Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

15.

Historias perdidas en el tiempo

Grafton estaba sumido en silencio. Se trataba de uno de esos domingos donde la humedad le gana a la voluntad, y el índice de calor sube a puntos donde se expone la salud. Hasta los vecinos que disfrutaban de pasar las tardes en el balcón, optaron, con algo de renuencia, a encerrarse en sus casas, a disfrutar del aire acondicionado.

Nadie notó la llegada del sedán azul, y, de haberlo hecho, no se hubieran sorprendido. Si bien era cierto que Vana Fisher tenía la casa rentada, el espacio seguía siendo de su propiedad. La mujer entró a la casa, cerrando la puerta tras de sí. Observó cada habitación, tomando nota de cómo la forma en que sus inquilinas habían hecho suyos los espacios, indicaba algo sobre la personalidad de cada una.

Zuri parecía extrovertida en gran manera, pero la forma ordenada en que acomodaba la ropa en el armario, codificada por color, la delataba como a una persona que, dependiendo del contexto, optaba por el orden. La idea del caos organizado era algo con lo que Vana podía conectar.

Lena, Lena seguía siendo un misterio. En alguna conversación casual, Zuri le indicó a Vana que Harrington le había dado permiso para acomodar sus cosas. De ser así, y contando con el obvio amor por el orden que la primera mostraba, entonces, Zuri no hizo otra cosa que seguir instrucciones, basadas en años de amistad.

Una tras una, las maletas de Harrington aparecían en fila, abiertas, con fácil acceso a las prendas de ropa. Esto, a pesar de contar con un armario amplio. Contrario a Zuri, quien tenía sus efectos personales acomodados libremente en el baño; los de Lena permanecían en una caja.

—Es como si, a nivel inconsciente, supieras que debes correr. —La mujer dijo, mientras su voz se perdía, sin respuesta, en la casa vacía.  

Sacó su celular, y marcó un número en Nueva York. A pesar de ser domingo, las oficinas del Centro de Ayuda Económica siempre estaban abiertas.

—Habla Vana Fisher, en respuesta su llamada. Disculpe la tardanza en contestar. Estos días han sido agitados.

—No hay problema, señora Fisher.  —La voz del otro lado de la línea la trató con la deferencia con que se trata a contribuyentes de alta escala—. Queríamos agradecer una vez más su patrocinio. Los estudiantes becados con la pasantía han demostrado progreso en sus primeros días. Solo nos preocupa Lena Harrington. Causas ajenas a su voluntad no le han permitido cumplir con ciertos días y...

—No se preocupe por Harrington —Vana respondió de manera cortante —. Ya les advertí que ella queda bajo mi supervisión en Morganton. Por favor, y esto es importante, si es que quieren que asuma los gastos de sus becados: nadie debe saber que el fideicomiso Shea, de Georgia, está patrocinando los cursos de verano.

—Esa información es confidencial, como lo acordado.

—Entonces —concluyó Vana—, no tenemos nada pendiente a discutir. Buenas tardes.

Nada le molestaba más que la burocracia. Eran asuntos vulgares, en extremo.   

***

En Savannah, el grupo de visitación de la iglesia decidió que eran demasiados para la señora Hardy. Pronto encontraron otros viejecitos necesitados de galletas de chispa de chocolate y una que otra oración.

Sentados en el amplio patio cubierto, flanqueado por enormes ventiladores, Ray, Lena, Key y Zuri se sentaron en un semicírculo junto a Susan Hardy.

—Señora Hardy, ¿me recuerda? —Lena se dirigió a la mujer con su dulzura característica, los demás mantuvieron una distancia prudente, para no perjudicar a la mujer, quien podía perturbarse al tratar con personas que considerara extrañas.

—¡Por supuesto! Usted es la amable doctora de la otra vez. La suplente del doctor... —Sus ojos se oscurecieron con un asomo de duda, Lena hizo lo posible por ayudarla—. ¿Ha visto a Sara? No la he visto en días.

La mención de su hija muerta fue solo eso, la mujer no pareció extrañar su ausencia por mucho tiempo. 

—Señora Hardy, ¿recuerda a Ray Walker? Él ha llegado aquí a visitarla.

—¡Claro, Ray! —La mujer se fijó en Walker, y sonrió—. Fue muy valiente lo que hiciste, salvando al hijo de los Sutherland. Es una pena que seas un hombre tan privado. El pueblo entero debería celebrar lo que hiciste. No todos los que ven entre la arboleda vuelven.

Key comenzó a sentirse enfermo. De forma inconsciente, se llevó la mano a la parte trasera de la nuca, donde tenía tres pequeñas, pero profundas cicatrices, las cuales se replicaban en otras partes de su cuerpo. Esas heridas eran las marcas presentes de un espacio en su memoria, el que nunca recuperó del todo.

—No tienen que permanecer aquí —Zuri le indicó a Lena y a Sutherland—. Yo me las arreglo con Walker. 

—Es nada. Estaré bien. —Por primera vez, desde que volvieron a encontrarse, Lena vio un cambio en la disposición de Key. Se convirtió en alguien sombrío, rayando en lo agresivo. Se sentó alejado de ambas, pero a una distancia que le permitía escuchar lo sucedido, de así desearlo.

—Tienes razón, Susan —Walker continuó hablando con la anciana—. No creas que no soy parcial a una buena celebración. Es solo que, a la hora de explicar lo sucedido, uno no se siente de ánimo para entrar en detalles. Y ya sabes, quien fiesta ofrece, satisfacción reclama...

—No quieres hablar de los que se esconden en la arboleda.  —La anciana guardó silencio, para pasear sus ojos sobre el patio. El césped estaba muy bien cuidado y los arbustos, si algunos, se encontraban recortados de manera tal que se veía de forma ininterrumpida hasta el muro de la propiedad—. Me gusta este lugar, nada se oculta entre los árboles. Nada canta o llama nuestros nombres. Nadie nos ve con ojos crueles, ni grita nuestros nombres, con desprecio.

—¿La arboleda llamó tu nombre, Susan? —Ray estaba llegando al momento de la conversación que le interesaba.

—No —contestó la mujer, dejando escapar un intenso suspiro—. Los que se ocultan solo llaman por Finland, Sutherland, Shea y Walker. Y, seguirán clamando hasta que no quede uno que no se haya entregado. Uno para bien, otro para mal, todos a la tierra. —Sus manos arrugadas sostuvieron las de Ray entre las suyas. Por un momento, pareció captar que las manos de Walker no eran tan jóvenes como las que se presentaban en sus recuerdos. Levantó la vista, y se fijó en el hombre de cabello castaño en sus veinte y tantos, que se negaba a hablar. ¿Era acaso el chico Sutherland? Pero algo más urgente salió de sus labios—. ¿Alguna vez has amado a alguien, Ray?

—Muchas, y al mismo tiempo solo una. —Walker dio una palmada sobre la mano de la anciana—. En un mar de rostros solo permanece el de mi esposa.

—Lo mismo puedo decir. Mina Shea fue el amor de mi vida. Ella, escuchaba las voces. Se debía a la canción del bosque, y por causa de ella, yo las escuché también. Pero no fue la canción del bosque lo que nos separó. —La mujer volvió a ser una adolescente, buscando piedad en los ojos de Walker. Al encontrarse con la actitud compasiva de Ray, continuó—: La sonata reclama cerrar un círculo, y con tal de hacerlo, aceptaron recibirnos.

»Nosotras fuimos al bosque en búsqueda de la catedral que forman los árboles, de la bendición de un lugar sin tiempo, y solo encontramos... encontramos hombreas airados, sus insultos, sus puños, la violencia que no acepta un amor diferente. Las lecciones que, según ellos, nos negamos a aprender.

—¿Fue un crimen de odio, entonces? —Walker sintió el impulso de abrazar a la mujer, a ver si encontraba a aquella niña dulce que debió sufrir un mundo de agonía en manos de una turba perversa. —No fue la arboleda, no se cerró el pacto con la muerte de una Shea... Cuanto lo siento, Susan. ¡Cuanto lo siento!

La mujer lo miró con ojos cargados de angustia.

—Los Walker siempre fueron decentes, Ray. Tu padre y tu madre eran los únicos que entendían lo que pasaba entre Mina y yo. Tu madre reconocía en nosotras mujeres de dos espíritus. Pero ellos no fueron suficientes. Por eso queríamos ir, a la profundidad del bosque, a desaparecer de los ojos de los hombres. Les pedimos que vinieran por nosotros. Pero ellos, los del pueblo, llegaron antes...

—¡Basta! No entiendo por qué pretenden forzar a una mujer demente de esta manera.

La interrupción vino de parte de Key, y desencadenó una reacción adversa en la señora Hardy. Miró a Lena y a Sutherland con cara de venado atrapado en las luces, mientras mecía su cuerpo de forma rítmica y la razón se le perdía en un puñado de palabras. La mujer extendió su mano hacia Lena, sus ojos bañados en lágrimas eran el retrato del amor más puro.

—Vienen por nosotras, Mina, vienen por nosotras. En el ocaso, ellos, que tuercen las ramas de los árboles para darse forma, vistiendo sus cuerpos imperceptibles. Vienen por nosotros, y el siseo que se escapa den entre sus labios se convierte en una sonata para aquellos que escuchan, que de verdad escuchan. Los veré, una vez más, antes de que mis ojos sean nublados por la decadencia de la memoria. Bailaremos, entre raíces retorcidas, que se levanta del suelo como arcos de una catedral...

Llevándose las manos a los oídos, la anciana comenzó a gritar. Imágenes de ensueño comenzaron a deshacerse entre pesadillas vívidas. Zuri y Lena corrieron hacia el área de recepción, a pedir ayuda. Key se sintió miserable, se acercó a la señora Hardy, quien estaba segura en los brazos de Ray y dijo un lastimoso "lo siento".

  —¡Vas a perder a quien amas, pequeño Sutherland! No importa lo que hagas para protegerla. Yo también tenía un cuarzo, ¿sabes? El cuarzo que debió ser de ella, de Mina. Debo dárselo. Debo...

La escena fue interrumpida por la llegada de un par de enfermeros, los cuales inyectaron a la señora Hardy con un calmante. Al mismo tiempo, varias personas de la iglesia comenzaron a curiosear, tratando de descifrar lo que estaba pasando. Las cosas se resolvieron con el orden en que suceden en instalaciones médicas: de forma efectiva y sin muchas explicaciones...

El grupo no tuvo tiempo de despedirse de la señora Hardy. La mujer fue llevada a su habitación, donde durmió sin interrupciones. Junto a su mesa de noche, la vida que se le escapaba de entre las manos estaba representada en fotografías. La más grande, al centro, la mostraba como una joven de veinte y tantos, con su hija Sara entre los brazos. Una tras otra, las fotos representaban su vida, una vida larga, la cual a esa altura ya no debía a nadie explicaciones.

Uno de los marcos guardaba su secreto a voces. Aparecía sentada en sus años de adolescencia, junto a Mina Shea. Estaban tomadas de la mano, y entre ellas, sostenían una cadena de cuero con un cuarzo rosado montado en plata.

Mina jamás tendría otro rostro, como sucede con aquellos que mueren jóvenes. Por siempre diecisiete, aun entre colores sepia, se podía adivinar el rubio de su cabello, el azul de sus ojos... tan parecidos a los de Lena Harrington, como para revivir memorias.

***

En Grafton, la tarde transcurrió tranquila para Vana. La mujer no se sentía culpable de husmear entre las cosas de sus inquilinas. Pero, a razón de justificar su presencia, paso unas horas cocinando un par de tartas de melocotón. 

Dejo una sobre la mesa de la cocina, con una nota:

Una mujer sola debe llamar antes de venir de visitas.
Les dejo el pago a la inconveniencia. Nos vemos en la oficina.
-Vana Fisher

La otra, la llevó consigo, colocándola en la cajuela del auto. Salió del centro del pueblo hacia las casas de las afueras, pasando la residencia Sutherland y cruzando el camino sin asfaltar que llevaba hasta el lago. Se bajó, descalzándose y cargando su ofrenda hasta más allá de la segunda línea de árboles. Allí, tomó un respiro y, abriendo un espacio en medio de la tarta, derramó una taza de sangre coagulada y pedazos de víscera, los cuales guardó consigo desde la autopsia de Sara Hardy.

A su alrededor, el viento comenzó a susurrar nombres ajenos. Ella solo respondía a uno, a aquel por cuya causa perdió todo.

—Aquí me tienen, presa de su sonata, víctima del amor. Los Finland ya no existen. Los Walker han pagado. Los Sutherland también. Esta no es la mejor sangre, pero es la única. Al menos, hasta que pague una Shea...

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro