Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Un trabajo en equipo

Maia todavía seguía dándole mil vueltas a la letra que le pondría a su nueva sonata. El gran problema era que ella no solía componer letras para las melodías que creaba. Le agradaba que cada persona interpretara el mensaje oculto entre la música como mejor le pareciera. Cada quien era libre de elegir el sentimiento transmitido con cada nota a su manera. El segundo punto en su contra radicaba en que se había dejado llevar por un impulso alocado.

El anhelo de escuchar otra vez la aterciopelada voz de Darren la había impulsado a actuar con el corazón, sin medir las consecuencias. Hasta después de que le había entregado la servilleta con la nota, se detuvo a pensar con frialdad en la complejidad real del asunto. El chico necesitaría tiempo para aprenderse bien la letra y luego practicar para cantarla en perfecta coordinación con la ejecución de ella. ¿Dos semanas serían suficientes para lograr todo aquello? Por el bien de su salud física y mental, la muchacha confiaba en que así fuera.

Tras haber tenido el último acercamiento con el joven Pellegrini, el cerebro de Maia se había convertido en una cascada de oxitocina. Las dulces memorias de ese momento la mantenían sonriendo como una chiquilla que recién descubría el significado de la atracción. Sus neuronas se rehusaban a bajarse del columpio en donde habían encontrado la diversión que les había sido negada por tantos años. Debido a ello, la chica no lograba hilar ni un solo verso coherente o uno que, al menos, no destilara cursilería. "¿¡Qué hago, Dios mío!? ¡No me sale nada!", se repetía ella, mortificada.

Para colmo de males, ya le había pedido a Darren que volvieran a encontrarse y él, sin dudarlo, aceptó. La violinista había utilizado la presentación conjunta que tenían por delante como la excusa perfecta para verlo de nuevo. Los ensayos para la gala final eran un pretexto totalmente válido para reunirse, pero eso no alteraba en nada la realidad subyacente. Estar cerca de aquel hombre con la sonrisa de niño era el principal aliciente para la muchacha. Aunque siempre lo negara mientras monologaba frente al espejo, en su corazón comenzaban a germinar los primeros brotes del amor.

♪ ♫ ♩ ♬

Darren tomó el teléfono móvil, lo desbloqueó y luego se dirigió a su lista de contactos favoritos para buscar el nombre del fotógrafo. Presionó el botón de llamada y esperó. Tres timbrazos más tarde, el joven Silva respondió.

—¿Para qué soy bueno? Ya sé que soy bueno para todo, pero decime específicamente cuál de mis muchos talentos querés admirar hoy —afirmó Jaime, entre risas.

—Quiero que utilicés el talento de cerrar la boca y escucharme. Tengo algo importante que quiero contarte.

—¿Y ese algo se relaciona con Maia?

—Sí, se trata de ella.

—Soy todo oídos, entonces.

El muchacho relató, con lujo de detalles, todos los acontecimientos previos al encuentro y lo que sucedió cuando por fin se vieron. En cuanto llegó a la parte en donde hizo mención de que la chica lo había besado, su amigo lo detuvo.

—¡Sos una masa, loco! ¡Te felicito! ¡Por fin vas a dejar de estar en la góndola! Ya iba siendo hora, ¿no te parece?

—¡Pará un poco! Andás exagerándolo todo, como de costumbre —contestó Darren, sin poder disimular la sonrisa.

—¿¡Exagerando yo!? A ver, la mina que te mueve el piso viene y te parte la boca como si no hubiera un mañana... ¿¡y vos me decís que no es la gran cosa?! ¡Estás mal de la cabeza!

—Y eso que todavía no te lo conté todo...

—¿¡Hay más!? No te agarro a trompadas porque luego no podés hablar... ¿¡Qué carajos estás esperando para decírmelo!? ¡Escupilo!

—¿Y cómo querés que te cuente bien las cosas si no me dejás hablar, boludo?

—No te hagás el sensible, ¡contame!

—El tema es que Maia no solo me besó, también dejó que yo la besara. Incluso la pude besar en el cuello, ¿sabés? Pensé que me iba a empujar o algo así, pero no lo hizo.

—Estoy seguro de que vos la querías tener encima tuyo, agitada y sudorosa, gritando tu nombre como loca y...

—¡Callate, tarado!

—Bueno, está bien, no digo más nada, pero con una condición: ¡admití que eso te hubiera encantado! —propuso el fotógrafo, usando un tono sarcástico.

—¡Pues sí, lo admito! ¿Contento? —declaró Darren, levemente ruborizado.

—Obvio, ¡yo siempre tengo la razón!

—¡No cambiás más!

—¿Quién lo diría? Esa piba salía huyendo de vos al principio y mirá lo distinta que es ahora. ¡De verdad me alegro por ustedes!

—Lo mejor de todo es que ya nos pusimos de acuerdo para vernos otra vez. Vamos a empezar a practicar...

—¿El sexo seguro? ¡Qué bueno! Me parece perfecto que se cuiden desde un principio y...

—¡Jaime! ¡Dejate de hincharme las pelotas con eso, che!

—No puedo evitarlo, ya sabés que este soy yo. ¡Mi esencia pervertida quiere verlos a todos garchando!

Los dos varones soltaron unas ruidosas carcajadas al unísono. La gran amistad que habían compartido desde la escuela secundaria se hacía más fuerte con cada día que pasaba y eso le parecía maravilloso a Darren. Aquellos momentos de complicidad le servían como recordatorio de lo afortunado que era. Jaime formaba parte de las razones por las cuales valía la pena despertar en las mañanas. El joven Pellegrini había aprendido a atesorar los pequeños momentos de dicha como si estos fuesen joyas invaluables.

Aún recordaba la espantosa sensación de vacío y el pesimismo que le carcomía el espíritu cuando recién salía del coma. Había pensado en la posibilidad de terminar con su existencia en más de una ocasión, pero cambió de parecer cuando se dio cuenta de que la vida todavía albergaba una esperanza para él. El futuro le había extendido una mano amiga mediante Maia y Jaime. Desde el momento en que decidió sujetarla, se resolvió a no soltarla nunca más.

♪ ♫ ♩ ♬

El estudio fotográfico del joven Silva a menudo se encontraba desocupado durante las noches, así que él no tuvo reparos en cederlo para los ensayos de sus amigos. De hecho, había sido él quien se los ofreció de buena gana. La violinista se mostró muy entusiasmada cuando Darren le contó acerca de la posibilidad de trabajar allí y no titubeó a la hora de aceptar la oferta.

En la noche elegida para el primer ensayo, Maia llegó con varios minutos de anticipación al salón, pues estaba ansiosa por verlo. Era una estancia amplia pintada de blanco con muebles negros. Había varios puntos de ventilación, así como aire acondicionado e iluminación a más no poder. Lo mejor de todo era que también tenía una excelente acústica y no se filtraba el ruido de la calle. Nada interrumpiría las arduas sesiones de práctica. El local les venía como anillo al dedo para sus propósitos.

—No tenés idea de lo agradecida que estoy con vos por prestarnos tu estudio. ¿En serio no aceptás que te pague por el alquiler? —preguntó la chica, mientras observaba el sitio con sumo agrado.

—¡De eso ni hablar! ¿Cómo les voy a cobrar? ¡Ustedes son mis amigos! Hasta me van a traer música copada gratis —repuso el anfitrión, con una sonrisa.

—Bueno, ya que no querés cobrarnos, ¿al menos aceptarías venir como mi invitado a la gala de cierre? Podés traer a alguien más, no sé, a tu novia tal vez.

—A Carolina no le gusta asistir a conciertos ni a ningún tipo de evento masivo. Pero gracias por la invitación para mí, yo sí voy a ir.

—¡Bárbaro! La próxima vez te traigo el boleto que te van a pedir en la entrada.

—De acuerdo... Ah, por cierto, si te parece bien, en estos días podés traer a Kari para que juegue con Luca, mi pastor alemán. Antes, lo tenía encerrado dentro de mi casa todo el tiempo, pero ahora lo traigo siempre al patio trasero de Pablo, un vecino, mientras estoy trabajando acá. Ahí tiene mucho más espacio y estoy seguro de que le encantaría tener un compañero para jugar.

—Eso suena bien, lo tendré en mente.

En ese momento, el timbre del teléfono móvil de Jaime anunció la entrada de un nuevo mensaje de texto. El muchacho miró la pantalla y confirmó que se trataba de Darren, quien estaba esperando afuera del local. "¿Ya está Maia con vos? ¡Tengo una sorpresa para darles a los dos!", anunció él, a través de la breve nota electrónica. "Sí, ella está acá desde hace rato. ¿Nos tenés una sorpresa? ¡Más te vale que sea una buena! La puerta principal está abierta, podés entrar ya", contestó Jaime, con una risilla juguetona mientras escribía.

—¿Es Darren? —preguntó la muchacha, al tiempo que su rostro reflejaba la expresión alegre en el semblante del anfitrión.

—Sí, es él. ¡Ya está por llegar! —respondió el chico, al tiempo que abría los ojos al máximo de su capacidad, simulando locura, sin dejar de reír.

La violinista soltó una carcajada después de ver aquella mueca ridícula. A ella le pareció que el chico solo trataba de ser simpático. No sospechaba que esa era la peculiar manera del fotógrafo para insinuarle que algo emocionante estaba en camino. Apenas un minuto después, la figura de Darren se posó en el umbral de la puerta de entrada al estudio. El sonido de su voz ingresó al aposento antes de que lo hiciera su presencia.

—Mi fisioterapeuta dice que ya puedo empezar a probar la resistencia de mis piernas recorriendo distancias cortas o manteniéndome de pie durante unos pocos minutos. Todavía tendré que apoyarme en las muletas por un tiempo, pero cada vez las necesitaré menos —anunció él, con una fiesta alojada en los labios.

Por primera vez en mucho tiempo, la esbeltez y el característico buen porte del joven Pellegrini podía apreciarse en todo su esplendor. Vestía una camisa azul cielo y estaba totalmente erguido, con los pulgares reposando en los bolsillos de su pantalón negro. Jaime soltó una risotada extraña mientras daba un par de zancadas para acercarse a su compañero. Una vez que lo tuvo en frente, lo rodeó con ambos brazos para luego levantarlo, al tiempo que lo estrujaba con fuerza.

—¡Te felicito, loco! ¡Esto tenemos que celebrarlo a lo grande! —gritó Jaime, quien reía con dificultad a causa del esfuerzo por sostener a su amigo separado del suelo.

Acto seguido, avanzó con Darren a cuestas y lo depositó justo en frente de la muchacha. El joven Silva tenía el rostro enrojecido pero feliz.

—Maia, te encargo a este grandulón mientras voy a la tienda de la esquina por unas buenas birras. ¡No me tardo! —afirmó él, mientras echaba a correr para abandonar la estancia, no sin antes dedicarles a ambos un guiño travieso.

La expresión en el semblante de la violinista era una oda a la alegría. Incluso Friedrich von Schiller podría sentirse orgulloso si la hubiese visto, pues en ella se reflejaba la esencia misma de su magna obra. Los ojos azules de la chica advertían que estaba al borde del llanto, pero con el animado gesto en su boca daba a entender que las lágrimas por derramar serían de felicidad. La mezcla de emociones que bullía en su interior le había robado la capacidad de hablar, pero aún contaba con el resto de su cuerpo para transmitir lo que sentía. Por lo tanto, la joven López dio un paso al frente y envolvió el torso de Darren con sus brazos.

La cabeza de Maia ahora descansaba sobre el pecho del varón con la misma delicadeza de una libélula al posarse sobre un junco. Se encontraba extasiada absorbiendo el calor y el aroma masculinos con cada fibra de su ser. Los raudos latidos en el corazón de él susurraban al oído de la chica el mensaje que las cuerdas vocales todavía no le compartían. La mano derecha del joven comenzó a deslizarse sobre la oscura cabellera femenina como un suave oleaje veraniego. Entretanto, con el brazo izquierdo, el muchacho se encargaba de atrapar la delgada cintura de ella. Tras un silencio hecho de caricias, las palabras por fin accedieron a mover las cuerdas vocales de la chica.

—Yo también quiero felicitarte. Está buenísimo que ya podás caminar como lo hacías antes —declaró la jovencita, al tiempo que levantaba el rostro para mirarlo a los ojos.

Tenía las mejillas humedecidas por las lágrimas, pero la cálida sonrisa seguía ahí, iluminando las gotas para formar un hermoso arcoíris.

—No imaginaba que fueras a alegrarte tanto por mí. ¡Muchas gracias! —contestó él, mientras deslizaba el pulgar derecho desde el pómulo hasta la comisura labial de Maia.

La violinista giró la cabeza levemente cuando el dedo del varón estaba cerca de su boca, para así besárselo con ternura. Aquel sencillo gesto provocó un torrente de regocijo en el espíritu de Darren, el cual de inmediato se tradujo en una sinfonía de risas. En ese preciso instante, un sonoro silbido de Jaime los devolvió al mundo real e hizo que se percatasen de la cercanía entre sus cuerpos. Se apartaron enseguida, con el arrebol que los caracterizaba estampado en sus caras abochornadas.

—Lamento mucho interrumpirles la diversión, pero debo recordarles que tienen una presentación artística por delante. Estos jueces no van a dar premios por transar, ¿eh? —soltó el chico, conteniéndose para no explotar en carcajadas.

El joven Pellegrini se volteó para darle un puñetazo en el brazo a su compañero, lo cual dio pie a un cómico juego de lucha libre entre ellos. Mientras tanto, Maia intentaba calmar las alocadas reacciones de su organismo enfocándose en la búsqueda de la partitura nueva. Inhaló y exhaló profundo en repetidas ocasiones antes de animarse a hablar otra vez.

—Mirá, esta es la sonata que pienso usar para el recital de cierre —manifestó la jovencita, poniendo la mano que sostenía el papel en dirección a Darren.

Su voz fina hizo que el combate amistoso entre los varones se detuviera. En cuanto el aludido alargó el brazo para recibir la hoja que ella le ofrecía, la chica le dio la espalda y recorrió unos pocos pasos. Luego, se agachó para tomar el estuche con el violín, pues lo había puesto en el suelo, junto a una pared. Después de afinar el instrumento, se preparó para tocar la melodía. En cuanto el arco comenzó a pasearse sobre las cuerdas, la atención de los muchachos, quienes la observaban sentados, se centró de lleno en el espectáculo de movimientos y sonidos que les obsequiaba la chica.

La violinista lucía como una dríade con la prenda negra sin mangas que le cubría el torso y las mallas transparentes en sus piernas. El tejido del vestido se asemejaba a pétalos de lirios y la falda tenía un corte irregular que terminaba en varias puntas. Mientras tocaba el violín, se desplazaba en círculos con ligereza, como si sus bailarinas la hicieran flotar. La melodía que había creado era una magnífica combinación entre melancolía y felicidad. Exactamente así se había sentido cuando recibió la chispa de inspiración para componerla. Por esa razón, había decidido titularla "Apartando la oscuridad". Una vez que llegó al final de la presentación, los animados aplausos de los dos espectadores la tomaron por sorpresa.

—¡Me parece preciosa! —exclamó Darren, mientras levantaba el pulgar derecho en señal de aprobación.

—¿Te parece preciosa la sonata o la violinista? —preguntó Jaime, con un mohín burlesco.

—Ambas —manifestó el joven Pellegrini, al tiempo que cruzaba su mirada con la de Maia.

—Señorita López, ha encontrado usted al presidente de su club de fans justo acá —afirmó el fotógrafo, muy sonriente.

Las piernas de la violinista se desestabilizaron por un instante. Una sensación de calor que la recorrió de arriba abajo la hizo creer en la posibilidad de caer desmayada. ¿¡Darren le había dicho que era preciosa!? No terminaba de creérselo, ¿acaso lo habría escuchado mal? Hacía mucho tiempo que no recibía un cumplido así por parte de un hombre, mucho menos de uno que en verdad le importara. Estaba sonriendo como solo lo había hecho con Nicolás, mientras su alma danzaba en medio de un pintoresco carnaval de muselinas y guirnaldas coloridas. ¿Cómo podría prestar atención a lo que debía si su propio compañero de presentación no colaboraba con la causa? Cuando el profundo silencio de ella comenzó a prolongarse más de lo esperado, el muchacho se aclaró la garganta y formuló la pregunta obvia.

—¿Y cuál sería la letra que tenés pensada para tu sonata? Quiero empezar a memorizarla cuanto antes —dijo él, entusiasmado.

Aquellas palabras la golpearon como una fuerte bofetada. Seguía sin haber logrado escribir una sola sílaba de la canción que el varón entonaría.

—Yo... eh... pues... ¡no tengo ni idea de qué hacer con la letra! —confesó ella, mientras miraba hacia el piso.

—¿De veras? Bueno, todavía nos quedan varios días para que puedas pensar en algo. ¿Querés que te ayude con eso?

—¿Ayudarme? ¿Cómo lo harías?

—Soy compositor de bandas sonoras, ¿recuerdas? Pero no solo compongo música instrumental. También he escrito varias canciones para bandas juveniles de pop y rock. Me parece que podría darte una mano ahora.

—¿¡En serio me lo decís!? ¡Ay, me vas a salvar el pellejo!

—Se me ocurre una idea. Si no te molesta, Jaime podría grabarte mientras tocas y luego me pasaría ese video. Así podría tener una mejor referencia para comenzar a bosquejar ideas.

—¡Apoyo totalmente la moción!

—No se hable más, chicos. ¡Voy por una de mis cámaras! —aseguró el fotógrafo, al tiempo que saltaba de su asiento.

Entonces, el muchacho fue en busca de su equipo de trabajo y lo instaló con gran rapidez en frente de Maia. Adaptó la iluminación de la estancia, de manera tal que la figura de la chica destacara aún más. Una vez que el escenario estuvo preparado, el joven Silva le indicó a la violinista con un ademán que podía iniciar cuando lo deseara.

La muchacha asintió con la cabeza, tras lo cual se anudó el cabello en una coleta. Acto seguido, tomó el instrumento para afinarlo. Después de un rato, respiró hondo y comenzó a ejecutar la pieza musical. El embeleso al presenciar el encuentro de las manos femeninas con el violín regresó a los varones. Se sentían privilegiados de recibir una presentación de la mejor calidad posible sin tener que pagar ni un solo peso.

Tan pronto como terminaron de hacer el video, el anfitrión propuso un brindis con las cervezas que había comprado hacía un rato y sus dos amigos estuvieron de acuerdo. Después de todo, no había mucho que pudieran hacer si no tenían la letra de la sonata todavía. Por lo tanto, prefirieron dedicarse a disfrutar de un rato de conversación antes de regresar a sus respectivos hogares. Ninguno de los tres se hubiera imaginado que la grabación de aquel video haría mucho más que solamente servirle como fuente de inspiración a Darren...


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro