Capítulo 4
No había sido fácil hablarle, Chris y Brett prácticamente me habían obligado a hacerlo una vez que les conté lo sucedido en casa. Pero juro que valió cada segundo después de que sus ojos se encontraron con los míos.
Era un idiota sin remedio. Pero no podía evitarlo.
Kye no solo me había visto, sino que me había ofrecido un lugar a su lado, había charlado conmigo e incluso mencionó que yo le agradaba.
Por dentro me sentía en el cielo. Por fuera me mantenía tranquilo, o eso creía.
Lo admito, le había soltado la verdad con un nudo en mi garganta. No toda, no podía. Temí que ella pudiera reírse de mí, de mandarme al diablo. Otra vez me había equivocado.
Kye no encajaba para nada con las descripciones que se oían por Reachmond, y me gustó que eso fuese así. Porque ahora podría conocer a aquella mujer real, una que yo desde hace tiempo quería descubrir. Y esperaba que me permitiese hacerlo.
—Bien, Ragnar Novak. Solo quiero una cosa a cambio. —habló una vez que hube aceptado lo que me ofrecía.
—Dime, Kye Griffin.
—Yo no suelo pedir este tipo de cosas —pareció pensárselo una eternidad—... Pero quiero que seas mi tutor.
—Creí que eras buena en la escuela.
—Primer consejo. No des nada por sentado; si dudas de algo, lo compruebas. Los errores se cometen por suponer cosas que no son. Y si, necesito ayuda en matemáticas... No es que no sepa, es que no me interesa. Y detesto que la única inteligencia que necesites hoy en día para graduarte sea la lógico-matemática. ¡Es injusto, maldita sea!
—No hables así. —Se me escaparon las palabras sin pensarlo.
Ella me miró detenidamente en silencio; me puse colorado hasta las orejas.
—Lo siento, es que no me gustan las groserías.
La mueca seria de Kye se transformó en una sonrisa ladeada que se me antojó terriblemente sensual. Quise golpearme, no me sentía bien pensando en ella de este modo.
—Y dime, ¿no te gustan porque tú decidiste que no te gustaban, o porque tus padres decidieron que no era apropiado?
Enmudecí. ¡Argh! No llevaba ni una hora con ella y ya comenzaba a cuestionarme todo.
—Anda, hazlo.
La miré de reojo y me puse de pie.
—¡Maldición! ¡Sí! —Se me escapó una risa— ¡Mierda, mierda, jodida mierda! ¡Woah esto se siente tan jodidamente bien!
Escuché la risilla de Kye a mi lado. También se había puesto de pie.
—¡Carajo, eso es! ¡Vamos Ragnar!
En cuestión de segundos ambos nos encontrábamos lanzando improperios e insultos al aire, entre carcajadas. Se sentía increíble, esto era lo más parecido que conocería a una terapia, y se sentía malditamente genial.
—¡Oigan, ustedes dos! ¡Bajen ahora mismo de las gradas! ¡Vengan aquí! —Se oyó el grito de un profesor. Me callé.
Kye también se calló y tomó sus cosas, para luego tenderme la mano.
—Vamos, rojo. A mover el culo antes de que nos metamos en problemas.
Ambos nos largamos de allí, corriendo como si la vida se nos fuera en eso. Yo me dejé arrastrar sin dejar de pensar lo bien que se sentía mi mano envolviendo la de Kye.
Corrimos por un buen rato hasta que nos dimos cuenta de que nos habíamos alejado bastante del instituto. Ella se detuvo en seco y yo me choqué contra su espalda culpa del envión.
—Bien, bien —tomó aire—. Tranquilo tigre, no hay peligro. Te invito un café, ¿te apetece?
Asentí sonriendo y ella caminó en diagonal a la cafetería más cercana. La seguí mientras analizaba su cuerpo con mi mirada, nunca había podido verla tan de cerca. No, no estaba loco, tampoco estaba obsesionado; sabía que hablaba de Kye como si fuese una escultura, o una obra de arte. Pero eso era justamente para mi, una obra de arte tallada a mano y cincel.
Todo comenzaba en sus pies, pequeños diría yo... Delicados a simple vista, siempre calzando zapatos bajos. Luego le seguían unas piernas contorneadas que jamás se dejaban ver, porque Kye vestía pantalones largos por lo menos para asistir a Reachmond. No importaba si hacía treinta grados a la sombra, ella no dejaba asomar esos trozos de piel que yo sentía que quería admirar. A sus piernas le continuaban unas caderas redondeadas y una fina cintura, que cuando se decidía a usar tops, dejaban a la vista un poco de su vientre que no era plano, sino el adecuado para alguien con su altura y contextura corporal. De su vientre, la vista me subía tortuosa hasta su pecho. No era voluptuoso, pero tampoco era plano: parecía como si pudiese encajar perfecto con mi ma...
—¡Ragnar!
Salté en mi lugar de la sorpresa y subí mis ojos a los de Kye, que me miraba con una ceja alzada señalándome la cafetería.
—¿Me estabas mirando el culo?
—¿No? —dudé— ¡No! No. Es que tienes una hoja pegada a tus jeans.
—Pues quítala.
Volví a tragar duro. Me acerqué con lentitud hasta ella, me llegó un aroma que ya había sentido antes... Cómo a café y almendras. Algo sin duda delicioso.
—Permiso. —dije antes de acercar mi mano a uno de los bolsillos de sus pantalones, donde tenía una pequeña hoja atascada.
Ella sonrió como su estuviese planeando algo, y cuando mis dedos tocaron la tela de sus pantalones, movió sus caderas logrando que mi palma quedase completamente abierta sobre su nalga derecha.
Me quedé inmóvil. Sentí como se me atoraban las palabras en la garganta, y así, en esa posición, solo escuché su risa. Su mano tomó la mía y se quedó mirándome con una actitud chistosa. Al ver que no iba a dejarme moverme, continué con mi análisis.
Su pecho subía y bajaba en una risilla leve; mis ojos recorrieron la curva del cuello que se asomaba un poco por la bufanda de lana roja que llevaba. Lo confirmé, de allí venía ese olor tan atrayente. Barrí mi mirada por sus orejas, y conté: tres piercings en la izquierda, la otra estaba cubierta por su pelo oscuro. Seguí la línea de su mandíbula, luego pasé a sus labios. Allí me quedé un tiempo muy breve, no quería que Kye me viese observándola como un desquiciado, así que pasé mi análisis a su nariz respingada donde descubrí siete pecas distribuidas, y por último a sus ojos.
Benditas creaciones. Sus ojos:
Sin una gota de maquillaje, poblado de pestañas que si bien no eran demasiadas, eran largas y gruesas. Y al ver dentro de ellos me encontré con dos galaxias: una de un color miel saturado, con los bordes negros y salpicado de algunas chispitas color chocolate; el otro pintado de un verde intenso donde el miel parecía ir perdiendo terreno, lenta y perseverantemente.
—Ay, Ragnar, entra ya. Debes perderme un poco el miedo, no creas que no me he dado cuenta. —Su mano soltó la mía y la dejé caer a un lado de su cintura.
—No te tengo miedo Kye. Es solo que no ando por la vida dejando que las mujeres pongan mi mano en sus traseros.
Su sonrisa agrandó la mía en cuestión de segundos.
—Pues prepárate, rojo. Conmigo harás todo aquello que nunca has imaginado.
Me tensé, no quería malpensar sus palabras. Tomé aire y me decidí de una vez por todas. Si quería progresar, tendría que dejar mis estupideces de lado y solo ser yo. La persona que siempre había querido.
—Vamos por ese café, Kye. Y quién sabe... Quizás si seguimos así, hasta te deje tocar mi culo...
La dejé muda en la puerta, para luego oír una carcajada que me agitó el mundo.
—¡Eso es, rojo! Aprendes rápido.
Cuando ambos tomamos asiento en una de las mesas, fuimos atendidos por un camero que luego de sonreírle coquetamente a la pelinegra, tomó nuestro pedido y se alejó. Minutos después, volvió con él, le guiñó un ojo a mi compañera y volvió a alejarse. Entre nosotros, se había infundido un silencio pacífico: ella no soltaba palabra y yo no me quedaba atrás. Era una guerra para ver quién ganaba el silencio.
—Estoy a punto de irme a la mierda, Novak. No has dicho nada aún.
—¿Y qué de supone que debo decir? Tú eres la que va a ayudarme. —solté asomando una sonrisa, dándome cuenta de que no podía estar tanto tiempo en silencio.
—Pues háblame de algo, no sé. De tu vida, del universo, de tus padres... No puedo ayudarte si no se nada de ti.
—¿No crees que es injusto que yo hablé de mi y tú no de ti?
—Ya. Omitamos está parte entonces. Vamos a la acción —sonrió—. ¿Alguna vez has probado todos los sabores que hay en esta cafetería?
Dios mío...
Ella había comprado una bebida de cada bendito sabor de este lugar. Había insistido en pagar todo, pero yo había puesto la mitad con la intención de no hacerla gastar tanto. Y pese a que no quería dejarme hacerlo, Kye terminó por agradecerme la ayuda.
"Si me vas a enseñar, al menos deja que pague los materiales" le había dicho.
El tiempo luego de esa pequeña discusión se había pasado rápido. Estaba a reventar. Podía sentir las ganas de ir al baño fluyendo por todo mi ser.
—Kye...
—¿Sí?
—Eres la peor maestra del universo.
Ella soltó una carcajada y dejó el último vaso en la mesa.
—Que ligero eres, Ragnar. No me vas a decir que no aguantas.
Negué y fui corriendo al baño de clientes. Al salir, ella tenía otro vaso nuevo en sus manos.
—No sé en que me va a ayudar esto de beber todos los cafés saborizados. Es inútil.
—Mira, te explicaré. Tú has comprado estos cafés porque no te he dado muchas otras alternativas, ¿cierto? De esto solo puedes sacar dos conclusiones, una buena y una mala. Dime cuales son.
—Que me voy a intoxicar, y que me he gastado ochenta dólares en café. Tampoco es que ame el café.
—Casi, pero no. Conclusión uno: has venido aquí y has probado todos y cada uno de los sabores de este lugar, ¿bien? Algo que casi ninguna de las personas que vienen a diario harán porque compran el mismo café todos los días. Tú tuviste la oportunidad de probarlo todo, y decidir que sabor prefieres. Y ahora sabes que quizás en verano elijas el café helado con vainilla, pero en invierno optarás por el que tiene chocolate y canela. Y que si algún día deja de gustarte la canela, elegirás el que tiene crema como segunda opción... Por la simple razón de que ya descubriste lo que quieres, y no temes elegir porque sabes cuales son tus alternativa. —Se encogió de hombros.
—Supongo que esa es la buena.
—Ahora... ¿Tú realmente querías comprar todos esos cafés?
Me tomó desprevenido su pregunta. No sabía a donde quería llegar con este análisis.
—Eh... Creo que no.
—¿Crees?
—No. No quería.
—¿Y por qué lo has hecho?
—Porque tú lo dijiste.
Ella sonrió, y ahí lo comprendí todo.
—Es como una máquina, Ragnar. Una que vive dentro de ti. Has dicho que sí porque no se te pasó por la cabeza decir que no. Porque nunca dices no, eso es lo que te han enseñado. Yo no te obligue a aceptar, pero en tu mente mi proposición te ha sonado como una orden. Y eso es algo que cambiaremos... Solo si tú quieres.
—¿Cómo haces, Kye?
—¿El qué, tomar mucho café? Es un don natural.
—No —sonreí—. Esto de analizarme.
—No te analizo, Ragnar. Eres tan transparente como un vidrio impoluto, el problema es que jamás te haz cruzado a alguien que te diga las verdades en la cara. ¿Entiendes? Esto es terreno nuevo para ti... Y admito que para mí también.
—¿A qué te refieres?
—Quiero decir, qué no sé qué esperas de mí. Y yo no estoy segura de lo que pueda esperar de ti. Pero sé que esto no es un juego, estás muy jodido amigo. Y yo también estoy algo jodida así que ya sabes. Tómalo como un experimento de reciprocidad: yo te ayudo, tú me ayudas.
—Nos deseo lo mejor.
Supe entonces que íbamos a todo o nada, y aquella frase que Kye ya me había dicho dos veces en un día, sería el motor que nos llevaría a descubrir un nuevo universo, o quizás nos condenaría.
Solo si así lo queríamos...
¡Hola a tod@s! ¿Como se encuentran? Yo medio preocupada por lo del hackeo masivo. Pensé que me había salvado y en realidad no :/
Cuéntenme, ¿qué les pareció este capítulo? ¿Cómo la llevan con este tipo de narración?
Por favor, si les gustó, voten, comenten y compartan. ¡Denle mucho, mucho amor! Es gratis ;)
Les dejo mi Instagram (@ethereallgirl), donde estoy subiendo todos los días cositas de SONDER, e incursionando en nuevas dinámicas.
¡Nos leemos pronto!
Sunset.
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