Basado en la canción: "La leyenda del Mago y el Hada" de Rata Blanca.

La suave brisa me revolvía el cabello dejándolo sobre mi rostro y empapándolo con las lágrimas de mis mejillas. Lágrimas que no soportaron el dolor y escaparon.

La soledad se apoderaba de mí poco a poco y cada día que pasaba era una tortura. Mi alma rogaba amor, felicidad. Intenté hacer algún tipo de hechizo de amor, pero ninguno funcionaba. Traté de entablar relación con alguna muchacha del pueblo, pero todas me temían por mi gran poder. La única que me comprendía, me aconsejaba y me hacía compañía en las noches, era mi fiel amiga, la Luna.

Un día como cualquiera salí a recorrer mi bosque, como lo hacía todas las tardes, cuando observé una silueta femenina pasar entre los árboles danzando. Me acerqué lentamente asombrado por la delicadeza de sus pasos, hasta que quebré una pequeña rama en el suelo, y la joven se giró rápidamente quedando frente a mí. Al ver su rostro, supe inmediatamente que se trataba de un hada. Tenía la mirada más dulce que en toda mi vida jamás conocí. Desde ese mismo momento, ambos quisimos estar juntos los dos en el bosque amándonos siempre y en todo lugar.

Sus palabras eran conjuros poderosos que hacían que me perdiera en una fantasía infinita, y su sonrisa era de una belleza hipnotizante. El hada y yo nos juramos amor eterno una tarde mientras mirábamos el atardecer tomados de las manos. Estábamos a punto de unirnos en un cálido e infinito beso, cuando una aureola negra la rodeó, dejándola pálida como un papel frente a mi. Una lágrima brotó de su mejilla y cerró los ojos cayendo en un sueño inmortal. Desesperado, intenté revivirla con mi magia, pero nada funcionaba.

El tiempo pasaba, y yo seguía buscando día y noche, por tierra, agua y aire, el poder para revivir a la persona que fue capaz de hacerme feliz.

Porque se que un día veré a mi dulce hada llegar y por siempre conmigo se quedará.