Capítulo 11
MARATÓN 3/3
Leer nota al final ❤️
En toda mi corta existencia jamás me he preocupado por entender y aplicar la palabra autocontrol. Yo siempre he hecho lo que me ha venido en gana y casi nunca he tenido remordimiento por ello. Ya se pudo ver que soy un ser humano con las emociones bastantes marcadas, y eso, por más que me jodiese admitirlo, muchas veces me ha jugado en contra. Es que quizás este era uno de mis mas grandes defectos, y también —por que no— una de mis grandes virtudes. Siempre he sido muy impulsiva a la hora de actuar, por lo general solía tomar a esa parte de mi que llevaba el nombre de razón y darle una patada digna de jugador de fútbol americano y lanzarla lo más lejos posible de mi. No cargaba culpa pero a veces debía atenerme a las consecuencias, como ahora, ya que de mi mente no se borraba el rostro de Ragnar y lo estúpidamente inmadura que había sido ayer por la mañana.
Sí, el sujeto se había comportado como un ególatra narcisista; y sí, me había molestado a sobremanera. Aún así no podía justificar la razón por la que lo había golpeado dos veces en un mismo día...
—Kye —unos dedos chasquearon frente a mis ojos, parpadeé—. Odio que hagas eso. Te olvidas del mundo cuando te enfrascas en tu mente.
—No hago nada. —Me justifiqué ante Rhys.
El peliazul rodó los ojos y corrió su vista hacia la nevera de la cocina, con disgusto.
—¿Hasta cuándo dices que se quedará? —volvió a preguntar.
Suspire y apoyé la frente en el mesón de mármol gris.
—Me dijo que un par de semanas, pero con él nunca se sabe...
—Aún no entiendo cómo le has permitido quedarse —Rhys chasqueó la lengua—. Solo míralo, parece dueño y señor de nuestra casa.
—Mi casa, querrás decir.
—La casa de Maeve, para el caso.
Hice lo que me dijo, levanté la vista. Mis ojos viajaron hasta la nevera con las puertas abiertas de par en par, y dentro, la cabeza de Heath Lafourcade curioseando para ver qué alimentos podía tomar y así calmar -según él- su hambre voraz.
Era uno de esos sujetos que jamás podía pasar desapercibido, no por como se veía, sino por como se desenvolvía. Si bien Heath era atractivo, no era del tipo común. Era una belleza de esas que tenías que mirarla más de una vez para descubrirla, porque a simple vista no notabas los detalles. Sus movimientos eran cautivadores, decididos; su tez almendrada brillaba gracias al bronceado caribeño del que recién había llegado, porque él era así: impulsivo, caótico, brioso. Iba y venía de la nevera a la mesada de la cocina dejando una estela varonil que hace un par de años me había cautivado, y de la que ahora había aprendido a mantener mi distancia; porque si te descuidabas, Heath podía llegar a ser muy adictivo, y no era lo ideal. Atrapaba demasiado, a simple vista claro está, sabía como manejar la labia para seducir a las muchachitas primorosas que eran sencillas de persuadir. En lo profundo de la intimidad, era un sujeto de simple razonar, hablaba más de lo que actuaba, y era de esas personas que al ofrecer algo, siempre pedía otra cosa a cambio... Él aceptaba todo sin preguntar, y esperaba lo mismo de los demás. Sonaba bien a veces, pero cuando Heath pedía cosas a cambio, no podías cometer el error de negarte.
—Si quieres sexo, solo pídemelo Kye. No me mires así. —Su característico acento francés me sacó nuevamente de mis pensamientos.
—No, idiota. Solo quiero saber cuando piensas irte de aquí. —Di un resoplido, alejando el mechón de cabello que había caído del recogido desaliñado que llevaba.
—¿Irme? ¡Si apenas acabo de llegar! —Asomó una sonrisa socarrona, posando sus ojos cafés fugazmente en los míos.
—Y desde que has pisado esta casa has puesto mi paciencia al límite.
—No es lo único que he puesto al límite, al parecer llevabas bastante tiempo sin un poco de diversión —movió sus cejas con un falso gesto de sensualidad—. Pensé que realmente me querías aquí, me has dado una gran bienvenida el domingo por la noche.
—La única razón por la que he aceptado que te quedes es porque jamás pides algo, así que aproveché para usar el favor que me debes algún día que lo necesite. No me imaginé que al enviarte ese erróneo mensaje fueras a presentarte realmente en mi habitación tras casi un año de haber desaparecido.
Rhys, que observaba la conversación callado y extrañamente tenso, se puso de pie y susurró en mi oído que me esperaría afuera. Asentí, entendía que quisiese irse, después de todo Heath y él se llevaban fatal desde el momento en el que se vieron por primera vez. El chico de ojos cafés lo molestaba para hacerle enojar, y Rhys tontamente caía en sus juegos manipuladores.
—Me desilusiona un poco que me uses, pensé que éramos amigos... —Asomó una mueca falsa de tristeza, y se llevó una manzana a la boca.
Me reí. Tomé mi mochila y me acerqué hasta él para dejar un beso en su boca, llevándome su labio inferior entre mis dientes y un deje de acidez propio del sabor de la fruta.
—Acéptalo, tú y yo jamás seremos amigos.
Salí de casa y me subí a la motocicleta de Rhys rumbo a un nuevo día de escuela, y por ende, uno nuevo de castigo. Qué vida la mía...
Por la mañana los martes se volvían algo cansadores. Muchas horas de ciencias, matemáticas y economía... Tres cosas que yo odiaba, o bueno, la ciencia no tanto, disfrutaba bastante las horas en las que debíamos ir al laboratorio a hacer mezclas y compuestos... Siempre había algún pícaro que hacía explotar los matraces.
Casi siempre era yo...
Es que realmente era divertido mezclar cosas de la que no sabía que iba a salir, a veces podía crear masas elásticas y viscosas, y a veces, incendiar el banco de trabajo del laboratorio.
Me habían pasado ambas.
Sin embargo, hoy no había quemado nada, no había estado riéndome a carcajadas y gritando groserías por el pasillo de Reachmond... Vamos, ni siquiera me había peleado con la vieja profesora Campbell. Mi mente se encontraba divagando solo en una cosa.
Cosa que se encontraba sentada cuatro bancos hacia la derecha del mío.
Tampoco hacia nada, ni siquiera respondía a las bromas que uno de sus mejores amigos le hacía. No podía evitar sentir algo de arrepentimiento por lo que había sucedido ayer, y me lo dije a mi misma. Me había pasado de la raya, demasiado.
Sí, yo, Kye Griffin, sintiendo arrepentimiento. Estúpido chico de oro.
Me le quedé viendo cómo una jodida idiota, y supongo que se dio cuenta. Como no hacerlo si prácticamente le estaba haciendo un agujero en su perfil con mi vista. Su rostro se giró apenas hacia donde me encontraba, lo suficiente para verme sin que la profesora de literatura notase que había dejado de prestarle atención a su clase. Lo único que se interponía entre el choque de miradas era la cabeza de su amigo, que Ragnar no tardó en tirar de la ropa y echarlo hacia atrás.
Me miró. Lo miré también.
Sacábamos chispas.
Asomó una débil sonrisa ladeada, casi imperceptible, y volvió la vista al frente...Durante lo que quedó del resto de la hora, no me enteré nada de lo que habló la profesora de literatura.
Ah, los castigos... Inútiles intentos de correctivos que los profesores impartían por los pasillos a los alumnos como si de dulces se tratasen, con las utópicas esperanzas de que la rebeldía adolescentes se aminorase un poco al hacerles limpiar media escuela, o mantenerlos encerrados por horas en un aula con olores dudosos y adultos que se dormían esperando la hora de largarse de aquel lugar repleto de púberes.
Ah, los benditos castigos...
Los adultos no se daban cuenta que castigar a los jóvenes solo servía para darles más razones al momento de alzarse contra la autoridad. Pobres ilusos, creían que podían cambiar la mente del futuro, cuando el futuro ya había nacido evolucionado.
—Señorita Griffin, las mesas no se limpiarán solas. Yo le aconsejo que comience ahora sí quiere irse temprano. —me retó la voz de la profesora Ilksen.
—Ya le dije que no empezaré hasta que no llegué mi compañero de castigo, no haré más trabajo del que debo.
Su mirada se cruzó con la mía, y en cuestión de segundos nos pusimos a discutir casi a los gritos. Vieja psicótica, parecía que se le iban a salir los ojos de sus cuencas de la rabia que cargaba. Mi actitud burlesca a cada palabra que ella decía la estaba comenzando a poner colérica, y yo solo podía regocijarme y sentirme orgullosa de mi comportamiento.
—Profesora... —Se oyó una voz ajena a las nuestras—. No vale la pena discutir con la alumna Griffin, ya estoy aquí.
—Usted no entiende señorito Novak, me la llevaré a dirección por falta de respeto a sus mayores. —La profesora Ilksen se giró a ver al Ragnar, y yo aproveché para hacerle caras raras y muecas a la antipática mujer.
—No se preocupe, Iris —la trató por su nombre de pila, mientras aguantaba una carcajada mirándome de reojo—. No es necesario llevarla a ningún lado, ya tiene demasiado castigo. Prometo que no volverá a actuar de esta manera, yo me haré cargo.
—¡Pero...!
—Despreocúpese, nosotros dejaremos todo perfecto.
Ragnar le sonrió y finalmente, la profesora Ilksen asintió encantada. Le dio una palmadita cariñosa en la mejilla al pelirrojo, una mirada de odio a mi, y se fue.
—Tienes que dejar de meterte en problemas.
—¿Por qué habría de hacerlo? Si al final me terminas salvando el trasero. —Sonreí y comencé a limpiar la comida pegada.
—Y a veces también te meto en ellos...
Paré de sacar la suciedad y me giré, apoyando mi cintura en la mesa.
—¿En traseros?
—No —rió suavemente—. En problemas.
—Ah, sí, a veces. Pero supongo que estamos a mano... Tú me acusaste con la directora, y yo te pateé la descendencia. —Señalé su entrepierna.
—¿Y lo de la nariz?
Me encogí de hombros. La realidad era que había actuado impulsivamente. Encontrarme a Ragnar besando a su novia y ver que pese a todo no me sacaba los ojos de encima, más lo ocurrido el domingo en la puerta de mi casa, me habían puesto rabiosa.
_Bueno, si no tienes ninguna explicación del por qué casi me quiebras la puerta del salón de biología en el rostro, entonces me lo debes. —Se acercó hasta donde me encontraba y se apoyó en el trapeador, quedando cerca de mi cuerpo.
—¿Acaso me vas a pegar?
—Jamás te pondría un puto dedo encima, créeme. Me voy a guardar el favor para otra ocasión.
Esperaba que eso de no ponerme un dedo encima no aplicase para todos los ámbitos...
Mente fría, mente fría Kye.
—Mmm... Hecho —resoplé.
—Kye... —Suspiró—. Lamento si me comporté como un idiota la otra noche, es que no se por que lo hice. Tú... Tú me descolocas, y lo que menos quiero en este mundo es que malinterpretes lo que hago, no quise parecer un ególatra o que pienses que estoy contigo por otra razón que no sea la que hemos acordado... Así que te ofrezco mis disculpas.
—Está bien, entiendo. —Me mordí la lengua, no era para nada buena manejando este tipo de situaciones sentimentales.
—Ajá. ¿Tú no vas a decirme nada? —Señaló su nariz con gracia. Asomé una carcajada baja.
Negué. Claro que tenía unas disculpas atragantadas en la garganta, pero yo era dura, además... Me había dado cuenta de que me gustaba molestarle.
Ragnar, en vez de enojarse como pensaba que haría, comenzó a hacer bailar sus dedos por mi vientre sacándome un grito del susto. Observé su vano intento de hacerme cosquillas.
—No... No puede ser —subió sus ojos hasta los míos, con frustración—. No tienes cosquillas. ¿Cuántas sorpresas traes?
Me encogí de hombros y sonreí de lado. Él no apartó sus manos de mi cintura.
—¿Amigos? —sugirió tras unos segundos de silencio.
—Por ahora, estamos en paz...
Sus brazos me rodearon repentinamente y se me salió un jadeo al sentir que mis pies no tocaban el suelo. Ragnar me estaba dando uno de los famosos abrazos de oso. Él último que había recibido había sido de mi padre, y de eso hace ya un par de años.
—Vamos Kye...
Rodé los ojos cuando clamó en mi oreja, pasé mis manos por su cuello y apoyé mi cabeza en su hombro. No me haría tanto de rogar.
—Tambien lo siento, rojo... —murmuré finalmente.
Yo, Kye Griffin, estaba correspondiendo a un abrazo de oso.
¡FIN DE LA MARATÓN!
¿Pueden creerlo? No solo llegamos a los 1k de leídos, sino que los superamos...
Hace un mes, esto era solo un sueño para mí. Una idea no muy clara de lo que quería compartir con el mundo. Y mirennos, aquí estamos, creciendo a pequeños pasos, que ante mis ojos se ven enormes.
Gracias por todo el cariño. Por secundarme haciendo lo que más amo, y ayudándome a crecer en el proceso.
¡Espero que les haya gustado! Recuerden que pueden votar, comentar y compartir. ¡Así llegamos a los 2k y comparto más que solo maratones! 👀👀
Mi Instagram: @ethereallgirl
¡Nos leemos pronto, besitos virtuales!
Sunset
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