Capítulo #6
Narra Megan:
Han pasado nueve días desde lo sucedido en Gales, nueve malditos días desde que se me ocurrió la brillante idea de venir hacia acá y decidir abrir una investigación como esta. Todo comenzaría como la rutina de siempre en el trabajo, o sea, visitar ruinas de castillos, casas antiguas. Las arquitecturas de siglos pasados se había vuelto algo muy especial pero también cotidiano para mí.
Era sumamente fascinante lo que podrían ser capaz de transmitirte, lo que para otros tan solo era un montón de piedras y escombros cubiertos de abundante vegetación, para mí era un hermoso lenguaje. Una conversación secreta entre el silencio, la brisa que despeinaba las copas altas de los árboles y aquellas místicas ruinas.
Cada una encierra un misterio simplemente debes de tener tus sentidos al 100% para poder percibir esa magia que hay en el aire, esa que se filtra de aquellas paredes maltratadas por el tiempo pero, aún así que cuentan una historia... su historia.
Como arqueóloga mi papel es investigar, recomponer la historia oculta en cada objeto perteneciente a ese lugar... pero jamás esperé sentir tanto como aquella ocasión en Gales.
«¿Cómo podría haberlo imaginado?»
En ese preciso momento me fijé que algo esconde el mundo, algo que no quieren que sepamos. Algo lo suficientemente fuerte como para hacernos colapsar y olvidar todo lo aprendido desde nuestra existencia, pero... pese a que haya transcurrido una semana y media sigo sintiéndome igual de entumecida, como si estuviera viviendo una y otra vez ese momento.
Por mucho que quiera pensar en que fuese una pesadilla siempre algo me recuerda que estoy despierta.
Narrador omnisciente:
— ¿Entonces? ¿Podemos ayudarte? —La animó Josh para que la azabache pudiese proseguir.
Mientras, Megan se pellizcaba el puente de la nariz al mismo tiempo en que agitaba de forma colérica el burbujero.
— Creo que no, no me pueden ayudar. No tengo remedio. Me estoy vol… volviendo loca. —Para ella era así
de sencillo.
No había gris, tan solo blanco o negro y la verdad era esa. No podían ayudarle.
— ¿Qué dices? —El pelirrojo de no menos de unos treinta años se sentó de golpe en el banco— Ya sabemos que estás loca burbuja. Dinos algo nuevo, algo que no sepamos ya.
La peli negra se rio por unos segundos, pero luego cerró sus hermosos ojos azul zafiro con mucha fuerza.
— No, Josh… esto es serio.
— Explícate. —Este le pasó el brazo por encima tratando de arroparla para que no sintiese frío— ¿Qué te pasa? ¿Qué sucede?
— Son… esas voces… las malditas voces… ellas han… han vuelto de nuevo Josh.
— ¿Eh? ¿De qué hablas? —El pecoso frunció el ceño sin entender.
Él tratando de recordar vagamente algo de lo que Aldo le platicó en un principio acerca de la chica apoyó la mejilla sobre la cabeza de Megan.
Entonces levantó una mano y le
acarició el pelo repetidamente al mismo tiempo en que este caía colocándose en forma de ondas sobre sus hombros.
— Las voces... Aldo debió contarte de ellas la última vez que lo ayudaste en una de mis crisis. —repitió la azabache erizandose ante tal recuerdo— ¿Las que oías de pequeña?
— Sí… sí, esas. Lo recuerdo. —Ella se cubrió la cara con las manos, apenada y sollozó.
— No lo soporto, no sé qué me está sucediendo… debe de ser mi cabeza. No desaparecieron en ningún momento, Josh. Mi cabeza no está bien, siempre lo supe pero no quise hacer caso a nada de lo que decían. Tengo que volver a medicarme… tengo que…
— Ssh, ni hablar burbuja. —El de cabellos color atardecer la abrazó con fuerza al ver que a su tan preciada amiga estaba a punto de darle un ataque de pánico como en otras ocasiones— Ni hablar, Meg. Tú no volverás a tomar nada de eso, ¿me oyes? Tranquilízate, cariño. Estar así no te hace ningún bien, por el contrario.
La peli negra ya comenzaba a hiperventilar descontroladamente, estaba muy asustada por tantas y tantas ideas que deambulaban por su cabeza. De seguro su mente le estaba haciendo una muy mala jugada.
— A ver, Meg. —Josh se puso de cuclillas, le cogió una manita y se la
apartó del rostro ya humedecido por las lágrimas— ¿Qué voces oyes?
La chica se sintió pequeña, tragó saliva para ver si el nudo en su garganta se dispersaba un poco y medio hipando se lo intentó explicar todo a su acompañante.
— Todo tipo de voces… es escalofriante Joshi, en un principio era como si me pidiesen ayuda… al menos era así cuando era niña.
— ¿Y ahora burbuja?
— Ya no me piden ayuda, ahora gritan Joshi, gritan de una forma desgarradora… como si estuviera viendo una película de terror, pero esta noche pude escuchar rugidos. ¿Te lo puedes creer? Me dio mucho miedo, alguien estaba enojado. Me decía que era suya y que… pronto vendría a por mí. Joshi tengo miedo. —Él intentó sonreír en vano, ya sabía quién era el dueño de esos rugidos.
El pelirrojo temía por lo que le sucedería a la azabache si él daba con ella, Megan estaba asustada y no era para menos.
— Cómo si yo le perteneciera… pero no sé quién es, ni que debo hacer. No sé cómo callarlo. Desde que estoy aquí no, desde Gales las oigo a menudo y cada vez son más… y creo… creo que soy una esquizofrenia. No me cabe nada más en la cabeza. Puede que tenga un trastorno de personalidad grave… puede que… no, no quiero que me encierren como lo hicieron antes. No o sí, tal vez lo necesito. Entonces James… James tenía razón, ya no sé lo que digo.
— Espera, espera… ¿James Blacke? —Josh la tomó de los hombros para mirarle a la cara— Cuando has vuelto a ver a James ¿él te dijo eso?
— No, cuando lo he visto hoy se comportó muy extraño. Apartó a Aldo de mí en el momento que me estaba abrazando… por unos segundos no parecía ser el mismo James Blacke que me dijo que solo traería problemas a todo aquel que se acercase a mí y mira, al final resultó que tenía razón.
— ¿Qué quieres que mire? ¿En qué se suponía que debía tener razón ese imbécil? —Josh suavizó la rabia y la gran impotencia que tenía por no poder ayudarle, esa que crecía en su interior— Tan solo estás asustada, no veo más que eso, burbuja… una pequeña asustada.
Por fracción de minutos los sentidos de Megan parecieron agudizarse increíblemente haciéndole saber que alguien escuchaba tras los arbustos, no era imaginaciones suyas… había escuchado unos pasos y una rama debió de romperse. Alguien los estaba espiando, pensó ella de momento.
— Sabes que es normal tener miedo preciosa.
Aquella voz femenina la golpeó dejándole algo aturdida. No podía ser posible… era Magdalena, la esposa de Aldo. La peli negra suspiró algo resignada por mostrarse tan vulnerable.
— Yo, estoy bien. —Trató de expresar de forma creíble pero falló ante aquella mirada maternal.
— No es verdad. —replicaron a la vez Josh y la señora Magdalena— Venimos porque queremos hablar contigo, no te dejaremos sola.
— ¿Conmigo? —repitió la azabache incorporándose para prestar total atención a ambos señores.
— ¿Te pasa algo, Meg? Dínoslo, te ayudaremos en lo que sea necesario.
— Le he dicho a Joshi que no pueden ayudarme, no entenderían.
— Claro que sí pequeña, más de lo que crees.
Gracias a esas palabras y la mirada tan tierna y sincera de Magdalena, solo gracias a eso, Megan tragó saliva y respiró bien hondo.
Dios, todo aquello era tan difícil de platicar para ella. Su maldita tortura se había acentuado mucho más desde su llegada a Gales y no hablaba específicamente de ese rasgo “anormal” que tenía, sino que desde que era muy pequeña su padre se encargó de que nunca mencionara a nadie su enfermedad. Ella estaba defectuosa según James porque para él, contrariamente a la opinión de su madre y tía, aquello era una enfermedad maligna... en el mayor sentido de la palabra.
Esa fue una de las razones por las cuales nunca quiso que se supiera de una segunda hija.
Megan había intentado por todos los medios ocultarle a los demás la angustia y la agonía que sentía con todo aquello, lo logró… pero no le sirvió de nada con aquellas dos personas que la observaban. Ellos la observaban sabiendo que la azabache no estaba bien. Mierda.
— Oigan yo... no puedo...
Recordando aquellos angustiosos días en que la habían tratado de enferma, o incluso como una demente, se enderezó y miró a Magdalena directamente a los ojos, esos ojos que transmitían tranquilidad.
— Pequeña confía en nosotros, siempre hemos estado ahí para ti. Ahora no sería la excepción. —pronunció Magdalena.
Si había un modo de sacarse toda la tensión del cuerpo, era aquella y esta vez nadie iba a pararle. Esta vez hablaría desde lo más profundo y no le importaría, porque algo la empujaba a desahogarse. Era como si los ojos de la señora la estuvieran hipnotizando.
— Nada más les ruego que no me interrumpan. —suplicó algo indecisa. — Esto no es fácil para mí, nunca antes se lo había dicho a nadie pero si quieren saberlo por favor no me detengan, o por el contrario no tendré valor para decirlo. ¿Vale?
— Me estás asustando, burbuja. —soltó Josh preocupado.
Magdalena entrelazó sus manos con las de la chica.
— Vamos pequeña, sin miedo.
— Pues vale… verás —le anunció Megan— Allá voy…
Los dos asintieron y se prepararon para escuchar lo que la peli negra tenía que decir.
— Cuando tenía tres años, por primera vez conocí a un lobo en las afueras de la casa a la que solíamos ir de vacaciones. Era una casa de campo hermosa, rodeada por hectáreas de uva, cerca de allí había viñedos. Solía correr con mamá entre ellos y comíamos muchas a escondidas de los dueños. Un martes salimos pero quise hacerle una broma a mi madre y me escondí. Ella gritaba mi nombre, aún así no salí. Lo que hice fue correr hacia un bosque que quedaba bajando la colina. Buscaba esconderme mejor. Ya estaba anocheciendo y entonces lo vi. Era negro, y mucho más grande que yo...
Magdalena la observaba y la exoltaba a continuar, más sin embargo Josh se cubría los ojos.
— Estaba escondido en unos arbustos, por ello cuando salió… me asusté. Me quedé petrificada, más aún cuando le vi acercarse. Quería correr, pero no podía. Tan solo cerré los ojos, esperé a que me despedazara… no ocurrió. Se quedó mirándome y olfateo mi cabello, luego mi cuello y por último sus ojos turquesa conectaron con los míos...
»Fue mágico, no quería hacerme daño, por el contrario. Trató de que yo me fuese de allí. Luego de eso, lo extrañaba mucho. Cada noche, él acudía a mi habitación, con la pata golpeaba mi ventana haciéndome despertar y una vez la abría se acostaba conmigo, en mi cama.«
»Curé su pata en muchas ocasiones, lo lastimaban. Siempre venía mojado, como si hubiera sudado mucho de haber estado corriendo por el bosque y otras veces porque le gustaba mucho la lluvia.«
»Tumbándose a mi lado arrancaba a quedarse dormido, y lo extraño de todo es… que yo sentía su voz en mi cabeza. Me decía que sus padres no lo querían, que él era un cachorro más de la manada y por no ser fuerte no era aceptado pero aún así debía ser el alfa. Yo siempre intentaba hacer que se calmara pero parecía que le daba pena y solo me abrazaba...«
— ¿Y entonces? —preguntó Josh buscando que la de ojos zafiro continuase.
— Yo le decía que como venía desde tan lejos para verme, podía quedarse a dormir conmigo siempre que quisiera y pues venía cada noche religiosamente, se estiraba sobre mi cama, colocaba una pata sobre mí, me contaba lo que había hecho en el día y me susurraba que era la única amiga que tenía. Él no tenía amigos por “su crudo destino maldito”…
Megan no los miraba. Sus ojos estaban abiertos de par en par, recordando aquellos años como si los viviera en la actualidad. Recordando aquel lobo negro que parecía sacado de una película de Crepúsculo.
— Un día, comiendo con mis padres y Carla, estábamos viendo el canal de muñes pero cambiaron para dar una nota informativa de importancia, dijeron que la búsqueda del lobo asesino del bosque a las afueras del viñedo seguía sin dar sus frutos. Aún así advertían que debíamos protegernos. Apareció la fotografía de él en pantalla y grité: «Yo lo conozco, es mi amigo. Pero no es un asesino. Es un lobito bueno, él viene a verme todas las noches y habla conmigo.»
Explicó Megan simulando la voz de una niña y su expresión en aquel entonces.
— Mis padres me miraron
horrorizados.
Sonrió con tristeza.
— Carla me observó y puso los ojos en blanco, mi madre empezó a temblar y el tenedor embarrado de salsa de espaguetis en la mano se le cayó encima del vestido, se puso muy pálida. «¿De qué hablas?» , me dijo: « Ese lobo es un asesino a sangre fría, cielo.»
Megan suspiro de forma pesada ante aquellos recuerdos.
— «No lo puedes tener en tu habitación sin que antes no te haya destripado, es imposible» . Pero yo le expliqué inocentemente que no era así, diciéndole que él venía a verme porque sus padres no lo querían. Que lo conocí en el bosque la noche en que desaparecí y que no me pasó nada de regreso porque él venía conmigo… me había acompañado.
La peli negra cerró los ojos y tomó un aire preciado para sus pulmones.
— Mamá me creyó una vez dije lo último pero James no, dijo que fantaseaba y que lo que me pasaba era que como Carla no me atendía tenía la necesidad de llamar la atención. Que dejara de inventarme cosas. A los pocos días, descubrieron unas imágenes del mismo lobo tocando la ventana de una casa.
Ellos la observaban esperando más, que contara más.
— De seguro no lo creerán… era mi casa, tomaron fotografías donde se ve perfectamente bien al lobo entrar a la habitación y luego salir en la madrugada. Cuando esto se supo mis padres ataron cabos después por lo que yo les dije, mi pa... —se corrigió— James me encerraba cada día en una habitación con un hombre. Él era… —cerró los ojos y se obligó a erguirse.
— Pequeña ¿estás bien? —Megan tan solo ignoró el comentario de la mayor.
— Era según él un psicólogo, al menos eso le decía a todos. Hizo de todo para que su hija no estuviera poseída por Lucifer, porque estaba seguro de que él me contactaba desde desde el infierno. Porque si hablaba con un lobo asesino, yo era una aberración a la naturaleza y era hija de Lucifer. Llamó a muchos evangelistas y preguntó muchos métodos para despojarme de tales males. Me castigó muchas veces. —susurró con la voz acongojada.
»Castigos… no, torturas muy dolorosas. Mi madre me envió al pediatra y este al psicólogo. Del psicólogo pasé al psiquiatra y de este a muchos científicos locos, justo como los de las historias. Me hacían
tomar de todo tipo de medicamentos, hasta siete pastillas diarias y si me rehusaba, me las ponían en vena.«
»El estómago me escocía y yo estaba
drogada permanentemente a tan corta edad. Y en esos momentos terribles de mi niñez, vinieron los sueños extraños y las voces. En un principio aparecían en fragmentos de sueño y me… me pedían ayuda, me preguntaban por qué me fui y los dejé solos a su suerte. Parecían ser varias, sin embargo no era así... solo era el eco de una misma voz, pero a mí cada vez se me hacía más difícil percibirla. Hasta cierto punto en que dejé de soñar.«
Se abrazó a sí misma al recordar todo aquello que juró enterrar kilómetros bajo tierra.
— La medicación me dormía básicamente evitando que soñara, tan solo veía una luz cegadora y todo era muy blanco. A los doce años, dejé de oírlas. La medicación era mucho más fuerte y me tenían aislada en una clínica haciéndome pruebas. A veces estaba muy deprimida, a veces seria y otras enojada… ustedes lo saben de sobra. —Miró a Magdalena que sostenía la mano de Josh a su vez poniendo todos sus sentidos en la azabache.
Seguramente estaba sorprendida por algunas cosas que ni siquiera a ella Aldo le había explicado.
— Más tarde, siendo ya adolescente descubrí que en la universidad teniendo el gran número de exámenes que teníamos en toda la semana, no necesitaba las malditas medicinas. Comerse los libros y estudiar para ser alguien en esta vida y vengarme de James quemaba más neuronas de las que esperaba. Por ello y romper las reglas de James dejé de tomar la medicación. Parecía estar todo muy bien.
Sonrió débilmente.
— Hasta que fui a Inglaterra a visitar la nueva línea de nuestra empresa y me citaron a Gales. Y allí encontramos aquel castillo en ruinas, con ese cadáver en las mazmorras… eso me revolvió el alma. Desde entonces, las
voces han vuelto. Y no solo eso, sino que como ya pudistes comprobar, son más y más recurrentes mis crisis… y ahora tengo visitas inesperadas también.
— ¿Cómo? ¿A qué te refieres Meg? —susurró la señora.
— Oigo las voces mejor que nunca, como si lo tuviese enfrente… así igual que a ustedes, pero… hoy ha sido diferente. Hace unas horas, la misma voz masculina de aquellas mazmorras me ha gritado, un rugido que más bien parecía una invocación. Estaba diciendo que yo era suya y que vendría a por mí, encima de todo sentí que me apretó fuerte el brazo. Me asusté tanto que… simplemente grité hasta quedarme sin voz. Hasta que Joshi me despertó.
Nadie osó decir palabra alguna. Megan temblaba por revivir tantas emociones que mantuvo ocultas bajo siete llaves toda su vida. Se sentía liberada y temerosa a la vez, pues
realmente quería saber qué le sucedía pero no quería asustar a nadie.
Magdalena se levantó y le puso las manos dulcemente sobre los hombros y luego en el cabello. La calidez de sus palmas la tranquilizó mucho. Todo ya estaba dicho, al menos de lo que ella tenía conocimiento.
— ¿Qué pasa Magdalena? ¿Crees que estoy loca, verdad? —le preguntó la azabache abatida sin atreverse a
mirarla a los ojos.
— ¿Loca? No, cielo.
La tomó de la barbilla mirándola directamente a los ojos, de unos grisáceos envejentados a unos zafiros sin brillo por los acontecimientos vividos.
— Creo que eres una chica muy fuerte, a la vez una persona sensible y con un gran don. Creo que por fin nuestra señora Freyja a estado de acuerdo con la vida de los alocados humanos y te ha elegido. Tú serás nuestra guía Meg. —sonrió abiertamente la rubia con hilos plateados—Te esperábamos, pequeña.
— ¿Señora Freyja? ¿Eh? ¿De qué hablas Magdalena? —Ella sacudió la cabeza haciendo que los mechones de su cabello se descontrolasen.
— Lo sabía. —exclamó Aldo a sus espaldas orgulloso de sí mismo y su gran sexto sentido— Pude olerlo desde que su madre dio a luz. Aquella noche la luna era distinta.
— ¿El qué? —le preguntó Josh ansioso de saber.
— Me quieren decir ¿qué rayos está pasando? —La mencionada ciertamente ya estaba entrando en un gran ataque de histeria— ¿Me dirán ahora que soy una médium?
Los tres mayores se observaban entre sí cruzando miradas con la joven, miradas con las cuales no se necesita de palabras que adornasen la realidad. A tal punto en que la mente de ella no pudo con la gran cantidad de recuerdos e información que debía procesar, y colapsó.
— ¡Megan! —Josh la sostuvo en brazos tras ver como esta se desmayaba sin previo aviso.
— ¿Qué sucede? —Aldo no podía creer lo que estaba viendo. No se esperaba que ella reaccionara así.
— Aún no está preparada para afrontarlo.
— ¿Cómo? Ella está más que lista, conoce de nuestra especie posiblemente más que nosotros mismos...
— Aldo… aún así, no está lista. Es mejor no presionarla. Que Odín y las nornas hagan lo que crean correcto. No olvides que si es ella, nuestra Freyja no la dejará caer en malas manos.
— Yo no me confiaría tanto de los dioses, ellos nos han abandonado pese a que somos parte de Asgard.
— Y si continúas denigrandolos de esa manera nunca cederán en nuestra ayuda.
Espero les haya gustado, y comenten siempre sus opiniones y críticas sobre el capítulo. Las/os adorooo.
Por fisss no quiero lectores fantasma, si lees la historia hazme saber que te gusta dándome tu apoyo regalándome tu fantástico voto🌟 y un comentario si te apetece y tienes ganas. Con ello me ayudaras a entender que te ha gustado y quieres que continúe. Así que (NO VOTOS==NO CAPÍTULOS)
Pasenla súper lindo y cuidándose mucho en casa. Besosss y un gran abrazote virtual🙋😊😘👋
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