Capítulo 45
N//A. Recomendación para leer este capítulo: cuando vean los (**) denle play a la canción en multimedia. La experiencia será muchísimo mejor.
Me paseaba por la sala de estar en espera de que alguien me respondiese la llamada en la que estaba en espera hace, por lo menos, siete minutos.
—Centro médico Silver Lake, ¿en qué puedo ayudarle? —respondieron finalmente al otro lado.
—Dios, ya era hora. Buenas tardes, señorita. Mi nombre es Kye Griffin, tengo pactadas una serie de citas médicas con el doctor Lewis para mi reincorporación el próximo año al instituto West Reachmond... ¿Existe la posibilidad de arreglar una sesión para hoy mismo? —Rodé los ojos, viendo a Rhys sonreírme desde la entrada de la cocina.
—Déjeme ver... —El teléfono estuvo unos segundo en silencio—. Sí, señorita Griffin, creímos que ya no volvería, puesto que perdió cuatro sesiones en estas últimas semanas.
—Me gustaría recuperarlas, si es posible. He... Cambiado de opinión.
—Claro, no hay ningún inconveniente. ¿Le parece a las diecisiete horas, como horario fijo? ¿Lunes y jueves?
Chequé en mi reloj. Eso era en una hora y cuarto. Para entonces, en mi esquema mental, yo ya habría terminado mi jornada en Reachmond. Lunes y jueves: desocupados. Al igual que el resto de los días.
—Claro, me viene perfecto.
—La esperamos entonces señorita Griffin, que tenga una buena tarde.
—Igual usted, hasta luego.
Colgué el móvil y me acerqué hasta Rhys. Light se apareció en la sala, posándose en su hombro. A esta altura ya eran inseparables, y el pequeño petirrojo volaba libremente por toda la casa. Aunque aún una de sus patitas estaba un poco dañada, nos preocupábamos siempre de dejar ventanas y puertas abiertas si nos encontrábamos aquí, para que pudiese irse cuando lo desease. Y si bien salía por horas a dar su recorrido diario, siempre volvía.
—Como tú me pediste que hiciera esto, ahora vas a acompañarme. —informé, recibiendo una limonada de sus manos.
—Lo prometiste, Kye. Me haré cargo de ir contigo si es lo que quieres, pero no haces esto por mi. Lo haces únicamente para estar bien de aquí. —Acarició mi —ahora muy corto— cabello.
—Está bien. No me des más sermones, ese es mi trabajo, no el tuyo. Iré a ducharme, en media hora salimos.
Me giré y caminé escaleras arriba hasta el cuarto de baño. Desde la visita de Sienna, hace exactamente tres días, no había salido de casa. Ragnar había venido un par de veces y Rhys me traía los deberes del instituto. Venus me había llamado por teléfono y le había contado la situación, pero no completa. Aún no confiaba del todo en ella para compartirle lo que sucedía conmigo, pero seguramente lo haría... Cuando me sintiese más cómoda con ello.
No podía darme el lujo de un baño de inmersión, así que solo me duché rápidamente. Tener el cabello corto era beneficioso en ciertos aspectos y aunque aún no estaba acostumbrada a él, me gustaba como se veía en mi el castaño. No me ocupé en secarlo, y salí envuelta en una toalla hasta mi habitación.
Desde hace dos noches tenía pesadillas. No era capaz de recordarlas, pero si de sentir cuánto me aterraban al levantarme sudorosa y agitada de mi cama. Luego de eso, ya no volvía a dormir. La rutina era hacer nada hasta la hora de desayunar, fingir que recién me despertaba y luego quedarme todo el día en el sofá. Mi rutina de procrastinación post-insomnio no había tenido inconvenientes hasta hoy por la mañana, cuando Rhys se cansó de mi. Se quedó en casa, me hizo ordenar mi habitación, me mandó al mini-mercado a tres cuadras de casa a comprar verduras para hacerse su batido proteico, y luego me sentó en la silla para hablar de mi comportamiento.
Fue comprensivo. Si yo hubiese podido salir de mi cuerpo, le hubiese dejado a mi espíritu auto-abofetearme por buscar la solución más fácil al problema: evitarlo. Rhys no. Rhys habló conmigo, me dejó llorar y llenarle el hombro de mocos, me hizo mimitos en la espalda, y luego me obligó a llamar al centro de salud para reiniciar mis sesiones de terapia.
"Esto ha ido demasiado lejos. Repetir el año ya no es excusa, chispita. Ahora de verdad lo necesitas".
Esas habían sido literalmente sus palabras de aliento.
Y no. No me negué. Esta vez ya no podía, hasta yo sabía que había tocado fondo hace tres días. Era demasiado para lo que podía soportar.
—¿Estas lista? —me llamó el peliazul desde el piso de abajo.
Resbalé de la cama y me caí con la sandalia en la mano.
—¡Si!—Hice una mueca de dolor.
—Iré por benditas y hielo... —avisó.
Reí por lo bajo. Rhys era la mejor mamá del mundo.
El camino a la clínica se basó en mi mejor amigo y yo cantando a dueto canciones de la radio. La bendita y el hielo en el codo todo raspado le daba el toque a la escena. Al llegar, dejé un beso en su mejilla y bajé.
—¿Tú crees que me den un poquis de Xanax*? —Sonreí de lado.
—A ti el psicólogo se te queda corto. De cabeza a un psiquiátrico te metería si pudiese... ¡¿Cómo se te ocurre?!
—Es broma, idiota. Además los psicólogos no pueden recetar medicamentos, los psiquiatras hacen eso —rodé los ojos—. No es necesario que te quedes, puedo hacer esto sola.
Él me miró con su mueca de duda, y asintió.
—Estaré por ahí. Llámame cuando termines e iremos a comer algo, ¿quieres?
Asentí y cerré la puerta, caminando hacia el interior de la clínica.
No esperé mucho luego de eso. Rápidamente la puerta del fondo del corredor volvió a abrirse como aquella vez, y mi nombre resonó por la sala. Caminé lentamente, mirando hacia atrás cada dos por tres. Como si alguien me estuviese esperando, alentándome. Pero allí no había nadie, y estar al tanto de eso me apenó un poco.
—Buenas tardes Kye, toma asiento por favor.
—Gusto en verlo de nuevo, doctor Lewis —posé mi retaguardia en el cómodo sofá individual frente a su escritorio—. Igual de buen mozo que la última vez.
Si, si. El humor coqueto cuando te cagas de los nervios es una buena máscara. Los títulos universitarios colgados en el muro no los tiene por su linda cara, Kye Griffin.
—Tú, sin embargo, estás mucho más diferente que hace semanas. ¿Quieres contarme que ocurrió? ¿Por qué has decidido volver?
—Agárrese de su asiento, doctor. Por qué esta montaña rusa va a durar bastante.
Lloré. Cristo bendito, dejé un océano en ese consultorio de mierda. En la última semana había llorado todo lo que no en cinco malditos años. Contarle al doctor Lewis al menos el inicio de mi historia —por que una hora y media no iba a jodidos alcanzar para todo el drama—, me dejó a la miseria todo eso que los mortales llamaban el ánimo.
He.
Estaba tan, pero tan jodida...
El atractivo terapeuta no era como los que había visto en las películas. Mi miedo todo este tiempo no había sido controlar mi salud mental, era que quien debía encargarse de ello, no lo hiciese bien. Pero eso no había pasado con él. No se sentó a garabatear su libreta preguntando a cada rato "y con eso... ¿Cómo te sientes? Aunque si anotó en su libretita color burdeos algunas cosas que salían entreveradas entre mis murmullos y mis mocos, en vez de quedarse escuchando mi monólogo, habló conmigo. Por una hora y media tuvimos una intensa pero efectiva conversación. Me enseñó, contó y mostró muchas cosas respecto a mi realidad y salud mental que yo jamás me hubiese a sentado siquiera a pensar inclusive hace dos semanas atrás... Porque siempre me habían parecido absurdas, hasta hoy.
Le conté lo de las pesadillas, mi mayor preocupación de momento. Me dijo que era normal tenerlas, que ahora comenzaría a ver todas las consecuencias de lo que guardarme mis miedos y mi historia había generado. También me dijo que no temiese, aunque si lo hacía no era nadie para juzgarme. Me recomendó ocupar mi cuerpo en nuevas actividades, para así cansar mi mente y poder descansar por la noche.
Al abrir la puerta, me giré a mirarlo.
—Gracias. —Me sinceré.
—Es mi trabajo, Kye, como doctor y ser humano. Tienes el número de mi secretaria, llámala si ocurre algo, y en caso de que quieras adelantar la sesión o te sientas mal y ella no responde, me encargaré de darte mi número laboral. Vete con cuidado, ¿vienen por ti? —Se acomodó las solapas de su bata.
—Si, Rhys —él sonrió asintiendo—. Nos vemos la próxima semana, doctor Lewis.
—Hasta entonces.
Volví mis pasos nuevamente por el corredor y salí hacia la acera, luego de despedirme de la chica de recepción. Justo en ese instante, recibí una llamada.
—¡Ojitos! —me gritaron del otro lado.
—Abuelo, no me grites en la oreja. Te escucho perfectamente —reí—. ¿Cómo estás?
—Muy bien, chiquita. ¿Tú?
Me mordí el labio, suspirando. Decirle la verdad a Prince implicaba preocuparlo... Y no quería eso.
—Bien, bien.
—Si me mientes se te desafinará la voz...
Puta madre.
—¿No es qué me crecerá la nariz, como a Pinocho?
—Tu no eres un muñeco, querida. Eres una nieta muy, pero muy mala. ¡Te olvidas de mi, y encima me mientes!
Si, tenía razón. Lo había dejado olvidado.
—Lo sé, Prince. Lo siento, de verdad... Es solo que me han estado pasando algunas cosas. —Pateé una piedrita.
—Lo escucho en tu voz, mi ojitos. Por eso te traigo una invitación especial.
Me callé esperando sus palabras, ansiosa. Cuando soltó una risa, me di cuenta que había caído en la trampa.
—Ay no... ¿Qué quieres que haga ahora?
—Pues —sonó inocente—, quería invitarte a cenar al bar de Lou, dónde estoy ahora y...
—Quieres que cante para ella. —zanjé.
—¡Por favor, hija! ¿Cuánto más te negarás? Lou te necesita aquí, podrías tocar conmigo y con Rhys.
Caminé en círculos por algunos segundos, reflexionando los pros y contras de cantar en aquel bar.
—Quiero que me pague —exigí—. Lou quiere que cante sabiendo que me cuesta hacerlo en público, bien. Pero lo haré por un precio. Hoy voy a cantar cinco canciones a lo largo de la noche, ya improvisaré cuales. Iré con Rhys, y cuando el bar cierre nos sentaremos tú, ella y yo a hacer números. ¿Qué dices, viejo?
Escuché su risa calmada a través de la línea.
—Haz aprendido a hacer negocios del mejor, querida nieta. Nos vemos a las ocho aquí, los esperamos. Te amo, ojitos.
—Y yo a ti, Prince. —Sonreí y colgué.
Esperé diez minutos más, tras enviarle un mensaje a Rhys para avisarle que ya estaba libre. Cuando tocó bocina, corrí hacia el Jeep.
—Hola calvita —me sonrió.
—Como me vuelvas a decir así, voy a volverte contorsionista a la fuerza. Si me entiendes, ¿no?
Él negó con gracia y arrancó.
Primero hicimos una parada en casa. Allí nos bañamos, vestimos, y luego de contarle a Rhys el plan de nuestra nueva banda improvisada, hicimos una grandiosa lista de cinco canciones que practicamos rápidamente en su habitación, con su guitarra.
Tras terminar, nos montamos los tres nuevamente —a Maeve no íbamos a dejarla solita—, y nos dirigimos hacia nuestro destino nocturno.
El Bar de Lou era mi lugar en el mundo. Noches y noches nos habíamos pasado con el abuelo aquí, cuando papá murió. Era ese ambiente donde a la incomodidad te la limpiabas en la alfombra peluda de la entrada, junto con todo lo malo que pudieses cargar. El bar no le daba la bienvenida a nada que no fuese sonrisas, buena música, comida deliciosa y personas dispuestas a olvidarse de su vida común y corriente por al menos un par de horas. Y yo amaba eso, porque en mis años oscuros, haber venido aquí a cantar y aprender a cocinar con Lou y el abuelo había sido sin duda catártico y rehabilitante.
Al llegar, el bar aún tenía poca gente dentro de él. Apenas llegué a la mesa que siempre estaba reservada para Lou y sus amigos, mi abuelo se puso de pie de inmediato.
—A la ver... —Pestañeó—. Kye.
—Hola, Prince. Agárrate de una silla para no caerte la próxima vez que me veas con un nuevo corte, ¿si? No quiero más accidentes.
Lo abracé y él paso sus manos por mi corto pixie.
—¿Qué pasó? Tú amabas tu cabello.
—Sienna pasó. Hola abuelo. —Rhys se apareció salvándome. La respuesta se había quedado atorada en mi garganta.
Ambos se saludaron y se alejaron para hablar. El tema de Sienna aún me ponía un poco inestable, así que agradecía a mi mejor amigo por tomarse el tiempo de hablar con Prince. Él siempre había tenido más tacto que yo al decir las cosas.
Por mi parte saludé a Lou, quien halagó mi estilo y me agradeció por querer tocar hoy.
—Si sabes que te iba a pagar, ¿no?
Asentí, algo avergonzada.
—No quiero que pienses que te obligo, cariño. Pero te necesito, y sabes que no te pediría nada si supiese que puedo resolverlo por mi cuenta.
—Está bien —tomé su mano y la presioné suavemente—. Lo haré, no se cómo, pero prometo cantar esta noche para el bar.
Ella sonrió asintiendo, y miró la lista que le entregué.
—Grandiosa elección, como siempre. ¿Vamos a la cocina?
Ambas caminamos juntas charlando. Dentro nos encontramos a Rhys y al abuelo, quien me abrazó apenas me vio.
—Lo siento, ojitos. Lo siento.
—No —tomé su rostro—, no digas eso. Voy a estar bien, estoy en proceso de resolver esto.
Él se limpió una lágrima traviesa y comenzó a aplaudir.
—¡A cocinar y afinar esas cuerdas vocales, tenemos un show que dar!
Al cabo de una hora y veinte, el local ya no tenía mesas disponibles. Lo que también se había llenado era mi tanquecito personal de ansiedad. ¿Cómo coño cantaría con toda esta gente? Comencé a morderme el labio.
—No hagas eso... Acabo de llegar, no puedes tentarme así.
Alcé la vista, contemplando a Ragnar delante mío, flanqueado por Chris, Brett y Venus.
—¿Qué hacen aquí? —Saludé a todos, sonriendo.
Más gente, más nervios. Si señor.
—Rhys nos invitó a cenar. —El pelirrojo besó mis labios a modo de hola.
—Oh. —logré decir.
Se sortea una castración de huevos para esta noche, y Rhys Riott tiene todos los números, señoras y señores.
Y hablando del rey de Roma...
—¡Vinieron! Pasen, tenemos una grandiosa mesa para esta velada. —saludó el peliazul, extendiendo su mano hacia la mesa que tenía a mi abuelo y a Lou esperando en ella.
—Voy a cortarte en pedacitos. —le susurré sonriéndoles a los clientes, mientras seguíamos a nuestros amigos.
—No si hoy follas con tu amorcito. —Me aseguró.
Tenía un punto, el muy jodido tenía un punto.
El inicio de la noche fue precioso. Lou tenía una pequeña banda y un depósito lleno de cualquier instrumento imaginado, cortesía de Prince Griffin. Así que la música melódica era algo que sin duda no había faltado en ningún segundo.
Cuando la hora de tocar la primera canción llegó, me disculpé con los chicos y junto a Rhys, caminamos hacia el escenario.
—No estés nerviosa.
—Wow, tú si sabes cómo animar a alguien. Gracias, creo que ya se me pasaron todos los males. —Rodé los ojos.
—Traje algo especial... —Abrió una cajita metálica y me mostró el contenido—. Para pasar la noche.
Reí por lo bajo y tomé el pitillo de hierba entre mis dedos.
—A darle entonces. —Chocamos puños y subimos a la pequeña plataforma.
Encendí el regalo de Rhys y le di la primer calada de la noche, tomando el micrófono.
Respira, Kye. Nadie aquí va a juzgarte, nadie aquí quiere verte mal.
Toqué la punta del micrófono un par de veces ocasionando un pitido molesto que llamó la atención de todos.
—Lo siento, lo siento —reí nerviosa y luego carraspeé—. Bienvenidos a todos al maravilloso Bar de Lou.
Aplausos y silbidos se oyeron. Definitivamente todos amábamos a esa mujer.
—Espero que estén disfrutando de esta hermosa noche —suspiré—. Cómo bien sabemos, hay tres pilares que sostienen la cultura hermosa de este templo sagrado —reí—. Deliciosa comida, alegría asegurada y buena música. Últimamente nos viene faltando un poco de lo último, ¿no creen?
Muchos asintieron efusivamente, y algún que otro ¡si! se escuchó de fondo.
—Hoy vamos a resolver ese problemilla —di otra calada, y me senté en el taburete ubicado tras de mi—, y vamos a hacer mover un poco a la banda. A lo largo de la noche tocaremos para ustedes cinco canciones, las cuales esperamos que disfruten. Lo único que les pido es comprensión —tomé aire, preparada—; tener pánico escénico realmente es frustrante cuando lo que más amo en el mundo es cantar. Sobre todo cuando es mi primera vez con un público más grande que el de los pocos shampoos en mi ducha.
Algunas risillas y aplausos me alentaron.
—Voy a voltearme, al menos por ahora. Si no los veo es como si no estuviesen aquí, y eso a mi loco cerebro lo tranquiliza. Para todos ustedes, True Colors...
Me giré, mirando a Rhys. La banda se había ido a sentar a pedido de Lou, dejándonos solos a mi mejor amigo y a mi.
Su guitarra comenzó a sonar al ritmo de sus dedos. Me sentía bien de que me mirase fijamente pues eso me permitía concentrarme en ello y no en el resto de personas tras de mi.
Luego de dos caladas más, comencé a cantar. Habíamos elegido este tema por mí, me encantaba la versión de Phill Collins y Rhys creyó que luego de todo lo que me venía ocurriendo, cantar esta canción en un ambiente que yo amaba significaría mucho para todos.
Y así fue. Cuando dejé de cantar, un estallido de aplausos me recibió al girarme.
Les sonreí aún respirando agitada y bajé del escenario.
Manos tomando las mías, palabras cálidas, vítores y alientos me recibieron de camino a la mesa. Todos estaban deleitados, y sinceramente eso me llevó al borde de la emoción.
Se había sentido muy raro, pero muy bien estar allí arriba. Y si bien aún seguía tremendamente nerviosa, saber que les había gustado aquello me había hecho no temer al fracaso de imaginar que no les gustaría el repertorio.
El quid de la cuestión de mi pánico escénico, es al fin y al cabo, justamente eso.
Llegar a la mesa y recibir las felicitaciones orgullosas de mis amigos fue aún mejor.
—¡Voy a ponerte un jodido estudio de grabación únicamente para que me cantes canciones que pueda usar para tener sexo! —me gritó Venus, abrazándome.
—Conmigo. —La secundó Chris.
—Ajá, sí. —Ella le restó importancia a su comentario.
A mi abuelo casi se le caen los dientes postizos al oír la conversación.
Lou y él me felicitaron también, diciéndome cuán orgullosos estaban. Luego de ello, continuamos la velada sentados charlando hasta que la segunda canción tuvo que ser tocada.
Así paso esa, la siguiente, y la siguiente. Para la tercera yo ya me había animado a darme vuelta, y fui capaz de contemplar con mis propios ojos lo que Lou me había dicho minutos antes de subir.
"Como la puerta de entrada está abierta y pusimos nuevos parlantes afuera, se escucha tu voz hasta en la calle, Kye. ¡Cada vez el bar se llena más! La gente únicamente entra para oírte cantar o se quedan en la puerta. ¡Nos llueven las ganancias!"
No era por presumida, pero yo le había prometido un bar lleno y clientela completa para un mes, y lo estaba cumpliendo a rajatabla.
Al llegar la última canción, Prince también subió con nosotros.
—Vamos a cerrar esta hermosa velada con algo lindo para bailar, ¿les parece? Así que les pido que dejen atrás sus miedos y vergüenzas, corran las mesas hacia los costados y elijan una pareja. Michael Bublé nos hará compañía esta noche con Sway.
(**)
—When marimba rhythms start to play
Dance with me, make me sway
Like a lazy ocean hugs the shore
Hold me close, sway me more...
La guitarra y los bongós se oían bien, pero la banda, entusiasmada, me sorprendió tomando los instrumentos y comenzando a tocar codo a codo conmigo, Rhys y el abuelo.
Fue maravilloso. Todos bailaban a su ritmo mientras mi voz llenaba el local y las afueras de él, quité el micrófono de su lugar y comencé a moverme y bajar los peldaños del escenario.
Ragnar se acercó hasta mí, pasando por entre las parejas, y me tomó de la cintura sonriendo. De reojo vi a Rhys caminar hacia Brett y hacerle dar un giro, y a mi abuelo recibir una invitación de Lou para bajar de la plataforma y bailar con él.
—Other dancers may be on the floor
Dear, but my eyes will see only you
Only you have that magic technique
When we sway, I go weak...
Canté cerca de sus labios, meciéndome al ritmo de sus vaivenes y giros. Mi mano libre acariciaba su nuca mientras él nos movía a ambos, riendo y paseando sus manos por mi espalda baja.
La noche sin duda no podía ser más perfecta.
—Like a flower bending in the breeze
Bend with me, sway with ease
When we dance, you have a way with me
Stay with me, sway with me...
Finalicé la canción besando suavemente al pelirrojo, oyendo a mi alrededor nuevamente aplausos cada vez más fuertes junto a gritos y silbidos de felicitaciones y de alegría.
Tras terminar, muchos clientes se despidieron de nosotros informándonos que vendrían más seguido y harían correr la voz del nuevo show del Bar de Lou, esperando oírme nuevamente.
Cuando no quedó nadie, me negué a qué Lou me pagase la noche de hoy.
—Lo disfruté tanto como tú, no quiero que me des nada. Nos vemos el próximo jueves para arreglar el show del viernes, si quieres hablamos allí.
Ella asintió y se despidió de mí.
Todos salimos juntos hacia la vereda. Luego de que los amigos se fueron, junto con Venus. Rhys y Maeve me avisaron que irían a dejar a Prince a su casa.
—¿Vienes, chispita? —Preguntó Rhys.
Volteé a ver a Ragnar apoyando en la puerta de su Audi azul.
—Adelántense. Los veo más tarde, si es que vuelvo.
Él me guiñó un ojo y los tres se fueron camino al Jeep. Por mi parte, volví a los brazos del pelirrojo.
—¿Vamos a casa? —Me besó deliciosamente antes de permitirme responder.
Paseé mis manos ansiosas por su pecho y sus rizos, y le tomé la mano.
—Claro, toda buena celebración tiene que tener su merecido cierre.
Mentí... La noche si que podía ser aún más perfecta.
¡Hey! Otro capítulo por aquí. He <3
Había dicho que probablemente ingrese a los Wattys de este año, pero no llegaré a subir los capítulos que faltan hasta finales de septiembre. El promedio es de capítulo y medio por día, y ni siquiera tengo todos escritos...
¡No importa! Ahora puedo asegurar que nos veremos en los Wattys 2022, sin falta. Además, aprovecharé para completar el libro, y quien sabe... Quizás tenga algunas ideas y proyectos nuevos.
¿Qué opinan del capitulo 45? Les recuerdo que pueden votar, comentar y compartir esta historia si les gusta. ¡Me ayudan a crecer muchísimo!
Ya saben que pueden encontrarme también en TikTok e Instagram como ethereallgirl
¡Nos leemos pronto, besitos virtuales!
Sunset.
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