Capítulo 50
La habitación me daba vueltas en la cabeza. Intentaba recordar y aferrarme al motivo por el cual estaba haciendo todo esto, y fue justo ahí donde esos ojos color verde y miel se aparecieron borrando el resto de mis pensamientos.
El aroma de la cena servida frente a mi no despertaba mis sentidos. Cada cosa que me había llevado a la boca esta última semana había sido casi por obligación, por el único hecho de necesitar que este cuerpo funcionase; el resto de mi se sentía vagamente muerto. Todo me resultaba insípido, todo se había vuelto así.
—¿Puedes sentarte como corresponde y comer? —mi madre murmuró enfrentada a mi.
Levanté lentamente y vagamente la vista, y la pasé por cada uno de los miembros sentados en esta mesa. Mi familia.
Marcus, el magnate, Novak. Pulcro, serio, brillante.
Padre tirano.
Kristal, la preciosa lady Novak. Elegante, obediente, callada.
Esposa títere.
Magnus Novak, el primogénito. El legado, talentoso y exitoso.
Eslabón rebelde.
Mi familia... O las migajas que quedaban de la imagen que hace algún tiempo había brillando en mi mente como tal.
Solté una risa nasal a desgano y recobré mi postura.
—Come.
—No, gracias. —Bebí de mi copa.
—Si tu madre te dijo que comas, tú comes. —Marcus habló sin despegar la vista de su plato.
Mis ojos se posaron en mi hermano. Desde hace una semana aproximadamente él también estaba distinto. Lo que sea que mi padre le hubiese dicho había surtido el efecto necesario para arrancarle la ropa hippie y sus dreadlocks. Rapado y vestido en jeans y camiseta, comía en silencio y apretaba los puños conteniendo las palabras que seguramente querían surgir en mi defensa.
—Estoy inapetente.
—No te estoy preguntando, es un...
—¡Te he dicho que no, con un demonio! —Me puse de pie con fuerza, tirando la silla; suspiré agotado e intenté calmarme—. Voy a mi cuarto.
Casi pude sentir a mis espaldas su sonrisa burlesca. Me estaba probando, estaba atravesando por una especie de examen silencioso que no tenía idea para que serviría, ni los resultados que él buscaba en mi.
Al llegar a mi habitación, chequeé mi celular. Tenía mensajes de mis amigos que no leía hace días, e-mails sin abrir, llamadas perdidas de Molly, de Venus e incluso de Rhys. Contemplé mi habitación hecha un desastre, se encontraba igual o peor que yo en estos momentos. Caminé arrastrando los pies hacia mi escritorio, abriendo el ordenador y tomando la cámara de una de las gavetas. Tras conectar los dispositivos entre sí, me dispuse a hacer lo que había estado esquivando hace días, debido a que solo me quedaba hasta mañana como último plazo.
El proyecto audiovisual que había armado con Kye.
La mayoría estaba realizado, las escenas ya habían sido acomodadas, había ultimado detalles en cuanto a iluminación, sonido, transiciones y otros ajustes, pero aún me quedaba la conclusión y los agregados de mi voz en off para la apertura y el cierre.
Había estado esquivándolo porque simplemente me desgarraba el alma ver a Kye. Quedaban tres días para la ceremonia de graduación, y ella no había asistido a Reachmond desde la semana pasada. Eso me hizo sentir el peor hijo de puta del mundo, porque yo había roto un corazón que no quería romper, le había soltado mucha mierda que era mentira y la había tratado como jamás había querido tratarla. Pero era lo correcto, aunque ella no lo pudiese saber. Romper el corazón de Kye, hacer que me odie, llevarla a alejarse de mi por voluntad propia era lo que debía hacer para evitar un mal peor que tenía el mismo apellido que yo.
A cualquier costo... Vaya que lo había hecho.
Cada fotograma que pasaba frente a la pantalla me rompía más el alma. Allí estaba ella en todas sus facetas; ahí estaba aquella chica a la que amaba tanto que había entregado todo lo que tenía, incluyendo mi corazón, para cuidarla y mantenerla a salvo. La volví a ver sonriéndole a la cámara, con la mirada enrojecida por llorar, con el brillo de sus ojos apagado, con su actitud bromista y su lado seductor. La vi nuevamente dejar de lado esa actitud arrolladora y briosa y mostrarse débil, amante de la vida, humana, frágil. La vi mirarme, y vi amor en esos ojos.
Nadie en mi puta vida me había mirado de esa forma.
Nadie podía vernos y decir que lo que había entre nosotros no era amor.
Eso era amor. Nosotros habíamos construido un amor brutal, que ardía y curaba al mismo tiempo.
¿Cómo frenas el amor? Me repetí.
No lo frenas, joder. Nunca. Lo dejas que avance, que sane heridas que otras emociones no pueden, dejas que crezca lentamente, que te envuelva. No frenas el amor, porque si no estás frenando la única maldita razón que te das cuenta que tienes para mantenerte vivo, para sentirte vivo. Yo no quería detener el amor que tenía para Kye. No quería hacerlo, por Dios. Pero así como sabía lo que no quería, también sabía que debía hacer las cosas bien, y sobre todo, buscar la forma de ir un paso más adelante siempre en silencio.
Un suspiro resquebrajado se deslizó fuera de mi boca cuando caí en la cuenta de que acababa de finalizar el documental. Me quité los audífonos y alejé el micrófono de mi rostro. No quise controlar los detalles, me había dolido en cada fibra de mi ser tener que hacer aquellas ediciones, no planeaba ver el producto final porque sentí que me quebraría por completo. Tenía que mantenerme fuerte, o al menos fingirlo.
Fingir. Al final nunca había podido librarme de hacerlo.
Envié el archivo al correo de la profesora Annie, y guardé una copia en un pendrive. Revisé mi bandeja de entrada, frunciendo el ceño ante un nuevo mensaje de parte del Instituto, y uno de la directora. En el más reciente, Raven Herworth me informaba que, al ser el mejor promedio de mi camada, la comunidad estaría complacida de oírme dar el discurso de cierre de fin de curso en nombre de todos los graduados. Alcé a medias una de las comisuras de mis labios, y pasé al e-mail que había sido enviado a todas las familias. En él se nos notificaba del éxito del baile de graduaciones, y la alegría de convocarnos a todos a la graduación de la promoción 2022. La misma se realizaría este sábado por la mañana, en el campus del Instituto. Luego del texto informativo sobre el evento, se extendía una imagen bien presentada con la lista de todos los graduados que serían festejados ese día. Leí mi nombre encabezando la lista, así que me apresuré a buscar el que más deseaba que estuviese allí también.
Vamos, vamos, vamos... Rogué en mi mente.
Molly Andrews.
Christian Decker.
Breston Fischer.
Rhysand Riott.
Y muchos más.
Cerré de un golpe la pantalla de mi ordenador sintiendo la furia recorrerme el cuerpo, y la arrojé hacia algún lugar de mi habitación. A ella le siguieron libros, hojas, cuadros de fotos y ropa. Comencé a lanzar y romper cada cosa que se aparecía en mi campo de visión, sin ser capaz de controlar el enojo y el dolor que me atravesaba el cuerpo en este instante. No pude contener las lágrimas que se me escaparon de los ojos. Grité y lloré mientras hacía añicos mi habitación; me ahogaba la impotencia, el odio, el haber sido tan insuficiente, tan influenciable. No pude evitar pensar que si yo no hubiese sido tan egoísta de inmiscuir a otros en mis propios problemas, nada de esto hubiese pasado.
Quizás yo no hubiese podido tener la fortuna de haber disfrutado de mi tiempo con ella, pero al menos Kye...
Al menos ella se habría graduado.
Mi celular sonó en medio de todo el caos mental que me atravesaba como lanzas. Lo miré fijo esperando que se callara, pero cuando sonó por cuarta vez y yo desee quebrarlo también contra la pared, pensé que tanta insistencia debía ser importante.
Y lo era, hasta cierto punto.
—Lo siento, estaba terminando mi trabajo final. Lamento no haberte respondido. —formulé en un tono dulce, que escondía una montaña de emociones muy lejanas a él.
—Descuida, ¿qué tal te fue con ello, Rag? Solo llamaba para preguntarte si podía llegar unos minutos demorada hoy en la noche. Tus padres han notificado a todos un poco sobre la hora con respecto a la reunión, y la verdad es que quiero arreglarme y verme bien para la ocasión. —La risilla tímida de Molly logró entibiarme escasamente el corazón.
Suspiré, pasándome la mano por el rostro. Mierda, realmente había olvidado la velada de hoy.
—Sí... Sí. Por supuesto, bonita. ¿No dicen que lo bueno se hace esperar? Descuida, llega cuando desees, nos vemos ahí.
—Genial cielo, nos vemos entonces. Te quiero mucho, mucho. —murmuró y luego lanzó un beso ruidoso.
—Y yo a ti, Molls...
Rememorar está última semana me resultaba patético. Todo el teatro que había tenido que montar y mantener desde hace bastante tiempo se había intensificado potencialmente a lo largo de estos siete días.
Tras la emboscada de mi padre, tuve que prácticamente volar en mi auto hacia el hogar de mi ex, Molly Andrews. En el camino, mientras presionaba el volante hasta blanquear mis nudillos por la furia, intenté idear en mi mente una simple excusa para que ella volviese conmigo. No quería decirle nada de eso, para ser honesto, no quería tener que volver a sentir la presión de saber que formaba parte de un secreto que literalmente definiría la delgada línea entre la vida y la muerte de alguien a quien quería. Pero debía. Y eso era lo que más culpa me hacía sentir. Cuando golpeé la puerta de su enorme casa, ella me abrió. Al verle de cerca la noté un poco más ojerosa y pálida que antes; aún así me sonrió y me dio un ruidoso beso en la mejilla, alegando que estaba feliz de verme. No recuerdo exactamente mis palabras, ese día está difuso en mi memoria. Pero sí recuerdo su reacción: una sonrisa y los ojos bañados en lágrimas.
"Sabía que al final me verías, Raggy. Sabía que entenderías lo que el verdadero amor es, y volverías a mí", había murmurado mientras me acariciaba una mejilla.
Asentí dejando escapar un "lo lamento", y la abracé para ocultar mis propias lágrimas de impotencia. No hablamos mucho más respecto de lo que había sucedido, y así lo preferí. Por lo que restó de la tarde ella se dedicó a contarme cómo había estado estas últimas semanas y cómo le estaba yendo en su trabajo final. También confesó que había elegido ir sola al baile, y que ya tenía su vestido. Me ardió el pecho cuando entendí que era lo que tenía que hacer en ese momento: ella lo esperaba. Así que tuve que hacer de tripas corazón y volver a ser el buen novio que había sido por más de tres años.
¿Irías al baile conmigo? Fueron las palabras que más me costó soltar. Porque eso significaba muchísimas cosas. Esa nueva proposición hacía real todos mis miedos: volver con Molly, sostener la mentira, ocultar su enfermedad, darle con el gusto a Marcus Novak, herir a Kye, dejarla plantada.
Por mencionar algunos...
Pero lo hice. Y ella aceptó, dejándome sorprendido diciendo que también había mandado a confeccionar para mi el traje que haría conjunto con su vestido.
Molly era Molly. Y ella siempre había sostenido que terminaríamos la preparatoria juntos, y no se equivocó.
Esa tarde nos condujo directamente a la noche que desearía borrar por completo de mi memoria: la velada del baile. Y tras ese evento, mis padres organizaron el siguiente que, estratégicamente, debía situarse antes de la ceremonia de graduación.
La reunión de hoy.
Por mi parte me mantenía alejado y poco involucrado en toda esta situación de la que no quería ser partícipe. Desde hace una semana no hacía otra cosa más que ir y volver del instituto, esquivar a Rhys que quería asesinarme y solo se conformaba con demostrarlo a través de las miradas furtivas que me enviaba; y también a mis dos mejores amigos, que se habían hartado de tocar la puerta de mi cuarto, o intentar detenerme en los pasillos de Reachmond. No había dado resultado, me había hecho inseparable de mis audífonos, en los que se repetía una playlist que había armado de cada canción que había sonado cuando estuve junto a la pelinegra —ahora castaña—.
Ella no había vuelto al instituto desde el tres de junio. Y yo me obligué a mi mismo mantenerme en mi sitio y no hacer nada. La máscara impasible e imperturbable que había colocado en mi rostro desde que salí por última vez de la casa de Kye no se había salido ni por un segundo de su lugar.
Roto. Estaba roto. Y muy en el fondo sentí que nunca podría recuperarme de todo lo que había sucedido. Yo jamás podría volver a ser el mismo, y ser consciente de ello me estaba destruyendo.
Mis padres habían planeado una cena a la cual me encontraba asistiendo en estos momentos. Me había vestido con lo que mi madre había elegido, y conducía en silencio hacia la dirección marcada en el GPS. Un restaurante bonito, reservado para un pequeño sector de la élite californiana, a la que hoy se le anunciaría una importante noticia.
Al llegar al estacionamiento del establecimiento, me miré en el espejo retrovisor. Mis ojeras estaban violáceas, mis labios resecos y mi piel bastante nacarada por la falta de sol y cuidado que había omitido de brindarle estos últimos días. Yo no era yo. Me había perdido también.
Descendí del coche y me obligué a colocar en mi rostro una sonrisa lo suficientemente creíble para todos los que estarían presentes en la velada. Al ingresar, mi familia ya estaba allí. Algunos amigos de mis padres, compañeros del instituto; Brett, Chris, incluso Venus estaba presente. Me observaba con confusión en sus ojos, sin saber por qué razón estábamos allí. Evité su mirada, realicé un saludo general, y por primera vez en días me acerqué a mis dos mejores amigos.
Ellos también estaban mal. Y me responsabilicé por no haberme tomado un momento para salirme de mi posición y velar por ellos también. Habían perdido a una amiga, Brett le había mentido al chico del que había estado enamorado por años, todo por mí. Y lo único que había recibido de mi parte había sido un muro de hielo e indiferencia.
Ambos me observaron cuando llegué hasta ellos. Entendieron que les estaba pidiendo hablar en privado, así que en silencio caminamos hacia un lugar apartado en la terraza del edificio.
—Lo siento —me había cansado de decir esas dos palabras las últimas semanas, y aún se las debía a algunas personas más—. En serio, lo lamento.
—No es tu culpa, Ragnar, entendemos eso. Y también entendemos tu dolor. Pero pasaste de nosotros, te alejaste para soportar tu pena apartado y nos dejaste sufrir por nuestro lado también. Somos tus mejores amigos, tus hermanos. Sabemos todo lo que está ocurriendo, y estamos contigo hasta el final. Pero no es justa la postura que estás tomando... —Chris tomó la palabra apenas tuvimos privacidad.
Brett me miró dolido, en su rostro pude reconocer su mandíbula levemente amoratada. Fruncí el ceño y lo tomé del rostro.
—Brett, ¿acaso...?
—Quise acercarme hace un par de días, preguntarle cómo estaba... Intentar resolver las cosas, hacerle entender —negó—. Solo atiné a retroceder para evitar que me rompiese la mandíbula del todo. Dijo que si me volvía a acercar me destruiría, y lo hizo, supongo.
Rhys. Hijo de puta.
—Tú no merecías ese golpe.
Él alzó la vista, se liberó y me atinó un puñetazo en el pómulo. Maldije en un grito llevándome las manos a mi propio rostro, sintiendo la piel caliente por el golpe.
—No, pero tú sí. Eso también me lo dejó en claro —le vi acomodarse la camisa y caminar hacia la puerta—. Descuida Rag, está todo bien entre nosotros. Que Molly no te toque mucho el rostro, cuando salgamos de aquí ponte hielo porque se verá feo para la graduación.
El pelinegro volvió al interior silbando. Chris, por su parte, palmeó mi hombro y lo siguió.
Me pasé las manos por el rostro, suspirando. Cuando las quité, otra persona aguardaba de pie a metros de mí.
—¿Qué cojones es todo este circo, Novak?
No, no, no... Hablar con Venus en este momento era algo que verdaderamente no quería.
Intenté pasar por al lado suyo, pero me lo impidió.
—Suelta la sopa, cabrón. Porque te va a costar caro si llegas a entrar por esa puerta sin responder a mi jodida pregunta... —Tomó mi camisa en un puño.
—No hay nada que explicar, Venus. Solo es una maldita cena con mi familia, la familia de mi novia y unos amigos.
—Mi novia, ¿dijiste? —rió a desgano—. ¿Y Kye está pintada o qué?
—No estábamos juntos, solo fue una aventura.
Su rostro se contrajo en una mueca de furia que no pasó desapercibida, y alertó todos mis sentidos. Me soltó en un movimiento rápido y se alejó.
—No se qué mierda está pasando aquí, ni que parte de la historia me he perdido. Pero estoy muy segura de que la pieza que falta en este juego no debe estar enterada de la movida que estás por hacer.
La tomé del brazo cuando la vi con intenciones de irse. Ella no podía joder las cosas. No ahora... Pero tampoco podía decirle la verdad.
—No hagas ninguna estupidez.
Venus se soltó de mi agarre con furia.
—Mírate al espejo y repítetelo. Y que ni se te ocurra volver a ponerme una puta mano encima de nuevo.
Sus pasos se alejaron rápidamente de dónde estaba. Inmediatamente supe que debía controlar esa situación, así que tomé mi celular para enviarle un rápido mensaje a Chris. Nada más haber presionado enviar, mi madre me llamó desde el interior con un grito alegre.
Suspiré volviendo mi móvil al bolsillo.
—¿Qué? —espeté cuando me reuní con ella, cerca de la mesa de los aperitivos.
—Ya es hora. ¿Dónde estabas? Tienes la camisa arrugada. Te ves muy bonito, mi niño... —Intentó acariciar mi rostro suavemente, pero me alejé.
—¿Qué quieres? —insistí.
—¿Por qué haces esto, Ragnar? Solo queremos lo mejor para ti...
—¿Cómo te atreves a decir eso? Ni siquiera puedo mirarte a la cara y ver en ti una figura materna. Sigan mostrándole a todo el mundo este circo de la familia perfecta, pero a mi no quieras venderme gato por liebre. Esto no es una familia, esto no es lo mejor para mi. Ustedes han roto lo poco que quedaba de nosotros, nos han firmado a Magnus a mi una sentencia que nos está condenando. La única razón por la que no me he rendido es porque de mis acciones depende la vida de la persona que amo. Y yo estoy en el puño de Marcus, así que muchas opciones no me quedan. Ustedes me han destruido, y eso jamás se los voy a perdonar. Ahora dime que carajos es lo que quieres, así puedo acabar con esto y dar por finalizado este teatro.
Jamás le había hablado de esa forma. Jamás. Pero en ella ya no veía a mi madre, y sus ojos no demostraban sentirse siquiera movilizada por lo que le había dicho. Kristal también tenía una máscara, ella callaba la mierda que era Marcus porque en el fondo le convenía. Era tan culpable como él.
—No te olvides de esto, y del discurso.
Me tendió la caja y se alejó saludando a las personas que se encontraban presentes terminando los aperitivos.
Guardé todo en mi pantalón ubicando en mi panorama a Molly y sus padres, que recién llegaban. Me acerqué a ellos con una sonrisa tímida. Luego de charlar por breves minutos a modo de bienvenida, besé a la rubia efímeramente en los labios, y los invité a pasar a las mesas para dar inicio a la cena.
La velada fue amena, la comida estuvo deliciosa. Si no hubiese sido porque era consciente del verdadero motivo de esta reunión, sinceramente la hubiese disfrutado. Aunque me faltase la compañía deseada... Cuando la hora del postre llegó, supe que era el momento. Me disculpé con los presentes en mi cuando hice sonar el cristal de mi copa, logrando que la gente acallase los murmullos y las conversaciones.
Deseé desaparecer.
—Espero que estén disfrutando de esta noche, les agradezco a todos por estar presentes—sonreí brevemente antes de comenzar el discurso—. Admito que esta cena es una mera excusa, aunque la comida ha estado exquisita. Como saben, estamos a horas apenas de terminar nuestro último año antes de ingresar en la universidad. Para muchos de nosotros estos meses han sido una locura, incluyéndome. Pero creo que no hubiese sido tan llevadero si lo hubiese transitado solo. Hay una persona aquí a quién deseo agradecerle por jamás haberse alejado de mi lado. Para ser honesto, he metido un par de veces la pata con ella, pero ha sabido ver a través de mi y apoyarme pese a todo... Por eso —extendí mi mano hacía la rubia a mi lado que se sorprendió y la aceptó—, quiero que sepas cuánto te admiro ya agradezco tenerte en mi vida. Eres inteligente, hermosa, noble, amable; y si bien se que muchas veces no he sabido darte el valor que te mereces, ahora quiero hacer las cosas diferentes. Salir del instituto, asistir a Princeton contigo, tener nuestro departamento cerca del campus, vivir una vida universitaria contigo... Vivir contigo —las palabras me quemaron en la garganta, me odié un poco más—. Nadie dice que tiene que ahora, aunque no me quejaría si así fuese, pero me gustaría comenzar nuestra aventura juntos tan pronto como nuestra vida adulta inicie...
Tomé una bocanada de aire y, sin soltar su mano, me hinqué sobre mi rodilla derecha.
—Qué dices, Molls. ¿Me harías el honor de ser la futura señora Novak?
No llores, no te quiebres. Tú puedes.
Molly no pudo evitar contener el gesto de sorpresa. Todos quedaron expectantes a la espera de su respuesta, que se demoró unos largos segundos en llegar. Su cabeza asintió levemente, y se lanzó sobre mi para besarme. De fondo, el estallido de aplausos que resonó en mis oídos mientras la tomaba de la cintura, me bajó a la realidad de un puñetazo que dolió más que el de Brett rato antes.
Estaba hecho, no había vuelta atrás.
Sin embargo, un atisbo de luz iluminó la nube negra que me envolvía. Sobre el hombro de Molly, divisé a mi padre ser felicitado por los presentes.
Él quería una boda tan deprisa, que había obviado un detalle imprescindible en toda su jugada maquiavélica. Y yo llevaba días sin dormir armando un plan a futuro para darle a Marcus Novak un poco de su propia medicina.
Este capítulo lo escribí en un episodio frenético de inspiración hace menos de veinticuatro horas. Tiene 3767 palabras, toma menos de veinte minutos leerlo, pero duele toda la vida. Mi hermana ayer me quería matar cuando terminé de leérselo jajas.
Les recuerdo que pueden regalarme una maravillosa estrellita si SONDER es de su agrado. También estaría encantada de leer sus comentarios <3. Cumplo con refrescarles a sus memorias que tienen en mi perfil un blog de consejos de escritura, al que pueden acudir siempre que necesiten.
¡Nos leemos pronto, besitos virtuales!
Sunset.
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