20. el final alternativo de una historia que me desestabilizó emocionalmente.
La hierba se mecía con el viento. El aroma a lavanda invadía mi nariz.
Había una palma contra la mía, dedos entrelazados. El cabello claro de Franco estaba despeinado y lleno de tierra y alguna que otra lavanda.
—No quiero irme —me dijo—. Ya no quiero irme.
Había venido a mi casa después de despedirnos apenas unos minutos atrás. Me dijo que su madre estaba convencida de que él estaría mejor y más seguro con sus familiares en el extranjero.
—Despues de lo que pasó con la gente del pueblo, ya no puedo confiar en nada —le había dicho su madre—. Ni siquiera en ti.
Claro, no era para menos. Joel y los demás le habían dado drogas tiempo atrás y lo que pasó después dejo traumatizado a Franco. Pero lo que de verdad preocupaba a su madre, fue la confesión de su hijo y su más reciente pelea en el bachillerato.
¿Un chico que venía de la ciudad, que asaltó una tienda mientras estaba drogado se mete en peleas con un "chico del pueblo" y encima es gay? Definitivamente, Franco estaría mejor en el extranjero.
—Pero tampoco quiero que tú estés aquí —continuó—. Joel es un hijo de perra, y ya amenazó con matarme a mí. No quiero que tú estés en peligro también.
«Si tan solo supiera», pensé, pero me callé.
—Puedo soportarlo —le aseguré, mientras miraba una nubecilla flotar por encima de nosotros—. Ya he sobrevivido después de Hugo.
Franco se sentó, parecía molesto. Me miraba con molestía.
—¡Yo no soy Hugo! —se horrorizó—. Yo jamás te abandonaría como hizo él.
—Lo sé —respondí.
—¿Entonces...?
—Franco, debes admitir que tu madre tiene razón —lo interrumpí—. Este ya no es más seguro que la ciudad para ti.
—Al menos aquí sí es por mi culpa —expresó él con amargura.
—Eso ya no importa —le dije—. Lo que importa es que si te quedas aquí, tarde o temprano te van a matar. Ya sean los señores que _ya_ te estaban intentando quemar o por Joel.
—Pero no quiero irme —agachó la cabeza, pero no me soltó la mano—. Quiero estar contigo.
—Cuando vuelvas —prometí—. Cuando podamos vivir sin esperar a que alguien nos mate por diversión o enojo. Entonces estaremos juntos.
Me costó convencerlo, pero al final comprendió que ya no estaba en posición de elegir. Y que tanto sus padres como yo, solo deseábamos lo mejor para él.
Así que se fue y no supe de él por un par de meses, cuando consiguió un celular después del que tiró en el inodoro del bar de quinta al que fuimos después de que casi lo lincharon.
Y el aroma de las lavandas nos acompañó hasta que él volvió.
[P. D. La historia mencionada es "El aroma a lavanda" escrita por Dara Cabushtak.
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