Capítulo 5
No te desvíes.
—¿Qué edad tienes? —Preguntó luego de pasar unos minutos en silencio.
—Veintiuno. ¿A qué viene la pregunta?
—Estás dentro del régimen de edad.
Esteban detuvo el carro y se bajó, yo lo imité.
»Sígueme.
Entramos al edificio y subimos al ascensor. Esteban presionó el botón que tenía el número doce y el ascensor empezó a subir. Ese lugar era bellísimo y a leguas se notaba que ahí vivía gente con dinero, mucho, mucho dinero.
El ascensor se paró y nosostros nos bajamos.
—Ven —Dijo sacando unas llaves de su bolsillo.
Caminó por el largo pasillo y se detuvo en una puerta blanca.
»Bienvenida a mi humilde morada —Soltó cuando abrió la puerta.
¡¿Humilde?! Si esa casa era humilde la mía era un rancho.
—La sorpresa está en mi cuarto, iré a buscarla, ponte cómoda.
Haciéndole caso, me senté en una silla cerca de la encimera.
El lugar tenía un pequeño balcón con una vista muy hermosa.
—Aquí está —Anunció trayendo consigo una caja.
La puso sobre la encimera, deshice el lazo y levanté la tapa. Era el hermoso vestido de la tienda y un par de tacones color plateado.
—¿Y si no me queda?
—Es de tu talla, Claudette lo certifica. Lo usarás para ver Giselle el sábado.
—Aún no he dicho que sí.
—Tamooco que no.
Touché, Laurita.
»Deberías ir, Laura, es de mala educación no aceptar las invitaciones.
—¿Desde cuándo?
Él respondió con un encogimiento de hombros.
—¿Vas a venir conmi... Con nosotros?
—Sí.
Podía comprarme mi propio vestido y zapatos, pero si él quiere regalarmelos, pues bienvenido sea.
—Mañana te compraré unos pendientes.
—Deja de hacer eso —Pedí.
—¿Qué cosa?
—Comprarme cosas, es decir, gracias por todo lo que hiciste, pero me siento algo... ¿Acosada?
—No te sientas así, mejor siéntete especial.
—¿Por qué especial?
—Porque tienes algo especial —Puso sus manos en mis hombros—. Estoy seguro de que cualquier hombre desearía cumplir tus caprichos.
—¿Y tú? ¿Tú quieres?
¡Laura! No te vayas por ahí, no es momento de jugar a «coquetea con el guapo hermano de tu mejor amiga».
—Claro que sí.
Oh, aguarden... ¡Ha dicho que sí! Es momento para... PÁNICO.
—Ya debo... Irme —Dije en cuanto empecé a sentir mis piernas temblar.
—Te llevaré.
—Por supuesto que lo harás, tú me trajiste.
Metí el boleto dentro de la caja con el vestido y la tapé.
Bajamos y volvimos a entrar en su carro. El trayecto fue silencioso, él no hablo y yo tampoco, solamente trataba de asimilar lo que estaba sucediendo.
A ver: Estuve en el apartamento del hermano de mi mejor amiga —El cuál conocí hace unos días—, estoy en su carro, me compró un carísimo vestido y unos carísimos tacones e iré a ver Giselle en el teatro Primavera con él este sábado. Sí, definitivamente enloquecí.
—¡Laura! —La voz de Esteban me sacó de mis pensamientos.
—¿Sí?
—Ya llegamos.
—Ah, sí, gracias —Dije saliendo del carro.
Él también se bajó y me acompañó hasta la puerta de mi casa.
—Que pases linda noche, Soñadora —Acercó sus labios a mi mejilla y dejó un beso allí.
—Igual tú.
Entré en casa y encendí las luces.
—¿Dónde estabas?
—¡Ah! —Grité y di un salto en mi lugar al ver a Isabel detrás de la puerta—. Estaba con Esteban, él quería entregarme...
—¿Qué es eso? —Interrumpió señalando la caja que estaba poniendo en la mesa.
—Lo que quería entregarme.
—¿Él te gusta? —Preguntó moviendo sus cejas arriba y abajo.
A nadie se le pasaría por la cabeza que estuvo enojada conmigo hace unas horas atrás.
—Lo acabo de conocer, claro que no me gusta.
Aunque físicamente hablando tal vez sí.
»Bueno, aún no me gusta —Me corregí.
—¿Qué?
—Esteban es guapo, agradable y me trata muy bien, si las cosas siguen así, quizás terminé por gustarme.
Isabel pegó varios brinquitos en su lugar. Yo rodé los ojos y me fui a mi habitación.
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