Capítulo 14
Nunca he sentido en carne propia lo que es compartir cama con alguien. Con Molly he dormido un par de noches, pero era porque casi siempre terminaba dormido con las películas que ella ponía en la televisión. Pero ¿esto? Esto era una experiencia completamente diferente a lo que había estado acostumbrado. Es que, ¡joder! Estaba en su casa. Estaba en la casa de la pelinegra de ojos bicolor que me volvía loco. Y no solo estaba en su casa, me encontraba en su cama, compartiendo un espacio que yo en su momento había considerado tan íntimo y ella sin ningún problema me había dado para usar.
Admito que siempre fui un estúpido con esto de controlar mis emociones, se me iban de las manos, lo he notado por la cantidad de veces que me vi a mÍ mismo apretando los puños para contener la furia o la frustración.
Kye ayer había tocado un punto que si bien era necesario hablar en algún momento, no esperaba que fuese tan pronto. Y tampoco esperaba que se diese en medio de semejante situación como la de ayer. Es que vamos, ella quería conversar de mis padres y yo solo podía pensar en cómo evitar mirarla cuando se había quitado la ropa y estaba empapada de gotitas de agua tibia.
No era buen momento. Pero definitivamente no lo noté sino hasta que ella se quedó en silencio y luego desapareció del cuarto de baño. Me quedé unos minutos solo, allí en el agua. Lo hice por dos razones, una fue porque comencé a pensar en que si quería progresar en todos los sentidos con ella debía ser más abierto en las cuestiones que me molestaban, y la otra era porque debía bajar la erección repentina que el semi-desnudamiento de Kye había provocado de forma totalmente inconsciente en mi sistema... O eso quería creer yo.
Compartir cama con ella fue cosa de otro mundo. Podía sentir su calor corporal, su respiración acompasada, esos ronroneos sutiles que había descubierto que realizaba cuando estaba profundamente dormida, sus movimientos lentos pero algo torpes cuando cambiaba de posición para estar más cómoda... Y aunque yo sabía que esto no tenía para nada una connotación sexual o algo por el estilo, me sentí bien de ser invitado a ocupar un lugar que era pura y exclusivamente suyo.
Durante la noche, antes de conciliar el sueño, estuve pensando mucho sobre mi vida. No lo hacía con frecuencia, intentaba ocupar mi mente en asuntos más banales que no me preocuparan demasiado, que no me condujeran a situaciones a las que tuviera que poner tanto esmero u ocupación. Pero esa noche fue diferente. Pensé en mi, en mi vida, en mi futuro... Aquel futuro que yo tenía escondido en un lugar recóndito de mi mente y que era realmente diferente al que mis padres tenían planeado para mí. Fantaseé con todo aquello que me gustaría hacer una vez terminada la preparatoria, como viajar por el mundo, estudiar la carrera que tanto me apasionaba: abogacía; quizás hacer varios cursos en diferentes lugares para profesionalizarme más en el asunto de la fotografía, que me encantaba. Eran muchos sueños los que tenía en mente y todos parecían tan lejanos...
Mis padres siempre habían dicho que quería que fuese contador, o quizás algo relacionado con la economía que me termine insertando en Nueva York para lograr que me convierta en uno de los tantos corredores de la bolsa. Sinceramente me parecía un sueño del asco, no porque fuera malo, sino porque la economía no me agradaba ni un pelo. Yo soñaba con ser abogado, quizás juez en algún futuro y con mucho esfuerzo. Me gustaban las leyes, el derecho... Me apasionaba ver casos judiciales, analizarlos, sacar conclusiones a partir de investigaciones realizadas, y abogar por un mundo un poco mejor... Sin tanta mierda dando vueltas en él.
Cuando, hace ya un tiempo, les hablé a mis padres de mis sueños... Dios, creo que fue el peor error que pude haber tenido en años. Mi madre se mantuvo al margen de la conversación, pero ¿mi padre? Me dijo de todo. Él era contador, uno muy bueno para su propio criterio, amaba los números y decía que no había mejor carrera que una económica. Que los arquitectos solo sabían decorar casitas, que los médicos nunca encontraban la solución a nada, que los profesores ya no sabían enseñar, y que los abogados eran puros mentirosos y estafadores. Él amaba los números, cualquier cosa que no los aplicaba a su manera, entonces no servía de nada.
Un pensamiento muy egocéntrico y corto, en mi opinión.
Así que cuando le dije que quería ser abogado y además, fotógrafo, por poco me desheredó. Me dijo que debía aspirar a cosas mejores, a ganar mucho dinero, eso un tribunal no me lo daría, y menos una camarita de mierda. ¿Donde quedaron mis sueños luego de eso? Bueno, al inicio quise eliminarlos, luego me di cuenta de que seguían ahí, arrinconados en lo profundo de mi ser pero siempre chispeando por volverse realidad.
Y ahora que estaba cada vez un poco más seguro de que quería despegarme del yugo de mis padres, esos sueños habían comenzado a asomarse, dando lugar también a otras aspiraciones que descubrí que tenía escondidas.
Esa noche, luego de pensar mucho mirando el techo y de ver de reojo a la pelinegra dormir, caí en un sueño profundo inducido gracias a la calma que me produjeron las respiraciones y los suspiros que Kye hacia inconscientemente.
Por la mañana, un aroma delicioso y un sonido de sartenes me despertaron. Refregué mis ojos con una mano y al abrirlos, noté algo cálido junto a mi cuerpo. Moví la cabeza y vi como una bolita envuelta en sábanas negras dormía con su cabeza pegada a mi hombro. Sonreí y me desperecé en mi sitio.
Tras unos minutos de contemplación, y por miedo a despertar a Kye, me puse de pié y me dirigí a la puerta de su habitación con la intención de ir y aunque sea comer algo. Moría de hambre.
—¿A donde vas? —Oí una voz adormilada y ronca.
—Kye... Hola —la saludé contemplando como se sentaba en el medio de la cama con el pelo revuelto y los pies enredados en las mantas. Se veía magnífica. Adoraría tener mi cámara en estos momentos—. Iba a salir para no despertarte, muero de hambre.
—¿Y piensas bajar con esa erección matutina? Podrías sacarle un ojo a alguien con eso.
Abrí grandemente mis ojos y bajé la vista. Ahí por suerte no había nada levantado.
—Muy graciosa. —Ella rió.
—Ve tú, te alcanzó abajo.
Asentí y salí de la habitación haciendo memoria del camino que había recorrido ayer por la noche casi a oscuras. No era difícil perderse allí, si bien era una casa de buen tamaño, era abierta. Además, el olor a comida delataba por si solo la ubicación de la cocina.
Llegué finalmente y contemplé todo con una sonrisa. Sí era un espacio grande, pero acogedor. Se sentía el ambiente a hogar y calidez que en mi casa no existía, y eso me puso de buen humor. Dando vueltas entre sartenes y mezcla lo que creía que eran hotcakes, una chica castaña y alta se dedicaba a producir aquello que hacía que prácticamente toda la casa oliese bien. Al verme, rodó los ojos pero con un deje de sorpresa.
—Ah, tú debes ser la nueva diversión. La salida está hacia la derecha. Descuida, Kye nunca sabrá que nos conocimos... —habló sacando dos platos.
—¿Qué? —pregunté confundido. ¿Quién era esta mujer?
—Sí, amigo. Ya entenderás, a Kye no le gusta que me cruce con sus polvos... Dice que como soy muy parlanchina después haré que tengan ganas de venir, y si no los disfruta como ella quiere será más complicado alejarlos. ¡Lo siento! Sigo hablando, yo no vi nada. —Se giró.
Me reí y tomé el atrevimiento de sentarme en uno de los asientos del desayunador.
—Pues en realidad...
—¡Maeve! —El reñido de Kye me interrumpió.
—Ay... Ya me descubrieron —la tal Maeve se puso colorada. Yo seguía sin entender quien era, además...
¿Qué tan frecuentemente Kye traía chicos aquí, para que esta mujer reaccionase de la forma en que lo estaba haciendo?
—Maeve, déjalo en paz y dale el desayuno. Pobre chico, no necesita soportar tus charlas matutinas. —Kye me guiñó el ojo.
—¿Desde cuando le das desayuno a los chicos que te follas? —habló Maeve. Comencé a toser y sentí mi rostro hervir. Ya entendí de donde sacaba Kye su manera tan directa y sin tacto de decir las cosas.
Las miré a ambas, eran parecidísimas. Las únicas diferencia estaba en la contextura corporal –la de Kye era más cercana al cuerpo de una guitarra, y la de Maeve más baja y delgada–, y en su pelo. Mientras Kye lo tenía oscuro y lacio, Maeve lo tenía castaño y con ondas, casi tirando al rubio. Respecto al resto, eran casi similares ¿Hermanas, quizás?
—No me acuesto con él. Ragnar Novak, ella es Maeve Griffin, mi descarada tía. Maeve, él es Ragnar, un buen amigo. —Hizo énfasis en la última palabra, nunca supe si para aclarárselo a ella, o a alguno de nosotros dos.
No quise saberlo.
La cara de la tía de Kye, que no parecía su tía, se tornó de varios tonos de rojo, delatando lo avergonzada que estaba. Me tendió su mano a través del mesón y con gusto se la acepté.
—Lo siento, lo siento. ¡Ay madre santa, que avergonzada estoy! Es un placer, lo siento... —se disculpó.
—No hay problema, es un gusto conocerte.
Dando por acabadas las presentaciones, Maeve nos sirvió el desayuno. A mí me dio un plato gigante de comida, y no supe si era porque me veía medio flacucho o era porque quería amedrentarse por lo que había dicho. De todos modos, acepté de muy buena gana el plato lleno de frutas, chocolate y hotcakes.
Cuando ambos terminamos el desayuno, la tía de Kye se despidió y desapareció por una gigantesca puerta en la que antes no había reparado.
—Es su estudio —la pelinegra pareció adivinar mis pensamientos, bebió un poco de su chocolate y volvió a hablar—. Es diseñadora gráfica.
Asentí comprendiendo. Luego de desayunar y vestirnos para salir, ambos despedimos a Maeve y salimos rumbo al auto. Ese día claramente no iríamos al instituto, pero algo dentro de mí en vez de molestarse, sintió curiosidad al recordar que Kye había prometido mostrarme algo.
La dejé conducir, después de todo yo no sabía a donde quería llevarme. Anduvimos un rato en el coche, casi como una horas. Ambos compartíamos charlas amenas y algún que otro dueto en la radio, yo cantaba a pura voz pero por alguna razón ella casi susurraba la letra, como si tuviese miedo de cantar. Quizás no lo hacía tan bien y se avergonzaba de ello, aunque para ser sinceros, no entendía por qué se preocupaba: mi voz era una mierda y no me molestaba aquello, menos cuando la veía de costado asomar una que otra sonrisa de diversión.
Tras un buen tramo, llegamos a una zona bastante alejada de Los Ángeles, muy parecida a un pueblo, pero bastante rústico y bien cuidado. El verde abundaba por todos lados, las casas estaban hechas de ladrillo a la vista, madera y piedra, y le daban un toque muy elegante al lugar pero sin parecer ostentoso. Me sorprendió no conocerlo, era realmente precioso.
Kye subió una colina empinada cuyo camino estaba cubierto de árboles que formaban un techo con sus copas, y llegamos a una especie de mirador pequeño.
Cuando ella estacionó el auto, descendimos.
La vista era preciosa, si bien no era un amanecer o la ciudad iluminada por la luz en medio de la noche, se podía verla por completo: con su característico ajetreo, sus edificaciones, sus playas, y las pequeñas motas de espacios verdes.
—Nunca he visto Los Ángeles desde aquí arriba —murmuré sentándome en un banco al lado de una pequeña laguna artificial. Ella se sentó a mi lado—. ¿Este es el lugar que querías mostrarme?
El silencio nos invadió por un rato. Supuse que no respondería hasta que la oí murmurar.
—Tenías razón ayer por la noche... Nunca he sentido la falta de amor paternal, nunca he vivido con esa desesperanza que tienes tú al saber que solamente tienes dos opciones que tomar frente a tus padres: ser quién eres y arriesgarte a que no te acepten, o hacer lo que dicen y de todas formas sentir que ese cariño jamás será genuino. He pensado mucho, conozco padres que no quieren a sus hijos y repito, no los justifico en absolutamente nada de lo que quieren hacer, pero tampoco estoy de acuerdo totalmente con lo que dices. Creo que ellos te quieren de una manera diferente a la que tú toda la vida has esperado que lo hagan, y eso te hace pensar que no hay amor en sus corazones hacia ti. El punto es, Ragnar, que no puedes mendigar el amor que deseas, porque no todos reciben lo mismo que están dispuestos a dar. Y eso es lo que te ha llevado a pensar que tus padres no te quieren, pero aunque no lo creas, con más o menos amor, ellos están ahí. Están ahí te guste o no, y es su deber cuidarte, más o menos estrictos... Tienes más de aquello con los que otros solo pueden soñar, tienes más de lo que yo tanto deseo. Enfrenta a tus padres, revélate si quieres, diles lo que sientes. Pero no los alejes, no destroces ese vínculo a menos que ya sea insoportable para ti y te haga demasiado daño. Cuando quieras arreglar las cosas podría ser muy tarde ya...
Ambos mantuvimos nuestro silencio, ella mirando el paisaje y yo pensando profundamente en cada palabra que había dicho. ¿Más de lo que ella deseaba? ¿Kye había perdido a sus padres? ¿Qué había ocurrido?
Estuvimos muy poco tiempo en ese lugar, ella parecía no aguantar el hecho de estar allí, pude ver solo de reojo como sus ojos se cristalizaban, pero no más que eso porque se puso de pie y camino hasta meterse dentro del auto.
Solo cuando me levanté lo descubrí. Una placa en el suelo, justo al borde del mirador.
"Aquí vuela tu esencia. Tú espíritu se cuela en el viento que nos envuelve, abrazándonos el alma y viviendo en nuestra memoria.
Amado padre, hermano e hijo. Siempre con nosotros.
Descansa en paz, Dago Griffin"
Uy... ¿Qué pasó aquí? Ni yo lo sé.
Gente hermosa, SONDER llegó a los 1.3k de leídos. ¡OMG! Sigue subiendo con fuerza, sigo agradeciéndoles a cada paso.
Este capítulo va dedicado a tres personas hoy:
LittleT1_2_3 ¡Gracias hermosa por seguir mi historia siempre! (Pd: lean su historia "They don't know about us")
Gracias a Aimuis y a Mafia_Queen__R por compartir mi historia a sus miles de fieles seguidores. ¡Regalos como estos me motivan muchísimo!
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Les dejo mi Instagram (@ethereallgirl) y el de las chicas (libros.wattpad_cafe) ¡Que están a nada de llegar a los 11k de seguidores!
¡Nos leemos pronto, besitos virtuales!
Sunset
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