas—. Estábamos muy preocupados por ti.
La presión en el pecho de Morgana aumentó, igual que la sensación de culpabilidad. Esa misma sensación que había tenido tras reencontrarse con Charlie o los miembros de la pandilla. Esa culpabilidad por haber dejado a tantas personas que la querían atrás, sin avisarles de que se iría ni a donde se dirigía para no preocuparles.
—Lo siento —fue lo único que pudo decir, pues sentía que si decía algo más, las lágrimas comenzarían a salir.
Cinco personas más llegaron al salón poco después, entre ellos la señora Weasley, quien había ido a avisar a sus otros dos hijos de que los invitados habían llegado. Ginny corrió al ver a su hermano mayor y tras que él la cogiese cuando saltó hacia sus brazos, giraron mientras se abrazaban. En cambio, Ron se quedó paralizado en su sitio al reconocer a Morgana, mientras que a ella se le habían abierto los ojos más de lo normal y también se habían cristalizados. Si se había sorprendido con lo que habían cambiado Fred y George, lo de Ron era un nivel completamente diferente, casi parecía otra persona diferente a la que recordaba, pero el brillo de sus ojos le hacía ver que seguía siendo el adorable niño que la seguía a todos lados.
Fue ella la que se acercó hasta él y cuando a penas los separaban unos centímetros, lo estrechó entre sus brazos con notable cariño. Entonces, Ron ocultó la cabeza en su cuello mientras rodeaba su delgada cintura, y ella acarició su cabello con una mano.
—Oh, por Godric, te has convertido en todo un hombre —susurró sin soltarlo y él la estrechó con algo más de fuerza—. Mi Ronnie...
Los amigos del pelirrojo menor miraban la escena perplejos, sin entender porque toda la familia Weasley parecía tan feliz y a la vez, al borde de las lágrimas, debido a la presencia de la castaña. Desde que Ron se había enterado de que Charlie y ella iban a visitarlos por Navidad, él les había contado un montón de anécdotas de la castaña, pues a su hermano ya lo conocían, por lo que habían supuesto que le tenía un gran cariño. Pero, la realidad iba mucho más allá. Parecía que para todos los Weasley, ella era alguien verdaderamente importante.
—Ah, dejad que os presente —dijo Ron al rato mirando a sus amigos, tras haber saludado a su hermano y que la castaña saludase a su hermana menor—. Ella es Morgana Stonem —la miró con una leve sonrisa— y ellos son Harry Potter y Hermione Granger. —Señaló a cada uno a la vez que decía sus nombres.
—Un placer —musitaron ambos casi a la vez.
—Lo mismo digo —les dedicó una sonrisa y rápidamente sus ojos se centraron en el azabache—. Así que tú eres el famoso elegido.
—Sí —respondió sin más el aludido, rascándose la nuca.
—¿Te apellidas Stonem? —inquirió entonces Hermione, tras que hubiera analizado en su cabeza la presentación. Morgana asintió—. ¿Cómo el autor de «Runas: la magia olvidada»?
—Es su abuelo —intervino Charlie, quien se había acercado para saludar a los dos chicos.
—¿Qué? —Hermione parpadeó varias veces seguidas.
—El autor, Oliver Stonem, es mi abuelo —repitió Morgana.
La sorpresa inundó el rostro de Hermione y Morgana dejó escapar una pequeña risa, siempre le hacía mucha gracia como reaccionaba la gente cuando se enteraba de que era familiar del mago que en el pasado había sacudido el mundo con sus runas.
—¿Quién es Oliver Stonem? —preguntó Harry confundido y Hermione le dedicó una cara de malas pulgas.
—¡Por favor, Harry! Si hasta hicimos un trabajo de runas mágicas para el profesor Binns en tercero, que era imposible de hacer sin mencionar al señor Stonem —le reprendió ofuscada.
—¿Todavía sigue mandando a hacer ese trabajo? —cuestionó Charlie sorprendido.
—El profesor Binns de verdad ama las runas —dijo Morgana sonriendo. Cuando estaba en Hogwarts, había mantenido varias conversaciones con el fantasma y así había averiguado su pasión por las runas, aunque, según él, nunca había sido capaz de usarlas bien cuando estaba vivo.
—Seguramente en su época todavía se impartían como una asignatura normal —señaló Charlie y Morgana y Hermione asintieron.
—Cómo iba diciendo, Harry —habló Hermione—, la familia Stonem es una de las familias de runistas más importantes de todo el mundo mágico, aunque yo diría que es la mejor.
—Oh, increíble —musitó el azabache con asombro.
—Somos los mejores —interrumpió Fred, imitando la voz de Morgana, a lo que ella lo miró mal y todos los demás rieron.
Después de aquello y una vez la comida estuvo servida, se sentaron alrededor de la mesa y comenzaron a celebrar la Navidad, entre anécdotas, chistes y risas. Charlie mantenía su atención en su padre, por si este necesitaba ayuda, mientras que Morgana escuchaba con atención las travesuras que Fred y George habían hecho y todos los líos en los que se habían metido Harry, Ron y Hermione.
—¿Y cuándo piensas pedirle salir a Morgana? —inquirió George de pronto mirando a su hermano mayor, que no se atragantó de milagro.
—Te la van a quitar a este paso —añadió Fred.
Todos los miembros de la familia permanecieron expectantes mirando al dragonalista, sobre todo sus padres, pero Charlie, muy nervioso, se limitó a desviar la mirada y a cambiar de tema preguntándole a Hermione si estaba interesada en las runas.
Cuando ya estaban por los postres, Molly les dio sus regalos y Charlie, Morgana y Ron recibieron unos jerséis hechos a mano. Las reacciones fueron diferentes entre los tres: Ron no parecía del todo contento, Charlie se limitó a agradecer y Morgana estaba completamente emocionada, pues siempre había amado los jerséis que la señora Weasley hacía y echaba de menos tener uno cuando llegaba el invierno.
En algún momento, Sirius Black, el anfitrión de la casa, se unió a ellos y brindaron en honor a Harry, pues sin su ayuda, el señor Weasley no estaría allí.
Los chicos fueron retirándose con el tiempo mientras que Morgana, Ginny y Hermione se quedaron para ayudar a la señora Weasley a recoger todo. Las dos más jóvenes se marcharon también cuando apenas quedaban un par de cosas y entonces, Molly aprovechó para preguntarle a Morgana en voz baja si había algo entre su hijo y ella, y por eso estaban viviendo juntos, pero la castaña indicó que no, aunque le reveló que había terminado confesándole lo que sentía de la peor manera posible, a lo que Molly la miró con compasión. Sí, la señora Weasley, como casi todos los miembros de la familia, conocía los sentimientos de la castaña.
Al rato Molly le insistió en que ya no necesitaba ayuda y que era mejor dejar a Charlie y Arthur solos, por lo que podía irse también; padre e hijo se encontraban sentados uno junto al otro y parecían estar hablando de algo importante.
Morgana subió lentamente las escaleras que conducían a las habitaciones, cruzándose con el elfo doméstico de la familia Black que lo miró mal y balbuceo algo sobre los traidores a la sangre y los sangre sucia. Más adelante, también se cruzó con Harry y en el intento de echarse a un lado para no chocar, acabaron haciéndolo, así que terminaron riendo.
—¿Vas a la cocina? —le preguntó Morgana después.
—Sí, quería un vaso de agua.
—¿Podrías esperar un rato? —pidió ella—. Charlie y el señor Weasley están hablando y creo que es mejor dejarlos solos.
Harry asintió, indicando que no había problema, y comenzó a subir las escaleras detrás ella. Ella se paró de golpe cuando apenas habían subido diez escalones mientras se giraba para mirarlo y el azabache casi no tuvo tiempo de frenar.
—Es pesada, ¿verdad? —inquirió ella y él enarcó una ceja al no entenderla—. La carga sobre tus hombros —aclaró.
Harry entreabrió los labios y los volvió a cerrar varias veces, pero ningún sonido salió mientras intentaba pensar en que contestar.
—Lo sé, porque yo también cargo una —añadió entonces y los orbes verdes de él la miraron con sorpresa a través de los cristales de sus gafas.
—¿De verdad? —musitó y ella asintió—. ¿Cómo acabaste con ella?
Morgana entrecerró los ojos y su expresión se tornó amarga.
—Hm, digamos que es la consecuencia de una difícil decisión que tomaron mi abuelo y sus amigos cuando eran jóvenes y creyeron que no tenían otra opción.
—¿Qué... clase de decisión fue? —Dudó al preguntar al no saber si era correcto hacerlo.
—La de sacrificar algo que les era muy preciado por el bien del resto del mundo. —Suspiró al recordar la expresión de su abuelo cuando le había contado todo.
—Debió ser muy duro...
—Tan duro como lo será para nosotros las cargas que llevamos —repuso ella y él asintió cabizbajo—. Quizás para ti sea incluso más duro —añadió con tristeza.
—Mientras que no pierda a nadie que me importa a causa de ella, está bien —respondió Harry, sorprendiéndola, para después mirarla a los ojos—. ¿Tú has llegado a perder a alguien por culpa de la tuya?
Hubo un terrible silencio que a Harry no le indicó nada bueno y en donde los marrones ojos de Morgana perdieron todo su brillo.
—Sí, y más de los que esperaba —musitó en un hilo de voz y el azabache se arrepintió de haber preguntado, pues estaba seguro de que recordar a esas personas que había perdido le estaba haciendo daño—. Ahora estoy tratando de aferrarme a los pocos que me quedan, aunque —comenzó a mover la cabeza de un lado a otro, cavilando— tengo miedo de terminar involucrándolos si estoy con ellos...
—¿Te refieres a Charlie?
—No solo a él —contestó, sintiendo como su corazón se estrujaba ante el dolor.
Un nuevo silencio surgió, pero esta vez por Harry, quien se había quedado atónito y no sabía que decir o hacer. Quiso preguntarle que si tenía miedo de involucrarlos porque no se alejaba de ellos, pero entonces recordó algo que le había contado Ron:
—Escuché de Ron que has estado cinco años sin estar en contacto con nadie, ¿fue por eso?
—Hubo otro motivo, pero el principal fue ese, sí, quería mantenerlos a salvo.
—¿Y por qué has regresado entonces?
—Porque... es muy doloroso estar sola. —Su voz se rompió mientras lo decía y sus ojos se humedecieron, pero se obligó a no llorar—. No se lo digas a Ron, ni mucho menos a Charlie, ¿de acuerdo? —Harry no pudo hacer nada más que asentir.
Morgana suspiró y se giró para continuar la subida de las escaleras.
Mientras hablaban, había empezado a sentir como la runa que se hallaba grabada en su espalda se movía lentamente, indicando que ese indeseado día estaba cerca de llegar. Pronto tendría que tomar la decisión sobre si involucrar a Charlie en todo aquello o mantenerlo al margen, pero decidiera lo que decidiera, iba a ser igualmente duro.
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Charlie se encontraba en esos momentos aún en la cocina-salón junto a su padre, sentados frente al fuego para no coger frío; incluso se había tenido que poner el jersey que le había regalado su madre para entrar en calor. Arthur y él habían hablado sobre el ataque en el Ministerio de Magia que había sufrido, sobre la vuelta de quien-no-debe-ser-nombrado, sobre Harry siendo el elegido y sobre todo lo que seguramente acontecería. Ambos estaban preocupados y el dragonalista hasta había llegado a sugerir regresar a Londres y dejar el santuario para poder proteger a su familia, pero su padre se había negado. Arthur sabía bien que los dragones eran la vida de su hijo, así que no iba a dejar que los abandonase así como así, mientras que ellos pudiesen bastarse y protegerse por sí solos.
—¿Y qué pasa con Morgana? —cuestionó Arthur con una sonrisilla. Desde que habían comenzado a hablar había querido preguntarle por ella—. ¿Es cierto que estáis viviendo juntos?
—Sí, apareció de pronto en verano y ha estado quedándose desde entonces en mi cabaña.
—Desde verano, hm, parece que no quisiera irse.
—Yo tampoco quiero que se vaya —señaló Charlie y la sonrisa de Arthur se acentuó.
—Ah, ¿no? ¿Y a qué se debe?
—Pues a que es mi mejor amiga y no quiero que desaparezca de mi vida de nuevo —contestó como si fuera obvio.
—¿Solo eso? —Sus cejas se elevaron y observó como su hijo asentía—. ¿Entonces, no ha pasado nada entre vosotros? —Charlie iba a decir que no, pero entonces recordó la confesión de Morgana y sus mejillas se volvieron del mismo color que su cabello—. Oh, oh, así que sí ha pasado algo. Cuéntaselo a tu padre.
«Cotilla», pensó Charlie. Y, sí, Arthur era algo cotilla, tenía curiosidad. Había estado observando a su hijo junto a la castaña durante mucho tiempo y siempre se había preguntado hacia donde iba esa relación que ante sus ojos era mucho más que una simple amistad.
—Ella... se me confesó —dijo tras una pausa.
—¿¡Al fin lo hizo!? —exclamó sorprendido, pero Charlie estaba todavía más sorprendido por su reacción.
—Espera, ¿sabías lo que sentía Morgana? —preguntó perplejo.
—Quien no lo supiera, es una idiota. —Golpe directo para su hijo—. No es que fuera tan obvio para cualquiera, pero sí para los que la conocen. Los que la conocemos sabemos cómo ella suele actuar con las personas y aunque ella es naturalmente cariñosa, tú eres la única persona con la que le había visto ser tan cercana —explicó su padre—. Ah, y ya no hablemos de su sonrisa, que siempre es más bonita y alegra cuando está contigo.
El rubor volvió a las mejillas de Charlie, a la vez que sentía como su corazón daba un vuelco. Pero también tuvo una sensación amarga, pues hasta su padre había notado que Morgana estaba enamorada de él mientras que él ni siquiera lo había sospechado.
—Pero, ¿y entonces? ¿Qué le respondiste? —preguntó Arthur entusiasmado. Quizás por fin podría decir que Morgana iba a ser parte oficial de su familia.
—No le he respondido aún. —Observó a su padre parpadear muchas veces seguidas con expresión consternada por lo que se apresuró a explicar—: Me pilló muy por sorpresa —Arthur rodó los ojos— y no tengo claro que es lo que siento por ella, siempre la he visto únicamente como una amiga, así que...
—Siento pena por Morgana por tener que lidiar con tu ceguera. —Resopló. Otro golpe directo para Charlie—. ¿Qué únicamente la has visto como una amiga? —preguntó con sarcasmo—. ¿Estás seguro de eso? ¿Te has detenido siquiera a mirar hacia atrás y recordar el tiempo que pasasteis juntos?
—No, no lo he hecho.
—Deberías hacerlo, probablemente consigas aclararte si lo haces —indicó Arthur y Charlie asintió—. Pero antes de eso, deja que te haga unas preguntas: En aquella época, cuando estabais en Hogwarts y pensabas en el futuro, ¿a quién veías a tu lado? —Charlie entreabrió los labios, sin tener que pensarlo, conocía la respuesta—. ¿No era a Morgana? Solías decir que cuando te marchases a Rumanía, ella se iría contigo y estudiaría runas allí.
—Sí, pero eso era porque...
—¿Por qué? —lo interrumpió, pero Charlie no pudo contestar—. ¿Y ahora? ¿A quién ves a tu lado en el futuro? ¿Quién quieres que esté ahí cada mañana cuando despiertes y cada noche cuando te duermas? —Sus orbes azules estaban clavados en los turquesa de su hijo y éste podía sentir como su corazón dolía mientras intentaba gritarle la respuesta que había estado ignorando desde Hogwarts—. Sabes perfectamente a quien quieres tener contigo y en el fondo, también sabes que la quieres, y no como una amiga.
Charlie no fue capaz de decir palabra, ni de llevarle la contraria o darle la razón. Su mente era un caos y sus sentimientos cada vez eran más confusos. O quizás no lo eran y él todavía no era capaz de verlo, porque la venda sobre sus ojos aún no había caído del todo.
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Con una sensación extraña carcomiéndole, Charlie subió hasta la habitación de sus hermanos gemelos, pues su madre le había dicho que todos estaban allí reunidos y efectivamente, así era. Todos estaban sentados sobre las dos camas que había: en una estaban Fred, George, Harry y Hermione, mientras que en la otra Morgana, Ron y Ginny.
—Oh, pero si es el ciego —se burló Fred al verlo y con sorpresa, Charlie miró a Morgana pidiéndole alguna explicación.
—Lo siento, Charlie, pero se lo conté —respondió ella y él quiso que la tierra se lo tragase.
—Pobrecita nuestra Mor, haciéndola esperar tanto. —George chistó la lengua mientras negaba con la cabeza, indicando que le parecía muy mal.
Charlie hizo una mueca y se giró hacia la puerta, dispuesto a irse, ya que no era el mejor momento para soportar esa clase de comentarios.
—No te vayas, Charlie —le pidió Morgana y él hizo un mohín—. Vosotros dos —dijo mirando a los gemelos— dejadlo en paz, anda.
A regañadientes, Fred y George accedieron, y Charlie tomó asiento junto a Ginny.
—Estábamos hablando de que cuando Morgana y tú estabais aún en Hogwarts, durante los veranos, a veces dormíamos todos juntos en el suelo —le contó la Weasley menor para ponerlo al día, lo cual él agradeció.
—Cierto, qué recuerdos. —Dejó escapar una risa.
—No sé ni cómo no nos aplastábamos —comentó George riendo también.
—Porque vosotros eráis más pequeños, creo que ahora sería más difícil —señaló Morgana.
—También es que Ron dormía básicamente encima de ti, así que había más espacio —repuso Fred y el aludido acabó rojo hasta las orejas.
—Ron tenía complejo de hermana mayor con Morgana —alegó Charlie, a lo que los gemelos asintieron, y Harry y Hermione rieron.
—¿Y qué hay de malo? —replicó la runista con el ceño fruncido—. Ronnie era adorable —miró al mencionado que estaba sentado a su lado con la vista clavada en el suelo de la vergüenza que estaba pasando—. Sigue siendo adorable —añadió mientras cogía una de sus mejillas y tiraba suavemente de ella. Ron se avergonzó más, pero sonrió contento—. ¿Veis?
Las risas inundaron la habitación. Charlie sabía que Ron tenía una gran admiración por Morgana, quizás más grande que la de los gemelos, y desde que la había conocido, cuando apenas era un niño de tres años, se había apegado a ella. Solían burlarse de él porque parecía un patito siguiendo a su madre, pero a Charlie, al igual que a Bill y a sus padres, siempre le había resultado muy adorable que actuase así con ella.
—¿Qué tal si dormimos todos juntos como entonces? —sugirió Ginny bastante ilusionada ante la idea.
—¡Hagámoslo! —respondieron al unísono Fred y George.
—Aunque faltan Bill y Percy —señaló Morgana y no tardó en lamentarse por haber mencionado al último, pues las sonrisas se apagaron.
Percy se había desatendido completamente de su familia ese año, por apoyar y estar afilados a Albus Dumbledore y la Orden del Fénix. Ni siquiera había ido a visitar a su padre a San Mungo cuando vivían en la misma ciudad y podría haber muerto. Charlie y Morgana se habían enterado de ello por boca de Ron durante la comida y el mayor no podía haberse disgustado más, estaba completamente decepcionado de su hermano.
—Como si la ausencia de Percy fuera a notarse —repuso Fred bufando—. Mientras que todos nos tirábamos en el suelo, él como si fuera mejor se dormía en el sofá o la cama.
—Bueno, mejor no hablemos de él y comencemos a preparar la habitación —intervino Charlie, siendo la voz que llamaba a la calma por una de las pocas veces en su vida. Normalmente, poner paz era tarea de Bill.
—Nosotros quizás deberíamos irnos —mencionó Hermione, refiriéndose a Harry y ella, pues no querían ser un estorbo.
—¿Por qué? —preguntaron casi todos los demás a la vez.
—No hace falta, cuantos más mejor —indicó Morgana, dedicándoles una sonrisa.
Después, entre todos, movieron las camas y demás mobiliario contra la pared para que no les estorbase, y colocaron mantas, cojines y almohadas sobre el suelo. Una vez listo se fueron tumbando, quedando en el siguiente orden: Ginny, George, Fred, Charlie, Morgana, Ron, Harry y Hermione. Hablaron hasta que fueron las tres de la madrugada, cuando la mayoría ya se habían quedado dormidos. Los únicos que quedaban despiertos eran los dos más mayores.
Morgana recargó entonces su cabeza sobre el pecho de Charlie y no le pasó por desapercibido lo rápido que comenzaron a ir los latidos ajenos, así que sonrió.
—Me alegro de haber venido —comentó él en un susurro.
—Yo también, me lo he pasado muy bien y estoy contenta de haber visto a tu familia después de tanto tiempo.
—Y ellos están felices de verte a ti.
—Más que a ti —bromeó ella.
—Sí, más que a mí —aceptó.
No le sorprendía que hubiera sido así, pues al igual que él llevaban cinco años sin saber nada de ella y habían estado preocupados. Su familia la atesoraba mucho y siempre la habían recibido con los brazos abiertos cuando la invitaba a pasar los veranos o navidades en la Madriguera con ellos. A veces hasta parecía que la consideraban un miembro de la familia y Charlie nunca le había disgustado esa idea, al contrario, le hacía feliz que la viesen así.
Recordó en ese momento como había bromeado con ella meses atrás sobre que Morgana Weasley no sonaba mal. Pensándolo detenida y seriamente ahora, la verdad era que le sonaba demasiado bien y seguramente su familia sería muy feliz si ella acababa usando su apellido.
«Ah, mierda, Charlie, tu padre tenía razón, ¿verdad?», se preguntó a sí mismo como si fuera alguien más y casi reprendiéndose por su estupidez. «Tú siempre has sabido la respuesta a quien ves a tu lado cuando te imaginas el futuro». Empezaba a verlo, a ver lo que realmente sentía por ella. Ahora solo le quedaba averiguar porque no lo había visto antes... O más bien, recordar cual era el motivo que lo había llevado a fingir que no sentía lo que sentía por ella.
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Sed felices, Charlie ya comienza a ver, está a puntito de caramelo.
No tengo mucho que decir sobre este capítulo a parte de eso y de que con el anterior me quedé corta y con este me he pasado de largo, jaja. Espero que os haya gustado. <3
Os aviso de que quedan dos capítulos contados para terminar este primer acto y que el siguiente cap será enteramente de fragmentos de Charlie y Morgana durante su época en Hogwarts. Vais a descubrir como se conocieron, como actuaban en aquel entonces y porque Charlie comenzó a estar tan ciego con respecto a los sentimientos de Morgana y los suyos propios. ewe
Eso es todo. ¡Nos leemos! ♥
Marie Weasley.
PD: Si no os habéis dado cuenta, básicamente todos los Weasley los shippean. xD
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