Capítulo 36
Los días se pasaron como agua escurriéndose entre nuestros dedos. El final del curso se acercaba inevitablemente, y con él mi presentación para el proyecto de fotografía, del cual aún no tenía nada... Magnus había estado desaparecido de la mansión, iba de aquí para allá sin dar muchas explicaciones de ese allá que ya comenzaba a darme curiosidad. En Reachmond los humores comenzaban a impacientarse a medida que la graduación, las presentaciones y el baile de fin de año se aproximaba. Por mi parte, intentaba no perder las riendas de mi paciencia, pese a que la profesora Annie había posado todas sus expectativas artísticas en mí.
¿Cómo iba a decirle que en las dos semanas y media qué habían pasado desde el anuncio del proyecto, lo único que yo tenía eran ideas abocetadas en post-it's verdes, una ansiedad avasallante y al personaje principal de mi documental vagando en quien sabe dónde?
Supongo que debía cambiar mis planes, y por ende, a mi protagonista.
El timbre indicando el segundo receso de la mañana escolar me sacó de mis divagues matutinos, recordándome que debía sí o sí encontrarme con Molly, las porristas y el resto del equipo de lacrosse, debido a que habíamos decidido organizar un espectáculo para el próximo partido, que sería en tres semanas. El último de la temporada, al menos para nosotros, los seniors.
Sonreí por los pasillos dándome cuenta de que al fin este deporte iba a acabarse para mí, y aunque había pensado una y mil veces cuánto me gustaría dejar de jugar, solo quedaban semanas para no volver a hacerlo. Sinceramente no quería abandonar a mis compañeros, hacerlo significaría dejar vacío un lugar importante que ellos no podrían llenar en tan poco tiempo. Porque por más que no me gustase decirlo, yo era malditamente bueno en esto. Lo había soportado por cuatro años, ¿que importaba hacerlo por tres semanas más?
De mis pensamientos me sacó una mano proveniente de la derecha, que me arrastró hasta un cuarto a oscuras y me devoró apenas cerré la puerta.
Cómo disfrutaba su espontaneidad...
Devolví ese beso con la misma devoción, quité la mochila de mí espalda y tomé con mis manos el trasero de la hermosa pelinegra que me revolvía en cabello con sus ansiosas manos.
—Es un problema muy grande esto de extrañar tus besos... —susurró entre mis labios.
Bajé mi boca a su cuello, mordí, lamí y volví a besar aquella zona que ya se encontraba hirviendo por mi toque.
Kye sabía cómo subirme el autoestima.
Nos habíamos acostumbrado a esto, besos, toques y caricias. Lo hacíamos siempre que podíamos, era tedioso, y a esta altura, inevitable mantener las manos alejadas el uno del otro. Solía ser ella quien me tomaba desprevenido y me encerraba en algún espacio oscuro, o vacío. A veces yo era quien la acorralaba en pasillos desiertos, rincones poco visibles o alguna que otra porción de campus con la suficiente vegetación para evitar ser vistos. Me había dado cuenta de que a Kye le gustaba bastante la adrenalina de lo prohibido, me tentaba a romper alguna que otra pequeña regla, y me orillaba a la locura cada vez que me demostraba cuánto en realidad me había extrañado.
Nos gustaba salir a pasear, aunque fuese algo tan simple como caminar, tomar algún helado o un café; a veces simplemente optábamos por quedarnos en casa de Maeve para hacer maratón de películas y besos, o conversar de banalidades que nos terminaban orillando a pláticas profundas como las que casi siempre solíamos tener.
A ella le gustaba pasar tiempo con Chris y Brett, que a estas alturas prácticamente la idolatraban, y por su casa se habían acostumbrado a verme rondando. Me había sorprendido incluso el llegar un día y encontrarme a la mismísima Venus Dickson cocinando a medias prendas mientras peleaba con Kye sobre algún libro cuyo nombre en realidad no recordaba. La respuesta a mí lógico "¿qué hace aquí?" Se quedó en un es complicado, que deduje no lo era, simplemente a Venus no le gustaba hablar de su vida, y Kye era demasiado floja como para buscar las ganas de explicarme la visita temporal de la que parecía ser su nueva amiga. Sin embargo me agradó muchísimo verlas juntas, y es que por más que en mi mente nunca hubiese existido la posibilidad de que Kye diese el brazo a torcer para conocer a alguien más perteneciente a la élite que tanto detestaba, en realidad sus personalidades parecían encajar desastrosamente bien, al punto de forjar de a poco una amistad caótica pero bonita.
Resumiendo estas casi tres semanas, podría decir que fueron gloriosas. Mi padre no estuvo en casa: iba saltando de país en país por el continente europeo con la esperanza de cerrar una buena cantidad de contratos a largo plazo que le asegurasen bastantes fajos de dinero en el bolsillo. Supongo que había dejado a mamá en alguna isla caribeña para evitarle el arrastramiento a sus interminables reuniones. Su codicia no me gustaba, pero al menos lo mantenía alejado de mí para permitirme disfrutar de cosas tan banales como pasearme por todos lados con mi cámara, poner música a todo volumen, o invitar a mis buenos amigos un fin de semana entero a ver películas, tomar un par de cervezas –que se habían convertido en mi preciado gustito– y comer pizza sin preocuparme de sus quejas por el olor espantoso de aquella comida que él detestaba.
Me conformaba con esto, no era un tipo de gustos extremos y sofisticados; era feliz con la poca gente que apreciaba, compartiendo momentos simples y atesorables.
—¿Te gustaría venir a cenar a casa hoy? —Se me ocurrió una idea en medio de nuestros besos—. Quiero que conozcas a alguien importante para mí.
—¿Importante? —Se separó, pasando su pulgar por mi labio inferior—. ¿A caso me vas a presentar formalmente a tus padres o le vas a decir a Molly que te va el poliamor?
Negué con una risa nasal, y apreté un poco el agarre en su trasero ocasionando que sintiese la presión que ejercían mis pantalones contra su cuerpo. Cerró los ojos.
Con Kye había descubierto una parte muy sexual de mí, una que pensé por bastante tiempo que ni siquiera existía.
—Sabes que no siento nada más por Molly que un cariño fraternal, por más que "oficialmente" sigamos siendo pareja.
—Por eso me tomo la libertad de bromear con ello. ¿Eso significa que sí me vas a presentar formalmente a tus padres? —Puso una mueca.
—Tampoco —suspiré—, quiero que conozcas a mi hermano.
Los ojos de Kye se ampliaron del asombro, quizás porque se me había olvidado el pequeños detalle de contarle que tenía un hermano. Su mano impactó en mí hombro derecho, haciéndome soltar un pequeño ay.
—A ti si que se te olvidan las cosas importantes, rojo.
—Lo siento, hermosa, es que ni siquiera lo he recordado. Pasamos tanto tiempo haciendo cosas fuera de mi vida rutinaria, y divirtiéndonos, que simplemente no pienso en ello.
Sus labios me besaron suavemente.
—Ya, ya. Sin rencores. ¿A las ocho?
—Te confirmo por mensaje el horario, tengo que ver si ese idiota se digna a aparecer por casa.
Asintió suavemente y desvío sus ojos hacia su muñeca izquierda.
—¡Carajo! Quince minutos tarde... Mira lo que me haces hacer —me sonrió con complicidad, intentando culparme de su retraso a clases—, te veo por ahí, guapo pelirrojo.
Besó una vez más mi boca de forma fugaz y salió disparada sin dejarme siquiera despedirme.
Suspiré y apuré el paso, dándome cuenta de que yo también estaba retrasado en la reunión a la que en teoría debía asistir con mis compañeros de equipo.
Sinceramente no presté mucha atención a la charla en sí, me ocupé de intentar comunicarme con Magnus para pedirle que regresase hoy a casa a una hora razonable, para que por fin pudiese conocer a la pelinegra. Cuando por fin di con él, me avisó que llegaría alrededor de las nueve, y que estaba ansioso de conocer a su cuñada. Aquel título me puso ligeramente colorado, y me sonsacó una sonrisa ladeada.
Cuando la reunión terminó, volvimos a nuestras clases. Me tocó esperar hasta el almuerzo para volver a ver a Kye, puesto que ella se había tomado en serio la idea de graduarse como fuese este año. Cuando ese momento llegó, me senté en una de las mesas de la cafetería esperando a mis amigos, y también a ella.
Otra cosa que se nos había hecho costumbre era almorzar juntos. Al principio, un par de semanas atrás, había sido demasiado raro para todos cuando invité abiertamente a Kye y Rhys a sentarse en la mesa de jugadores y porristas. Todos habían tenido la misma cara de asombro que cuando yo me senté por primera vez en el círculo social de la pelinegra, hace ya tiempo atrás. Sin embargo nadie dijo nada, ni siquiera Molly, por más desagradable que le resultase la idea de tenerla cerca. Claro que ella no sabía nada de lo que teníamos, aún no había podido hablarle de eso. A sus ojos, éramos amigos, además, ahora que oficialmente Rhys estaba soltero, se empecinaba con la idea de emparejarlos, como todos en Reachmond. El shipp #Rhye se había vuelto bastante nombrado en las conversaciones de los pasillos, arrancando bromas de mis amigos, y una chispa de celos en mí. Porque por más que yo supiese que Kye y Rhys eran como hermanos, el hecho de que compartían techo y de que inevitablemente congeniaban muy bien, incrementaban los rumores ya presentes, y mi molestia de no poder presumir que a ese caramelito lo estaba saboreando yo. Y no es porque Kye no quisiera, aunque prefiriese no hablar mucho del tema, a veces me había expresado que le jodía guardarse las ganas de mostrarle a los demás que me tenía en su puño y que yo estaba encantado con ello.
No era un secreto que Kye y yo, por separado, estábamos entre las aspiraciones a conquistas de muchos por aquí. No iba a negarlo, éramos atractivos, ella era una jodida diosa y yo tenía un pequeño lado egocéntrico que halagaba mi particular belleza. La gente iba a caerse de culo cuando se enterasen –si es que eso llegaba a pasar– de que el chico de oro y la sensual problemática de ojos distintos tenían en realidad algo más que una simple amistad.
La bandeja de Kye cayó con pesadez a mí lado, uniéndose segundos después la de Rhys, la de Brett y la de Chris. Molly apareció unos minutos después, cuando la mesa estaba casi llena. Nos habíamos acostumbrado a no sentarnos siempre con las mismas personas, ambos habíamos dado el brazo a torcer en ello. Kye había aceptado sentarse con los benditos ricachones sin gracia, como ella les decía, y yo me había aclimatado a eso de no sentarme siempre con la misma gente. Y era agradable, en una de nuestras tantas charlas lo habíamos compartido y habíamos acordado que no era tan desastroso como habíamos pensado al inicio.
—Hay veces en las que me arrepiento de estar haciendo esto —suspiró—, me estoy olvidando de lo que se siente escaparse a dormir en el auditorio.
Carraspeé ahogando una risa.
—No entiendo por qué lo haces, Kye. ¿No has pensado en que quizás no de resultado y de todos modos te harán repetir el año? —Molly habló pasando un brazo por mis hombros, que deseé quitar.
Kye miró el acto de la chica a mi lado casi como si pudiese quemar el brazo, y luego sonrió dándole un gran bocado a su hamburguesa.
—No en realidad. Ya sabes, me gusta hacerle creer a las personas que está todo bajo control cuando no tienen ni idea de lo que ocurre en realidad. —Alzó las cejas y le guiñó un ojo a mi pareja.
Tragué seco, Kye no hablaba solamente de las clases. Su doble sentido pasó desapercibido para la rubia, pero no para mí. Le acababa de escribir fatality a Molly en la frente, y nadie más que mis amigos, Rhys y yo se había dado cuenta.
Oyendo las carcajadas ahogadas de los chicos, puse disimuladamente mi mano sobre su rodilla, dándole una mirada en la que prácticamente le pedí auto-control. La rubia, sin ganas de continuar con la conversación que ella misma había iniciado, sonrió cordialmente y se giró a hablar con sus amigas.
—Mi hermano vendrá a las nueve, ¿quieres buscar ropa en lo de Maeve y vamos directamente a casa luego de la escuela? —susurré.
Kye asintió bebiendo su soda.
—A veces me gustaría no ocultar lo que tenemos, rojo.
Sus palabras me hicieron sentir muy culpable, puesto que ella jamás recriminaba las decisiones que tomaba, pero también entendía que no estaba en la posición más agradable al estar continuamente dependiendo de mis ganas de hablar con Molly y aclarar los tantos. Kye sabía era a ella quien me gustaba, y no era una persona celosa, pero a veces dejaba en claro que le molestaba ser el secreto en todo este asunto.
Yo odiaba que se viese así, pero tampoco encontraba las palabras adecuadas para no lastimar a la chica rubia con la que tenía una relación formal. Así que hasta que yo pudiese lidiar con la forma de afrontar la situación de forma que no le doliese tanto a Molly, que por años había sido mí mejor e incondicional amiga, las cosas debían mantenerse igual que como lo veníamos haciendo desde hace más de una semana.
—Lo se, Kye, en serio lo se. Ya...
—Si, ya encontraré la manera.
Le di una pequeña sonrisa y seguimos almorzando.
Tras terminar todas nuestras clases del día, conduje tras el hermoso Jeep de Kye, rumbo a la casa de Maeve. Al llegar, esperé por ella mientras preparaba un pequeño bolso con ropa, puesto que habíamos acordado en que se quedaría a dormir. Mañana era sábado así que no nos preocuparíamos por nada más que no fuese disfrutar. Escuché un par de gritos dentro de la casa, luego el sonido de la puerta principal cerrándose, y en un abrir y cerrar de ojos, la pelinegra ya estaba en el asiento de copiloto, lista para partir.
Ya en la mansión, dónde no había estado más de lo necesario pese a estar al tanto de que mis padres estaban ausentes, dejó sus cosas en mí habitación y volvió a bajar dando brincos entre los escalones. La recibí cuando dio el último salto y se aferró como koala a mí cuerpo, besándome con gracia. Esta era la Kye que había descubierto hace no mucho tiempo, la cariñosa, alegre e infantil chica a la que le gustaban los mimos y —en secreto— las películas románticas, pero no esas dramáticas, sino aquellas comedias de amor que terminaban siempre en un final feliz.
La llevé conmigo hacía el sofá y la recosté en él. Mi hambre por su cuerpo había dado rienda suelta a mis ganas de explorar aquella sexualidad que ella me había prometido hace no muchos días atrás, tras nuestro primer y hasta ahora único encuentro de carácter medianamente sexual entre ambos. Estaba ansioso de recibir aquel "castigo" que me había prometido por gruñir en su oído esa vez en aquél cubículo que se llevó varios de sus gemidos y mí primer experiencia íntima con una persona. Y pese a que habíamos compartido varios baños de inmersión más juntos, luego de ello, y había visto partes de su cuerpo desnudo y ella del mío, no habíamos pasado de los besos y las caricias inocentes.
Y eso me estaba poniendo de los nervios.
La tarde se pasó entre sesiones de besos y películas, luego, yo me fui a duchar y ella se quedó en la cocina preparando la masa de las pizzas caseras italianas que habíamos decidido cocinar hoy. Cuando salí, ya vestido con unos jeans y una camiseta de mangas largas negra, la encontré sentada en la isla de la cocina, bebiendo una pequeña botella de cerveza.
—Te ves preciosa. —halagué sus simples jeans estilo mom y su blusa celeste pastel que me permitía ver y besar sus hermosos hombros que quedaban descubiertos.
—Adulador —me sonrió, sin impedirme besarle el cuello—, son más de las nueve y media, ¿seguro que tu hermano vendrá?
Miré la hora y, en efecto, Magnus estaba como de costumbre demorado. Pese a mí evidente molestia ante su impuntualidad, Kye me convenció de esperar un poco más y terminar de preparar la cena, juntos.
En lo que charlábamos para decidir si comer o no, puesto que ya el idiota de mi hermano llevaba hora y media de retraso, la puerta de la entrada se abrió interrumpiendo nuestra platica.
—¡Ya llegué, lamento el retraso! ¿Donde está mi...?
Las palabras de Magnus se cortaron cuando su mirada se desvío de mi persona, dándole atención a quien me acompañaba.
—¿Magnus? —La voz de Kye se entrecortó.
—Kye...
Va a ser que la inspiración me vuelve justo cuando me disculpo por no escribir... Karmática.
Acabo de terminarlo, está fresco para ustedes. PD: estamos por llegar a los 3k KEMOSION
Les recuerdo que, si lo desean, pueden votar, comentar y compartir esta historia si les gusta, saben que eso me hace muy feliz.
Gracias a todos aquellos que me leen, desde el fondo de mí corazón ♥️
¡Nos leemos pronto, besitos virtuales!
Sunset
Cómo extrañé decir eso 🍁
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