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Tras el invierno, siempre llega la primavera

—Vos regresaste muchísimo más pelotudo que de costumbre después de la abducción alienígena, ¿no es verdad? A lo mejor te implantaron un parásito come-neuronas antes de liberarte y ahora no te quedó ni una partícula de cerebro funcional... Loco, hablo en serio, ¿¡cómo mierda podés decirme que no sabés si está bien o está mal que te vayás a vivir a Europa!? Mirá, así te lo pongo: si no te largás solito, ¡te reviento el orto de una patada y aparecés con el culo enrojecido allá! ¡No tenés nada que pensar! ¡Andá y dejate de joder! —declaró Jaime, mientras daba pequeños puñetazos en el brazo derecho de Darren.

—No dejo de pensar en que sería un amigo de porquería si me voy ahora. No me puedo ir tranquilo cuando las cosas están así —respondió el aludido, con el ceño fruncido a causa de la preocupación.

—¿Así cómo? Caro se está recuperando a buen ritmo, ya casi no queda rastro del cáncer. Y aunque todo este proceso ha sido durísimo para los dos, eso no lo niego, poquito a poco hemos ido saliendo adelante. ¡Ella es súper optimista! No te imaginás lo valiente y lo buena onda que es a pesar del dolor. Se va a poner bien en menos tiempo del que nos imaginábamos.

—¡Me pone recontento escuchar eso, de verdad! ¡Ustedes se merecen lo mejor!

—Caro está muy agradecida por tus visitas y por el interés que has mostrado en su salud. Aunque no te lo parezca, le has ayudado bastante a estar mejor.

—¿En serio? Pero si no he hecho nada más que pasar a saludarla y charlar un rato. De vez en cuando, intento decirle unas cuantas estupideces para hacerla reír, pero no soy tan bueno en eso. Por suerte, vos sos un experto, ¿no es cierto?

—¡Por supuesto! Nací superdotado en todo —El chico miró hacia la parte inferior de su cuerpo de forma descarada y luego sonrió con picardía—. ¿Qué culpa tengo yo de ser así de groso?

—¡Alto agrandado, eso es lo que sos!

Darren le propinó un golpe suave en mitad del pecho a su amigo, para luego soltar unas buenas carcajadas. Gracias a las bromas del joven Silva, el hijo de Matilde logró deshacerse de la ansiedad que había estado carcomiéndole los pensamientos. Tras unos instantes de distensión, el compositor respiró hondo para luego retomar la palabra.

—Entonces, ¿de verdad me prometés que no me vas a odiar si me voy?

—¿¡Odiarte yo!? ¿¡Pero qué pavadas decís!? ¡Te considero mi hermano! Por si todavía no te habías dado cuenta, quiero que te sintás feliz en donde sea que estés. Pocas cosas me alegrarían más que verte contento junto a la mujer de tu vida. Desde hace ya mucho tiempo que yo encontré a la mía, no dejés escapar a la tuya por miedos tontos.

—¡Che, me vas a hacer llorar!

—En serio, vos andá tranquilo, tenés mi apoyo absoluto.

—¡Muchísimas gracias por todo! ¡Sos lo más!

El joven Pellegrini se acercó para darle un fuerte abrazo a su camarada. Una mirada triste se alojó en sus ojos en cuanto el afectuoso gesto llegó a su fin.

—¿Cómo voy a hacer para sobrevivir sin vos?

—Escribime y llamame tanto como podás, lo mismo voy a hacer yo... No es como si te fueras a vivir a Marte, loco. En algún momento vamos a vernos de nuevo.

—¡Te voy a extrañar un montón!

—¡Es obvio que me vas a extrañar! ¿Cómo podría ser de otra manera? ¡Este capo ultra sensual es irremplazable!

—¡Ay! ¡No cambiás más!

La curva ascendente regresó a los labios del muchacho hasta hacerlo descubrir sus dientes por completo en una sonrisa dulce. Darren había comprobado en decenas de ocasiones que permanecer triste o amargado si Jaime estaba presente era una misión imposible. Aunado a ello, el hecho de que su compañero lo apoyara en sus planes avivaba la flama de la esperanza que bullía en su interior. La oportunidad de reunirse con Maia estaba a su alcance y ya no había nada que se interpusiera en su camino.

♪ ♫ ♩ ♬

Darren aún recordaba los días en que el accidente le había arrebatado hasta la voluntad para levantar los párpados cada mañana. Cuando creyó que ya no quedaba nada bueno para él, las conmovedoras melodías nacidas del violín de Maia se convirtieron en el faro que impidió su naufragio. Ella se había encargado de guiarlo a través de senderos insospechados que le traerían una infinidad de extraordinarias sorpresas. Como el fénix, el chico fue capaz de renacer de entre las cenizas del sufrimiento y ahora volvía a desplegar sus alas teñidas de ilusión, más dispuesto que nunca a volar hacia un nuevo destino.

Mientras transitaba por la pasarela de acceso al avión, los ojos del muchacho se posaron en la pareja que iba delante de él. Aquella escena en donde Matilde iba caminando de la mano de Matías en público era tan atípica como hermosa. El rostro de ambos irradiaba la inconfundible calidez del amor cada vez que se miraban. Darren no podía parar de sonreír al contemplar la ternura con la que el hombre sostenía los dedos de su madre y la gentileza con la que le hablaba.

Ni en sus mejores sueños el muchacho hubiese podido imaginar que la vida le traería regalos tan maravillosos como el que presenciaba en ese instante. Aunque la señora había hecho un trabajo excelente con respecto a su crianza, el hecho de haber crecido sin un padre a su lado había hecho mella en el corazón del joven. Con todo, esa vieja herida estaba comenzando a sanar de forma lenta pero constante ahora que Matías estaba presente en sus vidas.

A pesar de los incontables errores cometidos en el pasado, el señor Escalante había regresado a ellos con el alma profundamente arrepentida. Les había demostrado con hechos contundentes que deseaba enmendar, en la medida de lo posible, sus graves faltas. Estaba dando lo mejor de sí mismo para comenzar a reconstruir todo aquello que aún fuese recuperable. "Si mamá fue capaz de darle una segunda oportunidad, ¿cómo podría no concedérsela yo también?" El corazón del muchacho palpitaba con júbilo ante el favorable panorama que Francia ofrecía para su familia.

En cuanto estuvo acomodado en el asiento junto a la ventana del avión, Darren se dedicó por entero a pensar en su novia. Durante su última videoconferencia, él le había hecho creer a la chica que todavía estaba pensando en cuál respuesta le daría a la oferta del empresario. Había sido sumamente difícil para el varón mantener oculto el secreto y no darle ninguna pista a ella acerca de la decisión ya tomada. Y es que el chico no solo había aceptado la propuesta de Emilio Velázquez, sino que se mudaba, por tiempo indefinido, a tierras europeas. Su cuerpo entero temblaba de emoción ante la expectativa del reencuentro.

♪ ♫ ♩ ♬

Aquella fresca mañana de sábado, los rayos del sol bañaban con su áureo fulgor el paisaje urbano berlinés. Una gran cantidad de personas, tanto nativas como extranjeras, transitaban por los callejones repletos de tenderetes del concurrido Hackescher Markt. Todos deseaban disfrutar de las variadas delicias culinarias y de las bellas artesanías que les ofrecían los mercaderes. Maia visitaba ese pintoresco sitio todas las semanas, pues sabía que allí encontraría siempre a un público amplio y diverso al cual deleitar con sus habituales conciertos callejeros. Le gustaba que la gente se marchara con el estómago lleno y el espíritu alegre.

Los ojos curiosos de las multitudes habían dejado de ser un problema para la joven López desde hacía ya un buen tiempo. La chica se había acostumbrado a la incesante algarabía y a los brazos elevados que sostenían teléfonos móviles y tabletas frente a ella. Incontables transeúntes de todas clases y edades se detenían para escucharla tocar mientras la grababan. "Yo misma he hecho eso varias veces con muchos artistas de por acá, así que no puedo quejarme de nada", se decía ella, con una sonrisa de satisfacción. Si la gente tenía ganas de conservar recuerdos materiales de sus presentaciones artísticas, la violinista no iba a impedírselos.

Sin embargo, esa mañana en particular, la tranquilidad que la caracterizaba había sido reemplazada por un extraño presentimiento. Una inusual sensación de ansiedad que parecía provenir de su pecho dominaba cada movimiento suyo. Ni siquiera había podido dormir bien la noche anterior. "¿Por qué me siento tan rara hoy? ¿Qué carajos pasa conmigo?" No estaba enferma, le iba bien con las clases e incluso estaba logrando hacer amigos. Entonces, ¿de dónde provenía ese inexplicable desasosiego que continuaba creciendo?

Después de darle muchas vueltas al asunto, la muchacha por fin admitió que sí tenía un motivo para estar preocupada. Darren le había enviado un mensaje de voz tres días atrás para comunicarle que no podría escribirle ni conectarse para ninguna videoconferencia hasta nuevo aviso. Una críptica frase al final de la nota oral fue la manera en que el chico había decidido explicar su repentina ausencia: "Muy pronto lo entenderás todo". ¿Qué había querido decirle con eso? ¿Se refería a una buena noticia o a una mala?

"¿Por qué no me quiso contar qué le sucede? ¿Era tan difícil hablarme claro? ¡Es una mierda cuando me deja así! ¡Me rompe los quinotos!" A pesar de la intranquilidad que sentía, Maia estaba resuelta a llevar a cabo el concierto programado para ese día. Su estado de ánimo siempre mejoraba después de entrar en contacto con su amado violín. Además de eso, cuando la chica se concentraba en los rostros risueños de quienes la escuchaban con admiración, todos los pensamientos negativos se alejaban de su mente por completo, al menos durante un rato.

Una vez que la joven López llegó a su rincón habitual, se dispuso a instalar el amplificador de audio y los demás aparatos necesarios, para que así el sonido de su música no se ahogara entre el bullicio circundante. Después de afinar el instrumento, la artista comenzó a deslizar el arco por las cuerdas para producir los primeros acordes del tema principal de Game of Thrones. Gracias a ello, los espectadores empezaron a llegar como abejas atraídas por flores. A medida que transcurrían los minutos entre rítmicas palmadas, cantos colectivos y fuertes aplausos, el humor de la chica estaba cambiando para bien.

Antes de que pudiera comenzar a tocar el sexto tema del repertorio pensado para ese día, los gritos agudos de unas adolescentes llegaron a oídos de la muchacha. Con ademanes manuales y algunas frases en inglés, las jovencitas le pedían que por favor interpretara una melodía en especial. Aunque el título de la composición solicitada parecía estar en español, Maia no comprendió bien lo que ellas quisieron decirle. Las efusivas chicas no sabían cómo pronunciar las palabras de forma correcta.

Sorry, girls! I couldn't understand. Can you repeat me what you just said, please? —preguntó la violinista, a través del micrófono que siempre llevaba para hablar con el público.

Entonces, una de las aludidas se acercó a ella para entregarle un trozo de papel plegado, el cual contenía tres cortas palabras escritas a mano. Maia lo desdobló y leyó el mensaje en voz alta.

—Apartando la oscuridad...

Sus latidos se aceleraron al instante, en perfecta sincronía con el ritmo veloz de la respiración que helaba sus fosas nasales. Aquel pedido no era normal desde ningún punto de vista. Estaba habituada a que el público le solicitara las canciones más famosas de los artistas de moda. Rara vez le pedían que interpretara temas propios, mucho menos esa composición en particular.

La chica solo se había atrevido a tocar aquella sonata una vez en presencia de espectadores alemanes. Lo había hecho cuando apenas comenzaba a probar suerte con los recitales en las calles. La cascada de memorias que llegó a su mente cuando interpretó esa melodía fue abrumadora. El punzante dolor de la ausencia se apoderó de ella de inmediato. Había terminado con un nudo en la garganta a causa del llanto reprimido, así que decidió evitar dicha interpretación desde ese día en adelante.

Los azules ojos femeninos empezaron a recorrer las caras de la multitud con desesperación, pero no lograron hallar el rostro varonil de quien tanto anhelaban ver. Después de varios segundos de búsqueda infructuosa, la violinista liberó un largo suspiro de resignación. Las cinco jovencitas que le habían hecho el pedido todavía estaban en primera fila, esperando por su respuesta con una emoción casi palpable. A la artista no le quedó otra opción más que complacerlas.

Al reproducir los acordes iniciales, los pensamientos de la muchacha se transformaron en una caótica masa de incomodidad y nerviosismo. Por un instante fugaz, la muchacha consideró la posibilidad de detenerse y marcharse del sitio, pero no lo hizo. Las palabras de Darren, aunque enigmáticas, resonaron en su cabeza para impulsarla a continuar. Con las manos temblorosas y el estómago hecho un lío, la joven López siguió ejecutando la sonata.

Cuando la pieza musical iba más o menos por la mitad, las adolescentes en cuestión formaron una línea en frente de la artista. Entre las manos traían unos saquitos de tela oscura. Acto seguido, las chicas se dieron a la tarea de caminar despacio de un lado a otro mientras aventaban, poco a poco, el contenido de las bolsitas, de manera tal que este flotara en el aire antes de caer al suelo. Al contemplar aquella inesperada coreografía, las piernas de Maia empezaron a flaquear. ¡Las muchachitas estaban arrojando pétalos de rosa blanca!

"¿Quiénes son estas pibas? ¿Por qué están haciendo esto? ¿Cómo es que ellas conocen la letra de la sonata?" Aunque la violinista no tenía las respuestas a ninguna de esas preguntas, la intuición le indicaba que la causa de su inquietud estaba por desvanecerse. En efecto, así sucedió, pues al comenzar a tocar las notas de la estrofa final, la respuesta a todas sus interrogantes por fin apareció. De entre la multitud comenzó a brotar el sonido de un canto armonioso que acalló el barullo de inmediato. Los oídos de la joven lo reconocieron al instante.

—Deshazte de tus miedos, ahuyenta la amargura. Hoy extiendo mis manos en busca de las tuyas...

Las chicas que habían colaborado con aquel misterioso barítono de sonrisa aniñada parecían hechizadas por la magia del reencuentro que estaban por presenciar. En cuestión de segundos, la muchedumbre se apartó de manera veloz para abrirle paso al hombre alto que cantaba a viva voz.

—Permite que nuestras almas brillen al unísono. Junto a ti quiero seguir apartando la oscuridad...

La respiración de Maia se agitó una vez más, al tiempo que su quijada se aflojaba. Copiosas lágrimas de felicidad empezaron a deslizársele por las mejillas, mientras los latidos de su corazón le sacudían el pecho en un galopar frenético. Con pasos cortos pero raudos, la chica comenzó a avanzar hacia el muchacho hasta que lo tuvo al alcance de los brazos.

La jovencita se apresuró a colocar el instrumento musical sobre el concreto y, sin prestarles atención alguna a los abundantes pares de ojos indiscretos que los rodeaban, envolvió el cuello del varón con ambas manos. La firmeza del agarre femenino lo invitó a inclinarse hacia delante, de manera tal que sus rostros quedaron frente a frente, a escasos centímetros entre uno y otro.

—Apartemos la oscuridad de una vez por todas —dijo ella, en voz baja, para luego besarlo.

Con una perfecta combinación entre la ternura y la pasión, sus bocas comenzaron una desesperada danza que no tardó en robarles el aliento. La prolongada unión de labios los dejó jadeantes, acalorados, ansiosos por repetir la placentera experiencia una y otra vez. Mientras ellos se miraban fijamente en silencio, los aplausos y los silbidos de los espectadores no se hicieron esperar.

—Tu felicidad es la luz que aparta toda mi oscuridad —susurró Darren, cerca del oído de Maia.

—No quiero volver a estar lejos de vos jamás —afirmó ella, al tiempo que entrelazaba sus manos con las de él.

—Adonde vos estés, ahí voy a estar yo, siempre —declaró el varón, para luego darle un tierno beso en la frente—. Me voy a esforzar cada día por darte un montón de razones para sonreír.

La muchacha hizo exactamente lo que el chico acababa de mencionar: sonrió. Aunque era imposible conocer el futuro, la violinista ya había elegido compartir el suyo con aquel muchacho inteligente, amable y cariñoso que la amaba tan intensamente como ella lo amaba a él. Sin importar el tamaño de los obstáculos que vinieran después, los dos estaban convencidos de que nada ni nadie se interpondría entre ellos nunca más.

El largo camino que yacía delante de ellos, lejos de amedrentarlos, los hacía sentirse emocionados. Compartirían días de frío y noches de calor, ocasos grises y amaneceres iridiscentes, lluvia torrencial y sol abrasador... Miles de páginas en blanco aguardaban por los apasionantes episodios que Darren y Maia plasmarían sobre ellas con la sal de sus lágrimas y la musicalidad de sus risas. Juntos se encargarían de componer la nueva banda sonora de sus vidas.


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