Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Cómo sonreír

Maia cerró la puerta tras de sí con un ímpetu inusitado. No podía evitar el creciente temblor en su cuerpo entero. ¡Había estado a punto de perder el preciado violín de su padre! Ni siquiera se sentía tan perturbada por el hecho de que pudo haber resultado herida o incluso muerta en el lugar del asalto. Si aquel instrumento le era arrebatado, su mismísima vida se iría junto con él. Así de inmensurable era el apego de su corazón hacia ese Stradivarius. Cada vez que posaba sus manos sobre la lisa madera del violín, en el alma recibía una etérea caricia amorosa proveniente de sus difuntos padres. Era lo único que le quedaba como recuerdo palpable de los cálidos y felices días de su infancia y una parte de su adolescencia. Jamás se separaría de ese amado compañero musical. Eso le resultaba impensable, casi una profanación a la memoria de doña Julia y de don Mateo. ¿Con qué cara se presentaría ante la tumba de su madre si no traía consigo el legado familiar? Las melodías que emanaban de aquel instrumento proyectaban todo el afecto que había sentido el señor López por su mujer y por su niña, así como también el gran amor de esta última hacia sus cariñosos progenitores. Maia rompió a llorar de solo recordar lo cerca que había estado de sufrir una terrible tragedia.

—¡Todo esto me pasó porque no podía ver nada! ¡Maldición! ¿Qué voy a hacer si esta estúpida ceguera vuelve a aparecerse así? El chico que me ayudó no va a estar ahí de nuevo... Será mejor si doy un tiempo sin regresar al cementerio, al menos no durante la noche... Mamá sabrá entenderme, lo sé —murmuraba ella, tratando de calmar su respiración agitada.

♪ ♫ ♩ ♬

A unas pocas cuadras del apartamento de Maia, Jaime y Darren sostenían una animada conversación acerca de todo lo acontecido durante aquella extraña velada. Los rostros de ambos destilaban entusiasmo y sorpresa a partes iguales.

—Apenas miré al tipo, me hirvió la sangre. No sabés la bronca enorme que me dio cuando vi a la pobre mina pegando manotazos como loca para que el tarado ese no le robara su violín. Ella, si acaso, le llegaba a la altura del pecho... ¡Se veía tan indefensa!

—¿Tan alto era el flaco? Menos mal que también tenés una buena estatura. Si no, el que recibió la trompada hubieras sido vos.

—Ni pensé en eso cuando lo vi. Es que la escena me recordó demasiado al día en que le robaron la cartera a mi vieja. Yo era apenas un nene de catorce años, debilucho. No pude hacer nada por ella ese día. Cuando el asaltante se fue, corrí a abrazarla. ¡Estaba deshecha, literalmente temblaba de miedo! Me impactó mucho verla así justo a ella, tan fuerte y segura que había sido siempre ante mis ojos. Desde ese día, me prometí dejar de ser débil. Quería convertirme en alguien que pudiera cuidar y ayudar a otros. ¡Y hoy por fin pude usar lo que he estado aprendiendo durante todo este tiempo!

—¿Ah sí? Eso no me lo esperaba. ¿Practicás artes marciales o alguna otra cosa parecida?

—Desde hace ya bastante que estoy metido en torneos de kick boxing. Pensé que nunca iba a usar las técnicas en una situación de la vida real, pero ya lo ves. ¡Esos entrenamientos tan duros no fueron en vano!

Jaime le comentaba aquellas cosas a su amigo con una amplia sonrisa de orgullo estampada en el rostro. El gesto similar al suyo que veía en la cara de Darren lo hacía creer que este lo estaba escuchando con total aprobación. No obstante, el joven Pellegrini había ido desarrollando sentimientos encontrados a medida que la narración de su excompañero de colegio iba avanzando. Por un lado, lo admiraba por su rapidez al actuar y por su gran valentía al enfrentarse a un delincuente que pudo haber estado armado con tal de auxiliar a una persona en apuros. Sin embargo, una oleada de rabia lo invadía al pensar en que debía haber sido él quien le brindase ayuda a la chica. ¡Era su violinista misteriosa! ¿Qué mejor manera hubiese existido para comenzar a retribuirle todo cuanto ella le había dado a través de sus maravillosas sonatas nocturnas? Habría sido una oportunidad de oro para compensar el desesperante mutismo del encuentro fallido y, además, para obsequiarle cosas buenas, como ella tanto se las merecía.

Nadie que fuese capaz de crear una música tan conmovedora como la que provenía de las virtuosas manos de esa muchacha podía ser una mala persona. Al menos eso pensaba él cada vez que recordaba las lágrimas de alegría recorriéndole las sienes tras escuchar los bellos conciertos de medianoche ejecutados por la chica desconocida. Se sentía como el más grande de los inútiles al haber estado confinado a una silla de ruedas cuando aquella muchacha más lo necesitaba. ¿Y si el asaltante la hubiese lastimado? Le daban escalofríos de tan solo imaginárselo. Una mezcla inexplicable de gratitud y de celos se había apoderado de su corazón. Quería darle las gracias a Jaime por haberle dado una mano con todo el extraño plan de pasearse por la ciudad durante la madrugada. Y lo había hecho sin ponerle traba alguna ni pedirle mayores explicaciones. También le agradecía con el alma por haber defendido a la muchacha, esa pequeña y habilidosa mujer que lo había sacado de su depresión. Pero, al mismo tiempo, odiaba la idea de que su amigo se hubiera convertido en el héroe de la hermosa violinista, pues ese héroe debía haber sido él. ¡Maldita discapacidad, maldita timidez, maldita suerte! Aquella guerra en sus pensamientos lo tenía ensimismado, sin prestarle mayor atención a las demás cosas que ahora le estaba relatando el joven Silva. Jaime tuvo que sacudirle el hombro para obligarlo a regresar a la realidad.

—¿Vos estás en este planeta, loco? ¡Tenés una cara de drogado bárbara! ¿En serio te sentís bien?

—Sí, estoy bien. Es solo que me quedé pensando, no te preocupés. ¿Qué me estabas diciendo?

—Te estaba diciendo que me parece haber visto antes a esa chica. No estoy del todo seguro porque ese callejón estaba un poco oscuro y no la pude ver tan de cerca, pero creo que alguna vez la he visto en el parque.

—Se viste toda de negro y tiene un perro grande, ¿verdad?

—Ahora que me lo decís, ¡sí, esa es! ¿Vos también la habías visto, entonces?

—Justo hoy, ese labrador casi me tumba. Parece que es un cachorro todavía y no controla mucho sus movimientos. Se me abalanzó e intentó lamerme la cara, pero por poco me hace caer de espaldas. La chica estaba muy apenada por lo que sucedió, pero le yo le dije que no pasaba nada. El problema ahí fue mi vieja. Ya sabés que es medio exagerada a veces y seguro se asustó de ver a un animal atacándome, según ella. De inmediato se puso a tratar mal a la chica y le echó la culpa por el incidente. Creo que la asustó a la pobre, porque se fue casi corriendo de ahí y me dejó hablando solo.

—¡No puede ser, loco! ¡Es increíble tanta coincidencia! ¿Creés que ella te haya reconocido también?

—No tengo idea. Pero me miró de la misma manera en que lo hizo en el parque, así que tal vez sí se acordaba de mí.

—¿Y cómo fue que te miró, si se puede saber?

—Me miró con mucha intensidad, como tratando de leerme los pensamientos a través de los ojos. Fue una mirada muy fría y penetrante. No pude evitar ponerme nervioso cuando me vio así...

—Che, ¿te estás escuchando? A mí me parece que vos estás hasta las manos por esa mina. ¡Tenés que hacer algo! ¡Es urgente!

—¡Callate! ¿No entendés que me voy a ver como un acosador si la vuelvo a buscar a medianoche? ¿Qué va a pensar de mí?

—Nunca dije que tenías que volver a buscarla al cementerio. Ya nos dimos cuenta de que la podés ver en el parque durante el día.

—Sí, pero no sé si tendrá algún día u hora definido para ir. No puedo estar todo el día en el parque a ver si ella pasa por ahí. Y si lo hiciera, ¿qué le voy a decir? No es como si pudiera gritarle: "Oye, ¿te acordás de mí? Yo soy el rarito de la otra noche" o "¿Te acordás como mi vieja te basureó cuando tu perro casi me tumba?" ¡Soy un completo desastre!

—¡Sos un exagerado! ¡Eso sí es lo que sos! Se nos va a ocurrir algo para que la puedas conocer, ya vas a ver. ¡Contá conmigo, loco!

—¿Me lo decís en serio? Mirá que no estoy para bromas.

—¡Claro que te lo digo en serio! ¿Cuándo te he fallado en asuntos de minas?

—Me siento como si estuviéramos de vuelta en la secundaria.

Los dos amigos se echaron a reír con ganas y la densa sombra de celos que había estado en la mente de Darren por fin comenzaba a disiparse un poco. Le entusiasmaba sobremanera la idea de volver a ver a la joven violinista. Sin darse cuenta, lo que él deseaba expresarle ya no se limitaba a simple gratitud. Se estaba transformando paso a paso en algo mucho más grande. Desde hacía muchos años que él no sonreía como si estuviera demente al pensar en alguien. Ni siquiera su ex prometida había logrado sacarle un gesto de alegría tan marcado en todos los meses que habían estado juntos. ¿Por qué no la extrañaba? ¿Por qué nunca la buscó en cuanto salió del coma? ¿Acaso no la había amado en serio? El muchacho no entendía lo que estaba sucediendo con respecto a sus sentimientos. Se hubiera casado con Adriana si no hubiese sufrido el accidente automovilístico. Si eso era así, ¿por qué no lo atormentaba la ruptura del compromiso por parte de ella? Sus pensamientos estaban cada vez más enmarañados. ¿Acaso iba a desposar a la persona equivocada? No, eso no podía ser, pues ella era una mujer de buena familia, culta, emprendedora, destacada en su trabajo como una líder... Quizás la desgracia lo había hecho ver la vida con otros ojos. Pero entonces, ¿por qué no recordaba haber sentido mariposas en el estómago o sonrojos estando con Adriana? Decidió dejar esas cavilaciones para otro momento. Por ahora, solo había una cosa de la cual estaba muy seguro: tenía que volver a ver a aquella maravillosa intérprete de tantas melodías reparadoras de corazones rotos...

♪ ♫ ♩ ♬

Maia se recostó sobre la cama, abrazada a Kari, y se quedó pensando. ¿Quién era ese chico del parque? ¿Por qué parecía estar buscándola, si ellos no se conocían de nada? ¿Cómo sabía que ella estaría en el cementerio? No podía ser una simple coincidencia que lo hubiera visto en la mañana y luego se lo encontrara ahí, justo a las puertas del camposanto. ¿Qué quería? Lo que más la había dejado intranquila era el hecho de que él le dijera "muchas gracias". Eso sí que la tenía desconcertada todavía. Hasta donde ella alcanzaba a recordar, nunca había hecho nada especial para que un perfecto desconocido pudiera estar agradecido. Y por si eso fuera poco, el joven la había tratado con gran amabilidad, a pesar de que su perra casi lo había derribado. ¡Le había sonreído de verdad! Todavía no se lo podía creer. No estaba acostumbrada a causar ese efecto en ninguna otra persona aparte de su madre. Y no había razón alguna para que una chica como ella, a quien las interacciones prolongadas con extraños no le salían nada bien, pudiera alegrar a alguien sin siquiera haber entablado una conversación decente. ¿Por qué ese chico hacía esas cosas? Por más vueltas que le daba al asunto, la muchacha no lograba llegar a una conclusión que la dejase tranquila. Tras unos minutos de reflexión infructuosa, Maia por fin se quedó profundamente dormida, exhibiendo una ligera curvatura ascendente en sus labios. Aunque no quisiera reconocerlo de manera explícita, ese peculiar muchacho de la silla de ruedas la estaba haciendo recordar cómo sonreír...


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro