Capítulo 10
Una molesta maestra ardida.
La semana transcurrió increíblemente lento, o tal vez era yo con mi ansiedad de que llegara el viernes, pero al fin había llegado. Me estaba alistando para ir a la academia y a la vez estaba tratando de dar tiempo de que llegara la notificación de las audiciones a mi teléfono. Me senté sobre el puff de mi habitación. Las últimas semanas había estado buscando un apartamento y con suerte encontré un muy buen lugar que quedaba cerca de la academia y estaba dentro de mi presupuesto, además era una zona segura. Tenía un baño, una cocina, dos cuartos y tenía una pequeña lavandería en la planta baja. No estaba amueblado, pero había varias tiendas de muebles y electrodomésticos convenientemente cerca.
Mi celular sonó y torpemente me levanté del puff. Era un mensaje de Esteban.
Esteban:
¿Te gusta la comida chatarra?
¿Qué clase de pregunta era esa? Todos amamos la comida chatarra.
Laura:
Por supuesto.
Esteban:
Entonces ven a mi casa después de ir a la academia, tengo pizza, papás fritas, y una Coca Cola grande para festejar que vas a quedar en el grupo senior.
Laura:
¿Cómo sabes que voy a quedar?
Esteban:
Porque eres grandiosa.
Laura:
Iré.
Luego de la conversación, guardé mi celular para irme a la academia. Tomé mi bolso y mis cosas, y me fui. Sentí cómo vibró mi teléfono en mi bolsillo trasero, pero no lo saqué para ver qué era hasta que llegué a la academia.
Resultados.
Mi corazón comenzó a latir deprisa.
Oh, por Dios, son los resultados.
Di click en la notificación para entrar en la página y empecé a buscar mi nombre.
Ana Rivas.
Saúl Gutiérrez.
Lucía Linares.
Y...
¡Laura Conde!
Pegué un grito y di varios saltitos en mi lugar, me detuve cuando me percaté de que todos los presentes me miraban como si estuviera loca.
—Laura, Laura —Me llamó Rita—. Adella quiere que pases por su oficina.
Que raro. Seguramente era por la audición. Llegué a su oficina y toqué dos veces antes de pasar.
—Me dijo Rita que querías verme, ¿Qué sucede?
—Bueno, no es fácil para mí decirte esto, pero aquí va: ya no necesitaré tus servicios como asistentes.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Ahora que has quedado en el grupo avanzado quiero que te concentres en ello.
—Ajá ¿Y cómo voy a pagar las mensualidades si no trabajo?
—Debiste pensar eso antes.
Me quedé perpleja. Yo podía hacer perfectamente ambas cosas.
—Puedo otorgarte una beca.
—¡¿Y acaso la beca pagará mi alquiler?!
Bueno, técnicamente aún no pagaba alquiler porque seguía viviendo con mi madre, pero pronto tendría que hacerlo.
—Ten una buena tarde, puedes retirarte.
Salí de la oficina dando un portazo.
»Laura, olvidaste la liquidación —Dijo entregándome un fajo de billetes que yo metí en mi bolso.
Adella no dejaba de sonreír con petulancia mientras me veía marchar.
(***)
—No sabía que llegarías tan temprano, no he calentado la comida —Se excusó Esteban.
—Tranquilo, ni siquiera yo la sabía.
—¿Qué quieres decir con eso? —Preguntó invitándome a sentarme junto a él en el sofá.
—Quedé en el grupo avanzado.
—Eso genial, Soñadora.
—Y me despidieron.
—¿Por qué?
—Adella quiere que me concentre en los ensayos del grupo —Me levanté del sofá y comencé a caminar por la sala— . No sé qué ocurre con ella desde que fuimos a ver Giselle.
Él se levantó y me abrazó por la cintura deteniéndo mi caminata.
—No estés triste —Susurró.
—¡No estoy triste! —Grité soltándome de su abrazo— Lloro porque matar es ilegal y eso es lo que quiero hacer con Adella.
Esteban aguardó unos instantes y habló:
—Ven aquí —Pidió y volvimos a sentarnos en el sofá.
—¿Qué pasa?
—Voy a contarte algo, pero quiero que me hagas una promesa.
—¿Cuál?
—Que no se va a repetir la historia, no contigo.
—Te lo prometo.
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