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Capítulo 34


De los momentos más extraños de mi vida —y eso que he tenido varios—, sin duda este era el que más perplejo me dejaba. Aún, de pie en la entrada de la cocina, no podría dejar de contemplar al ser humano que se encontraba frente a mis ojos.

—¿No vas a decir nada? ¿Ni un abrazo?

Parpadeé un par de veces. Su vos se oía más alegre, relajada y dulce. Sus ropas coloridas y holgadas hubiesen ocasionado un desmayo inmediato en mi madre, y su actitud chill le hubiese arrancado gritos furiosos a papá.

Pero, ¿a mi? A mi esas vibras, además de dejarme estático y sorprendido, me calmaron casi al instante.

—Magnus... —logré decir.

Sentí un peso menos en mi cuerpo cuando él lo confirmó. Sí, estaba aquí, tres años después por fin podía verlo de nuevo.

Corrí casi de inmediato hacia los brazos abiertos de mi hermano mayor, que me recibieron con un amor incondicional y verdadero. Un amor que me había faltado y que había añorado desde hace mucho.

—Dios mío no puedo creer que hayas venido —lo apreté más fuerte, pero inmediatamente lo solté—. ¡¿Estas loco?! Mamá y papá van a matarte si te ven aquí y así.

—Relax, fosforito, hasta donde sé, ellos están de viaje, ¿no?

Asentí. Supongo que aunque mi hermano tuviese todas esas vibras hippies, nunca podría dejar de ser del todo un Novak. Y un Novak siempre tenía contactos.

—Tienes rastas —toqué su cabello rubio cobrizo, tejido a mano—. La última vez que nos vimos te fuiste enfundado en un traje azul y un maletín lleno de dinero.

—Eso fue hace mucho, Ragnar. Cuando mi cabeza aún estaba configurada para obedecer las órdenes y los deseos de Marcus. ¿Tú cómo estás? ¡Tienes músculos! Wow, de verdad haz crecido.

Le sonreí asintiendo y nos sentamos a platicar en la cocina. Me preparé algo de comer, puesto que la práctica de lacrosse me había dejado famélico, y le hice lo mismo a Magnus. Parece que también tenía hambre, porque lo devoró en menor tiempo que yo. Caminamos a la sala de estar, y solo ahí noté sus bolsos estilo militar al pie de la escalera.

—No me digas que planeas quedarte —me giré—. Será tu fin si saben que estás de regreso.

—Ese ha sido siempre tu mayor defecto, Ragnar. Pensar que nuestros padres son dioses y que sus palabras son ley. Por eso, es que tú estás dónde estás, y yo estoy donde estoy. Es mi derecho legítimo estar aquí, esta casa es parte de la herencia que me corresponde. Y Marcus no va a cambiar su testamento porque hay cosas que le importan más que eso. Así que no, no voy a irme por un tiempo. Y que mamá y papá pongan el grito en el cielo si así lo desean, ya soy un adulto.

Ver que no había perdido su manera altanera y soberbia de expresarse, me hizo sonreír. Magnus siempre sería Magnus, por más que ahora usase chanclas ecológicas y bermudas de jeans rasgadas. Subimos sus bolsos hacia la que había sido desde siempre su habitación, y volvimos a bajar para ponernos al día respecto a estos tres años sin vernos.

Siempre había sido fuente de mi admiración, incluso en esos momentos donde era un subordinado de papá, porque incluso a él le había hecho creer eso. La realidad es que Magnus  había sido más listo que todos nosotros, se la jugó a mis padres toda la vida, haciendo y deshaciendo todo a su voluntad, torciendo las palabras de nuestros progenitores de forma que  la balanza quedase inclinada continuamente a su favor. Por eso lo admiraba, porque sabía cuales eran los límites, y cómo romperlos a voluntad. Magnus era esa figura con la cual yo toda la vida me sentí representado, sin embargo era obvio que mi forma de ser y la suya distaban mucho de parecerse. Sus veintidós, casi veintitrés años casi no se le notaban. Seguía siendo ese chico hiperactivo y movedizo que corría por los pasillos de Reachmond sacándole una sonrisa a todo el mundo.

—Quiero que me pongas al tanto de tu vida. ¿Sigues con la rubiecita esa? Cuando me fui ya salían.

Sí, lo sé. Llevaba bastante con Molly.

Me solté a contarle sobre absolutamente todo lo que venía pasando desde que dejó la mansión, hasta el día de hoy. Estuve más de una hora y media hablando de corrido, en la que él se dedicó a analizar mis palabras, y el relato de la historia.

—...Por lo que ahora, en teoría estoy en pareja con Molly, pero también se encuentra esta chica. Y la verdad, hermano, lo único que deseo en verdad es estar con ella, me gusta, demasiado.

—Voy a hablar con Marcus cuando vuelva —se puso de pie, casi furioso—. Tú no vas a vivir las migajas de una vida monótona que fue destinada para mi. ¡No vas a casarte, no vas a tener un hijo, y menos, obedecerás las órdenes de ese maldito hijo de puta que tenemos como progenitor! ¡Marcus Novak puede chuparme la polla antes de obligarte a ti a ser un infeliz de mierda como lo es él!

Abrí enormemente los ojos cuando descubrí lo que iba a hacer; le arrebaté el celular que había tomado de la pequeña mesa de la sala de estar, de las manos y lo empuje.

—Basta Magnus, escúchame.

—¡Y una mierda, Ragnar, dame el jodido móvil! —gritó.

La verdad es que ver a mi hermano furioso y casi desbocado me preocupó un poco. Él me había cuidado toda su vida, sabía que sentía culpa por haberme abandonado, dejándome a merced de mis padres.

Su cuerpo se abalanzó sobre el mío para arrebatarme el dispositivo, afortunadamente fui más rápido, golpeé mi pie con la parte trasera de sus rodillas, tirándolo al suelo.

—Vas a oírme —puse mi mano en su clavícula para evitar que se reincorpore—. No tengo quince años, Magnus. Y ya no soy el mismo crío que te despidió en ese aeropuerto con los ojos a desbordar en lágrimas. Deja de creer que lo que sucede en mi vida es consecuencia de que te hayas marchado, porque no es así. Toda esta situación de mierda va a resolverse,  yo lo haré. Por supuesto que no voy a casarme con Molly, claro que no pienso seguir las órdenes de nuestro padre. Sólo te pido que comiences a verme como un hombre y no como un crío. Déjame manejar esto a mí, y verás, que algún día, dentro de no mucho tiempo, tú y yo podremos vivir la vida que nos merecemos, lejos de las avaras garras de Marcus. Sólo confía en mí, por favor.

Su respiración alborotada se acompasó, sus ojos reflejaron el orgullo que siempre deseé ver, incluso desde que era un niño; mi hermano creía en mi, y yo no iba a decepcionarlo.

—Voy a tener que acostumbrarme al hecho de que seas más fuerte que yo, y que me dejes con la palabra en la boca. Y dime... ¿Cuando conoceré a esa chica? —Sonrió finalmente.

Me incorporé y le tendí una mano para ayudarlo. Cuando los dos estuvimos de pie, le abracé muy fuerte.

—Espero que te quedes lo suficiente como para conocerla. Esto recién empieza, Magnus. Y estoy seguro de que promete bastante.

—Tranquilo fosforito, me quedaré quizás hasta tu graduación. Necesitaba verte, nos hemos perdido de mucho juntos, y creo que es tiempo de que comencemos a aprovechar. —Sonrió.

—Yo ya te he contado de mi, ahora dime... ¿Cómo es eso de que te va lo hippie?

Él desvío su mirada un segundo, me hizo una seña de que esperase, y caminó hasta su bolso. De allí saco una cajita de madera, bien pequeña y alargada, y volvió al sofá.

—Si vamos a hablar de mí, lo haremos bien.

Cuando abrió la caja, en parte me sorprendí y en parte no por su contenido. Mi hermano tenía sus propias flores de hierba y todo lo necesario para construir un cigarro de forma artesanal.

—¿Qué coño, Magnus? Guarda eso.

—Es marihuana, Ragnar, no anfetaminas. Es completamente legal y hasta saludable fumarla de forma consciente y responsable.

Lo miré con los ojos entrecerrados. Por alguna razón, oírlo hablar así me recordaba automáticamente a Kye y aquella explicación que me dio en el garaje de su casa hace varias noches atrás. Supuse, que en tanto y en cuanto pudiese informarme y conocer de las consecuencias, abrirme a ciertas experiencias con gente cercana a mí, no podría ser tan malo.

—De acuerdo, de acuerdo...

Mi hermano me sonrió por milésima vez desde que volvíamos a vernos, y comenzó a armar los pitillos. Una vez que los tuvo listos, me explicó que debía hacer, como encenderlo, y todo lo que implicaba no morir ahogado en el intento, a causa de mi ya conocida torpeza.

—Espero no escupir un pulmón está vez... —murmuré.

—¿Ya habías probado? —Magnus me miró acusatoriamente.

—Algo así, con esta chica de la que te contaba.

¿Por qué mierda no podía ser capaz de decir simplemente Kye, en vez de "esta chica"?

Porque quizás estarías poniendo en palabras el hecho de Kye te vuelve loco, y quizás quieres ir más allá de lo que ambos prometieron el día que se conocieron... Es decir, formalizar qué estás tanto ansioso como asustado de lo que puede llegar a pasar entre ustedes si se dejan llevar.

Mi mente maldita...

—Eso sí es interesante, me dan más ganas de conocerla —le dio una calada al pitillo—. Bueno, supongo que deseas saber que he estado haciendo en estos tres años...

Asentí efusivamente y me animé a fumar un poco. Llevé con precaución el cigarro a mis labios, aspiré solo un poco, le relajé y solté. Y terminé tosiendo.

—Es normal... Tranquilo. Bien, yendo al grano, creo que te has dado cuenta de que he cambiado un poco. Esto se debe, hermanito, a qué desde que partí de esta casa únicamente he perseguido la libertad de expresar mi verdadera personalidad. Los trajes caros, los lujos —negó— tapan toda esa verdadera forma de ser que esta maldita élite se ha encargado de inyectar en lo más profundo de nuestro sistema. Estoy renegado a ello, por eso me visto así. Cuando tuve que comenzar a vivir mi nueva vida, me decidí a entregarme a la naturaleza y aceptar todo lo que ella quisiese regalarme. Construí una pequeña casa en un pueblo al norte, trabajé en uno de los locales de la pequeña y rústica urbe, y me entregué al mundo de lo natural y lo sano. Tengo mis propios cultivos orgánicos, he logrado venderle a restaurantes de los alrededores. Están maravillados así que he tenido que ampliar mis campos y eso significa comprar más terrenos. He decidido venir aquí a pensarlo con más calma y prepararme para este nuevo salto. Eso que fumas —apuntó al cigarro—, lo he cultivado yo. De forma completamente legal y responsable. Cuando te permites ver el mundo más allá de lo que tus ojos te muestran, y estás dispuesto a sacrificar algunas cosas para obtener otras, comienzas a valorarte a ti mismo y todo lo eres capaz de hacer.

Parpadeé y sonreí. Mi hermano se dio cuenta de que lo miraba embobado. Me abrazó de costado y observó el cuadro imponente que teníamos en frente, en el cual se reflejaba el busto de mi padre, en un retrato de casi metro y medio de alto.

—No seremos así —señaló—, hay tanto en esta vida por lo que vale la pena soñar, Ragnar. Y tú tienes la oportunidad de vivirlo, te mereces vivirlo. Y prometo ayudarte en todo lo que esté a mi alcance, para que seas capaz de alcanzar la vida que realmente deseas. Ya sea con esa muchacha de la que me haz hablado, o solo, dispuesto a crear tus propias experiencias. No importa quien te acompañe en el camino, lo importante es que estés seguro de dar el primer paso, sin temor a tropezar.

—Lo sé. Se que estoy listo. Gracias, Magnus.

Él sonrió y asintió.

—Bien —se puso de pie—, me merezco dormir. Tengo el cuerpo agotado.

Asentí y lo dejé irse. Por mi parte, me ocupé de ordenar todo lo que habíamos dejado en la cocina, abrí un poco las ventanas para que el olor a hierba no se impregnase en las telas, y marqué un número en mi celular.

Hola, tú. —respondieron al otro lado, casi al instante.

—Esta debe ser la primera vez que atiendes a tiempo mi llamada.

Eso es porque quiero que vengas aquí, te cueles por la ventana, y me dejes recompensarte por haberte dejado solo hoy en el instituto...

Tragué en seco, su honestidad a veces me dejaba tan encendido como sorprendido. Tomé las llaves de mi camioneta y salí en cuestión de segundos.

—Dime que me esperarás en el marco de la ventana.

Para Julietas tienes las películas, cuando llegues, ve al baño.

—¿Por qué quieres que...?

Desnudo.

Miré el celular anonadado. Me había colgado. Suspiré, con nervios, y continúe manejando. Al llegar a su casa, estacioné la camioneta un poco más atrás, y me bajé en silencio. Caminé hacia el costado de la casa, dónde daba la ventana de su cuarto, y allí vi una escalera de madera apoyada en el muro.

—Está loca.

Sonreír y trepé los peldaños uno a uno, atravesé el marco e ingresé. Su cuarto estaba a oscuras, la cama estaba deshecha, como si hubiese estado hasta hace poco allí. La puerta estaba entreabierta así que me acerqué a ella y la moví, para asegurarme de que nadie estuviese allí.

Caminé despacio hasta el baño, y giré el picaporte sin tocar. No tenía seguro, quizás el hecho de que ella estuviese esperando por mi, sin dudar de si vendría o no, me calentó aún más.

Joder, Ragnar. Mira en lo que te haz convertido.

Sonreí. Me gustaba. Lo disfrutaba mucho.

Ingresé al cuarto de baño y observé la cortina de la bañera cerrada, un aroma a almendras impregnaba todo el ambiente, sobre la mesada del lavabo había unos pequeños frascos dónde se leía: esencia de frutos secos y sales marinas. Descubrí que el exquisito olor provenía de una vela aromática puesta en una esquina.

—No sabía que eras de esas personas a las que les gusta los baños de inmersión... —susurré a la nada quitándome la camiseta azul que llevaba.

—Solo a los psicópatas podrían no gustarles un baño de inmersión. ¿Hiciste lo que te pedí? —Oí su suave voz a través de la tela impermeable. Suspiré.

Me deshice de toda mi ropa, incluidos mis bóxers, y tal cual como Kye me lo había solicitado corrí la cortina apareciendo frente a ella completamente desnudo.

Su mirada subió de inmediato a mis ojos, y no los bajó de ahí. Me ardía el contacto directo que teníamos, sostenido, irrompible. Se encontraba recostada en la tina de baño, solo podía apreciar la piel desnuda de sus brazos y clavícula, su pelo estaba atado en un moño desaliñado dónde algunos mechones se habían escapado y sumergido en el agua cubierta de espuma blanca. Se incorporó, sentándose en uno de los bordes, y me invitó a colocarme tras ella. Entré suavemente y me senté en el suelo de porcelana, estiré un poco mis piernas, encerrando a Kye entre ellas. Su rostro se giró para verme y se deslizó hacia atrás para recostarse sobre mi pecho.

Deslicé mis brazos alrededor de su vientre desnudo y mojado, y la presioné contra mi. Quería sentirla más cerca, poder transmitirle mi calor y que se sintiese reconfortada a mi alrededor.

—Esto me encanta... —susurré.

—Es tan nuevo para mi, rojo. —Le oí decir, giró su rostro y depositó un beso en mi mandíbula.

Luego otro, y otro más le siguió a ese. Sus dientes acariciaron el filo de mi barbilla, activando todos mis sentidos. Apreté mis manos en su cintura y la dejé llegar a mis labios, besándola suave y tranquilamente. Cuando nos separamos, me sonrió.

—Creo que ya no podemos seguir esquivando el hecho de algo pasa aquí...

Asentí, sabiendo que tenía razón.

—Quiero sentir, Ragnar. Deseo que me hagas sentir.

Su repentino acto de sinceramente me hizo sentir a rebosar de calidez. Y sus palabras honestas impulsaron las mías.

—Quiero hacer las cosas bien, Kye. Y no pienso hacerte a un lado en este proceso tan importante para mí. Pero te pido que seas paciente. Ahora mismo lo eres todo en mi vida, y pienso demostrártelo si me lo permites.

—¿A dónde nos deja esto, rojo? —Sus dedos jugaron con los míos, en una caricia suave que me hizo suspirar.

Tomé su rostro y la besé.

—¿Qué más da, Kye, donde estemos ahora? Permitámonos vivir el hoy, y veremos que ocurre después.

Su cuerpo se giró y apoyó su barbilla en lo pecho.

—De acuerdo. Vivir el hoy.

Vivir el hoy...



Vivir el hoy... A mí me encanta como suena. Sobre todo ahora. He decidido prender un poco las cosas por aquí, ¿Que dicen?

Ya saben que adoro que voten, comenten y compartan está historia, es súper especial para mí... ♥️

¡Nos leemos pronto, besitos virtuales!

Sunset

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