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24.

Dulce, con tonos de anís

—Espero no molestarlas con mi atrevimiento —Vana procedió a acomodar la tarta de manzana en la bandeja de cristal de la cocina. El olor a masa recién horneada inundó la cocina—. No he podido dejar de pensar en la forma tan impropia en que las traté los otros días, y siento que, debemos cerrar ese capítulo de manera oficial.

—Por favor, si vino hasta acá, que no sea para recordar malos tragos. —Lena continuó la conversación, ante el silencio de Zuri, quien apenas manejaba una sonrisa—. De todas maneras, nuestros planes para el sábado en la noche, no iban más allá de ver televisión. Estábamos pensando...

—Sigo pensando —interrumpió Zuri, mientras invitaba a  Lena a hacerle compañía en el  baño, alejándose de la cocina. Vana pareció ignorar su desaire mientras hacía suyo el espacio, optando por hacer café en lugar del usual té frío.

—¿Por casualidad mencionaste que invitamos a Walker a cenar? Hazlo rápido y manda a esta mujer a empacar. 

—Estaba a punto de hacerlo, con la intención de invitar a la enfermera Fisher a quedarse —Lena se mostró sorprendida por la aparente actitud de su amiga—. Zurina, sé que tienes tu forma de ver las cosas, pero para ser una persona tan dada a la conversación y tan transparente con tus sentimientos, no pareces tener un lugar para Vana. No es una mala persona, es una mujer que está sola y es obvio que está tratando.

La observación sobre su transparencia se sintió como un ataque, a pesar de que Lena no tenía idea de que Zuri le estaba ocultando información. Pero decir todo lo que había descubierto en frente de Vana no era una opción. Podía, sin embargo, contar con el elemento sorpresa.

—No hay problema —sonrió—. ¿Quién sabe si es mi momento de seguir jugando a cupido? Walker anda soltero y todo lo demás. De seguro, Vana ha de disfrutar de su compañía. Es solo que, la llegada sorpresiva me sacó de tiempo. Pero donde comen cuatro, comen cinco.

—Doctora Harrington —Vana se asomó por el arco que daba la cocina. El hecho de que mencionara solo a Lena, les dio a entender que tal vez sí se ofendió con la actitud de Zurina—. No encuentro los filtros, ¿me puede ayudar?    

—Por favor.  —Zuri insistió, agarrando el brazo de su amiga y en ese toque suave de piel a piel y en el tono de súplica de sus palabras le dio a entender que tenía un mundo de razones. —Todo bien, pero no menciones a Walker.   

Antes de volver a la cocina, echo un ojo a su teléfono. El texto que envió a Ray seguía sin contestarse, Key le envió un mensaje corto que leía:

Llego a las 7:00 AM. Esperen por mí.

***

—Abuelo, se trata de un evento importante, necesito al menos una hora más.

Annie llevaba a Ray arrastrado por el centro comercial. De todas las actividades que realizaba con su nieta, seleccionar ajuares era la única que le molestaba lo suficiente como para desear tener a alguien que la acompañara en su lugar.

—Una hora más fue lo que dijiste hace una hora, Annie. Estoy empezando a extrañar los días en los que compraba toda tu ropa en el Walmart. ¿No pudiste coordinar con Lidia Sutherland, o la madre de alguna de tus amigas, para correr este maratón?

Sabía que Annie no tomaría sus palabras en serio. En un año estaría graduándose de preparatoria, y merecía todo lo que él le había prometido comprarle a cambio de mantener un buen promedio. 

Al verla de tienda en tienda, llevando su eterno amor por suaves tonos de amarillo a niveles que pasaron de intereses de niña a joven mujer demasiado rápido para su gusto, solo pensaba en el día en que la chica ya no contara con su aprobación, cosa que le aterraba y le hacía sentir orgulloso al mismo tiempo.

—Maldita sea —comentó por lo bajo—. Ya ni batería me queda en el celular.

—Nadie va a llamarte. —Le hizo saber Annie, mientras le entregaba un paquete para guardar.

Quisiera haber sido tan ignorante de todo como su nieta, pero tuvo que conformarse con pensar que no existía razón para preocuparse. En la mañana habló con Sutherland, y Key le preguntó si Lena o Zuri se habían contactado con él. Tras indicarle que las mujeres no le habían hablado aún, Sutherland le dijo que no se preocupara entonces. Las instrucciones eran contactarlo, en caso de una emergencia.

No puedo seguir complicándome la vida de esta manera —pensó—. O maldiciones centenarias, o una adolescente...

***

—Es curioso —comentó Vana—, como la comida caribeña y la sureña tienen tanto en común. —La mujer no fue otra cosa que complaciente, prestando una mano en la cocina y comentando asuntos triviales, alejados del trabajo, al punto de que Zuri se relajó bastante y Lena la estaba pasando de maravilla.

—Influencias africanas, supongo —contestó la primera mientras terminaba una porción de verduras—. La historia puede ser larga y trágica, pero la comida nos trae a todos a la mesa.

Estaba a punto de decir otra cosa cuando el celular de Vana dio un timbre. La mujer se disculpó de la mesa, para contestar.

—Por lo visto, solo hacía falta que alabaran tus frijoles de ojitos negros y jamón para ganar tu buena voluntad de nuevo —Lena bromeó—. Es una pena que Walker no apareciera, hiciste comida demás.

—Si está tan deliciosa como dices, no hay tal cosa como demás. —Zuri volvió a mirar su teléfono. Nada de parte de Ray. Vana volvió a la mesa, y esta vez, la disposición alegre no se quedó con ella.

—Acabo de recibir una llamada personal. Me temo que tendré que volver a casa. Pero, no antes del postre. A la tarta de manzana le hace falta algo. Denme unos segundos para coronarla con azúcar morena y crema batida. Les aseguro que valdrá la pena.

El sol comenzó a caer, y, como suele suceder en lugares montañosos, el crepúsculo se sostiene gris, para luego abrir espacio a una oscuridad casi insondable en cuestión de minutos. Los ojos de Lena siguieron el cambio de luz. Se puso en pie, haciéndole saber a Zuri:

—Key me está llamando.

Zuri sintió alivio ante la idea de que Sutherland se comunicara con Lena, le dejó el espacio para que esta contestara, entreteniendo a Vana y su obsesión con las tartas.

—¿A dónde fue Lena? —Era la primera vez que se refería a ella por su nombre.

—Atendiendo una llamada personal. —Ambas podían ver la figura de Lena, caminando de un lado a otro en el patio trasero.

—Entonces, debes probar la tarta. Si no termina en unos minutos, tendré que irme, pero quiero asegurarme de que disfruten de esto, que he hecho con mucho cariño. La crema del tope, con el glaseado de azúcar morena, es una receta de familia.

Zuri estaba deseosa de que Vana se marchara, cualquier cosa era mejor que tenerle allí. Necesitaba hablar con Lena sobre las condiciones de la pasantía. Hasta ahora, Vana Fisher había probado ser una mujer reservada, pero eso no la hacía sospechosa. Lo más importante era determinar si la misma era confiable.

Probó un bocado de tarta. Era, tal cual la mujer indicó, exquisita.   

—¿Qué tipo de manzana utilizó para el relleno? —Vana iba de camino a llevarle un trozo a Lena, así que decidió detenerla con un poco de conversación.

—Manzanas verdes, querida. —Vana volvió sobre sus pasos para atender a Zuri.

—¿Y la crema? Tiene un sabor particular. Dulce, con tonos de anís.

La cuchara de postre se le escapó de las manos. Cuando trató de levantarla, su brazo derecho colapsó por completo. Zuri se vio presa de una inesperada fatiga, sus ojos, desorbitados, trataron de buscar a Lena, pero la figura de Harrington se empezaba a ver más lejana, con menos sustancia.

Vana la acomodó de manera tal que su torso quedó sobre la mesa. La cabeza reposaba en su hombro izquierdo, como quien ha decidido tomar una siesta en un lugar inapropiado. El celular comenzó a vibrar en su bolsillo, y Vana le dijo de parte de quién era la llamada. Después de todo, uno que otro sentido todavía le quedaba alerta.

—Key Sutherland, Zuri. Hoy ha sido un día ajetreado para ti, entre una y otra llamada. No creo que debas contestar. ¿Sabes? Pensándolo bien, tampoco debiste llamar a averiguar sobre la pasantía. Debiste haberte conformado con la beca. Me caías lo suficientemente bien como para perdonarte la vida. Pero sabes demasiado. Ahora duerme, duerme, hasta que no despiertes.

Mientras la respiración agitada de Zuri comenzaba a bajar frecuencia, sus ojos empañados de sombras, trataron una vez más de buscar a Lena.

La mujer que veía a través de la ventana no era su amiga, se había convertido en la representación de la belleza etérea. La ropa casual que llevaba en la cena se fue transformando en un traje azul de caída en cascada, ajustado a su espalda por finos hilos plateados. Bailaba descalza, girando en un círculo lento e hipnótico, entrando con cada paso a una realidad diferente de la suya. Ambas estaban destinadas a morir, una de manera consciente, la otra, celebraba el canto fúnebre de la sonata nocturna, como si se tratara de la mayor de las recompensas.

***

Ray Walker estaba llegando a las inmediaciones de Grafton cuando Annie, miró su teléfono, extrañada.

—¿Qué te pasa, muchacha? ¿Viste al diablo? Ah, se me olvido que ustedes usan los teléfonos para todo, menos para hablar.

—Me está entrando una llamada. ¿Del entrenador? —Tan pronto contestó, le pasó el teléfono al abuelo.

—Ray, dondequiera que estés, ve a casa de Lena, sin detenerte en ningún lugar. —La voz de Sutherland se sentía entrecortada, más que una orden, era una súplica—. Estaba hablando con ella y, de repente, se cortó la conversación y luego... mantente en línea, quiero que escuches esto. Voy de camino, pero te comunico con Lena. Zuri tampoco contesta y solo tú puedes ayudar.

Tras un par de segundos, la línea vierta se convirtió en una llamada entre tres.  En el fondo, Ray podía escuchar a Key, pidiéndole a Lena que reaccionara, mientras tanto, Harrington solo repetía una frase, entre risas ahogadas:  «Vienen por nosotros, Key. Vienen por nosotros.»

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