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Capítulo 42


La pizza que pedimos llegó en menos de lo esperado. Salí a recibirla haciéndome el desentendido, sabiendo que había dejado a la chica de mis sueños sentada en la mesada de mi cocina, con un orgasmo inconcluso. En realidad estaba bastante nervioso, ansioso y sobre todo caliente. Kye me revolvía las hormonas de una forma prácticamente inexplicable, sobre todo cuando se vestía de negro.

Qué grandiosamente genial le quedaba el negro... Y el cuero, dios santo.

Solo rogaba que el delivery no se diese cuenta de la erección que portaba ahora por no poder dejar de pensar en esa mocosa sensual y sus gemidos suplicantes en mi oreja.

Cuando tuve las pizzas en mi mano, me acerqué al sofá donde estaban los chicos y las dejé en la pequeña mesita. Todos vitorearon y se lanzaron a las cajas sin prestarme atención, por mi parte, tomé asiento en uno de los sillones individuales listo para saciar mi hambre voraz.

Cuando la primer caja de pizza quedó vacía, la pelinegra hizo aparición en el salón. Su vestido impecable se le adhería a cada preciosa curva de su cuerpo, y al sentarse en el otro sillón individual, que se encontraba casualmente en frente del mío, sus piernas cruzadas me dejaron ver una porción de sus muslos atrapados en cintas de cuero rojo.

Un liguero. Ella se puso un jodido liguero para esta noche.

Toda esa información fue directo a mis pantalones. Tomé el pequeño cojín en forma de círculo ubicado detrás de mi espalda, y me cubrí sutilmente.

Estaba tan, pero tan cabreada... Desde aquí podía sentir su furia por haberla dejado a medias cuentas en la cocina. Y se encargó de demostrármelo. Comer pizza se había convertido en todo un acto erótico para Kye, y yo sinceramente jamás pensé que verla lamer sus dedos escurriendo queso podía ser tan excitante. Cuando no quedó más comida, mi oportuno hermano nos invitó a fumar un poco de hierba para dar por terminada tan exitosa noche. Todos apoyaron su idea, aún medios ebrios. Únicamente Kye y yo parecíamos ser los únicos en nuestros cabales.

—¿Puedo sentarme contigo? —La pelinegra apareció delante mío con sus manos entrelazadas delante de sus caderas.

Sonreí con una ceja alzada, porque claramente esa actitud no tenía un pelo de inocencia encima. Palpé mis el almohadón invitándola a sentarse en mi regazo, pero ella se lamió el labio inferior, lanzó el cojín y se sentó directamente en mi entrepierna.

—Está duro aquí... —Se removió causando que su trasero rozase con mi semi erección, despertándome.

—Y se pondrá peor si sigues creyendo que soy parte del sofá. Quédate quieta. —La tomé de las caderas y la mantuve presionada contra mi pecho.

—No —susurró con un tono ronco en mi oído, lamiendo el lóbulo de mi oreja–. Hoy quiero portarme mal.

Suspiré profundo sintiéndola moverse el círculos. Comencé a acariciar su espalda al mismo ritmo sutil y desapercibido que ella se movía.

Tú siempre te estás portando mal, Kye

Los minutos pasaron, nuestros amigos estaban muy borrachos y ahora fumados cómo para portarse seriamente. Por lo que mi hermano se despidió de nosotros y salió de la casa justo cuando Rhys y Brett comenzaron a devorarse en mi sofá.

Suspiré y aparté la vista, deseando salir de aquí de la mano de Kye.

—Míralos. —Sus dedos me tomaron del mentón y me giraron el rostro nuevamente en dirección hacia nuestros amigos—. Todos aquí se están divirtiendo, menos tú y yo.

Chris tenía a Venus sobre su regazo, y acariciaba su trasero y sus piernas sin ningún tipo de descaro.

Sentí un hormigueo recorrerme el cuerpo entero.

Sí, nosotros también habíamos fumado.

Sí, todas y cada una de las sensaciones que me albergaban se estaban duplicando y hasta triplicando en sensibilidad.

—Mira como se mueven, como se tocan. Son tus amigos pero apuesto a que jamás los habías visto en una situación tan íntima y excitante... —me susurró.

Tenía razón, ver a Rhys devorar el cuello de Brett sin compasión y a Chris tocando a Venus como ahora mismo a mí me gustaría estar tocando a Kye, me excitaba.

—Quiero que observes, Ragnar, y te guardes en la memoria todos esos toques y roces que anhelas brindarme a mí, y que yo te regale a ti —comenzó a acariciar los rizos de mi nuca, alborotándome las entrañas—. Solo observa el cierre de nuestra fiesta.

Y lo hice.

Observé a Venus perder la parte superior de su atuendo y quedar en sostén. Observé a Brett acariciar a palma abierta la erección de Rhys. Observé besos, caricias, lamidas, mordiscos. Y oí cada gemido suave, cada beso y cada gruñido que ellos hicieron. Y cuando mis pantalones estuvieron a reventar y las ganas de tocar a Kye me sucumbieron, ella me tomó de la mano y me llevó a mi habitación.

Sus dedos pusieron llave a la puerta del cuarto apenas ingresamos en él. Se giró a verme y me pidió que me acercase. Así lo hice, suavemente pasé mis manos por su cintura y la aferré entre mí cuerpo y la puerta.

—¿Qué sientes? —Rozó su nariz con la mía.

—Que estoy a punto de explotar. Estoy experimentando miles de sensaciones y todas ellas implican mis manos en ti.

Sus labios acariciaron los míos, raspando sus dientes en el borde inferior. Cerré los ojos.

—¿Y qué quieres? —Su mano se deslizó desde mi pecho hacia mi entrepierna aprisionada en los jeans negros que llevaba.

—Que hagas conmigo lo que desees... —Pedí.

—¿Qué harás al respecto entonces?

—Todo lo que tu preciosa boca me diga. —Delineé con mi pulgar sus labios, suspirando casi sobre ellos.

Con una sonrisa de satisfacción, Kye por fin me besó. Gemí por lo bajo sobre su boca, soltando todo lo que me provocaba con su toque. Recorrí su espalda con mis manos curiosas, sus muslos y su abdomen. Me hizo retroceder hasta que caí sentado en la cama. Su cuerpo se giró para darme una vista de su trasero y su espalda descubierta.

Acaricié sus muslos, elevando unos centímetros el borde de su vestido hasta contemplar la curva inferior de su trasero. Besé justo donde la piel se asomaba, ocasionado que su cuerpo respondiese en pequeños sobresaltos.

—Bájalo. —pidió.

Lo primero que hice fue deshacer su coleta y correr su cabello a un costado, besando desde el inicio de su nuca hacia el cierre metalizado. Mis manos estaban tan inquietas que no habían dejado de acariciarla ni por un segundo.

De repente, ella giró y me tomó de la mandíbula.

—Escúchame con atención, Ragnar. Esta noche es nuestra, ¿comprendes? Solo por hoy, y solo contigo voy a dejarme llevar por todo lo que quieras hacer. Quiero que tu primera vez la disfrutes, y yo te mostraré como hacer que también lo consiga. Solo por hoy, entre estas cuatro paredes, soy toda tuya.

Eso fue directo a activar sentidos más primitivos y carnales. La giré nuevamente y bajé con lentitud el cierre, besando a cada paso su piel hasta el final. Desabroché el botón que lo ataba por su cuello y lo quité despacio de sus brazos, hasta hacerlo caer en el piso.

La saliva se atragantó en mi boca cuando contemplé la vista que tenía ante mí. Kye efectivamente  llevaba puesto un liguero de cuero color rojo. Las tiras marcaban su trasero de forma deliciosa, sin dejarme absolutamente nada a la imaginación. Besé sobre ellas, acariciando y apretando los espacios vacíos, oyendo sus pequeños jadeos.

De repente ella se alejó de mi unos pasos, dejándome ver el movimiento de sus caderas y su trasero, y se giró. Mis ojos recorrieron despacio todo su cuerpo.

¿Dios? ¿Estás ahí? No se cómo, pero gracias.

El liguero de cuero estaba atado a su cuello, y bajaba en tiras hacía todo su torso, rodeando sus senos, su abdomen, su cintura y sus muslos. El encaje rojo no me permitía ver nada más que trozos de su piel, pero sin duda se veía jodidamente sexy y preciosa.

—¿Puedes acercarte? —murmuré sin despegar mi vista de ella.

—Pídemelo de otra forma... —Sonrió de lado.

Me puse de pie, quitándome lentamente la camisa hasta que estuvo totalmente fuera de mi cuerpo.

—Acércate. —exigí.

Kye caminó despacio hasta volver a mi. La tomé con fuerza y la pegué a mi torso, bajando mi cabeza para besarla. Me gustaba que su cuerpo quedase cómodamente amoldado a mi. La tibieza de su piel me excitaba mucho, parecía arder debajo mío. Abandoné su boca y bajé mis besos por su cuello, clavícula y el borde de sus senos. Mis instintos me gritaron cuanto podría llegar a gustarle si quitaba ese conjunto a mordiscos.

Sonriendo, lamí sobre la tela de encaje, sintiendo sus pezones ponerse duros y sus manos tirar de mi cabello, acercándome.

Mientras yo besaba y marcaba su cuello nuevamente, sentí sus dedos traviesos recorrerme el pecho, el abdomen, y acariciar con sus uñas el borde de mis pantalones.

—Kye... —Suspiré cuando me acarició sobre la tela de la ropa con una mano, y desabrochó el botón con la otra.

—Te voy a contar un secreto, Ragnar —murmuró sobre mis labios—. Me gusta el sexo, mucho. Y me gusta duro, profundo y desquiciante. Me gusta tocar el cielo con las manos, y quiero que tú me lleves ahí.

Mi erección iba a salir volando de los pantalones si ella seguía hablando de esa forma. Nada en ella gritaba inocencia y pureza. Me gustaba, me gustaba que fuese así. Quería ordenarle y oír sus órdenes, quería marcar su cuerpo, quería hacerla gritar de placer algún día.

Quiero todo de ti, Kye.

Sus manos deslizaron mis jeans hasta dejarlos caer, y luego siguió con mi bóxer. Contuve el aire cuando la sentí acariciarme con sus dedos suavemente.

—Siéntate, rojo. —pidió en voz baja.

Hice lo pedido, acomodándome en el borde de mi cama. Ella me contempló desde arriba con una mirada totalmente oscurecida y lasciva. Se demoró en ello, primero admiró mi rostro, luego mis hombros donde sus dedos tocaron todas las pecas plasmadas en él. Siguió con mi pecho y mis abdominales, y cuando bajó la vista a mi miembro liberado, creí oírla gemir por lo bajo.

—Joder —se lamió los labios sonriente—. Joder...

Sus labios hicieron el mismo recorrido que hace segundos atrás, y finalmente se arrodilló entre mis piernas.

No supe explicar la sensación de lo que ocurrió luego de eso. Sus manos, sus besos, su lengua, sus ojos que me miraban desde abajo suplicantes. Mis gruñidos y sus suspiros. Los sonidos puros y sexuales que se oían en la habitación. La forma en que me vine en sus manos. Todo fue totalmente increíble.

—Sube. —Volví a pedirle, pasando mi pulgar por la comisura de sus labios. La tomé del brazo y la hice recostarse entre mis sábanas—. Déjame quitarte esto.

Llevé mis manos hacia el broche trasero de su conjunto y lo liberé. Y mientras mis dedos se enroscaban entre el cuero y el encaje, arrancándolo  suavemente de su piel tostada, mis labios besaban cada centímetro que quedaba desnudo.

—Ya... —La oí suspirar mientras jugaba con sus pechos—. Quita esta mierda con la boca si quieres, pero no me hagas seguir esperando lo que me debes desde la cocina.

Sonreí soltando su pezón hinchado y terminé de quitar el conjunto de su piel. Me  incorporé para quitarlo por sus piernas, liberando sus botas infernales. Bajé mi vista hacia ella y sonreí: las piernas unidas y apretadas, su pecho desnudo y alborotado en respiraciones alteradas, su cabello desparramado entre las sábanas y sus labios brillosos y rojos por mordérselos.

Si la diosa del sexo y la belleza tuviese una forma humana, sería exactamente así.

—¿Qué me ves? —Sonrió de lado, estirando su mano. Bajé mi cabeza para que ella tocase mis rizos. Le encantaba hacer eso.

—Lo hermosa que eres. —Comencé a besar sus piernas hacia arriba.

—Deja de halagarme y usa esa boca pa... ¡Joder! —gimió agudamente cuando mi lengua tocó su humedad—. Sigue, sigue...

Besé, lamí, y mordí aquel nudo de nervios al son de sus gemidos y sus súplicas. Me detuvo para tomar mis dedos y mostrarme lo que quería que hiciese con ellos. Cuando volví a acompasarme a su ritmo, jadeo y estiró el cuello hacia atrás.

—Me gusta que aprendas mirando. —murmuró luego de obtener el orgasmo prometido—. Pero toma un condón y acércate, que quiero otro como el de recién.

Empate de orgasmos.

Asentí y me levanté a tomar uno de su pequeño bolso, donde me dijo que encontraría. Yo preservativos no tenía, y ni loco le pediría a mi hermano uno.

—Vas a tener que comenzar a comprar... —Me sonrió—. Ven, te mostraré como se coloca.

Había visto porno, la curiosidad había matado al gato hace un tiempo. Pero definitivamente nada de lo que estábamos haciendo con Kye era siquiera parecido a ello. Era su placer y el mío, juntos. Era enseñarme y que yo lo disfrutase, a base de prueba y equivocación hasta hacerlo bien. Era real, era de verdad deseo y cariño. Y lo estaba disfrutando demasiado.

Sus manos se movieron ágilmente sobre el pequeño sobre cuadrado metálico. Tomó el látex y lo colocó suavemente sobre mi erección, masajeándola un poco para prepararme.

—¿Arriba o abajo? ¿Alguna pose en particular para tu primera vez? —Sonrió de lado.

—¿Qué sugieres, maestra? —Apelé a mi buen humor.

Ella río por lo bajo, y me tomó de la nuca para besarme. Llevó una de sus manos hasta la mía, y me hizo tomarla del muslo y enroscarlo en mi cadera.

—Así me podrás sentir mejor, y yo a ti —susurró— ¿Sigo?

Asentí suavemente, puesto que estaba nervioso. Pero no tenía miedo o vergüenza por la situación. Sí, era la primera vez que lo haría, pero confiaba en Kye.

Ella me besó, y tomó mi miembro hasta guiarlo hacia su entrada. Cuando me soltó, llevó su mano libre hacia mi cadera y apretó.

Comencé a adentrarme en ella, despacio, como me había pedido. Cerré los ojos y me mordí el labio.

Puta mierda... Esto se siente jodidamente espectacular.

Gemí cuando bajó sus besos hasta mi cuello y terminé de adentrarme.

—Muévete, precioso pelirrojo. Muéstrame que es lo que tu cuerpo quiere. —Jadeó en mi oído.

Siguiendo como poseído sus órdenes, moví mis caderas primero suavemente, y luego cada vez más profundo. Estar dentro de Kye era la sensación más increíble que había experimentado, mi cuerpo respondía por si solo a lo que ella quería. Continué mis estocadas por unos minutos, oyendo nuestros jadeos y el ruido de nuestros besos.

Cuando hice más lentos mis movimientos, a pedido de ella, nos giró a ambos dejándola arriba.

—No pude contenerme... —Sonrió arrodillada. Mi erección había abandonado su lugar cálido—. ¿Te gusta lo que ves?

Sí. ¿Cómo no iba a gustarme? La vista era perfecta y deliciosa. Kye llevó sus manos a mi pecho y yo las mías hacia sus caderas.

—Esto te encantará. —aseguró, para luego hundirse por completo sobre mi.

Gemí cerrando los ojos, apretando su carne. Tenía razón, esto me estaba encantando.

—Muévete preciosa... —rogué casi sin voz de la excitación.

Kye me hizo caso, se movió en círculos, de arriba abajo, entrando y saliendo, haciendo de mi cuerpo su templo de placer. Acaricié sus pechos y su abdomen mientras se movía sobre mi, echando su cabeza hacia atrás y gimiendo alto. Cuando ya no lo soporté, me senté para besarla.

—Kye... No puedo más, creo que...

—Está bien, córrete para mí, Ragnar.

Sus palabras en mi oído fueron luz verde. Me vacíe sobre ella en un gruñido que me hizo entreabrir los labios para conseguir más aire.

Cuando abrí mis ojos, ella aún estaba sentada sobre mi, con una sonrisa.

—¿Y? —Curioseó con alegría.

—Yo... No sé... Eso que hiciste con... Tú... Diablos. —Tragué con dificultad.

—Eso es justo lo que quería oír. —afirmó y salió de mi regazo, sentándose sobre el colchón.

Me puse de pie y me quité el preservativo, tirándolo en el cesto de basura.

—¿Tu pudiste llegar? —consulté, avergonzado.

—No, pero está bien. Me diste un orgasmo antes, valora eso. No todos lo han conseguido —sonrió—, además, siempre podemos seguir practicando.

Reí y la cargué en brazos, llevándola al baño para tomar una ducha. Sabía que odiaba no ir limpia a la cama luego de una fiesta.

Cuando la lluvia de la regadera nos empapó, la besé con ternura y suavidad, deseando congelar el tiempo.

Rozó su nariz con la mía y sonrió.

—Te quiero... —susurré.

—Y yo a ti. Bienvenido al mundo del sexo, Ragnar Novak...



*Gritos internos* 

¿Cómo están? He. Paso por aquí no solo para acalorar las cosas, si no también para contarles que SONDER está en la recta final. *Sad time*

La buena noticia, es que con un poco de suerte quizás pueda entrar en los Wattys de este año (ojalá).

Les recuerdo que pueden votar, comentar y compartir esta historia si les gusta. Es gratis, y me ayudarían muchísimo.

¡Nos lemos pronto, besitos virtuales!

Sunset.

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