Una voz de aliento
Matilde no había querido comunicarse con Darren por temor a incomodarlo de alguna manera. Con tantos asuntos delicados por asimilar, las muestras de interés que ella manifestara podrían malinterpretarse y confundirse con presión. La señora sabía que había tenido gran parte de la responsabilidad en las presentes circunstancias que ambos ahora encaraban.
Quizá si hubiese hablado a su debido tiempo, su hijo ahora tendría una vida mejor y ella se sentiría menos miserable. El chico hubiera tenido a su papá consigo y la cadena de eventos que lo llevaron al espantoso accidente jamás hubiese sucedido. Mil cosas podrían haber cambiado en las vidas de muchas personas si la verdad hubiese visto la luz años atrás.
Al mirar la expresión devastada en el rostro de su hijo tras escuchar la confesión acerca de Matías, a la dama se le había resquebrajado el alma entera. ¿Cuánto resentimiento habría en su corazón? Lo había obligado a vivir en medio de puras mentiras, sin tomar en cuenta su opinión. Era inconcebible esperar que él actuara como si nada estuviese ocurriendo. El muchacho había crecido pensando que era huérfano de padre, lamentándose en silencio. Aunque ella intentó compensar aquella pérdida por todos los medios, Darren siempre lo echó de menos.
La señora había alejado al muchacho de una familia adinerada con un apellido respetado. De haber sido criado con la participación del señor Escalante, el joven Pellegrini podría haber tenido lo que quisiera a sus pies. Pero, ¿qué clase de hombre sería él entonces? Matilde intentaba convencerse de que la persona magnífica en quien se había convertido Darren existía gracias a la ausencia de trato con Matías. Sin embargo, aquella afirmación no pasaba de ser un simple consuelo para justificar sus errores.
El chico no tenía por qué haber seguido los pasos de su progenitor si no lo deseaba. Toda persona cuenta con el poder para decidir cómo desea ser. El futuro de la gente no siempre se define por su pasado. Ella misma había tenido la oportunidad para ir en busca de una vida lejos del padre de su hijo, pero no lo hizo. Permitió que Matías permaneciera cerca por más de dos décadas. Sin percatarse, Matilde había estado esperando por el momento en que aquel muchacho rebelde, superficial y engreído de antaño decidiera cambiar. Para su buena suerte, aquella larga espera no había sido en vano...
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Una vez que Rocío ingresó de nuevo a la habitación de la joven violinista, el varón se retiró de allí a paso rápido. Mientras se dirigía hacia el área en donde había aparcado el auto, mil preguntas desbordaban su mente. Ya había perdido la cuenta de las veces en que había fruncido el ceño esa noche. Aquella mueca casi parecía un rasgo permanente en su rostro. Por lo menos sabía que Maia se encontraba en buenas manos, lo cual era una preocupación menos en su cabeza. No obstante, la intranquilidad se rehusaba a salir de su consciencia.
No podía parar de pensar en los motivos detrás del extraño comportamiento de la chica hospitalizada. ¿Qué cosa terrible podría haberle hecho Darren? La jovencita se había alterado muchísimo cuando lo confundió a él con su hijo. Eso era un motivo suficiente para ponerse en alerta, pero las cosas no se detenían ahí. La muchacha había dado señales de estar sufriendo un ataque de ansiedad con solo mirar una foto del muchacho en el teléfono. ¿Por qué?
Aunque el señor Escalante no tenía ni idea de lo sucedido entre los chicos, un desagradable presentimiento se había instalado en su organismo entero. A conductas como la de Maia había que prestarles atención de inmediato. Él había visto a Natalia reaccionar así cuando tenía pesadillas o regresiones. Cada vez que la pobre mujer revivía los traumáticos episodios de abuso por parte de su expareja, actuaba justo como lo había hecho la joven López. ¿Sería posible que Darren hubiese golpeado a Maia? Al hombre le daban escalofríos de solo pensar en esa nefasta posibilidad.
En cuanto Matías avistó el vehículo, la mirada angustiada del muchacho se encontró con la de él a través del parabrisas. Si bien le había enviado un breve mensaje de texto para calmarlo y pedirle que lo esperara ahí, el ánimo del chico seguía inquieto. Una infinidad de escenas horrendas danzaban entre los pensamientos de Darren desde hacía un buen rato. Su padre no le había dicho nada en concreto con respecto al estado de salud de Maia. Aquel secretismo no hacía más que potenciarle el desasosiego.
Segundos después del cruce inicial de miradas, el mayor de los varones abrió la puerta trasera del automóvil para sentarse junto al otro. Una vez que la cerró tras de sí, colocó el seguro y se giró para quedar de frente al joven Pellegrini. A pesar de que Matías exhibía el agotamiento como un estandarte en todo su rostro, ni siquiera eso logró suavizar la dureza que emanaba de sus ojos oscuros.
—Maia tuvo una pesadilla en presencia de Rocío y dos ataques de ansiedad mientras yo la cuidaba. Entre toda la confusión y los gritos, mencionó tu nombre más de una vez —El hombre levantó la ceja izquierda al tiempo que tensaba la mandíbula—. Casi ni nos conocemos, no tengo ningún derecho de venir a exigirte cosas, pero necesito que me respondás con la verdad, por favor. Decime: ¿qué pasó entre ustedes? ¿Vos le hiciste algo?
Las preguntas directas de Matías golpearon a Darren con la misma fuerza de una bola demoledora. Sabía que la joven López se encontraba en el hospital por su culpa, pero no estaba listo para que su padre se lo echara en cara de forma tan directa. ¿Acaso se había enterado de lo que había sucedido dentro del cementerio? Tal vez Maia le tenía la suficiente confianza como para contarle sus problemas. Después de todo, ella estaba al cuidado de los Escalante desde hacía mucho tiempo.
Si Matías ya conocía la verdad, aquella pregunta no era otra cosa que una prueba para él. Quizás el hombre tenía deseos de comprobar si su hijo era un mentiroso o si era una persona con la valentía necesaria para responder por sus actos. Sin importar lo que pensara el señor Escalante acerca de él, Darren se percibía a sí mismo como una criatura despreciable. Se había llevado la vida de Julia y, por no confesarle aquello a Maia desde el principio, casi le arrebató la vida a ella también a raíz del preinfarto que la noticia le provocó.
En eso de ocultar la verdad se asemejaba a doña Matilde. Los dos callaron verdades dolorosas que luego terminaron por ocasionar mucho más daño del que esperaban. El muchacho había aprendido la lección por las malas, muy a su pesar. Sin embargo, estaba decidido a no permitir que las mentiras siguieran corroyéndole las entrañas ni lastimando a más personas inocentes. Con el rostro pálido y un largo suspiro cargado de zozobra, el chico empezó a sacar el sufrimiento que estaba pudriéndolo hasta el tuétano.
—No puedo recordar nada de lo que sucedió el año pasado. ¿Sabe por qué? Estuve en coma durante todos esos meses, pero me lo merecía. Más bien, me parece que el castigo no fue lo suficientemente severo. ¡Debería estar muerto!
La expresión en el semblante de Matías reflejaba incredulidad y tristeza al mismo tiempo. De entre todas las posibles respuestas que podía recibir, jamás esperó escuchar algo tan desgarrador. Quiso articular algún mensaje alentador, pero su intento no pasó de ser apenas un leve movimiento de labios. No encontraba las palabras adecuadas para dar una respuesta coherente ante tal declaración.
Aprovechando el prolongado silencio, Darren respiró profundo para ahuyentar el nudo en su garganta y prosiguió con el testimonio. Necesitaba soltarlo todo de una buena vez. Pretendía hablar hasta que la ponzoña de la culpa lo atormentase con una pizca menos de ahínco.
—Estuve en coma porque tuve un accidente en el que choqué mi auto contra un muro. Pero, justo antes de eso, atropellé a una persona —Gruesas lágrimas acudieron al encuentro de las mejillas y la voz se le quebró como un espejo al estrellarse en el suelo—. Una mujer inocente falleció ese día por mi estúpida imprudencia. Esa pobre señora era la mamá de Maia...
El muchacho enmudeció por un instante cuando la mano de Matías se posó sobre su hombro derecho. Una chispa de compasión danzaba en los ojos del señor Escalante. Ya no necesitaba escuchar el resto de la historia para comprender el motivo de la tristeza del chico y de la violinista.
—Además de asesino, fui un cobarde, un idiota que no se atrevió a decirle la verdad hasta hoy. ¡Casi la mato a ella también! —El chico se clavó las uñas en las palmas con furia—. ¿¡Por qué no hablé antes!? Me atreví a quererla sabiendo que la iba a lastimar. Y todo resultó aún peor por haberme quedado callado. ¡Maia no me va a perdonar nunca!
El muchacho inclinó la cabeza hacia delante, para luego cubrirse el rostro con ambas manos, mientras cedía al llanto. El padre se limitaba a observarlo con los ojos vidriosos y el corazón conmovido. Sus labios permanecían apretados al tiempo que tragaba saliva con lentitud. El esfuerzo que estaba haciendo por contener sus propias emociones no le duraría mucho más.
Con el pasar de los años, el señor Escalante había aprendido que condenar a la gente por sus errores era una pésima idea. Darren precisaba una buena dosis de consuelo, no más razones para hundirse en la culpa. Aunque seguía sin saber qué decir para aliviar la terrible carga emocional de su hijo, Matías estaba resuelto a hacer todo lo posible por apoyar al chico en ese momento crítico.
—Nadie puede perdonar realmente de la noche a la mañana. Maia va a necesitar bastante tiempo para recuperarse de este duro golpe —El hombre colocó su mano izquierda sobre la parte alta de la espalda del joven—. Si ella te tiene verdadero cariño, vendrá a buscarte algún día. Por ahora, si vos la querés en serio, tenés que dejarla ir. Para sanar, necesita estar en paz, no la obligués a nada. Incluso si las ganas de verla te están quemando por dentro, tenés que esperar.
—¿Usted cree que merezco su perdón? —preguntó el muchacho, en voz baja.
—Todo el que se arrepiente merece una segunda oportunidad. No podés pedirle a Maia que decida ya, ni dentro de un año o dentro de cinco años. Solo ella puede saber cuándo va a estar lista para perdonarte.
—¿Y si ese momento no llega nunca?
—Eso no lo podés saber, pero al menos hiciste todo lo que estaba en tus manos. Aunque esta chica sabe bien que fue un accidente, ahora está muy dolida y no puede pensar con claridad. Cuando su dolor haya cedido un poco, logrará darse cuenta de que sos una buena persona que no pretendía dañarla. Dale tiempo.
—Con las tristezas que le he provocado, ya no sé si soy una buena persona.
—Claro que los sos, dejá de castigarte tanto, eso no te hace bien.
—¿Qué hago? ¿Solo espero, sin hacer nada de nada? Necesito hacer algo, lo que sea. Siento que estoy en deuda eterna con ella.
—Estoy seguro de que doña Julia, como la buena madre que era, deseaba que su hija fuera feliz. Si vos intentás forzar a Maia a verte, no solo te vas a interponer en su felicidad, sino que vas a deshonrar la memoria de su mamá. No querés eso, ¿verdad?
—¡Jamás! Yo quisiera poder ser parte de esa felicidad.
—Entonces, esperala. Si Maia quiere que estés en su vida, vas a estar. La paciencia comienza con lágrimas pero, al final, sonreís.
Gracias a las reconfortantes palabras del señor Escalante, el acceso de llanto de Darren había ido perdiendo intensidad poco a poco. La pena seguía ahí, pero ya no tenía el mismo poder sobre sus pensamientos. Con el fantasma de una curva ascendente en los labios, el muchacho se volteó para mirar a su papá.
—Muchas gracias, en serio...
Sin detenerse a pensar en si lo que haría a continuación era apropiado o no, el joven extendió los brazos para luego rodear el torso de Matías y estrecharlo con fuerza. El padre no tardó en corresponder el efusivo gesto del chico. Tras varios segundos en silencio, el abrazo por fin se deshizo. Fue entonces cuando el mayor de los varones retomó la palabra.
—Soy yo quien debería estar agradecido con vos por darme una oportunidad —declaró él, con una de las sonrisas más amplias y auténticas de toda su vida.
Incontables obstáculos les aguardaban todavía en el camino a los dos, pero ya no tendrían que hacer el recorrido en soledad. Casi sin darse cuenta, habían comenzado a dar pasos lado a lado en la misma dirección.
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