━ capítulo cinco: dragones e imshils.
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CAPÍTULO CINCO
DRAGONES E IMSHILS
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Una suave y fría brisa corría entre los grandes árboles del Santuario de Dragones en ese momento, despertando a algunas de las pequeñas criaturas –incluso a algunas de las grandes– que vivían allí para que comenzasen el día. A penas hacia media hora desde que había amanecido, era muy temprano, pero igual que aquellas criaturas, Morgana y Charlie también se habían despertado. Y eso que ninguno de los dos era especialmente madrugador, o al menos no demasiado. Sin embargo, el pelirrojo se había acostumbrado a madrugar desde que había comenzado a trabajar como dragonalista –recientemente también se debía a las fuertes jaquecas que lo achacaban– y la castaña se había acostumbrado desde que el insomnio y las pesadillas la habían invadido hacía ya años por diversos motivos.
El dragonalista se encontraba terminando de ajustarse unas altas botas marrones que utilizaba para trabajar y la bruja estaba terminando de limpiar los cacharros que había usado para hacer el desayuno. Entonces, habló:
—¿Te tienes que ir ya? —inquirió secándose las manos y su amigo emitió un sonido parecido a un sí—. ¿Estarás fuera todo el día? —nuevamente el mismo sonido brotó de la garganta de él.
—Me siento mal por dejarte sola, pero no puedo seguir faltando al trabajo, ya me he tomado demasiados días libres —se excusó cabizbajo.
—Lo sé, no te preocupes —lo tranquilizó ella mientras le dedicaba una sonrisa.
El silencio reinó mientras Charlie terminaba de prepararse y se echaba una mochila al hombro, dispuesto a irse en cualquier momento.
—Sé que quizás no sea buena idea, pero... ¿no te puedo acompañar? —sugirió con cierta duda Morgana.
No quería pasar todo el día sola en esa casa, incluso si tenía suficientes cosas para entretenerse, como pintar u organizar algunas cosas. Quería poder estar con el mago el mayor tiempo posible durante su estancia allí. No había ido a verlo y había aceptado quedarse en su casa para ahora pasar el día sin verse, salvo en la hora del desayuno, y más cuando se veía venir que los días venideros también iban a ser así, ya que él apenas se tomaba días libres.
—Pero...
Charlie iba a decir que era peligroso y que sería mejor si ella se quedaba en la cabaña. Pero bien sabía él lo talentosa y fuerte que era la contraria, además de rápida por haber ocupado el puesto de cazadora en Quidditch. Sabía que ella era buena con los hechizos defensivos y ya ni que decir con las runas de protección, o las runas en general. Sabía que incluso si era atacada por un dragón, ella podría librarse de él saliendo solo con un par de rasguños. Además, él estaría en todo momento cerca, así que si eso pasaba, él se encargaría de protegerla a toda cosa y ella no necesitaría ni defenderse, así que realmente no había de qué preocuparse.
—Está bien, puedes acompañarme, pero te tendrás que poner algo cómodo y tener cuidado, ¿vale? —respondió al fin.
—Sin problema —aseguró contenta—. Me puedo llevar el blog que me regalaste y dibujar a los dragones desde una distancia prudente.
—Eso sería genial —sus ojos parecieron brillar de la emoción. Le encantaba la idea de que ella retratase a sus preciosos dragones.
—¿Tanto te gusta la idea? —dejó escapar una leve risa.
—Por supuesto. Todo lo que tenga que ver con dragones, me gusta —contestó mientras asentía—. Y si me das los dibujos, hasta podría ponerlos por la base de los dragonalistas —indicó—. Estoy seguro que a mis compañeros les encantaría.
—En ese caso, siempre podría ir algún día a la base a pintaros un mural del santuario, si a todos les parece bien —propuso y el pelirrojo asintió de inmediato, encantado—. Entonces, me pondré a hacer unos bocetos primero para coger una idea.
—Perfecto, se lo comentaré a los chicos.
—Iré a cambiarme ya o llegarás tarde —anunció después.
Charlie la vio apresurarse hacia el pasillo y él se acercó hasta la cocina. Su intención inicial era comer fuera, como hacía casi siempre que trabajaba, pero sabía que la castaña prefería no gastar dinero inútilmente cuando se tenía comida en casa, así que decidió ponerse a preparar unos sándwiches mientras esperaba a que ella se cambiase. No se complicó mucho con la preparación o la elección de los ingredientes, ya que al no ser muy bueno en la cocina, prefería no arriesgarse demasiado y hacer una mala combinación. Una vez tuvo los suficientes listos, los envolvió con cuidado y los guardó dentro de una bolsa hermética transparente que luego guardó en su mochila, junto con un par de botellas de agua, asegurándose de que todo estaba lo suficientemente bien cerrado para que no se saliese ni se mezclase.
Morgana regresó al salón poco después; con unos pantalones vaqueros medio desgastados, una camiseta de manga corta gris, en la que ponía con letras blancas dentro de un rectángulo negro «No rules» y que apenas le llegaba por encima del encima del ombligo, mostrando así la curiosa marca de nacimiento que tenía en la zona y parte del enorme tatuaje que cubría su espalda, y finalmente unas zapatillas de deporte negras. Además, su largo y ondulado cabello estaba amarrado en una coleta alta, para evitar que le molestase.
Una exclamación ahogada de sorpresa se escapó de los labios del pelirrojo. Incluso vestida de forma tan casual y desarreglada, ella todavía se veía preciosa y en cierta medida, sexy.
—No sabía que tenías un tatuaje en la espalda —comentó el pelirrojo al percatarse de ello.
—Ah, sí, me lo hice hace unos años —murmuró como toda respuesta.
Después de volver a echarse la mochila al hombro y coger un cubo metálico con carne cruda que había preparado nada más levantarse, Charlie trató de fijarse más detenidamente en el tatuaje de su espalda mientras ella caminaba delante de él para salir de la cabaña, cargando con su blog de dibujo y un estuche donde el pelirrojo imaginó que llevaba los lápices y ceras; sin embargo, no consiguió descifrar del todo que tenía tatuado pues la camiseta lo tapaba. Quizás le pediría después de que regresasen que se lo enseñase.
No tuvieron que caminar durante mucho tiempo antes de llegar al primer lugar en el que Charlie tenía que trabajar, o más exactamente, en el que tenía que comprobar que el dragón que andaba normalmente por allí estuviese bien. Morgana observó como el pelirrojo se aproximaba a la criatura con preciosas y grandes escamas, tan negras como el cielo nocturno, y le tiraba uno de los trozos de carne cruza; como era de esperarse, el dragón lo cogió al vuelo y se lo comió de un solo bocado. Escuchó la risa del dragonalista mientras le tiraba otro trozo de carne al dragón. Parecía que se divertía de esa manera.
La castaña decidió tomar asiento en la hierba, posando su blog de dibujo en sus muslos y el estuche junto a ella en el suelo, dispuesta a ponerse a dibujar en cualquier momento.
—¿Qué clase de dragón es? —preguntó elevando la voz.
—Es un ridgeback noruego, se llama Norberta —contestó Charlie a los pocos minutos—. Lo estaba criando Hagrid en su cabaña, ¿sabes? Aunque él creía que era un macho —soltó una pequeña carcajada.
—¿Hagrid? ¿Qué Hagrid? ¿El guardabosque de Hogwarts? —no podía ser. Sabía de la predilección del semi gigante por las criaturas extrañas y peligrosas desde su tiempo en el castillo, pero no creía posible que hubiese estado criando un dragón.
—El mismo —de nuevo, rio—. Unos amigos de Ron la enviaron aquí cuando se empezó a volver demasiado peligrosa y difícil de cuidar.
—Oh... ¿A Ron le va bien en Hogwarts? —quiso saber.
El pequeño pelirrojo –al menos era pequeño cuando lo vio por última vez– había entrado justamente en Hogwarts cuando Morgana y Charlie ya se habían graduado, así que a él, junto con Ginny, eran los únicos Weasley con los que no había pasado tiempo en aquel lugar. Siempre se había preguntado si lo estarían haciendo bien y si sus hermanos mayores –los que quedasen allí– los estaban cuidando bien, tal y como Charlie había cuidado a Fred, George y Percy.
—Sí, o eso me dice en las cartas... Me preocupa un poco como le irá en el tema estudios, pero parece que ha hecho buenos amigos —contó Charlie y Morgana sonrió aliviada—. A Ginny también le va bien —añadió al notar que su amiga probablemente iba a preguntar por ella—. Percy ya se graduó como supondrás y los gemelos siguen haciendo de las suyas.
—Eso nunca cambiará —corroboró ella.
—Por supuesto que no, tienen que seguir con el legado de la pandilla de su hermano mayor —bromeó el pelirrojo—. Aunque parece que este curso ha sido un poco más ajetreado que otros por el Torneo de los Tres Magos.
La castaña asintió. Había leído sobre ello en el Profeta, sobre las pruebas, las entrevistas a los campeones, la victoria de Harry Potter, la lamentable muerte de Cedric Diggory (al cual había conocido un poco en los primeros años de éste en el castillo, antes de graduarse) y la supuesta vuelta del Señor Tenebroso. Al menos estaba contenta de que nadie de la familia Weasley, ni nadie de las demás familias de sus amigos, hubiesen sufrido daños.
Comenzó a dibujar después de eso a la majestuosa y fiera dragona, pero se vio interrumpida cuando Charlie le lanzó la camisa de cuadros que llevaba para que se la guardase porque al parecer se estaba abrasando de calor; cosa que no era extraña teniendo en cuenta que estaban en verano, justo debajo del llameante sol y que él estaba moviéndose mucho.
Los ojos de la castaña lo siguieron como hechizados, fijándose en cada detalle del contrario; en los bien marcados músculos de sus brazos, en la oreja que portaba el pendiente del colmillo de dragón, en las pecas que cubrían su rostro y que sea arremolinaban en la zona de la nariz, en su línea mandibular y su clavícula bien marcadas, en como aquella camiseta azul de manga corta se pegaba al cuerpo del dragonalista, resaltando los magníficos abdominales que tenía, en como aquellos pantalones vaqueros, ligeramente ajustados, marcaban de forma esplendida su trasero y sus cuádriceps, en cómo se revolvía la maraña pelirroja que tenía de cabello, en cómo aquellos ojos azul turquesa la buscaban a cada rato, en cómo se limpiaba las gotas de sudor que se deslizaban por su frente desde su cabello, en cómo se relamía los labios una y otra vez o en como sonreía en ocasiones mientras jugaba con la dragona.
«¡Por Godric, ¿por qué tiene que ser tan jodidamente atrayente?!», se cuestionó Morgana.
Estaba teniendo la clase de pensamientos que no se debían tener hacia un amigo y no era nada bueno. Aunque ella había dejado de ver a Charlie únicamente como un amigo desde que se había percatado de que sentía algo por él en su tercer año en Hogwarts. Para ella, Charlie siempre había sido mucho más. Había sido –y era– su mundo, su primer amor, su mayor aventura, su cura, su dolor, el deseo que le pedía a las estrellas fugaces, aquel con el soñaba todas las noches, el dueño de sus pensamientos y de su corazón, el motivo de su locura y de la gran mayoría de sus sonrisas, también de muchas de sus lágrimas... Lo había sido todo y más.
—Cálmate, Morgana, o se te notará —murmuró para sí.
Centró una vez más su atención en el dibujo que estaba haciendo, pero nuevamente se vio interrumpida. Esta vez no a causa de Charlie, sino de un extraño ruido que escuchó viniendo desde unos árboles que tenía cerca. Giró la cabeza hacia allí y se encontró, asomada desde uno de los troncos, a una pequeñísima criatura que la observaba detenidamente.
La criatura tenía la piel de un tono verdoso bastante claro, la nariz curvada y respingona, las orejas largas y puntiagudas, unos cuantas hebras violetas y largas que simulaban su cabello y unos grandes ojos que iban al contrario que los de los humanos; su esclerótica era de color negra en vez de blanca, su pupila era blanca en vez de negra y su iris era de un hermoso color violeta. Además, no debía de medir más de diez centímetros y estaba completamente desnuda, lo que permitía ver unas extrañas líneas de color negro, parecidas a las venas de un ser humano, recorrer su pequeño cuerpo. Pero lo que más llamaba la atención no era nada de lo anteriormente mencionado, sino una flor, una hortensia para ser exactos, que parecía brotar desde el dentro de su cabeza.
Morgana la miró con los ojos tan ampliamente abiertos como lo hacía aquella criatura, preguntándose que sería y de donde habría salido.
—Es una imshil —habló Charlie, quien se había acercado para coger una de las botellas de agua de la mochila.
—¿Una imshil?
—Sí, viven por aquí, escondidas entre los árboles, y no se acercan mucho a los humanos, sobre todo a los varones, aunque extrañamente no parecen tener problemas con los dragones —le explicó y miró a la criatura, la cual se había ocultado más detrás del tronco ante la presencia del pelirrojo—. Eso sí, ha habido veces en la que alguno de nosotros, después de quedarnos dormidos, hemos despertado con trencitas y flores en la cabeza, y con el pelo increíblemente sedoso —rio bajito para no alarmar a la criatura—. Parece que les gusta jugar con el cabello de los humanos.
—Eso es adorable —comentó Morgana.
—Probablemente, se haya dejado ver justamente por eso, porque le ha gustado tu cabello y quizás quiera jugar con él —mencionó y no tenía duda de que fuera así, ya que el cabello de la bruja era bastante largo y bonito.
—Hm —sonrió un poco—. Estoy sorprendida de que no me suene una criatura tan bonita.
—No hay mucha información documentada sobre ellas, así que recuerdo que solo las dimos de paso en Cuidado de Criaturas Mágicas —guardó la botella de nuevo después de dar el último trago—. Pero sí que salen en el libro de Newt Scamander.
—¿Sale en «Animales fantásticos y donde encontrarlos»? —preguntó con sorpresa—. Entonces, tendré que releerlo, no me acuerdo en absoluto.
—Tengo una copia en la cabaña, así que puedo prestártela.
Después de decir eso, el pelirrojo regresó para seguir encargándose de la dragona y la castaña le dio la vuelta a la hoja de su cuaderno para comenzar a dibujar a aquella imshil. Sin dejar de mirarla a cada dos por tres para hacer el dibujo lo más exacto posible, trazó las suaves líneas sobre el papel, cambiando de vez en cuando el color del lápiz para colorear los trazos. Cerca de quince minutos después había terminado y tras felicitarse a sí misma por el gran trabajo, le mostró el dibujo a la pequeña criatura.
—Mira, ésta eres tú —le susurró Morgana y la criatura se separó del tronco del árbol para acercarse y observar mejor el papel, con cierta curiosidad—. Eres preciosa, ¿sabes? —y entonces, le pareció ver como aquella piel verdosa enrojecía en la zona de las mejillas.
«Me ha entendido y se ha avergonzado, qué adorable», pensó la castaña.
Cuando regresó la mirada hacia ella, después de haberle hecho unos últimos retoques al dibujo, la imshil ya no se encontraba por ningún lado, se había ido.
—Morgana, acércate —la sorprendió entonces Charlie.
La castaña llevó la mirada de inmediato hacia él y se sorprendió aún más al ver como él le indicaba que se acercase a la dragona que en ese instante estaba acariciando. Negó de forma automática con la cabeza y él no pudo evitar reír.
—Vamos, no te va a pasar nada, ya está tranquila —le aseguró el pelirrojo mientras tendía una mano hacia ella—. Confía en mí.
Con cierta –bastante– duda, Morgana dejó todas las cosas sobre la hierba y se incorporó, acercándose a paso lento hasta el dragonalista y la dragona, para después tomar aquella mano que aún permanecía extendida hacia ella. Charlie le dedicó una sonrisa ladina y condujo su mano hasta la superficie escamosa que era la piel de la dragona para que comenzase a acariciarla. Sorprendentemente, la textura no era tan extraña como Morgana había creído. Era un poco rasposa, pero no llegaba a ser desagradable, así que con parsimonia y delicadeza acarició la cabeza de la dragona ante la atenta mirada de aquellos grandes ojos.
La sonrisa del pelirrojo se ensanchó entonces, al notar que su amiga ya no parecía asustada ni inquieta ante la criatura que él tanto adoraba. Ni siquiera vaciló, casi tan rápido como un rayo, se acercó hasta la castaña y depositó un sonoro beso en su cabeza, haciendo que las mejillas de ella no tardasen en comenzar a ruborizarse.
—¿¡A qué ha venido eso!? —exigió saber la bruja avergonzada.
—Simplemente me apetecía —respondió él de forma casual, encogiendo los hombros y sonriendo una vez más.
Morgana no replicó ante ello, era justo como en los viejos tiempos. Charlie siempre había tenido esa costumbre de sorprenderla, cuando ella estaba concentrada en algo más, con un beso; ya fuese en su mejilla, su frente, su cabeza o incluso su nariz de vez en cuando. Pero nunca se había quejado de ello, pues él no era el único que lo hacía. Morgana también lo había sorprendido siempre de aquella manera o con abrazos repentinos. Había sido siempre una curiosa costumbre entre ellos con la cual ninguno se sentía incómodo, ya que a ambos les gustaba estar en contacto con el otro y notar su calidez. Pero esto definitivamente había sido uno de los motivos por el cual medio Hogwarts había creído que estaban saliendo.
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Horas más tarde, los dos amigos se dirigieron a una vieja y pequeña cabaña escondida en el bosque. Charlie le informó de que aquella cabaña anteriormente había sido una base que usaban los dragonalistas que trabajan por la noche para alternar turnos y descansar un rato; sin embargo, había dejado de utilizarse para ello después de construirse una nueva base mucho más grande y confortable en otro lugar. Actualmente, aquella cabaña sólo la usaban dragonalistas, como Charlie, para tomarse un pequeño descanso o cuando llevaban comida hecha de casa.
Cuando Morgana entró en el interior, pudo comprobar porque ya sólo se usaba para eso, pues estaba increíblemente descuidada, llena de polvo y telarañas por todos lados. Lo único que parecía estar en buen estado era la pequeña chimenea y, la mesa y el banco de maderas que se encontraban en el porche, donde ambos se dispusieron a comer los sándwiches que el pelirrojo había preparado antes de salir.
Al finalizar la comida, el dragonalista se había levantado de repente, indicándole a su amiga que se quedase allí por un rato y después sacando de la mochila con mucho cuidado algo que se encontraba cubierto por una tela. Pero Morgana no se pudo estar quieta y pocos minutos después, entró en el interior de la cabaña, siguiendo a Charlie, quien había comenzado a encender la chimenea con la varita. Fue entonces que Morgana descubrió que era aquello que Charlie parecía ocultarle mientras lo introducía con unas tenazas en el fuego. Un huevo de dragón. No le cabía duda por la forma y extraña textura que parecía tener.
—¿Eso es un huevo de dragón? —preguntó para confirmarlo.
—Uno enano, pero sí, lo es.
—¿Desde cuándo lo tenías? No te has reunido con otros dragonalistas en estos días para que pudieran dártelo —estaba un poco confundida.
—¿Recuerdas cuando fuimos a la tienda de animales y el dependiente me entregó una caja? —ella asintió—. En su interior estaba el huevo.
—¿Me estás diciendo que ahora venden huevos de dragón en una tienda de animales normal? —cuestionó ella, ahora extrañada.
—No, no —negó con la cabeza a la vez que lo decía—. Pero el dueño de la tienda tiene un especie de trato con los dragonalistas —comenzó a explicar—. Normalmente, siempre está al tanto de lo que sucede en el mercado negro, así que cuando se entera de que se está comerciando con un huevo de dragón, lo compra, nos lo entrega para que lo cuidemos en el santuario y luego le reembolsamos el dinero.
—Oh, ya veo... Supongo que eso está bien.
—Lo está, así se evita que los pobres dragones acaben en malas manos —siseó un tanto molesto al recordar la gran cantidad de dragones heridos que habían rescatado en aquellos años—. También lo hace con otras criaturas, a pesar de que no tiene porqué. Es un buen hombre, la verdad.
—Hm —la castaña se acercó hasta la chimenea, poniéndose de cuclillas a su lado—. ¿Entonces, pretendes hacer que eclosione ahora?
—Sí y me gustaría que tú te lo quedases —respondió mirándola de reojo—. Bueno, quedártelo no es el término más exacto, ya que no puedo dártelo... Más bien sería que quiero que cuides de él mientras estás viviendo aquí.
—¿Quieres que cuide de un dragón? ¿Te has vuelto loco, Charles Weasley? —cuestionó con los ojos ampliamente abiertos debido a la sorpresa—. No tengo ni idea de cómo cuidar a un dragón, ¿sabes?
—Yo te enseñaré y no, no estoy loco —murmuró él divertido—. No tienes de que preocuparte, es un huevo de un dragón enano, así que no va a ser ni una cuarta parte de grande de los dragones que están ahí fuera, ni tampoco tan agresivo. No son tan difíciles de cuidar —le aseguró al ver que ella todavía parecía renegar bastante de la idea—. Además, debido a esto, los dragonalistas solemos cuidarlos y tenerlos como si fueran nuestras «mascotas» —dijo haciendo las comillas con los dedos al pronunciar la última palabra.
—¿De verdad? —preguntó aun insegura y él asintió—. Bueno, si es pequeño, supongo que puedo tratar de cuidarlo.
Charlie sonrió satisfecho ante aquella respuesta y luego se acomodó en el suelo junto a ella mientras esperaban a que la temperatura subiese lo suficiente como para que pudiese romper el grueso y duro cascarón del huevo y de esa manera, eclosionase.
Cerca de una hora después, el pelirrojo tomó de nuevo las tenazas al percatarse de que el cascarón había comenzado a agrietarse y depositó el huevo en el suelo. Tanto Morgana como él se arrodillaron en el suelo frente al huevo, viendo como lentamente las grietas se hacían más grandes y pequeñas partes de la criatura comenzaba a asomar. Los ojos del pelirrojo brillaban con emoción, siempre se sentía increíblemente bien y feliz cuando presenciaba el nacimiento de un dragón. Fue entonces cuando la castaña entendió una vez más la fascinación que él tenía hacia aquellas criaturas, era un momento mágico e increíble.
Pronto el cascarón se rompió por completo y un pequeño dragón de entre quince y veinte centímetros abrió por primera vez los ojos. Los dos magos quedaron completamente fascinados mientras lo veían revolverse y tratar de ponerse en pie entre los trozos del huevo del cual había nacido. Sus escamas eran de un precioso color negro, con los pequeños cuernos y la cola de un rojo que se asemejaba a la sangre, y sus ojos parecían dos grandes y profundas esferas de un rojo ardiente, que se asemejaban a un par de rubíes. Sus dientes y colmillos eran casi imperceptibles cuando abría la boca debido a los pequeños que eran por el momento; sin embargo, se podía notar que ya eran bastante afilados.
—Es tan bonito —susurró Morgana medio embobada.
Con muchísimo cuidado, Charlie lo cogió entre sus manos, examinándolo para comprobar que había nacido completamente sano mientras que la criatura se revolvía un poco inquieta, pues era su primera vez teniendo contacto con otro ser.
—Vas a tener que corregirte, Morgana, es bonita y no bonito —anunció al cabo de unos minutos haciendo alusión al género del dragón.
—¿Es hembra? —Charlie asintió y ella sonrió.
—Creo que deberías ir pensándole un nombre.
—¿Está bien que se lo ponga yo?
—Claro, después de todo, quiero que tú la cuides —contestó mientras se levantaba aun con la dragona entre sus manos—. Necesita un poco de aire fresco —añadió antes de salir de la cabaña y que Morgana lo siguiese.
Regresaron al porche y el pelirrojo posó sobre la mesa de madera a la dragona antes de tomar asiento junto a la castaña en el banco. La pequeña criatura tenía los ojos entrecerrados, molesta ante la repentina luz del sol a la que no estaba acostumbrada. Pero una vez se acostumbró, comenzó a recorrer la mesa con sus pequeñas patas con curiosidad y los dos magos se murieron de ternura al verla dar sus primeros pasos.
Entonces, Charlie rebuscó en el cubo donde había llevado la carne para Norberta, aún quedaban unos pequeños trozos, por suerte. Lo cogió y lo dejó en la mesa cerca de la dragona, la cual inmediatamente comenzó a olerlo y después abrió la boca tratando de expulsar las llamas que sabía por instinto que tenía en su interior; sin embargo, solo una especie de humo salió, lo que provocó que Charlie y Morgana riesen.
—Está tratando de cocinarlo, ¡qué tierna! —exclamó la castaña.
Finalmente, la dragona se rindió en su intento de expulsar llamas y comenzó a mordisquear el trozo de carne sin más.
—¿Está bien que coma solido cuando recién ha nacido? —inquirió Morgana.
—Sí, los dragones tienes una anatomía diferente a la de los humanos y su aparato digestivo funciona de otra forma —explicó Charlie.
Tras eso, la bruja colocó su mano sobre la mesa, boca arriba y estirada, y la pequeña dragona no tardó en acercarse para olisquearla después de terminarse el trozo de carne. Pareció que dudaba, pero finalmente se subió y cuando Morgana comenzó a subir la mano para acercarla hasta su rostro, enroscó la cola en ella para no tambalearse. Los ojos rojos de la criatura y los ojos marrones de la bruja chocaron.
—Erail —susurró Morgana de pronto— . La llamaré Erail.
—Me gusta —alabó Charlie el nombre—. La pequeña Erail, suena bien.
—Bienvenida a la familia, Erail —dijo cálidamente la bruja, acariciando con la yema de su dedo índice aquella pequeña cabecita.
—Oh, sí, bienvenida a la familia Weasley–Stonem, Erail.
Charlie y Morgana se miraron tras que él dijese aquello y sin saber muy bien porqué, ambos intercambiaron una sonrisa cómplice.
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Obviamente, las Imshils no aparecen realmente en el libro de «Animales fantásticos» porque son una invención mía. En mi libro de facts añadiré información sobre ellas, también sobre los dragones enanos (otra criatura de mi invención) y haré lo mismo con el resto de criaturas que vayan apareciendo a lo largo de la historia.
Dejando eso de lado, espero que os haya gustado el capítulo. ♥
Marie Weasley.
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