Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 43


N//A: Este capítulo es un poquito más largo, pero tiene mucho, mucho salseo. ¡Disfruten!


El símil invierno había desaparecido de Los Ángeles, por lo que el asfixiante calor ya azotaba la ciudad sin ningún tipo de piedad. Mientras esperaba a que Ragnar pasase por mí, como habíamos acordado por mensaje ayer en la tarde, yo decidía qué ponerme.

Estaba rozando la histeria, desde el sábado no nos veíamos y yo sinceramente tenía una cantidad exorbitante de gorilas bailándome en el estómago de los nervios.

Hasta la ropa era una razón para ponerme a patalear en el piso.

Vas a ir jodidamente desnuda al paso que vamos.

—Ponte esto. Luce esa atrocidad que te hiciste en la pierna.

Mi tía apareció salvando la mañana, arrojándome unos shorts ochenteros tiro alto, bien sueltos. Aún no le había contado nada de lo que había pasado con Ragnar. Y a pesar de que no era una novata en el mundo sexual, me gustaba charlar con ella de esto. Era buena aconsejándome... A veces.

—Gracias, Maevey walley.

—De nada, mi cielo. Rhys dice que hoy no irá a Reachmond. Está enojado contigo porque irás con Ragnar. Específicamente me pidió que te diga que eres una... ¿Cómo había mencionado? Oh si. Zorra, traidora, abandona-mejores-amigos-por-penes-pijos.

Suspiré, me terminé de colocar el top tejido que me había regalado Rhys para las últimas navidades, unas sandalias bajas y luego de asearme, caminé hacia el cuarto de mi mejor amigo.

—¡Te levantas antes de que llegue a tres, o sentirás las consecuencias! —grité abriendo la puerta de un golpe, ocasionando su caída de la cama.

Tras convencer a Rhys de ir, a base de buenos gritos y amenazas, desayunamos en silencio hasta que la bocina del Audi de Ragnar se hizo oír. Quise demorar la comida lo más que pude, pero tampoco pretendía hacer retrasar al pelirrojo, y menos demorar la entrega de unos de mis últimos trabajos finales.

—Quiero conducir.

Rhys no se preocupó en saludar a Ragnar y fue directo a exigir el cumplimiento de su pataleta matutina. Rodé los ojos, pensando que este tipo no podía ser tan infantil. Para suerte de los caprichos de mi mejor amigo, el pelirrojo se bajó del asiento de piloto y le cedió el lugar, sin problemas. Luego de meterme en el asiento trasero, con el pelirrojo de copiloto, Rhys Riott aceleró a fondo hasta West Reachmond High School, con cara de feliz cumpleaños.

¿Después de todo el sexo del fin de semana, ni un besito le vas a dar?

No podía besarlo con las abominables ganas de vomitar que tenía de la ansiedad.

Es que sabes lo que va a pasar apenas lleguen al instituto.

Joder. Claro que lo sabía.

Si queríamos hacer una aparición sutil, mi mejor amigo se encargó de arruinarlo. Las llantas chirrearon contra el asfalto una vez que estacionó, volteando cientos de rostros adolescentes en el proceso.

—Santos demonios... —murmuré.

Los dos chicos bajaron del coche y Ragnar abrió la puerta trasera para mí, tendiéndome la mano para salir, la cual tomé un pelín nerviosa.

—¿Es normal que te encuentre demasiado sexy? —me susurró apenas estuve a su altura.

Respira Kye. Lo haces a diario inconscientemente, no puedes olvidarte de como se hace justo ahora.

Estaba respirando, no de forma regular, pero era algo, ¿no? Decidí que no podía ser tan dramática. Me gustaba serlo en ocasiones, pero esta no era una de ellas.

Besé su mejilla, acariciándola con mis dedos.

—Lo es, porque yo te encuentro igual. Cada día más caliente, rojo.

Dios... Es que ese polo celeste le quedaba tan jodidamente ajustado y apetecible que podría tomarlo y...

—Kye, ¿vamos? —Me tendió su mano.

Tragué fuerte y sonreí. Los recuerdos de hace tres noches atrás se impactaban una y otra vez como flashes en mi mente, no podía evitarlo. Me sentía jodidamente nerviosa, pero increíblemente feliz. Él quería esto, ya no sería nuestro secreto. Ya no tenía que ocultarme. A Ragnar ahora todo el mundo, excepto yo, le daba igual.

Lo logramos.

—Vamos. —Entrelacé mis dedos con los suyos y nos dirigimos hacia la entrada.

Rhys le lanzó las llaves y se despidió de ambos con una sonrisa gigante. Nosotros avanzamos lentamente, conversando un poco sobre los exámenes que se aproximaban.

Nada más poner un pie dentro, el silencio se hizo estridente. Cada puto ojo de este lugar estaba puesto en nosotros, en nuestras manos unidas, en la sensualidad que destilábamos y en lo felices que nos veíamos.

—Kye... —Ragnar ablandó el agarre en mi mano, mas no lo soltó—. Esto es un poco abrumador.

Suspiré y lo entendí. Era molesto ser el centro de atención ahora mismo. Pero si estos imbéciles interesados querían de verdad quedarse mirando algo, por primera vez les iba a dar una buena razón para hacerlo. Elevé mi mentón, desafiando a todos, incluso a Molly Andrews, quien nos veía de reojo a punto de perder los estribos, y sonreí.

—Bésame —le susurré al pelirrojo—. Bésame antes de que alguien se atreva a pensar que tú y yo pertenecemos a otro lado que no sea a nuestras manos unidas y al cariño que flota entre nosotros.

Los labios de Ragnar atraparon los míos y puedo asegurar que olvidé hasta cómo era mi nombre. Cada beso fallido, cada revolcón sin entusiasmo, cada insulto despectivo hacia mi quedó borrado de mi memoria. Porque este beso, tan simple, tan inocente y puro, era el mejor beso de toda mi jodida existencia.

Había amor en él. No era adoración, atracción, o perversión. Tampoco era imposición o pertenencia. Era cariño, libertad, confianza. Y él me lo estaba dando absolutamente todo.

Tenía todo de Ragnar.

Cuando la presión de sus labios abandonaron los míos, sonreí suavemente y no tuve ganas de observar a nadie más. Le acaricié el rostro despacio, antes de soltar su mano y caminar hacia mi primer clase del día.

Durante la jornada no se habló de otra cosa. Nuestra escenita había dejado fanáticos, corazones rotos, celos y algún que otro adorador. Pero lo que sin duda había logrado era aumentar la noticia de que la fiesta del viernes había sido una de las mejores despedidas informales en la historia del instituto.

Mientras recorría los pasillos, la sonrisa que tenía en mi rostro no se borraba por nada del mundo, ni siquiera cuando sentí los ojos de Raven Herworth apuñalarme mientras entraba a clases de economía y entregaba mi costoso trabajo... 

Algunos profesores se habían negado a aceptarme de nuevo en sus clases. Me permitían el ingreso, pero mi mano alzada era invisible a sus ojos y mis trabajos quedaban en sus escritorios, abandonados por la creencia aún no erradicada de mi falta de interés. Y si bien muchos de ellos se habían olvidado de mi existencia, había una minoría que aún tenía fe en mi. En ella me apoyaba, después de todo el profesor Colson era bueno convenciendo a sus colegas de mi gran capacidad académica y de mi valentía.

Llegada la hora del almuerzo, me encontré con Ragnar y ambos caminamos juntos hacia la cafetería.

—Ve con los chicos, lleva mis cosas a la mesa. Nos traeré algo de comer a ambos. —Le sugerí con una sonrisa, besando efímeramente sus labios. Él asintió y caminó hacia la mesa donde Rhys, Brett y Chris se encontraban junto con algunas personas más.

En lo que la hilera de estudiantes avanzaba y recogía su comida, una serie de murmullos comenzó a hacerse oír a mi alrededor:

—Quién diría que caería tan bajo...

—Al final todos lo hacen, son hombres.

—¿Puedes creer que la eligió a ella sobre Molly?

Risas, muchas risas.

—Seguro se folla a otros, jamás se conformaría con un niño bueno. Tiene cara de desesperada.

—Es una puta más, ni su padre la debe querer...

A la mierda los modales, niña bien.

Estampé la bandeja contra el mesón a mi izquierda, dejando la cafetería en un completo silencio. Me giré y observé al trío de causante de mi furia, y a la protagonista del monólogo.

¿Ya se acabaron tus sinónimos para llamarme perra?

Moví mis pies hasta que mi cuerpo se acercó al de la pelirroja que opinaba abiertamente de mi vida. Ni siquiera sabía quien era, jamás la había visto. Mi rostro quedó tan cerca del suyo, que casi pude contar sus pestañas y logré oler su temor.

Nos miramos por al menos dos minutos, donde el tiempo se ralentizó. Sus irises verdosos miraban los míos de un lado a otro, casi al borde del pánico. Alcé una de mis manos y ella cerró sus párpados con miedo.

Una golpiza es lo menos que te mereces, pero soy más que esto.

Acaricié su mejilla suavemente, sonriendo de lado y murmuré suavemente casi sobre su boca:

—Sí... Eso pensé.

Me giré, tomé las bandejas con el almuerzo para Ragnar y para mi, y caminé hacia la mesa donde todos me esperaban.

—¿Todo bien? ¿Qué sucedió allí? —El pelirrojo tomó mi mano.

—No te preocupes, rojo. No fue nada.

Él asintió, besándome suavemente, y nos dedicamos a charlar y almorzar juntos.

Tras el incidente de la cafetería, tuvimos dos clases más. Y si bien la gente seguía opinando de mi reciente involucramiento con el menor de los Novak, al menos a mis oídos no había llegado ningún otro comentario despectivo. Sin dudas antes hubiese hecho un escándalo memorable ante semejante bochorno, pero esta vez solo me perjudicaría. Jamás me habían temido en este mierdero de instituto, pero esta vez caminar por los pasillos se sentía diferente. Seguían sin temerme, pero ahora me respetaban, y eso, tras seis años, era un gran logro para mí.

La gente no dejaría de pensar que yo era una perra arrastrada y adicta al sexo, y yo no planeaba demostrarles absolutamente nada al respecto. Solo no quería que me tocasen el coño con teatritos como los del mediodía. Esas estupideces se las dejaba para quienes tenían una vida lo insuficientemente interesante como para opacar la de otros.

Al terminar las clases, me dirigí hacía la cancha de entrenamiento de lacrosse, dónde los chicos practicaban para el último juego de la temporada. Allí esperé sentada bajo uno de los árboles, terminando uno de los libros de la biblioteca de mi padre, hasta que unos dedos rozaron mi mandíbula.

Elevé la vista contemplando a Ragnar con el pelo húmedo por las duchas, sonriéndome abiertamente.

—Hueles condenadamente delicioso... —Deslicé mi nariz por la curvatura de su cuello, dejando pequeños besos en él.

—¿Vamos, preciosa?

Hice un sonido de afirmación y caminamos hacia el estacionamiento.

Al llegar a casa de Maeve, subimos a mi habitación y tomamos nuestros libros de matemática, puesto que aún necesitaba las maravillosas tutorías de Ragnar.

Luego de algunos minutos en silencio, sentados en mi cama, él habló.

—¿Cómo te sientes?

Fruncí en ceño en su dirección.

—¿Respecto a qué?

—Bueno... —Se mordió el labio—. Respecto a lo que sucedió el viernes.

Esta es la jodida conversación más incómoda que hemos tenido luego de acostarnos con alguien, Kye.

Sí. Lo era.

Sonreí y lo besé suavemente, aligerando su preocupación.

—Estuvo bien, rojo. Jamás serás un adonis sexual en tu primera vez, pero ha sido sin duda una gran noche. Lo juro.

Y no mentía. Pese a su inexperiencia y sus nervios, el bendito sujeto me había arrastrado a un orgasmo. Y si bien yo había estado mostrándole y enseñando lo que me gustaba y lo que podría gustarle a él, definitivamente habíamos compartido algo espectacular juntos.

—Eso me alegra, Kye. —Me tomó del cuello y me besó.

¡Sí, sí, sí!

Le seguí el beso con ansias. Me gustaba como me sentía cuando estaba con él, sus caricias, su cariño, la atención que me regalaba siempre como si sus ojos no necesitasen enfocarse en otro lugar más que en mí. Me gustaba que fuese yo a quién él quería.

—Me gustas jodidamente mucho, ¿lo sabías? —murmuré cuando lamió mi cuello y mi clavícula. Para ese punto, mi ropa había volado por los aires y me encontraba a horcajadas sintiendo su dureza bajo mi —ya sobreexcitado— cuerpo semi desnudo.

—Lo sé —soltó una risa cuando tiré de sus rizos en señal de protesta—. También me gustas jodidamente mucho...

Sonreí triunfante cuando me giró, dejando mi espalda y mi trasero frente a sus ojos. Desabrochó el sostén que tenía puesto y me besó los hombros, tomando uno de mis pechos en su mano. Eché mi cabeza hacia atrás hasta alcanzar sus labios y devorarlos entre gemidos y jadeos, ya que su mano libre comenzaba a acercarse tentadoramente a mis bragas.

Sus dedos ni siquiera me habían acariciado más de dos veces seguidas, cuando un estridente portazo y un grito se oyeron en la planta baja, reviviendo la conexión entre mi cerebro y la realidad.

—Algo sucede. —Ragnar se apresuró a darme lugar para vestirme.

—Espera, no irás solo. —Lo tomé de la mano y salimos hacia el pasillo.

Al llegar al inicio de las escaleras, pude percibir todo con mucha más claridad.

—¡Déjame entrar Maeve, quiero verla!

Mi sangre se heló por completo y las ganas de vomitar me invadieron. Solté la mano del pelirrojo, que me miró confundido.

No, joder, no. ¿Qué cojones hace aquí?

—¡No darás un puto paso dentro de mi casa, vete! —gritó mi tía en respuesta.

—Espérame en mi habitación, en un rato regreso. Descuida, no hay peligro. —Le sonreí como pude, para convencerlo.

—Claro, ahí te espero... —Me observó con poca seguridad.

Cuando me cercioré de no verlo en el pasillo, tomé una gran bocanada de aire y bajé los peldaños despacio.

—Maeve, abre. —pedí.

—Cielito...

—Ya pasaron años, ha estado bastante más tiempo lejos del que planeamos. Además, no queremos escándalos con los vecinos.

Ella asintió, y tomó el pomo con fuerza, para luego abrirlo. Ante mi, una mujer de casi cincuenta años, enfundada en unos pantalones elegantes rectos y un blazer rojo, se acomodaba sus cabellos lacios y tomaba un labial rojo para retocar cualquier rastro de imperfección que denotase los gritos escuchados hace menos de cinco minutos.

—Entra. —ladró Maeve nada más abrir la puerta nuevamente.

Sienna Cardelli hizo taconear sus stilettos negros por el parqué de la entrada. Le dio una repasada de mal gusto a mi adorada tía y me sonrió nada más posar sus ojos en mi.

—Kye. —Su voz había perdido el toque armonioso a través de los años, a causa de los cigarrillos.

—Sienna —rugí—. Te diría bienvenida, pero no lo eres por aquí.

—Hija... —Su sonrisa decayó—. No seas así conmigo, soy yo: mamá.

—¿Qué quieres, Sienna? —pregunté sin siquiera reparar en sus palabras.

Ella suspiró, comenzando a recorrer el lugar. Se quitó el blazer y lo dejó sobre el respaldo del sofá junto a su bolso, como si este hogar fuese suyo y nosotras estuviésemos a gusto con ello. Paseó sus dedos por nuestras fotos en los muebles, deteniéndose a tomar una donde papá y yo nos abrazábamos.

—Salía muy bonita en ella. —Se quejó al ver que su figura había sido cortada de la imagen.

Todas las fotos están en el mismo estado, que no te sorprenda.

—Para ser una alcohólica, te ves bastante presentable. Teniendo en cuenta que la última vez que nos vimos los rostros, tu ni siquiera sabías en que mundo estabas... —espeté.

—La vida te hace ver las cosas de formas muy diferentes, hijita. Un día estás arriba... ¿Mañana quién sabe? Fueron años desafiantes para mí. Tú, sin embargo, te ves preciosa y radiante.

Por supuesto, si no tienes en cuenta los tres años que he pasado desconectada del mundo por culpa de la depresión y las drogas. Todo parece muy sencillo si ves únicamente lo que soy ahora, Sienna.

Tragué en seco y me esforcé por sonreír.

—Parece que Maeve Griffin si resultó eficiente después de todo... —comentó la mujer de cabello negro, idéntico al mío.

—Deberías besarle los pies —advertí—. Al fin y al cabo ha hecho todo el trabajo al que tú renunciaste hace dieciocho años.

—Yo no quería ser madre, Kye. Fue un derecho que me arrebataron, no puedes juzgarme. —Sienna y sus expresiones eran manipuladoras y convincentes, pero yo la conocía lo suficientemente bien como para no tragarme el cuento.

—Te hubieses hecho a un costado, me hubieses dejado con papá cuando se divorciaron en vez de ir a juicio para obtener mi maldita custodia. Si no querías ser madre, ¿para que coño querías que viviese contigo? —Di un paso al frente.

—Porque eras lo único que Dago Griffin no podía quitarme, y aún así lo hizo incluso estando muerto.

Herví en ira al oír aquella confesión.

—No soy una cosa que puedas poseer, Sienna.

—Kye... —Se acercó un poco a mi—. Solo quiero hacer las cosas bien. Eres mi hija, eres una adulta ya. Sé que te he lastimado con mi indiferencia pero ya no es lo que quiero. Por favor...

Yo podría perdonarla. Podría hacer a un lado lo que ocurrió el día de la muerte de mi padre, pero no quería. Lo único que me hacía no ser igual a Sienna Cardelli era todo el odio y el aborrecimiento que le tenía. Eso alimentaba mis expectativas sobre lo que quería y lo que no quería ser en esta vida. Y yo jamás sería como ella.

—¿Qué te hace pensar que a mi me importa ahora lo que tú quieras? No te necesité todos estos años, ¿en serio crees que ahora sí? Tú no eres mi madre, tú ni siquiera eres importante para mi. Lo poco que quedaba de lo que alguna vez fue mi cariño hacia ti, murió con papá ese doce de julio. ¿Piensas que me voy a tragar tu historia? Desde aquí huelo el olor a tequila que emana de tu bolso. Tú no has cambiado, pero te divierte jugar a que sí. ¿Indiferencia, dices? Jamás he escuchado un te amo de tu parte, nunca he tenido un abrazo proveniente de ti. Todo lo que soy, todo en lo que me he convertido es para recordarme que tú encarnas el monstruo que yo he enterrado hace seis años atrás. Tú no eres nadie, estás muerta para mi. Sienna Cardelli es solo una vieja alcohólica que mendiga dinero y pretende ser algo que no es, porque ha perdido el rumbo de su vida hace muchos años y se ha encargado de arrastrar a todos los que la rodeaban con ella. Y yo, Kye Griffin, estoy aquí, y se quién soy. Estoy muy viva y mantengo a la gente que amo conmigo, aunque ya no estén aquí. Yo soy tu karma, Sienna. Jamás vas a tenerme.

La mujer frente a mi ni siquiera pudo responder. La puerta de la entrada se abrió y un silbido alegre inundó la casa, al menos hasta que Rhys se percató de la escena que tenía en la sala de estar. Él no conocía a la mujer que me había parido, pero con todo lo que le había contado y sin poder ignorar el detestable parecido, sus neuronas solitas hicieron sinapsis.

—¡Qué coño hace esta zorra aquí! —Arrojó al suelo sus cosas, cambiando su semblante, con toda intención de irse contra Sienna.

Maeve lo detuvo antes de que pudiese cagarla colosalmente.

—Vaya, que preciosidad de joven... —Ella se acercó y acarició su mandíbula. El peliazul la estaba asesinando con la mirada, pero jamás haría nada que me perjudicase. Y tocar a la pelinegra nos costaría caro.

—Kye, lo siento pero los gritos... Oh. Hola.

Lo que me faltaba, Rojo.

—No pierdes el tiempo, ¿eh?

—Maeve, llévatelos de aquí. —imploré.

A fuerza de mucha voluntad, ella arrastró a Rhys hacia la cocina. Con una mirada de incomprensión, Ragnar no tuvo más remedio que pasar por mi lado y seguirla.

De repente, solo quedamos nosotras dos.

Kye y Sienna. Sienna y Kye. Dos gotas de agua; dos polos opuestos.

En tan solo un pestañeo, me mostró una mirada que yo conocía a la perfección. Rencor y narcisismo. Su mirada era fría y salvaje: como la que me había dado toda la vida.

—¿En serio crees que estoy muerta? —Sus tacones resonaron acercándose—. Mírame, mocosa. Estoy en todos lados. Te apareces semi desnuda y dos adonis responden por ti, ¿de dónde crees que lo aprendiste? ¿De la mojigata virgen de tu tía? Caminas bamboleando tus caderas como si pudieses hipnotizar a todos y comerte el mundo. Esa mirada que tienes... —negó—. Siempre me has odiado por verte de esa forma, pero tú tienes la misma mirada. Toda tú grita superioridad. Eres salvaje, egoísta y ambiciosa. Eres igual a mí, yo vivo y siempre viviré en ti. Pero te has vuelto débil... No quería hijos, pero tú eras mi mejor creación y tu padre te arruinó llenándote la cabeza con mierdas pacifistas. Me odias porque sabes que eres mi reflejo, porque intentas contenerte pero siempre que te ves al espejo estoy ahí... —Sus labios susurraron aquello último en mi oído, descarrilando el hilo y la cordura de mis pensamientos.

—¡Vete! —grité tomándola del cuello—. No te quiero ver nunca más por aquí. Te juro, Sienna Cardelli, que si me entero que vuelves a acercarte a mi o a mi familia voy a ponerte una jodida orden perimetral y voy a hacer lo imposible para que te metan en una celda. ¿Buscas dinero para seguir ahogándote en alcohol y heroína, entre las sombras? Aquí no lo vas a encontrar. Tú y tus putos complejos de Dios se pueden ir a la mierda. Si te veo cerca te voy a arruinar, maldita perra muerta. —escupí con rabia en su rostro alterado por la sorpresa.

La solté y ella tomó sus cosas con rapidez, caminando hacia la puerta.

—Como desees, cielito. Solo pensé que era un grandioso día para recordarte que sigo aquí, y que no te he perdido de vista. Ah, por cierto, se me olvidaba... Te amo, Kye.



¡Hola a todos! La verdad no sé por qué razón no subí este capítulo antes, he. Está escrito desde mucho antes que el 42...

En fin... ¿Qué opinan de Sienna? ¿La reacción de Kye? Me encantaría leerlos.

Les recuerdo que pueden votar, comentar y compartir esta historia si les gusta. ¡Eso me haría muy feliz!

Pueden seguirme en Instagram y TikTok (subo reels, memes y más), en ambos me encuentran como ethereallgirl

¡Nos leemos pronto, besitos virtuales!

Sunset.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro