Capítulo 17
¡Carajo! Claro, solo a mí se me ocurría llamarlo, ¡solo a mí! Si yo sabía donde estaba él, yo sabía con quién.
—Te quedó el orgullo por el piso, nena.
—Cierra la boca, joder. No me dejas pensar.
—Es que no hay nada que pensar. Lo llamaste, te avergonzaste y le colgaste. Su cara debió haber sido un poema. —Rhys se carcajeó.
Porque sí, estaba conmigo cuando lo llamé. Pensaba que se encontraba muy ocupado discutiendo a los gritos con Alana, pero resultó ser que me prestaba más atención a mí que a su novia.
—Hay cosas más importantes de las que te deberías ocupar en vez de mi conversación con Ragnar. Porque tu novia acaba de irse roja de la furia y tú estás aquí, totalmente despreocupado. Además, yo jamás me avergüenzo. —Alcé el mentón.
—Ya volverá Kye, siempre vuelven.
—Ah, Rhys —gruñí—. Eres un estúpido.
Me puse de pie y decidí hacer algo productivo, puesto que desde que el pelirrojo se había ido de casa, únicamente había estado tirada en el sofá, mirando el techo de la sala.
Recapitulemos: a ver... La razón por la que había llamado a Ragnar en realidad fue a causa de un impulso. Como ya he dicho, no era muy buena controlándome, así que seguía mis emociones y no me preocupaba mucho lo que podría pasar después de eso. No era mentira que había olvidado mis discos, tampoco el hecho de que la pareja de mi mejor amigo me tenía aturdida...
El problema radicaba en que yo quería llamarlo. Y yo jamás quería llamar a alguien.
Así que Rhys pensó que tenía fiebre, y yo casi que también, porque incluso a él a veces ni tenía ganas de llamarle. Y bueno, también se rió de mí, y se enojó, y me celó. Pero de lo último ya estaba acostumbrada, eso hacía con todos.
—Salgamos a una fiesta. —habló de repente.
—¿Hoy, miércoles?
—Sí, hoy. Miércoles.
—Bueno.
Como se podía ver, yo no necesitaba de mucha insistencia para convencerme. Hasta el día de hoy no sabía que tan bueno o malo era eso. Miré mi reloj, no sabía a donde me llevaría este chico, pero siendo casi las siete de la tarde digamos que me urgía ponerme un poco ebria para cumplir con dos deseos: olvidar esa estúpida llamada por un rato, y liarme con alguno tanto o más achispado que yo.
—Me visto y nos vamos a bar de Lou. —Avisé poniéndome de pie.
—¿Ahora?
—Sí.
Rhys no discutió y me dejó encaminarme hacia el pasillo donde se encontraban nuestros cuartos. Mentalmente me dije que no me ducharía ahora, lo haría al volver. Era religioso para mi bañarme después cada fiesta; de lo contrario, dejaba apestando las sábanas y me daba pereza cambiarlas al levantarme. En el camino hacia mi habitación, mi mirada se cruzó con las puertas del estudio de Maeve, y una brillante idea surcó en mi cerebro.
—Tía... —Asomé la cabeza por el lado derecho, allí se encontraba ella como de costumbre—. Ven.
—¿Qué necesitas, chiquilla? Estoy algo ocupada. —habló sin despegar sus ojos de la pantalla.
—No entiendo como aún no tienes los ojos cuadrados de tanto ver eso. Vamos, alístate, saldremos.
—No, no, Kye. Tengo un proyecto para presentar el sábado en una cena empresarial y no voy ni por la mitad. No tengo tiempo. —Se frotó las sienes.
Me crucé de brazos y caminé hasta quedar a su lado. Ella alzó la vista, tenía los ojos ligeramente colorados. Si no fuese porque sabía que se desvivía trabajando, diría que se había fumando un buen porro.
—Anda, Maeve. Hace meses, no, años que no sales a algún lado. Tienes que darte un respiro de todo eso.
—Nena, sabes que no puedo. Tú eres chica aún, no entiendes la importancia de sostener un trabajo, el sacrificio que implica y las consecuencias graves que tiene que yo no cumpla con lo que me corresponde...
—No, sí que entiendo. Si no hay dinero, no hay comida; si no hay comida, básicamente no vivimos. Y no me vengas con ese discurso barato de la edad y bla, bla, bla... Comprendo a la perfección lo que es asumir la responsabilidad de un cargo laboral, y todo lo que conlleva no cumplir con tus deberes. Pero no te estoy diciendo que te vayas de parranda dos meses y mandes al carajo tu trabajo y al estúpido calvo ese que tienes como jefe, solo te propongo salir una noche, relajarte un poco, tomarte un par de tragos con tu sobrina —la codeé —, y disfrutar de tus sabrosos treinta y dos años... Que parecen veintiséis.
—Kye...
—Además —volví a interrumpirla—, si vienes te prometo que te ayudaré desde mañana para que termines a tiempo y tengas al menos un día para descansar antes de ese evento. Y no me puedes decir que no porque sabes perfectamente que estas cosas a mí se me dan bastante bien. ¿Qué dices?
Maeve me miró detenidamente. Analizó mi postura inclinada, mis manos unidas, mi labio en posición de puchero y mis ojitos de gato con botas. Y gané.
—¡Bien! Ahrg... Te detesto —Sonrió.
—No dirás lo mismo esta noche cuando te estés liando a un sujeto desconocido gracias a tu debilidad por las piñas coladas...
—¡KYE! —Me gritó, pero no surtió efecto puesto que yo ya había salido corriendo de su estudio.
Kye 1, Maeve 0.
Tuvimos que saltarnos la parte del bar. Mi querida tía necesitaba descansar, y como la supuesta fiesta comenzaba a las once, Maeve tenía por lo menos dos horas aseguradas de siesta para recomponerse de sus casi dieciséis horas seguidas de trabajo.
Lo sé, esa mujer estaba demente. Definitivamente yo no había salido a ella.
—¡Rhys! ¡Despierta a Maeve para que se duche y se vista! —Grité mientras peleaba con los jodidos ganchos del top estilo corsé que había decidido ponerme hoy.
SÍ, muchos dirían que era una prenda incómoda, pero había encontrado esta joyita en una feria americana hace un par de años y me había enamorado de ella. Más me gustó al descubrir que era increíblemente elástica y flexible. Y me hacía unos pechos que ni se imaginan...
—Kye... —La cabeza adormilada de Maeve se asomó por mi puerta—. No tengo que ponerme.
Le indiqué con mi mano que entrara y cerrase la puerta, y luego le señalé mi ropero.
—Todo tuyo.
Sus ojazos brillaron con emoción; se puso a recorrer los estantes en busca de algo de su agrado, pero al cabo de un par de minutos, se giró.
—Nada de esto me gusta. No es ropa de una mujer de mi edad.
—Defíneme "ropa de mujer de mi edad", por favor. A ver —pensé, y miré hacia abajo—. Eso es.
Con una agilidad que ni yo misma me esperaba, me quité el corsé y se lo lancé a Maeve.
—¿Esto? Me gusta. —Le dio el visto bueno.
Le ayudé a ponérselo y atar los broches, una vez lista, me agradeció y volvió a su habitación. Me sentí bien de poder secundarla, siempre había querido una hermana mayor y Maeve era lo más parecido que tenía a eso. Por otro lado me desanimé un poco, me había quedado sin mi arma de conquistas nocturnas. ¿Qué usaría ahora?
Tras quince minutos buscando en mi armario –porque aunque no pareciera, yo era del tipo de chicas que tenía demasiada ropa–, terminé de vestirme y bajé.
—Joder, vamos media hora tarde. —Bufó el peliazul al verme bajar.
Me encogí de hombros dispuesta a gritarle a Maeve que se apurarse, pero antes de decir siquiera ah, ella apareció.
—Caray... —murmuré mirándola.
—Acabo de empalmarme. —Le oí decir a Rhys.
—No seas vulgar, es mi tía —le di un golpe en el hombro—. Vaya señora usted si que tenía esas curvas bien escondidas.
Mi tía lanzó una risa y se dirigió hacia la entrada.
—Señora tu abuela, mocosa.
Ambos la seguimos rumbo a la acera, donde el taxi esperaba por nosotros.
—¿De dónde sacó esos pechos tu tía? —susurró el peliazul.
Reí y me apreté los míos.
—Son de familia.
Al cabo de veinte minutos de viaje, en dónde el conductor no dejaba de mirar los atributos de Maeve y los míos por el retrovisor, llegamos a la dirección que Rhys le había dado.
—Son diez dólares.
Me arrimé hacia su asiento y le di solo tres.
—Mira, amigo. Con todo lo que has visto en estos veinte minutos se te ha descontado un poco el sueldo. Haz de cuenta que se te canjearon lossiete billetes que faltan por unas buenas sesiones de auto-placer sin la necesidad de usar un aditivo visual, sí me entiendes, ¿verdad?
El sujeto, avergonzado, asintió y arrancó el auto en un abrir y cerrar de ojos. Yo me carcajeé y corrí hasta alcanzar a mis dos personas favoritas. Reconocí el lugar inmediatamente, era la residencia de un par de amigos universitarios que tenía Rhys; me emocioné un poco, quizás podría familiarizarme con la gente de aquí, ya que en menos de un año y con algo de suerte entraría a la Universidad de California.
—Chicos —Maeve se paró en seco—. Yo... Este no es mi ambiente, dejó de serlo hace ya unos años. No creo que sea buena idea...
—Maeve —por primera vez, fue Rhys quien la interrumpió—. Eres una chica guapa, llamas la atención y ni siquiera pareces de la edad que realmente tienes. Ya estás aquí: baila, diviértete, deja a un lado todas tus preocupaciones... Solo por hoy.
—Él si que sabe —apoyé a mi amigo.
—¿Solo por hoy...? —Mi tía pareció pensárselo con todos los pros y contras—. Bien, a darle.
Rhys chocó los cinco conmigo y nos metimos dentro de la enorme fiesta, que para ser sinceros, prometía bastante. Nada más ingresar, nos topamos con con una cantidad peculiarmente pequeña de gente en la sala, conversaban, fumaban y se reían a carcajadas. Me extrañó no ver mucha gente, pero luego descubrí que la verdadera fiesta estaba en el patio trasero. Hubiese corrido hasta allí si no fuese porque mi peliazul amigo me tomó de la mano y me llevó hasta los sofás para presentarme a un par de personas.
Les sonreí con gracia, ellos pensaban quedarse platicando un rato pero a mí me urgía ir a mover el cuerpo con una cerveza en la mano. Finalmente, me escurrí hacia la barra.
—¿Buscas algo? —Una voz me sorprendió.
—¿Heath? ¿Cómo es que estás aquí?
—Estoy en todos lados... —Se acercó hasta mí—. Oye preciosa, vamos a divertirnos.
Rodé los ojos, ¿por qué no me sorprendía? Lo alejé con mi mano y me serví un trago.
—Ve a comer mierda, esto de los revolcones terminó el mismo domingo que volviste. Ahora, piérdete por ahí.
—¿Es por ese chico de los rizos? ¿El rojito? ¿Me reemplazas por un niño rico y virgen?
—No es por nadie más que por mí. Perdí el interés, entiéndelo. Esto solo queda como un buen recuerdo, además, no te olvides que solo tienes plaza hasta el próximo domingo en casa de Maeve. Ambos volveremos a nuestras vidas, será como si nunca nos hubiésemos reencontrado.
—Joder, como quieras. ¿Al menos me acompañaras al aeropuerto?
—Sí —me encogí de hombros—. Nos vemos.
Él bufó y salió de la cocina, supe que no iría muy lejos. Las palabras fiesta y Heath iban de la mano. Por mi parte, me bebí un par de tragos más y, finalmente, salí a la gran fiesta.
Cuatro horas habían pasado, yo había mantenido mi buena conducta y no había pasado de los cinco vasos de cuba libre. Sí... Sé que había dicho que me iría de copas esta noche, pero decidí no romper mi increíble racha. Había degustado esos cinco tragos muy felizmente, ocasionando que el único efecto que hubiesen tenido en mi cuerpo, fuese una frescura al beberlo y un deje agradable de limón en mi boca. Me encontraba bailando con demasiada gente al rededor, sentía como varias manos me envolvían el cuerpo, pero ni a ellos ni a mí parecía importarnos mucho eso. Algunos chicos iban y venían, y en medio del camino eran sujetados por mis inquietas manos que los lanzaban directamente a mis labios. Ya había perdido la cuenta de cuántos habían sido.
—¿Te estás divirtiendo? —Una mano sujetó mi cadera.
Tardé un par de segundos, pero lo reconocí. Era uno de los chicos que me había presentado Rhys nada más entrar, y al igual que cuando llegué, traía una cerveza en la mano y un porro en la otra. Era sexy, sí que sí. Del tipo que podrías dejar que te rompiese el corazón, para luego volverlos a juntar e ir a qué te lo rompiese de nuevo. En loop. Eternamente.
—Mucho —pasé mi mano por su pecho—. Pero podría pasarla mejor...
—¿Te apetecen las "dos P"?
—¿Las que, qué?
—Las "dos P": polvo y porro. Es una buena oferta. —Me sonrió y se me derritieron las bragas.
—Oh... Sí que lo es. —Lo tomé de la mano y lo llevé hacia las escaleras. Por deducción supuse que los cuartos estarían arriba, como toda típica fraternidad.
En el camino me paré en seco y achiné los ojos. Esa era... ¿¡Maeve!? Mi tía se estaba comiendo la boca con un sujeto con un corte muy parecido al de Rhys. Aunque para ser sincera, a esta altura ya todos los jodidos cortes de hombres se parecían.
—¡Eso es! ¡Enorgullece el apellido Griffin! —le grité, aunque obviamente no me escuchó.
Los roles se invirtieron y me dejé llevar por el rubio grandote que por alguna estúpida razón me recordaba a un vikingo. Llegamos a una habitación grande y con ventanales abiertos, el aroma a perfume se me coló hasta las cervicales dejándome embobada ante semejante toque de masculinidad.
—¿Quieres? —Me tendió el rollito de hierba.
Asentí y me lo llevé a los labios. Mientras disfrutaba, lo sentí a mis espaldas, desatando las tiras de mi top. Lo dejé hacerlo tranquilo porque se sentían realmente bien sus manos grandes recorriéndome la espalda y cintura. Estaba disfrutando las caricias de este sujeto cuyo nombre no sabía, cuando la puerta se abrió de par en par.
—¡Dyran, tienes que venir! Una chica ebria se cayó en la piscina, zanahoria ha llamado a la policía y si no despierta nos meteremos en un buen lío. —Un tipo entró casi blanco de la desesperación, interrumpiendo nuestro momento.
—¡Carajo! Tienen suerte de que ya casi soy enfermero, sino, estarían todos muertos. Preciosa —se volteó para verme—, vuelvo en nada, ¿sí? Te dejo el porro como garantía.
Dejó un beso en mis labios y salió corriendo.
Tras un par de minutos tendida boca arriba en la cama, en los que empezaba a aburrirme, dos voces conocidas se escucharon.
—¡Aquí está! —gritó Rhys—. Siempre en la cama de los líderes, chispita.
Me encogí de hombros sonriendo.
—¡Kye, no sabes cuánto te he buscado! —chilló Maeve.
—Te juro que en la boca del sujeto que te acompañaba, no estaba. —Alcé mis manos en defensa.
Ella se mostró avergonzada, pero pronto Rhys la sacó de su ensimismamiento al acercarse a mi.
—Creí que habías terminado con esto —tomó el porro—. Ya estás demasiado feliz.
Bufé y se lo quité.
—Kye, dame tu celular. Llamaré a un taxi.
—¡No! ¡Carajo! Váyanse ustedes que yo me quedo a esperar mi polvo vikingo.
—¿¡Qué!? No, no, no. Tú te vienes con nosotros. —Rugió Maeve y tecleó algo en mi celular. Nunca noté que me lo había quitado.
—Maeve, Kye ya está grandecita. No está borracha y sabe lo que hace. ¿Por qué no bajamos y seguimos disfrutando de la fiesta?
—¡La fiesta se fue al demonio cuando esa tipa se tragó media piscina! —rugió ella, yo me carcajeé—. Suficiente, yo me voy, me duele la cabeza. En quince minutos te vienen a buscar, Kye. Yo no renegaré contigo.
—¿Buscarme? ¿Quién? ¡Maeve!
—¡Ragnar! —gritó desde la puerta, ya saliendo rumbo a la planta baja.
¡No, no, no, no!
Marqué su número, tantas veces que perdí la cuenta. Era inútil. Estaba frita.
Tras unos minutos la puerta se abrió.
—¿Preciosa?
—¿Kye?
Puta madre.
—¿¡Quien eres tú!?
¡Somos 1.5k! Uff... Estoy que aún no me lo creo. ¡Gracias por todo!
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PD: DINÁMICA: ¿Tienen shipps con algunos de los personajes? Déjenlos en los comentarios, el que más guste será el oficial.
¡Nos leemos pronto, besitos virtuales!
Sunset
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