Capítulo 31
El mundo podría haber estado ardiendo en llamas y agonizando, y aún así no me importaría. ¿Qué más daba? Ya estaba recibida con el título puto desastre. No tenía salvación. Carajo, ¿qué iba a hacer ahora?
—¿Quieres hacer vibrar el micrófono? —Lou me llamó desde una de las mesas, pareciera que hubiese respondido a mi pregunta interna.
Miré a las universitarias ebrias —jodidas afortunadas—, y me encogí de hombros. Se que había dicho que podía dejar el mundo agonizar... Pero no sería tan mala matando a todos con semejantes desafinaciones.
—Si les sacas el karaoke, dalo por hecho. Te atraigo clientela hasta para un mes de bar lleno.
—Vamos a ver qué tan cierto es eso que dices, chiquita. ¡Y ya deja de beberte mis licores!
—No me juzgues, estoy deprimida. —Me encogí de hombros y tomé el micrófono que Lou había conseguido rescatar.
La mujer abrió más puertas de su bar, y subió el volumen al máximo.
—Elige una canción. —le pedí.
Ella pareció pensárselo, y luego tecleó algo en el reproductor. Me hizo señas de aprobación con sus pulgares, y se fue tras la barra.
Cuando la melodía comenzó a sonar, la reconocí. You know I'm no good, de Amy Winehouse, llenó cada centímetro de este bonito bar.
Me senté en una de las mesas, y empecé a soltar mi voz. Lou sabía de mi temor, así que había desaparecido por la cocina, dejando la puerta abierta. A esta altura, las pocas personas que se encontraban en el lugar ya se habían ido, así que solo quedábamos la música y yo.
—Meet you downstairs in the bar and hurt,
your rolled up sleeves in your skull t-shirt.
You say what did you do with him today?
And sniffed me out like I was Tanqueray...
Seguí cantando, sintiendo cada palabra llenarme la mente y los labios. Por suerte, el micrófono era con conexión a bluetooth, si hubiese tenido cable, ya lo hubiese enredado en alguna de las mesas. Tuve el impulso de mecerme y bailar un poco al ritmo de la música: girando y recostándome sobre las mesas, cual Cristina Aguilera al mejor estilo Burlesque. Me encantaba mezclarme con los versos de forma tan íntima y profunda. Lo amaba.
Casi al final de la canción, noté una sombra moverse por la puerta de la entrada. Estuve a nada de tirar el micrófono y correr cual gallina asustada, cuando noté un par de rizos pelirrojos alegres.
Suspire y tomé el aparato con más vehemencia, totalmente segura de mi misma. El cuerpo de Ragnar avanzó hasta mi, y se sentó en una de las sillas corridas a mi alrededor. Sus ojos ardían, pude jurar que me vi en ellos. Avancé hasta él y lo rodeé. Sus iris nunca se despegaron de los míos, pasé mi mano por sus hombros, acariciándole, y me detuve nuevamente frente suyo, apoyando una de mis rodillas en el espacio de silla que se asomaba entre sus dos piernas. Llevé mis manos a sus labios y los toqué con cariño.
—I cheated myself... Like I knew, I would.
I told you, I was trouble.
You know that I'm no good...
Bajé el micrófono, dando por terminado mi repertorio.
—Problemática y todo... Me tienes a tus putos pies.
—¿Qué haces aquí, rojo?
Sus manos se posaron entre mis muslos y el final de mi trasero, y me atrajo para besarme. Sus labios se movían con ansias sobre los míos, parecía aliviado. Tiré de sus rizos un poco hacia atrás, y lamí su labio inferior. Un gemido suave brotó de su garganta.
—No sigas...
—¿Por qué?
—Porque quiero hacer las cosas bien.
—Tú y yo haremos muchas cosas, y todas serán muy, muy buenas... —Llevé mis manos a las suyas y las puse en mi trasero—. No quiero que te escondas conmigo.
Por dios... No habíamos hecho nada y tranquilamente podría tener un orgasmo aquí mismo.
Sus ojos bajaron fugazmente a mi boca, me tomó en brazos y me sentó en una mesa. Todo tan rápido, que se me escapó un jadeo cuando lo sentí pegado a mi. Lamió, besó y mordió mis labios con tanta pasión que cuando se despego, pude jurar que casi no los sentía. Bajó su boca hasta mi mandíbula, un beso. Siguió por el cuello, una lamida. Llegó al borde de mi blusa, y raspó sus dientes con el inicio de mis senos.
—Vas... Vas a matarme... —suspiré con dificultad.
—Hay tanto que quiero hacer contigo...
Voy a jodidamente venirme si no se detiene.
—Kye, esto no es un maldito motel.
La voz de Lou me sacó de mis pensamientos indecentes e hizo que el pelirrojo alzase su cabeza, y suspirase.
—Ya nos íbamos. —le avisé a la mujer.
Ragnar se alejó de mi, y la miró con arrepentimiento.
—¿Puedo hablar contigo antes de que marchen?
—Si, claro. Rojo, dame un segundo, te veo en el auto.
Él asintió con una sonrisa, y salió a paso apresurado del bar.
—Cariñito, sabes que amo escucharte cantar. Desde que tú abuelo no se presenta, las visitas han bajado considerablemente... El karaoke está bueno, pero no todos se animan a él.
—¿Me estás pidiendo que cante en tu bar? —Sonreí.
—Sí —era tan directa como yo—. No todos los días, solo los viernes, dos o tres veces por mes. Te pagaré, lo prometo. Necesito de tu talento.
—Lou, sabes que tengo pánico. Adoro lo que me estás pidiendo, pero no creo ser capaz.
—Por favor, bonita. Eres mi amuleto de la suerte.
Pase mi vista por el lugar, pensando. Louise era una vieja amiga de Prince, solían ser socios de este bar, en el que mi abuelo se presentaba dos noches a la semana. Era una joya: clientes fieles, comida rica y dinero a montones. Pero desde que el viejo había sido operado de nódulos vocales hace un par de años, había dejado de presentarse en lo de Lou. Su popularidad local decreció, y desafortunadamente arrastró al bar con él.
—Deja que lo medite y te aviso.
—Gracias pequeña, te estaré esperando.
Saludé con un abrazo a la mujer, tomé mis cosas y abandoné el lugar. Caminé hasta cruzar la calle, en dirección a donde el coche de Ragnar estaba estacionado. Al subirme, este me sonrió.
—No me mires con esa cara de no rompo ni un plato, eres un pervertido.
—Tú también.
Le saqué la lengua. Su risa hizo temblar las comisuras de mis labios, y hasta que se decidió a arrancar, ya ambos nos encontramos riendo.
—¿Me dirás que hacías en lo de Lou?
—¿Tú me dirás por qué te fuiste de Reachmond?
—No.
—Entonces yo tampoco. —Se encogió de hombros.
Rodé los ojos, y suspiré. Me mantuve en silencio, no daría mi brazo a torcer.
—Rhys me dijo que te buscase aquí. Estábamos preocupados porque no aparecías.
—No soy un crío, Ragnar. Se cuidarme sola.
—Nadie dice que no sepas —cambió la marcha a segunda—. Pero tienes a gente que te quiere, no deberías ser tan egoísta en no preocuparte de lo que pensarán.
—Ellos saben cómo soy. —me defendí.
—Pero no significa que les guste.
—¡A mí me da igual! —me crispé.
—Kye, ¿por qué reaccionas así? Solo queremos ayudarte.
Callé unos minutos. Tenía razón, me estaba alterando por nada
—Repetiré el último año. —Rasqué el borde de mi nariz.
—No digas eso, ya verás que te irá bien...
—Ragnar, que voy a repetirlo. Herworth me lo dijo está mañana.
Sus ojos me miraron fugazmente, y no dudó un segundo en detener el vehículo a un costado de la calle. Analizó mi pijama a cuadritos y mis pantuflas, y creo que lo entendió.
—Joder.
Si, nunca mejor resumido. Jodida, estaba realmente jodida. Me había jodido yo solita.
—Los profesores dicen que ya no es suficiente. Que soy un caso perdido... Creí que podía manejarlo, pero se me fue de las manos. ¿Cómo voy a decirle a Maeve? He hecho todo mal, por confiarme de más...
—Kye... —Ragnar giró su cuerpo—. Quizás puedas resolverlo. No es tarde todavía.
—Estamos a tres meses de graduarnos, y he faltado a la mayoría de las clases. ¿Qué puedo hacer? ¿Ir a lamerle el coño a Raven Herworth para que siquiera piense en reincorporarme? Ni de broma. ¡Estúpido instituto de mierda! Lo único que quería era graduarme para no volver a verlos a todos estos peleles, y ahora debo sobrevivir a otro año lleno de críos precoces.
—Estudia en otro instituto. Siempre te quejas de Reachmond, busca otra secundaria. Yo puedo ayudarte... Eres lista, y muy capaz. Se que si te propones, lo lograrás.
—No... No puedo dejar Reachmond.
Estaba noventa y nueve por ciento segura de que Ragnar me estaba mirando con cara de ¿Qué carajos? No subí la vista, preferí no saberlo.
—Mi padre —suspiré—, él siempre soñó con verme estudiando en alguna academia prestigiosa. Vivía diciendo que yo era brillante, y me contaba sus sueños de verme graduada de alguna universidad de las grandes ligas. A él le divertía observarme revolviendo entre sus cosas, tenía muchos cachivaches viejos. No nos guardamos secretos, papá confiaba tanto en mi que todas sus cosas también eran mías. Un día encontré un sobre, o folio... No recuerdo bien; en él había varias fotos suyas en Princeton, su alma máter. Un par de anotaciones viejas en una libreta, cartas a varios colegios caros de California para trabajar, o meterme de alumna... Entre ellos estaba Reachmond, recuerdo que lo busqué en internet. Mucho prestigio, muy caro... La educación de calidad que papá siempre soñó para mí. Aposté por él, le pedí que me llevase a inscribirme. Sus ojos eran como dos farolitos, brillaban de orgullo. Condujo al instituto, tuvimos que ir varias veces... Si no eres de la élite, debes pasar por miles de pruebas y exámenes de las que un rico se deshace con dinero —noté la incomodidad del pelirrojo—. Al final entré, como ya viste. Pero él nunca lo supo... Murió tres semanas antes de que mi inscripción fuese aceptada.
Los ojos de Ragnar se cerraron, sus manos hechas puños se abrieron lentamente y las frotó contra sus jeans. No sabía que decir. ¿Quién podría decir algo después de todo?
—No puedo irme de Reachmond si no es con un título bajo el brazo. Por más que deteste a su gente, algo que jamás negaré es el excelente nivel académico que posee. Quiero cumplir su sueño, nunca me ha pedido nada. No pretendo que su único deseo no sea capaz de volverlo realidad simplemente porque soy una descarriada.
—Deja de decir eso. No eres una descarriada, no eres un problema. Eres la persona más fuerte que conozco, y estoy orgulloso de ti. Un año más, un año menos, ¿qué importa? Lo lograrás, y yo estaré ahí para festejarlo contigo.
No eres un problema...
Estoy orgulloso de ti...
Tomé su mano y le besé los labios con cariño.
—Gracias.
—Gracias a ti, por ser mi cable a tierra. ¿Puedo sugerirte algo? —preguntó, arrancando el auto nuevamente.
—Puedes.
—Creo que deberías dar lo mejor de ti este tiempo que queda antes de los exámenes. Demuéstrales que sí puedes con ello. Tirar la toalla ahora y volver en agosto es demostrarles que Kye Griffin se ha dado por vencida.
—Yo nunca me doy por vencida. —Fruncí el ceño—. Pero, ¿que pasa si no funciona?
—No pierdes nada. Lo harás el próximo año, con los temas ya sabidos.
Sonreí. Al final no siempre sería yo la buena para los consejos.
—Herworth me ha dicho que debo ir a un psicólogo. Afirma que es necesario para poder seguir el próximo año, hay muchas cosas para analizar en mi... No se, no le oí. Solo pensaba como se vería su cara atravesada en alguna obra de arte de Gaudí.
—Quizás deberías —estacionó el vehículo en el parqueadero.
—No lo sé. No me agradan los psicólogos.
—Kye...
—Bien, bien —alcé mis manos—. Lo intentaré. ¿Nos vemos a la salida?
—Eh, sí. Déjame resolver una cosita y te llevo a casa.
Asentí y dejé un beso en su mejilla.
Corrí pasillo adentro en busca de mi mejor amigo. Todavía no empezaba el horario de clases, así que me quedaban unos cinco o siete minutos.
Lo encontré en el campus, estacionando su moto.
—¿Le mandaste a buscarme?
—Puta loca de mierda, me cago en ti y todos los santos. ¿Tienes idea de lo que ha sido hoy? ¿Cómo se te ocurre desaparecer y no responder al móvil?
—Mira, reptiliano sin cola mal formado. A mí me respetas. Yo hago lo que me sale del coño, ¿claro? Estoy bien, entera y medianamente sana de la cabeza. No eres mi madre, sabes que no me gusta que hagas eso.
—Kye, desapareciste todo el día. ¿Cómo no iba a preocuparme?
—Mejor cuéntame, ¿Qué he hecho hoy?
—Bueno, pues Ragnar le ha roto la cara a uno de esos con lo que te has acostado. El de pelo oscuro y un lunar bajo el labio. —Sonrió.
—Si será... —suspiré— ¿Por qué?
—Pues, por ti. Le estampó la cabeza contra una puerta, cuando el otro hizo alusión a lo buena folladora que eres; cosa que no puedo afirmar ni negar, porque te niegas a ser mi amiga con derechos.
—Que tonto eres —le di un golpe en la nuca—. Sueñas despierto.
—Sueño contigo, bebé.
Rodé los ojos y lo arrastré al interior del edificio.
—¿Me dirás que pasó?
—En casa, Rhys. En casa.
—Entonces es malo.
—Eh... Algo.
—Muy malo. —afirmó.
—¿Qué más da? La próxima vez no mandes a Ragnar. Se ha preocupado en serio.
Él frenó sus pasos en seco.
—Jodido pijo de mierda. Le he dicho que solo me avise si estabas bien, y no te moleste.
—No me molestó. ¿Por qué crees que si?
—Porque pretende ser tu puto caballero de brillante armadura, Kye. Y tú no necesitas ser salvada.
Y tú qué carajos sabrás...
Cambie el peso de mi pierna, y lo miré con una ceja alzada.
—No, lo que pasa es que tú tienes unos celos del tamaño de la Vía Láctea. No quieres que Ragnar reemplace tu lugar, porque crees que me debes algo por haberte ayudado hace años. Tu cabeza dura no comprende que yo no necesito nada más que a ti y tu amistad. Y no necesito un caballero. Ni uno pelirrojo, ni uno peliazul. Quiero a Rhys y Ragnar, con todo lo bueno y lo malo que traigan. No te compares, no son la misma persona y no significan lo mismo para mí.
—Ay, ya empezarás con tus cursilerías de niña romántica.
—Cállate maldito hijo de una cabra, o sentirás mi dolor.
Me mostró su dedo del medio y salió corriendo. Por mi parte, habiendo arreglado un poco las cosas —si, cómo no—, prácticamente corrí al despacho de la directora Herworth.
Al abrir la puerta de repente, la mujer se sorprendió. Al reconocerme, prácticamente hablamos al mismo tiempo.
—Quiero resolver mi problema.
—Estas en problemas.
¿¿Qué había dicho al principio? Oh sí...
Un puto desastre.
¡Hola a todos! Nuevo capítulo de SONDER. La verdad es que tengo que volver a acostumbrarme a subir solo una vez por semana...
Les recuerdo que pueden votar, comentar y compartir esta historia si les gusta, siempre se los agradezco profundamente. Dejo la canción de Amy Winehouse (icon) arriba, para que la escuchen con el capítulo, vale la pena.
También les dejo mi instagram (ethereallgirl) UwU.
¡Nos leemos pronto, besitos virtuales!
Sunset
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