En el atardecer de ayer
me fui a casa
pensando en esa imagen
que me hizo estremecer.

Hoy volví esperanzada,
creo que con la ilusión
de poder escribir una historia
con cada huella
grabada en mi visión.

Lo que vi me dejó muda
pues nada quedaba a la vista.
¿Quién se atrevió a borrar
tanta historia vivida?

¿Fue la noche?
¿Fue la gente?
¿Acaso fue el mar
que se sintió celoso
de esa arena ardiente?

Me senté decepcionada
en esa arena sin vida,
sin nada que escribir,
vacía en esta jornada.

Porque ayer cuando me fui
la arena mostraba
cientos de huellas
muy diferentes entre sí.

Estaban aquellas fuertes
que mostraban a ese ser
que parece siempre tener
un buen pacto con la suerte.

Había otras etéreas
como vuelo de gaviota,
tratando de pasar inadvertida
para no mostrarse atrevida.

Pero también había de las otras,
esas que marchan juntas
sin importar la hora,
ni el ayer, ni el mañana,
solo disfrutando el ahora.

¿Dónde quedó todo?
¿Quién se lo llevó?
¿Quién borró las historias
que hacen fuerte al corazón?

Me sentí tan furiosa
que pisé fuerte y llegué al mar.
Estaba dispuesta a enfrentarlo
por no dejarme inspirar,
pero me miró con tanta paz
que solo lo pude admirar.

Di mi espalda a la arena,
observé su inmensidad,
y cada vez que me mojaba,
llegando con sus susurros,
me invadió de felicidad.

Satisfecha con lo vivido
me levanté para marchar.
Allí mismo, donde antes
no había nada,
otras historias se mostraban
pero no querían ser contadas.

Y es el mar con embestidas,
a veces fuerte,
otras con suaves lamidas,
que borra de la arena
todas las historias,
para que cada uno
las guarde en su memoria.

Regresé feliz a mi casa,
guardé el lápiz y el papel,
dispuesta a guardar mi historia
de mi amado y brioso corcel.

ilargiluna
17/11/2021