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━ capítulo cuatro: como recién casados.

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CAPÍTULO CUATRO

COMO RECIÉN CASADOS

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Charlie se levantó, como cada mañana, desperezándose y bostezando. Había dormido realmente bien, algo extraño teniendo en cuenta que llevaba varias semanas en las que no podía ya que siempre lo achacaban fuertes jaquecas. Salió de la habitación, descalzo y notando de esa manera la frialdad del suelo de madera de roble, y se dirigió al salón.

Allí, sus ojos se abrieron de par en par al darse cuenta de que había alguien cocinando. Por un momento creyó que era un sueño, que estaba alucinando, igual que creyó que todo lo pasado el día anterior también había sido un sueño. Uno de esos tantos sueños en los que se reencontraba con la castaña después de tantos años. A saber cuántos sueños de esos había tenido. Pero recordaba haber soñado muchas veces con Morgana llamando a su puerta o con él encontrándola en su antigua casa después de ir a comprobar por enésima vez si estaba allí. Porque sí, porque Charlie había estado buscando a la bruja desde que se habían separado. En el primer año, antes de irse a Rumanía, no había dejado de visitar la casa de ella una y otra vez, pero con el tiempo se había dado cuenta de que la familia Stonem ya no vivía allí, se habían mudado sin decir nada. Los años siguientes también la siguió buscando; sin embargo, sólo lo hacía cuando regresaba a Inglaterra para visitar a su familia.

Y de repente, cuando ya casi había perdido la esperanza de encontrarla, ella había aparecido ante sus ojos el día anterior. Y esta vez no era un sueño, ella estaba allí. Estaba en la cocina de su casa con su oscura y abundante melena enmarañada, porque probablemente había despertado hacía poco y no se había peinado aún, con una simple camiseta y pantalones cortos que usaba de pijama, y con una media sonrisa en sus labios mientras tarareaba una canción. Definitivamente, ella estaba allí.

Aunque... Era muy sorprendente para él encontrársela despierta tan temprano, pues su amiga siempre había sido muy dormilona. En Hogwarts, incluso cuando se levantaba temprano, acababa nuevamente dormida en el sofá frente a la chimenea de la sala común y él se había tenido que encargar de despertarla muchas veces para evitar que se saltase el desayuno o las clases. Por eso le sorprendía verla despierta. Sin embargo, quizás, con el tiempo, ella se había vuelto más madrugadora, más de lo que él lo era.

Se apoyó en el marco de la puerta y se dedicó a observarla, sin decir nada, ya que ella no parecía haberse dado cuenta de su presencia. 

Apreció como las facciones de la castaña se habían vuelto más atractivas y finas en aquellos años, y eso que ya eran lo suficientemente atractivas antes. Su tez curiosamente se había vuelto más pálida, aunque seguía siendo mucho más morena que la de él. Sus ojos, de un tono similar al chocolate con leche que tanto le gustaba al pelirrojo, seguían iguales; grandes, brillantes y profundos, adornados de largas pestañas. Su nariz seguía siendo sencilla, completamente recta y plana, sin ningún defecto que alterase su línea. Sus labios seguían siendo de ese grosor que los hacia tan irresistibles y deseables, con un toque rosado. La línea de su mandíbula seguía siendo preciosa y fina, igual que su ligeramente marcada clavícula, en la que descansaba el tatuaje de la constelación de Aries. A Charlie siempre le había encantado como la tinta negra de los tatuajes destacaba sobre la piel de Morgana; siempre le había parecido que le daba un toque aún más sexy.

Las manos de la joven bruja se movían con destreza mientras sacudía ligeramente la sartén y servía zumo de calabaza en dos vasos de cristal. Cuando la última tortita que estaba preparando estuvo lista, la depositó sobre las demás, las cuales formaban un pilar, y tras dejar la sartén en el fregadero y hechizar al estropajo para que comenzase a fregarla, comenzó a echar una gran cantidad de sirope de chocolate por encima de las tortitas.

—Se ve delicioso —comentó el pelirrojo, sobresaltándola.

—Ah, Charlie... —murmuró ella al encontrarlo tras alzar la cabeza—. ¿Cuánto tiempo llevas ahí?

—Un rato.

—¿Y por qué no has dicho nada? 

—Porque era divertido observarte —contestó con una sonrisilla.

—¿En serio? —enarcó una ceja, extrañada.

—Sí, porque así he confirmado que realmente estás aquí.

Las mejillas de la castaña se ruborizaron ligeramente y farfulló un «idiota» por lo bajo, lo que provocó que la sonrisa del pelirrojo se ampliara, pero no añadió nada más. Se acercó hasta la isla de la cocina donde estaba colocado el desayuno y se sentó en uno de los taburetes, ella lo imitó minutos después, sentándose en frente.

—En serio, se ve delicioso —repitió antes de comenzar a cortar un trozo de la pila de tortitas que después se llevó a la boca—. Ah, mierda, y también está delicioso.

Una suave y alegre risa se escapó de los labios de Morgana. Había esperado a que él comiera primero para ver su reacción, así que estaba feliz de que le hubiese gustado, a pesar de que las había hecho con un poco de prisa.

—Sigues siendo increíblemente buena en la cocina, en serio —continuó diciendo Charlie mientras se llevaba un segundo trozo a la boca.

—Gracias, Charlie.

Comenzó también a desayunar, primero dándole un sorbo al zumo de calabaza y después comiéndose un trozo de las tortitas. Sí, le había quedado bastante bien. Además, había tenido suerte de que el dragonalista tuviese sirope en la casa para darle mejor sabor.

Los dos comieron sin intercambiar demasiadas palabras, más allá de que Morgana le preguntase a Charlie si hoy tenía que trabajar, a lo que él había respondido que se iba a tomar un par de días de libres para estar con ella. Ahora bien, había un divertido y coqueto intercambio de miradas con el que sonreían a cada dos por tres.

Cuando terminaron, Morgana cogió el plato de las tortitas, los cubiertos y los dos vasos del zumo y los acercó al fregadero, donde la sartén ya había sido limpiada y secada. Nuevamente dejó que la magia se encargase de la limpieza mientras que comenzaba a colocar en su sitio el resto de cosas que había utilizado para preparar el desayuno.

—¿Sabes? Pareces una mujer recién casada —comentó Charlie.

Desde que la había visto cocinando antes, le había dado sensación, que Morgana era como una mujer en sus primeros días de casada, levantándose temprano para cocinar para su marido y darle una sorpresa.

—¿Entonces, tú serías mi marido? —cuestionó Morgana, bromeando.

—Supongo que sí —continuó la broma—. Morgana Weasley no suena nada mal.

No, no se dio cuenta de la profundidad de sus palabras. No se dio cuenta de que aquello podría destrozar a alguien. No se dio cuenta de lo que alborotó y aceleró el corazón de la bruja, tanto que llegó a dolerle. No se dio cuenta de que aquello era uno de los mayores anhelos de la contraria. No se dio cuenta de cómo los ojos de ella perdían ligeramente su brillo, pues sabía que el apellido Weasley nunca iría detrás de su nombre.

Fue cuando se percató de que el ambiente se había vuelto pesado y que su amiga no decía nada, que se dio cuenta de que quizás había metido la pata, aunque no sabía muy bien porqué. Así que carraspeó y dijo que bromeaba antes de marcharse del salón para hacer algunas cosas.

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El resto del día pasó sin nada digno que mencionar. Morgana se dedicó a registrar toda la cabaña, no porque quisiera curiosear -que también-, sino porque Charlie y ella habían decidido que el día siguiente irían a comprar tras que ella se diese cuenta de la escasez de comida, y estaba viendo que más cosas necesitarían comprar.

En algún momento, cuando Charlie observó la lista que Morgana llevaba, se asustó y se sorprendió por partes iguales. Se sorprendió porque se dio cuenta de todas las cosas diferentes que se necesitaban cuando vivías con otra persona y más con una mujer a la que le gustaba más comer en casa que ir de restaurantes. Y se preocupó al pensar todo el dinero que iba a tener que gastar y aunque tenía un buen sueldo como dragonalista, tampoco tenía tanto disponible ya que siempre enviaba una parte a su familia. Sin embargo, Morgana lo tranquilizó tras echar los cálculos de cuánto costaría todo y demostrarle que no era una cantidad tan elevada como él creía; aunque ella había hecho los cálculos según los precios en Inglaterra, así que quizás estando en Rumanía estos variaban un poco. Además, la bruja le había dicho que compartirían gastos porque no quería sentirse como una gorrona o una ocupa.

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Al día siguiente, después de que Morgana hiciese la comida para ambos con los pocos ingredientes que quedaban en la casa, salieron del Santuario y una vez en la entrada, se aparecieron en el mismo barrio mágico en el que ella se había aparecido el primer día para encontrar a Charlie; pues aparecerse dentro del Santuario no era posible debido a una serie de poderosos encantamientos.

—¿Por dónde deberíamos empezar? —quiso saber el pelirrojo.

—Pues... —sacó la lista que llevaba en su bolso—. La comida es lo que más necesitamos, así que quizá deberíamos empezar por ahí —indicó por lo bajo—. También tenemos que comprar algunos utensilios para la cocina y tú dijiste que necesitabas algo para tu trabajo —Charlie asintió—. Ah, y a mí me gustaría ir a una tienda de pintura... Ya que no pude traerlos, me gustaría comprar unos cuantos lienzos y pinturas por si me apetece pintar.

—¿Todavía pintas?

—Por supuesto —respondió sin dudar.

El pelirrojo no pudo evitar sonreír y a la vez, sentirse un poco nostálgico. Iba a poder ver de nuevo, después de tantos años, las obras de artes que era capaz de crear la castaña. Pero aún mejor, iba a poder lo hermosa y concentrada que se veía ella cuando estaba creando esa obra de arte. Siempre se había quedado embobado viéndola en esos momentos, y no sólo él, sino también otros miembros de su grupo de amigos.

—Ya que hay tanto... ¿Deberíamos separarnos? —sugirió, aunque no le hacía verdadera gracia.

—Hoy no estás trabajando porque quieres estar conmigo, ¿y ahora quieres que nos separemos? —chistó la lengua, haciéndose la ofendida—. Además, como si me pudiera fiar de un hombre que no cocina para comprar los ingredientes.

Charlie rio, sabiendo que no podía negar aquello. Probablemente, no sabría escoger entre lo que estaba bueno y lo que no, lo que estaba maduro y lo que no, lo que estaba fresco y lo que no... Así que la verdad es que era mejor que ella se encargase de la selección de ingredientes y él de llevar las bolsas.

—Pues vamos juntos entonces —dijo y tomó la mano de la bruja sin avisar para tirar de ella.

Morgana, obviamente, no se quejó e incluso dejó que Charlie entrelazase los dedos de sus manos, aunque no pudo evitar sorprenderse y cuando alzó la mirada, se sorprendió más, al ver el ligero rubor que adornaba las pecosas mejillas del dragonalista. ¡Por Godric, era tan adorable!

Iban a ir primero a comprar los ingredientes a los puestos que había en una de las calles, pero mientras se dirigían allí, hubo un cambio de planes al encontrarse una pequeña tienda de artículos del hogar, donde Morgana compró el juego de cacerolas que hacía falta, unos moldes para hacer pasteles y dos tazas para el café a juego. Una vez salieron de allí, en vez de volver a cogerse de las manos, la castaña se enganchó al fuerte brazo del pelirrojo y continuaron la marcha, ahora sí, para comprar los ingredientes.

Tomó casi una hora hasta que Morgana pudo tachar todos los ingredientes de la lista, pero con todo lo que habían comprado, tendrían comida para un mes; aunque la castaña no estaba segura de sí dentro de un mes todavía estaría quedándose allí o ya habría regresado a su casa.

Después, cargando entre los dos con las bolsas, prosiguieron a la tienda de animales en la que Charlie tenía que comprar algo; sin embargo, Morgana no vio que fue porque el dependiente le entregó una pequeña caja bien embalada al pelirrojo, aunque pudo suponer que Charlie ya había encargado aquello tiempo atrás porque el dependiente sacó la caja en cuanto lo vio.

Finalmente, lo único que les quedaba era ir a la tienda de pinturas, la cual encontraron gracias a las indicaciones que el dependiente de la tienda de animales les había hecho, pues Charlie no tenía ni idea de dónde podía haber una. Depositaron las bolsas en el suelo al entrar, tras pedirle permiso a la dependienta del lugar, y Morgana se perdió rápidamente por los pasillos. Cuando Charlie la encontró, ella ya había descubierto donde estaban los lienzos, los caballetes y las paletas, y estaba tratando de preguntarle los precios de aquellos que necesitaba a otro trabajador de la tienda que estaba allí; sin embargo, pronto descubrió que el hombre no entendía el inglés y Charlie tuvo que hacer de traductor, como había hecho cuando estaban comprando los ingredientes.

Cuando Morgana terminó de seleccionar los tres lienzos, el caballete y la paleta que quería, la dependienta se acercó para concretarlo todo. Inmediatamente después, la castaña se fue a buscar las pinturas sin avisar de nuevo y el pelirrojo no pudo evitar reírse mientras la seguía por lo emocionada que ella parecía estar.

—¿Qué azul crees que es mejor, Charlie? —le preguntó enseñándole los dos pequeños botes de pintura que tenía en las manos.

—Creo que los dos son iguales —murmuró, no podía notar diferencia alguna.

—¿Qué dices? El azul bebe y el azul maya son totalmente diferentes —replicó la otra, pero el pelirrojo seguía teniendo una cara de confusión, típica de alguien que no se entera de lo que le están hablando—. Olvídalo, escogeré por mí misma —rio.

Charlie agradeció aquello porque si hubiera seguido insistiéndole para que eligiese, probablemente habría metido la pata o habría quedado como tonto al no distinguir la diferencia, que era tan notable para su amiga, entre los dos colores. Así que decidió dar una vuelta por la tienda mientras ella escogía tranquilamente.

Llegó a una sección llena de pergaminos y cuadernos de dibujo, donde se encontraba ahora el trabajador que no sabía inglés.

¿Son blogs de dibujo? —preguntó, queriendo confirmarlo antes de coger alguno.

Lo son —respondió rápidamente el hombre—. Las portadas de estos han sido pintadas enteramente por trabajadores de la tienda.

Motivado por la curiosidad, tomó tres cuadernos de una sola vez y comenzó a examinar las portadas. En la primera había un antiguo castillo oculto en un bosque, en la segunda flores de todos los colores imaginables y en la tercera un dragón plateado surcaba los cielos.

Increíble —susurró.

Esa se hizo en honor al Santuario de Dragones que tenemos cerca —informó el trabajador.

¿Si? Bueno, pues habéis hecho un gran trabajo, es un dragón muy realista —alabó el pelirrojo—. Lo digo con seguridad ya que vivo rodeado de ellos.

¡Oh! ¿¡Eres un dragonalista!? —Charlie asintió.

El hombre le tendió inmediatamente la mano y se la estrechó con entusiasmo, encantado de conocer a un dragonalista por primera vez en su vida.

Me llevaré este —indicó, dejando las demás en su sitio.

Regresó sobre sus pasos, pero Morgana ya no estaba en el sitio donde la dejó, así que otra vez tuvo que ponerse a buscarla y finalmente, la encontró en la entrada de la tienda, dejando las pinturas y los dos pinceles que había escogido sobre la mesa, para que la dependienta empezase a hacer la cuenta total y le empaquetase todo. Se aproximó hasta ella con sigilo, le dio un golpe en la cabeza con el cuaderno de dibujo y cuando ella se giró para reclamarle, antes de que pudiese decir algo, él lo hizo:

—Para ti, es un regalo.

La castaña tomó el cuaderno y sus ojos se abrieron e iluminaron al ver a aquel dragón plateado que se movía lentamente por el cielo dibujado y que parecía que en cualquier momento fuera a salir de la portada y volar por la tienda. ¡La pintura mágica era maravillosa, sin dudas! Le otorgaba movimiento a lo dibujado y creaba un efecto tan realista que lo hacía aún más bonito.

—Muchas gracias, Charlie, me encanta.

—¿A dónde deberíamos enviar todo? —quiso saber la dependienta en un inglés no con muy buena pronunciación.

—A la base del Santuario de Dragones, de ahí ya me encargo yo de recogerlo —respondió Charlie. La dependienta tomó nota.

—¿Por qué no directamente a tu casa? —inquirió Morgana.

—Como si pudiera dejar que un repartidor entrase en el santuario y fuera devorado por un dragón —dijo como si fuera obvio.

—Lo enviaremos en unos días a más tardar —informó la dependienta y después, Morgana por fin pagó, excepto el cuaderno que lo compró Charlie para ella.

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Una vez regresaron a la cabaña, entre los dos ordenaron todos los ingredientes en la cocina y el resto de cosas que habían comprado. Después, cuando ambos estuvieron duchados y cambiados, comenzaron a preparar la cena. Charlie seguía con cuidado las estrictas instrucciones de Morgana para que ella no se enfadase, pues sabía que la bruja enfadada era el peor enemigo que te podías echar a la cara.

—Corroboro lo de ayer, somos como recién casados —comentó el pelirrojo mientras pelaba unas patatas y la castaña lo miró con una ceja alzada—. Ya sabes, cocinando y comprando juntos, cogiéndonos de las manos, decidiendo como decorar nuestra casa...

Un poco antes, le había propuesto a su amiga que pintase algunas de las paredes de la cabaña para darle un toque más único y bonito, y entonces ella había comenzado a sugerir un montón de ideas que le iban llegando a la cabeza.

—Lo único que nos falta es dormir juntos —continuó y casi estuvo a punto de atragantarse con sus propias palabras una vez las pensó.

Las mejillas de ambos enrojecieron y ninguno fue capaz de mirar al otro durante unos largos minutos, avergonzados. Ambos habían imaginado por un momento aquello. Es decir, ambos se habían imaginado durmiendo juntos, haciendo el amor.

—¡P-Pero...! ¡No le digas a tu novio que he dicho esto! No quiero morir —se apresuró a decir Charlie después con una risa nerviosa.

—No tengo novio —murmuró Morgana, tratando de centrar su atención únicamente a lo que le estaba dando vueltas en la sartén—. No he tenido ninguna pareja en estos años.

No supo muy bien el motivo, pero muy en el fondo el pelirrojo se sintió aliviado. Por alguna razón, no le gustaba mucho la idea de pensar en su mejor amiga con un hombre... o con una mujer, pero bien sabía que a la castaña solo le gustaban los hombres.

—¿Veintidós años y sin haber tenido ningún novio? Deberías comenzar a preocuparte, Morgana —bromeó, ignorando el alivio que había sentido.

—No creo que seas el más adecuado para hablar —refunfuñó ella, inflando por un momento los mofletes—. Tú tampoco has tenido novia nunca por lo que me dijiste.

—Pero no es como si hubiese estado completamente solo estos años —eso fue una puñalada de dolor y celos para la castaña—. Lo entiendes, ¿no?

Y claro que lo entendía. Lo entendía mejor de lo que quería entenderlo. Pero era normal, Charlie era un hombre y atractivo, ¿cómo podría haber estado solo todos aquellos años? Era imposible. Incluso si no había tenido ninguna relación formal, probablemente si había tenido algún que otro rollo o aventura de una noche. Estaba segura que al igual que en Hogwarts, el dragonalista era bastante popular entre las brujas de Rumanía. Estaba segura de que muchas de ellas le habrían coqueteado y que algunas habían conseguido llevárselo a la cama. Estaba segura, pero le dolía que él lo confirmase.

—Bueno, no es como si yo hubiese estado sola tampoco —murmuró ella.

¿Si Charlie había tenido sus aventuras porque no Morgana? Las había tenido. Era una mujer adulta y había pasado su adolescencia en un amor no correspondido, era normal que hubiese tratado de buscar cariño en otros hombres una vez se había alejado de Charlie. Sin embargo, ninguno llegó a su corazón ni consiguió reemplazar al pelirrojo, lo único que habían conseguido era pasar una noche en su cama y que luego ella actuase como si no los conociese.

—Supongo que es normal, ambos somos adultos —dijo Charlie con un tono más seco del que le hubiera gustado.

No, definitivamente él tampoco estaba feliz de haber descubierto que ella había estado durmiendo con otros hombres. Incluso si, en ese momento, él mismo no era capaz de distinguir los sentimientos que sentía como celos, claramente lo eran. Y ya no solo eran celos, si no preocupación al preguntarse con qué clase de hombres habría estado. ¿La habrían tratado bien? ¿Ellos siquiera habrían gustado de ella o solo buscaban sexo? Probablemente sólo sexo y eso lo hizo sentirse molesto.

Charlie creía que la castaña se merecía al mejor hombre del mundo a su lado, porque ella era encantadora, talentosa, hermosa, inteligente, valiente y una gran luchadora. Por todo eso y más, ella se merecía a lo mejor de lo mejor. No se merecía a un estúpido que solo buscase sexo –incluso si ella solo buscaba eso de él–, se merecía a alguien que la quisiese con locura y que le hiciese el amor con dulzura y pasión. Se merecía a alguien que siempre estuviese con ella, en lo bueno y en lo malo. Se merecía a alguien que la comprendiese y la hiciese feliz.

Y no, no se daba cuenta de que el hombre al que ella consideraba más apto para cumplir todo eso, era él mismo.


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 El motivo por el cual la conversación entre el trabajador y Charlie está en cursiva es para remarcar que están hablando en rumano.

¡Y por Merlín, Charlie! ¡El azul bebe y el azul maya son muy diferentes! ¡No tienes ni idea!

Marie Weasley.

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