Capítulo 18
El mensaje de Kye, que no era Kye, terminó por despertarme. Me había dormido nuevamente en el sofá de Molly viendo películas.
Aunque mi somnolencia no duró mucho cuando Maeve prácticamente me rogó ir por su sobrina, la cual estaba fumada y a punto de tener un "polvo vikingo"... No entendí lo último —o quizás no quise entenderlo—, pero desgraciadamente me imaginaba algo.
Mi confusión al llegar a la dirección dada no solo se debió a la policía en la entrada, y a una chica escupiendo agua en la sala de estar. También fue a causa de ver a un tipo de dos metros entrar a la misma habitación que yo y oírlo llamar "preciosa" a mi Kye.
No, no. Es decir... Joder.
El punto es que me asusté, sí. No solo por el hecho de que ese tipo media casi treinta centímetros más que yo, sino porque entendí a qué se refería Maeve con polvo vikingo.
Ese tipo le iba a romper hasta el alma.
Cómo de costumbre, Kye tomó las riendas del asunto –fumada y todo–, y terminó por deshacerse de mí.
Sí. De mi.
La muy descarada me pidió que la esperase abajo así ella podía hacer "el delicioso" con el sujeto rubio ese.
Me bullía el cuerpo de rabia. Pero ¿qué podía hacer? Decirle: no, joder. Él es quien tendría que irse y dejarnos solos. ¡No! No podía. No me animaba.
Ella lo había dejado claro, éramos amigos.
Ragnar Novak, dieciocho años, virgen, friendzoneado.
¡Lo único que me faltaba!
Me calmé. Respiré hondo y bajé las escaleras. Con un poco de suerte, mis plegarias improvisadas harían que la chica de ojos de universo no se dejase seducir por el aspecto realmente vikingo de ese sujeto. Aunque la vocecita profunda de mi mente me gritaba que ella ya lo había hecho.
Al cabo de diez minutos, literalmente diez minutos contados a reloj, la gloriosa Kye bajó con cara de pocos amigos.
—Nos vamos.
—Bien.
Caminé detrás de ella hasta que se frenó en seco y me miró.
—¿Qué? —pregunté.
—¿Esperas que averigüe con mi obvio poder de vidente cual es tu jodido auto, o me lo vas a enseñar?
—Ah, sí. Ese —señalé a su derecha.
Ella se subió de copiloto y cerró la puerta con un deje de fuerza que casi la hace giratoria. Me dolió el alma, lo juro. Lo sentí en las entrañas.
—¡Ah, joder! ¡Qué porquería de día! —gritó al cabo de unos minutos de viajes que me hizo dar un bote en el asiento.
—¿Estás bien?
—¡No, no estoy bien! Volví a mi antiguo hogar, quemé el microondas de Maeve, quedé como una idiota contigo por llamarte cuando estabas con tu novia, no pude hacer el delicioso con ese príncipe vikingo, y para colmo, Rhys me acaba de enviar un mensaje diciéndome que Maeve tiró las llaves de la casa a la piscina y no va a dejarme entrar porque está enojada. ¡Puta madre! —bufó de rabia.
—¿De verdad? —Sonreí ilusionado.
—¿¡De verdad que!?
—No hiciste delicioso con el prínci... Eh, el sujeto ese.
—No. ¿Es lo único que te importa? —Estaba a punto de colapsar.
—No, no. A ver, hagamos algo. Te vienes a casa y mañana a la mañana vamos al instituto juntos, ¿si?
—Tú quieres aprovecharte de mi pobre situación.
—No... Yo no podría... —tartamudeé.
—Lo sé —puso su mano en mi pierna—. Confío en ti.
Sonreí tras agradecerle, y luego de confirmarme que iríamos a la mansión Novak, conduje el resto del camino en silencio. Minutos después supe que estaba dormida. Al llegar a la entrada, bajé de mi lado y di la vuelta hasta abrir la puerta de su lado.
—Diablos, eres simplemente preciosa... —susurré acariciando su mejilla con mis nudillos.
La tomé con cuidado en brazos, y con un poco de dificultad entré a la casa. El portero cerraría el auto después. Subí las escaleras hasta mi cuarto sintiendo la respiración pausada de Kye en mi pecho, y la suave carne de su espalda y piernas moldearse a mis brazos.
—Mmm... —Resopló cuando la apoyé con cuidado en mi cama—. ¿Me puedo duchar?
—Claro. Te dejaré ropa sobre el váter para que estés más cómoda.
Ella asintió y, luego de desperezarse y tallarse los ojos, se metió a la puerta que le indiqué. Minutos más tarde y tras rebuscar entre mi ropa, toqué y entré. El cuarto de baño estaba cubierto por una fina capa de vapor y un ligero aroma a vainilla proveniente del jabón que había puesto mi madre y nunca había querido usar. Al parecer alguien lo estaba aprovechando.
—¿Sigues ahí? —preguntó desde el otro lado de la ducha.
—Eh... Eh. —Me había quedado tildado.
—¿Quieres entrar? —Me sorprendió al abrir un lado de la cortina y asomar una pierna.
Tragué en seco.
—K-Kye... No... —pedí.
—Vamos. —Una mano espumosa acarició su pierna dejando una pequeña estela blanca.
Tan ensimismado estaba que demoré en notar unas pequeñas líneas blancas en su muslo. Miré con más detenimiento.
—Kye, que son esas líneas col...
Rápidamente ocultó la pierna.
—Sal.
—Pero tú...
—¡Ragnar! ¡Sal del jodido baño! —gritó.
Si la casa no fuese lo suficientemente grande, probablemente ya hubiese despertado a mis padres.
Hice lo que me pidió, y frustrado, me cambié la ropa y me senté a esperar. ¿Estrías? No... Al menos si lo eran, definitivamente no pertenecían al tipo de estrías normales. Eso era otra cosa, pero... ¿Qué?
Al cabo de un par de minutos salió. Su rostro estaba contraído en una mueca y percibí sus ojos algo colorados, aunque supuse que se debía a la hierba que había consumido.
—Dormiré en el cuarto de huéspedes. —Avisé.
—Ragnar... —clamó con la voz temblorosa.
Me acerqué preocupado, ella se hizo a un costado y palmeó el colchón. Suspirando, me tumbé permitiéndole recostarse contra mi pecho. Nos arropé a ambos y comencé a acariciar su cabello húmedo.
—¿No vas a preguntar nada? —cuestionó al cabo de un rato de silencio.
—No presionaré. Tú me contarás lo que consideres apropiado, a tu tiempo. Estoy dándote tu espacio, así como tú lo haces conmigo. Aunque no lo parezca, a veces se mantener la boca cerrada.
—Fue un mal día... —susurró.
—No del todo —ella elevó su mentón para mirarme—. Estás aquí conmigo, es mejor que dormir fuera o con el vikingo, ¿no?
—Lo es... —suspiró adormilada—. No te vayas, por favor.
—Nunca. —Prometí.
Al despertarme, un par de horas después de haber caído en un conciliador sueño, me levanté cuidadosamente dejando a Kye arropada entre las frazadas y me fui a duchar para marcharme al instituto. Una vez vestido, dejé un beso en su coronilla y salí de la habitación.
Al llegar al comedor, me encontré a mis padres. Ambos estaban sentados serenos uno junto al otro, desayunando y haciendo cada uno sus cosas del trabajo.
—Buenos días. —saludé nada más sentarme, un bostezo que cubrí con mis manos se me escapó de los labios.
—Ragnar, no seas mal educado. En la mesa no se bosteza. —habló mi madre siendo controlada por la mirada severa de mi padre.
—Ayer volviste tarde —confirmaron.
No, ni un buenos días, ni un como estás. Creo que no era yo precisamente quien necesitaba aprender modales. Sin embargo me concentré en untar mi tostada y terminar lo antes posible mi café.
—Sí. Se me pasó la hora en la casa de Molly. Por cierto, ¿ya les hablaron los Andrews del plan de fin de semana? —Evité la conversación sobre lo de ayer. No quería tantas preguntas.
—Algo así. Hoy iremos a cenar con ellos y terminaremos de organizar todo, por lo que volveremos tarde. ¿Pero tú no tienes partido el domingo? ¿Por qué has aceptado? —Mi padre me escudriñó.
Pequeño detalle: me había pasado por alto el contarles del golpe en la nariz.
—No jugaré esta semana, ni la próxima. El otro día recibí un golpe en la nariz y la enfermera me dijo que debía quedarme fuera por dos semanas, de lo contrario, corría el riesgo de golpearme nuevamente y no podría jugar en un buen tiempo. —Le di un par de sorbos al café.
—Eres tan descuidado y torpe. A veces no se ni como eres capitán, con lo inútil que eres...
—Marcus, por favor —mamá se dio cuenta de que se había pasado.
—¿¡Qué!? Cuando yo era capitán de mi escuela era el mejor, era respetado, nadie me doblegaba. Ragnar es un bodoque con cara de niño que ganó popularidad de suerte por ser bueno con el deporte y tener a la mejor chica de la alta sociedad.
No quería sentirme mal, pero pese a su ruda y horrible manera de decir las cosas, mi padre no solía equivocarse con las palabras. Y me odiaba por saber que todo eso era cierto.
—Se me hace tarde, nos vemos en la noche —murmuré y salí del comedor.
Abandoné la casa con una amargura en el pecho. A veces tenía tantas ganas de darme por vencido, que me sentía atormentado y frustrado por ser incapaz de avanzar y sacar a flote el Ragnar que yo sabía que guardaba dentro de mí. No necesitaba que nadie me dijera que era un inútil y un mantenido. Ya lo sabía, pero oír la verdad, y más aún viniendo de las personas que se suponen eran las que me amaban más que nadie, me dolía. Ser la decepción de mis padres me dolía.
Me sequé una lágrima rebelde que se me escurrió del ojo y me miré en el espejo retrovisor. Automáticamente oí la voz de Marcus en mi mente.
"No seas un cobarde niño, los hombres Novak no lloramos"
A veces lo único que deseaba era dejar de ser un Novak.
Conduje rumbo a la casa de Molly como todos los días, y esperé por ella hasta que finalmente salió y se montó en el auto, saludándome con un beso. Se pasó todo el viaje contándome un par de chismes del instituto, sacándome una que otra sonrisa. Molly era increíble, pero a diferencia de mí, no era muy atenta a preocuparse por los sentimientos de los demás; no me refería a que era una persona fría, sino al hecho de que si ella veía a alguien mal, en vez de contenerlo, haría como si nada estuviese pasando. Ella prefería no cargar con las emociones de otros ya que eso muchas veces implicaba opacar las suyas un poco, y Molly siempre se empecinaba en mostrar y demostrar que todo estaba bajo control, aunque no fuese cierto. Sus padres la habían criado bien, tan bien como se puede criar a un niño dentro de este círculo hermético y tóxico de gente con poder y dinero.
—¿Qué harás esta noche? —preguntó una vez que nos encontrábamos caminando por los pasillos de Reachmond—. Sé por mamá que hoy saldrán con tus padres a cenar, nosotros podríamos hacer algo parecido.
—Si, supongo. —Me encogí de hombros.
—Bien, pasa por mí a las siete treinta. ¡Que tengas un lindo día mi amor! —gritó alejándose por el corredor rumbo a su clase.
—Igualmente... —le murmuré al aire.
En lo que a mi me correspondía, dirigí el andar hacia mi salón, al cual el profesor estaba a punto de entrar y dejarme fuera.
—Lo siento, señor Russel.
—Descuida muchacho, por cierto, gran partido el del domingo pasado. ¡Esa chica en serio esta loca de remate! —Sonrió entusiasmado, recordándome como Kye nos había dado una mano sin siquiera planearlo.
—Gracias profesor. —Le sonreí de vuelta y me dirigí a mi asiento, al lado de Chris.
—Tienes unas ojeras que madre santa, ¿trasnochaste? —susurró.
—Sí, algo así. Tuve que ir a buscar a Kye de una fiesta en una fraternidad de la universidad a las tres de la mañana.
—Esa chica sí que sabe divertirse, lo que no entiendo es cómo todavía no hemos salido con ella de parranda.
—¿Quizás porque no los conoce? —aventuré, tomando un par de apuntes.
—Y dime, ¿la dejaste en su casa y después volviste?
—Digamos que tuvo un par de problemas en su casa y me la tuve que llevar.
—¡¿Follaron?! —Casi gritó él.
—¿Qué? ¡No! Tengo novia Chris.
—Pero no la amas.
—Eso no da pie a que le ponga los cuernos...
—Ay Raggy, Raggy. Eres demasiado bueno para este mundo. Espera... Si Kye está en tu casa, porque supongo que hoy no debe haber venido, ¿por que no vamos Brett y yo luego de clases y nos la presentas como se debe? —sugirió.
—No lo sé, no quiero incomodarla...
—Vamos cabrón... No seas cruel. —imploró con cara de cachorro.
—Bien, bien. Le diré más tarde a Brett.
Chris hizo un baile silencioso en su banco y luego de eso, me siguió molestando hasta que la hora terminó.
Durante el resto de la mañana, entre clase y clase, me estuve tentando a llamar a la pelinegra para preguntarle que tal estaba todo. Pero tenía miedo de despertarla, así que esperé a llegar a casa. Rogaba por que no se fuese espantada de allí. De todas formas, debía encontrarse sola: mis padres estaban trabajando y no volverían hasta el atardecer, y la gente de limpieza por lo general llegaba cuando yo volvía de clases. Tenía una mansión a su disposición, y no sabía que tanto me asustaba saber eso.
A la hora del almuerzo, me dirigía con mi bandeja de comida hacia mi mesa, cuando mi celular comenzó a vibrar. Como pude, lo saqué y atendí.
—¿Hola?
—¡Me dejaste sola! ¿Cómo se te ocurre? —una chispeante voz me acusó del otro lado, sonreí.
—No me disculparé. Te acostaste cerca de las cinco de la mañana, no me daba el corazón para despertarte.
—Eres un... Un... ¡Argh! No me puedo enojar contigo. Nos vemos cuando vuelvas, ni pienses que me iré de aquí. Hay mucha comida. —me avisó y colgó.
Sonreí y volví a mi mesa.
Tras salir de la cafetería, tuvimos un par de clases y luego llegó la hora de ir a limpiar el comedor. Porque sí, aún no había terminado mi castigo, y además, estaba cubriendo a Kye. Por suerte, mis dos grandes amigos se compadecieron de mi pobre situación y me tendieron sus cuatro útiles manos, por lo que terminamos en tiempo récord.
—¿Y ella tiene que cumplir con una semana de castigo extra por golpearte la nariz?
—Sí —le contesté a Brett—. Y por lo del partido de lacrosse.
—No se pierde de nada, ¿eh?
Rodé los ojos y estacioné el auto en la entrada de mi casa. Nada más entrar y abrir la puerta, me encontré la mejor vista de todas.
Kye, con una taza de café, una sonrisa ladeada y mi ropa conteniendo su pequeño cuerpo.
Dios mío, si este no es el paraíso, no creo que exista nada que se le asemeje.
¡Ahhh! Gritos internos. Tenemos nuevo capítulo, sí que sí. Hoy estuve todo el día haciendo edits para publicar en mi Instagram cof (@ethereallgirl) cof.
Recuerden votar, comentar y compartir esta historia si les gusta. ¡Estamos a nada de los 1.6k de leídos jajajajaja ❤️
Les dejo el Instagram de la editorial... @Editorial_Noctem. Cómo siempre, les recomiendo que se den una vueltita.
¡Nos leemos pronto, besitos virtuales!
Sunset.
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