Capítulo 1
Un trabajo de ensueño.
Estaba entrando en esa gran academia, tenía muchos salones uno para cada género de baile, según lo que me había dicho Claudette, cualquiera estaría muy feliz de estudiar en un sitio como ese, pero yo no fui a eso, yo fui porque conseguí un trabajo. Iba a ser la asistente personal de nada más y nada menos que de Adella Ferreri, mi bailarina de ballet favorita y dueña de la academia.
—¿Tú eres Laura Conde? —Preguntó una mujer saliendo de una oficina.
—Sí, soy yo —Respondí.
—Ven por aquí.
Ella comenzó a caminar y yo la seguí por un largo pasillo con salones a cada lado.
—Este es el estudio A-1 —Informó abriendo la puerta—. Señorita Ferreri, su nueva asistente ha llegado.
Ella caminó hacia nosotras.
—Un gusto, soy Adella Ferreri.
Oh por Dios.
Había imaginado ese momento muchas veces, pero nunca creí que pasaría alguna vez.
—Sé quien eres.
Laura, por favor no actúes como una loca.
»Soy Laura Conde.
Ella asintió.
—Rita, puedes retirarte, gracias.
La mujer de nombre Rita dejó el salón.
»Estaré calentando, quítate los zapatos y deja tus cosas en ese cuarto de ahí —Señaló una puerta de color negro en una esquina del salón.
Adella fue a estirar en la barra y yo a guardar mis cosas donde me indicó.
Lo que daría por estar en un lugar como este.
Mis padres siempre fueron muy adinerados, por lo que siempre nos estaban inscribiendo a Isabel —Mi hermana— y a mí en cualquier actividad extracurricular, Isabel se enamoró de la actuación, pero yo pasé mucho tiempo sin descubrir algo que me despertara emoción. Hasta que un día, mamá nos llevó a todos a ver el Cascanueces y así fue como todo empezó, me llevaban a clases y talleres de danza e inclusive me la pasaba todo el día practicando las rutinas. Cuando papá y mamá se divorciaron, dejó de ser algo constante, ya que tuvimos algunos problemas económicos y me resigné a que lo del ballet era un simple sueño de niña y que debía plantar mis pies sobre la tierra y dejar de soñar tanto. Por suerte ya estábamos bien económicamente ¡Y había conseguido un trabajo al lado de mi bailarina favorita!
Me quité los zapatos y salí.
—Muy bien, afuera están las chicas del infantil, las ayudarás en lo que necesiten y reproducirás o detendrás la música si te lo pido.
—De acuerdo.
Adella fue a recibir a las estudiantes, eran chicas de entre cuatro y diez años, algunas necesitaron ayuda con el tutú, otras con la zapatillas. Una vez que terminaron de alistarse, comenzaron a calentar en la barra, seguían todos los movimientos de su profesora que de vez en vez, las detenía para hacer las correcciones.
—Niñas, todas al centro —Dijo cuando terminaron de calentar y sus alumnas obedecieron—. Hablemos de nuestro espectáculo anual: haremos El Lago de los Cisnes.
Las niñas gritaron y saltaron emocionadas.
Ese era mi ballet favorito de Tchaikovsky.
»Ustedes van a ser los pequeños cisnes. Magnífica clase, niñas, que tengan una linda tarde y practiquen en sus casas.
Las niñas recogieron sus cosas y salieron del salón para ser recibidas por sus representantes.
—Ten, este es tu horario —Dijo Adella entregándome una hoja.
—Gracias.
—Eso fue todo por hoy.
Asentí y fui a buscar mis cosas. Salí del salón en cuanto me puse los zapatos y comencé a revisar el horario mientras caminaba. Los lunes, miércoles y viernes en el estudio A-1 a las cuatro de la tarde hasta las...
—¡Ah! —Me quejé cuando choqué contra alguien y casi caigo de bruces al suelo.
—¿Te encuentras bien? —Preguntó una voz masculina.
—Sí, afortunadamente no me caí de boca.
Tenía los ojos color café y cabello era parecido al castaño rojizo.
—Esteban, la señorita Ferreri está lista para recibirlo —Le informó Rita.
—Allá voy. Fue un gusto ayudarte —Me dijo y se fue detrás de Rita.
Ese chico se me hacía conocido de algún lado, pero no recordaba de dónde.
Salí de la academia y fui a la casa de Claudette antes ir a la mía. Entré a su edificio y subí hasta su apartamento. Toqué la puerta y ella no tardó en abrir.
—¡Hola, Lau!
—Hola, Claudette.
—Ven, pasa.
Obedecí y entré.
—Hola, Laura —Me saludó Julieta, la hermana menor de Claudette.
—Mamá aún no llega del trabajo —Informó Claudette.
—A que no adivinas —Dijo Julieta.
Yo negué dándole a entender que no sabía lo que tenía que adivinar.
»¡Mi hermano Esteban va venir hoy.
—¿Eso es cierto, Claudette?
He visto muy pocas veces a su hermano, porque es fotógrafo y se la pasa más tiempo volando en aviones que aquí en la tierra.
—Sí, sí. En cualquier momento debe llegar.
—¿Quién debe llegar? —Preguntó alguien cerrando la puerta.
—¡Tú! —Respondió Claudette—. Voy a suponer que te acuerdas de Laura.
No. Puede. Ser.
Era el chico de la academia ¡Por eso se me hacía tan familiar.
—Es bueno volver a verte, Laura.
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