Capítulo 22
Luego de aquella escena que me dejó sin palabras, salí impactado del chalé de Aren follanovias Beckett. Tomé el Jeep y volví a la finca Andrews, no sin antes pedirle a uno de los choferes de papá que buscase a Molly de la fiesta. En verdad había sido demasiado para lo que podía soportar por una noche.
Al llegar a la mansión, decidí no continuar hasta la cabaña, sino quedarme en uno de los cuartos de aquella casona. No me sentía en condiciones de ver a Molly a los ojos después de hoy. Apenas abrí la puerta de la habitación, me quité los zapatos y me arrojé a la cama. Con todo el ambiente oscuro, mi rostro se iluminó cuando encendí el móvil y busqué a Kye entre los contactos.
—¿Qué? —Se oyó después de siete intentos de llamar fallidos—. ¿Eres consciente de que son las tres y media de la mañana?
—Yo también me he desvelado por ti. ¿De verdad no oíste las llamadas?
—Las primeras cuatro no, las otras tres las ignoré. —Oí un ruidaje de fondo.
—¿Estás enojada? —Fui directo.
—No lo sé... Creo que me ha molestado un poco el hecho de que has sido algo borde cuando me enviaste ese mensaje por la mañana.
—¿A qué te refieres?
—Es que, siento que por alguna razón me ocultas de tu... ¿Entorno? Ah, joder. No me hagas caso, estoy diciendo estupideces.
—Claro que no, dime. —pedí.
—No, no. Mejor cuéntame, ¿Para que has llamado?
—Bueno... ¿Recuerdas que te dije que no tenía ningún tipo de experiencia sexual?
—Si, tan virgen como María —oí su risa y luego un carraspeo—. Lo siento. ¿Cómo decías?
—Molly me ha masturbado hoy. —solté.
—Joder...
—Pero yo pensé fantaseé con otra chica.
—No entiendo, Ragnar —se quejó—. ¿Por qué me dices estas cosas?
—¡No lo se! Estoy nervioso, Kye. Para colmo la he visto follando con otro sujeto. ¡Soy cornudo!
Ragnar Novak, dieciocho años. Virgen, friendzoneado y ahora cornudo.
Iba de mal en peor.
—¡Hija de la gran...! —bufó—. Yo sabía que esa rubia no podía ser muy santita. ¿Tú cómo estas con todo esto?
—Extrañamente no me siento mal... Es decir, tampoco salto en una pie, pero saber que Molly me fue infiel quizás amena el hecho de que quiero terminarle.
—Ajá. ¿Qué vas a hacer ahora? ¿Me dirás con quien fantaseaste?
—En principio mantendré todo como está. Y claro que no te lo diré —puse el altavoz y me desvestí.
—¿¡Por qué!? Soy tu amiga. ¿Acaso has pensado en mí? Dicen que hago buenas pajas, ¿quieres tener una sex call?
A veces no sabía quién era más intenso de los dos.
—¿Rojo?
—N-no.
—¿Seguro? Porque ya que me has despertado se me ha antojado divertirme. —Hubo un momento de silencio, luego se oyó un gemido.
¿¡Un gemido!?
—¿Kye...?
—Mmm... ¿Sí? —jadeó.
Miré con desesperación mis boxers. Joder. No podía estar pasándome esto.
—No, basta Kye. ¡Mierda! ¡Te colgaré!
Se oyó más silencio, y luego una risa. ¿Qué?
—Lo siento, rojo. Dios, esa voz desesperada no me dejó seguir actuando. ¿Cómo crees que me tocaría en una situación así? No soy tan desubicada como crees. Escucha, me muero de sueño, ¿nos buscarás de casa mañana por la noche? No tengo cómo llevar a Heath al aeropuerto.
—Eh... Sí, con gusto. Solo dime a que hora y nos vemos.
—Si, si. Mañana, me voy a dormir. Dulces y pervertidos sueños, rojo —hizo un ruido de beso, y colgó.
—Kye... Vas a matarme —murmuré.
Luego de resolver las consecuencias de esa peligrosa llamada, decidí descansar y prepararme mentalmente para ver a Molly en la mañana.
Por la mañana bajé temeroso de encontrarme con la rubia, sin embargo solo me crucé con mis padres. Los saludé e inmediatamente busqué al chofer de papá fuera de la casa.
—Roger, ¿la encontraste?
—Está durmiendo en la cabaña.
—Muchas gracias —sonreí y le di un pequeño rollo de billetes.
—Cuando quiera, joven Novak.
Volví silbando hacia el interior; nada más dar unos pasos dentro de la cocina, un cuerpo se colgó al mío.
—Hola bombón —Molly besó mi cuello—. Ayer desapareciste dejándome sola...
Al parecer estuviste mejor acompañada... Sacudí la cabeza y la bajé.
—Sí... Es que no me sentía muy bien y quise volver, pero te perdí de vista.
—Me volviste loca, Raggy. Quiero más de eso que tienes para mí... —Sus manos bajaron las caricias. Inmediatamente la detuve.
—Molly, lo de ayer... Yo me dejé llevar, lo siento.
—No, no. Estuvo muy bien. Tranquilo bebé.
—Es que... —Tomé sus manos, y volví a mentirle—. Sabes que quiero que nuestra primera vez juntos sea especial.
Si, claro...
—Lo estoy deseando... Te amo. —Me besó y luego nos llevó hasta la isla donde estaba listo el desayuno.
¿Hasta cuándo podría soportar vivir en esta mentira? Esto no era sano para ninguno de los dos.
Con calma, nos servimos la comida y esperamos a que Harrison diera el anuncio sobre los planes de hoy. Luego de avisar que volveríamos nuevamente en helicóptero, el plan fue simple: iríamos a hacer trekking con un guía especial, luego volveríamos y tendríamos un almuerzo con unos viejos amigos de mis padres y los de Molly, por la tarde aprovecharían para ir a pescar, y luego emprenderíamos la vuelta.
La caminata estuvo amena. Por el sendero de tierra, mientras Molly hablaba con mi madre y la suya sobre el baile próximo de graduación. Divagaba en lo más profundo de mi mente cuando me topé con una penosa tragedia de la naturaleza: un pequeño pichón de ave que no pude identificar debido a su poca madurez; parecía haberse caído del árbol donde se encontraba su nido, y estaba bastante lastimado.
—Hola amiguito —me arrodillé—. ¿Qué ha pasado aquí?
Temí por su frágil vida, y sabía que aunque debí haberlo dejado para que su madre lo buscase, me aterrorizó la idea de abandonarlo allí posiblemente para morir. Lo tomé cuidadosamente entre mis manos, sobre un pañuelo de seda, y seguí camino con él.
Al volver a la finca Andrews, me ocupé de proveerle –con ayuda de Internet– todo los cuidados y la forma de alimentación para mantenerlo con vida. El pichón estaba tan frágil que debía ser lo más cuidadoso posible, no podía hacer todo a las apuradas. Por lo que me disculpé con ambas familias diciéndoles que no me encontraba en condiciones de bajar a almorzar, y me quedé en mi habitación brindándole toda mi protección a aquel diminuto animalito.
Tras eso, la tarde pasó volando. Cuando quise darme cuenta iba sentado en el helicóptero con una cajita pequeña donde se asomaba el pico de mi nuevo amiguito alado. Apenas bajamos, dejé todas las cosas en mi habitación, me duché, me vestí y tomé las llaves del auto. Le avisé a mi madre que saldría un rato –mi padre había salido de urgencias a la empresa–, y que no me esperase para cenar.
Conduje un buen tramo hasta la casa de Kye, y al llegar toqué bocina. Minutos después salió, y detrás suyo, el francés y Maeve la imitaron.
—¡Hola Ragnar!
—¡Maeve! —La saludé desde lejos con mi mano—. Puedes guardar las cosas en el maletero —le avisé a Heath.
Él bufó y lo hizo. Mientras, Kye se subió en le asiento de copiloto y dejó un beso en mi mejilla.
—Hola rojito. ¿Todo bien?
—Todo en orden —sonreí y arranqué luego de que todos estuvimos en el auto—. ¿Ustedes?
La única que respondió fue Kye, que comenzó a contar sus aventuras de sábado por la noche. Heath se mantenía en silencio. No esperaba mucho de él, si no hablaba, mejor.
—¿En serio les dijiste todo eso? —Reí oyendo el parloteo de Kye.
—Hubieses visto sus caras, lo bueno es que Maeve por fin se ha sacado de encima toda esa mierda. Por cierto, menuda feria hippie te has perdido, fosforito —me codeó.
—Sabes que me hubiese encantado. Para la próxima, iremos.
—Ugh, son tan cursis que dan arcadas. —Bufó Heath.
—Cierra el hocico, que todavía estoy a tiempo de tirarte del auto. —gruñó ella, y yo aguanté una carcajada.
—Amigo, si no te gusta puedes ir en taxi. —solté mirando fijamente el espejo retrovisor.
Él no respondió, pero me mostró su dedo mayor sin que Kye lo viese. Me tenía entre ceja y ceja, y yo lo sabía. No nos agradábamos.
Al llegar al aeropuerto, el francés sacó sus cosas y comenzó a caminar dejándonos a ambos detrás. Aproveché y tomé la mano de Kye, deteniéndola.
—Tengo algo para ti. —hablé.
Ella abrió grande sus ojos y esperó paciente. Por mi parte, metí una parte de mi cuerpo en los asientos traseros y volví a salir.
—Lo encontré hoy, no se bien que tipo es pero no pude abandonarlo. Me gustaría poder cuidarlo personalmente pero los animales están prohibidos en mi casa, mi madre los odia —le tendí la pequeña caja.
—Oh. Es tan... Tan... —Sus preciosos faroles brillaron—. Qué corazoncito el tuyo, rojo.
Su brazo libre me rodeó, y yo besé su coronilla.
—¿Lo cuidarás?
—Claro, además puedes venir a verlo... Cuando esté bien, lo devolveremos a la naturaleza.
—Me parece una maravillosa idea. Ahora vamos —la tomé de la mano—. Cuanto antes despegue Heath, antes podremos ir a cenar.
—Uy... Comida. Me gusta como suena.
Caminamos a lo largo del aeropuerto hasta alcanzar a su amigo, quien estaba a unos minutos de embarcar. Kye aprovechó para ir al baño, así que me dejó a a cargo de ambos animales.
Que mal chiste, Ragnar. El pobre pajarito no debe pagar por semejante bestia.
Al verme solo, Heath se acercó.
—No vas a conseguirlo.
—¿El qué? —Curioseé.
—No vas a atarla a tu lado, niño rico. Hay mucha gente que pasa por su vida, y nunca se quedan mucho tiempo. Avanza sola y todos los que deja en su camino siempre se estancan pensando en como volver a su lado. Ahora soy uno de ellos, y tú también lo serás. Kye es muy inteligente, sabe tomar lo mejor de las personas y aprovecharlo para su bien. No eres especial, no tienes nada que ella necesite, no tienes qué ofrecer. Conozco esa mirada que posees, la he visto en varios hombres, todo lo que quieras mostrarle ella ya lo conoce. Quizás ahora pienses que funcionará, pero recuerda: sus ojos ya han mirado a otros, sus manos han tocado a otros, en su cama hemos dormido otros, su cuerpo ha gozado con otros. Cuando la beses, cuando la abraces por la espalda, cuando la hagas gemir tu nombre... Recuerda que al menos yo, también lo he hecho. A ver si con eso aún quieres quedarte a su lado
Me quedé pasmado viendo como él se alejaba a saludar a Kye, que justo volvía de los servicios. Se abrazaron, él le susurró algo en el oído, ella negó y rió. Luego, ella volvió a mi lado y Heath finalmente entró por la puerta de abordaje.
—¿Volverán a verse? —pregunté, cuando ella me abrazó por la cintura.
—No lo sé. Supongo que no, hemos cerrado una etapa. Ya es tiempo de que cada uno siga con su vida, no tenemos nada más que ofrecernos. Nunca hemos buscado amistad.
Tragué seco, sentí el cuerpo pesado. Quizás Heath no mentía, quizás era cierto que sería pasajero en la vida de Kye... Por qué en verdad, ¿Qué podría ofrecerle yo? Si solo era un adolescente con problemas familiares, miles de sueños rotos, inexperto en materia de querer, y sobre todo... Especialista en mostrar máscaras falsas para pretender que todo estaba bien.
Yo, por completo, era falso.
Siempre me he considerado una persona suficientemente segura... Nunca nadie me había hecho dudar de mi mismo; incluso cuando tenía temor acercarme a la pelinegra para hablarle, sentía en el fondo que yo podía con todo eso. Que yo era más que lo que la gente decía de mí.
Últimamente las cosas no eran así, me sentía perdido, caminando en un limbo sobre un mar de inseguridades y miedos... Y ahora llegaba este sujeto, con el cual ni siquiera había cruzado más de una palabra hasta hace unos minutos; convirtiendo mis pensamientos en papeles ardiendo, haciéndome cuestionarme sobre todo lo que creí estar seguro con respecto a Kye.
¿Qué podía ofrecerle yo? ¿Cuan importante era?
Solo esperaba que sus palabras no fuesen ciertas. Rogué porque se equivocase... Quise aferrarme a las palabras que dijo ella la vez pasada en mi casa, mientras estudiábamos.
Te aseguro que no eres igual al resto, al menos yo no creo que sea así. Por lo que quizás es muy probable que seas una de esas personas de la cual nunca llegue a aburrirme...
¿Qué tan seguros estábamos de aquello?
Muchos pensamientos rondan mi mente... Mis labios están sellados. ¿Qué les pareció?
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Sunset.
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