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Capítulo 47

Hoy tenía una cita...

Yo jamás había tenido una cita.

Ahora que lo pienso, todos los vínculos anteriores que había tenido jamás habían logrado pasar de lo meramente carnal... Creo que para tener bastante experiencia en algunas cosas, ciertamente me había salteado en la check-list las más comunes.

Con Ragnar, las cosas simplemente se había dado tan natural, tan llevadero, que parecía hasta irreal el hecho de que me hubiese abierto por completo y sin miedo a esta nueva experiencia... Jamás se me había ocurrido la idea de tener una cita con él, porque absolutamente todo con aquel precioso pelirrojo había sido como estar en una cita constante. Estaba nerviosa, a decir verdad. Llevaba un tiempo sintiendo una molestia agradable en mi corazón la cual había querido silenciar a base de convencerme de que todo esto era buen sexo y una linda amistad. Sin embargo sentí que ya era momento de poner las cartas sobre la mesa; no estaba tan segura de querer solo sexo y una linda amistad... ¿Qué rayos estaba ocurriendo conmigo?


—Se le llama amor, Kye.

—¿Ah? —Parpadeé—. No, ¿cómo que amor?

El doctor Lewis me observaba sentado en su pequeño sofá individual, con el rostro torcido. Yo estaba hecha ovillo en el sillón más grande, largando todo el vómito verbal que venía conteniendo desde hace varias semanas.

—Charles, ¿cómo sé que lo que siento es amor? —reformulé.

—Bueno, ¿tú lo definirías como amor o enamoramiento?

—¿Acaso no son lo mismo?

Al doctor Lewis y a mi nos encantaba acribillarnos mutuamente con preguntas a las que respondíamos con otras aún peor.

—El enamoramiento es un estado, Kye. El amor es un sentimiento. Uno está enamorado, como también puede estar feliz, o bien puede estar enojado. Se trata de una condición física y psicológica temporalmente corta. Empieza y se termina. Y puede o no devenir en amar.

¿Y cómo sé qué es lo que tengo? —pregunté, como si fuese tan sencillo de identificar al igual que un dolor de estómago.

—Bueno, el enamoramiento va de la mano con la idealización del otro. Sería algo así como la luna de miel en una relación ya establecida o el "amor" que tienes hacia tu crush —reí por su vocabulario contemporáneo—. Ese enamoramiento se puede pasar cuando comienzas a conocer más a ese otro, y como te decía, puede suceder que pases de enamoramiento a amor, o de enamoramiento a nada.

—¿A nada?

—Sí. Cuando comenzamos a ver al otro como verdaderamente es, con sus defectos, inseguridades, miedos y actitudes reales, no suele gustarnos mucho. Ahí dejamos de idealizarlo y lo hacemos real. Si ese vínculo que inicia con el enamoramiento perdura al aceptar a ese otro como un par real e imperfecto, y elegirlo aún por sobre todas esas cosas y trabajar en conjunto para mejorar, se vuelve amor. Por el contrario, si elegimos huir de ahí, o si esa imagen idealizada se quiebra lo suficiente, simplemente se termina la etapa de enamoramiento...

—Se rompe la burbuja mágica...

—Algo así. La pregunta es, ¿qué sientes tú?

Me pasé la lengua por los dientes y solté la respuesta que creí correcta en voz apenas audible. Charles me regaló una sonrisa ladeada y asintió.

—Bien, es hora Kye. Nos vemos la próxima semana sin falta, ¿sí? Ya solo nos queda esa sesión.

Me puse de pie y ambos caminamos hacia la puerta.

—¿Eso quiere decir que presentará los papeles en Reachmond para mi reincorporación? —Me ilusioné.

Él asintió y yo casi grité de felicidad. Quise abrazarle pero me contuve, no era profesional ni maduro de mi parte tener ese gesto con mi terapeuta.

—¿Cree que haya alguna posibilidad de continuar con la terapia luego de esto? —solté una de las tantas preocupaciones que llevaba últimamente en la cabeza.

—Bueno... —El doctor Lewis se mostró sorprendido ante mi consulta—. No veo ninguna razón por la cual no pueda continuar siendo tu terapeuta. Que quieras seguir con este proceso habla muy bien de ti y tu predisposición para estar mejor. Enviaré los papeles a tu instituto, nos vemos la próxima semana.

Sonreí y salí del centro médico lista para ir a lo de Lou. Nada más estacionar en la calle que me llevaría al pasaje del bar, recibí una llamada.

—¿Sí?

Cada día me sorprende más que respondas el teléfono a la primer llamada.

Hice una mueca al aire abriendo las puertas de la entrada y bufé.

—Puedo no contestarte para que aprendas a no molestar, rojo. Si quieres probamos. —Lo sentí reír y, por reflejo, las comisuras de mi boca tiraron hacia arriba.

—No preciosa, era broma, adoro que respondas mis llamadas. Solo hablaba para preguntarte si a las ocho paso por ti, se que estás en el bar por el ensayo.

Me mordí el labio. Por dios, era tan atento, generoso y condescendiente...

—¿Ocho y media te parece? —Dejé mis cosas en una mesa y saludé con la mano a Rhys y el abuelo que estaban afinando unas guitarras.

—Perfecto. Te quiero preciosa, hasta la noche.

—Hasta la noche, rojo.

Colgué la llamada con unas abominables ganas de gritar de euforia. Se lo podía esconder al resto del mundo, pero yo era una maldita romanticona sin remedio. Y Ragnar parecía haber sido robado de una película de amor y colocado en mi puerta con un lazo grande y rojo. Lo adoraba.

—Tengo una cita en un par de horas, muchachos, así que más les vale que este ensayo salga perfecto porque hoy no se trabaja horas extra...

Tal y como pedí, el ensayo salió redondo. El abuelo se quedó preparando junto a Louise el escenario para la apertura, y Rhys me llevó a casa en el Jeep. Habíamos acordado pasarnos a saludar luego de la cita y bebernos un par de copas de festejo, como quién planea una celebración casual.

Ya en casa, con la única compañía de Light —Maeve había desaparecido para irse a algún lugar que no se preocupó de mencionar—, me alisté para darme mi merecido baño de inmersión. Esta vez me decidí por una fragancia exquisita de coco y café: la misma traía un exfoliante corporal con las mismas fragancias que obviamente utilicé para dejar mi piel suave y brillosa. Siempre me había gustado cuidar mi imagen personal y mi higiene, y ciertamente era muy meticulosa para algunas cosas. Me satisfacía tener una estética relajada, limpia, agradable, adoraba oler bien y como eso influenciaba muchas veces en la forma en la que algunas personas interactuaban conmigo. Me sentía poderosa y con autoestima cuando veía de reojo como la estela de perfume que dejaba al caminar atraía miradas; me gustaba la joyería, el brillo, los detalles y la pulcritud. Me avergonzaba admitirlo, y a veces incluso hasta me generaba cierto enojo, pero todo eso lo aprendí lastimosamente de Sienna en las pocas ocasiones que había sido una figura materna sana para mi. Ella me enseñó, a su manera, que yo debía tener una imagen perfecta, porque era la imagen lo que compraba hoy en día a las personas. La buena imagen, y una Cardelli jamás iba por la vida dando pena con su físico.

Yo no era una Cardelli, y Sienna se olvidó de su imagen cuando la heroína y el vodka le consumieron varias neuronas del cerebro en los seis años que vinieron luego de sus enseñanzas.

Sin embargo algunas costumbres eran un poco difíciles de cambiar, ¿no?

A ciencia cierta, no sabía muy bien que ponerme hoy. Ragnar había dicho algo sobre formalidad. Pero ese era una palabra con un rango bastante amplio de entendimiento. Formal podían ser muchas cosas y yo... Yo... Ya estaba comenzando a divagar. Tironeé a mi lado racional y le dejé tomar el control, porque sino jamás saldría de esta habitación a tiempo.

Una invitación. Estaba anocheciendo, por ende iremos a cenar. ¿Formal? Cena en un lugar elegante. ¿Cena formal con Ragnar? Lugar costoso, probablemente un restaurante. Etiqueta.

Repasé en mi mente de forma veloz un par de reglas de etiqueta que alguna vez había tenido que oír de Sienna. Con ese recuerdo en mente, y un poco de disgusto por tenerlo fresco en la memoria, camine hacia la habitación de Maeve, porque mucha de mi ropa ella también la usaba. Por lo general, comprábamos prendas clásicas que ambas pudiésemos vestir. Nuestros estilos, la mayoría de las veces, eran similares. Aquí guardaba todos mis vestidos y atuendos formales, así que no me fue difícil encontrar el vestido color crema de finos tirantes y espalda descubierta, que descansaba cómodamente colgado junto a sus hermanos de los más diversos colores, largos y diseños.

—Tú serás mi arma mortal hoy.

Volviendo a mi habitación, tomé unos tacones D'orsay negros con transparencias, y una pequeña cadena de oro. No me maquillé, simplemente opté por arquear mis pestañas y colocarle un poco de máscara. Rocíe mi perfume favorito en los lugares correctos, guardé mis pertenencias en un pequeño bolso de mano del mismo color de los zapatos, y miré el reloj en mi mano.

Ocho con veintitrés minutos.

El timbre sonó.

Oh Dios... Miré por última vez mi reflejo en el espejo. El vestido era largo, caía un poco más por debajo de las rodillas. La curva de mi espalda se veía bien, la tela era fina, delicada, como si me vistiese un pedazo de nube.

Respiré un par de veces antes de bajar al salón de entrada. Tomé mis llaves y abrí.

—Oh joder...

Pantalones negro, polo blanco, mocasines. Sí.

Definitivamente sí.

Ragnar se encontraba de pie en la entrada, regalándome una hermosa sonrisa. Los pliegues en la comisura de sus ojos demostraban la genuinidad de su alegría; sus mejillas coloradas por el arrebato de los nervios, bañadas en aquellas motas amarronadas que yo tanto adoraba, me dieron ganas de tomarlo y besarlo profundamente. Sin embargo, bajé mi vista para ver lo que sostenía en sus manos que me impedía acortar la distancia entre su cuerpo y el mío.

—Cuando era niño, mi niñera me llevaba a un parque cerca de Santa Mónica. Era vieja y solía quedarse dormida, así que no notó cuando me escapé hacía el paseo artesanal. Estaba repleto de puestos del flores...  Tantos colores, aromas, texturas, formas. Pero había unas en particular que me parecieron hermosas. Su fragancia era exquisita, como un soplido de aire fresco en pleno verano; sus pétalos parecían una caricia regalada por manos de seda. Después de que descubrieron mi huida, no volví a ese parque... Sin embargo, hoy volví a sentir el aroma de aquel día. Una anciana llevaba una canasta llena de estas flores mientras cruzaba la calle en la cual yo esperaba que el semáforo me diese el paso. Gardenias, me dijo, las flores de mi infancia se llaman así. No hay una flor que huela como tú, pero cuando volví a sentir su aroma, apareciste en mi mente. Si tuviera que compararte con algo en esta vida, tú serías mi gardenia, Kye.

Sonreí. ¿Qué más podía hacer? Si intentaba siquiera decir algo me caería la lágrima traviesa que amenazaba con resbalarse de mi ojo.

Estaba tan enamorada de este sujeto que no podía respirar.

Tomé las hermosas gardenias de sus manos y lo besé con todo el amor que fui capaz de transmitir. Enredé mi lengua entre la suya, lo acaricié, lo mimé, le confesé tantas cosas en ese beso, que cuando nos separamos, su respiración estaba agitada y sus ojos brillaban.

—Te quiero...

—Y yo a ti. —Me besó nuevamente.

Corrí hacia la cocina para dejar las flores en agua fresca y cuando volví, tomé su mano para dejarlo conducirme hacia su auto.

—¿Hacia donde me llevas esta noche? —consulté acariciando su nuca mientras lo veía maniobrar.

—Voy a raptarte. —Sonrió, posando su mano sobre mi muslo desnudo, bailando sus dedos por la cara interna.

¿Sería un buen momento para decirle que no tengo ropa interior puesta?

Me mordí el labio sintiendo la electricidad de sus caricias recorrerme. Tomé su mano y la entrelacé con la mía.

—Deja de hacer eso, de lo contrario no llegaremos a donde debemos.

Él río y besó mis nudillos, aceptando. Sin embargo, no respondió a mi pregunta.

Tras unos veinte minutos de viaje, que pasamos acariciándonos suavemente mientras nos lanzábamos miradas cómplices y tarareábamos las melodías de la radio, llegamos a nuestro destino.

Al salir del auto el olor a salitre me golpeó.

—¿La playa? —Me sorprendí—. Pensé que habías dicho formal.

—Dije: para arriba, elegante; el resto, lo que tu quieras. Además, prometí traerte hace un tiempo... —Me tomó de la mano y lo dejé guiarme hasta una entrada decorada con pequeñas luces. Allí un hombre nos esperaba. Le sonrió a Ragnar y nos hizo una seña para que siguiéramos camino, entregándole un pequeño farol para iluminar el recorrido de una pasarela de madera.

Si no hubiese sido por el arco de luces que decoraba lo que parecía una segunda entrada, no hubiese visto el edificio. Era oscuro, ventanales negros polarizados me impedían ver cualquier cosa dentro de él. Las puertas de vidrio se abrieron dos pasos antes de que nos chocásemos, cediéndonos el acceso al interior.

Un restaurante.

Un jodido restaurante secreto, con vista y salida al mar.

Una joven quizás un par de años mayor que nosotros, nos saludó cordialmente y nos guió por el lugar. Había poca gente, poquísima. Parejas casi todas, o al menos eso parecía desde mi perspectiva. La amplitud del espacio permitía una esfera de privacidad e intimidad entre los comensales; yo me dejé guiar hasta una plataforma de vidrio y metal que, para mi sorpresa, se elevó una vez estuvimos dentro de ella, dejándonos en una planta alta totalmente vacía de personas.

—Dime que no reservaste todo este sector para nosotros dos... —hablé al borde de la euforia.

—No reserve todo este sector para nosotros dos. —Me regaló una sonrisa, haciendo énfasis en su tono irónico.

Rodé los ojos, golpeando levemente su hombro, y miré hacia donde nuestra mesa se encontraba. Tomamos asiento e inmediatamente nos ofrecieron un poco de vino. Sonreí gustosa, porque una copa de buen vino nunca se le negaba a nadie. Chocamos cristales con el pelirrojo y bebimos, mirándonos el uno al otro.

—¿Qué pensaste de mi al conocerme? —formuló él, rato después de ponernos al corriente de nuestras respectivas vidas, estos días que no nos habíamos visto seguido.

Terminé de masticar lentamente una pequeña porción de la entrada que nos habían traído minutos antes. No sabía muy bien que era lo que me estaba llevando a la boca, pero mi paladar aplaudía de pie al chef.

Miré a Ragnar, pensando en todo lo que habíamos atravesado estos meses. Vi los rasgos de madurez que su mirada había adquirido, y también contemplé mi propio reflejo en esos irises azules. Podría bromear, como solía hacerlo, o coquetearle para despertar sus nervios... Pero aquella noche era una velada especial, entre las muchas cosas que estaban cambiando entre nosotros, lo que sea que tuviésemos había comenzado a adquirir un tinte distinto, más serio. Más real.

—Es... Es una pregunta difícil —carraspeé, limpiando mis dedos en la servilleta—. Pensé muchas cosas cuando te conocí, pero afinidad es lo que más se le acerca. Hay un abismo entre ambos, creo que eso es obvio. Tú y yo, en otro mundo, en otra vida, no hubiésemos congeniado. Somos tan distintos, tan extremos entre nosotros, que me es imposible entender esto que construimos. Pero míranos, en este mundo, en esta vida, entre millones de posibilidades, de personas, de lugares, coincidimos. Y eso —acaricié sus labios—, todo en lo que tú te haz convertido para mi, cada molde que haz roto y reconstruido, hace que crea que sin duda conocerte no ha sido una bonita y simple casualidad. Haz cambiado tanto, pero a la vez sigues siendo el mismo. No entiendo cómo puede ser posible, pero aquí estás. Tus manos aún son tímidas cuando quieres tocarme, como si volviésemos a ese día en el que las tomé para escaparnos a la cafetería ; el timbre de tu voz sigue siendo dulce y cauteloso, pero ahora es convincente y directo; y tus ojos...

Las palabras se me atoraron entre los labios. ¿Cómo podía mirarme de esa forma? ¿Cómo podía ser que, luego de todos estos meses, en vez de calmarme con sus ojos cada vez me pusiese más y más nerviosa?

Ragnar pasó saliva lentamente, observando cada milímetro de mi rostro. Llevó una de sus manos a mi mejilla y me acarició suavemente.

—¿Sabes qué pasa cada vez que te miro, Kye?

Negué, sintiendo su cercanía entibiarme el cuerpo y nublarme el juicio. Él dejó un lento y demorado beso en mis labios. Cuando se separó, me vi una vez más en su reflejo azul océano.

—Me vuelvo a quedar sin aliento, justo como la primera vez que me regalaste un vistazo con esos ojos de universo.



Voy a gritar porque estoy en modo #fan. ¿Qué opinan hasta aquí? Ya no queda nada para el final. Dios, si supiesen tooooodo lo que vengo haciendo estos días, cualquiera diría que me encanta trabajar bajo presión. 

Les recuerdo que pueden dejar una linda estrellita para esta historia, comentar y compartir SONDER con sus amiguis <3. También les comento, por si andan de curiosos, que en mi perfil pueden encontrar un blog de consejos para escritores  (nuevos y no tan nuevos). Estamos creando un hermoso espacio por allí.

Deseo que tengan un bonito día, y como siempre...

¡Nos leemos pronto, besitos virtuales!

Sunset.

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