Capítulo 16
Me costaba, me costaba horrores.
Me desesperaba demasiado mantenerme al margen de toda esta situación.
Kye simplemente no podía mirarme de esa manera, no podía decir aquellas cosas, no podía acercarse como lo hacía sin pretender desarmarme tarde o temprano.
Yo era un jodido cubito de hielo derritiéndose ante semejantes llamas divinas.
Dejé su hogar viendo su rostro llenarse de una mezcla de emociones, algunas descifrables y otras ilegibles. Ella no había pronunciado nada, ni una palabra, pero había notado que Kye no necesitaba decir ni una sola sílaba para comunicarse. Esos ojos lo decían todo.
Estaba acojonado, asustado. Nunca había estado en una situación como esta, nunca me había encontrado ante la disyuntiva de sentirme perteneciente más hacia un lado que a otro. Yo casi había besado a Kye hoy, casi había perdido los estribos, casi lo arruinaba todo. Casi... Si no hubiese sido porque ella tomó con pinzas la poca cordura que me quedaba y la puso nuevamente en su lugar.
Es que no podía entender como la misma persona que me llevaba al borde de la locura y hacía que todas mis emociones racionales quisieran firmar un acta de divorcio imaginaria e irse corriendo de mi cabeza; podía ser la misma que me mantuviese en total control.
Si bien había dicho que ella podía hablar a través de su mirada, había un solo mensaje que aún no había recibido. No deducía si era porque este no existía, o por que Kye tenía un buen control de sus emociones y sabía bien que cosas quería que viese y que cosas no. Las preguntas que rondaban mi mente tenían un único origen: ¿Qué sentía Kye por mí? ¿Acaso no percibía la chispa que sacábamos al mirarnos? ¿O lo bien que se sentía cuando alguna parte de nuestros cuerpos se rozaba? ¿No experimentaba una corriente eléctrica recorrerla de pies a cabeza al pensar en sus labios sobre los míos?
Porque yo sí, y cada día que pasaba tentándome ante aquella idea solo causaba estragos en mi interior. Estragos que no sabía por cuanto tiempo podría ser capaz de soportar.
Llegué a casa en un estado de agotamiento poco usual en mí, recordando a cada paso todo lo que había ocurrido en el antiguo lugar donde vivía Kye. No pude evitar sentir una conexión cuando me acerqué a la placa de Dago Griffin, su padre. Ni por un segundo dudé en prometerle a su espíritu que protegería a esa chica como fuese, aunque eso significase renegarme a todo lo que alguna vez pude haber tenido. Kye Griffin valía más que unos fajos de billetes y un amor que no era amor ni de cerca.
Y sus lágrimas... Dios, nunca creí sentirme tan ahogado viendo semejante tristeza, sintiendo tanta pesadumbre. Me perforaba el corazón verla así y no ser capaz de hace nada más que contenerla. ¿Qué había pasado en su familia para que Kye tuviese que recordar esos tiempos con tanto dolor? Quería ayudarla pero no buscaba hacerla sentir incómoda o algo parecido. No sabía como afrontar la situación, quizás debía dejarlo estar por un tiempo hasta que pudiésemos entrar en confianza, no quería ser tan... Intenso.
—Ragnar Novak, tu madre me ha dicho que no has dormido en casa, ni siquiera en la casa de tu propia novia —mi padre me encaró nada más poner un pie en la mansión—. Más vale que tengas una buena razón para explicar esto porque sino...
—Papá, suficiente. Estoy haciendo todo lo que me has pedido: salgo con Molly, juego lacrosse, tengo un promedio perfecto, estoy por entrar a la universidad que quieres para estudiar la carrera que elegiste, estoy dentro de tu empresa al tanto de tus negocios... ¿Qué más quieres de mi? Por favor, solo déjame conservar a los tres únicos amigos que tengo. Solo eso pido.
Los ojos de mi padre recorrieron mi rostro al darse cuenta de que me había sentido atacado; no quería mostrarme desalentado, no quería darle el gusto de saber que estaba arrasando con cada cosa de mi vida. Pero estaba decidido, podía hacer lo que quisiera con todo aquello, pero no conseguiría distanciarme de Kye. Bajo ningún punto de vista.
—Como sea, pero si me entero que tu relación con Molly se tambalea siquiera un poco, me encargaré de alejar a esa muchachita irreverente de la que tan cercano te has hecho.
—No pasará, nunca te he defraudado.
—Ni lo harás.
El cuerpo me bulló de rabia cuando lo vi alejarse con su andar altanero y rígido, sabiendo que todo estaría bajo control porque me tenía arrodillado ante sus deseos y órdenes, sin posibilidad alguna de hacerme oír. Pero eso iba a cambiar, iría de a poco, pero el yugo que tenía mi padre sobre mí iba a quebrarse.
Por las buenas... O por las malas.
Tras tomar algo de comer de la cocina, sin esperar al almuerzo, salí lo más rápido que pude de la casa de mis padres rumbo a la residencia en la que vivía Molly. Prefería estar allí, era mejor recibido.
Al llegar, su madre me hizo pasar con una sonrisa de oreja a oreja. Yo me tensé un poco, puesto que desde que me había enterado por medio de mis padres y casi a la fuerza sobre la situación de Molly, no había tenido oportunidad de hablar con ellos. No es como si tuviese muchas motivaciones para hacerlo, ya que si hablaba, probablemente todos los planes de mis padres y los suyos se irían por el caño... Y aunque ese fuese realmente mi intención, había dos cosas que no podía permitir de todo esto: que Molly saliese herida y que mi padre alejase a Kye de mi lado.
—Hola, Madchen, ¿como estás? —saludé a la mujer con un pequeño abrazo.
—Hola querido, pasa. Estábamos por almorzar, ¿te apetece?
Asentí dejando mi abrigo en la entrada y seguí a Madchen rumbo al comedor. Allí estaba Harrison, su esposo, sentado en la cabecera de la mesa.
—Muchacho, que bueno verte por estos lares. —Se puso de pie dándome un apretón de manos.
—Tiempo sin verte, Harrison. ¿Molly? —pregunté casi instantáneamente.
—Aquí —una voz me habló a mis espaldas—. Hola mi amor.
Sus brazos me atraparon y no pude evitar rodearla y apretarla con cariño, quería muchísimo a esta chica. Lástima que no como ella esperaba ni se merecía. Dejó un beso en mis labios que me hizo sentir algo cohibido: por lo general no estaba muy acostumbrados a las muestras de afecto, y que decir de hacerlas en público... Los besos, los abrazos, una simple caricia o un apretón afectuoso no eran habituales en mi vida, aunque Molly se empecinaba por hacer que lo fuesen. Sí era cierto que a veces disfrutaba uno de sus abrazos, pero los besos eran cosa aparte.
—Ragnar. —Unos dedos chasquearon frente a mi.
—¿Qué? —Sacudí la cabeza—. Lo siento, ¿dijiste algo?
—Sal de tu mundo de ensueño y préstame un poco de atención. Estábamos hablando de que quizás podríamos ir a la finca de mis padres a pasar un fin de semana en familia. Papá quiere ir a pescar y creo que sería lindo que vayamos para compartir tiempo de calidad... Hace mucho no lo hacemos —Molly puso una mueca—. ¿Qué opinas?
Lo medité unos segundos. Ir a la finca de los Andrews implicaba que tendría a ambas familias con sus ojos puestos en nosotros dos, más específicamente en mí; observando cada meticuloso detalle de nuestra relación, opinando libremente y atosigándonos a preguntas que al menos yo no estaba interesado en contestar. Por otro lado, si le demostraba a mi padre que la relación con heredera Adrews iba viento en popa, quizás podría desligarse de la odiosa idea de alejar a Kye de mi lado.
Además, debía ser sincero, necesitaba desconectar. En estas últimas semanas había sentido el peso de muchas responsabilidades sobre mi hombro, las cuales no estaba preparado para cargar. Ir a la finca significaba también que podría pensar un poco todo con más claridad.
Ya encontraría el modo de alejarme un poco de los Novak y los Andrews.
—Sí, claro. Me parece una estupenda idea. —respondí finalmente.
Molly aplaudió y se abalanzó a abrazarme.
—¡Genial! Entonces está hecho, mamá se encargará de avisarle todo a tus padres, y junto con papá organizaremos el itinerario del fin de semana.
Asentí sonriendo, sin responder a nada ya que justo comenzaron a servir el almuerzo...
Una vez que mi tercer plato de comida quedó vacío, y yo a reventar, los padres de Molly se despidieron de nosotros y salieron de la casa dejándonos solos en la sala de estar.
—¿Cómo te sientes? —Me animé a preguntar luego de un rato.
—¿Te refieres a lo de ayer? Perfecta. Mamá dice que es normal que a veces me maree, los medicamentos son muy fuertes y tomará tiempo para que mi cuerpo se acostumbre. Pero una vez que lo haga, estaré como nueva. —Se encogió de hombros y me sonrió.
La miré de costado, sonriente. Un nudo se atoró en mi garganta, no podía más.
—Molly, mi pequeña Molly. Tú sabes que siempre te querré, ¿verdad? Has sido mi mejor amiga desde que tengo uso de razón y odio la sola idea de imaginarme que estés sufriendo...
—¿Ragnar, que pasa? Me estás asustando. —Tomó mis manos y puso una mueca.
—Es que yo... Hay algo que... Tú debes saber que...
Vamos Ragnar, al carajo todo. Joder. Respira, no debería ser tan difícil hacer las cosas bien...
—Verás, yo te he estado escondiendo algo muy importante y ya no aguanto más. Tienes que saber...
¡Joder!
—Amor, será mejor que atiendas ese teléfono. Parece importante.
Gemí frustrado y tomé el aparato que no dejaba de sonar. Cómo de costumbre, atendí sin ver quién era.
—¿Sí?
—Mierda, por el tono de tu voz parece que te he salvado de cometer una estupidez. —respondieron al otro lado.
—Ky... Eh —miré a Molly—. Linda, ¿Me darías un segundo? Sí es importante.
La rubia asintió algo extrañada, pero salió de la sala de estar tan rápido como pudo.
—Yo diría que acabas de ayudar a que siga cometiendo estupideces... —suspiré—. ¿Y que haces tú llamándome? ¿No que no hablabas por teléfono porque "no te gustan"? —La burlé con gracia.
—¡Argh! Que mal me imitas... Si lo hubieses hecho mejor puede que no me hubiese enojado. El punto, Ragnar, es que te dignas de oír mi melodiosa voz porque recordé que dejé mis jodidos discos en tu casa y me urge escucharlos para aliviar el griterío que hay aquí gracias a Rhys y su novia. Ya no aguanto... —Lloriqueó.
Miré hacia la cocina para ver si Molly no estaba por allí y sonreí.
—Tú y tus excusas baratas. ¿Por qué no admites que quieres verme?
—Pedazo de idiota, bien que te haces el seductor por teléfono y cuando me ves solo eres capaz de soltar balbuceos inaudibles... —gruñó Kye.
—Maldita... —Suspiré—. Estoy en lo de Molly, no puedo ir ahora. Te los llevo mañana a la escuela, ¿sí?
—¡Carajo! Bien, bien. Joder...
Me quedé como idiota mirando el celular al ver que me había cortado de la nada. Juraba por mi cámara fotográfica y todos mis negativos que jamás podría llegar a comprender a Kye del todo, era como una cajita de sorpresas, o una bomba de tiempo a contrarreloj. De todas formas, y aunque mi cerebro me gritase que yo en realidad no la conocía de nada, sentía que de a poco iba adentrándome más en su mente, tan diferente a la mía en algunas situaciones, pero tan parecida en otras...
—Loca... —Terminé por suspirar, desplomándome en el sofá.
—¿Todo en orden?
Me sobresalté ante la voz de Molly, pero negué.
—Sí, todo bien.
Ella no preguntó de quien era la llamada, Molly solía pasar por alto esas cosas. Tenía su autoestima bien puesta, al igual que su fe en nuestra relación. Sin embargo la notaba con un semblante algo preocupado, la había visto irse de la sala ya con él.
—Pero... ¿Tú estás bien? —cuestioné.
—No. ¿Cómo voy a estarlo si casi me matas de un susto hace rato? Para colmo te has quedado con la palabra en la boca cuando sonó ese móvil... —Se cruzó de brazos y me mostró una mueca de enojo.
Ah, sí. Pequeño de talle, Ragnar Novak. Casi que se te olvida...
Joder...
—¿Vas a decirme eso que te tenía tan preocupado? —Me tomó de las manos nuevamente—. Parecía algo serio.
No, no.
Sí, sí.
No, no aún.
—Eh... —maldita sea—. Es que me asustaba un poco tu malestar y quería decirte que me da algo de temor que este fin de semana nos alejemos tanto de la ciudad, corremos el riesgo de que te descompongas. ¿Cómo haremos para ponerte a salvo si te ocurre algo indeseable?
Si, lo sé. Era un completo cretino.
—¡Raggy! —Ella lanzó una carcajada que me erizó le vello de la nuca, parecía descolocada—. No ocurrirá nada malo, tontito. Además, si algo llegase a pasar, papá pedirá el helicóptero de la familia y en menos de un suspiro estamos aquí.
Sonreí y ella me abrazó. Rodé los ojos, como no recordarlo...
Is the rich man's world...
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Sunset
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