Capítulo 6
Uff... Sentía como si el cerebro se me estuviese a punto de salir del cráneo del dolor que cargaba.
¿Que rayos había hecho ayer?
Me puse de pie encontrándome en habitación, casi desnudo. Apestaba a alcohol, sudor y limón. Me restregué los ojos y divisé medio dormido una nota pequeña en mi mesa de noche, junto a una aspirina y un vaso de agua. La tomé.
"Espero que te hayas divertido. Para la próxima no te dejaré beber tanto.
Dicen que las primeras borracheras son inolvidables, ruego que la tuya lo sea.
Kye"
Le sonreí a la nota, y la guardé en uno de mis cajones. Tomé la pastilla y me encaminé a bañarme, llevándome algunas cosas por delante. Luego de una larga ducha, el efecto de la aspirina comenzó a surgir y me permití recordar fragmentos de la noche anterior.
Kye estaba preciosa ayer, Molly no apareció en la fiesta.
Jugué gira la botella y me embriagué solo para esperar un beso de Kye.
Kye no quiso besarme.
Kye me trajo a casa.
—Maldición...
Busqué mi celular para llamar a la pelinegra y pedirle perdón por mi terrible comportamiento, pero no lo encontré. Luego hice memoria, ella lo tenía.
Me vestí rápido con la intención de ir a buscarlo, y de paso verla para así disculparme. Al bajar, mis padres me esperaban.
—¡Ragnar! ¿Como te sientes, hijo? —Mi madre me impidió el paso.
—Mamá... Hola. Eh, bien. Es decir, mejor. Debo salir, vuelvo en media hora.
—Nada de eso, ayer no podías ni ponerte de pie del dolor, vuelve a tu cuarto y no saldrás de la cama hasta que te mejores. Mañana tienes partido y no puedes faltar. —rugió mi padre, por mi mente se pasó la idea de como se sentiría abofetearlo.
Entonces recordé las palabras de Kye.
"La clave de tu libertad es la confianza que tus padres depositen en ti."
Sonreí y puse una mano en el hombro de mi padre.
—Claro, tienes razón.
Él pareció sorprendido por mis palabras, pero me sonrió. Me giré para subir los escalones rumbo a mi cuarto, pensando cuán difícil sería seguir los consejos de la pelinegra sabiendo cuanto enojo había acumulado hacia mis padres.
Durante la mañana no hice otra cosa que mirar televisión y terminar un trabajo de filosofía. Molly llamó disculpándose por no haber ido la noche anterior, y el corazón me dolió al darme cuenta de que ella no se encontraba bien. Si las cosas hubiesen sido diferentes estaba seguro de que podríamos haber sigo grandes amigos, pero al parecer ese no era esa la idea que tenía planeada la vida para nosotros.
El rato libre que me quedó antes del almuerzo, pensé en como me gustaría que fuesen las cosas a partir de ahora. Me agradaba la idea de ser diferente, de hacerme respetar y darle un nuevo sentido a mi existencia... Y tampoco voy a mentir, me agradaba la idea de que iba a pasar más tiempo con Kye.
En la hora del almuerzo, las conversaciones en la mesa se mantuvieron amenas, casi en la nada. Mis padres hablaban de negocios entre ellos y yo intentaba pasar desapercibidas las repentinas ganas de devolver el alimento que me habían agarrado de repente. Prácticamente corrí al baño una vez que las mucamas levantaron los platos de la mesa, y devolví los restos de alcohol y comida que tenía en mi sistema. Luego de eso ya me sentía mucho más repuesto.
Estaba dispuesto a dormir un rato, cuando mi madre me llamó desde el piso de abajo. Fui con desgano, y cuando estuve a punto de preguntar que era lo que quería, mis ojos se cruzaron con otros de dos colores diferentes.
—Kye...
—¡Hola, Ragnar! —Sonrió ella. Una sonrisa que, deduje, era solamente para agradarle a mis padres.
—Hijo, esta jovencita dice que tú tienes que darle una especie de tutorías, o algo así. ¿Es cierto?
—Eh sí, sí. —Caminé hasta estar al lado de la pelinegra—. Mamá, ella es Kye Griffin, una compañera de la escuela, Kye, ella es mi madre.
—Lamento presentarme un fin de semana. Es que en verdad me urgía hablar con su hijo.
—Eh, lo lamento Kye. Ragnar no se encuentra muy bien hoy, creo que...
—¡No! —grité—. Es decir, no, mamá. Me encuentro mucho mejor que en la mañana, además... No puedo dejar que pierda sus clases. Sería una mancha grave en mis notas que incumpla con el deber que me encargó el instituto.
Mi madre me observó pensando, de reojo vi como la pelinegra asomaba una sonrisa y alzaba los pulgares en señal de que estaba haciendo las cosas bien.
—Ragnar.
—Mamá. —Me acerqué tomando sus manos y la miré con la mayor seriedad que pude—. Confía en mí, ayudaré a Kye y mañana estaré perfecto para el partido.
—Está bien, vayan. Pero te cuidas, hijo.
Asentí y guié a Kye escaleras arriba hacia mi habitación. Las manos me sudaban terriblemente, me ponía nervioso el hecho de pensar que ella estaría en mi habitación. Mi habitación, algo tan personal. Solos, en mi habitación.... Solos.
—¿Solos qué? —La oí decir. Ahí me di cuenta de que que quizás había hablado en voz alta.
—Solo... Eh. Solo quería decirte que tengo un desorden mi habitación, así que lo lamento de antemano.
—Ah, eso —se encogió de hombros—. No hay problema, estoy acostumbrada al desorden. Me agrada.
Sonreí y abrí la puerta de mi cuarto para dejarla pasar. Ella entró y se quedó mirándolo todo.
—Ragnar —me llamó—. ¿Cuál es tu concepto de desorden?
Me situé a su lado y contemple lo mismo que sus ojos veían: dos remeras tiradas en la cama, un par de zapatos en el piso junto a unos libros apilados, y un desastre de hojas en mi escritorio.
—Eh...
—Déjalo. La verdad debo felicitarte, estás aprendiendo. —Cambió de tema.
—Bueno, tú me aconsejaste ganarme la confianza de mis padres, eso estoy intentando hacer. —Caminé hasta sentarme al borde de mi cama. Ella guío sus pasos hasta mi lado y se tiró de espaldas haciéndome rebotar.
—Se debe dormir bien aquí. —Vi sus ojos cerrarse y respirar profundo. Me puse de pie y sin decir nada, tomé la cámara profesional que tenía escondida de mis padres.
Busqué un buen ángulo para disparar, pero no voy a mentir... Todos los jodidos ángulos le quedaban de maravilla.
—¿Qué haces, Novak?
—Lo que me gusta.
—¿Acosarme? —Asomó una sonrisa ladina, sentándose.
Tragué con nervios.
—Mierda, Kye. No. Solo quiero tomar una foto. —dije, y ella se volvió a acostar.
Me dispuse a apretar el botón para captar la imagen, cuando ella se volvió a levantar.
—Así que te gusta la fotografía...
Suspiré, bajando la cámara.
—Sí, me encanta. —Ella sonrió y volvió a su posición inicial.
Esperé unos segundos para ver si volvía a interrumpirme. Al no hacerlo, me dispuse a tomar la bendita foto.
—¿Entonces le tomas fotos a las personas que acosas? —Se incorporó de repente.
—¡Kye! —Me exasperé.
Ella soltó una carcajada y se puso de pie, acercándose hasta mi.
—Lo lamento, es que... No soy muy fotogénica. —Me esquivó y se puso a caminar por mi habitación. Bufando, dejé el aparato en mi cama.
—¿No te tomas fotos?
—No, hace años no lo hago. —Se acuclilló para tomar uno de los libros del suelo y leyó la portada.
—¿Hay alguna razón en especial?
Ella alzó sus ojos y me miró como si estuviese a un pelo de mandarme al diablo, pero finalmente sonrió de lado.
—No. Y si la hay, aún no la he encontrado.
Viré los ojos divertido, preguntándome internamente como hacía para siempre responder a todo de una manera tan original.
—¿Es tu novia? —Escuché su voz sacándome de mis pensamientos. La busqué con la mirada, encontrándola frente a mi escritorio, con un portarretratos.
Me acerqué hasta ella situándome detrás y tomé el objeto, sorprendiéndola por mi cercanía. Miré la imagen: éramos Molly y yo en la cena de Navidad del año anterior. Parecíamos una pareja real, feliz.
Abrí una de las gavetas del escritorio y metí allí el cuadro.
—Sí. Lo es.
—Creo haberla visto. La presidenta del comité estudiantil... ¿Cierto? —Aún seguía de espaldas, y yo detrás suyo.
De repente una sensación de calor me golpeó el cuerpo, una especie de cosquilleo que me recorrió la nuca y llegó hasta mis pantalones. El aroma de Kye se me coló en la nariz, y juro que las manos me picaron con toda la intención de tomarla de la cintura y acariciar su cuerpo.
Estaba jodidamente caliente, en simples palabras.
—¿La amas? —formuló y se giró hasta quedar frente a mi.
Maldición, Kye...
¿Amar a Molly? No. Yo no la amaba, le tenía mucho aprecio... Pero ¿amar? Era una palabra muy fuerte, de un peso importante. Y Molly no tenía mi amor... Yo no amaba a nadie, ni siquiera a mis padres. No recordaba en realidad el haber amado a alguien en toda mi vida. ¿Cómo podría? Eso era de valientes, y yo solo era un pichón asustado. ¿Quién podría amarme así? Tan vacío, tan insulso.
—No.
Ella se quedó en silencio, sin despegar sus ojos de los míos. Kye, no hagas eso. Asomó una sonrisa ladeada y puso su mano entre nosotros.
—Esto es tuyo. Por eso vine.
Bajé la vista sin comprender de que me hablaba, y pude ver mi celular entre sus dedos.
—Si... Sobre ayer —suspiré—. Lamento mi comportamiento, es que bueno...
—El alcohol no es lo tuyo —terminó por mí.
—Sí —reí—. Pero eso no significa que no pueda serlo. Me enseñarías, ¿recuerdas?
Ella se escabulló hasta sentarse en mi cama y palmeó el lugar a su lado.
—Claro, aunque no quiere decir tengas que beber. No sé trata de convertirte en algo que no eres, sino de que descubras tu verdadera identidad. Y créeme, beber no cuadra en ella.
—¿Y cuál es mi verdadera identidad? —pregunté entendiendo cada vez menos de a donde quería llegar con todo esto.
—Ya la encontraremos.
Nos sumimos en un cómodo silencio, o al menos yo lo percibí así. La miré de reojo, sentada con las manos apoyadas en el edredón contemplando la ventana que quedaba al otro lado del cuarto.
Si tan solo había venido para darme el celular, ¿por que aún seguía aquí?
—Tus padres no son pelirrojos, ¿por qué tú sí? ¿Eres adoptado? —indagó rato después.
Solté una risa nasal, y me volví a preguntar de donde salían tales ocurrencias. ¿Qué se le pasaría a Kye por la mente?
—No, no soy adoptado. Mi madre es pelirroja, pero no le gusta así que lo tiñe...
Ella bufó.
—Está loca. Debe tener un hermoso color rojizo y se lo pinta de ese negro que es tan... Normal. -—pronunció la última palabra como si le diera algo de asco.
—Tú tienes el cabello negro, y me parece bonito... —agregué lo último un tanto cohibido.
—Y a mi me agrada el tuyo; pero a lo que me refiero no es el color en sí. A mi me gusta mi color, es normal, pero es mío... Y eso lo hace único. Lo que intento decir es que no entiendo eso de querer cambiar quien eres.
—No todos están de acuerdo con ellos mismos, Kye. Quizás mi madre se tiñe el cabello porque se siente mejor que al tenerlo pelirrojo, y eso no significa que no esté de acuerdo con sigo misma, sino que lo hace solo por el hecho de que le gusta... Y eso no está mal hacer las cosas que nos gustan. —La miré de reojo.
No entendía como se nos estaba haciendo costumbre esto de entablar temas de conversación profundos a partir de cosas tan mundanas, como el pelo de mi madre.
—¡Argh! Me caes mal, Ragnar. —murmuró.
—¿Por qué?
—Porque con tus preguntas estás comenzando a hacer que me cuestiones todos mis ideales.
—¿Y que hay de malo en eso? —formulé sin entender.
—Que me está comenzando a gustar...
Bueno pues... ¡Hola! ¿Cómo están? ¿Qué les pareció el capítulo de hoy? Luego de la fiesta las cosas están cambiando.
Por otro lado, ¡estamos por llegar a los 900 leídos... Y yo sinceramente estoy súper asombrada! muchas gracias, de verdad. Nunca esperé recibir esto en mi historia, me hace muchísima ilusión.
No se olviden de votar, comentar y compartir esta historia si les gusta y creen que merece la pena. Les dejo mi Instagram (@ethereallgirl) donde comenzaré a subir edits de SONDER y muchas cosillas más.
¡Nos leemos muy pronto, besitos virtuales!
Sunset
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro