Ahí estaba él, rodeado de todo
y a la vez tan solo.
Su vida estaba bien,
cómodamente aburrida, pero bien.
Ella deambulaba sola.
Era la reina de la noche...
Su vida estaba hecha
de secretos y complicidades,
entre amores y desamores,
entre sonrisas y lágrimas,
entre promesas cumplidas
y cadenas rotas...
A veces se mostraba radiante
y otras, se mantenía en las sombras.
Él se brindaba a todos
repartiendo frescura
y brindando refugio
a todo el que lo necesitara.
Ayudado por el viento
cantaba a la vida
Mas ese mismo viento
muchas veces lo castigaba,
lo despeinaba, lo abatía,
pero él nunca se rendía.
Mostrando su mejor cara
coloreaba su vida
y la de todos a su alrededor.
Ella lo conoció en su juventud
y quedaron ambos prendados
mas siguieron su camino en silencio,
repartiendo, cada uno, su luz,
su encanto, su misterio.
Él se mantuvo erguido,
gallardo, fuerte... como esperándola
Ella... ella también lo esperó.
Y entonces
llegó el momento para ellos.
Ella lo bañó con su luz
y él la rozó con sus ramas.
Ella quiso más
y él la abrazó.
Y los dos entendieron
que su destino estaba escrito
desde que se formaron los cielos,
los ríos y los bosques,
los días y las noches...
Y la luz se convirtió en pasión
y el roce se transformó en abrazos,
los abrazos se volvieron besos
y los besos dieron paso al amor...
Y ahí están
amándose en silencio,
con un amor verdadero,
un amor del bueno...
Son el vivo ejemplo de que
en el amor,
no hay edad, ni distancia, ni tiempo...
Ellos son
el árbol y la luna...