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Una noche de gala (Parte I)

Maia avanzaba a paso rápido por en medio de las calles desoladas de una ciudad fantasma. El cielo encapotado amenazaba con desatar su cólera en breve y los truenos resonaban cada vez más cerca de donde ella se hallaba. Soplaba un fuerte viento helado que anunciaba el inicio de una violenta tormenta. Hojas secas y trozos de papeles olvidados golpeaban el rostro de la muchacha mientras continuaba su recorrido apresurado.

Podía sentir el galopar frenético de su corazón hasta en la más recóndita vena de aquel cuerpo empapado en sudor y miedo. A pesar de que no había ni una sola persona cerca de la chica, desde su interior nacía una incontenible necesidad de huir. El instinto la impelía a distanciarse tanto como le fuera posible de ese lugar, pero ¿por qué lo hacía? ¿De qué o de quién huía? No conocía las respuestas a esas interrogantes, solo sabía que era urgente correr sin mirar atrás.

Conforme la tempestad arreciaba, más difícil le resultaba desplazarse con rapidez. El copioso llanto del cielo empezó a resbalar sobre el rostro de la violinista hasta el punto de enturbiarle la vista y dificultarle la respiración. De un pronto a otro, una tos incontenible se adueñó de su garganta y la forzó a detenerse de golpe. En cuanto los pies de la joven quedaron inmóviles, un rayo blanquecino cayó sobre un enorme árbol cercano.

La potencia del impacto eléctrico partió el grueso tronco en dos e hizo temblar el suelo encharcado. Entonces, un grito desgarrador se escuchó a lo lejos. Era la voz de una mujer que se desgañitaba en busca de auxilio. Aunque no la estuviera llamando por su nombre, a Maia no le cabía duda alguna de que aquel clamor desesperado provenía de su madre.

—Mamá, te lo pido por favor, esperame... No puedo ir a ayudarte todavía, ¡debo seguir corriendo! —exclamó ella, con el ceño fruncido y los puños apretados.

La angustia le roía los huesos, la culpa le arañaba las entrañas. ¡Se trataba de su propia madre! ¿Por qué se negaba a socorrerla cuando más lo necesitaba? La chica intentó reanudar la marcha, pero el férreo agarre de un par de manos grandes en torno a sus tobillos la retuvo en el sitio. Cuando la mirada de la confundida muchacha se enfocó en el suelo, la imagen del ser que la tenía inmovilizada llegó hasta sus pupilas.

Del tronco partido por el rayo había emergido la oscura sombra de rasgos masculinos que ahora la sujetaba. Conforme más tiempo permanecía asido a los pies de la jovencita, más definidas se hacían las facciones del espectro. Poco a poco, el extraño ente empezó a teñirse de distintos colores y a ganar corporeidad. En cuestión de unos instantes, la figura de Darren Pellegrini apareció postrada detrás de Maia.

—¡Perdoname, por favor, perdoname! ¡Fue un accidente, te lo juro! —clamó él, a voz en cuello.

—¡Soltame! ¡Estoy harta de oír esa maldita frase! ¡Basta, ándate!

La joven López empezó a mover las piernas con todas sus fuerzas. Solo pensaba en liberar sus extremidades inferiores y escapar.

—Escuchame por lo menos esta vez, ¡te lo suplico!

—Ya todo está dicho entre nosotros, ¿qué más tengo que escuchar?

—Mirá a tu alrededor, ¿podrías hacerlo, por favor?

—Está bien...

La muchacha levantó la vista y observó los alrededores. La abundante cortina de lluvia difuminaba el paisaje hasta hacerlo parecer un inmenso manchón blancuzco. Era casi imposible distinguir las tonalidades de los objetos o los contornos de las edificaciones.

—Decime, ¿qué es lo que ves? 

—Solo puedo ver la tormenta, todo está muy oscuro.

—Justamente así llovía aquella tarde, ¿lo recuerdas?

—Sí, por supuesto que lo recuerdo. ¿Cómo podría olvidarme de ese día?

—Mi parabrisas estaba empañado y la lluvia no me dejaba distinguir nada con claridad. Jamás se me cruzó por la cabeza que alguien fuera a estar parado a mitad de la calle. No pude ver a tu mamá hasta que ya era imposible detenerme. El pavimento estaba tan resbaloso que usar el freno no me sirvió de nada.

El muchacho le había dicho esas mismas palabras durante su último encuentro en el cementerio. Sin embargo, la mente de Maia había decidido restarles importancia y bloquearlas por completo. Pero ahora, en medio de esa inusitada visión onírica, el verdadero significado de aquellas declaraciones se presentaba ante ella por primera vez. La chica sentía como si todo el espeso fango de la obstinación que antes le nublaba el juicio se estuviera cayendo a pedazos.

—La luz del semáforo ya estaba en verde, yo la vi. Vos tenías la vía libre...

En ese instante, los gritos lejanos de doña Julia cesaron por completo. Entonces, Maia escuchó un susurro ininteligible, seguido de una risa suave femenina cerca de su oído derecho. Unos segundos después, la chica continuó hablando.

—Aunque le grité para que se moviera, mi mamá no quiso apartarse de la calle. Estaba intentando recoger unos paquetes que se le cayeron. La culpa fue de...

—La culpa no fue de nadie, Maia.

—Es que ella se quedó ahí, mi mamá tenía que...

—¡Fue un accidente! ¡Fue un accidente! ¡Fue un accidente!

La frente de la muchacha estaba perlada por el sudor cuando abrió los ojos de par en par. El sobresalto producido por las fuertes exclamaciones de Darren en el mundo de los sueños se trasladó a la realidad. Se incorporó de golpe en la cama, jadeante, con el corazón acelerado, la boca reseca y las manos temblorosas. Tenía ambas sienes y varias hebras del cabello humedecidas por un fluido incoloro que no era transpiración. ¿Acaso había llorado sin siquiera percatarse de ello?

—¿¡Qué me pasa, Dios mío!? ¿¡Qué querés decirme, mamá!? —preguntó ella, al tiempo que elevaba la vista, como si implorase por la realización de un milagro a través de su mirada.

Tras escuchar el tono tan alto en la voz de su ama, los sentidos de Kari se pusieron en alerta. La hembra canina empezó a ladrar con insistencia, de manera tal que parecía exigir una explicación por parte de la jovencita. Después de tranquilizarla con caricias y susurros afectuosos, Maia rodeó el cuello de la perra con ambos brazos. Permaneció callada en esa posición hasta que el ritmo de su respiración volvió a la normalidad.

—Acabo de soñar con Darren. Había una tormenta horrible en la ciudad cuando él apareció. ¡Salió de un árbol! ¿Lo podés creer? El pobre estaba ahí, boca abajo, suplicándome que lo escuchara. Al principio, yo no quería prestarle atención, pero luego entendí que debía hacerlo. ¿Sabés qué pasó cuando por fin lo escuché? ¡Me sentí como una estúpida!

La chica cerró los ojos y presionó los párpados con gran fuerza. Comenzó a ver puntos brillantes en medio de la oscuridad membranosa. Estaba haciendo un tremendo esfuerzo para no derramar más lágrimas.

—Las cosas estuvieron claras desde siempre, pero yo no quería entenderlas. Me negaba a aceptar la realidad. ¿Cómo pude estar tan ciega, Kari? Descargué toda mi rabia y mi dolor con una persona que en realidad no se lo merece. ¡Él también ha sufrido mucho! —La muchacha se asió con más fuerza al cuerpo del animal mientras sollozaba—. Darren, ay, Darren, ¿qué te he hecho?

Un torbellino de pensamientos caóticos se había desatado una vez más. ¿Qué debía hacer ahora? El concierto decisivo comenzaría en menos de doce horas y Maia ya no se sentía preparada para ejecutarlo. Su estado de ánimo estaba volviendo a caer en picada. La seguridad en sí misma que había experimentado la noche anterior casi se había borrado. "Ya es muy tarde para hacer algo, no puedo cambiarlo todo a última hora, ¡maldita sea!"

La joven López quería desactivarse la mente e hibernar hasta que la última gota de amargura en su espíritu se evaporara. Por desgracia, el mundo no dejaría de girar para que ella tuviera tiempo de enmendar sus errores. La presentación no sería aplazada bajo ninguna circunstancia. Por lo tanto, debía continuar con todo lo que ya estaba en marcha, aunque lo detestara.

La chica se levantó de la cama para luego encaminarse hacia la ducha. Lavó con esmero el área del rostro y también su larga cabellera. Deseaba eliminar de su cuerpo cualquier señal visible del sufrimiento interno. Una vez que terminó con el aseo, se puso una blusa negra sencilla y unos jeans a juego. Ingirió algunas frutas y un vaso con agua. Justo después, se despidió de la cachorra y salió del apartamento. Le urgía hacer buena una caminata al aire libre para despejar un poco la mente.

Los pasos cortos y veloces de Maia la llevaban de aquí para allá sin un rumbo fijo. El azul de su mirada inquieta se posaba sobre las decenas de caras desconocidas que la rodeaban. La joven intentaba crear historias fantasiosas acerca de las personas que observaba solo para distraerse. Aunque la chica poseía una gran capacidad imaginativa, las escenas del reciente sueño seguían emergiendo sin previo aviso. Era inútil tratar de ignorar algo tan significativo como eso.

Mientras atravesaba una calle estrecha muy concurrida, la melodiosa voz de una cantante callejera llamó su atención, así que se detuvo para escuchar el recital gratuito. Se trataba de una mujer rubia que tocaba la guitarra mientras entonaba una melancólica canción de country. Aunque Maia nunca había escuchado aquella melodía, los versos de la letra parecían haber sido escritos por ella.

And I've cursed your name, I've tried to numb the pain. There's no whiskey, there's no pills to change the way it feels. And I've prayed and prayed for it to go away. There's only one thing left for me to do, the only thing for me to do is forgive you... 1

La violinista se llevó ambas manos al rostro y suspiró con pesar. El mundo entero parecía confabularse para protestar en su contra. Sin importar cuántas excusas hubiese inventado antes, por fin comprendía que el único remedio eficaz para cerrar las heridas en su alma era el perdón.

♪ ♫ ♩ ♬

—Cuando te vaya a delinear los ojos, no te movás para ninguna otra cosa que no sea respirar, ¿puede ser? Quiero que el maquillaje quede perfecto. Todo tiene que estar perfecto hoy, ¡es tu gran día! —aseveró Raquel, mientras aplicaba una fina capa de base escarchada en color plateado sobre el rostro de Maia.

La artista esbozó una sonrisa tan falsa como las llamativas pestañas postizas que la maquilladora le colocaría unos minutos después.

—No me gusta andar con la cara llena de colorinches raros. Siento que voy a parecer un payaso de circo barato.

—¡Callate, nena! Vas a quedar como una diosa, teneme confianza. Cuando termine de arreglarte, vas a ver que mis ocurrencias valían la pena.

Todavía restaban más de tres horas para que empezaran a llegar los distinguidos invitados y se inaugurara la gala. Sin embargo, la violinista no estaba preocupada por la proximidad temporal del evento. La turbación en su interior se debía a la cruda verdad que su propia mente había desvelado. A través del vívido sueño que involucraba a Darren, la chica había aclarado una buena parte del conflicto que más la torturaba. Ahora percibía los asuntos de una manera muy diferente.

—Yo sé que estás nerviosa, es algo normal. Pero relajate, todo saldrá súper bien. Alvi y vos trabajaron muy duro en los ensayos.

—Raquel, hay algo que yo...

El repentino movimiento de la puerta del camerino al abrirse interrumpió la declaración de la jovencita.

—Chicas, les pido por favor que no me vayan a matar por el retraso. Las calles están hechas una pesadilla hoy —dijo Álvaro, al tiempo que colocaba el vestuario que traía consigo envuelto en un plástico protector sobre una mesa amplia—. Voy a ir un momento al baño para lavarme la cara y luego regreso para cambiarme, no me tardo.

Todos los músculos en el cuerpo de Maia se tensaron en perfecta sincronía. Su quijada comenzó a temblar mientras la rapidez del golpeteo en mitad de su pecho aumentaba. Estaba a punto de cometer una locura sin precedentes, pero la decisión ya había sido tomada. Aunque se hallaba en serio peligro de provocar un desastre, no retrocedería de nuevo. "Más vale tarde que nunca", pensó ella.

—¡Álvaro, pará! —exclamó ella, en voz muy alta.

El joven cantante se detuvo en el umbral de la estancia. Dio media vuelta para mirar a la chica, con una mueca de desconcierto indisimulable en el rostro.

—¿Pasa algo malo?

—Voy a pagarte por cada segundo que invertiste en las prácticas, lo prometo. Si querés hacemos un contrato ya mismo.

—¿De qué estás hablando? Desde un principio estuve de acuerdo en hacer esto sin cobrarte ni un peso.

—Te voy a pagar igual, es lo menos que puedo hacer por vos.

—No estoy entendiendo nada. ¿Por qué me insistís con este tema de la plata?

—Álvaro, podés irte a tu casa o al lugar que vos querás. Perdoname por hacerte esto justo hoy, pero... —La muchacha hizo una pausa para reunir valor—. Ya no te vas a presentar conmigo. Por favor, andate.



1. I Forgive You de Kellie Pickler

Traducción de la estrofa citada al español

"Y he maldecido tu nombre, he intentado adormecer el dolor. No hay whisky, no hay píldoras para cambiar la forma en que se siente. Y he orado y orado para que se vaya. Solo me queda una cosa por hacer, lo único que puedo hacer es perdonarte".


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